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El Advenimiento Corrupto

1. El Principio del Fin - Escena de Juego.

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30/07/2013, 23:12
- Narrador -

El Principio del Fin

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30/07/2013, 23:18
- Narrador -

30 de Junio. Año 999.

La Prueba del Desierto había acontecido a lo largo y ancho del mes. Uno tras otro, día tras día, los Aprendices habían pasado por las arenas de la soledad para batirse en duelo singular contra las fuerzas de la oscuridad. Sólo había cuatro formas de terminar con aquello. La primera, desapareciendo para siempre. La segunda, horizontal y cubierto con un paño. La tercera, recibiendo alguna mención de consolación, ya fuese la de Guardia Eclesiástico o la de alguna profesión intelectual. La cuarta, y la que muchos esperaban, con el título de Inquisidor. Pero todos los Inquisidores, sin excepción, habían dado muerte definitiva a algo que consideraban, de un modo u otro, digno de ser aniquilado y merecedor de ello.

Una bonita capa con una Cruz de Sangre a la espalda esperaba en el Jardín de las Rosas a los que superaban con éxito su prueba. Habiendo matado, o mejor dicho, exterminado a una de las criaturas demoníacas, sólo les faltaba volver en mejor o peor estado de salud y recibir la mención a manos de Próspero Reinhold, El Rector. Romeo Exxet, Inquisidor Supremo, no volvería hasta el último día del mes, ocupado como estaba en la diatriba que tenía lugar para con Tol Rauko.

Diez años de tensión creciente entre las diversas organizaciones de Gaïa. En el Alto Senado las reuniones eran cada vez más tensas. Los príncipes de todas las naciones, subordinados en última instancia a la voz y voto de Elisabetta Barbados, Emperatriz del mundo, se batían cada vez en discusiones más acaloradas. Magnus, el Arzobispo de la Iglesia volvía siempre quejándose del Mariscal de Tol Rauko y su falta de raciocinio. Al principio el buen hombre se negaba a asistir, pero Romeo, pese a estar cada vez más obstinado en reconocer al Reino de Abel pero no a su Emperatriz, seguía intentando establecer Monasterios o academias de Guardia Eclesiástica en sus dominios, de ahí la necesidad de diplomacia.

Diez años sufriendo las escabechinas políticas a todos, con una Emperatriz firme en sus convicciones de mantener la situación neutral. Y mientras tanto, la Inquisición y Tol Rauko se enfrentaban mes tras mes en acto de servicio, y año tras año en las ciudades y países que les separaban. El mundo se sume lentamente en una guerra de altas esferas que amenaza con, en algún momento, desmoronar los cimientos de la civilización. Toda ayuda es poca, y todo dinero aportado a la causa se considera ayuda, como los soldados prestados para morir por ella.

Así que uno tras uno, diez de esos Inquisidores fueron congregados alrededor del Jardín de las Rosas, una suerte de patio interior cuyo nombre se entendía al ver la florida vegetación que lo rodeaba. Su fuente, céntrica y de agua cristalina, era el mismo centro de El Monasterio de Caedus, una estructura de dos pisos de altura sin contar la planta baja ni los sótanos. Rectangular como él solo, aquel jardín tenía una vasta réplica desde el exterior de sus paredes hasta sus muros, siempre vigilados, noche y día, por la Guardia Eclesiástica y su líder, Kamus Steint.

Lejos quedaba ya la proeza cometida por algunos de los Novicios y Altos Inquisidores hace diez años. De forma tan inverosímil como profética, en aquel mismo jardín manó hace diez años una criatura sobrenatural. El vivo reflejo de lo que un Inquisidor está destinado a destruir. Tomando a el Maestro de Mentalismo y mano derecha del Rector del Monasterio como recipiente, tuvo que ser demolido a golpes hasta que se dio a la fuga escapando con algo parecido a la vida. Desde entonces ha buscado a esa entidad, llamada Venganza por sus sentimientos encontrados con la Inquisición, pero sin éxito. Sus motivaciones, hasta el momento, sólo son destruir a la organización. Según ella, sólo tiene la capacidad de matar a inocentes y coartar el desarrollo de una magia sana que ayude de forma próspera a desarrollar la civilización.

Pero, por supuesto, así no lo ve un Inquisidor. Su destino, aunque usen magia, es coartar todo atisbo de poderes sobrenaturales, asumiendo que son demoníacos hasta que se demuestre lo contrario. Es una lástima que en estos últimos años su deber sea ahora también político, evitando desencadenar una guerra a varias bandas con muertos en todas y sólo un ganador. Dos si acabasen en tablas o firmasen un acuerdo. Algo que, a todas luces, no pasará. No habiendo tantos puñales y terceros escondidos en la sombra esperando su momento.

Y aún así, ahí estaban todos, en el jardín, esperando escuchar el motivo por el que se les había llamado.

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01/08/2013, 00:04
- Narrador -

Así que allí estaban. Los arcos cercaban aquel lugar por los cuatro costados, conduciendo todos ellos a la red de pasillos del monasterio y sus puertas. El despacho del Maestro de Forja, Leonardo Bolson, podía atisbarse desde un lateral de aquel jardín. O al menos la puerta de este, en el primer piso, podía verse desde más allá de la barandilla. Lo mismo pasaba con la sala de descanso y la habitación usual de enseñanza de Leona Blanchett, encargada de las Artes Sociales. Emplazada en el primer piso, aquella salita con chimenea, librerías y ninguna ventana era el lugar perfecto para abstraerse del mundo.

Pero estaban al lado de la fuente. Allí durante diez años se sentaban a mirar. Elegían una rosa, la arrancaban, y la ofrecían. Cuantas de ellas rechazadas y cuantas otras descubiertas por los jardineros o Maestro, un hombre que si bien no había regado el jardín en su vida tenía una fijación con proteger aquellas flores que no era sana ni normal. Latigazos había mandado dar por caerse entre sudores de entrenamiento sobre un matorral. Y replantarlas a ungüento en espalda.

Allí habían meditado con Petros, habían contemplado la devastación de Venganza y habían vivido algunas de sus reuniones. Incluso las habían visto desde el balcón, como si de un lugar público accesible se tratase dada su posición céntrica tras los dobles muros. Los muros del Monasterio como territorio, y las paredes interiores del Monasterio como edificio.

Un grupo de cuatro guardias, armadura plateada y lanza en mano, habló a espaldas del variopinto grupo de Inquisidores.

- Leona Blanchett ha ordenado que vayan al segundo piso, ala este- dijo la portavoz, Marie Keenan. 29 años de mujer firme, eficiente y comprometida. Clavó la mirada en los presentes, deteniéndola un segundo más en su ciego-. Ha trasladado allí vuestra reunión informativa por decisión personal- la mujer, firme, miró cómo alguno arrugaba el ceño-. Os llevaré hasta ella.

Por supuesto, sabían qué puerta guiaba hasta ese ala. Lo que no sabían ya era que se extendía detrás, pues era la zona particular de residencia interina para los profesores, maestros, e Inquisidores. Alguno la había pisado más de una vez por asuntos privados a tratar en las dependencias de alguien, pero no era lo usual, y aquella zona estaba de normal restringida. Sólo los más abiertos abrían de cuando en cuando su rincón personal a los alumnos, salvando relaciones como la de Victoria con Leona, es decir, lazos de sangre.

Aunque, por otro lado, ya no eran alumnos. Ellos mismos habían recibido la noticia de abandonar sus dependencias antes del primer día de Julio, y era el último día del mes anterior. Era el momento de convertirse en un adulto libre. Al servicio de una organización, atada a ella, pero libres. Para seguir viviendo en el monasterio, en las dependencias del personal o, con suerte, en el ala restringida. Muchos de ellos, sin embargo, deseaban con todas sus fuerzas tener una residencia fuera de la Red de Abadías que envolvía al Monaster de Caedus. Con un mecenas era tarea fácil, siendo noble, también. Sin nada de eso, una tarea utópica. El dinero, pese a todo, seguía siendo un buen muy preciado en Gaïa, incluida la Santa Albídion.

Pero el caso es que, preparativos de abandono aparte, los hombres subieron las escaleras tras Marie y sus tres hombres. Primer piso, segundo piso, y luego, al ala este, pasando por la balconada desde donde podían ver el jardín interior donde antes habían estado. La puerta de madera embellecida, usualmente cerrada a cal y canto y sellada con magia, se lucía ahora entreabierta de par en par para revelar un suelo cubierto en su totalidad por la alfombra, material de lujo caro donde lo encuentres.

Por el pasillo se destilaron hombres y mujeres sin distinción. Inquisidores con un mínimo de experiencia de entre los mil que habían, que méritos tenían para poder vivir ahí, protegidos en un lugar donde la capacidad brillaba en su esplendor. La misma puerta donde ponía "Mary Jane Cone" permanecía cerrada con un candado por fuera, pese a que un cartel en el pomo rezaba "No molestar". O era algún tipo de broma particular para con sus compañeros o confiaba plenamente en su habilidad.

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01/08/2013, 00:06
Leona Blanchett

- Mis niños- saludó con una sonrisa aliviada la Maestra de Artes Sociales al ver a los que denominaba por tal nombre.

Leona Blanchett era muchas cosas. Consejera de Romeo, Diplomática en el Senado, Embajadora de la Inquisición, Noble de Argos y tía de Victoria Blanchett. Era también, en cierto modo, un espejo en el que mirarse. Bella y ahora con años de sabiduría a las espaldas no dejaba de ser, pese a lo curtido de los años, una buena mujer. Ducha en la espada y el escudo, Inquisidora de pleno derecho, sus talentos estaban mucho mejor aprovechados sirviendo al arte de la palabra y la política.

En la medida de lo posible había siempre asistido a sus clases y atendido a los alumnos. Ahora los miraba como si, efectivamente, aún no pudiese asimilar que ya no eran sus enanos sino sus compañeros. Subordinados, sí, pero seguían compartiendo título con ella pese a las diferencias de grado en este. En realidad, en cierto modo, hasta para los Inquisidores Noveles era difícil asimilar en su totalidad que ya eran eso, adultos preparados para cumplir deber sagrado.

- Cuesta creer que pueda llamaros Inquisidores, sin más- apuntó la mujer apretándose los dedos de las manos contra la antagónica antes de levantarse de una cama en la que permanecía sentada.

En eso momento, sonrió ampliamente y estiró las manos dando pasitos con cierto aire de inocencia. Para algunos era difícil  procesar de forma correcta esa actitud. Hacía días que habían pasado sed, hambre y hierro en un desierto. Llevaban años extenuados de entrenamiento. Su deber silencioso era proteger a una humanidad ignorante. Ellos mismos eran en mayor o menor medida el reflejo de fenomenales poderes cósmicos en un espacio demasiado chiquitín para vivir.

Uno a uno fue saludando a todos los chiquillos según conveniencia. A algunos, como Ace, simplemente les estrechó las manos mientras les felicitaba. Aún no había tenido ocasión de hacerlo con ninguno, y era una mujer tan educada como creyente en el premio y el castigo. A otros, como Valgeir, simplemente les acarició y presionó el hombro. Y a algunas, como Juliette o Victoria, las abrazó. A Kael le estrechó la mano enfundada en guante con una clara sonrisa de circunstancias.

Y para todos, sin excepción, una enhorabuena pronunciada de uno u otro modo. Echo ello, la mujer se separó del grupo y cerró las cortinas, dejando que la luz pasase de iluminar la sala a convertirse en un telón velado.

Se arrebujó en su asiento y animó a los diez Inquisidores a parapetarse en alguna pared, silla, o en el borde de algún mueble con cuatro esquinas. No ofreció su cama como asiento salvo a las dos mujeres, pues, por supuesto, era una mujer del todo correcta y con sobrados conocimientos de la Etiqueta social.

- Eso de ahí- dijo señalando un libro cerrado sobre una de las mesas- es una copia de la última reunión en el Alto Senado- no ofreció su lectura, pues era algo confidencial-. Romeo está profundamente disgustado- apuntó negando con la cabeza en referencia al Sumo Inquisidor-, y me ha pedido que envíe a los Asesinos de Sombra- los seis supervivientes, sin contar a Aenea o Charlotte, del conflicto con Venganza- a Árkángel- Capital del Mundo, y de Abel, zona céntrica de Gaïa-. Personalmente, he llamado también a mi sobrina- apuntó sin ningún reparo por ello-, a Derek, a Eriol y a Valgeir para que hagan lo propio.

Hizo un ademán con la mano, señalando un montón de papeles a su izquierda, en otra de las mesas.

- En seguida os hablo de eso- avisó sin darle más importancia antes de volver a lo que la ocupaba con anterioridad.

El despacho y dormitorio de la mujer era realmente grande, compartiendo dos habitaciones en una sola. Tras la puerta se extendía la mesa baja donde estaba el registro del Alto Senado. Continuando por ahí, haciendo esquina, el armario ropero de la mujer, de dos metros de ancho por dos de alto y grueso y duro como un roble. A su lado, la cama de matrimonio, pese a que Leona seguía soltera, entera, y con numerosos pretendientes, entre ellos, según dicen las voces sibilinas, Petros Salieri, Maestro de Dominio Espiritual y Artes Marciales. Rubio también como el sol y la propia Noble de Argos.

Seguido, el ventanal con vistas a una terraza exterior pero cerrada y tres mesas de trabajo, con sus tres sillas. Seguían un par de estanterías o mesas bajas y, al fin, sólo un tocador con su espejo, convenientemente enfrente de la cama de matrimonio, daba otro retoque al mobiliario. Alfombra roja, lámpara de araña con velas, lámparas de aceite en las mesas, cajones a los lados de la cama para la ropa íntima de Leona y nada más. Sólo cortinas en las ventanas de madera y cristal.

- Romeo insiste en que la reputación de los Asesinos de Sombra hablará en su favor, pero yo, como su consejera personal, os digo que diez años enfrían cualquier historia. Más si esta ha sido encubierta- apuntó de forma tan reveladora como obvia. Alzó el mentón y miró a los diez con un deje de formalidad y sin concesiones-. El apellido de Victoria, y el carácter combinado de los tres hombres, Lahey-Sten-y-Volarn- dijo de carrerilla, sabedora de memoria-, os serán de gran utilidad. Deberéis formar dos grupos, uno para las altas esferas y otro para las bajas, y elegir un líder para cada uno.

Miró respectivamente a Elohim Mal'Ach y Gilbe Klimb de forma fugaz, pero no dijo nada, dejando que fuesen ellos quienes se organizasen. Lo usual no era, en absoluto, llevar a tantos Inquisidores juntos. Pero por otro lado, las circunstancias de los Inquisidores en general eran cada vez más inusuales. El paso de los años exigía medidas excepcionales.

- Yo os acompañaré- continuó, inflando el pecho como si no terminase de gustarle la idea-, pero apenas estaré con vosotros. Tengo otros asuntos que atender en la ciudad.

Se levantó y miró a Juliette cara a cara. Sonrió de forma triste.

- Podéis llevar con vosotros un destacamento de Guardias- Eclesiásticos, no Charlotte-, en concepto de guardaespaldas. Dado el elevado e inusual número de Inquisidores, sólo un Guardia por cabeza- limitó-. Es una misión diplomática, en teoría, pero iréis armados. Vuestro trabajo es hablar en favor de la Iglesia.

Los papeles de la mesa volvieron a ser señalados por un ademán de la apolínea mano de Leona. Apúntese que su dedo anular seguía vacío y despejado pese a los anillos en otros dedos de la extremidad distal.

- Salvoconductos- declaró-. Por mar y tierra. Confeccionados y armados- los documentos- para llegar a la mayor brevedad posible. Sin embargo, la situación es crítica. Es técnicamente posible que os asalte Rauko- Tol debería ir antes de esa palabra, pero era un dicho informal de la cúpula interna, muy entre colegas-, o alguno de los suyos. Tienen el apoyo marítimo de los piratas y de varios gremios de mercenarios. Además, este año es el Tao Zan- aseguró refiriéndose al campeonato de Artes Marciales celebrado cada cuatro años en el coliseo de Arkángel-. Habrá mucho revuelo en la capital. Se dan todos los ingrientes para que se masque una tragedia. Se espera de vosotros que investiguéis a los Templarios que se alojen temporalmente y que...

Suspiró de forma un tanto displicente. Leona sabía del subterfugio, pero no era santo de su devoción, aunque lo asumía como un mal bien necesario, especialmente en asuntos de la corte y la política.

- ... en la medida de lo posible, hagáis méritos en la ciudad. Estará todo el mundo- recordó. Una reunión del Alto Senado en conjunción con el Tao Zan atraía a toda Gaïa hacia la capital-. Hasta los Señores de la Guerra nórdicos, si me apuráis. Una oportunidad excelente para abatir rivales y estrechar lazos- ahí, sin embargo, sonrió. Todo lo fuese establecer relaciones diplomáticas la encantaba-. Por supuesto, todo rastro de poderes ajenos a la Inquisición o a Abel que veáis- bien estaban algunos Caballeros del Cielo, ejército de Arkángel, benditos, o los propios Templarios en ocasiones- e identifiquéis como blasfemia sobrenatural deberá ser exterminado o apresado si tiene recipiente mortal. El Tribunal Eclesiástico se encargará de juzgarlo y procesarlo.

Se movió por la sala haciendo sonar los zapatos de madera y recogió los papeles. Los abrió en abanico, mostrando diez, y fue tendiéndolos en orden. Estaban ordenados alfabéticamente. Ponía sus nombres al principio y, después, el motivo de visita, una reunión diplomática, así como los lugares de paso.

- Mañana al amanecer partiremos- aseveró-. Tenéis hasta entonces para prepararos. Ruegos y preguntas, por favor- pidió con una sonrisa mientras se sentaba de culo en la cama.

A continuación se mostrarán junto al personaje sus Ventajas y Desventajas reseñables a efectos de Ánima Beyond Fantasy.

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02/08/2013, 05:31
Eriol Lahey

Eriol despertó entre sudores. Estaba solo medio tapado con la sábana más delgada que encontrara la noche anterior. Aún así durante el sueño no había estado precisamente quieto y la mayor parte de la misma estaba en el suelo. Según su conciencia le seguía hasta el mundo de la vigilia, se dio cuenta de que la cama estaba empapada con su sudor y tenía el pelo pegado a la cara y a la cabeza. ¿Tanto calor había hecho? Ladeó un poco la cabeza hacia la derecha, para mirar a la ventana que había dejado abierta durante toda la noche, sólo para lograr que entraran todos los insectos del jardín pero ningún atisbo de brisa, y aún aletargado se dio cuenta de que el sol brillaba con bastante intensidad, era tarde. Todo el mundo estaría ya en sus clases, o entrenamientos, o lo que fuere. Pero las cortinas se movían, ahora había algo de brisa.

Volvió a mirar al techo, contento de no tener que salir corriendo ni de ser castigado por haberse dormido. Le dio una patada a la sabana acabando de tirarla al suelo y cerró los ojos, disfrutando de la sensación del aire secando su sudor y enfriando su piel mientras intentaba recordar qué estaba soñando y porqué le había agitado tanto. Estar tan sudado le traía malos recuerdos, todos esos días pasados en un barco habían sido lo peor que había pasado en mucho tiempo. Casi podía oír los pasos de la gente en cubierta, andando por encima de su camarote mientras él intentaba ignorar el vaivén de las olas y retener algo de lo que había comido en el estómago.

¿Casi? No, estaba oyendo golpes. Abrió los ojos de golpe y esta vez decidió incorporarse. Tenía los  oídos tapados y el sonido le había parecido cosa de un sueño lejano, pero en cuanto se levantó se le destaparon y se dio cuenta de que era alguien llamando a la puerta. ¿Cuánto tiempo haría que estaba llamando?

Se puso en pie y se tambaleó por la habitación hasta alcanzar la puerta. Estaba abierta, por supuesto, pero quien fuera tenía la educación necesaria como para llamar. Eriol giró el pomo y se encontró con un chico de unos quince años, elegantemente vestido de uniforme, con pose militar, firme y recto.

El chico miró a Eriol, que estaba empapado en sudor y vestido únicamente con sus paños menores, con cara de muerto viviente y apoyándose en la puerta para aguantarse. Luego desvió la mirada y vio el estropicio en la cama. Un poco de exasperación e incredulidad se pudieron atisbar en sus ojos, aunque no dijera nada al respecto.

- La señorita Leona Blanchett le espera en una hora en el jardín de las rosas, señor.

El chico parecía bastante indignado, y aunque su pose era militarmente incuestionable y perfecta, lo mismo que sus palabras, el adormecido Eriol encontró algo de sorna o hasta incluso incredulidad.

Se lo miró un poco mejor y entonces lo entendió todo. Conocía al chico, Jesse era solo dos años menor que él y también parecía visitar con asiduidad las salas de castigo. Ahí lo había visto, aunque no hubieran hablado demasiado. Eriol supuso que Jesse no se acababa de acostumbrar a la idea de tratar a un compañero de castigos como a un superior en algún sentido, y lo que estaba viendo entonces apoyaba su idea. Ni siquiera Eriol se veía como el superior de nadie, así que tampoco le culpó.

- Allí estaré.

- Señor...

Jesse se dio media vuelta y empezó a andar por el pasillo, pero entonces Eriol lo detuvo.

- ¡Y gracias por insistir! - El otro se giró y se quedó mirando a Eriol con cara de circunstancias, sin saber a qué se refería. Eriol dio un par de golpes con los nudillos a la puerta - En llamarme. Duermo como un tronco.

Jesse se encogió de hombros y sonrió.

- Estás perdiendo el tiempo. - Después de hablar se dio cuenta de que había vuelto a hablar de forma informal - Digo. Tenía una hora cuando salí a buscarle, señor ¿seguro que no prefiere apresurarse?

- Oh. - algo hizo contacto en el cerebro de Eriol, que parecía que estaba a punto de salir de la hibernación. Tenía que ir a ver a Leona - Si. Claro. ¡Gracias Jesse!

Cerró la puerta y fue al armario a buscar un par de toallas. Lo primero que tendría que hacer era darse un baño y dejar de oler como... como un... Como un algo que no oliera bien, como a sudado. No estaba para analogías, la mitad de él todavía seguía durmiendo, pensando en el vaivén del barco y en náuseas incontrolables.

Así tal y como estaba, vestido solo con calzoncillos aunque tuvo la "decencia" de rodearse con una de las toallas, salió en dirección a los baños de los chicos.  El impacto del agua fría le ayudó a acabar de despertarse, reconciliando mente y cuerpo mientras que alejaba las pesadillas. Se aseguró de lavarse bien. Justo la noche anterior había llegado del viaje, su primera misión, y se había metido derecho en la cama después de días sin un baño en condiciones. Usó incluso uno de los jabones perfumados que estaban a disposición de todos, no porque tuviera que tapar olor alguno - la ducha había sido a conciencia - sino porque la ocasión lo merecía, después de todo era Leona quien le llamaba.

Salió de la ducha aún empapado y cuando fue a coger la toalla se dio cuenta de algo. Aquella bien podía ser la última vez que usaba aquellos baños. A partir de ese día iba a vivir fuera de Caedus. Allí de pie, con el pelo goteando y la toalla en la mano, empezó a pensar en todo lo que había pasado en el monasterio, y casi pudo visualizar las veces en las que aquel baño se había convertido en una batalla campal de toallazos, con generalmente Gilbe saliendo absolutamente indemne y Ace llevando la delantera manejando varias con la mente. Vio también las risas amigables de su pandilla, cada vez que usaban la excusa de "ayudar a Elohim a secar sus alas" para permanecer más tiempo hablando de sus tonterías, los intentos de espiar la mano de Kael, el día en que les había tocado limpiar el lugar a Derek, Richard, Valgeir y él mismo, y había acabado en una batalla de fregonas y la victoria de Derek, aunque este acabara con la fregona por sombrero.

Volviendo al presente y juzgando por el charco de agua a sus pies Eriol decidió que había perdido ya mucho tiempo divagando, así que se secó y volvió a su cuarto. Abrió su armario pero el hecho de que estuviera vacío le recordó que su ropa estaba ya empacada en el baúl que se iba a llevar a casa de su mentor.

Abrió el mismo y empezó a buscar entre el contenido perfectamente ordenado. Había pensado en ponerse sus mejores "galas", puesto que iba ver a quien iba a ver, pero recordó que había dejado la ropa, junto a lo que había llevado puesto durante el resto del viaje, para lavar. Lo que no estaba sucio de polvo del camino apestaba a salitre y estaba acartonado. Así pues, decidió ir al menos de forma presentable, con una camisa blanca y ancha, de lino tan delgado que casi parecía transparente y unos pantalones azul oscuro, casi negro. Lo remató con un cinturón y los zapatos buenos, y casi parecía un noble en un día de campo, o algo así.

El toque final fue sacudir la cabeza de un lado a otro, y luego pasarse los dedos por el flequillo para que no le tapara los ojos. Se miró en el espejo y todo parecía estar en su lugar. Tenía suerte de que su pelo tendiera quedarse bien quisiera o no. Si tuviera que peinarse tanto como Landon lo llevaría cortísimo.

Pensando en Landon, se fijó en su cama. Bien, a decir verdad ya no lo era. Pero lo había sido durante diez años. Landon había partido antes que él hacia Arkángel, y por lo visto aún no había vuelto de su misión, aunque debía estar al llegar. Landon viviría con sus padres en Albídion que siempre le habían conservado la habitación. Era extraño pensar que ya no iban a estar en la misma habitación, pero tampoco quiso centrarse en lo negativo. Iban a vivir cerca.

Se miró una última vez, intentando decidir si estaba lo bastante presentable para Leona Blanchett. Luego se intentó oler a sí mismo, y no le pareció atisbar nada que no fuera el jabón. Bien. Estaba listo.

Un metro setenta y tres de altura, cabello oscuro y ojos castaños. Eriol tenía la piel bastante clara, con unas cuantas pecas casi invisibles repartidas por el cuerpo y la zona de la nariz y los pómulos. No era especialmente alto - de hecho la mayoría de los chicos eran más altos que él aunque sería faltar a la verdad decir que era bajo - pero el estirón y el ejercicio físico constante habían hecho que pareciera algo mas alto y desgarbado de lo que era. Su constitución era atlética y delgada, típica de un somatotipo ectomorfo, más aún teniendo en cuenta el tipo de vida y entrenamiento marcial que había seguido.

**********************

Se dirigió al Jardín de las Rosas, extraña la sensación de ver a todo el mundo ocupado con sus tareas mientras él... hacía otra cosa. Algo en su interior le decía que tenía que estar en alguna tarea, con Maestro o Evangeline, prestando atención a algo, y que en cualquier momento saldría algún inquisidor a reprenderle.

Pero no fue así, llegó al Jardín y se encontró a varios de sus amigos allí, y a otros tantos que llegaron justo después.

- July - saludó con un beso en la mejilla a la novia de Landon, sonriéndole - Te ves bien.

Luego fue junto a Elohim y le puso una mano en el hombro.

- A ti no te digo que te ves bien, que te lo crees. - Sonrió de nuevo, y entonces le estrechó la mano - Me alegro de volver a verte.

- Victoria...

Hizo una mínima reverencia, cogiéndole la mano y llevándosela a los labios. Una mezcla perfecta entre un gesto sincero y algo de sorna. Luego se giró hacia Kael y le cogió del antebrazo, acercándose a él y dándole una palmada en el hombro.

- Je, pasaste la prueba del  desierto. ¿Ya lo celebraste como Dios manda?

El turno de Richard, se giró hacia él y extendió el puño, esperando a que el otro hiciera lo mismo y chocaran.

- ¿Me has echado de menos?

Luego se fue junto a Valgeir, aunque más bien habría que decir bajo Valgeir, puesto que la diferencia de altura era remarcable. Eriol era casi el más bajo del grupo, pero Elohim no contaba porque tenía peso extra.

- Fiu - silbó - Cada día más alto, ¿eh? - le dio un apretón de manos bien fuerte, aunque enseguida se arrepintió de intentar apretar más que el otro - Y no menos fuerte.

Gilbe. A Gilbe se le acercó y cuando este le tendió la mano simplemente la ignoró y le abrazó con fuerza.

- Amigo - Estuvo así unos segundos y luego se separó de él, aun manteniendo el contacto con una mano en su hombro - Que bien volver a olernos.

Luego se fue hacia Ace y le pasó un brazo por encima de los hombros.

- ¡Ace! ¡Y... - Eriol lanzó el otro brazo hacia Derek, cogiéndole de los hombros como a Ace - Derek! ¿Os habéis portado bien sin mí? ¿Estáis todos aquí para hablar con Leona también?

**********************

Fue de esta guisa, colgado por los brazos de dos de sus amigos, cuando Marie les llamó la atención. ¿Una visita a sus aposentos privados? Había estado en ese ala más de una vez, cuando Berny o Owen le habían pedido que fuera a buscarles algo, pero nunca había sido "invitado" a ellas, y mucho menos a la de Leona Blanchett. Durante unos largos momentos estuvo seguro de que todo aquello era una forma elaborada y retorcida de castigarle al final por algo que no recordaba haber hecho. Sólo al ver que los otros no parecían tan preocupados pensó que podía ser simplemente que Leona quisiera privacidad para lo que fuera que quería decir, y que después de todo ya no eran sus alumnos, sino sus iguales. Casi. Un poco. Remotamente.

Cuando llegaron Eriol no pudo menos que asombrarse ante la calidez del lugar, el estilo que emitía y el ¿lujo? ¿era justo llamarlo así? Leona les felicitó, dedicándole una sonrisa y un apretón de manos que a pesar de consistir de forma casi exclusiva en un leve roce de los dedos con las palmas del otro, le transmitió alegría y en cierto modo, orgullo.

Cuando les indicó con un ademán que se relajaran, Eriol abandonó la rigidez militar que había adoptado al acercarse al ala con las habitaciones privadas y se apoyó en el marco de la puerta, cruzando brazos y piernas, mientras prestaba atención a lo que Leona tenía que decirles.

Una misión para la que Romeo Exxet en persona había pedido a sus compañeros, gran parte de los Asesinos de la Sombra. El resto habían sido recomendados por ella misma, lo cual hizo que Eriol se hinchiera más aún de orgullo. NO había destacado nunca en las clases de la señorita Blanchett aunque había logrado el aprobado sin muchos problemas. Recibir una recomendación de alguien, cuando se es mediocre en el campo en el que domina, es bastante impresionante.

Tendrían que hacer dos grupos. Uno para las "altas esferas" y otro más común. Para Eriol la elección parecía clara. Romeo Exxet quería que los Asesinos de Sombra le sirvieran de propaganda, para eso tenían que ser vistos, cuanto más mejor. Lo suyo sería hacerles ir a ellos en el grupo de las "altas esferas". Elohim, para empezar, era un Santo. ¿Qué mejor propaganda que esta? July era noble y se desenvolvía entre los mismos con soltura y facilidad. Richard era apuesto y vestía bien el uniforme. Ace era otro  chico muy capaz de desenvolverse entre la élite. Kael sería la prueba viviente de que el combate contra la Sombra no fue una invención. Y hasta Gilbe, sin ser capaz de ver, sería la muestra perfecta de lo buena que es la inquisición entrenando a los suyos, ni siquiera la condición desventajosa como la suya impedía conseguir resultados de primera.

También habían otras cosas a tener en cuenta. Como había dicho Leona, el apellido de su sobrina Victoria vendría bien, y también habría que mirar el lado más negativo de aquello: El inevitable momento en que ambos equipos tendrían que luchar. Porque todo Inquisidor lo sabía: no había misión en la que no hubiera que enarbolar las armas. July se desenvolvía perfectamente sin armas, y Elohim también, lo que les vendría muy bien en una situación peligrosa. Aunque tampoco sería inteligente enviar a todos aquellos con alguna especie de poder sobrenatural en el mismo equipo y dejar a los otros sin nadie que ocupe ese rol.

Y también estaba el hecho de que Leona había confiado en él, y Eriol tenía unas ganas horribles - quien lo hubiera dicho - de formar parte de ese grupo de las "altas esferas", solo para demostrarle a Leona que su confianza estaba a buen recaudo.

Era lo bastante listo como para ver los pros y los contras de las opciones que se planteaban, pero no sabía sopesarlos con certeza. No era capaz de decidir qué era menos malo, o más apropiado. Por suerte para él, no era el líder.

Luego Leona pronunció la palabra clave. La que hizo que un escalofrío recorriera la espalda de Eriol y le agriara la expresión. Salvoconductos, por MAR y tierra. Mar, tenía que coger otro barco. Por supuesto, no había pensado en eso. Recuerdos de su pesadilla y recuerdos de algo más real vivido durante días en el mar interior asaltaron su mente y alma. Justo cuando pensaba que lo peor ya había pasado y que no despegaría los pies del suelo en un buen tiempo.

Se sacudió esos pensamientos de la cabeza tanto como pudo, sin conseguir alejar la sombra del pensamiento, la idea que ya se había alojado en la parte consciente y subconsciente de su mente y que le iba a recordar todo el tiempo que tendría que volver a coger un barco.

Eriol levantó una mano, pidiendo permiso para hablar, una costumbre con raíces de diez años.

- ¿Por cuánto tiempo aproximadamente vamos a estar allí? - habló cuando se le dio permiso - Por saber qué poner en el equipaje. - Hizo una pausa, decidiendo si decir o no decir lo que quería, pero luego añadió por lo bajo, y entrecerrando los ojos, sabiendo que a aquella pregunta le seguía un No por respuesta - ¿Y no podemos dar un rodeo y evitar el barco?

¿¡Que!? No juzgues. Tenía que intentarlo.

 Ver lo Sobrenatural: Los ojos de Eriol Lahey han demostrado muchas veces ser capaces ver magia, mente y espíritus.

 Conocedor de Todas las Materias: Eriol Lahey tiene conocimientos o pericias útiles en todos los campos y materias.

 Encanto: Eriol Lahey causa reacción positiva en los desconocidos, y vuelve más permisivos a sus conocidos.

 Sueño Profundo: Eriol Lahey duerme como un tronco sordo. Llueve, truena, pero no despierta. Se levanta tarde y mal.

 Fobia Grave: Eriol Lahey siente un terrible temor a Nadar. Podría ser irracional si se da el caso y sufrir mucho Miedo.

 Poder: Eriol Lahey es más que Artista Marcial y Dómine. Irradia donaire en ocasiones ante quien lo sepa percibir.

 Estilo: Eriol Lahey, aunque no siempre, rezuma cierta gracia por los poros en cada acto y movimiento.

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02/08/2013, 19:54
Kael

Kael aún se sentía extraño de tener una habitación para él solo. Si hubiera sido unos años antes no habría dormido nunca más, en cambio ahora dormía como si tuviera que recuperar sueño acumulado durante muchos años. No le costaba despertarse, más bien estaba en pie con el alba. Era una costumbre que había adoptado desde que volvió del desierto. Ahora las rutinas y entrenamientos se los ponía él, y a eso se dedicaba.

Meditaba una hora todos los días antes de irse a la ducha y luego desayunar. Solía ir a la ducha a primera hora de la mañana para que no tuviera tantos cotillas. Todos parecían intentar ver que tenía de especial su mano izquierda, incluso a algunos de los niños pequeños les decía que se la había fabricado en la clase de Leonardo, haciendo que cogieran más interés aún en esta clase pues sabía que muchos solían dejarla de lado. A él le encantaba.

Siempre llevaba lo que parecía unos vendajes cubriendo el brazo izquierda hasta el hombro, y si había gente no le quedaba más remedio que ducharse con eso puesto. Lo que no sabían es que realizaba incursiones nocturnas a la ducha cuando no había podido lavárselo bien. Era un problema eso.

La mañana de la reunión volvía de las duchas con una toalla que le cubría de la cintura a los tobillos, pues tenía la costumbre de no ponerse la ropa encima para que ésta no se mojara. Así fue como se cruzó con uno de los guardias- Inquisidor Kael -le llamó. El pelirrojo que llevaba otra toalla más pequeña al cuello se giró y miró al Guardia- Tiene una reunión en el Jardín de las Rosas esta mañana con la Señorita Leona -El pelirrojo sonreía pues le encantaba esa profe... no, esa Inquisidora.

La verdad es que la relación con ella había cambiado con los años. De pequeño la veía como un ser de belleza inhumana, como un ángel, idea que planteó Elohim en su primera clase. El problema fue  que según crecía Kael se daba cuenta de los “encantos” de Leona. También sabía de sobra que no tenía nada que hacer, porque ella no se fijaría en él y porque todos sabían que Salieri, el rey de las niñas, el principe de las nobles, el caballero de los cuentos de hadas, todos nombres que le ponían alumnas de diferentes cursos, tenían algo, y con ese no se podía competir. Por eso optó por pedirles consejos a ambos para su “gesta”, como lo llamaba él.

Entró en el cuarto y decidió vestirse pronto y bajar tranquilamente, pues con suerte vería a las siguientes generaciones.Siempre buscaba a alguien que le recordara a él para darle fuerzas y que supiera que en realidad no era tan malo, que todo mejoraba con el tiempo, si es que sobrevivía, aunque esto último no lo decía. Para variar comenzó a arreglarse como hacía cuando estaba en el Monasterio desde que su madre le comprara algo de ropa que no tuviera cruces ni símbolos. Lo sacó de un baúl, pues tampoco llevaba mucho tiempo en esa habitación y no tenía todo ordenado. Sacó un traje compuesto por unos pantalones y una chaqueta de color verde oscuro y una camisa de color perla. Todo era de lino, no era de gran calidad, ni sedas ni satenes, pero el corte y la línea era elegante. Se puso unas botas de caña alta, hasta justo bajo la rodilla, de cuero negro. Escogió un cinturón y se colgó de ahí la daga que creó en su primer año, aquella que no se había desecho frente a Venganza y a la que tenía mucho aprecio.

Una vez vestido se dirigió al pequeño espejo que tenía en el cuarto y comenzó el combate. Todas las mañanas tenía un enfrentamiento a muerte con su pelo, que tendía a enredarse de forma sobre humana. Solía tardar más que nada en peinarse- Ahora entiendo porque las mujeres siempre llegan tarde -gruñía mientras se daba algún que otro tirón, pues no tenía la delicadeza para desenredarlo de las chicas. Una vez desenredado solia peinarlo con la raya a la derecha, para que la mayoría del pelo cayera sobre el lado izquierdo de su cara y cubriera la cicatriz más grande, aunque aún quedaban a la vista unos pequeños cortes en el pómulo y ceja del lado derecho. Una vez terminado cogió un par de guantes a juego con el traje, uno para tapar su mano izquierda y el otro para disimular. Si llevaba un guante solo todo el mundo querría saber el porqué y ya lo miraban bastante extrañado en muchas ocasiones. Miró su arma, en su caja de madera y envuelta en un paño de seda. Aún no sabía si debería llevarla por el Monasterio o solo en las misiones. Era algo que no sabía que hacer. Debería de preguntar a Leona, que era la experta en estas lides.

Aunque aún era pronto, Kael decidió bajar y ver si podía observar las rutinas del Monasterio. Siempre que lo había pasado mal se había centrado en esto, diciéndose que por mucho que uno pase el mundo sigue, y con él sus rutinas. Además, aunque no lo reconocería nunca, aún se perdía al salir del nuevo ala donde dormía. Él que había investigado todo lo el Monasterio, o eso creía, él que había evitado a los guardias, cuando en realidad Mei les decía que dejaran al joven pelirrojo vagar por algunas zonas. El caso es que fue un pequeño golpe a su ego, pero en realidad ahora sí que podía pasearse por todas las zonas.

Al fin y al cabo, él era de los pocos que habían estado en los “Tribunales Inquisitoriales”, también conocido como mazmorras, de forma legal y dando clase por esos lares.

Tras dar un paseo, en realidad perderse, llegó al Jardín, donde aún no había llegado nadie, al fin y al cabo él estaba acostumbrado a madrugar o no dormir, según se diera el caso. Kael no era el más sociable de todos, por lo que salvo que le dijeran algo, él dedicaba un “Buenos días” a todos y poco más, pero con algunos había excepciones.

Cuando llegaron Ace y Elohim, el pelirrojo simplemente les dedicó un ligero cabeceo. Les tenía bastante tírria a ambos y eso era algo que se hacía notar y se sabía, pero al menos les mostraba cierto respeto, pues él sabía que ambos eran grandes combatientes.

-Como Dios manda y solo los hombres pueden celebrar -dijo como respuesta a Eriol devolviéndole la palmada- Me tendrás que contar como te fue a tí.

Era algo curioso. Todos habían empezado juntos aunque no vinieran en los mismos carros, pero hasta que no empezó a haber bajas tanto por muertes como por no poder continuar, no se fijó en varios rostros, como el de Eriol, el de Victoria, el de Valgeir y el de Derek. Ahora esos cuatro estaban entre los otros seis chiquillos que ya se conocían, para bien o para mal, desde el inicio de su adiestramiento.

Estaba mirando el Jardín que le había aguantado tantas noches en vela cuando una de las Guardias, Marie, les avisó del cambio de lugar de la reunión. Ésta había sido cambiada a los aposentos privados de Leona. ¿Estaría enferma? ¿Porque allí? Mientras se ponía en camino no paraba de pensar que si hubiera sido unos años antes se habría puesto más rojo que su pelo. No paraba de pensar en la razón de eso cuando, de pronto, decidió cambiar la línea de pensamiento.

-Eh, Richard -decía a su antiguo compañero de habitación- ¿Ya puedes escribir las cartas de amor a tu churri tranquilo al tener cuarto propio? Espero que no se te ponga celosa por el hecho de que vayas a los aposentos de Leona... -mientras terminaba la frase comenzaba a apretar el paso ligeramente. Si quería pillarle no lo tendría fácil.

* * * * * * * * * * *

Cuando llegaron a la habitación, Kael intentó quedarse por la parte de atrás. Aún le imponía respeto esa mujer, mucho, y no por la dureza como Maestro, sino por su personalidad. Cuando les llamó “mis niños” no pudo más que sentir cierto alborozo en el cuerpo, ya que había sido como una madre para él cuando era pequeño, intentando educarle, con una paciencia infinita y sin desisitir, por mcho que Kael era un zoquete para las artes diplomáticas y aún se preguntaba porqué ponían tantos cubiertos si con una cuchara grande, un cuchillo de sierra y un tenedor bien puesto era más que suficiente.

Kael no podía evitar sonreír ante la elegancia de la mujer, y cuando en vez de estrecharle la mano derecha, le estrechó la izquierda no pudo evitar sonreír más aún. La puso la mano derecha sobre la mano izquierda y solo pudo añadir- Para vos nunca seré un Inquisidor, siempre seré Kael -dijo intentando hacer gala de un comportamiento apropiado bastante torpe.

Entonces buscó sentarse en algún lado, pero no lo vio nada claro pues todo el mobiliario era  de gran calidad y no quería estropearlo, así pues se quedó de pie y puso las manos en la espalda, permaneciendo erguido y en silencio mientras Leona les explicaba la situación.

Complicado, todo muy complicado. Kael intentaba procesar todo lo que le decía pero era demasiadas cosas. Demasiada información. Tendrían que hacer dos grupos, y Kael no estaría en uno- Yo me ofrezco para estar en el grupo que no vaya con la nobleza. Mis torpes modales pueden causar muchos problemas en una situación tan delicada como la que está describiendo, a parte de que no creo que sea muy agradable a la vista -dijo señalándose la cicatriz- pero si se me requiere allí, iré sin ningún problema.

También quería evitar a Elohim a toda costa, pues en realidad no le apetecía ver como seguían dorándole la píldora, aunque si en algún momento alguno de los nobles le ponía en entredicho sería un momento bastante dulce para Kael- A ver como te las apañas fuera de casa donde no todos te lamen el culo, pequeño plumífero -pensaba mientras esperaba la respuesta al número de días que estarían fuera. Por suerte no le sería difícil preparar el equipaje.

-¿Se nos asignarán los Guardias o podemos elegir nosotros si queremos que nos acompañe alguno en concreto? -la pregunta la hizo mientras miraba a Leona directamente a los ojos. Ella sabía a que se refería el pelirrojo... o a quien mejor dicho.

 Ver lo Sobrenatural: Los ojos de Kael han demostrado muchas veces ser capaces ver magia, mente y espíritus.

 Legislador: En posesión de Kael se encuentra, por alguna razón, un Legislador, el Arma Sagrada de la Inquisición.

 La Mano del Caos: Kael perdió la mano contra Venganza hace 10 años. Al parecer, la ha recuperado oculta tras guante.

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03/08/2013, 04:15
Gilbe Klimb

Gilbe estaba tumbado en la cama. Hacía tan sólo una semana que había vuelto de su prueba en el desierto, que había sido nombrado Inquisidor.

Llegó cuando salía el sol. Estaba deshidratado y avanzaba casi arrastrándose. Algunos de los que estaban presentes en su llegada quisieron ayudarle, pero él se lo impidió. Llegó al jardín de las rosas, donde estaba Maestro, a él le dio los trofeos que había cogido de su presa, y tras lucir una sonrisa se desmayó ahí mismo.

Llevaba casi una semana curando las quemaduras de su piel con un ungüento con base de aloe vera que había preparado la profesora Renata. Y en su cama se dedicaba a rememorar, pues poco más podía hacer ahí tumbado.

*********

Ya hacía diez años que su padre, Maestro, había muerto... No recordaba su tono de voz, pero sí muchas de sus enseñanzas. A veces rezaba por su alma, pues donde estuviera le deseaba la mejor de las vidas.

Diez años... Y sin embargo se acordaba perfectamente del día que ingresó en Caedus. Recordaba perfectamen el recelo que sintió en el carro camino al monasterio, de su escepticismo ante las pruebas sociales de Leona, de su primer castigo junto a Richard al responder a la Santa Evangeline... Y todo ello, por algún motivo, le hacía sonreír. Era tan joven...

Habían sido tiempos duros, sin duda. Y especialmente el comienzo. Los latigazos, el tiempo en la mazmorra del monasterio, el combate contra la Sombra... Muchas veces se sorprendía de cuán lejos había llegado, sobre todo teniendo como compañeros magos, ángeles y auténticos maestros en el combate. A veces intentaba pensar en cómo hubiera sido su vida si no hubiera aparecido Maestro para salvarle. Solía imaginarse e alguien flaco, sucio y mojado, encogido en una esquina y odiando a todos y a todo. Y sentía lástima, pues miles de niños acababan como en su visión, y muy pocos tenían la oportunidad de marcar la diferencia como él.

En cierto modo, cuando pensaba en lo afortunado que había sido por llegar al monasterio, también sentía que tenía una responsabilidad para con la gente. Una responsabilidad de ser él su protector, de ser la mano de Dios, la mano que protegiera a los pobres y a los desamparados de aquel mal que inevitablemente habitaba en el mundo.

Pasar tantas horas tumbado le permitía repasar los momentos importantes de su vida, repasar los tonos de voz de sus amigos, sus olores, su esencia. Había pasado tantas horas con ellos... Pensar que en dentro de varios meses tendría que abandonar el monasterio le afligía un poco, aunque Gilbe eso jamás lo admitiría.

* * * * * * * * * * *

Cuando Gilbe estuvo totalmente recuperado recibió unas cuantas misiones sin importancia... Conseguir cierta información, acabar con la vida de algún hombre o ser que amenazaba la Iglesia, robar algún objeto o recuperarlo... Eran misiones indiscutiblemente carentes de importancia, y el chico sintió cierta impaciencia. ¿No iban a contar con él para nada más importante?

Esa misma noche escuchó un ruido que le despertó. Había escuchado un leve crujido en el suelo, lo suficientemente alto para despertarle. ¿Sería alguno de sus amigos? No, si fuera el caso ya se habría identificado... Movió su mano sigilosamente bajo su almohada buscando su daga, antes de lograr alcanzarla lo que fuera que estuviera ahí le atenazó la muñeca y le tapó la boca. También echó su peso sobre el del ciego, su cuerpo estaba caliente.

Una voz pastosa y grave le dijo:

- Vengo a castigarte por matar a mis padres en el desierto...

No conseguía romper su ocultación espiritual, no podía ver lo que tenía delante... Intentó empujarle con las piernas, pero le tenía perfectamente inmovilizado. Cuando fue a lanzar su cabeza contra aquello que estuviera sobre él escuchó una risa. Una risa aguda, de una mujer. De Mary Jane.

- Maestra... No me jodas... ¿No sabes llamar a la puerta? ¿Tienes que darme un susto de muerte?

- Pero chico... ¿Qué hacías durmiendo con la daga bajo la almohada?

- No sé, estamos en Caedus, pero no me gusta bajar la guardia.

- ¿Que no te gusta? ¿Y me puedes decir qué nombre le das a dejarme entrar e inmovilizarte como si fueras un crío de 10 años? Además, uno duerme con la daga en la mano, no bajo la almohada. Ni que estuvieras acompañado...

El chico la empujó levemente a un lado para que se le quitara de encima y se puso de pie.

- Tomo nota, Maestra. No relajarme ni en el lugar más seguro y dormir con la daga en la mano para acuchillarme las... tripas en cuanto me piquen... ¿Tu visita guarda algún objetivo más allá de darme un ataque al corazón?

- ¡Ah, sí! Leona estaba diciéndonos que tenía una misión para los Asesinos de la Sombra- dijo con cierta sorna- Espera que estéis por la mañana con ella en el Jardín de las Rosas. Me he ofrecido a comunicártelo.

- Eres un cielo, Maestra. Recuérdame no invitarte a mi futura casa como agradecimiento.

- Adios chico, espero que te vaya bien por ahí, no sé si podremos vernos antes de tu partida. Asegúrate de volver de una pieza.

Gilbe esbozó una sonrisa de suficiencia y le hizo un ademán con la cabeza. Sabía que ella ya no estaba ahí para escuchar su respuesta, así que no dijo nada. Le encantaba dejar a los demás con la palabra en la boca.

¿Así que Asesinos de la Sombra, por la mañana, en el jardín de las rosas? Ahí estaré. No es el aniversario, ¿no? ¿Para qué nos mandarán a todos juntos?

Mientras pensaba en esas cuestiones y en cómo habría conseguido asustarle así MJ se quedó dormido.

* * * * * * * * * * *

Se despertó de buena mañana y se vistió con uno de los modelos que tenía en su armario. No escogió uno especialmente bonito, esos los guardaba para disfrazarse. En el monasterio era él mismo. Eligió uno de los que usaba en campaña, traje de camisa y pantalón sencillo, peto, botas y brazales de cuero, y sobre ello una capa. No sabría decir de qué color era cada prenda, pero probablemente eran oscuras.

Llegó el segundo, tan sólo Kael había llegado antes que él... Lo cierto es que esperaba llegar en esa posición. En el monasterio era relativamente frecuente encontrarse con personas con sueño profundo, el ciego no sabía el motivo, pero así era.

Cuando llegó le dedicó un breve movimiento de cabeza a Kael. Se alegraba de verle, pero tampoco iban a ponerse los dos a dar brincos de alegría, ninguno de los dos eran ese tipo de persona, por lo que tuvieron un saludo bastante somero. De hecho, Gilbe fue bastante austero con sus saludos, y también lo fue Kael.

Eriol, un compañero “musical” de Gilbe, un chico bastante extrovertido les saludó uno a uno con alguna frase ingeniosa. Cuando llegó a Gilbe le dijo “Amigo. Que bien volver a olernos.”  A lo que Gilbe respondió con una sonrisa: “¿Cuántas horas te has pasado en la ducha? Hueles tan bien que pensé que eras Juliette” . Gilbe se había esforzado por no ser excesivamente efusivo, pero ese chico siempre lograba sacarle una sonrisa... Era buena persona, a veces le extrañaba cómo podía quedar gente tan vivaz en un entorno como el de monasterio, donde la muerte y el mal tenían un protagonismo tan obvio.

El resto de los compañeros terminaron de llegar, estaba contento de verles a todos. Desde la prueba del desierto no habían tenido oportunidad de juntarse, y ante el riesgo real de que alguno muriera Gilbe había acumulado cierta tensión en su cuerpo.

Mientra los compañeros hablaban Gilbe supo que Marie se estaba acercando. Sus andares los podría reconocer entre miles, y tras oír su mensaje el ciego alzó una ceja. Era un gesto que en verdad para él no tenía sentido, pero le gustaba imitar las posturas de la cara que los sanos utilizaban para expresar sus sentimientos. ¿Sería casualidad que ella estuviera al cargo de llevarlos a los aposentos de la señorita Blanchett?

* * * * * * * * * * *

Al llegar a la habitación Gilbe se sintió un poco incómodo. El tamaño de la habitación, guiándose por cómo sonaba la voz de Leona, debía de ser bastante grande. Y el suelo estaba mullido, como si tuviera una alfombra que empezaba a en la puerta y que parecía no acabar.

No era la primera vez que estaba en un lugar lujoso, la corte y la nobleza no le eran desconocidos. Pero le extrañaba ligeramente encontrarlos en el monasterio. Lo cierto es que no era el contexto en el que Gilbe se sentía más a gusto, aun cuando parte de sus habilidades se desarrollaran en estos términos.

Leona les ofreció que se sentaran, el chico no se sentía del todo cómodo apoyándose en una mesa, y como el ambiente era tan informal, y él un poco provocador, se sentó en el suelo. En parte también lo hizo porque quería tocar con las manos la calidad de la alfombra, era un chico curioso y para él un nuevo tacto era como descubrir un color.

Mientras tocaba el suelo escuchó atentamente lo que decía Leona. Esa mujer era increíble, no sólo era una diplomática excepcional sino que además sabía luchar. ¡Hasta utilizaba escudo! Cualquier mujer que se dignara a aprender a defenderse contaba con el visto bueno de Gilbe, en parte por eso Victoria, la sobrina de ésta, le caía bien. Por eso, y porque tenía algo de mal genio, para qué negarlo.

Las instrucciones de la misión eran básicamente ir a Arkangel y dejar a la Inquisición en buen lugar. No era nada descabellado, aunque el asunto del nuevo milenio y el torneo complicarían sin duda las cosas... Y por supuesto el Tol Rauko, pero eso probablemente haría que la visita fuera un poco más entretenida, para hablar con viejecitas la inquisición no se tomaba tantas molestias.

Lo que sí le llamó la atención fue que les escogieran a ellos. Al parecer tenían cierta “reputación”, ¿quién lo hubiera dicho? Además, se les habían unido varios de sus amigos y les acompañaría un guardia por cabeza... Iban a ser una buena comitiva, de eso no había dudas.

Tras hablas Kael, Gilbe le siguió desde el suelo:

- Yo preferiría formar parte del grupo de las bajas esferas... No sé si sería de gran ayuda estableciendo sinceras y cordiales relaciones con la flor y nata de la nobleza Abelense.

Pase introducirse en una fiesta sin que nadie te vea... E incluso mantener una conversación con alguna joven noble creyendo que eras un nuevo pretendiente. Pero pasar varios días de frivolidades y medias verdades no le resultaba nada atractivo.

Sí, sin duda la calle sería el lugar donde estaría más a gusto... Además, ahí tendrían más libertad para moverse, e incluso si hiciera falta podrían apoyar a sus compañeros del otro grupo llevando a cabo los asuntos más... Indecorosos. Escuchó la pregunta de Eriol y sonrió, aunque lo cierto es que parecía que lo preguntaba en serio. El también lanzó una duda:

- Señorita Blanchett, ¿hasta qué punto podemos interferir en los asuntos propios de la ciudad? Si hay algún ser que es solicitado por la Orden del Cielo, ¿qué hacemos? Porque con el Tol Rauko está claro cómo actuar, pero la guardia de Arkangel...

A veces las misiones tenían varios objetivos y estos iban unos en contra de los otros. Si tenía que capturar seres blasfemos pero a la vez estrechar relaciones con la nobleza local, podía darse la situación en que no pudieran llevar a cabo ambos objetivos.

Escuchó las preguntas de sus amigos y escuchó las respuestas de Leona. Mientras, tocaba preocuparse de asuntos más prácticos... ¿Qué iba a llevarse a Arkangel? ¿Qué harían allí? ¿Quería pedirle a Marie que le acompañara? Seguramente sería cuestión de preguntarle, él no podía tomar esa decisión por ella.

 Afinidad Animal: Gilbe Klimb inspira confianza en los animales y estos siempre le tratan mejor que a los demás.

 Ciego: Los ojos de Gilbe Klimb no ven. Toda capacidad visual que posea será totalmente sobrenatural.

 Advertir: La capacidad de alerta de Gilbe Klimb es muy superior a la media y dispone de unos Sentidos Agudos.

 Subterfugio: Gilbe Klimb destaca por sus talentos velados, destacando especialmente en Robo, Ocultación y Sigilo.

 Combate: Aunque la capacidad de Esquiva de Gilbe Klimb es bastante notoria, su pericia de Ataque directo es casi nula.

- Tiradas (1)
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03/08/2013, 07:25
Cronista

Gilbe no pudo evitar sentirse un tanto confuso con el salvoconducto en sus manos. Sentado sobre la alfombra, con las piernas en jarra y una mano otrora en la moqueta, ahora sostenía un papel grueso que no destilaba energía ni estaba escrito en braile. Simplemente era incapaz de saber lo que en él se decía, aunque Leona se había encargado de esclarecerlo. Definitivamente, aún siendo capaz de ver sin ojos a su particular manera, seguía teniendo notables límites.

Pero no así el resto de sus sentidos, pues su mano acariciando la alfombra y su nariz notaban un cierto aroma familiar, una cercanía de trato. Algo flotaba en aquella suave, sedosa y gruesa y esponjosa alfombra. Un líquido vertido no hacía mucho, quizás la noche anterior, y que la alfombra, roja, no había podido terminar de disimular. Por si familiaridad, Gilbe hubiese podido atreverse a decir que era sangre, pero no, no lo parecía de verdad. Gilbe recordaba muy bien el sabor, el tacto, el olor y el calor de la sangre, pero no. Aunque algo ferroso llegaba a su nariz de forma suave, no lo era. Tenía un tono más afrutado, más dulzón, como la frambuesa o el melocotón.

Fuese lo que fuese, el chico calló. Como si también fuese mudo. Sabía que no debía cortar aquello con una pregunta tan trivial, y menos si podía poner en un apuro a Leona. Quizás fuese un vino aromatizado, y de hecho era lo más probable, pero quizás, y probablemente, la mujer no quisiese explicar aquello. No necesitaba excusas para beber en su cuarto, pero seguía siendo algo terriblemente insolente hacérselo ver como si fuese una vulgar bebedora, lo cual, por supuesto, no era.

* * * * * * * * * * *

Por otro lado, saltaba a la vista que dentro de cierto orden, su relación con Mary Jane Cone era cada vez mejor. No cabía duda de que la mujer tenía un grado sumo de confianza con el chico, y sus buenas relaciones nocturnas bien lo secundaban. Sin lugar a dudas ese era el tipo de lazos que permitían, a la larga, robar carteras a la par como ocio.

Algún resto de líquido está por disiparse de la alfombra de Leona Blanchett. Recuerda al vino dulce y aromatizado.

 Gilbe Klimb: +1 de Amistad con Mary Jane Cone.

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03/08/2013, 13:35
Juliette Bourgeois

Por fin todo había terminado, había conseguido lo que buscaba desde hacía diez años, ser una inquisidora de pleno derecho, una inquisidora novel, pero inquisidora al fin y al cabo. Aquello le daba una tranquilidad tal que podía dormir a pierna suelta durante toda la noche sin desvelarse, cosa que no muchos podrían decir. Cualquier trauma o problema derivado de la prueba del desierto ya estaba por completo superado, en realidad si aquel demonio no llega a ocurrírsele hablar, no sabía como podría haber terminado aquello... pero lo hizo, habló estando transformado en Charlotte, craso error.

Aquel día despertó de bastante buen humor, y se levantó más temprano que de costumbre... normalmente era al contrario. De normal era Charlotte la que se despertaba temprano y ayudaba a Juliette para que no se quedara dormida, pero esta vez no... Charlotte se había quedado dormida, y ahora era profesora, no le convenía llegar tarde.

-Charlotte...- Susurró intentando despertarla sin asustarla-. Charlotte...- Esta vez acompañó su voz con unos toquecitos en el hombro.

Suspiró.

-¡Charlotte!.- Ésta vez alzó la voz para que la oyera, ya le importaba bastante poco que se enfadara o no, llegaba tarde y no podía permitirlo...

…¿Qué?.- Despertó de un salto -. ¿Que rayos te pasa? ¿Que haces tu despierta tan temprano? .- Comunicó mientras miraba hacia la ventana de reojo.

-La pregunta aquí es qué haces tu despertándote tan tarde Charly... llegas tarde a clase, y eres la profesora.- Dijo la joven con cierto retintín-. Más te vale darte prisa si no quieres que los jefes se cabreen...

… Pero qué dic... Oh no, ¿Qué hora es?...

Volvió a mirar bien hacia fuera y el sol había salido hacía un buen rato, si bien aún no era la hora de entrar en clase... faltaba muy poco, debía darse prisa, y mucha.

-¡Tarde!.- Entonó como si estuviera ensayando en el coro.

La chica saltó de la cama como si hubiera visto cualquier clase de bicho o monstruo subiéndole por las piernas, agarró su ropa de a diario (que había tomado casi como su uniforme de trabajo), sus libros de texto y a su hermana y salió corriendo hacia las duchas... casi no dio tiempo a Juliette de coger sus toallas.

… Corre, corre, no puedo llegar tarde...

Se quejaba la profesora novel... hacía poco que la habían hecho profesora y a poco ha estado de llegar tarde a una de sus primeras clases, mejor sería que se diera buena prisa.

-Si claro... tu te levantas tarde y la que tiene que correr soy yo.- Bostezó mientras se dejaba arrastrar por el brazo, hastiada.

Recorrieron los muchos pasillos que separaban sus habitaciones, del baño de las alumnas... casi se iban quitando la ropa por el camino si no fuera porque podría verlas alguien y no querían tener problemas. Tenían mucha prisa y lo demostraban, no llegaban a correr porque estaba prohibido pero se daban bastante prisa.

Cuando llegaron el baño estaba casi vacío, se dieron prisa en desvestirse y comenzar con el ritual del aseo, aunque aquel día Charlotte iba con demasiada prisa como para poner el cuidado que ponían siempre. Juliette lo hizo todo tal y como estaba acostumbrada, y como estaba acostumbrada a cantar... así  lo hizo. Comenzó con una pieza sencilla, las novicias que se encontraban allí la mayoría ya conocían del talento de Juliette, y quien no era consciente de ello quedaba completamente patidifuso... Era poseedora de una de las mejores voces del coro de la iglesia, y desde que se fue Aenea del monasterio pasó a ser la voz femenina solista cuando se la requería. Hubo un par de pequeñas que se arrancaron a cantar con ella, pero las mayoría no se atrevía por miedo a estropear aquella preciosa canción... Cada minutos llegaban más y más niñas, y poco a poco el baño se lleno de espectadoras. Cuando la canción terminó el público estalló en una ovación, y la joven, ni corta ni perezosa, les regaló una sutil reverencia. Se secó cuanto pudo, le deseó suerte a su hermana, y se dirigió con su toalla ceñida al cuerpo hasta la habitación.

Por el camino hacia la habitación siguió cantando hasta que se encontró con una de las guardias eclesiásticas...

-Señorita Bourgeois, le vengo a recordar su cita en el jardín de rosas.- Se dirigió a ella en tono militar.

-Si, muchísimas gracias por recordármelo Bella, me arreglo y bajo.- Ya se conocían de antes, Bella había sido una de sus guardaespaldas en la visita que había hecho con Leona y Lily a Arkángel, el trato seguía siendo formal por parte de la guardia, pero no porque Juliette lo requiriera...

La Guardia dio media vuelta y continuó su camino. Mientras tanto Juliette apretó el pasó, pero no sin seguir cantando de nuevo la misma canción de antes, siguiendo desde el punto exacto desde donde la habían interrumpido, para que le diera tiempo a acicalarse como era debido. Ahora que era una inquisidora debía de dar ejemplo, de normal siempre había sido una chica muy tiquismiquis con su vestimenta, y ahora que la apariencia era aún más importante no iba a ser menos.

************************

La mayor parte de su ropa estaba ya en la residencia de su prima en Albidión, pero esta salida ya estaba planeada, y ya tenía su ropa bien elegida, lo tenía todo bajo control como siempre. Un precioso vestido largo color gris-verdoso con ribetes morados, sencillo pero elegante. Sus ya habituales joyas adornando el conjunto... la cruz colgada de una cadena de plata al cuello y un precioso anillo que había comprado en su salida a Arkángel. Y para su precioso pelo que dedicó buena parte de su tiempo a cepillar y peinar, decidió hacerse un recogido práctico y cómodo a la par que elegante, adornado, eso si, con sus agujas para el pelo. Llevaba también en la muñeca una pulsera que algunos pocos ya conocerían como el regalo que le hizo Landon a Juliette poco después de que comenzaran a salir, la chica no se despega de ella. Unos zapatos bajos, del mismo color que el vestido, serían el toque final de su indumentaria.

Cuando acabó de arreglarse se tomó un par de minutos para mirarse en el espejo y practicar sus mejores sonrisas de cortesía, a algunos de sus compañeros hacía tiempo que no los veía, a algunos los echaba más de menos que a otros... pero lo importante era aparentar que no, aunque sería prácticamente imposible.

Estuvo unos minutos concentrándose, quería hacer una entrada espectacular, lo más espectacular posible... así que espero hasta que creyó que habían pasado un par de minutos de la hora acordada y entonces lanzó su poder.

Caminando con paso sosegado, apareció literalmente, de repente entre luces danzantes y sonidos cuasidivinos... había hecho esto pocas veces, por no decir ninguna. Con las manos entrelazadas enfrente de su estómago se dirigió hasta donde se encontraban sus compañeros, aún no estaban todos, pero estaban llegando.

Llegó casi a  la misma vez que Eriol... a la joven solo le había dado tiempo a dirigir una mirada de complicidad hacia el chico pelirrojo, hacía tiempo que se habían hecho muy amigos y estaban aliados en busca del amor para Kael, a Juliette se le daba bien hacer de casamentera.

 

Cuando Eriol llegó a donde se encontraba le dirigió unas de sus cariñosas y amables palabras, siempre tenía un buen comentario para ofrecerle a la chica, puede que fuera casi una obligación, era la novia de su mejor amigo. Tras el beso en la mejilla vino el abrazo de la chica, le tenía mucho aprecio a aquel joven, era un buen compañero y un mejor amigo.

-Tú también te ves bien Eriol, gracias por el cumplido.- Le dijo al oído en el transcurso del abrazo.

Cuando el abrazo se terminó y la joven divisó a Ace dio una pequeña carrerita hacia él y le abrazó también, habían vivido muchas cosas juntos, y Juliette le había ayudado a esforzarse al máximo en sus clases de Artes Mentales, aquello los había unido bastante.

-Hola Ace, ¿Cómo está mi As favorito?.- Dijo a la vez que se descolgaba del abrazo de su compañero-. Hola a ti también Angelito, hacía tiempo que no te veía.- Se dirigió esta vez a Elohim que, como acostumbraba, se encontraba cerca de Ace. Nunca había tenido mucho contacto con el Ángel de Caedus, pero aquello no cambiaba que fueran compañeros desde hacía muchísimo tiempo.

Con Richard era otro con el que no había tenido demasiado contacto pero siempre se había mostrado amable y simpático con ella, y ella no iba a ser menos... se acercó hacia él y colocando sus manos en su vestido se hizo una reverencia con una sonrisa dibujada en su rostro.

-Buenos días Richard, ¿Qué tal te encuentras hoy?.- Le preguntó a la vez que se erguía tras la reverencia. No quería ser descortés así que esperó a su respuesta para seguir con la ronda de saludos...

Acto seguido se dirigió a Gilbe, quizá su olor la delataba, su natural perfume a lavanda. Le tocó en el hombro, y para cuando el joven se giró, la chica se había teleportado al otro lado de nuevo entre luces y sonidos celestiales. Pero Gilbe era demasiado listo, no tardó ni un segundo en volver a girarse y ofrecerle la mano a la chica.

-¿Cada vez eres más rápido eh?.- Sonrió la joven, era una sonrisa que hasta el ciego podría notar-. No me extraña que hayas llegado a donde has llegado Gilbe.- Estrechó la mano del ciego como solo una señorita podría hacer, sin fuerza alguna y con una delicadeza y fragilidad sobrehumanas.

A los otros chicos los conocía, pero no tenía tanta relación, ni había tratado tanto como con los demás Asesinos de la Sombra, a ellos les dirigió unas sencillas sonrisas y un agradable y sentido “Buenos días a todos”.

Y para la única chica que se encontraba entre ellos, una mirada, un ladeo de cabeza y una sonrisa de suficiencia... se conocían, Victoria, la sobrina de Leona. No es que le cayera mal... para nada, solo que era familia de su profesora favorita y rivalizaban un poco en sus clases, aunque en realidad era más una paranoia de Juliette, que cualquier otra cosa.

Tras un par de minutos se presentó ante ellos un grupo de Guardias para anunciarles que la reunión había sido trasladada a los aposentos de Leona... en realidad era raro que la inquisidora los citara en sus habitaciones pero no era la primera vez que entraba en ellas, y probablemente no fuera la última. Ya conocía el camino aunque siguió de cerca al grupo de Guardias que les acompañaban, para algo les habían avisado así que sería mejor dejarles hacer su trabajo.

********************************

Cuando, por fin, arribaron a su destino y los guardias se disponían a abandonar su posición la chica las agradeció sus servicios.

-Gracias Marie, gracias caballeros.- Hizo un ligero ademán de reverencia con la cabeza y se dispuso a entrar en los aposentos de la profesora de Artes Sociales.

Allí estaba ella, tan bella, tan perfecta como siempre, tan... Leona. No había otra forma de decirlo, era simplemente ella, y a eso era a lo que aspiraba algún día Juliette, quizá su belleza era inalcanzable, pero su elegancia y distinción... no tanto.

Mis niños.- Su voz igualmente perfecta se dirigió a ellos cariñosamente. Quizá ya no fueran esos niños que el primer día que llegaron al Monasterio se quedaron maravillados y embobados en su clase, pero para ella siempre serían sus niños... y eso a Juliette la tranquilizaba, el trato cercano con Leona probablemente sería lo que más echaría de menos de vivir en aquel lugar.

Se sentó en la cama de la profesora, como una verdadera señorita, bajo el ofrecimiento por parte de ésta, no a mucha gente se le permitía tal lujo, pero teniendo en cuenta quienes eran las dos jovencitas que estaban allí se sabía de sobra los privilegios con que contaban.

Así que Arkángel de nuevo...- Pensó la joven después de oír la misión que se les encomendaba-. Quizá no será lo mismo que la última vez, pero por lo menos ahí ya me conocen... más o menos.- No pudo evitar esbozar una sonrisa.

Sus compañeros comenzaron con la ronda de preguntas de rigor, mientras Juliette los escuchaba atentamente... le sorprendió un poco la pregunta de Eriol.

¿Dar un rodeo por tierra?, debes de estar de broma Eriol...- Pensó la chica para sí misma -. Ah claro... su miedo a nadar. Yo podría intentar Recolocarlo en la otra costa de El Dominio, pero sería peligroso... tanto para mi como para él.- La chica se quedó pensativa durante un momento -. ¡Landon! Claro... ¿y si le pedimos a Landon que le “ayude” un poquito?

En un momento cualquiera en que sus compañeros y Leona terminaron de hablar se dirigió a Eriol, preocupada por las fobias de su amigo.

-Eriol, Podrías pedirle ayuda a Landon...bueno, si estuviera aquí.- Confesó, apenada por la ausencia de su pareja y a sabiendas de los poderes que este poseía-. Puede que no pudiera arrancarte un miedo tan arraigado en tu mente, pero podría intentar tranquilizarte lo que dure el viaje... Una pena que aún no haya vueto.- En su cara se podía notar lo apenada que estaba por su ausencia-. Yo me ofrecería a llevarte, pero sería peligroso para ambos, ya sabes...

Dibujó una mueca en su rostro. Como último remedio podía intentarlo, pero viendo como acabó Ace por intentar dar más de lo que alcanzaba su mente... no quería arriesgar a quedar en coma y perderse la primera misión realmente importante que le asignaban.

Al momento se giró y ésta vez habló para la profesora, aquella que había sido como una madre para Juliette.

-Ya sabe señorita Blanchett que yo puedo adaptarme, aunque la verdad preferiría formar parte del grupo de las altas esferas... quizá no sea tan conocida como Elohim, o mi apellido tan importante como el vuestro.- Dijo a la vez que dirigía sendas miradas a la profesora y a su sobrina-. Pero sabéis que daré todo lo que esté en mi mano para dar la talla como solo una buena alumna vuestra podría hacer. Además, ya estuve allí con vos y Lilianne... algo se me conoce.- Dibujó una de sus mejores sonrisas, una de las que había estado preparando un rato antes delante del espejo.

-No tengo más que añadir a las preguntas de mis compañeros, por lo menos no por ahora.- Comentó paseando su mirada por la sala. Siguió allí sentada a la espera de que aquella reunión acabara, había muchos preparativos que hacer, y muy poco tiempo.

 Acceso a Disciplinas Psíquicas: Juliette Bourgeois posee poderes mentales. Telequinesis y algo de Teletransporte.

 Desventajas Psíquicas: Juliette Bourgeois se Fatiga más de lo normal con sus poderes y debe lanzarlos de uno en uno.

 Voluntad: La fuerza de voluntad, determinación y psique innata de Juliette Bourgeois alcanza cuotas sobrehumanas.

 Música: Juliette Bourgeois es mediocre con los instrumentos, pero su Canto podría llegar a hacer llorar a los bardos.

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04/08/2013, 03:46
Derek Volarn

"- Dime, ¿sabes bailar?"

Esas palabras resonaron en mi mente nuevamente, mientras en aquella habitación de entrenamiento, rememoraba la prueba del desierto. Tuve que parar de entrenar unos segundos pues, ese recuerdo me trajo un escalofrío que recorrió todo mi cuerpo, haciendo que en vez de parecer un inútil en el manejo del estoque, pareciera una foca lenta y torpe fuera del agua, intentando agitar una rama con una de sus aletas… aterradora escena.

Cerré los ojos, respire profundamente un par de veces y comencé de nuevo a moverme, abriendo los ojos solo después de haber comenzado la tabla de nuevo. El metro setenta y cinco de altura y los sesenta y ocho de peso que componía toda mi estructura corporal, se movía con grácil soltura ante las órdenes que le daba mi mente. Bien mirado, el estoque no era tan distinto a cualquier otra arma, mis movimientos con la vara podían ser reciclados para el estoque. Bueno, realmente solo en lo que a mi cuerpo se refería, pues a partir del codo del brazo izquierdo, en la que empuñaba el arma, todo era rígido y torpe. Me pare, ahora parecía un perro zarandeando un palo.

"- ¿Por que esta interesado en ayudarme?"

"- Soy un mecenas interesado en el trabajo que lleva a cabo la Inquisición, y además, sabes hacer malabares. – Me sonrío."

Un nuevo recuerdo y un nuevo movimiento de la tabla de entrenamientos que salía como… espantoso. Volví a parar, el sudor me escocia un poco en los ojos y necesite secarlo.
¿Por qué entrenar con el estoque? Usaba sin problemas la vara, y me habían entrenado para defenderme desarmado, aunque cuando peleaba sin vara, me sentía como en una discusión de taberna, pero sabia. ¿Por qué el estoque? Primero por que era una de las armas favoritas de mi padre, junto a la lanza, e intento enseñarme a usarlo hasta que me fui, después esa cruz callo sobre Maestro, que tras diez años me dio por imposible en el uso de armas con filo. Era cierto, para mí que no cortara era un aliciente para usar la vara, el estoque en cambio… con menos fuerza era mortal.
Otra razón era el Legislador. Era raro ver uno que no fuera un mandoble, pero ¿Una vara? Aquello era imposible, así que había perdido la oportunidad de poseer uno.
La ultima y sin duda la menos importante, el estoque era un arma mas propia de un noble, sabia que a mi padre le gustaría que lo usara, aunque viendo los resultados parece que no lo conseguiría nunca, y eso que le dedicaba tanto tiempo como a la vara, para entrenar.

Una gota de sudor callo al suelo y fue la señal para comenzar una nueva tabla, intente tener el brazo menos rígido, pero al girar, dibujando un arco en el aire, con el arma, esta acabo escurriéndose de mis sudadas manos y estrellándose contra la pared, a corta distancia de la puerta por la que en ese momento entraba el sirviente de Benefactor, que no muto la cara a pesar de que de seguro se habría asustado.

- Lo… lo siento… - Dije con la respiración entre cortada y fijándome que tenia una bandeja con un sobre  en esta.

- No importa señor.

- No me llames señor.

- Es mi trabajo señor.

- ¡Buf!

Me incomodo la situación, y como muestra comencé a morderme de manera inconsciente, la uña del pulgar derecho. El sirviente era un hombre casi anciano, cuarenta y cinco o cincuenta años, con el pelo cano y la mirada y expresión demasiado formales para mi gusto.

Me entrego el sobre, era un mensaje de Caedus, la señorita Blanchett requería mi presencia, el lugar de la reunión el jardín de las rosas, hora… ¡En dos horas! Tenia que ser importante.

- Señor, prepararé un baño y su desayuno.

El hombre provocó que se me erizara el vello del brazo, me generaba una sensación desagradable que, sin leer la carta que me había llegado sellada con cera, se imaginara que iba a salir. Asentí y le hice marchar, quería hacer algo antes de terminar el entrenamiento.

Deje el estoque tirado en el suelo, como había caído tras agredir a la pared y casi matar al viejo y cogí mi preciada vara. Contemple los refuerzos de acero, forjado de manera que parecían ramas de fresno, pude oler también la laca con la que la madera de roble quedaba protegida y por ultimo sentir el cuero central por el que asía el arma, recién cambiado. La acaricie, me hice uno con ella, me sentía cómodo con su tacto, y entonces comencé sin tabla, improvisando.

Comencé con algo fácil, moviendo la vara, haciéndola girar con velocidad primero en mi mano hábil, la izquierda, después con la torpe. Jugaba de un lado a otra con ella hasta que comencé a mover mi cuerpo también, dando golpes secos en el aire de vez en cuando, como estacando a un amigo imaginario.

De vez en cuando giraba la vara alrededor de mi cintura o cuello, pero con tanta velocidad que durante unas milésimas de segundo la podía soltar pues el centro de gravedad era la parte del cuerpo en el que la apoyaba.

Al fin los movimientos fueron más rápidos y acrobáticos, tirándome al suelo con golpes bajos y veloces, para saltar y hacer ataques altos en arcos horizontales y verticales, hasta que en un aire de alarde apoye el arma en el suelo, tomándola por el extremo superior con ambas manos. Mis movimientos eran tan rápidos que con un importante esfuerzo de brazos hombros y cintura, di una voltereta hacia atrás usando el bastón como punto de apoyo, sujetándome en el con una sola mano desde mi punto más alto de la acrobacia hasta caer de pie al suelo, jadeando pero sonriendo satisfecho.

Esto amigo. – Dije mirando al bastón. – Es otra cosa. – Señale al Estoque tirado en el suelo. – Deberías aprender algo.

***

Ya aseado me presente en el salón. La mesa estaba llena de comida, fruta fresca, bollos y cosas así, no había visto tanta comida ni en mis tiempos de Dalaborn.

- ¿Espera le señor invitados? – Pregunte al sirviente.

- No, solo está usted señor.

Aquello era un derroche de comida, volví a morderme la uña del pulgar de la mano derecha, al final decidí levantarme sin desayunar.

- ¿No desea comer el señor?

- No, y estoy seguro de que hay gente que tiene más hambre que yo hoy… podrías alimentar con esta cantidad de comida a todos los peregrinos pobres que llegan a Albídion durante una semana, deberías hacerlo. – Ya vestido me dirigí a la puerta. – Haz el favor de comunicarle a Benefactor, que agradezco la hospitalidad y su mecenazgo, pero que creo tengo que buscar un alojamiento mas… apropiado, no puedo acomodarme y engordar con mi nuevo rango de Inquisidor.

- Lamentará oírlo.

- Creo que lo entenderá.

Benefactor era una persona agradable, o eso me dio a entender el único día que le “vi” dado que se empeña en ocultar su rostro y apellido o nombre, en cambio su sirviente me irritaba y era cierto, no me podía quedar engordando en una lujosa casa, hablaría con Eriol.

Salí de la casa y acaricie a Babieca, el caballo pio que me regalo Benefactor… entre otras cosas. No era un caballo de combate, pero aguantaba mi peso y era suficiente para viajar. Fui al galope suave hasta Caedus y me dirigí hacia el jardín de las rosas, un lugar que para muchos tendría un simbolismo especial, yo me alegraba de no haber estropeado ninguna, que Maestro supiera.

***

Entre en el jardín, mirando a los que ya habían llegado, saludándoles suavemente con un movimiento de mano y una sonrisa, escudriñándolos con sus ojos azules casi innaturales, casi, enmarcados por un cabello castaño, lacio y algo despeinado, que jamás admitiría que me había costado una hora hacer que ese despeinado provocado pareciera casual.

Mi ropa era sencilla, camisa desabrochada por el cuello un poco, blanca y pantalones marrones. Nada excepto mi andar podrían delatar mi origen noble, bueno noble hasta cierto punto, por que cuando Juliette entro rezumando aristocracia de la más alta cuna, hizo que la nobleza dalense no pareciera más que un puñado de barbaros.

De todos los presentes en ese instante, no tenía mucho contacto con nadie, aunque claro, les conocía y había vivido más de algún encuentro con alguno. A pesar de ello la hermosa Juliette llamo mi atención, no por su despliegue de fuegos artificiales, si no porque me preguntaba cómo era posible, que siendo Landon un buen amigo mío, no hubiera cruzado más que un puñado de palabras con su novia. Me dedique a hacerle una sutil reverencia a la señorita.

Mi rostro, en cambio, cambió cuando Eriol entro en “escena” con su carácter que aunque pudiera parecer cargante a algunos, tanto me hacia reír. Casi había que hacer cola para saludarle, hasta que me toco y se colgó de mí, y de Ace.

- Guardia baja.

Dije a Eriol dándole en el costado con un dedo, para hacerle cosquillas. Saltar salto, pero no se descolgó hasta que llego Marie, momento que aproveche para dedicarle unas palabras en Yamato Shun, fluido, pero más torpe de lo que lo haría Eriol, evidentemente.

我有跟你说话

***

Marie nos guió hasta el cuarto de la profesora de Artes Sociales, me pregunte si esa mujer sabia realmente lo que la admiraba, solía fantasear con poseer algún día solo la mitrad de sus dotes sociales, por supuesto nunca se lo dije.

Dos cosas hice nada más entrar a la habitación, quedarme cerca de la puerta, a pesar de que el cuarto era grande, éramos un montón dentro y lo segundo agachar la mirada, no avergonzado pero si respetuoso hacia la alcoba personal de una dama.

Fue agradable que nos tratara con su cercanía habitual, que nos felicitara uno a uno, que tomara con su suave mano mi mentón y me hiciera levantar la cabeza y mirarla, para acariciar después mi mejilla, como si aun fuera un crio al que consolar.

Deje hablar a la señorita Blanchett y a algunos de mis compañeros después. Como mi ex profesora, me agradaba bastante la idea de la diplomacia, y no tanto la de las armas, pero sería necesario seguro. Eriol después expreso su desacuerdo ante navegar, iba a decirle “supéralo” pero habría resultado hipócrita dado que yo me había quedado muy cerca de la puerta por… bueno, por si acaso.

- Permitidme interceder un momento señorita Blanchett. – Dije con enorme cortesía, ella no era una colega de taberna, por poner un ejemplo. – En mi más modesta opinión, creo que si bien es cierto que más de uno de mis compañeros se sentirían más cómodos en uno u otro círculo, es posible que, la reputación de los Asesinos de Sombra aun pueda servirles para beneficiarse en las altas esferas. – Me dolía demostrar que no estaba del todo de acuerdo con ella, al menos esta vez. – Tal vez uno de los grupos debería estar formado por ellos, mayoritariamente, al menos.

Como ya he dicho, me dolía demostrar que no estaba del todo de acuerdo con ella, muestra que mi rostro no podía esconder del todo, pero había algo más, tenia curiosidad por saber cómo eran las altas esferas de Arkangel y por supuesto ese “mayoritariamente” me excluía, si los grupos tenían que ser de cinco y cinco.

Yamato Shun: 我有跟你说话. Latín: Tenemos que hablar.

 Ver lo Sobrenatural: Los ojos de Derek Volarn han demostrado varias veces ser capaces ver magia, mente y espíritus.

 Conocedor de Todas las Materias: Derek Volarn tiene conocimientos o pericias útiles en todos los campos y materias.

 Encanto: Derek Volarn causa reacción positiva en los desconocidos, y vuelve más permisivos a sus conocidos.

 Fobia Grave: Derek Volarn siente una terrible claustrofobia. Podría ser irracional si se da el caso y sufrir mucho Miedo.

 Endeble: Cuando Derek Volarn está dañado, sufre una drástica disminución de sus capacidades y no rinde al máximo.

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04/08/2013, 04:41
Elohim

Si fuéramos todos como ángeles, el mundo sería un lugar divino.

Todavía era de noche.

Elohim no dormía. No lo necesitaba. Hacía bastante tiempo que con tan solo unos minutos de reposo en la cama su frágil cuerpo se abastecía de la energía necesaria para mantenerse en pie todo el día. Se encontraba arrodillado en la capilla, rezando al todopoderoso antes de que el sol saliera. Suspiró algo inquieto, quizá fuera una corazonada, pero aquel día iba a pasar algo fuera de lo común. Se levantó con parsimonia y buscó la puerta para dirigirse al exterior. Quería sentir el aire fresco de la noche quería encontrarse con una amiga 

La Luna, gobernadora de la franja nocturna, seguía en su trono celestial iluminando el jardín de las rosas. Sus reflejos plateados incidían en la fuente, haciendo que el pequeño santo recordara uno de los últimos momentos que pasó con... ella. Una sonrisa furtiva escapó de sus labios. ¿Hacía cuanto que no la veía? Seis meses, desde la navidad del año anterior. Desde que la iglesia le añadió al almanaque y fue canonizado. La echaba de menos, cómo no, pero no podía permitir que eso repercutiera en su rutina o en su vida.

Y sin embargo ahí estaba, sentado al lado del agua clara, sonriendo como un tonto mientras le parecía ver el reflejo de Leonor en el agua, mientras acariciaba con la punta de una de las plumas de sus alas inferiores el líquido elemento. Si... es una verdadera enfermedad que atonta el alma. Sacudió la cabeza y se levantó al ver que los primeros rayos del alba empezaban a iluminar el cielo de un color violáceo.

Antes de que la mañana despuntara del todo aprovechó la poca gente que habitaba Cadeus a esas horas para ir a los baños. Seguía sin resultarle cómodo ser el blanco de todas las miradas cuando se duchaba, pues sus alas eran un atractivo demasiado llamativo para aquel que no le conociera, e incluso para aquellos que llevaban ya diez años con él. Su forma, su tacto, las sensaciones que Elohim percibía por ellas, su orígen... todo era cuestionado sobre ellas. Sobre todo desde hacía unos meses. Pues las alas de Elohim habían cambiado.

Ahora no eran dos alas las que nacían de su espalda. Sus alas de ángel habían sido sustituidas por tres pares de alas que casi envolvían su cuerpo. Antes era un ángel, ahora era un auténtico Serafín. Y no era lo único, su espalda mostraba un tatuaje sobre los glúteos que él no había pedido, una marca de nacimiento, otra muestra más de su unión con Dios. Como si de un tatuaje se tratara, una cruz negra aparecía en la piel de Elohim, una cruz envuelta en otras formas más extrañas. Y no sólo eso, como muchos de sus compañeros ya sabían, tanto sus manos como pies estaban marcados por los restos de una bendición castigadora. La piadosa forma de la cruz de nuevo aparecía en ellos, desvelando el lugar por el que en ocasiones se abrían heridas sangrantes. Tanto su frente como su costado derecho revelaban marcas parecidas también. En definitiva, su cuerpo era un marco de historias que no eran siempre cómodas de contar, por lo tanto, evitaba en lo posible estar desnudo ante los demás.

Una vez la ducha hubo terminado y las últimas gotas de agua que recorrían su cuerpo eran secadas por la toalla que había recogido, emprendió el camino a su habitación. Por las ventanas que daban al exterior podía ver como el sol ya estaba desperezando al mundo, como el astro de los astros teñía de dorado el universo. Entró en la habitación con cuidado, procurando no despertar a Ace. Y tomó sus ropas habituales. Al contrario que cualquier otra persona en el monasterio, Elohim no cambiaba la ropa que se ponía desde hacía meses. Cualquier podría decir que estaría hecha una verdadera pena, que la suciedad, el sudor, el barro y el desgaste tendrían que estar marcada en ella, que tendría que ser un conjunto verdaderamente ajado y destartalado.

Nada más lejos de la realidad.

En el armario del ángel, en vez de haber múltiples mudas de ropa y camisas, en vez de estar repleto de telas y vestidos para distintas ocasiones, sólo había una prenda perfectamente doblada en el interior del armario, dónde él mismo la había colocado antes de dirigirse a la ducha. La volvió a sacar con cuidado y la extendió ante él. No era otra cosa que una túnica blanca impoluta, por la que no parecía siquiera que pudieran entrar sus alas. Elohim la arrugó para poder meter los brazos en las mangas y la cabeza, dejando caer el resto por su cuerpo.

Y entonces, como cada mañana, como estaba en la rutina del ángel aquel suceso magnífico sucedía. La túnica empezaba a bordarse sola. Una cruz en el pecho, dorada, una capa a su espalda gruesa y negra surgía desde el cuello como si unas manos mágicas la estuvieran tejiendo en ese mismo momento. Un cinturón de lo que parecía cuero ceñía la cintura del ángel, y las mangas dejaron paso a un par de guantes blancos, con sendas cruces doradas también bordadas en ellos. Imágenes de ángeles se formaban en su pecho, bordadas en hilo de oro y un pedazo de tela alrededor de su cuello parecía formar lo que sería una capucha. Una capucha, más digna de el hábito de un monje pero diseñada para tapar la cabeza de Elohim en situaciones en las que mostrar uno de sus nuevos atributos no fuera del todo seguro.

Porque ahora, a escasos centímetros de la cabeza del prelado flotaba un ligero aro dorado, un halo, que permanecía ahí desde hacía unos meses.

Un regalo del señor.

Miró a Ace, y supuso que no pasaría nada si le dejaba descansar un rato más.

Se sentó un segundo en su cama, acariciando su mejilla con su mano derecha, ahora enguantada. Ese chico era muy especial para él, realmente le quería como a un hermano, como a algo más realmente, sólo que no sabía definirlo. Verle ahí dormido era como ver a un angelito... que ironía.

Se levantó, y se dirigió a la puerta, dispuesto a caminar hasta la capilla de nuevo, por si alguna de las nuevas incorporaciones del monasterio quería preguntar algo, o era tan madrugador como para encontrárselo a primera hora de la mañana rezando al altísimo. Porque... aquel lugar seguía siendo una escuela. Una escuela de inquisidores. Cada año venían nuevas partidas de niños que iban a ser entrenados para ser las espadas del señor. Y todos ellos necesitaban consejo. Necesitaban una mano amiga que les guiara por el camino del señor, y la senda del inquisidor. Por ello pasaba mucho tiempo en la capilla, para que todo aquel que pasara por allí pudiera usar su experiencia y consejo en aquel lugar. Los niños siempre serían su debilidad.

Se llevó el arma a la espalda, y surgidos de la misma tela se anudaron dos broches dorados, uno a la altura del hombro derecho, y otro en la cintura, a la izquierda, quedando el arma cruzada a su espalda. No quería dejarla sola en su cuarto, no ese día, por la corazonada que tenía.

Y precísamente, al salir por la puerta se cumplieron sus "predicciones". 

Una chica jovial, con los ojos verdes, y el cabello teñido del mismo color pasaba casi corriendo por la habitación de Elohim. Era una Santa, con mayúscula, alumna predilecta, como él, de Evangeline. Tenía un carácter vivo y alegre, siempre con una sonrisa en el rostro. Elohim sonrió al verla, pues la verdad es que se llevaba genial con ella, fruto de su relación mutua con Evangeline. Pensó que simplemente estaba de paso, que le habrían mandado algún recado y que incluso se había perdido, pues siempre había sido algo despistada, y tras más años que él en el monasterio aún se perdía por sus pasillos. Hacía ya varios años que Astraega había terminado sus "estudios" en Cadeus, pero aún permanecía allí largas temporadas, sobre todo cuando Evangeline estaba allí. Pero esta... es otra historia.

 -¡Gallinita! Me han dicho que te esperan en el jardín de las rosas. Una reunión con Leona, según parece.

-¿En serio? Si ya pensaba yo que hoy iba a ser especial. Algo me lo decía... 

 -Si, pues parece que vais a estar vuestro antiguo grupito. Dicen que están citados los asesinos de Sombra.

 A su mente vinieron de pronto los recuerdos del combate contra aquel ser. Lo duro que fue aquella batalla, casi más que la prueba en el desierto... Vino también Aenea, y Resha, chicas que ya no continuaban con ellos... por una razón... u otra. En fin, la vida sigue y hay gente que se va. Es lo primero que aprendes cuando estás en Cadeus. De hecho, ya casi nadie se acordaba de Dariel.

 -Oh... hace tiempo que no veo a muchos de mis amigos.-sonrió.- Vaya cambio en la rutina.

-Bueno, te dejo, mi ángel, que llevo prisa y si te soy sincera... no sé dónde estoy.

 

 

 

Astraega se fue casi tan rápido como apareció, y Elohim se dio la vuelta. Iba a avisar a Ace de la cita a la que estaban invitados. Entró en la habitación y cerró la puerta con suavidad, tratando de no despertarle. Dejó a Piadosa contra la pared y se acercó con cuidado hasta la cama de Ace, donde reposaba como un angelito y...

...abrió las alas con fuerza, saltando encima de su cama mientras casi chillaba:

-¡Despierta! Que nos llaman al Jardín de las Rosas. ¡Tenemos una reunión todos!

**************************

Ya era el sol el que presidía la ceremonia cuando Elohim y Ace llegaron al jardín de las Rosas.  El ángel se fijó en la fuente, donde aún flotaba una pluma de una de sus alas, que seguramente se había desprendido cuando había estado allí hacía unas horas. Con su movimiento, mecido por el aire, iba dejando pequeñas ondas en el agua que dotaban de imperfección a la superficie del líquido. Elohim se acercó a recogerla, mientras esperaba a los demás, y la mandó volando de un soplido, a que viviera su vida más lejos de aquel estanque.

- A ti no te digo que te ves bien, que te lo crees. -La voz de Eriol llegó a sus oídos mientras le ponía el brazo en el hombro. Elohim sonrió ante tales palabras, de hecho, aquel chico siempre le hacía reír. En ocasiones por su conducta demasiado infantil y simplista, en otras, porque realmente su estilo de vida y aire general tenía tanto carisma y sentido del humor que era irremediable caer en sus redes. Mas en general, Eriol había sido siempre un compañero excelente, a pesar de que siempre estaba castigado...

-Tranquilo Eriol. Dios me lo dice cada mañana. De hecho... creo que tiene bastante que ver en cómo me veo...-dijo Elohim guiñando el ojo y sacando la lengua.

Y realmente, tenía mucha razón. La visión de Elohim era sencillamente impresionante. Sus ropas eran espectaculares, y parecían de una calidad, sin ánimo de infravalorar cualquiera de las que llevaran sus compañeros, muy superior a la de cualquiera que estuviera allí presente. Un perfume fresco, agradable, casi perfecto rodeaba al prelado, como si las mejores flores de toda Gaïa hubieran sido reunidas para fabricar la fragancia que se podía oler cerca del chico. Y de alguna manera... él en sí había mejorado visiblemente. Habría pocas personas en Cadeus más bellas físicamente que Elohim. Su rostro... su rostro era perfecto. Se podría decir que rivalizaba hasta con la mismísima Leona, llegando incluso a superarla. Elohim quizá no tuviera el magnetismo natural o la labia de la profesora de Artes sociales, pero en belleza, objetivamente hablando, Elohim era perfecto. 

Es lo que se espera de un ángel.

Kael sin embargo tan sólo cabeceó ante su llegada. Elohim resopló ante aquello, y bajó la cabeza. De alguna manera se sentía mal por la relación que el pelirrojo había acabado teniendo con él. El ángel tan sólo trató de ayudarlo en los momentos de necesidad, él... nunca trató de molestarle. Pero Kael siempre se lo tomaba todo mal, siempre... resopló de nuevo y miró al cielo negando con la cabeza. Esperaba que al menos todo le fuera bien, no en vano había pasado la prueba del desierto. No se puede ser amigo de todo el mundo. Al menos no mostraba una hostilidad abierta.

Gilbe fue otro de los que no sintió un "caluroso recibimiento". Desde siempre envidioso de los dones que a él le habían llegado y los que a él le habían negado, nunca tuvo una buena relación con Elohim. Sin embargo, de nuevo no hubo ninguna reacción hostil, así que podían continuar con su "Status Quo". Al ángel le entristecía no poder limar asperezas y retomar, o iniciar, una buena relación con aquellos a los que no les caía bien, pero así es la vida, y esos eran precísamente los miedos que tenía nada más llegar al monasterio. Al menos había encontrado gente a la que no le importaba que tuviera alas, o que pudiera invocar el poder de Dios. Para ellos, sólo era Elohim.

Hola a ti también Angelito, hacía tiempo que no te veía. -Eso es que pasas menos por la capilla de lo que me gustaría, Julliette. 

Cordial, un trato normal con una compañera y aliada en batalla. No era la mujer con la que más trato tenía, pero lo que era cierto es que Elohim la consideraba alguien cercano en el Monasterio. Había muchas personas con las que no había emprendido casi ninguna clase de trato, y al menos con ella tenía una sensación de compañerismo que no tenía con la gran mayoría. No era Ace, por supuesto, pero Elohim bien daría la vida por defender a Julliette si fuera necesario. Aquella batalla contra Venganza le había unido a sus compañeros de una manera que sólo estas circunstancias traumáticas unen a las personas.

Elohim se quedó atrás cuando Eriol se lanzó sobre Ace mirando a aquel chico con una mirada mezcla de reproche y diversión. Era incorregible, al menos esperaba que esa "disciplina" no le pasara factura en combate.

Las palabras de uno de los guardias les revelaron que la cita no sería en aquel jardín, sino en las dependencias privadas de Leona. Gran lugar para una reunión. Así que, siguiendo a los demás, se dio la vuelta y comenzó a caminar, no sin antes dedicar una rápida mirada de nuevo a la fuente, y a los rayos de sol que ahora reflejaban, tan distintos a la faz de la luna. Pero igualmente evocadores.

*****************************************

Las dependencias de Leona eran perfectas en apariencia, al igual que su dueña. En ocasiones Elohim se preguntaba si todo aquello, toda aquella fachada no sería una manera de esconder un oscuro interior, si todo aquello realmente estaba en consonancia con una persona unida a Dios. Pero no le costaba mucho encontrar un contraejemplo, de hecho en sí mismo. Alguien que le viera por primera vez podría llamarle vanidoso, podría argumentar que sus ropajes, lo cuidado de su cuerpo, e incluso su arma sólo podría pertenecer a alguien vanidoso, sólo preocupado por la apariencia y menos centrado en los deberes místicos. Y nada más lejos de la realidad.

Así que, al entrar en aquel lugar, Elohim se dedicó a admirar los lujos de los que disfrutaba Leona. De hecho, no pudo evitar cabecear al ver el amplio armario repleto de prendas que la profesora tenía en sus aposentos. A él le bastaba con sólo aquel trozo de tela para tener tantos o más trajes, aunque claro... era un trozo de tela que destilaba poder de Dios. Pero ese era otro tema, no el motivo por el que habían entrado allí.

El ángel se apoyó junto a un escritorio que había cerca de una ventana. No quería sentarse, prefería permanecer de pie, pues la invitación, aunque Leona les tratara con unas palabras suaves y delicadas, sería más seria de lo que parecía.

Y era serio, tan serio que les advirtió sobre posibles ataques de Tol Rauko o de cualquiera de sus aliados. Y ya no pasaría como hace diez años cuando los profesores estaban de su lado, ahora estarían ellos solos, y tendrían que ser capaces de manejar la situación.

Pero, al menos para Elohim, la misión tenía un tinte precioso. Estarían en Arkángel. Seguro que tendría un momento para citarse con ella, y seguro que sus lazos con la familia de Leonor iban a ser de gran ayuda para la misión. De hecho, estaría perfectamente justificado un encuentro con esta, y así podrían verse. Más allá de la misión, que obviamente era importante, ir a Arkángel era ahora uno de los deseos de Elohim.

-Yo...- dio un paso hacia delante, y trató de hablar con la mayor humildad posible, mientras miraba de reojo a Gilbe y a Kael.-Creo que mi lugar sería en las "altas esferas". Mi mecenas está entre ellos, y sus palabras seguro que nos son de ayuda, quizá incluso mi presencia sea suficiente. Supongo que sabrán apreciar las palabras de un Santo. Ace podría acompañarme, pues hacemos un buen equipo juntos, y creo que Julliette, como bien ha dicho, sería perfecta para el grupo. Victoria también tendría que venir con nosotros, su.. vuestro apellido es una baza importante en esta empresa. Quizá necesitáramos uno más... ¿Richard?¿Dereck?¿Eriol? ¿Qué pensáis?

Dejó deliberadamente a los demás sin preguntar, tenía bastante claro que Gilbe sería de los cabecillas del grupo de los bajos fondos, al igual que Kael.

-Tenemos que pensarlo como quién es la cabeza visible, y quién los soldados en la sombra. Creo, que tanto Gilbe como Kael podrían desempeñar la labor mucho mejor bajo cubierta. Quizá no sea buena imagen mostrar una mano creada a partir de ¿"energía"?, y los modales de Gilbe nunca han sido los mejores de este monasterio. Al igual que los de Eriol... pero tiene "algo" que hace que la gente le aprecie por eso no sabría donde situarle.

Dejó un segundo de silencio y miró por la ventana.

-Es... seremos... como el Sol y la Luna. Ambos reyes de sus respectivos lugares. Pero separados para cumplir un objetivo. Ninguno es mejor que el otro, pero siempre el Sol parece brillar más.

La última frase, casi iba más dirigida a si mismo que al resto de los presentes.

-En cuanto al acompañante, ¿Puedo pedir que me acompañe la Santa Astraega? No es un guardia eclesiástico, pero puede jurarle que hacemos un buen equipo.

Elohim hablaba con decisión y coraje, no trataba de convencer, quizá no se le diera bien ese aspecto, pero intentaba exponer hechos objetivos a los ojos de los presentes. El legislador que todavía portaba en la espalda se movía a cada palabra que decía, continuando el movimiento que su cuerpo hacía, el lenguaje gestual.

El ángel se calló un momento y volvió a apoyarse contra el escritorio, esperando las respuestas de sus compañeros. Al fin y al cabo, no era ninguna orden y al final se organizarían como mejor les fuera.

Pero la mente de Elohim podía mantener muchos asuntos al mismo tiempo, y ahora había uno que ocupaba gran parte de su capacidad.

 Don: Elohim Mal'Ach está dotado con la capacidad de ver la magia y de realizarla, alterando el tejido de la realidad.

 Tatuajes: El cuerpo de Elohim Mal'Ach está cubierto por ciertas marcas misteriosas de incierto origen y significado.

 Milagros: Elohim sabe sortilegios innatos que considera milagros. Pero algunos son verdaderos milagros, no conjuros.

 Santidad: Elohim Mal'Ach es considerado un Santo por la Iglesia Vaticana. Puede realizar sus Milagros en público.

 Legislador: Elohim posee un Legislador, el Arma Sagrada de la Inquisición. Y es una Lanza, no una Espada Bastarda.

 Angelical: Elohim Mal'Ach pasó de tener 2 a 6 alas funcionales como un Serafín al volverse Santo. Además, tiene halo.

 Bendiciones: Con sortilegios milagrosos Elohim consiguió un Rostro perfecto, Guardaropa inmejorable y olor a Perfume.

 Orar: Elohim Mal'Ach está obligado a hablar con Dios para obrar su magia. Él responde cumpliendo su voluntad.

 Maldito: Dios manda su cólera, castigo y reprensión contra Elohim esporádicamente crucificándolo esotéricamente.

 Inteligencia: Elohim Mal'Ach es poseedor de un coeficiente intelectual que podríamos clasificar como sobrehumano.

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04/08/2013, 10:58
Ace Velvet

El mismo sueño que se repetía, noche tras noche, atacaba de nuevo la mente de Ace. Tantos años habían pasado ya que ni siquiera se sorprendía, ni despertaba repentinamente entre sudores, ni quería evitar dormir para no volverlos a ver. Con el tiempo había aprendido a dilucidarlos, a analizarlos y a ver los pequeños detalles que, cuando era más pequeño, se le habían escapado.

Siempre se repetía, el mismo protagonista una y otra vez. Lo conocía tan bien que casi podría dibujarlo, como si proviniese del recuerdo de una persona a la que ves mucho. Aquel caballero llevaba cinco años enfrentándose a las mismas situaciones, solo que cada vez descubría más detalles.

Cuando el joven dio una vuelta en la cama hasta casi caer, supo que su sueño había terminado. Dormía allí desde los siete años, conocía tan bien la habitación que podría describirla de memoria sin perderse ni un detalle. Se incorporó, sentándose sobre la cama, y bostezó profundamente. Frente a él había una cama vacía, la de Elohim. La observó hasta que el sueño hizo que su mirada se perdiese. Sacudió la cabeza hacia los lados, se rascó la nuca, y se levantó.

Aún se encontraba algo entumecido, pero apoyó las manos en el alféizar de la única ventana que tenían y miró hacia el exterior. El cielo, enrojecido por el crepúsculo, indicaba que todavía era demasiado temprano. Ace chasqueó la lengua, podría haber dormido un poco más. Pero después de desvelarse con aquellos sueños no podía volver a pegar ojo, al menos en un buen rato. Cerró los ojos y se imaginó al protagonista de sus visiones, lo conocía bien pero no sabía describir su rostro.

Decidió pasar algo de tiempo leyendo algo. Tomó un desgastado libro de su mesita de noche y se sentó en la cama a leer. Un pasatiempo lo suficientemente entretenido como para aguantar hasta que fuese hora de hacer algo y lo suficientemente silencioso como para no despertar a su compañero. Oh, había olvidado que no estaba allí. ¿Qué estaría haciendo?

Sentía un gran aprecio por Elohim, casi excedía lo que se esperaba de una fuerte amistad. Desde el primer momento en que lo vio, supo que el ángel y él estarían unidos para siempre  - o como mínimo durante mucho tiempo – por un vínculo más fuerte que una común camaradería.

Estaba algo distraído, aunque cuando comenzó a concentrarse en la lectura volvió a caer dormido, con el libro sobre el pecho.

**********************

Unos gritos lo despertaron. Era una voz muy conocida, cómo no. Cuando volvió a abrir los ojos vio el rostro de Elohim, divertido, mientras lo despertaba. Ace estuvo enormemente confundido durante varios segundos, pero acabó entendiendo el mensaje. Se levantó, aún algo entumecido por la extraña posición en la que se había dormido y se estiró como un gato.

- Dame unoOOOOO - bostezó - segundos...

Con los ojos aún no abiertos del todo, un tambaleante Ace se dirigió a las duchas para acabar de despertarse y arreglarse un poco. Le resultaba extraño que hubieran sido convocados a una reunión, por lo menos Elohim y él. ¿Significaba eso que habrían convocado a más gente? Tratando de no dar demasiadas vueltas - principalmente para no entretenerse en la ducha - se enjabonó con diligencia y volvió a la habitación, cubierto con una toalla.

Allí su compañero, aunque ya estaba completamente preparado, lo esperaba. No habían perdido la costumbre de ir juntos a los sitios.

Mientras Ace se vestía con una combinación bastante sencilla de pantalones oscuros, camisa clara, chaleco a juego y botas, habló con el ángel de sus últimas experiencias fuera del monasterio. Las misiones habían resultado ser bastante productivas, y habían enseñado a Ace cosas que sólo se podían aprender una vez trabajas por ti mismo, y no acompañado a un inquisidor experimentado.

El joven, de estatura media y pálida tez, parecía más un jovencito de vida acomodada que un guerrero. Su cabello rubio platino no hacía más que seguir los estándares de su etnia Aion. Sin embargo, sus ojos azules eran lo único que difería de aquella imagen de chico inocente. La mirada gélida de Ace se había ido enfriando a lo largo de los años, una muestra de lo que era realmente.

Protegidos por el cuello de su camisa había dos marcas en el joven. En el cuello, casi tocando la clavícula izquierda, había una cruz negra como el carbón. Pocos sabían de ese tatuaje, que Ace se había hecho como un recordatorio de cierto destino con el que debía cumplir, era una marca del camino que jamás debía perder de rumbo. En su nuca una marca muy diferente. Sus compañeros ya la habían visto en las duchas desde siempre, de hecho Ace recordaba haberla tenido siempre. Era una especie de tatuaje de origen desconocido.

Por costumbre más que por necesidad tomó sus armas, que siempre llevaba consigo. Eran tres espadas bastardas. ¿Para qué tres? Aunque un guerrero fuese lo suficientemente osado como para enarbolar una de esas pesadas armas en cada mano, todavía le sobraría una. Ace podía usar todas aquellas armas al mismo tiempo, pero no con sus manos. Dos de las espadas pendían de hilos dorados, invisibles al ojo mundano, que tomaban las armas por la empuñadura y se conectaban a la espalda del joven. El estilo de combate sobrenatural de Ace era algo vistoso, por lo que era inusual verlo en acción. Pero siempre, por si acaso, llevaba todas sus armas colgadas el cinturón, a su izquierda. Si bien era cierto que parecía una carga pesada, no lo era tanto gracias a a las dos espadas que soportaba con la mente.

Era de conocimiento público que Ace no había recibido legislador alguno por completar la prueba del desierto. Los profesores, al parecer, no se habían puesto de acuerdo sobre si dárselo o no visto su desempeño en el examen final. El Inquisidor Novel aceptó la noticia con cierto enfado, pero acabó aceptándolo.

**********************

El reencuentro con los compañeros provocó diversas situaciones en el propio Ace. Él llegó junto a Elohim, y a medida que iba llegando todo el mundo al Jardín de las Rosas las relaciones se retomaban con apropiados saludos.

Ver a Juliette entre los convocados arrancó al inmutable rostro de Ace una sincera sonrisa. Si bien era bueno ocultado sus emociones, algunas de aquellas personas merecían ver la verdad en su rostro y en sus ojos. Correspondió su efusivo abrazo.

- Buenos días, Juliette - dio un paso atrás tras el abrazo, los aceros en su cinto tintinearon -. Te ves preciosa - era cierto, su amiga ya era toda una mujer -. Yo estoy bien, contento de poder trabajar el fin.

Cuando su amiga le permitió escaparse por unos instantes, Ace dirigió una mirada a Richard. El gesto fue acompañado de una leve sonrisa y un asentimiento de cabeza.

- Saludos, amigo - pocas palabras que encerraban cierto aprecio y compañerismo. Le tendió una mano, en un serio saludo.

Luego se acercó a Gilbe, estaba seguro de que el continuo repiqueteo de sus espadas habría alertado al ciego de su llegada.

- Un placer que nos encontremos de nuevo, Gilbe - dijo, evitando sonreír. Cuando hablaba con él Ace no mostraba expresión alguna en el rostro, dejaba que su voz fuese lo único y más característico. El tono de Ace denotaba simpatía, pero no más de la suficiente.

Ace miró fugazmente a Kael, a quien le dirigió un saludo más por educación que por otra cosa. Aquel chico no le acababa de caer bien, y por algún motivo parecía aborrecer al ángel. No era santo de su devoción, pero era un compañero al fin y al cabo.

Tras el breve reencuentro, fueron llamados a los aposentos de Leona. Ace no sabía cómo reaccionar ante aquello. Por un lado se sentía honrado, pero por otro le asaltó cierta sensación de culpa, era como si todavía fueran alumnos y un profesor enfadado los hubiese llamado a su despacho. Obviamente no era así, pero hacía muy poco tiempo aquellos jóvenes habían sido aprendices en el monasterio. La libertad del nuevo cargo que ostentaban se le hacía extraño al joven rubio.

**********************

Ya en los aposentos de Leona, los diez inquisidores escucharon lo que la profesora tenía que decirles. Una misión en Arkángel. Ace se alegraba de poder partir de nuevo a hacer su trabajo, y más si era junto a sus compañeros. Aunque la necesidad de enviar a tantos efectivos le imponía cierto respeto, era un chico dispuesto a todo. Y las palabras de la mujer no admitían réplica, les había embelesado siempre y así sería hasta que alguno de ellos fuese tan diestro con las palabras como ella.

Escuchó con atención las preguntas e inquietudes de sus compañeras manifestadas en voz alta. Algunas preguntas eran ciertamente necesarias, aquellos jóvenes iban a realizar un trabajo importante. Convenía, pues, estar bien informado antes de partir.

Era una sensación extraña, se sentía como en las primeras clases. Los pequeños, curiosos, hacían preguntas más o menos evidentes a sus profesores. Con cierto sentimiento de nostalgia, Ace hizo lo propio.

- Con tanta gente reunida en un sólo lugar será difícil pasar desapercibidos si nos vemos obligados a actuar conforme a nuestras obligaciones. Supongo que deberíamos actuar con cautela y máxima precaución al enfrentarnos a posibles amenazas sobrenaturales, ¿no es así?

En los lugares pequeños era fácil acabar con un brujo o un demonio sin que se enterase más gente de la necesaria, pero Arkángel era una ciudad gigantesca con miles de testigos en todas las esquinas. Si debían proceder con la discreción habitual aquello iba a ser complicado.

- Y estoy de acuerdo con los integrantes que ha propuesto Elohim para el grupo de las altas esferas - aunque el tema de los politiqueos no era lo que más le gustaba, debía reconocer que la reputación que los precedía y las cosas que sabía de artes sociales le servirían. Además, trabajar junto a Elohim aportaba al trabajo una perspectiva bastante agradable -. Yo seguramente solicitaré la asistencia de Adalbert en esta misión, si no está destinado a ninguna otra.

Aquel guardia eclesiástico con el que se había relacionado en una misión anterior le inspiraba confianza a Ace, la suficiente como para querer llevárselo consigo a hacer algo tan importante.

 Acceso a una Disciplina Psíquica: Ace Velvet posee poderes mentales. Telequinesis. Maneja dos armas con la mente.

 Ver lo Sobrenatural: Los ojos de Ace Velvet han demostrado varias veces ser capaces ver magia, mente y espíritus.

 Conocedor de Todas las Materias: Ace Velvet tiene conocimientos o pericias útiles en todos los campos y materias.

 Tatuajes: El cuerpo de Ace Velvet está cubierto por ciertas marcas misteriosas de incierto origen y significado.

 Consumición Psíquica: Ace Velvet no sólo se Fatiga con el fracaso psíquico. También sangra físicamente y pierde Vida.

 Voluntad: La fuerza de voluntad, determinación y psique innata de Ace Velvet alcanza cuotas sobrehumanas.

 Frialdad: Ace Velvet ha cultivado la personalidad glaciar de un Inquisidor. Su mente fría es muy loable y meritoria.

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04/08/2013, 14:29
Gilbe Klimb

Gilbe inspiró profundamente, llenando su olfato del olor que surgía de la alfombra. No terminaba de acertar con la fuente exacta del olor, eso le molestaba un poco... Gilbe era un joven curioso que sabía del poder de la información. A veces el dato más superfluo puede servirte para algo, aunque fuera simplemente conocer el vino preferido de su antigua profesora...

Decidió coger una brizna de la alfombra empapada, arrancando con los dedos unas pocas hebras. Nada grave, esperaba. Lo hizo con toda la discreción posible, y simuló estar jugando con la tela, por si acaso alguno se percataba. Lo que cogió se lo acercó a la nariz y lo inspiró profundamente, intentando reconocer exactamente el olor. Tras ello lo guardó en uno de los bolsillos interiores de su capa. Más tarde confiaba poder sacarle partido. Y si no, pues tampoco pasaba nada, la cosa era aprovechar las oportunidades.

Gilbe Klimb obtiene "Hebras de la alfombra roja de Leona Blanchett".

- Tiradas (2)
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04/08/2013, 23:06
Leona Blanchett

Leona practicó la escucha activa con todos los presentes, dándoles el turno de palabra sin intervenir ella. Se limitaba a asentir y guardarse las respuestas en lo que todos terminaban de formularlas. Si en algún momento algo la perturbó, no dio muestras de ello. La mujer no hizo reseñables menciones de nada mientras escuchaba, manteniendo siempre una actitud correcta y casi podríamos decir que de manual. Quizás, incluso demasiado de libro. Demasiado correcta y formal.

Pese a todo, cuando fue respondiendo volvió a mostrarse cercana y con la capacidad de tomarse confianzas con aquellos con quien tenía diez años de pasado y ciertas relaciones personales. Antes de hablar dedicó una mirada a Gilbe y negó con la cabeza ante algo que él bien sabía, y medio veía, pero eso fue todo. El chico no había sino palpar la alfombra. Dejó algo de tiempo para que hablasen entre ellos y terminasen de discutir algunos asuntos. Entonces respondió las dudas directas.

- Desconozco cuanto nos llevará- replicó a Eriol respecto al tiempo de residencia-. Podrían ser días, o meses, pero probablemente sean semanas. Entre una y cuatro, aunque yo apostaría por dos o tres- fue diciendo, estrechando más el cerco cada vez sin aventurarse a dar nada por sentado o definitivo-. Dependerá de qué acontezca en la ciudad, lo cual es bastante incierto por el momento.

La mujer asintió y pareció un tanto a la expectativa. Ella también dudaba y mucho de lo que fuese a pasar en Arkángel.

- Temo que no podemos salir de esta isla volando, Eriol- replicó con una risa aguda, taimada y baja, luciendo una sonrisa francamente arrebatadora y simplemente encantadora, ideal. Por gestos así Leona brillaba con luz propia, y era además una broma aguda y distendida a las facultades anímicas del chico-. Pero asumo que te refieres al viaje por las regiones céntricas- se auxilió, quizás a propósito porque, a fin de cuentas, Eriol también era encantador a su manera-. Lamentablemente, querido, temo igual debieras guardar saliva, pues haremos lo que sea para llegar más rápido.

Leona parecía divertida con aquello, como si quisiese convertirlo en un juego. No era de extrañar, pues durante diez años había hecho lo imposible por hacer atractiva su materia. Desde juegos hasta roles pasando por ensayos e incluso teatro. Se acercó brevemente al borde, inclinándose hacia adelante, para decir lo siguiente.

- Y Calisis- el océano alrededor de El Dominio, donde estaban- está bajo amenaza de piratas, como sabrás- o no, según se hubiese informado-, así que prepara los guantes de Tai Chi- pero era una broma, pues en realidad sólo se solía hacer referencia a Guantes de Boxeo, pero Eriol tenía cinco pares de guantes-. Nunca se sabe qué nos puede llevar a vencer nuestros miedos, ¿verdad, Artista?- aquello último, una referencia a su condición marcial, pero también frase hecha.

Guiñó un ojo y dio por finalizado a Eriol. Un repaso agradable, pero le acababa de voltear 360º y dejado temblando.

* * * * * * * * * * *

Era el turno de Kael. Casi pareció mirar su mano enfundada antes que a él, pero le clavó los ojos ignorando la cicatriz.

- Kamus Steint- Líder de La Guardia en Albídion, Sumo Guardia Eclesiástico, y esposo de Judith, tutora de las novicias en Caedus- tiene órdenes de dejaros elegir, o de ayudaros a hacerlo según vuestras necesidades. Es mi criterio y mandato personal, pues creo que es lo más correcto.

Sonrió sin terminar de explicar aquello, pues era más de lo siempre en base a las necesidades y la naturaleza de aquella misión. Sencillo, pero superfluo, largo y aburrido. Y Leona no era estúpida, sabía lo que era mejor ni molestarse en decir, por lo que pasó a Gilbe Klimb.

- Hasta el fondo- replicó con voz decidida y casi ansiosa, refiriendo su capacidad y deber de interferir en los asuntos de la ciudad-. Si hay Templarios, como sabéis, el que primero llega, gana, al menos en teoría. A efectos prácticos, lo de siempre- se encogió de hombros sin pesar. A efectos prácticos si lo merecía se mentía y a la porra con la ley y el derecho de reclamo por velocidad. Se hacía lo que hiciese falta-. La Orden del Cielo está por encima de nosotros- ladeó el rostro y fingió mirar a ninguna parte-. Pero no es lo mismo el Primer Cielo que el Séptimo Cielo, claro- añadió en voz baja como quien no quiere la cosa, asumiendo cierto margen de maniobra si se hacía con cautela, disimulo y gracia-. Pero la Orden del Cielo debería ser respetuosa con nuestro trabajo- asintió para si con cierta reticencia dado el estado del mundo-, y espero que lo sea. Ellos no están específicamente centrados en acabar con lo profano, nosotros sí.

Con Derek fue bastante más escueta. Era repetirse un tanto, pero qué remedio.

- Insisto en que confío en que su vieja, velada y maquillada fama no sea ahora tan apreciada- aseguró con la mayor de las cordialidades, pero totalmente firme y arrolladora en su convicción-. Gaïa parece partida en diez pedazos, y estimo más el apellido de mi sobrina- su propio apellido, claro- o a un Santo. 

Lo cual le llevaba al asunto que planteaba Elohim. Suspiró. Razón tenía en todo. Para bien y para mal. Terminó de explicar con brevedad a Derek que estimaba más las capacidades generales del grupo que su valor por una hazaña aislada, pero sopesó detenidamente lo de Elohim. Hizo un par de apuntes velados, pero convino con la opinión del Serafín en general.

- Respecto a Astraega, coméntale ese movimiento a la Santa Inquisidora- dijo por respuesta, un tanto preocupada de forma manifiesta. La Santa Inquisidora, por supuesto, era Evangeline Matheus-. No eres sólo Inquisidor, también Santo, lo cual hace de tus circunstancias un tanto especiales- volvió a suspirar. Claramente, el poder político de los Santos y su posición en el tablero de la vida era algo que la preocupaba y la rompía la cabeza-. Como lo son las de la Santa Astraega, a la que llevarías en calidad de protegida y no de protectora. Tu labor como Inquisidor sería velada.

Pero ciertamente, muchos Santos en una ciudad llamada Arkángel era, efectivamente, como apuntaba el nombre. Un bombazo y una estupenda publicidad. En una ciudad llamada Arkángel que esgrimía en su centro, donde se reunía el Alto Senado, una gigantesca estatua llamada Las Alas del Ángel, ¿cómo no iba a ser bueno algo así? Y peligroso. Tan atractivos, pero a su vez tan blanco de envidias y francotiradores. Sin Santos, la Iglesia Vaticana perdía tres influencias de cuatro.

* * * * * * * * * * *

Y finalmente, Ace Velvet. El hilo de Tyler. Bueno, ya era hora. Casi le extrañaba que hubiese esperado casi al final. La mujer se situó a su lado y habló desde ahí como si aquello fuese lo que más hincapié merecía. Todo lo tenía, y mucho, pero si de algo tenían que pecar, que fuese de no meter la pata. Antes que conseguir sus objetivos estaba no echarlo por tierra. Eso, y sólo eso, era lo único imprescindible para que siguiese habiendo esperanza para la amada Inquisición.

- Sí. Cuanto más ruido hagáis, peor será- aseguró con un firme e irrevocable cabeceo-. Contener los rumores en Arkángel sería fatal, y tendríamos que recurrir a las iglesias y la catedral- lo cual equivalía a pedirles a los oficiales eclesiásticos que diesen falso testimonio-. No sería plato de gusto para la Nobleza, el Alto Senado y los Señores de la Guerra- y es que ciertamente, ahora lo político era crítico, tirante y decisivo-. Obviando la purga de profanos y brujería, lo velado de vuestras acciones dependerá de la naturaleza de la misión- excusó, en referencia a asuntos como el Tao Zan, la nobleza local, los inmigrantes ociosos y demás calaña-, pero la cautela y precaución por bandera siempre, Ace.

Tras ello, la mujer dejó unos minutos más para que hablasen. Siguió respondiendo, aconsejó, e incluso se desvió del tema a veces. Toda sombra de duda o sospecha quedó libre de pecado. Poco a poco, fueron destacando a Elohim y Gilbe como respectivos líderes de Alta y Baja esfera respectivamente, al menos de forma temporal, a la espera de que decidiesen entre ellos, a expensas de Leona, si alguien era más apto para el magister y comando. Con estratos sociales altos, Juliette, Viktoria y Ace. Con los barrios bajos, Kael, Richard y Valgeir. Quedaba en el aire decidir entre Derek y Eriol, un asunto ligeramente complicado por las características de ambos. Que lo resolviesen entre ellos a la mayor brevedad posible.

- ¿Unas últimas palabras?- preguntó Leona como apunte final, dando la apertura al cierre-. Hablad ahora o callad para- ¿siempre?- hacer el equipaje- Leona y su sentido del humor como buena dama de las palabras-. Mañana al amanecer partiremos en carruaje hasta La Fé- pueblo costero de Albídion, y entrada y salida marítima de la isla-, y de ahí zarparemos en destacamento marítimo hasta la gran tierra firme al otro lado del charco. Rezad para que nada malo pase, pero venid preparados para cualquier cosa- advirtió, señal de que su broma sobre los piratas era muy real.

Era el momento de ultimar detalles antes de comenzar la gran armada invencible.

 Alta Posición Social: Leona Blanchett pertenece a la Alta Nobleza de Argos y tiene voz en Alto Senado de Arkángel.

 Legislador: Como Inquisidora, Leona Chanchett tiene un Legislador, Arma Sagrada de la Inquisición. Una Espada Larga.

 Conocedor de Todas las Materias: Leona Blanchett tiene conocimientos o pericias útiles en todo campo y materia.

 Encanto: Leona Blanchett causa reacción positiva en los desconocidos, y vuelve más permisivos a sus conocidos.

 Inquietante: Cuando quiere, Leona Blanchett puede poner nerviosa a la gente. Impide acciones y fuerza aceptaciones.

 Afortunado: La fortuna está con Leona Blanchett. Goza de buena estrella y tiene verdadera suerte en ocasiones.

 Gusto Rojo: Leona Blanchett gusta del color rojo. Ropa, lencería, tela, decoración, vino, etc. Su armadura es granate.

 Sueño Profundo: Leona Blanchett duerme como una muerta. La acaricias, pero no despierta. Se levanta tarde y mal.

 Políglota: Leona Blanchett habla Latín, Hermital, Ailish, Ogashima, Jashú, Yamato Shun, y... ¿alguno más?

 Sociales: Leona Blanchett tiene profundos conocimientos destacados de Estilo, Intimidar, Liderazgo, Etiqueta y Astucia.

 Persuasión: Leona Blanchett domina con verdadera Maestría el noble arte de la Persuasión. Nada se le puede resistir.

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05/08/2013, 11:59
Richard Wivernfall

Un día más comenzaba. Cuando los ojos de Richard se abrieron, la claridad del día le mostro, aunque borroso, un mundo al revés. Los techos estaban abajo y los suelos arriba, desafiando toda lógica. Richard ya estaba acostumbrado a esa sensación del despertar y no se sorprendía porque sus pies se encontraran reposando en la almohada y su cabeza, contra el frío suelo de la habitación, con medio cuerpo colgando del catre. No pasaron muchos segundos cuando el dolor del golpe en la sesera empezó a ser notable.

Con un pequeño impulso y una extraña maniobra que le hizo girar sobre su propia cabeza contra el suelo consiguió ponerse de pie y erguido, para después acariciarse el pelo tratando de calmar el dolor. Si no fuera por esos coscorrones matutinos no habría ruido en este mundo que trajera de vuelta a Richard del mundo de los sueños. Acostumbraba a dormir como un tronco y roncaba haciendo un escándalo similar a un árbol cayendo por una ladera. Tras diez años no entendía cómo Kael lo había soportado todas las noches. Bueno, ese chico tampoco dormía demasiado de por sí.

-Señor… algún día tengo que dejar de dormir así.- Pensó mientras observaba el desastre que había causado.

 Las sábanas estaban enroscadas sobre sí mismas y caían a los pies de la cama, la almohada en vertical apoyada sobre el cabecero y el fresco edredón de verano, hecho con una tela mucho más suave aún no sabía dónde había acabado. Le llevó un tiempo recomponer la habitación y dejarla medianamente decente cuando recogió del escritorio la carta que le habían dejado ayer al no encontrarle por ningún lado ya que había estado parte del día sobre los tejados de Caedus meditando y practicando a solas el uso de su poder, dejando el ruido del gentío lejos, a sus pies y bañado por un cálido sol de verano. Tenía una cita en el jardín de rosas a la que no podía llegar tarde, pero a pesar de lo que acostumbraba a dormir por las mañanas hoy precisamente se “despertó” pronto.  Así que como de costumbre abrió el armario de su habitación de par en par, agarró una toalla y se dirigió a los aseos.

**********

Recorrió los pasillos de mañana. Aunque inalterables a él le resultaban muy distintos ahora que era un inquisidor de pleno derecho y cordialmente como acostumbraba saludaba a todos y cada uno de los guadas eclesiásticos con los que se cruzaba haciendo su ronda por su nombre de pila. 

-Buenos días Jamie… Alexandra…. Espero que hayas tenido un buen día Gornar…-

Gestos como ese eran los que habían hecho que Richard siguiera siendo uno más entre ellos. Pocos había en el monasterio a quienes les cayera mal.

Por fin llegó a las duchas. Se deshizo de los pantalones que era lo único que utilizaba para dormir lanzándolos a la pila de ropa sucia y se situó bajo la ducha. Alargó su mano y giró el mecanismo hasta que el agua comenzó a surgir por la abertura. Recordó la primera vez que se duchó en Caedus y lo que le costó soportar la temperatura del agua. Ahora ya estaba más que acostumbrado y además era pleno verano, con lo cual se agradecía. Permitió unos minutos que simplemente el líquido resbalara por su cuerpo descendiendo desde sus hombros por la espalda hasta su trasero. Las gotas recorrían los caminos que las cicatrices en cruz habían dibujado en su piel.  Con el contacto del frío sus músculos y su mente comenzaron a despertar  y a pensar en los últimos días.

Había sido uno de los primeros en realizar la prueba del desierto hace varias semanas y no terminaba por acostumbrarse a su nueva posición.  De momento no había tenido demasiado trabajo mas que realizar pequeñas tareas dentro de los muros. Suponía que por un lado le estaban dando tiempo a recuperarse del esfuerzo y además estarían centrados en terminar las pruebas del resto de cadetes. El volvió sobre un caballo escuálido, lleno de suciedad y con los ropajes desgastados así que necesitó un par de días de descanso para reponerse de la prueba y recuperar las fuerzas y la energía que siempre tenía, mientas sabía que en esos días otros amigos estarían pasando por lo mismo. Se alegró cada vez que alguno de ellos volvía y dejó de sentir vergüenza cuando vio que no era el único que regresaba en esas condiciones. La prueba, ciertamente, era muy dura. Hubo muchas celebraciones por las victorias, en especial cuando Kael lo consiguió. No esperaba menos de su “hermano”. Sin embargo, también se rezó mucho por los que no lo consiguieron y…

Sacudió la cabeza con fuerza para deshacerse de las ideas tristes y sus cabellos salpicaron alrededor. 

-¡Hey hey! ¡Ten cuidado que me mojas Richard!- Dijo un chico

-¡Vaya! Perdona, tenía la cabeza en otro sitio.- Se disculpó él. Cruzó algunas palabras más mientras se secaba el cuerpo con la ropa y escurría sus cabellos. Una vez listo se ató la toalla a la cintura y volvió a su cuarto, justo cuando entraba Lionel, “El dragón de Caedus”. La mirada de desprecio se cruzó con una de total indiferencia y Richard no soportaba siquiera estar en la misma habitación que él.De modo que abandonó el lugar y regresó a su habitación para vestirse. Algo formal pero no demasiado extravagante. La camisa blanca de lino con el cuello abierto combinaba bien con el chaleco de cuero, un tipo de prenda que le gustaba bastante e iba a juego con las botas altas hasta la rodilla que se calzó. A la cintura, ató un cinturón repleto de pequeños cuchillos, la mayoría sin mango pero magníficamente equilibrados para lanzarse.

 Portar armas era un lujo que ahora podía permitirse y poco le gustaba estar desarmado e indefenso ante posibles sorpresas. Afortunadamente, el tamaño de esas armas hacía fácil que pasaran desapercibidas. Miró su reflejo y cuando estuvo convencido de que estaba listo y su melena estaba en su sitio mágicamente –no solía dedicarle tiempo pero siempre estaba acicalada- se vistió con la última prenda, una gabardina parduzca que le llegaba casi hasta los pies pero era fresca para el verano y le daba la movilidad que le gustaba. Venía retocada en los extremos con detalles en dorado viejo y la parte inferior estampada con imágenes de fuego en otros tonos marrones.

**********

Cuando alcanzó el jardín algunos de sus compañeros ya estaban ahí pero por fortuna alcanzó a ver la espectacular entrada de Juliette, que le dejó sin aliento. Fue algo precioso y no pudo quedarse impávido sin dedicarle un cumplido a la chica. Según fueron llegando el resto del grupo fue saludándoles a todos, uno por uno y no hacía más que alegrarse de ver a los elegidos.

-Feliz y contento como todos los días, ya me conoces- Le respondió a la señorita Bourgueois con una suave reverencia. –Veo que tus habilidades no hacen más que crecer, eso ha sido increíble.-

Cuando llegó el turno de Ace se situó frente a él y se dieron la mano con firmeza sonriendo. Podía parecer un poco artificial pero al fin y al cabo eran dos soldados que se saludaban disciplinariamente y ello no significaba que no fuesen a dar la vida el uno por el otro. Sin duda lo harían.

-Me alegra que estés hoy aquí- Le dijo con complicidad y respeto al Gilbe. Junto a él estiró el brazo y le dio un toque en la espalda, un gesto más cercano que un mero saludo de manos.

Kael tras su broma se escapó para evitar el replique de Richard pero este no se contuvo y recogió una de las diminutas piedras del jardín, similar al tamaño de una alubia y se la arrojó a la cabeza como castigo. Le habría gustado decirle que no. Que echaba en falta su compañía. Que no le gustaba la soledad y que no tener a Kael en su cuarto, el que era como un hermano para él, le hacía sentirse solo. Sin embargo se mordió la lengua y no dijo nada. Algo le decía que el pelirrojo se sentía igual y no necesitaron decirse nada. No llevaban 10 años juntos por nada.

Se dirigió al último de los asesinos de sombra. Llamar así a un ser tan puro como su ángel debía ser un pecado en si mismo ya que su sola presencia purificaba todo mal y las energías negativas. Comprendía el recelo de muchos otros alumnos hacia él. Siempre fue el ojito derecho de los santos, pero también había sufrido mucho de pequeño. Estaba convencido de que llegaría a ser alguien de extremada importancia y, lo más importante, la gente necesitaba creer más que nunca. ¿Qué mejor que un ángel de carne y hueso? Cruzaron las manos, pero Richard envolvió las del chico con ambas, gesto de respeto. Si su fe temblaba, solo debía mirar a Elohim.

Derek, Valgeir y Victoria. Las tres nuevas promesas de Caedus. Su relación no era tan profunda. Eran inquisidores en pleno derecho y Richard confiaba en ellos, nuevos compañeros con personalidades de oro. A Derek un saludo elegante, a Valgeir un buen apretón de antebrazo y a Victoria, un respetuoso “Buenos días. Te ves hermosa esta mañana”. La chica era rígida, pero seguí siendo una mujer y por ello el piropo.

En último lugar llegó el payaso de turno. Cómo agradecía que estuviera allí.

-Pues claro Eriol. Qué haría yo sin ti por aquí para alegrarme el día.- Le dedicó el saludo de puños junto a una respuesta en tono exageradamente jocoso.

**********

Tras un marjen de tiempo respetuoso por parte de los guardias, lu suficientemente extenso para que se saludaran, les condujeron a los aposentos de Leona. Un ala que en teoría no deberían conocer. En teoría porque Richard, con su curiosidad hece un par de años que había echado un ojo a un par de lugares cuando nadie miraba. Hasta que le pillaron y le castigaron. Se lo contó a Kael, quien asombrado por los lujos que Richard confesó haber visto, le acompaño en una incursión nocturna. Esta vez fueron dos los castigados que a día de hoy lo recuerdan entre risotadas resumiendo la experiencia con un “mereció la pena”.

En fin, Leona les recibió en su propia habitación. Un espejo de su alma. La misma elegancia, la misma armonía de tonos burdeos que solía vestir. Lámparas y accesorios forjados de forma exquisita que hacían del lugar una habitación de la corte real. Richard no terminó de escudriñar cada rincón cuando la suave voz de sirena de la señorita captó toda su atención. Sus formas impecables denotaban un cariño, orgullo y alegría desmesurado por haber llegado hasta el final. Richard se lamentó no poder romper las normas de etiqueta para abrazarla y alzarla por los aires, mostrándole la alegría pura que sentía por estar ahí. Estaba seguro de que habría sido una gran metedura de pata. Tras los saludos, se separó y mantuvo la posición de pie, dejando área para que todos pudieran escuchar perfectamente.

Mientras Leona exponía la situación y los motivos de su reunión, Richard la escuchaba con suma atención. Tenía los brazos cruzados, ocultas las manos por la chaqueta que llevaba y jugueteaba con la punta de sus cuchillos mientras pensaba cómo actuar. Los grupos se formaron muy rápidamente ya que todos eran conscientes de cuál era su lugar. Richard no habló mucho ya que no tuvo mucho que objetar gracias a que las cosas estaban desarrollándose como le gustaban. Simplemente añadió.

-Me gustaría decir que, pese a que preferiría evitar tratar con las altas esferas y sus fachadas de modales- trató de llamar falsos lo más educadamente posible a la nobleza- y que me relaciono bastante mejor con gentes más simples, ya me conocéis, hay unos temas con la familia Hochadel, de Arkángel que debería tratar.- Desvió la mirada de sus compañeros a Leona. Ella sabía a qué se refería y aunque ya no precisaba de su aprobación fue un acto reflejo.- De modo que me iré gustoso con Gilbe, pero si se diera la situación de hablar diractemente con esa casa, necesito estar presente.-

Tras su apunte Leona continuó con sus explicaciones y posibles peligros, resolviendo dudas y recomendando formas de actuar. El viaje iba a ser largo y no era la primera vez que lo hacía. Aquella vez no tuvo ningún peligro, pero iban a ser una comitiva muy grande, iban a llamar mucho la atención y había demasiadas actividades en la ciudad esos días. Una luz se iluminó en su cabeza ante una idea simple pero que podría serles de gran ayuda para su seguridad.

-La ciudad…- Hizo una pausa al interferir hasta que logró la atención.- Arkangel es enorme. Y vamos a estar separados. Necesitaremos una buena manera de mantenernos en contacto, lo más rápido posible. ¿Mensajeros? -Preguntó en alto al saber que era lo primero que todos pensarían. – Yo más bien estaba pensando…-Y clavó sus ojos en Juliette.- Juliette. ¿Crees que serías capaz con tus dotes de informarnos pese a la distancia?- Richard esperaba su afirmación pues confiaba en ella. 

 Conocedor de Todas las Materias: Richard Wivernfall tiene conocimientos o pericias útiles en todo campo y materia.

 Ambidiestría: La siniestra de Richard Wivernfall es tan hábil como su diestra. Portar dos armas le es muy provechoso.

 Recuperación de Ki: La energía vital de Richard Wivernfall se recupera seis veces más rápido de lo normal, y se nota.

 Sueño Profundo: Richard Wivernfall duerme como un dragón. Hiberna toda la noche y más. Se levanta tarde y mal.

 Fobia Grave: Richard Wivernfall siente una brutal Pirofobia. Podría ser irracional si se da el caso y sufrir mucho Miedo.

 Perceptivas: Richard Wivernfall tiene una capacidad notoria para Advertir a su alrededor y Buscar en el medio.

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05/08/2013, 13:55
Victoria Blanchett

Mientras que amanecía en el monasterio de Caedus, Victoria seguía durmiendo plácidamente en sus aposentos. Ya podían arrollar la puerta cincuenta hombres, que ella seguiría durmiendo a pierna suelta. La mujer daba vueltas en la cama y se enredaba entre las blancas sábanas, en un sueño algo inquieto... Aunque realmente no soñaba exactamente con nada en concreto, eran imágenes y sombras indefinidas que se mezclaban las unas con las otras sin sentido alguno. Finalmente, Victoria abrió sus ojos verdes y parpadeó varias veces para acostumbrarse a la luz que entraba por la ventana. 

Bostezó y se estiró, perezosa, resistiéndose a salir de la cama aunque sabía que debía hacerlo. Suspira después de bostezar una vez más, como si así dejase los restos de sueño que le quedan. La muchacha se incorpora con lentitud, compaginándolo con otro estiramiento más. Casi está a punto de prepararse para los entrenamientos, cuando recuerda que su tía dijo que ese día tendrían una reunión con otros nuevos inquisidores. Vuelve a suspirar de forma pesada, por las mañanas lo que le apetecía era dar golpes y esquivarlos, entrenar al fin y al cabo, de algún modo tenía que descargar su mal humor matutino. Pero no. Tenía que ir a una reunión. 

Maldiciendo entre dientes, la muchacha se viste y va a ducharse con agua fría, para despejarse y espabilar un poco. Desde que volvió de las pruebas en el abrasador desierto, prefería de lejos el agua fría antes que la caliente.... aunque suponía que con el paso del tiempo, esta costumbre acabaría por esfumarse tarde o temprano. Una vez limpia y aseada, Victoria comenzó a secar su piel desnuda y a cubrirla con un elegante vestido de color granate, sabiendo que es el color favorito de su tía Leona y que realzaba el color de sus ojos y cabello. Ya que se tenía que arreglar, quería estar bella... así nadie se fijaría en el mal humor que tenía esa mañana.

Cepilló su larga melena pelirroja y lo recogió con una sencilla trenza que caía como si fuera una cascada por su hombro, hasta llegar justo por debajo del pecho. Una vez peinada y arreglada, cuando consideró que tenía un aspecto más que decente, se encaminó hacia donde su tía los había convocado. No cruza palabra con nadie, pero saluda cuando hacen lo propio con ella, dedica una sonrisa de medio lado y un movimiento suave con la cabeza. 

Llegó al Jardín de las Rosas, donde estaban otros compañeros a los que ya conocía desde hace diez años... pero apenas entabló conversación con nadie, se alegraba de verlos y confirmar que habían sobrevivido a la prueba del desierto y que ahora todos eran Inquisidores noveles. No pudo evitar sonreirles a todos, aunque apenas tuviese trato con ellos.

El Jardín de las Rosas siempre le había parecido un bonito lugar donde pasar el tiempo libre y dejar que tu imaginación volase lejos de los muros del monasterio, hacia otros lugares desconocidos... Y es que Victoria sentía que el monasterio poco a poco, se le iba quedando pequeño. Ella podría hacer grandes cosas, pero debía ir subiendo escalones paso a paso... y así llegar a ser tan poderosa como Leona o incluso más.

Recibió los cumplidos y los saludos con una sonrisa protocolaria, respondiéndolos con un "Gracias". Pero el saludo que más le llamó la atención fue el que le dedicó Juliette, esa muchacha siempre andaba buscando la manera de rivalizar con ella y superarla siempre que se cruzaban. A Victoria le divertía ese tipo de reacción, por lo que normalmente, solía seguirle el juego. Una rivalidad sana nunca está mal, además sabía que ni a Juliette le caía mal, ni ella estaba disgustada con la muchacha. Aunque otra gran parte de las veces, solía ignorarla y se limitaba a sonreír.

Victoria se limitó a saludarle del mismo modo y a decir:

-Me alegro de veros, Juliette... Estáis realmente hermosa, ¿habéis tenido que madrugar mucho para ese resultado?-dice con voz suave y agradable, acompañado de una sonrisa encantadora, pero con cierto aire burlón muy discreto. Lo hacía simplemente para provocar un poco, ambas se habían oxidado desde la prueba del desierto y recomenzar la rivalidad era un buen ejercicio también. 

Entonces, vio que Valgeir también se unía a ellos y Victoria esbozó la más sincera de las sonrisas. Allí estaba su único amigo de entre los otros nueve inquisidores. Se acercó para tenderle la mano y que se la besara, no le gustaban esos gestos por lo general, pero sí que le gustaba ver ese pequeño gesto de sumisión en él, acompañado de una dedicada sonrisa de suficiencia. Tenía la suficiente confianza con él como para hacer ese tipo de cosas a sabiendas de que no se enfadaría, pero tal vez sí incitado a seguir esa pequeña pelea de egos y de ver quién puede más. 

-Me alegro de verte, Valgeir.-le dice, esta vez sí, con sinceridad. 

Entonces, su tía los hace pasar y acomodarse, como la buena anfitriona que es. Victoria sonríe cuando la abraza, correspondiéndolo con alegría y cariño. La muchacha prefiere permanecer de pie y escuchar atentamente las indicaciones de su tía. Por lo que parece, necesitaban de su ayuda para ir a Arkángel y además, tendrían que dividirse. Altas y bajas esferas y además, establecer un líder. 

Victoria se encogió levemente de hombros, sabía que podría realizar un buen trabajo estuviese donde estuviese, aunque la cosa parecía que la muchacha acabaría trabajando en las altas esferas, para la alegría de su tía, a quien sonrío de manera cómplice. Respecto al liderazgo... Victoria prefería no ser la líder, no quería que la gente esperase mucho de ella (más aún de lo que ya lo hacían debido a su apellido) por lo que, permaneció callada y escuchando las preguntas de sus compañeros y las respuestas de Leona. 

Una nueva aventura se habría paso ante los ojos esmeralda de Victoria.

 Posición Social: Victoria Blanchett pertenece a la Casa Blanchett, Alta Nobleza de Argos, como Leona, Alta Senadora.

 Conocedora de Todas las Materias: Victoria Blanchett tiene conocimientos o pericias útiles en todo campo y materia.

 Legislador: Como Inquisidora, Victoria Chanchett tiene en su poder un Legislador, el Arma Sagrada de la Inquisición.

 Encanto: Si quiere, Victoria Blanchett causa buena reacción en los extraños y vuelve más permisivos a sus conocidos.

 Afortunado: La fortuna está con Victoria Blanchett. Goza de buena estrella y tiene verdadera suerte en ocasiones.

 Sueño Profundo: Victoria Blanchett duerme como un gladiador. Hace falta sangre para alzarla. Se levanta tarde y mal.

 Código de Conducta: Como Inquisidora, Victoria Blanchett ha asumido como propios unos ortodoxos mandamientos.

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06/08/2013, 16:11
Kael

El pelirrojo escuchaba y asentía ante las respuestas. Intentaría llevarse a Ágatha con él pues sus habilidades podían complementarse bien, a parte de que le encantaría tenerla cerca. No pudo contener una sonrisita al pensar que estaría todo un viaje con ella.

Entonces escuchó la intervención de Derek- Siento disentir, compañero, pero como ha dicho la señorita Blanchett, la fama de dicho suceso está diluída. Además, yo personalmente, se que no soy bueno con las lides de la corte, demasiados protocolos y tradiciones para recordarlos todos, y si a eso unimos que la tensión social es palpable por lo que nos comentan, pues no lo veo factible. Un fallo, una torpeza por mi parte y podría estallar una guerra. Y eso es una carga que no voy a echar a mi espalda habiendo gente más cualificada -dijo con una sonrisa para que entendiera que no se lo tomaba a mal, simplemente era consciente de sus habilidades y defectos.

Tras esos momentos, Kael se giró hacia el ángel de Caedus, mirándolo con dureza- Tienes razón, pero el problema es que la gente se olvida de las cosas. Se fijan tanto en que el sol da calor y nos ilumina para vivir que se olvidan que es la luna la que controla el oleaje y la que puede hacer que se inunden aldeas. Todo el mundo quiere el sol, cuando puede que la labor de la luna es más importante y, sobretodo, más sucia -frunció los labios un momento como conteniendo la rabia que había en su interior- Respecto a mi mano, digamos que es algo con lo que tengo que tener cuidado tanto en las altas esferas como en las bajas. Parece que Dios se parece bastante a los humanos, en eso de que concede más atención a unos -señala a Elohim- que a otros -se señala la mano- y si quería ser útil para esta institución tenía que andar un camino peligroso y difícil, más aún que el de un Inquisidor normal. 

Optó por no decir más al ángel, pues la rabia se le acumulaba. Ahora parecía que ese ser "divino" se enmarcaba más importancia todavía- Uno reluce más que otros, pero todos igual de importantes -claro, podría decirse de otra forma- vosotros hacéis el trabajo sucio que nosotros nos llevaremos el mérito.

Después se giró hacia Leona- Discúlpeme, pero... -carraspeó- Habló de un torneo por el milenio. No se si sería buena idea, pero tal vez algún Inquisidor hábil en el combate y que esté en las "altas esferas" debería presentarse. Seguro que hay miembros de los templarios y de la Orden del Cielo inscritos, y sería una forma de intentar ganar prestigio para la orden y el monasterio. Y esto me lleva a otra pregunta -miró a sus compañeros por si la podrían resolver ellos- ¿Como diferenciamos el rango de los diferentes "cielos" de la Orden del Cielo? 

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06/08/2013, 17:04
Valgeir Sten

La negrura desapareció cuando Valgeir abrió los ojos, como casi siempre, había tenido un descanso apacible y sin sueños... que el recordase. Pero lo que no fue apacible fue el despertar.

Al parecer el guardia había tenido que aporrear la puerta durante varios minutos hasta que el joven había despertado, no de muy buen humor. Pero tras el anuncio de que era Leona Blanchett quien deseaba que se presentara en el jardín de las rosas, el joven se dió más prisa, ya que había perdido el tiempo dando vueltas en la cama... o simplemente durmiendo...

Desde la prueba en el desierto no había salido del monasterio, pero le inquietaba saber que su amiga, Maggie, no paso la prueba. Por lo que Valgeir había hablado con ella, la chica parecía no para nada molesta con el resultado, pero no por ello dejaba de ser extraño para Valgeir, que jamas había dudado de que la chica pasaría la prueba.

Con un suspiro, el joven dedicó el tiempo a asearse de forma rápida, ya que había perdido mucho tiempo en ello. Las ropas que se puso, como siempre, fueron sus ropasa de cuero y pieles, sencillo y desde luego... práctico. Aunque quizás no lo suficientemente elegante para la audiencia a la que le habían llamado.

Aún le restaban unos cuantos minutos, así que decidió apurar el tiempo: cogió su bolsa de tabaco y con un papel muy fino comenzó a liarse un cigarrillo. Tuvo cuidad de prensar bien uno de los extremos, más que el resto. Cuando terminó, encendió el cigarrillo en una de las velas de su cuarto.

Cuando el humo atravesó su garganta se relajó de golpe, echándolo en un largo suspiro y vaciando sus pulmones de aire. No se dió prisa, si no que el joven se lo fumo con calma... Era una de las formas que tuvo siempre de calmar su vida en el monasterio. Un pequeño... o no tan pequeño... vicio que cogió a lo largo de los años que, el joven creía, que le ayudaba a relajarse. Ahora sin duda esa afirmación es verdad, pues con el paso del tiempo a creado una dependencia de ese hábito.

Aún tenía otras formas de quitarse el estres diario del monasterio, por llamarlo de alguna forma. Pero sin lugar a dudas esa es, al parecer, la que siempre usa delante de alguien... pese a que prefiere hacerlo en privado.

Apagó el cigarrillo, aún le quedaba tiempo así que salió de su habitación, en dirección al jardín de las rosas. De camino, se colgó a la cintura su legislador, Tormenta, una espada bastarda que recibió tras su prueba. Desde ese momento, odia separarse de ella... así que la lleva siempre que puede, colgada al lado izquierdo de la cintura.

************************

Cuando llegó al jardín de las rosas, Eriol le saludó y le recibió con un apretón de manos. Con una sonrisa de medio lado Valgeir se lo devolvió. Cuando el joven, al que sacaba bastante altura intento apretar más de la cuenta Valgeir se lo devolvió, aunque no de malas formas... más bien como un juego:

-Creo que a partir de ahora... no creceré mucho más- Contestó al joven Eriol, con esa voz grave y seria de Valgeir, nada propia de su edad -Pero sí espero crecer en, otros aspectos...- guiñó un ojo de forma simpática al chico.

A Richard, quien le había dado un apretón en el brazo se lo devolvió de la forma debida, igual que saludó cortés y amablemente al resto de sus compañeros. No es que tuviera gran relación con ellos, pero sí los conocía... al menos de vista y de oidas. A algunos mas que a otros.

A Victoria sí le saludó, sin embargo, de forma algo distinta. Siguiendo el mismo juego que la chica había iniciado se inclinó besando su mano suavemente:

-Tan suave y hermosa como siempre, Victoria...- Saludó, exagerando las cordialidades y con un pequeño deje de sarcasmo en la voz por algo... que seguramente sólo ella comprendería. Un pequeño juego que ella había iniciado y el joven sabía, que no le molestaría.

Cuando por fin apareció la guardia, Valgeir se extrañó de que los hubieran llamado a los mismos aposentos de Leona, y fue uno de los que frunció el ceño en señal de extrañeza. Sin embargo no medió palabra y siguió a la guardia junto al resto de sus compañeros.

************************

No le extrañó la manera en que Leona le tocó el hombro, al fin y al cabo no tenía casi ninguna relación con ella... pero inclinó la cabeza cordialmente en señal de agradecimiento a su "felicitación"
Las relaciones siempre las tuvo con la sobrina, nunca con la tía. A pesar de que se le daban bastante bien las clases que impartía... Valgeir siempre fue más diestro aún en la lucha que en las palabras, aunque el joven estaba seguro de que Leona apreciaba una cosa: Valgeir nunca subestimó el valor de las palabras... sabiendo que podían ser tan o más peligrosas que el filo de Tormenta.

Tras el anuncio de la tarea, Valgeir no se preocupó en decir palabra. Tenía un objetivo y lo cumpliría. En cuanto a su "guardaespaldas" lo decidió al instante. Valgeir es un joven de ideas rápidas y fijas... además que sabe que cierta persona nunca le perdonaría el dejarla en el monasterio... cuando tuvo la posibilidad de llevársela con él:

Maggie...

No sólo era la elección apropiada, según las ideas de Valgeir, ni tampoco era en el exclusiva por las represalias que la chica pudiera lanzar hacia él. Si no que, Maggie, sería capaz de hacer cualquier cosa por el, igual que él lo haría por ella. Era una de las pocas personas, a las que Valgeir confiaría su vida... por no decir a la única.

Tal como se desarroyaba la conversacion, Valgeir supo que le tocaría ir a las bajas esferas. Era bueno con las palabras y tal vez, pudiera ser de utilidad allí, y por su forma de vestir quizás se sintiera más cómodo... ya que en las altas tendría que, desde su punto de vista, cambiar ligeramente lo que es.

No dijo nada, a pesar de eso ante la última propuesta de Richard, Valgueir, sí miró interrogante hacia Juliette. Después observo curioso la intervencion de Kael. Siempre manteniendo el porte de una persona alta y fuerte, y con la muñeca descansando en la empuñadura de Tormenta, objeto que, estaba muy orgulloso de llevar.

 Ver lo Sobrenatural: Los ojos de Valgeir Sten sin duda han demostrado ser capaces ver magia, mente y espíritus.

 Conocedora de Todas las Materias: Valgeir Sten tiene conocimientos o pericias útiles en todo campo y materia.

 Legislador: Como Inquisidor, Valgeir Sten tiene en su poder un Legislador, el Arma Sagrada de la Santa Inquisición.

 Adicción o Vicio Grave: Valgeir Sten ha encontrado refugio en el tabaco como consuelo a un duro entrenamiento.

 Sueño Profundo: Valgeir Sten duerme como un gladiador. Hace falta sudor para levantarlo. Se levanta tarde y mal.

 Código de Conducta: Como Inquisidor, Valgeir Sten ha asumido como propios unos ortodoxos mandamientos morales.

 Destreza: Valgeir Sten ha pasado tantísimas horas blandiendo la bastarda que su coordinación ojo-mano es sensacional.

 Intimidar: Cuando Valgeir Sten te agarre por las solapas, prepárate para ceder. Puede hacer mucho por las malas.

 Frialdad: Valgeir Sten ha cultivado la personalidad glaciar de un Inquisidor. Su mente fría es muy loable y meritoria.

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06/08/2013, 22:34
Derek Volarn

Sentí francamente vergüenza de que Leona tuviera que repetir sus palabras pues lo interprete casi como una reprimenda, a mis ojos. Me sentí como un niño estúpido que no se había aprendido la lección.


- Disculpe señorita Blanchett… - La trate con cordialidad, pero sin excesos, al fin y al cabo eran diez años. – Tenéis razón, no debí insistir con el tema.


Mire después a Kael, que también añadía unas palabras al asunto, las suyas me parecieron menos arrolladoras, no por que tuvieran menos valor, si no porque no era Leona, esa era una diferencia importante. A Kael le dedique una sonrisa sincera decorada de todo el encanto que no podía evitar desprender, tuteándole, como compañero que era.


- Amigo Kael. – Dije aun sonriendo, remarco que dije “amigo” en vez de “compañero”, pues con mi tono parecía un deseo. – Ambos tenéis razón, por supuesto, es mejor confiar en las habilidades de los distintos equipos que en su fama, y seguramente las tuyas sean muy útiles en una esfera más que en otra, por tanto no entrare en el tema, pero sí que haré un último comentario al respecto. – Sonreí con picardía, pasando la mirada por todos los que estaban en la sala. – El sol brilla, pero existen los eclipses.


Intente dar un hachazo a lo que a mi entender era una tensión entre Elohim y Kael, no sabía si era unidireccional o bidireccional, pero era innecesaria, y con mi frase intentaba, tal vez, hacer ver a Kael que tenía mucho valor, y a Elohim que no era el único con valor. Realmente de no haber estado Leona delante, habría sido más descortés, como con Cedric y su exagerado clasicismo.


Tras eso le dedique una mirada a Eriol, mi amigo Eriol, ese chaval tenía la capacidad de contagiar su alegría y buen humor sin necesidad de llegar a los extremos de Landon. Le sonreí mirándole, casi era evidente que estábamos manteniendo una conversación sin palabras. Sopesábamos en silencio los pros y los contras: A ambos nos hacía ilusión ir a las altas y cada uno por sus razones de peso, el sabia, como yo, que algunos rasgos de mi comportamiento podrían no ser tan útiles en las bajas, “andas como si volvieras a ser Conde” Era algo que Cedric decía con frecuencia. En ese momento me planteaba dejarme llevar por la subjetividad o la objetividad, subjetivamente quería que Eriol demostrara de lo que era capaz, pues seguro que era su razón para escoger las altas, objetivamente me planteaba que a lo mejor yo era más útil en ese lugar. Entonces sonreí, como si hubiéramos tomado una decisión, Eriol elegía las bajas y yo las altas.


Eriol ira con el sol, yo con la luna.


Sonreí, si, lo había dicho al contrario de lo que seguro ambos habiamos decidido en nuestra conversación no verbal. Objetivamente, ambos podíamos desenvolvernos con algo de soltura en cualquiera de las dos esferas, y subjetivamente, después de años de amistad con ese canijo, de ser el que les seguía siempre, poco atrevido a participar en sus diabluras, ¿sabéis el gusto que da, convertir al reí de las travesuras, en víctima de una? Sonreí con la suficiencia y picardía de saber que la decisión tomada ya no tenía marcha atrás. Por supuesto, esa travesura por chinchar a Eriol, no la habría hecho sin estar seguro de que daría la taya.

- En cuanto a mi guardián. – Volví a mirar a la profesora. – Confió en el criterio de los maestros más que en el mío para elegir quien es apto para venir conmigo, o yo acabaría escogiendo a cierto monje que no sabe pelear.


Me reí un momento, por todos era bien sabido que pasaba muchas horas en la iglesia, puede que más que nadie, y muchas de esas horas en compañía de Marcus, un guía espiritual para mí.

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06/08/2013, 22:53
Juliette Bourgeois

 

En aquel lugar, y en aquel punto de la conversación todo el mundo intentaba tirar para su terreno...

Elohim, descaradamente, había propuesto llevar a una Santa con él en lugar de a un guardia eclesiástico, como había dicho expresamente la profesora Blanchett. Después de la contestación de Leona, Juliette se decidió a intervenir, allí estaban todos en igualdad de condiciones... allí la santidad y los favores de los profesores no iban a ayudar al angelito.

 

 

-Perdonad que me entrometa en este asunto.- Dijo a la vez que dirigía sus preciosas ojos verdes hacia la profesora y hacia el Ángel de Caedus-. Elohim, querido, no creo que sea conveniente que Santa Astraega viaje con nosotros... me explico.- Se aclaró la voz un segundo y continuó hablando-. Nuestra misión es vender las bondades de la Santa Inquisición a los habitantes de Arkángel, si no me equivoco-. Miró fugazmente a la profesora de Artes Sociales -. Ya somos demasiados inquisidores juntos.- Señaló con la mano abierta a todos y cada uno de los allí presentes-. Como para que, además, se nos una otra Santa de la iglesia... Eso, a mi parecer, lo único que conseguiría sería ponernos más en peligro a todos. Qué jugosos serían dos Santos en la misma localización para un ataque enemigo ¿Cierto?.- dirigió su mirada de Jade por toda la sala -. Creo que aquí debería primar un poco la cordura y el sentido común... De hecho, si nos lleváramos por lo bien que se compenetran dos personas, creo que el tiempo que estuviéramos en Arkángel, el Monasterio se quedaría sin Profesora de Historia.- Claramente hacía alusión al ardiente deseo de que su hermana les acompañara en el viaje, pero no podía ser, ella no era un guardia... la Santa Astraega menos. En aquel punto dirigió una sonrisa cordial y amable al Ángel que se encontraba frente a ella y esperó su respuesta-. Perdón por la interrupción compañeros.

Durante largo rato estuvo dando vueltas a quién podría ser su acompañante, barajó bastantes opciones, entre ellas Bella, que la había acompañado en la anterior misión a Arkángel, pero no estaba segura de que quisiera volver... no pareció gustarle mucho aquel ambiente, aunque no se le daba mal. En un punto del batiburrillo enorme de nombres que tenía en la cabeza, el escuchar su nombre la sacó de sus pensamientos.

-Perdona Richard ¿puedes repetirme la pregunta?, estaba inmersa en mis cosas, lo siento.- Guiño un ojo al joven y cuando éste le repitió de nuevo la pregunta se dio prisa en contestarle -. Siento no seros de utilidad en ese aspecto querido, esos poderes no están entre los que poseo .- Se la notaba apenada por no poder ayudar a sus compañeros, ¿o no era eso? -. La "Mensajería" siempre fue asunto de Charlotte, una pena que ella no vaya con nosotros, la verdad que no es una mala idea... lo único que yo puedo ofreceros es teletransportarme para informar, pero sin conocer vuestra localización sería como buscar una aguja en un pajar. Lo siento.

 

 

Era mucho más probable que fuera porque iba a echar de menos a su hermana, llevaban juntas toda su vida, se habían separado contadas veces, y esta iba a ser una más... ya no sentía aquel terror que la atenazaba cuando no podía verla, pero seguía echándola de menos, era como arrancarle una parte de si misma. En cuanto se dio cuenta de lo apenada y triste que se veía una hermosa sonrisa volvió a dibujarse en sus labios y esperó a las contestaciones de sus compañeros, Aún no había escogido a su guardia... pero ya lo haría tarde o temprano.