Partida Rol por web

—¿Vástago de la noche?— dijo Phillip quitando hierro al asunto. —Ahora nos diras que naciste con un ajo debajo del brazo y una capa negra, además de que te llamas Leenad.

—No pasa nada por que tengas...— cómo decirlo— diferente orientación. Hacia el tipo de energía menos habitual*. Pero si lo mantienes en secreto un día te va a dar un disgusto. Tengo que decir que algunos en mi orden son muy celosos en su afán** pero si te presentas a ellos de frente, siempre lograrás al menos evitar las suspicacias de que lo descubran por su cuenta.

—En fin. ¿Alguien sabe quién es el Señor de los Filos? Además del la causa de la riqueza del Señor de los Vendajes, claro.

Estaba claro que Phillip sólo pensaba en su espada en las clases de religión...

El cambiante acabó cansado, frustrado y con salpicaduras de aguas residuales por su sobretodo entero después de intentar capturar aquella esfera sin éxito. No sabía mucho de cosas de magos más que había una Universidad (bueno, dos), pero seguro que aquello era alguna clase de mensajería mágica. Y no interceptarla una cosa buena no era.

-¿Nadie más podía intentar coger la dita bola?

Sacudió la cabeza para volver a la escena principal. Hijo de un vampiro... ya. Seguía siendo partidario de lo de que fuera uno de los pirados de La Sangre: sencillo, veraz y explicaba por qué el tipo era tan secretivo y en resumen poco de fiar, incluso entre un puñado de gente que eran, evidentemente, poco elitistas. Bueno, quizás el paladín ahora que sus abuelos se habían cansado de quemar cambiantes en estacas, ya sabes. Nada personal, esta misma noche he estado a punto de matar a un par de hermanos... pero viniendo de fuera es más personal. Así que técnicamente, sí, supongo que es personal.

-¿Hijo de un vampiro? ¿Cómo funciona eso? Es un muerto viviente, tienden a estar... ya sabes. Muertos -dijo mientras se lamía el brazo donde se había hecho sangre, de pasada, para limpiarse: su cara se fue alisando y parecía humana de nuevo, y él en general algo zarandeado, pero perfectamente de salud- Ni idea de lo del Señor de los Filos, igual se han construído su propio ídolo de Onatar y han decidido alimentarlo con gente de carne por la gloria de vete-a-saber-qué. Pero están organizados, esas bolas van a alguien. Alguien que seguro que sabe qué somos y detrás de qué vamos.

Al vencedor los despojos. 

-El arma me vendría bien para defenderme si vamos a volver a tener algo similar, y las flechas también. El resto, tocamos a una pieza cada uno y el resto a partir. Una ronda de bebidas cuando salgamos de aquí, por poner.

-Nunca he tenido oportunidad de preguntarlo, pero sereis el primero en saberlo de darse. -Me encojo de hombros ante la pregunta del investigador sobre la naturaleza de mi, por llamarlo de alguna manera, procreador. Ciertamente, los muertos vivientes tienden a presentar una clara naturaleza de cadáveres. Pero si hay zombis, esqueletos y fantasmas sueltos por ahí -y que ninguno nos salga en este paseo por catacumbas-, no veo cuál es el problema en que alguien que se dedica implícitamente a beber sangre sea capaz de hacer un uso de la misma en ciertas partes de su cuerpo. Y también dicen los rumores que pueden procrear entre sí, así que vaya uno a separar falsedad y realidad.

Tendiendola en la mano, le ofrezco la ballesta que un momento antes iba a guardar en el saco, junto con los virotes, siendo así un peso menos con que cargar encima. Luego le paso una de las monedas de oro y, ofreciendo otra a cualquiera de los dos, guardo el resto en el saco junto con la mía y la sobrante, para el momento en que se pueda repartir el botín. Cuando termino de guardarlo todo y cargarlo de la mochila, me tomo un instante más para recargar con calma mi mosquete para la próxima ocasión que lo necesite no tener que andar con eso antes de poder abrir fuego.

-Nada por aquí, no he oido hablar de ningún Señor de los filos. -Observo los caminos que se abren frente a nosotros con una ceja alzada, procurando pasar por completo del mal chiste del paladín. ¿Por dónde teníamos que ir ahora, era? En un mapa todas las direcciones parecen preciosas, hasta que llega el momento de orientarse en el mundo real.

Decepcionado por que no hubiera magia en los objetos, se distajo con la metálica piel del forjado, mientras escuchaba lo que decian sus compañeros. No le importaba nada que el tal Daneel fuese un vampiro, o damphir, la verdad. Es mas, le causaba cierta curiosidad. Pero tampoco tenia intención de dejar que le mordiera o algo en un ataque de su ego más profundo.

Marrath si que habia escuchado hablar del señor de los filos, aunque no era un erudito en la materia, al menos si sabia algo. Asi que se lo comentó en voz alta a sus compañeros, esperando que entre todos pudieran hacerse una idea de aquello a lo que se enfrentaban.
 

Marrath sabía que la guerra había terminado con el Tratado de Tronofirme y que los forjados, armas vivientes que la Casa Cannith había manufacturado y vendido a todos los bandos durante décadas, habían obtenido la condición de personas y habían sido relevados de la función por la que habían sido creados. Muchos, dos años después, no sabían aún qué querían hacer con sus vidas, sobre todo teniendo en cuenta que todo apuntaba a que serían eternos. Sin aliento, hambre o cansancio, poco se diferenciaban de las máquinas. Y muchos seres de carne lo sabían y recelaban de ellos.

Sin embargo, poco a poco estaban encontrando motivaciones para pasar sus días. Algunos adoptaban trabajos mecánicos. Otros se iban de aventuras. Unos pocos se integraban en la sociedad humana y hasta hacían amigos. Y unos cuantos volvía la vista hacia las Tierras Enlutadas, los restos de la otrora hermosísima Cyre, donde un forjado se había erigido como líder de sus congéneres. El Señor de los Filos era a la vez caudillo y filósofo, y defendía la superioridad del metal sobre la carne. Odiaba a los carnosos y pensaba que los forjados eran superiores a ellos. Después de todo, ¿no eran acaso inmortales y sobrehumanos?

- Son gente de las Tierras enlutadas, la que antes fue la hermosa Cyre. El señor de los filos es el que se hace llamar a sí mismo líder de aquellos forjados. Siempre ha defendido que los forjados son superiores a cualquier otro ser, y trata de demostrarlo siempre que puede.

Phillip asintió a las palabras del clérigo.

Debo estudiar más geografía, no me suena nada de lo que dice. Bueno, debo estudiar algo de geografía.

—Un supremacista chiflado, en fin, tenemos que seguir.

Una vez vencidos los atacantes, no podían perder tiempo, tenían una misión.*

Continuaron dejando atrás el cuerpo del forjado, sintiendo la humedad y el frío penetrando cada vez más en los huesos. Tras rodear la acequia e internarse en los túneles, llegaron a una escotilla en la pared con un diseño peculiar. Estaba grabada con ruinas arcanas; tenía toda la pinta de ser la puerta de la que había hablado Elaydren. En medio de la escotilla, un reluciente círculo de mithril representaba el mismo icono que el diario de Bonal. Es el antiguo símbolo de la casa Cannith, que antecede a la fundación del reino de Galifar: un estilizado yunque y un martillo.

—¿Será esta la forja? Bajo tanta roca no puedo saber si estamos justo en la torre Dorasharn

Levantó la antorcha que había encendido hacía un rato.

—¿Alguno sabe qué dicen estas runas? No soy precisamente un erudito. Quizá sea necesario leerlas antes de abrir la escotilla.

- Me temo que no puedo leerlas, si viajasemos junto a un mago, quizás... son expertos en descifrar estas cosas - aun así, trató de concentrarse para ver si podia detectar alguna emanación mágica que viniera de la escotilla. Si al menos lo hacian, podria tratar de adivinar si eran una clase de hechizo o algo similar.

La puerta emanaba un ligero poder mágico, quizá de Transmutación.

- Hmmm - dijo el clérigo curioso - Emana magia de transmutación - aclaró para sus compañeros - es aquella que cambia la apariencia, propiedades o las condiciones de las cosas. Dudo que alguna trampa sea de este tipo, pero no os creais lo que veis.

—Bueno, ¿Hay alguna manera mística de abrirla o pruebo con la tradicional fuerza?— dijo Phillip, dudoso.

A la mierda. Pensó. Y guardando la espada, que ya llevaba desenvainada de oficio, apoyó el escudo en la pard y se dispuso a abrir la escotilla.

—¿Habrá que girar este círculo de mithril o cómo se abrirá?

Tres orbes de ácido brotaron de la puerta y golpearon a Sleuth, Philip y Daneel corroyendo su carne y su piel y dejando en el aire un aroma agrio a piel quemada.

Marrath se encogió de hombros. Si no probaban seguro que no la abrirían.

—¡Auch!— se dolió Phillip, para luego alarmarse al ver otra vez a Daneel en el suelo.

Se arrodilló. —Joder, ayudadme a estabilizarlo— pidió mientras trataba de reanimar al pobre Dhampir.

Marrath suspiró... ¿Por qué no se tomaría su maldita poción? Con un rápido movimiento de las manos y unas plegarias, trató de estabilizar de nuevo a Daneel con el conjuro. - ¿Le curo con mi magia o usamos su pocion?