Partida Rol por web

En un instante todo había terminado. Glavra se había abalanzado sobre ellos y había acabado con la mayoría sin darles tiempo siquiera para pensar, o al menos al gnomo no le había dado tiempo a pensar en ello.

El enano Thorsteinn les ordenó que avanzasen, y Fivo al darse cuenta de que otra vez se había quedado un poco rezagado se apresuró para no separarse del grupo. - B... Buen trabajo. - respondió con un leve temblor en su voz. - Esos eran todos, ¿verdad? Seguro que ya no quedan soldados. - continuó un poco más optimista, aunque en un tono que dejaba claro que ni él mismo se lo creía a pies juntillas.

- Escuchad, ¿y si...?, solo como idea, ¿esperáis mientras Dailena y yo vamos a ver lo que hay tras las rocas? Ya sabeis, con muuuuucho cuidado. - Fivo se tenía en mucha estima para esa tarea; al fin y al cabo a los grandotes humanos siempre les costaba ver cualquier cosa que estuviera por debajo de sus brazos, y Dailena había demostrado que al menos sabía ser callada y pasar desapercibida; es más, casi no recordaba haberla visto bien en la tienda de Knox. - Tranquilos, si por casualidad me pillan, saldré corriendo. -

Mientras el grupo se reúne y toma consejo,  cada quien toma sus recaudos como mejor puede.

Glavra ignora sus heridas y se centra en el botín.  Los soldados llevan muy poco encima, solo su equipo de combate. Cada uno posee una espada corta, que se ve bien afilada y pulida (aunque no tuvieron chance de usarlas) y una decena de dagas. Más curiosos son un total de 6 frascos de pociones similares a las que recibieron de Windle! Además de las mismas solo queda el peculiar camisote de mallas thayano que viste cada uno, pero es cuestión de ver si desnudar a los muertos es aceptable para el resto.

Thorstein entre tanto intenta usar sus sentidos sobrenaturales. Pero el aura propia del Dread Ring es fuerte y oscurece la percepción con la maldad añeja que anida en las mismas piedras del sitio. Tras concentrarse, logra encontrar un aura débil más adelante, que se diferencia de la zonal, pero no logra ubicarla con exactitud.

Daren entre tanto envía a su ave por encima de la pequeña meseta iluminada, a que vuele por arriba, en espera de las percepciones del halcón. Esto puede tardar, y deja una vaga sensación de inquietud, tanto como el ave rápidamente se pierde de vista en las penumbras del Paso.

Finalmente, Fivo se aproxima con una idea, que quien sabe si tenga aceptación…

Tras registrar los cadáveres, desnudándolos sin ningún tipo de melindre y quitándoles hasta las botas, en un trabajo concienzudo para que no se me escape nada de valor.

Vaya con los tayanos. No se privan de nada. -Comento en tono jocoso mientras toco y sopeso uno de los camisotes de malla que llevan, no hace falta ser un experto herrero para darse cuenta de que son mejor armadura que las andrajosas prendas de cuero que llevo – Dai – Digo para avisar a la elfa antes de lanzarle uno de los camisotes de mallas. No es ningún regalo, la elfa se ha ganado su parte del botín, le pertenece por derecho.

Tras escuchar la idea de Fivo asiento con la cabeza- Me parece bien – Le digo honestamente, además todo lo que sirva para llevarle la contra al enano que sufre delirios de grandeza, me parece buena idea. Toma – Le digo pasándole otro de los valiosos camisotes de malla al gnomo, aunque le venga grande, es una prenda muy valiosa. Siempre podrá venderla o pedirle a un herrero que se la ajuste.

Me guardo para mi el tercero y último camisote de mallas, desafiando con la mirada a cualquiera que quiera discutirme mi derecho sobre el botín. -Tranquilo pequeñín – Le digo socarronamente a Thorsteinn.- Si tienes miedo, puedes seguir escondiéndote detrás de mi durante los combates, ya ves que no te necesitamos para nada - Me mofo de él.

Es obvio que ninguno de los enanos piensa utilizar su magia conmigo, por lo que siguiendo esa regla de tres, Dailena y yo hemos hecho todo el trabajo, así que el botín es nuestro.  Enemigos abatidos por Thorsteinn + Melrone + El burro + Horas de planificación absurda e innecesaria; 0.   Enemigos abatidos por Glavra; 2. ¡Glavra wins!

Bien, bien- Comento feliz al encontrar justo lo que esperaba encontrar durante el registro; varias pociones. Me quedo mirando el contenido de los frasquitos y lo comparo con el que nos dio Windle. -Deben de ser pociones de curación ¿Qué si no? -Pienso y sin pensármelo mucho abro uno de los frasquitos recién encontrado y me lo bebo esperando ver los efectos. -Pronto sabré si son pociones. -¿Te importa que me quede yo las pociones? -Le pregunto mientras a Dailena. -Yendo en primera línea voy a necesitar curación frecuentemente.

Melrone quedó sorprendido ante la aparición de los soldados thayanos, no esperaba una emboscada tan pronto. Para cuando desenfundó su maza, su burro ya había retrocedido unos pasos y sus compañeras Dailena y Glavra se habían encargado de los enemigos.

- Hmpf. - Resopló.

Aunque en esta ocasión, su bufido sonó más amigable. Ciertamente el anciano estaba impresionado ante los reflejos y capacidades de batalla de las mujeres. La semiorca era imprudente, pero sin duda sus instintos más primitivos salían a la luz cuando la situación se volvía peligrosa. Y en cuanto a Dailena, era del tipo de personas que hablaban con sus acciones más que con sus palabras. Por esta razón, Melrone se sentía seguro al lado de ellas.

Al escuchar la propuesta de Fivo, el clérigo pensó que quizás sería buena idea. Ya les habían pillado por sorpresa una vez y ahora tenían la oportunidad de ser ellos quienes les sorprendieran. Mientras solo vayan a explorar y no les descubran, no debería pasar nada. - Si ocurre algo, gritad y correremos en vuestro auxilio. A pesar de su tamaño, el gnomo estaba resultando ser muy valiente.

Tras retroceder unos pasos para recoger a su burro, juntos avanzaron hacia donde se encontraba el resto y allí encontraron a la semiorca hurgando en los cadáveres. Melrone se fijó en sus heridas y pensó si debía curarlas o no. Hacía poco tiempo que había recibido sus poderes divinos y todavía no los dominaba. Si utilizaba su poder de curación en ese momento, no podría volver a usarlo hasta el día siguiente, por lo que solo debía usarlo en situaciones de emergencia. Por suerte para todos, Glavra decidió beberse la poción.

Cuando la semiorca decidió repartir el botín, el anciano permaneció inmutado. Después de haber vivido casi toda su vida recluido en una montaña, los bienes materiales no eran importantes para él. Por otra parte, a pesar de ser diestra en el combate, a Melrone no le estaba gustando la actitud que ella estaba teniendo hacia su compañero enano. El viaje iba a ser largo y no podían permitirse pelear entre ellos constantemente.

- Ya está bien. - Se colocó entre los dos antes de que Thorsteinn pudiera hablar y miró fijamente a la orca. - El enemigo son ellos. - Señaló a los thayanos muertos. - Somos un equipo. - Miró a Thorsteinn y luego a la semiorca, esperando a ver alguna señal por su parte de que lo había entendido.

-Me parece perfecto- exclamó el enano sonriendo sumamente satisfecho.  -Si es tu deseo, yo estoy más que de acuerdo- y es que con ello lo que realmente conseguía era que la orca luchase para ellos ciegamente como era debido, y el por su parte simplemente ayudaría en lo que fuese necesario. No había nada que discutir, o casi nada.

Ante la llegada y preocupación de Melrone, Thorsteinn simplemente le dio una ligera palmada en el hombre mirándole en señal de que no había nada de qué preocuparse. -Soy un combatiente. Las leyes de la guerra son uno conmigo- le dijo para que pudiese oírlo también la orca, aunque probablemente no lo entendiese y mucho menos le importase.

-El botín habrá que repartirlo más tarde- dijo el enano haciendo caso omiso a las palabras de la orca, que, si quería cargar con todo, por el perfecto. -Hacia donde ahora, al frente o a la derecha. Personalmente prefiero ir un poco hacia la derecha al menos y ver que encontramos, no vaya a ser que nos rodeen más tarde- señaló.

El gnomo se revolvió un momento cuando le llovió del cielo un revoltijo de anillas directamente sobre la cabeza. Cuando al fin logró quitarselo de encima pudo ver que se trataba de la camisola que le había arrojado Glavra, y en la que al menos cabrían 2 musculosos gnomos. - Creo que la usaré de pijama. - declaró Fivo arrojándola sin reparo a su ya abultada mochila.

Mientras tanto, el más anciano de los enanos (lo reconocía así por su barba blanca) parecía haber aprobado la idea de moverse en silencio, por lo que Fivo volvió a entusiasmarse ante la idea de hacer algo. - bien, hacia la derecha entonces, ¡en marcha! - dijo elevando la voz algo más de lo necesario, aunque después se tapó la boca con las manos y le chistó a Dailena como si fuera ella la que hubiera hecho ese ruido. _{- ¡...en marcha! -} repitió mucho más bajito, antes de avanzar, esta vez sí en silencio.

Cuando Galvra me lanza es aprenda me pilla algo despistada intentando escuchar algo que no sea lógico en aquel lugar, pero mis reflejos son buenos y lo agarro con maestría.  

-Gracias-le digo amigablemente con una sonrisa melancólica en mi rostro.

Luego escucho sus palabras hacia el enano.

"No vamos a conseguir que se lleven bien" pienso, aunque realmente la manera de ser de los enanos tampoco es mi devoción, pero como dice más tarde el anciano, somos un equipo y hay que trabajar como tal.

Estoy perdida en mis pensamientos cuando Fivo me saca de ellos. Asiento levemente y voy con él a investigar. Como él va más despacio que yo me mantengo en un segundo plano, alerta ante cualquier ruido o sorpresa que podamos tener.

El reparto deja las espadas y dagas en el suelo, las pociones en el cinturón de Glavra y cotas nuevas en manos de varios. Pero el grupo parece tener prisa por continuar avanzando, por lo que asi deberá ser.

Thorstein entretanto sondea el área de su interés con su aptitud sobrenatural, pero salvo la maldad natural del area, esta vez no encuentra una señal diferente, mientras sigue con la mirada a los dos exploradores que se adelantan a paso lento (mas de lo usual gracias al peso extra de sus botines) a revisar. Lo cierto es que no van muy silenciosos que digamos… pero él, Melrone o la orca lo serian bastante menos, asi que les toca aguardar.

Dailena y Fivo ven, algo mas adelante, un rojizo altar que sobresale del suelo y tiene un ligero resplandor propio en las sombras. Pero desde su posición no ven a nadie cerca.

Entretanto, Daren espera noticias del halcon, pero de momento no parece haber nada que informar... es decir, ningun sentimiento le llega desde el otro lado de su vinculo. Solo calma habitual. Lo cual puede ser tanto algo bueno como algo extraño, segun como quiera mirarse...

Al tomar la poción casi de inmediato siento como las heridas se van cerrando solas. -Si, definitivamente son pociones de curación.-  Pienso contenta. Dailena se aleja sin responderme a la pregunta, por lo que deduzco que no le importa que me quede las pociones. -Aún estoy algo maltrecha así que me bebo otro frasquito y sin nada que hacer, aprovecho el momento mientras ellos exploran para cambiarme la armadura.

¡Genial! – Exclamo satisfecha cuando Thorsteinn acepta lo que le pido – Conforme. Mientras estés calladito y sin molestar a los mayores nos llevaremos bien - Me alegra que por fin haya entendido que no es más que nadie y que no debe andar por ahí ladrando órdenes. Ha tenido que venir una semiorca para enseñarle modales pero bueno, si lo ha aprendido habrá valido la pena. Cuando le escucho decir que luego habrá que repartir el botín sonrío con ironía pero no le corrijo, si es más feliz pensando que voy a compartir con él algo más que desdén, por mi genial, no seré yo quien le quite esa ilusión.    

Melrone, como no podría ser de otra forma, viene a defender al otro enano en un acto de puro racismo, vamos, que según él debo aguantar que una medianía con ínfulas nos de órdenes.  Así que mientras me alecciona explicándome que esos cadáveres que están en el suelo- Esos que he matado yo-  son el enemigo yo bostezo aburrida. - Se lo que somos- Le respondo en tono paciente mientras tiro de las cinchas para desanudar muñequeras y hombreras de la armadura que una tras otra van cayendo al suelo -Y lo que no somos también. -Añado dispuesta a poner los puntos sobre las íes.

No soy un soldado, no soy una criada, ni un lacayo, ni una subordinada, ni mucho menos una esclava para consentir que un don-nadie con ínfulas me trate como a tal -Le explico con naturalidad mientras me quito el incómodo jubón, quedando en prendas menores – Si tu amiguito sufre de baja autoestima y necesita mandar para sentirse grande e importante no es culpa mía. Soy una mujer libre y como tal exijo que se me trate.

No es la primera vez que me toca trabajar con gente que me juzga por el color de mi piel, o que me trata de cualquier forma y eso nunca ha sido impedimento para cumplir con mi parte del trabajo -Le sigo explicando mientras me enfundo el camisote de mallas y me lo ajusto a la cintura recogiendo el cinturón y el mandoble y acabando de ajustarme el resto del equipo. – Pero si eso no te basta y además quieres que nos llevemos bien, ve a darle la monserga a tu amiguito y explícale las diferencias entre un compañero y un subordinado. Porque cada vez que le veo mangonear a alguien me chirrían los dientes y eso no cambiará, ni ahora ni nunca- Digo dando el tema por zanjado.

Tras cambiarme de armadura y responderle a Melrone recojo mi vieja y andrajosa armadura de cuero del suelo y la meto en la mochila, por escaso que sea su valor algo me darán por ella. Miro las armas que quedan en el suelo, no creo que sean muy valiosas, pero sería un desperdicio dejarlas, me rasco la cabeza dudando en si cogerlas o no pero al final decido dejarlas. -Cuando regresemos habrá que pasar otra vez por aquí, si entonces voy ligera de equipo me las llevaré.    

Me siento insegura portando esa cota de mallas, me resulta incómoda, hace que se me oiga más y pesa mucho. Tuerzo un poco el gesto y ya cuando veo que no hay peligro a la vista digo:

-Muchas gracias, Glavra, pero esto me resulta incómodo y quita parte de la utilidad que pueda dar al equipo-le digo mientras me quito la cota de malla que llevo-. Si alguno la quiere, aquí la tenéis-digo cediéndola al grupo al que más dispuesto esté a cogerla-. Seguro que protege bien-añado.

Veo como la semiorca se toma las dos pociones.

-Espero que ya te sientas mejor-le digo con una sonrisa amble y dulce a la par que melancólica.

Luego centro mi vida en el altar extraño que hay en la lejanía.

-Allí hay un altar-explico con los ojos algo guiñados.

Intento no prestar atención a las broncas intergrupales que hay, prefiero mantenerme al margen de tanta historia.

-¿Aprecias algo que yo no, Fivo?-le pregunto al gnomo.

Doy un suspiro tras ver que enviar a Warrick no ha tenido ningún resultado, volviendo a centrarme en el grupo. Parece que la orca y el enano no van a llevarse bien. Lo cierto es que me importa bastante poco, pero lo que dice Melrone es cierto. Debemos comportarnos como un grupo, y actuar como tal o no saldremos de aquí.

- Warrick no siente nada. No puedo asegurar que no haya nadie, pero al menos no hay nada que lo asuste a él - 

Luego miro a la orca y a Thorsteinn - Creo que deberíamos dejar estas discusiones para cuando regresemos. Ahora centrémonos en cumplir la misión... hacemos esto por algo mucho más grande que nosotros como individuos.

Me mantuve en silencio, esperando que Fivo le diera respuesta a Dailena para tomar una decisión, aunque añadí.

- Si hay un altar quizá los magos rojos anden cerca. Quizá no sería mala opción si no están escondernos y tenderles una emboscada a su regreso...

Fivo dio un primer paso, y luego otro, y luego otro... y entonces se dio cuenta de que la mochila pesaba demasiado y en realidad no había avanzado un solo centímetro. Con una sonrisilla nerviosa, dejó la mochila en el suelo y la camisola de malla al lado con mucha dificultad. - Creo que será mejor que cuidéis de mis cosas; además, parece que el pijama quiere quedarse donde está. - dijo mientras separaba de su equipaje el arco y las flechas, un cuchillo que en sus manos ya parecía diminuto, y su querida flauta.

Ahora que por fin se sentía preparado para continuar, dedicó un momento a contestar a Dailena - Es un altar... que brilla. - respondió sin mucha convicción tras un momento de duda. - ¿no es en sitios así donde se reúnen los magos? Bueno, en seguida lo averiguaremos. - Dijo mientras miraba a través de sus manos como si fueran catalejos, antes de avanzar con más ligereza ahora que se había librado del peso extra. 

Thorstein hizo caso omiso de las palabras de Glavra, tenía cosas mas importantes y no le interesaba mucho el darle pie a sus lloriqueos. -Avancemos solo un poco más, hasta estar seguros de que hay aquí mas adelante- dijo a Fivo y Dailena dando por finalizada, al menos de su parte, la charla con la orca. Y sin mas, siguiendo sus intenciones, se adentró mas en el camino de la derecha. -Si hay un mago desprotegido, un asalto rápido sería nuestra mejor táctica-. Ante la negativa de Dailena de llevar el camisote de mallas y su ofrecimiento, lo cojo yo a pasar junto a ella, a sabiendas de que me puede ser útil de algún modo.

Melrone permaneció inmutable ante las palabras de la semiorca. Cuando esta dio el tema por zanjado, Melrone negó con la cabeza y dejó escapar un resoplido.

- Hmpf. Es terca como una mula, las palabras no sirven con las de su raza aunque los orcos nunca han destacado por ser civilizados. En fin, parece que la diplomacia ha fracasado, ya solo queda que cada uno vaya por su lado y terminar la misión.

Después volvió a negar con la cabeza, en esta ocasión mostrando una expresión de cortesía, cuando Dailena les ofreció la cota de mallas. - No, gracias. - Seguidamente, asintió con satisfacción ante las palabras de Daren y continuó su conversación.

- Todavía es pronto. Quizás estén escondidos. Esperémosles. - Opinó refiriéndose a Fivo y Dailena. Le tocó el muslo al burro indicándole que le siguiera y se adelantó unos pasos hacia donde se encontraba Thorsteinn. Quería mantener las distancias con sus exploradores pero al mismo tiempo estar lo más cerca posible de estos por si necesitaban auxilio. Una vez llegó hasta su compañero enano, aguardó a una nueva señal.

El grupo espera al resultado de los exploradores, avanzando lentamente, con la precaución habitual en estos casos. Salvo por Fivo, quien toma la delantera, desapareciendo tras un farallón de piedras amontonadas.

Mientras tanto por el suelo quedan los restos de la lucha; las discusiones internas y el desconocimiento entre si hacen complicado el tema del reparto. La barbara, egoistamente, toma dos de las pociones para sanar sus pequeñas heridas. Es como si las sombras del Paso se afirmaran sobre los sentimientos y egos personales, aumentando las tensiones.

Tensiones que un rugido proveniente de adelante pone a prueba. Todos lo escuchan, proviniendo de la derecha del valle. Justo por donde desapareció el gnomo hace unos momentos.

-GRAAARG! 

Al adelantarte a revisar el altar, dejas atrás a Dailena. No obstante, antes de que puedas lanzar el conjuro, notas un ruido a tu derecha, en las sombras junto a las piedras, a unos 30’. De entre las negruras del paso, surgen varias figuras.

Dos son soldados similares a los anteriores. El tercero, es un hombre alto de túnica roja, que sostiene un cayado en la siniestra. Su extraña calva tatuada destaca en las sombras, como así la expresión severa con que te mira.

Pero quienes se roban la atención, son el trió de lobos que surgen por detrás del altar. Lobos con ojos rojos brillantes, innaturales, y el pelaje erizado como púas.

-Visitas. +comenta el mago rojo simplemente, para luego ordenar en tono seco+ Captúrenlo vivo. Servirá de sacrificio.

-GRAARG! +es la respuesta que surge de la garganta de los lobos, llenando con sus ecos el valle.

Puede que tengas un problema.

Thorstein maldijo para sus adentros temiendo que se hubiesen confiado demasiado y ahora estuviesen en un problema mayúsculo. Y la verdad, dudaba que aquello fuese el ruido de Fivo al haber pisado una rama o mucho menos al haber caído en una zanja. No había más que hacer, así que el paladin enano se lanzó a la batalla avanzando con paso seguro y confiando en que su dios le acompañaría en aquel momento. -Dailena, intenta proteger al retaguardía- le solicitó a la elfa al tiempo que se adentraba en aquella zona en busca de Fivo y con la esperanza de que el resto le siguiese.

- ¡Maldición! - Gruñó el anciano al escuchar aquel rugido que como un cuchillo afilado, cortaba el silencio del lugar.

Sin pensárselo 2 veces, echó a correr detrás de Thorsteinn hacia donde vieron por última vez a su compañero gnomo. Ya no había tiempo de pensar estratagemas, solo de llegar a tiempo para socorrer al joven Fivo. Melrone confió en que su burro aprovecharía su instinto animal para mantenerse seguro mientras él se encargaba de acercarse hacia el peligro.

Estaba saliendo todo demasiado bien, espero que no lleguemos tarde.

Cuando oigo las rocas caer pego un pequeño brinco.

"Mierda" pienso y mi piel se pone de gallina al imaginar al pobre gnomo debajo de éstas.

El enano es el primero en hablar, sigue en su plan de dar órdenes, pero como su idea no me parece mala, de echo creo que yo trabajo mejor desde la retaguardia, le obedezco y le sigo un poco apartada, esperando que el pequeño gnomo esté bien.

Saco mi arco de nuevo y cargo una flecha preparada para lanzarla en el momento que fuera necesario.