Partida Rol por web

Las cervecerías son más asequibles que las casas de compañía alegre, así que te encaminas a una de ellas. Siempre te ha sorprendido como gente sin recursos puede gastar tanto dinero en las cervecerías, pero de algún modo lo consigue. La cervecería en la que te adentras está atestada, parcialmente animada, en ese estilo de ambiente en el que todo el mundo bromea, ríe, bebe y está tan al filo de sus nervios que cualquier oportunidad desata una pelea. Desde luego no es un buen lugar para frecuentar.

Viendo el ambiente reinante, pienso con frialdad...

No me conviene que estalle un altercado y me vea envuelto en una disputa inútil. Debo conservar mi anonimato hasta poder desaparecer tras el trabajo.

Con discrección me limito a retirarme hasta mi vivienda a la espera del día queseleku me haga entrega de la información.

Me pregunto como espera que le efectue el pago, no pretenderá que le lleve el buey a nuestro lugar de encuentro. Tendré que camuflarlo como el pago en un trueque.

El tercer día Seluku el Rojo se presenta en tu casa a mediodía, como un casual invitado a comer, para informarte. Arreglais el pago sin problema, sólo tendrá que decir en el templo que viene a buscar el buey que Laqip ha hecho traer, tal como acordaste con él. Una vez aclarado este punto, comienza a informar:

- El templo está escasamente custodiado, pero los guardias son de toda confianza y muy eficientes. Hay cuatro en todo momento, dos de los cuales son fácilmente visibles, uno en las puertas y otro en lo alto del ziggurat, tanto de día como de noche. Los otros dos rondan el patio o las estancias del recinto del templo. Los sacerdotes son bastante ascetas y buenos economistas, así que los únicos enemigos que tienen son las envidias de los demás por su bonanza económica, lo que no es poco. La mayoría duermen en los edificios del templo, pero uno vive fuera, con su madre y lo mismo pasa con dos wabs (asistentes de los sacerdotes). Puedo decirte dónde si lo precisas. Todos siguen escrupulosamente los ritos y puedes estar seguro de que si hay una fiesta importante, allí estarán todos los sacerdotes, desde el más alto hasta el más bajo. No sé si me olvido de algo...

- ¿Alguna celebración prevista para las próximas fechas? ¿Donde se celebrarán? - interrogo a seleku mientras le ofrezco algo de vino fresco

- La fiesta del sol de primavera será pronto, en el solsticio, en una semana escasa. Ese día los devotos de la ciudad irán a dar gracias al templo del sol y serán recibidos por los sacerdotes, que oficiarán una gran ceremonia bastante compleja. El problema es la cantidad de gente que puede haber en una situación así y la guardia ese día estará al completo... pero no por la noche, porque los ocho guardias estarán cansados después de controlar a los ciudadanos durante los ritos... Dice Seluku, dando a entender la conveniencia de dicho acontecimiento.

- Interesante, interesante de verdad. No es necesario nada más, si surge cualquier cosa me pondré en contacto contigo. -

Una vez a solas me centro en los planos que el Rojo me ha entregado y junto con la información de primera mano, desciendo a la cámara subterránea.

Bien entonces la noche de la fiesta del sol, los guardias estarán escasos de fuerzas y seguramente menos alerta...de acuerdo. El recinto será abierto al público y con podré acceder como uno más de los ciudadanos. La mejor opción es que una vez dentro permanezca oculto hasta la noche en un buen lugar. Cuando el recinto se cierre aprovecharé el momento para colarme en el interior...¿como?
Vestido de sacerdote...debería conseguir una indumentaria y averiguar los rasgos característicos de los sacerdotes. Entre la gran cantidad de gente pasaré desapercibido al entrar dentro del templo.
Las armas... seeá imposible entrar con armas en el templo. Tal vez..., una corta visita durante el día o la noche y ocultarlas en un punto específico del recinto, donde me sean facilmente accesibles una vez dentro. tendrá que ser unos días antes de la celebración, antes de que establezcan una vigilancia más férrea, y en un lugar donde nadie busque y que a la vez esté cerca de mi ruta....

Entonces está claro...primero informarme acerca de la indumentaria y procedimientos de los sacerdotes, para asumir su apariencia. Ocultar las armas necesarias y el atuendo en el recinto unos días antes de la celebración. Entrar en el recinto con los demás ciudadanos y aprovechando el tumulto esconderme y permanecer en el recinto hasta la noche. Recoger las armas y cambiar mi apariencia, entrando en el recinto con el resto de los sacerdotes. A partir de ese momento hay dos opciones, permanecer dentro del recinto hasta que surja una oportunidad o proceder al atentado y a la fuga. En este aspecnto los planos serán de utilidad. Aunque tal vez sea más fácil cumplir el encargo y permanecer oculto hasta que puedea encontrar una forma de salir; sería más arriesgado, pero...

Mientras en los planos busco la opción más factible la noche transcurre entre tácticas, alternativas y decisiones.

El recinto del templo es un rectángulo dividido aproximadamente en dos cuadrados por la base del ziggurat. En la parte delantera, de cara al público, la zona destinada a talleres y bestias. En la parte posterior, pegada a la muralla de la ciudad, la zona de los sacerdotes. En medio, dominando todo el recinto, el ziggurat, en cuya cúspide hay una pequeña cámara alzada tal vez una docena o más de metros de altura. Los talleres están pegados a los bajos muros del recinto y están construidos en adobe, caña y madera. El muro del recinto, también de adobe, se alzará escasamente dos metros y medio y no es lo suficientemente ancho para que nadie se pasee por encima de él sin tener un mínimo de equilibrio.

Los sacerdotes, efectivamente, visten ropas especiales que les distinguen como tales y van rapados a excepción de la barba. No se portan más señas o distintivos que las propias ropas, disntintas para los sacerdotes de cada dios. Sólo se marca a los esclavos, en Uruk ciertamente numerosos, ya sean del templo o particulares.

El lugar ideal para dejar tus armas sería un almacén apartado, pero es llamativo dirigirse a lugares no frecuentados por otros visitantes.

Los esclavos...como no...los miembros en las sombras, estan por todas partes y nadie repara en ellos por esa misma razón.
La cuestión estaba clara, siendo un esclavo tería mayor movilidad en todo el recinto, pero tendría menor protección. Siendo un sacerdote tendría mayor cobertura, pero corría el riesgo de ser identificado como intruso.

Con el dilema en la cabeza, opto por crear las dos máscaras para el caso de que ambas sean necesarias.

Lo primero será obtener una peluca lo más parecida a mi pelo natural, una vez conseguida procederé a raparme y aprender a amoldar mi apariencia a la de un sacerdote. Despúes tendré que saber el tipo de marca que distingue a los esclavos y realizar una imitación que pueda ser creada y borrada fácilmente.Y por último las ropas. Después de todo ello secuestrar o intimidar a un artesano y permanecer en el interior del almacén hasta la noche, encargarse del guardia de la caseta y efectuar el cambio de apariencia. También necesitaré conocer una descripción de los sacerdotes importantes y de sus nombres para en caso de topar con la guardia fabricar una coartada..eso será más fácil. La suerte es que la noche camuflará mis rasgos y los fallos de la máscara...pero una vez dentro del templo deberé ser cauteloso al máximo, aunque sin temor... El primer error del intruso es eso mismo...parecer un intruso, debo fundirme con el entorno y aparentar ser uno más de los integrantes del templo.

La mañana la ocupo en procurarme la indumentaria de un sacerdote y la peluca.

Tendré que evadir las suspicacias...una excusa convincente...un presente para un familiar que pronto entrará a formar parte del clero del templo y cuya complexión es similar a la mía. Al fin y al cabo muchos pertenecen a las castas altas de la ciudad y no creo que la pobreza sea uno de los votos de los sacerdotes. espero que n tarde mucho en confeccionarlo...en el peor de los casos habrá que animarlo con algún pago extra.
La peluca ha de ser lo más parecida a mi pelo natural, negra, larga y de cabello rizado, será fácil.

Vagando por la ciudad durante la mañana busco con calma lo que mi plan requiere.

La indumentaria de sacerdote, excusa mediante, no te cuesta tanto conseguirla como hubieras podido imaginar. El tejedor sabes que te "tima" cobrándote todo un día de trabajo, pero esa misma tarde ya tienes tu disfraz y tiene la delicadeza de ni preguntarte el nombre.

La peluca, por el contrario, sí que te cuesta más encontrarlo y después de deambular de un sitio a otro de la ciudad, una muchacha acaba vendiéndote su pelo (del mismo color que el tuyo, aunque más rizado) por un no muy módico precio (aunque asequible, no debes preocuparte de sablear tus recursos todavía). Junto con la búsqueda del veneno y tus pesquisas, la cantidad de días disponbles antes de la fiesta del sol equinocial, se ha reducido hasta casi desaparecer.

La fiesta del sol tendría lugar la mañana siguiente, si todo salía como es debido, el día posterior Uruk se convertiría en un hervidero.
Mientras descendía los escalones de mi cámara secreta pensaba en las posibilidades de mi plan.

Una sóla entrada, una sóla salida...no tenía sentido, ¿que arquitecto construiría un templo sin una salida secundaria?
Tal vez algo se me había pasado por alto, algo que me habría sido de utilidad. En fin, la suerte de uno la define la habilidad.

Depositando con cuidado las prendas que formarán el disfraz, compruebo la conservación del narcótico y del veneno, una precaución necesaria. Las armas depositadas en sus atriles de madera, salvo la que me acompaña durante las horas de sueño, oculta en cerca de mi mano.

La mañana taería la celebración, a la que asistiría como un ciudadano respetable más. Me serviría para identificar a la víctima y para poder inspeccionar de primera mano el lugar.

La noche traería el silencio, optaría por llevar encima el arma y los disfraces, tanto la vestidura de sacerdocio como una vestidura elegante acorde a mi posición, así como la peluca. Las drogas y el veneno en pequeñas redomas de fácil acceso. Penetraría la muralla por un punto vulnerable, esquivaría la guardia del patio y ascendería sigilosamente al abrigo de las sombras enfundado con mi indumentaria de trabajo. Tendría el tiempo justo como para acercarme al guardia del zigurat y silenciarlo. Tal vez sea necesario silenciar a los del patio de la misma forma. Para ello lo mejor serán dardos untados en narcótico; fácil y limpio...eso me daría unas horas de libertad. La propia caseta serviría de vestuario, introduciendome en el templo me haría pasar por un sacerdote. Una vez tuviera acceso al Sumo sacerdote, seguramente protegido por alguien más, veríamos como se desarrollarían las circunstancias...ese sería elpunt donde la habilidad tomaría mayor parte, en la zona ciega.

Repasas dos veces todos tus abalorios para el día siguiente y cuando llega este ahuyentas las dudas de tu mente concentrándote en tus planes. De buena mañana ya hay movimiento en la ciudad, pues hoy es festivo y las gentes cambian sus rutinas para disfrutar del día. Tiendas y talleres cierran y los que pueden permitírselo también dejan hoy de ir al campo a trabajar. Aún así las gentes tienen numerosos quehaceres y se escuchan no pocos refunfuños sobre tener que trabajar incluso en día de fiesta.

Te diriges al templo y descubres que no eres, ni mucho menos, el primero en llegar. Está engalanado con flores primaverales y cordones, los patios limpios, los animales retirados y los sacerdotes, que reciben a todos los visitantes estrechándoles la mano (tú incluído, por supuesto, aunque ello te cause incomodidad, dadas las circunstancias) y bendiciéndoles en nombre de Shamash, dios del sol. Los sacerdotes están radiantes, vestidos con sus túnicas recién limpias y aromatizadas, además de una gran sonrisa en la boca. Pasas desapercibido entre el gentío que poco a poco va agolpándose en la parte del patio de uso más mundano, aunque al cabo de una hora ya habrá tanta gente que se sobrepasará la mitad del patio, llegando a una zona desde la que no se puede ver al sumo-sacerdote.

Cuando éste sale en lo alto del ziggurat, su rostro cubierto con una máscara dorada, la gente aclama al sol mientras suenan tambores y cuernos de forma estridente. A continuación declama el discurso ritual de cada año, narrando su reaparición en la tierra, el olvido del oscuro invierno, la vuelta a su reinado, el crecimiento de las cosechas bajo su amparo incansable, etc. Después vuelve el sumo sacerdote vuelve a ocultarse coincidiendo con la aparición de nubes en el cielo, pero los sacerdotes perseveran con sus cuernos y tambores y esta vez quien sale es el propio Shamash, en forma de estatua, acarreado por wabs (ayudantes de sacerdotes) fieles al culto. Desciende la escalinata y se une a las gentes mientras estas se acercan a él y cantan salmos y rezan. Numerosas beatas prácticamente se pelean por poder llegar a tocar la estatua y no faltan las mujeres que rompen a llorar al ver la estatua.

A pesar de la confusión reinante, te percatas de que el sumo sacerdote, que lidera la procesión, nunca es molestado, lleva a dos guardias en todo momento atentos a lo que pasa y los mismos fieles forman una formidable pantalla de protección. Media docena de wabs cantan y danzan ritualmente alrededor de la estatua.

La estatua es paseada durante largo rato por los barrios de la ciudad, hasta que por fin, poco antes del mediodía, vuelve a su ziggurat. Acompasado con el tiempo reinante, los wabs se han colocado en posiciones estratégicas, supervisadas por los sacerdotes y al llegar a lo alto del templo, descubren los dorados platos que portaban, creando un efecto luminoso que hace iluminarse con especial potencia a un disco solar de oro que ahora preside el ziggurat. De nuevo los salmos, los cuernos y los tambores suenan en corto éxtasis, hasta que una nueva nube pasa.

A continuación el pueblo, personificado en numerosas beatas de diferente ralea (y bien podrías jurar que varias de las hoy piadosas mujeres ayer eran prostitutas en el barrio bajo), ofrece sus presentes al venerado dios del sol. Las ofrendas son culminadas con el sacrificio de un buey que pasa rápidamente a cocinarse y consumirse entre los presentes.

Para entonces la tarde ya está avanzada y la gente se va retirando poco a poco, quedando todavía juegos y danzas para jóvenes y niños. El ambiente, por un día, es de gozo y alegría, ajeno a la situación real de la ciudad.

Cuando comienza a atardecer los sacerdotes empiezan a recogerlo todo, ayudados por los wabs y algunos feligreses respetables, por desgracia no muy abundantes. Ibbi-Adad, el sumo sacerdote del templo del sol ya se ha retirado a lo alto del ziggurat a orar.

Maldiciendo mi suerte, me doy cuenta de que aún siendo la oportunidad perfecta por estar sólo en lo alto del edificio, la huída ante tantos ojos durante el atardecer es imposible.
De nada vale intentar alcanzar el objetivo si no vivo un día más para poder alcanzar al siguiente.
Haciendo acopio de paciencia regreso a mi casa, con el objetivo cumplido de identificar al objetivo y dejarme ver en público con mi apariencia habitual.

Ya en mi cámara procedo a rasurar el pelo y a preparar mi barba según el estilo de los sacerdotes.
En primer lugar me visto con la indumentaria de sacerdocio, y por encima de esta la de "trabajo" de color oscuro. El tiempo de reacción es precioso y tras desacerme de la guardia sólo necesitaré desprenderme de la ropa sobrante.
En un pequeño atillo que irá a mi espalda guardo la ropa de buen gusto y la peluca así como un arma de valor estético a juego con la indumentaria, aquella sería mi máscara tras huir del templo.
Para la ocasión dos ampollas de barro cocido servían de recipientes para el narcótico y el veneno. Ambos de efecto rápido una vez introducidos en el torrente sanguíneo de la víctima actuaban en escasos minutos; en el caso del narcótico apenas en unos momentos. La guardia simplemente parecería que buscaba un descanso merecido tras un duro día de trabajo.
La daga reposaba en el antebrazo sujeta mediante una cinta para la ocasión; los dardos que llevarían los ungüentos, en la cintura cerca de las pequeñas redomas, ambas protegidas de golpes por un lienso de lana.
Comprobando que los movimientos apenas eran dificultados por la doble indumentaria, daba gracias a los dioses de que el vestido de sacerdocio fuese tan liviano.
Concentrándome, por mi mente tan sólo fluía un pensamiento, mi objetivo.

Tras disfrutar del frugal alimento, ya rutinario antes de mis encargos. Me deslizo fuera de mi hacienda.
A partir de ese momento, ya no era un hombre; era una sombra , un cazador, un depredador silencioso e inexorable.
Mi presa sólo tenía una opción...perecer.

Y mi objetivo estaba en ese sacro lugar.
A partir de esa noche sería un templo de sangre.

Mis pasos me dirigen mecanicamente hasta los alrededores del templo...

Antes deacercarme al muro procedo a untar las puntas de dos dardos con el narcótico.

La velocidad es esencial...en el momento justo...

Al acercarme al muro, busco la zona donde se encuentran los talleres, intentando buscar una abertura entredos de ellos donde dejarme caer despues de escalarlo.

Antes de eso sigilosamente averiguola posición del guardia de lo alto del zigurat asegurándome de que sus pasos le encaminan hacia la parte opuesta donde me encuentro.

Con todo el silencio que mi habilidad me otorga me encaramo al muro con rapidez y me dejo caer en el interior tratando de no emitir sonido alguno.