Partida Rol por web

Ante tu comentario el amenazador mercenario se para en seco, lanzándote una fría mirada, la sonrisa que tenía hasta entonces había desaparecido por completo.

Mas impresión les causo tus palabras a sus compañeros, los cuales dieron un salto atrás y desenfundaron sus armas como si esperasen un ataque en cualquier momento por parte de "tus hombres", desde luego se les veía nerviosos.

El que parecía el líder siguió observandote durante unos largos segundos, a este mas que nervioso se le veía furioso, al cabo del cual te habló

- Tu ganas esta vez preciosa, pero por todos los Dioses del firmamento que tu y yo nos volveremos a ver - Dejando esta promesa amenaza en el aire, hizo un gesto a sus compañeros y los tres abandonaron el establo dejandote allí a solas

Alegre se apresuró a ocultarse detrás de una esquina del establo, cuando vio que los mercenarios se dirigían a la puerta. Los vio regresar a la taberna, mientras se preguntaba qué había pasado. Después de todo, parecía que la mujer era algo menos idiota de lo que había creído. ¿Sería cierto que estaba al frente de una partida de guerreros? Si bien su aplomo y su seguridad al hablar resultaban bastante convincentes, Alegre se preguntaba por qué la comandante de un grupo de guerreros se adelantaría sola a buscar albergue en una taberna de mala muerte. Se encogió de hombros y comenzó a caminar hacia la taberna. Fuera o no cierto, ya no tenía la menor importancia. Había estado a un tris de arriesgar el pescuezo por nada. ¿Cuándo aprendería a dejar de meterse en líos? Lo único que había conseguido era mojarse todavía más, justo cuando estaba comenzado a entrar en calor. Escupió en el suelo y murmuró entre dientes.

—Lo dicho: Las mujeres sólo causan problemas.

Suspiró, igual de tranquila que se había mostrado desde que entró a aquella taberna, y salió del establo para buscar a Deah, que en aquel momento debería estar pasándolo mal allí fuera, en el poste donde la ató, bajo la lluvia.
Al encontrarla intenaría buscar un mejor sitio donde atarla para que la lluvia no le llegara tanto, bajo cualquier tipo de techo, o incluso árbol con el suficiente volumen... Lo que fuera.
Le sabía mal, pero no había podido hacer nada para que aquella fuera una noche tranquila para ambas.
Tras entrar de nuevo a la taberna pediría que fuera conducida hacia su habitación y que le llevaran allí la cena. Lo último que le apetecía era volverse a topar con cualquiera de esos tres indeseables. Y tampoco le hacía la menor gracia tener que estar rodeada de la chusma de por allí mientras comía.
Además no sabía con que servicios contaba el lugar, pero preguntaría por si podían prepararle un baño. Sabía que no serían como los del palacio, pero en aquel preciso momento intentaba que la paranoia no se adueñara de ella para así empezarlo a comparar todo.

Mientras terminaba de hablar todo aquello con el encargado, la duda de quién sería su compañero de habitación empezó a asaltarla.

Tras buscar un sitio mejor para tu montura, tampoco mucho mejor pues seguía al agua, volviste a entrar en la Posada. Las miradas que te dirigieron mostraban cierta sorpresa, estaba claro que no esperaban verte de vuelta tan pronto y con toda tu ropa...

Los tres indeseables al menos no estaban presentes.

Ante tu pregunta sobre un baño el posadero - Lo siento señorita.. pero esta es una humilde posada, no disponemos de tales lujos.. tal vez si no hubiese tantos clientes, pero ahora mismo seria totalmente imposible - Se disculpo

En cuanto a lo de subirte la cena a la habitación - Vera señorita, por problemas de espacio hemos tenido que meter 4 personas en las habitaciones dobles y 2 en las individuales - lo escuchas toser un poco - No son habitaciones grandes como esas de ciudad, mas bien lo justo para dormir y ahora mas aun...

Voki: A ti de momento no te comento nada, pues mas o menos has visto todo lo que ha pasado. Supongo que regresas a la posada... (confirmamelo si es asi)

Intentó no parecer sorprendida ni indignada, pese a mostrarse todo lo contrario por dentro. Definitivamente nunca lograría acostumbrarse a ambientes tan cutres y poco cuidados como aquel. Si no había sitio, que no acogieran a más gente de la que se debía, y se preocuparan por la comodidad de quienes sí podían pagar más por servicios menos caóticos y más... como debían ser.
Decidió, aun con todo, quedarse a comer allí abajo. Si pensaba partir al día siguiente debería tener la energía suficiente. Había pensado también que le convendría algún tipo de acompañante. Un... guía, o algo por el estilo, ya que los páramos a los que se iba a adentrar le resultaban totalmente desconocidos. No sabía cómo pensaba hacerlo...
¡Odiaba que todo fuera tan difícil y complicado! Aquella no era vida para ella. Quería entrar en acción de una vez. Pero en acción de verdad, nada de todo aquello, de lo que había "entre medias" de la neutralidad del palacio y las batallas; el viaje.
Por el momento decidió no pensar en ello y ordenar que le prepararan cualquier cosa, para poder cenar rápido e irse a su habitación antes de que hiciera falta encontrarse con aquellos tres.
En cuanto pudiera, se haría con alguna capa con capucha para echarse siempre por encima y no llamar tanto la maldita atención.

Alegre volvió a dejarse caer en la silla de la mesa junto a la puerta y resopló con hartazgo. A través de una ventana próxima se veía el resplandor de los rayos que azotaban el bosque cercano. Su conocimiento del clima de aquella región le decía que no escamparía hasta el amanecer. Odiaba pasar la noche encerrado entre cuatro paredes, pero no parecía que los cielos quisieran darle opción. No tendría más remedio que quedarse allí. Se levantó y se acercó al posadero, pasando junto a la mujer que, estúpidamente, había querido salvar. Hizo un esfuerzo consciente para no mirarla de reojo. A pesar de todo había que admitir que era realmente hermosa, quizá demasiado.

—¿Cuánto por pasar la noche en el establo? —le espetó al posadero, con su voz profunda y cascada.

Aeryn: Media hora despues el posadero consigue despejar una mesa, los pocos campesinos que quedaban ya se habian marchado a sus casas, para que pudieses comer.
La comida desde luego no se podía comparar a la que habías estado acostumbrada en tu casa, pero sin duda era mucho mejor que las raciones secas de viaje. En si consistía en una picante sopa de pan y ajo, especialmente buena para el frío que hacia, seguido de un estofado de carne con legumbres que en caso de producirse algún tipo de guerra entre estas, las legumbres estaban en clara mayoría frente a la carne.
Al menos durante toda la comida no hicieron aparición ninguno de tus tres admiradores

Voki: El Posadero, que te conocía lo suficiente, te ofreció dormir gratis en el establo, siempre y cuando encontrases un hueco, que viendo como estaba este, no iba a ser tarea fácil.

Alegre agradeció al posadero y se dirigió al establo. No es que no tuviera dinero para una habitación, pero jamás podría compartirla con un extraño. De hecho, también se le dificultaría compartirla con alguien conocido. Alegre tenía problemas para confiar en la gente. Claro que él no consideraba eso como un problema. Para él la desconfianza era más bien una virtud.
Además, las camas eran demasiado blandas y las habitaciones solían estar demasiado calientes para alguien que había pasado casi toda su vida durmiendo a la intemperie. El establo se parecía más a dormir resguardado en alguna cueva, salvo por el olor de los animales, pero en peores condiciones había tenido que dormir.
Esta vez, antes de salir por la puerta, no pudo resistirse a echar una breve mirada a la mujer, por encima del hombro. Intentó recordar cuando había sido la última vez y no pudo, lo que significaba que había sido mucho tiempo, porque él tenía buena memoria. Sacudió la cabeza, tratando de olvidar el asunto y salió de la taberna.

No le hizo asco alguno a la comida, la cual tomó con bastantes ganas tras haber estado incómoda en aquel aspecto de las comidas a causa de las raciones de viaje las últimas semanas. Su estómago ya se había ido acostumbrando a aquel ritmo y tipo de comida, pese a haberle costado su tiempo al haber estado toda su vida acosumbrada a exquisitos alimentos de los más altos en calidad. Tras haber terminado con todo decidió irse a su habitación con tal de dormir como pudiera, dando las gracias a los dioses por no haberse topado con ninguno de esos tres indeseables. Por la mañana partiría a primerísima hora, lo que significaba que aun podía tener esperanzas con no volverles a ver.

El establo estaba atestado por las monturas, y por lo visto no era el único cliente que dormiría hoy en el establo, pero viendo como seguía lloviendo aquello era toda un lujo, al menos se estaba caliente, aunque el olor dejaba mucho que desear... Continuo lloviendo toda la noche, si bien no tuviste ningún percance, por lo mañana el cielo amaneció libre de nubes, no iba a ser un mal día.

Al entrar en la habitación te encontraste con un hombre que dormía abrazado a la almohada, al entrar, se despertó y se te quedo mirando con la boca abierta, era un hombre no especialmente atractivo, casi calvo ya, salvo por unos mechones y entrado en carnes.. tras unos segundos así, agitó la cabeza como negando, se dio la vuelta, dándote la espalda y siguió durmiendo.

Tu cama como la de él consistía en un viejo colchón y una almohada, tirado directamente en el suelo y con dos oscuras mantas para taparte... quien sabe las enfermedades que uno podía coger durmiendo en un lugar como aquel.

Veinte minutos después de acostarte, comenzó la sinfonía de ronquidos de tu hermoso acompañante, por lo demás la noche transcurrió sin problemas