Partida Rol por web

La aventura hasta el momendo no había ido demasiado bien. Estaban vivos, sí. Pero les había costado llegar a compenetrarse. Se notaba que no eran un aguerrido grupo de aventureros, si no un grupo de individuos que estaban allí juntos porque les habían contratado para ello.
Las peleas contra los estrynes convertidos en muertos vivientes, la araña de crital, e incluso contra los mercenarios contratados por Ezra habían servido para conocerse un poco cómo peleaba cada uno. Pero tenían que coordinarse mejor.
Si no cambiaban pronto aquello, quizás no todos volvieran para contarlo.

Después de dejar a los aiyuvn vigilando a los pocos mercenarios de Bergoth que quedaban con vida, bajo la promesa de su lider Tanila de que los mantendrían con vida, el grupo continuó su descenso hacia el Santuario de Ayuved. Tenían que llegar a tiempo para detener lo que fuese que estuviese haciendo Ezra allí abajo. No sabían lo que era, pero después de los no muertos que habían visto no dudaban de que fuese lo que fuese no iba a ser algo bueno. Si el nigromante llegaba hasta el lugar de reposo de la Elegida, quién sabe lo que podría hacer.

Llegar hasta el templo abandonado que servía de lugar de reposo para Ayuved fue más fácil de lo que había sido hasta el momento. Además las puertas estaban abiertas, lo que les facilitaba la tarea.
Nada más entrar se encontraron con uno de los mercenarios empalado en unas estacas que habían salido del suelo, a todas luces una trampa. No se podía hacer nada por el hombre. Ni siquiera saquearle, alguien ya se había encargado de ello. A pesar de que en las puertas dobles de la entrada  estaban dibujados ángeles de Lux, dentro del templo era distinto. La sala central estaba en mal estado, muy deteriorada y con musgo saliendo casi por todos lados. Pero en la pared sur se podía ver un fresco de gran tamaño muy bien conservado. Representaba a una guerrera rubia de ojos verdes combatiendo con su hacha a un demonio alado que blandía un mangual. Tanto la hechicera como la clériga reconocen la figura de Ayuved.

Justo antes del fresco hay una escalera con barandilla de hierro forjado y latón que se introduce directamente a través de un agujero en el suelo.
Puede verse perfectamente como abajo hay luz. Y si escuchan con atención pueden oir algunas voces susurrando.

Shalmaar se detuvo, un instante, antes de avanzar, y observó a sus compañeros, pensativo. Realmente le asaltaban importantes dudas, no solo por el destino que pudieran tener y los peligros que iban a afrontar, sino sobre lo que era correcto hacer. Obviamente, eliminar al nigromante era correcto. Pero, después de eso, ¿qué?

Sí, era cierto, había prometido a su empleador llevarle cuantas más cosas pudiera de la tumba de la elegida, pero lo que estaba en juego era mucho mas que un intento de saqueo, más o menos razonado y razonable.

Por lo demás, tampoco tenía claro que sus palabras pudieran suponer un peso en el resto de sus camaradas. Para ser sinceros, no los conocía. Sentía, claro está, esa peculiar pulsión que se siente cuando uno se enfrenta a la muerte con un grupo de camaradas. Tanto Ágata como Lyethea habían demostrado astucia e inteligencia, lo que era tranquilizador. Sin embargo sus respectivas ocupaciones le hacían abrigar dudas respecto a la capacidad real de tomar una decisión determinada, llegada el momento. El elfo no dudaba que la sacerdotisa no abrigaba dudas sobre lo que era correcto hacer (¿y qué sería eso en un caso como este?) y, por lo que había visto, no dudaba tampoco que lo haría. Por su parte, Lyethea era una hechicera y un evento como este, tan cargado de magia, sin duda le sería de un enorme interés. Al menos con ambas era posible razonar. Y también con Jark Steelhand, el enano, que aunque por ahora parco en palabras, había demostrado ser firme y de fiar. Era una buena cosa. 

Y luego, claro, estaban Quincalla y Ecnelis. Solo de pensar en ellos sintió un ligero dolor en las sienes, mezclado con una sonrisa. Humanos... Oh, sí, Ágata también era humana pero, quizás por ser sacerdotisa, era distinto. ¿Pero ellos? Si no era cierto que ambos eran el arquetipo de su raza (impetuosos, faltones, divertidos, rápidos, contradictorios, fascinados por las rápidas pasiones y las decisiones atolondradas) ¿qué lo era?

Buen grupo para arriesgar tu piel, Shalmaar, pensó el hoja de otoño para sí sintiéndose de pronto muy viejo.

- ¿Y bien? ¿os parece que bajemos en este orden: Quincalla, Shalmaar, Lyethea, Ágata, Ecnelis y Jark?

- Si crees que nos pueden atacar por la retaguardia, no tengo objeción, pero si el peligro está al frente, ahí debería estar mi lugar.

Dijo el enano acostumbrado ser primera línea de combate, pero que también había hecho trabajos de guardaespaldas y sabía que estar delante no siempre es el mejor lugar para proteger al cliente.

Ya casi no tenía dudas antes sobre que el templo existía de verdad, pero una cosa era lo que pudiera pasar por mi cabeza y otra muy diferente, verlo con mis propios ojos.

Sí, en aquel momento estaba nerviosa y tenía sentimientos encontrados, no por lo que nos había sucedido hasta llegar allí, sino por todas mis creencias y ciertas cosas que no me concordaban y otras, que muy a mi pesar sí que lo hacían.

Suspiré mientras observaba el grabado en silencio y luego escuché las palabras de mis compañeros.

- Si él quiere ir delante, yo puedo ir la última. No hay problema.

Saqué mi martillo de guerra y recoloqué mi escudo, pues aquello sería más útil para defender nuestra retaguardia que cualquiera de los conjuros que pudiera lanzar, al menos, en un primer momento.

De todas formas, más o menos ya sabíamos lo que teníamos a nuestra espalda, así que casi me preocupaba algo más lo que pudiéramos encontrar ahí dentro, pues si nos habían informado bien, ya había quien se nos había adelantado.

Una vez decidido el orden de marcha, el grupo de aguerridos aventureros empezaron a bajar las escaleras. Enseguida se dieron cuenta de que la sala estaba habitada, seguramente sería debido a la hoguera que estaba encendida en medio de la misma. Justo en medio de una gran estrella dorada de siete puntas que adornaba el suelo de madera de la estancia.

Cuatro mercenarios como los que se han enfrentado antes parecen guardar la sala. Están armados y en guardia, ajenos a todas luces a lo que ha pasado con sus compañeros y su jefe.

El lugar irradiaba magia, lo irradiaba en cada rincón, pared y mota que se habían cruzado desde que habían entrado en ese lugar. Sus ojos purpuras lo observaban todo con la curiosidad innata de alguien que busca todo conocimiento, de entender los enigmas que se interpusieran en su camino. Conocía algunos hechiceros humanos que se lanzaban a por ese conocimiento, impulsivamente sin tener la paciencia de los elfos, la virtud de desgranar capa a capa con minuciosidad para extraer hasta lo más recóndito.

Y ese lugar era espectacular, por la magia, por el conocimiento y sobretodo por los enigmas que se amontonaban unos sobre otros. ¿Porque les habían mandado justamente ahora a investigar la tumba? ¿Era coincidencia que otros se hubieran adelantado? Había una máxima que había aprendido de joven, cuando recién empezaba a profundizar en los secretos arcanos: “No existen las coincidencias, solo lo inevitable”, esas palabras de su antiguo maestro la habían seguido toda su vida y siempre habían sido certeras.

Asintió al orden que Shalmaar apuntó, desde el centro del grupo tendría suficiente espacio para maniobrar para ayudar al grupo y si fuera necesario, atacar a los contrincantes si superaban la barrera de Shalmaar y Quincalla.

Al ver a los mercenarios Shalmaar actuó. No podía permitirse dudas, ni vacilaciones. Ya llegaría el momento en el que hablaran de qué hacer, o como hacerlo. Desenvainando ambos filos se movió hasta uno de los mercenarios, atacándole con ambas armas. 

No hagas nada nuevo si no es divertido - pensó el pícaro mientras seguía los pasos del elfo, armas en ristre y buscando apuñalar a uno de los desdichados mercenarios que habían tenido la mala suerte de toparse con ellos.

¿Aún quedáis algunos, eh? ¿Seguro que queréis acabar como vuestros compañeros? ¡Mi idea y vuestra idea es que correr ahora, rápido y dejando vuestras armas sería una idea que habéis tenido maravillosa!

Aunna se dejaba llevar por la corriente, persiguiendo los pasos de sus presuntos compañeros, y es que la recompensa que estimaba recibir al acabar el trabajo era cuanto la mantenía con las ballestas en mano pero no consideraba que la batalla fuera suya. Aun no.

Su mirada dejó de contemplar la nada, juzgando el horizonte al escuchar su nombre en el elfo*.

"¿Qué diablos?" — pensó lejos de elegir esa palabra por casualidad— "¿En qué momento me ha reconocido?"

Afiló su sonrisa de medio lado aceptando ese guiño que se le antojó una llamada a la confianza y se encogió mentalmente de hombros.

" Qué más dará "

Asintió entonces al orden propuesto. No era algo que le preocupara demasiado. Si algo quería interponerse en su camino, lo apartaría independientemente de cuánta gente tuviera delante.

Aseguró bien el paso en las gélidas escaleras, hasta que ya harta del frío el calor que escapaba del fuego llamó sus ojos de los pies al frente a tiempo de toparse con una escena que hizo rodar sus ojos pero que ánimo sus entrañas.

"Al fin algo interesante ".

Jark vió como el elfo de los bosques se movía contra uno de los mercenarios que había en la sala, así que decidió ir a por otro del otro lado y así dividir a los que quedaban.
No obstante mientras bajaba los escalones (hechos con toda claridad para tamaño humano y similares) tropezó y apunto estuvo de caer. Su estabilidad enana logró mantenerle en pié, pero debido al desequilibrio el ataque pasó muy lejos de su objetivo.

Al igual que los otros mercenarios, no iban a ponernos las cosas fáciles. Primero íbamos a tener que darles un "empujoncito" que les doliera y luego ya si eso, los que quedasen se rendirían. 

El elfo y el ladrón parecía que se entendían bastante bien peleando juntos, lo que siendo el elfo, me preocuparía y por otro lado, estaba el enano, quien ya había dejado claro que no le tenía miedo a nada, ni aunque la pendiente se lo llevara rodando hasta que una enorme roca lo detuviera. 

- Habrá que ir a poner orden. - Dicho esto me moví hacia la zona donde estaba el enano, más que nada por equiparar las fuerzas y así, ataqué al mercenario al que no había llegado a atacar. 

Levanté la maza en un rápido movimiento y traté de darle un buen golpe con ella al hombre. 

Con más certeza que el enano, la clérigo de Lux hirió gravemente a uno de los mercernarios. Otro ya había caido a manos de Shalmaar y Quincalla.
Pero aún quedaban dos con claras intenciones violentas. No parecían haber hecho caso a las "advertencias" del pícaro y pensaban vender cara su vida.

Observó a sus compañeros atacar a los mercenarios que uno a uno iban cayendo, estaba claro que en ese combate no iba a ser necesaria la magia. Uno de los aprendizajes más básicos como hechicera era saber cuando era mejor utilizar metodos más materiales y ahorrar el poder para momentos mejores.

Así que con seguridad se adelantó hacia la posición donde estaban sus compañeros y moviendo su bastón con agilidad y experiencia trató de descargar un bastonazo contra el mercenario más cercano.

Aunna acabó de bajar las escaleras, aunque no pasó de allí. Tampoco lo necesitaba pues con sus ballestas en mano tenía claro su objetivo.
Los pivotes volaron clavandose en el pecho del mercenario, no pudo hacer nada por evitarlo y éste cayó al suelo muerto muerto.
 

La mitad de los mercenarios habían caido debido a los ataques del grupo de aventureros, pero eso no quería decir que estuviesen derrotados. Tenían sus ordenes, y al parecer iban a morir cumpliendolas si hacía falta.

A pesar de que el enano parecía más peligroso, o quizás debido a eso, el humano que estaba peleando con Jark y Agata se ensañó con el guerrero. Haciendole un feo corte que atravesó sus ferreas defensas.

Por su parte Lyethea poco pudo hacer para defenderse de su contrincante, la maga no era experta en el combate cuerpo a cuerpo, y eso se notaba.