Partida Rol por web

Lo cierto es que Hanne se encontraba tranquilamente en el interior de su tienda rezando. Como durante todo el viaje, seguía vistiendo su fina túnica de sacerdotisa, sin que el frío pareciese afectarla lo mas mínimo.

- ¿Si? - te respondió suavemente - ¿Necesitáis algo?- Luego hace una pausa - No he salido porque me imaginaba que nuestro gran explorador ya lo tendría todo bajo control... de todas formas... si veis que estáis a punto de congelaros podéis venir, puedo usar el poder de nuestra Diosa para protegeros.

Y dicho esto, se volvió de espaldas y continuo con sus rezos.

Alegre continuó removiendo la nieve, al tiempo que miraba a Aeryn de reojo, con todo el disimulo del que era capaz. Se quedó esperando su respuesta desdeñosa, que extrañamente no llegó.

Procuró no mostrar sorpresa, cuando la vio acercarse con una pieza de su reluciente armadura. Lo de usarla como pala sólo había sido otra provocación de su parte. Apostaba sus botas a que ella lo enviaría a paseo. Sin embargo, había accedido sin chistar y ahora estaba a su lado, con una expresión que nunca había visto antes en aquellos grandes ojos, más azules que un cielo de verano en el sur.

Procurando no mirarla a la cara, cogió la pieza de la armadura y, sin quererlo, rozó uno de sus delicados dedos con su rústica manaza. Una vez más, sintió ese familiar escalofrío, recorriéndole la espalda.

Le dio la vuelta al trozo de metal finamente trabajado, observándolo con detenimiento.

—Servirá —afirmó con un tono mucho más suave que el que solía utilizar—. Lo secaré, después, para que no se oxide.

Se puso a recoger la nieve con el nuevo implemento y echarla sobre el montículo que ya habían empezado él y el sacerdote. Cuando la muchacha se estaba apartando de su lado, dijo.

—No pongas esa cara, mujer. Me has pagado para no perderte y para que no te pase nada en tu viaje. —le echó una breve mirada nerviosa, antes de volver a concentrarse en su labor—. Mientras yo esté aquí, nada te va a pasar.

Inmediatamente se arrepintió de lo que acababa de decir. ¿Qué diablos había sido eso? ¿Cuándo aprendería a cerrar la boca? Para un tipo como él, una frase cómo aquella equivalía a una confesión de amor. Por suerte no había olvidado mencionar que lo hacía todo por el dinero. Sintió que una oleada de calor le subía a la cara. No volvió a apartar la mirada de la nieve y se puso a palear con más ahínco.

Tras una hora de duros trabajos, conseguís hacer un pequeño muro de nieve, de casi un metro de alto y en apariencia robusto, que en principio os resguarda bastante del viento.

Hanne acaba saliendo de su tienda vestida con su fina túnica. Reúne unas ramas de alrededor, y tras tocarlas con su dedo después de murmurar unas palabras en bajo, enciendo fuego. Tras esto, y como si estuviera en mitad de un día de campo, se pone tranquilamente a preparar algo de comer, así como un poco de te caliente, usando unas hierbas que llevaba consigo.

Después de un rato cavando, con la respiración agitada, se levantó y miró aquella columna. Colocó ambos brazos en jarra, y rió algo.

-Parece que hemos conseguido..lo que sea que queramos conseguir.

Después se marchó a un lado y se acercó a la sacerdotisa.

-Discúlpeme, no pretendí despertarla, si eso fue lo que hice. Solo me preocupaba por su estado..

Comentó, bajando la cabeza algo. Desde que había pasado todo aquello, se mostraba mucho mas respetuoso con Hanne. 

-Bueno...sea lo que fuere, parece que ya hemos logrado nuestro objetivo.

Miró a los otros dos. Que pareja tan extraña. Y que divertida.

Sonrió casi sin querer, y entonces volvió a mirar a la sacerdotisa. El jamás pensaría algo así, por ejemplo, con ella. Su misión era llevarla a salvo a aquel lugar, y luego volver. Aquello pondría fin a su vida como Guerrero sagrado de Ivhist de la orden errante.

A modo de respuesta, la sacerdotisa te tiende una taza de te acompañada de una corta sonrisa. Sigue sin hablarte mucho, si bien su actitud hacia ti ha mejorado bastante, o eso crees.

Apenas se dio cuenta del cambio en el tono de voz del explorador al hablar, para ella seguía siendo el mismo malhumorado e irascible Voki de siempre.

- Si a mí me pasara algo te quedarías sin tu recompensa ¿no es así? - la dureza y la rabia volvió a hacer acto de presencia en la voz de la muchacha.- A ti y a tu bolsillo les interesa cuidar de mí.

Dio media vuelta dejándole allí solo y se acercó donde estaban los sacerdotes tomando un té. Aeryn no se podía creer, mirando a Hanne, que pudiera aguantar aquel frío así vestida. Desde luego parecía que sí contaba con la protección de su diosa.

- ¿Me puedo sentar con vosotros?

El chico recibe la taza de te, agradecido. Sabía que aquel gesto, al menos, era señal de aceptación. Entonces, tomó unos pocos sorbos, y le sonrió.

En realidad estar cerca de una mujer religiosa le hacía sentir bien: Era mas una prolongación de su propio ser. Se arrepentía en demasía de los sucesos anteriores...

Entonces, Aeryn se acercó a ellos: Aquella bella muchacha que parecía estar en discusión siempre con Voki. De igual modo le sonrió, y esperó que hablara la sacerdotisa, quien, esperaba, no le negaría una taza de te.

-¿Como estás?

Le preguntó a la muchacha, directamente. Era su naturaleza: Preocuparse por todos. Y aquella mujer, hacía nada, casi se puso a llorar por culpa de Alegre.

La sacerdotisa te ofreció una taza de cálido te a ti también, Aeryn, cuanto te sentabas. Lo cierto es que la pequeña hoguera que habían encendido esta resultaba muy agradable, pero aun lo era mas el té de extrañas hierbas que había preparado.

- Tal vez sea un buen momento para preparar la comida tambien - Dijo, y sin esperar respuesta empezo a preparar algo de sopa con los restos de pan duro que os quedaban y algo de ajo, así como trozos de carne

- Estoy bien, gracias. -Las palabras no se correspondían ni con la expresión de su rostro ni con el tono de su voz.

Agradeció con una inclinación de cabeza el té que la sacerdotisa le ofrecía. La bebida caliente y las llamas de la pequeña hoguera consiguieron templar un poco su cuerpo pero no su estado de ánimo. Observó a Hanne preparar con gran soltura la sopa y, por unos breves segundos, sintió una punzada de celos. Por lo visto yo no sirvo para nada y sólo soy un estorbo. Echó un rápido vistazo a Voki, que seguía donde le había dejado, y la rabia y el orgullo volvieron a ella. Pues lo siento mucho por él, porque si quiere su dinero me tendrá que aguantar.

- Sólo espero que esta tormenta no nos retrase demasiado. Quiero llegar cuanto antes a la mina.

-Entiendo..Si, esperemos eso.

Miró a la muchacha: Se encontraba enojada con Voki..Aunque parecían siempre estar molestos el uno con el otro. No se, era todo tan extraño... 

De igual modo, decidió marchar a dar apoyo a su compañero. Le tendió la taza a la sacerdotisa con suma delicadeza, mirándola con una sonrisa.

-Muchas gracias, sacerdotisa. 

Luego se levantó y marchó junto a Voki.

-¿Algo en que pueda ayudarte, Alegre?

Le comentó, sonriéndole levemente mientras se acercaba a su posición.

Las palabras de reproche de Aeryn, antes de que se marchara hacia la tienda de la sacerdotisa, hicieron que Alegre sintiera un nudo en la garganta. Cuando otras personas le echaban en cara su amarga insensibilidad, solía sonreír interiormente. Le agradaba escandalizar a los idiotas y alejarlos de su presencia. Pero con aquella jovencita era diferente. Cada vez que ella le tomaba por un monstruo amargado, Alegre sentía un extraño desasosiego, mezcla de furia y melancolía. Volvió a empujar nieve y por enésima vez se repitió que era mejor así. Si ella no se enteraba de nada, era porque estaba haciendo bien las cosas. No se estaba ablandando. Nadie podía notar sus verdaderos sentimientos. Debía seguir como hasta ahora. Sólo debía aguantar seis días más. Sólo seis días, si esta maldita tormenta se alejaba pronto. En seis días no la vería nunca más y volvería a ser el Alegre de siempre. Sin embargo, Temía que, en seis días, ella desapareciera pero su imagen le siguiera atormentando cómo hasta ahora. Más aún, temía que fuera a extrañarla y que ni su ausencia le diera paz. Le embargó una sensación de tristeza, que no pudo definir, pues nunca la había experimentado antes.

La aparición de Phey, quien le ofreció ayuda, le sacó de sus amargas reflexiones.

—No, claro que no —le respondió con tono sarcástico, sin dejar de palear nieve, con la pieza de armadura de Aeryn—. ¿Qué te hace pensar que necesito ayuda? Me encanta acarrear nieve yo sólo.

La comida que prepara Hanne resultaba mas que aceptable.

La nieve no para de caer durante todo el día y parte de la noche. Poco es lo que podéis hacer en estas condiciones salvo aguardar a que todo pase.

Las guardias transcurren tranquilas, si bien, durante la noche hasta vuestros oídos llega el sonido de lejanos cuernos desde el Norte, acompañadas por unos inquietantes aullidos.

A la mañana siguiente, la nieve lo cubre todo con un espesor de alrededor de un pie. Esto os dificultara algo la marcha, pero lo peor tal vez sera las huellas que quedaran marcadas en la nieve.

Alegre se envaró en actitud de alerta, cuando escuchó los cuernos, en la lejanía.

—Esos son los cuernos de los pieles verdes —informó a sus compañeros con un tono sombrío—. No deben estar lejos de aquí. Probablemente estén cazando. Tenemos que movernos más rápido. Debemos salir de este territorio cuanto antes.

Miró hacia atrás, observando las huellas que estaban dejando en la nieve. Si bien los sonidos venían del norte, no le gustaba la idea de dejar un rastro tan claro, a los pieles verdes que pudieran estar a sus espaldas.

—Caminad en fila, detrás de mí y pisad donde yo piso —le dijo a los demás—. No podemos evitar que vean nuestras huellas, pero podemos dificultarles el saber contra cuantos van a tener que vérselas, si nos siguen.

Phey se acercó a Alegre, una vez despertó. Preparó a su caballo y alertó a las muchachas, si aún no habían despertado. Entonces, trató de ser cuidadoso y hacerlo...aunque, por supuesto, tenía una duda..

-Los caballos no podrán seguir nuestras huellas. ¿Qué hacemos con ellos?

Comentó, tratando de atar cabos sueltos. Su posición en la avanzada sería la del último, guardando la retaguardia, y se prestó a tomar los dos caballos de las riendas para que las mujeres pudiesen estar mas desocupadas en caso de ataque.

—No vamos a bajarnos de los caballos —respondió Alegre—, a menos que entremos en terreno peligroso e inestable, lo que espero que no suceda. Lo que quise decir es que pongan los caballos en fila. Así no se sabrá cuántos son, por sus huellas —se encogió de hombros—. No que nos vaya a servir de mucho, pero al menos puede hacer dudar a los pieles verdes.

Escuchar aquellos cuernos hizo que su piel se erizara de miedo, pero a la vez otra sensación contradictoria la embargaba, excitación por la idea de poder poner en práctica todo lo aprendido con su espada.

Asintió ante la idea de caminar unos detrás de otros para no delatar cuántos eran pero, al pensar en los caballos que llevaban paseó la mirada del explorador al sacerdote.

- Me parece una buena idea. Vosotros dos váis delante en el caballo de Phey, luego os seguirá Hanne y yo cerraré la marcha. -Mi voz sonaba autoritaria aunque en el fondo estaba convencida que Voki tendría algo que objetar. Aquel hombre sólo parecía disfrutar con las discusiones y llevando la contraria a todo el mundo.