No sé lo altos que serán, pero te aseguro que no les gustan las preguntas, advierte Selt al kénder. Cuando fueron creados, creo que no se acordaron de darles una pizca de gracia y simpatía.
El grupo, al parecer poco dispuesto a moverse de su cómoda posición se va a dormir después de dejar a Freya a cargo de la vigilancia.
Después de unas cuantas horas de vigilia solitaria, Freya despierta a Selt de su sueño para que se mantenga alerta.
- Es tu turno- murmura mientras le empuja el hombro para despertarle.
Freya de despierta para, momentos después extender su petate y dejarse llevar por el cansancio. Fuera del pequeño refugio llueve intensamente, tanto que apenas puedes ver más de unos cuantos pasos a pesar de que la luz de Solinari se deja entrever detrás de las nubes.
Mientras vigila, Selt trata de no pensar en qué estará haciendo en estas tierras, con lo fácil que hubiese sido quedarse en un pueblo y ganarse fácilmente la vida. Por lo menos, ha encontrado (algunos) buenos amigos.
Varias horas de guardia pasan internando achicar el agua que entra en la pequeña cueva pues, a pesar de tu excelente visión, las cortinas de lluvia apenas de dejar ver mucho y menos aún oír algo. Al parecer, ahí fuera todo está tranquilo y a ningún mercader le apetece calarse hasta los huesos y, mucho menos, caminar de noche; no hay ni rastro del minotauro. Es turno de otro seguir vigilando.
Despierta a quien consideres.
Selt, ansioso por descansar a un rato, despierta al kénder: Malon, tu turno. Estáte atento, que creo que oí el resoplar de un minotauro, dice el humano con un guiño.
Cita:
Malon ríe la gracia, escoge un buen lugar para montar guardia, y se acomoda allí.
Al poco rato después de empezar tu guardia, Silvanariel se despereza pues ya ha tenido descanso más que suficiente con las horas que le ha dedicado. Casi sonriendo al verte montando guardia (¿es que acaso esa elfa sabe sonreír?) y después mirando ceñuda al verlo revisando sus saquillos en lugar de mirando fuera (aunque, a fuer de ser sinceros, diremos que con la cantidad de agua que cae no se ve más allá de unos pocos pies, y mucho menos se oye), le dice al kender:
- Malon, no hace falta que te quedes. Si quieres yo montaré guardia hasta que descanséis lo suficiente.
Te lo agradezco, Silva, dice el kender con una de sus sonrisas desarmantes. ¿Sabes?, continúa, no creo que seas estirada ni desagradable, ni nada de eso, pero veo en tus ojos una enorme tristeza que no te deja disfrutar de la vida. Es verdad que ha habido una guerra, y que han sucedido muchas cosas terribles, pero nuestro deber de supervivientes es hacer un mundo mejor, en el que no pueda haber más guerras, y para ello debemos ser optimistas. Para mí, cada nuevo día es una fuente de nuevas sensaciones que hay que disfrutar; si no, todo estará perdido y Takhisis habrá ganado,aún perdiendo la guerra.
Como sorprendido consigo mismo ante tamaña parrafada, Malon se arrebuja en su manta y se duerme con una sonrisa en los labios.
- Oh, vale, vale, vale...- responde Silvanariel que, a decir verdad, había dejado de prestar atención cuando el kender hablaba de no se sabe qué supervivientes y, aunque con la mención de la malvada diosa había puesto de nuevo el oído, dedujo que deberían ser desvaríos de Malon pues, como todos sabían (o creían saber) Tarkhisis había sido expulsada para siempre y no tenía poder. Adiós, Malon.
Cuando después de las horas de meditación despiertas para ver que no hay nadie haciendo guardia no puedes sino enfurecerte con el descuido del grupo. Sin embargo, cuando algo más tranquila revisas el grupo te das cuenta de que, aunque Kirir el anciano, Malon y Selt descansan profundamente, Silvanariel ha desaparecido. Mientras, fuera a dejado de llover.
Freya se pone en pie al ver que Silva no está junto a sus compañeros y sonríe animada al darse cuenta de que ha dejado de llover fuera de la cueva... Así que camina hacia la entrada sin hacer ruido para no importunar el descanso de Selt, Malón y Magnir. Una vez allí, se asoma al exterior para ver si puede ver a la silvanesti.
No ves ni rastro de la silvanesti por los alrededores, aunque sí hay varias grandes huellas de pezuñas impresas en el barro de fuera y que, obviamente no pertenecen a tu compañera.
Freya os despierta nerviosa cuando todavía no habíais alcanzado un descanso pleno, pero al instante os convence de que es por una buena razón:
- ¡Silvanariel ha desaparecido! ¡No está, y fuera hay grandes huellas de pezuñas!- dice señalando a la boca de la pequeña cueva, donde ya ha dejado de llover. No encuentro ni rastro de Silva.
¿Qué?, exclama preoupado Selt, incorporándose tan rápido como le es posible. Habla despacio. ¿Qué ha sucedido exactamente?
- Pues eso- contesta precipitadamente Freya aunque, después de razonar repite más lentamente-. Cuando me he despertado he descubierto que Silvanariel no está cuando debería estar haciendo la guardia, y hay grandes huellas en el suelo embarrado.
¡Ostras, los minotauros!, balbucea Malon entre asombrado y extático. ¡Ya os he dicho que esta cueva me olía a minotauro! ¡Vamos, hay que seguirles!
Vamos. No hay un instante que perder. Selt se pertrecha para una posible lucha y sale de la cueva. Comienza a inspeccionar el suelo buscando cualquier signo de la presencia de los hombres-toro.
Antes de continuar, Selt y Freya habéis subido de nivel.