Partida Rol por web

-Será mejor que nos quitemos la ropa e intentemos no mojarla, así nos secaremos mejor. Digo algo acelerado pues el tiempo apremia.

Sin pensarlo dos veces comienzo a quitarme toda la ropa de encima y la doblo lo mejor que puedo para que no ocupe mucho espacio e intento envolverla con la parte superior haciendo una especie de bulto. Lo apoyo en el mango de mi hacha y estiro los brazos hacia arriba intentando imitar la posición que tendré que mantener una vez dentro de la corriente.

Ahora parece fácil, una vez dentro ya veremos.

En otras circunstancias podría disfrutar de la vista del hermoso cuerpo de Keloa desnudo, pero con diez orcos y dos narog pisándonos los talones no estaba para ese tipo de cosas. Cuando ella está lista me acerco a la orilla.

-¿Lista? Pues vamos allá.

Doy un salto potente para sortear las rocas de la orilla y caer en una parte con la profundidad suficiente para no chocar contra el lecho al caer y que la corriente me arrastre. El contacto con el agua me produce un escalofrío. Está realmente fría, tanto que al primer contacto estoy a punto de perder la posición y bajar los brazos que llevo en alto, pero logro controlarme y sigo manteniendo como puedo mi ropa a salvo del agua.

Bueno, de momento va bien, a ver si podemos conseguirlo.

Me dejo arrastrar corriente abajo junto con Keloa.

Keloa mira con curiosidad a su compañero tras escuchar su idea. Durante más rato de lo que acostumbra a mirar a ninguno de los O'Shar. Quizá un par de segundos de más. Parece gratamente sorprendida por su idea que, rápidamente pone en práctica. Sin dudarlo ni un momento empieza a desvestirse, recogiendo las pieles que cubren su cuerpo y quedando descalza en la nieve, consigue enrollarlas alrededor de sus dos jabalinas, que sujeta con una mano dejando la otra libre para llevar el puñal Kryll.

Sin embargo, ella no salta hasta la orilla... Introduce primero un pie y luego el otro, con la mirada al frente y sin dudar aunque el bello de su piel, curtida por algunas cicatrices blanquecinas pero de apariencia suave, se eriza. Pero algo no parece funcionar del todo bien...

Sentís el agua terriblemente fría sobre vuestros desnudos cuerpos. El rió, con un caudal medio en esta época del año, debe tener unos 30 metros de ancho y no menos de 2 metros de profundidad. Al principio todo va bien, os dejáis llevar por la corriente un poco para intentar despistar a los pieles verdes.

Es entonces cuando el cuerpo de Keloa es subccionado de repente por el agua, desapareciendo bajo las aguas... durante largos y angustiosos momentos no la ves por ninguna parte... luego escuchar su voz gritando, decenas de metros mas abajo, con el cuerpo ya a flote, arrastrada por la fuerte corriente y luchando por no ahogarse.

Aun mas abajo sus ropas enrolladas en torno a las jabalinas se alejan incluso mas rápido que tu compañera.

Cuando veo a Keloa en peligro hago acopio de todas mis fuerzas y catapulto con mis brazos mi hacha y mis ropas hacia la orilla contraria. Aunque no me fijo mucho creo que lo he lanzado lo bastante fuerte como para que llegue. Centro mi atención en Keloa y nado fuertemente hacia ella para intentar ayudarla.

-Aguanta!! Ya llego!! Grito como puedo mientras el agua entra a oleadas por mi boca y la escupo como puedo.

Tengo que ser rápido si quiero ayudarla antes de que se ahogue o se golpee con alguna piedra.

Gracias a tu poderosa fuerza, producto de muchos años llevando tu físico al limite y por supuesto la genética O ´shar, tu hacha junto con tu ropa aterrizan en la orilla opuesta a la que entrasteis.

Cuando vuelves tu mirada hacia Keloa, ves que esta sigue alejándose, debatiendose contra la corriente por salvar su vida.

Veo como Keloa se revuelve unos metros por delante de mi mientras trata de no ahogarse. Comienzo a nadar lo más fuerte que puedo intentando alcanzarla mientras procuro no ser arrastrado por la corriente yo mismo.

Tengo que alcanzarla como sea.

Me esfuerzo al máximo para alcanzarla antes de que sea demasiado tarde.

A pesar de la impresión al ser arrastrada por la corriente, Keloa se contiene de no lanzar ningún grito, pues eso alertaría a cualquiera de sus perseguidores y no necesitaban complicar más la situación.

Frustrada, observa como sus jabalinas y sus ropas se pierden por la corriente y, lo que es peor, no consigue salir del agua. Sus ojos buscan a su compañero, Udokal, y encuentran su pelirroja cabellera, una mancha roja en mitad de las aguas, intentando acercarse a ella, poniendo en riesgo su propia vida. Por un instante, siente alivio al saber que él está allí. Pero una idea asalta su mente... ¿Y si por intentar salvarla a ella, él también pereciera?

Ni un atisbo de desesperación en sus grises ojos al tomar la decisión que va a llevar a cabo. Levanta un brazo para hacer un gesto a Udokal. Para que vaya a la orilla y se aleje. Escupiendo el agua que intenta entrar por su garganta, alza la voz una sola vez.

- ¡Sal! ¡Sigue adelante!

Tenían una misión por delante, mucho más importante que la vida de una lancera es recuperar el honor perdido con el ataque a su poblado. Ahora es Udokal quien debe seguir con su misión.

Pero no había que equivocarse... Ella intentaría salir. Quizá podría nadar o dejarse arrastrar por la corriente hasta un lugar menos profundo, donde pueda salir. Fuera como fuera, si conseguía salir, sabía que su camino volvería a cruzarse con el de su hermano.

Ni los esfuerzos del poderoso Udokal por alcanzar a Keloa, ni los de esta por no dejarse llevar por la corriente consiguen sus frutos. Lo peor es que el agua tan fría comienza a atenazar rapidamente vuestros músculos, robándoos poco a poco las fuerzas.

Al final no os queda mas remedio que luchar simplemente por manteneros a flote... así transcurren unos angustiosos minutos hasta que llegáis a un recodo donde la profundidad de poco mas de un metros os permite hacer pie.

Allí medio exhaustos, os dejáis caer sobre la orilla, desnudos y practicamente desarmados, solo Keloa conserva su puñal, si bien las pieles y armas de Udokal están a salvo en la orilla un buen trecho mas arriba.

Tendido sobre la orilla intento recuperar el aliento. Giro mi cabeza en dirección al cuerpo de Keloa que se encuentra a mi lado. Intento sonreir, aunque el cansancio tan solo me permite hacer un gesto mezcla de alegría, cansancio y dolor.

Lo hemos conseguido, estamos a salvo.

Por un momento creí que la había perdido. A pesar de nadar con todas mis fuerzas no había conseguido alcanzarla y tan solo la suerte nos había salvado haciendo que la corriente nos arrastrara hacia una zona donde pudimos hacer pie y salir hacia la orilla. Habíamos perdido las armas y la ropa de Keloa, pero al menos ella estaba con vida y eso era lo importante.
Unos minutos después cuando recobro el aliento me incorporo y me quedo sentado. Miro a Keloa de nuevo, asegurándome que sigue ahí conmigo.

-Pensé que te había perdido. No parecía que la corriente fuera tan fuerte.

Keloa era lo único que me quedaba de mi pasado y gracias a ella había sobrevivido durante nuestra huida. Le debía la vida y me sentía un tanto frustrado por no haber podido salvarla, aunque nada de aquello importaba ahora que estaba bien. Tendríamos que solucionar el problema de recuperar sus armas y su ropa, pero después de lo que había pasado aquello parecía algo sin importancia.

Quizá podamos encontrar sus cosas río abajo, encalladas en la orilla.

Era una posibilidad remota, pero no imposible, al igual que nosotros sus cosas podían haberse quedado atrapadas entre las rocas o llevadas a la orilla por la corriente. Claro eso podía ser a muchos kilómetros de distancia.
El frío comienza a hacer mella en mi cuerpo, el agua helada ha bajado mucho mi temperatura y el ambiente del exterior no ayuda a calentarnos, debemos movernos para que la sangre comience a moverse y nuestros cuerpo entren en calor.

-¿Como te encuentras?

Si yo me encontraba mal, no quería imaginarme como estaba ella, que había sido arrastrada por la corriente sin control durante muchos metros.

-Se que es duro, pero será mejor que nos movamos si no queremos congelarnos de frío. ¿Puedes hacerlo? Mis cosas deben estar orilla arriba, recuperémoslas y después bajaremos por el curso del río. Quizá las tuyas se hayan encayado más adelante.

Cuando sus pies tocan el lecho del río, Keloa apenas puede creerlo. Con la poca energía restante que le queda, consigue llegar a la orilla y una vez allí, se deja caer exhausta al frío suelo, tosiendo y escupiendo el agua que había quedado atrapada en su traquea. Poco a poco su agitada respiración va tomando un ritmo más pausado, y al escuchar la voz de Udokal, gira el rostro y lo busca. Tendida en el suelo, con el cuerpo cubierto de frías gotas de agua y el cabello rojo fuego mojado pegado al rostro, clava su mirada gris en su compañero, quién además de intentar salvarle la vida, no se ha rendido en ningún momento.

Una media sonrisa se dibuja en sus labios, esta vez más sincera... La sonrisa más cálida que Udokal haya podido ver en esta lancera en sus 20 inviernos. Por suerte o desgracia, ese momento en el que la coraza de hielo de Keloa parece mostrar una brecha, desaparece enseguida y asiente.

- Estoy bien.

Su voz suena algo rasgada, perdiendo parte de la dulzura que la caracteriza, debido seguramente a la cantidad de agua ingerida. Por suerte, algo temporal.

Y antes de que su compañero acabe de hablar, Keloa ya intenta levantarse. Primero las rodillas, después los brazos... Y finalmente acaba de pie. Comprueba que puede mantenerse estable y que ha conseguido mantener en su mano el puñal Kryll.

- Vayamos a por tus cosas. Luego podemos buscar las mías...

Aunque pronuncia la segunda frase no muy convencida de ello. Era mejor dar por perdidas las jabalinas cuanto antes. Y si antes ya era complicado cazar... No quería ni pensar cómo iban a pasar los siguientes días. Sobretodo con la temperatura que van a tener que resistir sus cuerpos mojados y, en su caso, desnudo. Por suerte, el dejar de pensar es algo que siempre se le ha dado bien. Era más sencillo recibir órdenes que pensar cual es el siguiente paso.

Al final la aventura en el río os estaba resultando demasiado cara. Tras casi media hora buscando ribera arriba Udokal había recuperado todo su equipo y ahora vestía su cálida armadura de pieles. Por contra Keloa seguía tiritando de frío, y no por el agua, pues su cuerpo estaba seco, pero practicamente desnuda como se encontraba el frió hacia mella en su cuerpo y si no encontraba algo que ponerse pronto o encendíais una hoguera, la congelación no tardaría en llegar.

Lo de la hoguera tal vez no era una buena idea, habíais perdido demasiado tiempo, y sin duda los Pieles Verdes ahora estarían mucho mas cerca. Incluso volver ribera abajo en busca del equipo de la lancera os retrasaría aun mas, claro que sin algo con lo que abrigarse no sobreviviría mucho mas.

Keloa notaba como la temperatura de su cuerpo iba bajando poco a poco. Se esforzaba por mover todos los músculos que pudiera y por no parar, pues sabía que detenerse sería su perdición. Al menos, la idea de que Udokal había recuperado todas sus cosas y no estaba pasando por lo mismo que ella, la reconfortaba.

El río se dirige hacia el sur, desviándose tan sólo un poco de la dirección que ya estaban siguiendo, así que podían intentar encontrar sus cosas durante un tramo del camino.

Su piel, ligeramente bronceada normalmente, empieza a palidecer más de lo habitual debido a que la sangre decide concentrarse en zonas más necesarias. Había varias alternativas para intentar paliar un poco el frío, pero todas ellas dependían de la comodidad de Udokal, y no iba a ser ella quien pidiera nada.

Cuando nos ponemos en marcha me acerco a Keloa.

-Ven no puedes ir sin ropa por ahí, te congelarás. La atraigo hacia mi y la cubro lo mejor posible con mis brazos intentando darle calor con mis pieles y mi cuerpo. Esperemos que tus ropas se hayan encallado.

En esa postura nuestro avance resulta más lento, pero no tenemos otra opción. Seguimos la orilla con la mirada esperando encontrar la ropa y las armas de Keloa.