Partida Rol por web

Hace tan solo unas horas, las calles de Nueva York estaban llenas de vida: los humanos andaban apresurados de un lugar a otro, comprando regalos, comida, saliendo y llegando de la ciudad para visitar parientes y pasar la noche en familia. Pero eventualmente los mortales se guardan a pasar navidad en compañía de sus seres queridos. No es noche buena para los vástagos.

Ahora es casi media noche y las calles se quedan mas solas que cualquier otro día del año, solo los vagabundos y los indeseables permanecen; los locos, los solitarios, los adictos, los que no tienen a nadie mas en este mundo. Solo ellos, la noche fría y la nieve cayendo.

Es una noche larga que se pasa lento para un condenado. Los mas jóvenes aun se aferran a su humanidad perdida, se reúnen en el Centro Rockefeller a admirar las decoraciones navideñas, pretendiendo convivir. Pero la realidad es que es solo un simulacro, un intento por olvidar que ahora están solos.

Para otros, es una noche como cualquier otra y prosiguen con sus no-vidas y sus planes centenarios.

En una esquina, cerca del centro Rockefeller un Santa semidesnudo y borracho agita una campanilla sin ningún ritmo aparente. Ocasionalmente balbucea algo apenas entendible acerca de una limosna o una donación para alguna causa.

 Me daba una vuelta, buscando algo de sangre fresca, con suerte encontraría lo que estaba buscando, una chica guapa, solitaria, a la que podría, con el tiempo, unir a mi rebaño. Si no, solo me alimentaría y luego volvería a la capilla, a disfrutar de la noche de Navidad en compañía de las chicas. Me encantaba verlas risueñas, por estas fechas...

 Al acercarme al Santa Claus semidesnudo, levanté una ceja, curioso, pero cogí una moneda u se la dí, mientras le dí un consejo de buena fe:

 - Debería de abrigarse mejor, buen hombre, hace demasiado frío...

Anochece pero eso significaba que empezaba mi día, me estiro y comienzo mi rutina diaria, tomo mi batín y las zapatillas de casa, pero de repente se abre la puerta exaltado miro pero casi instantáneamente me relajo, era Lucia.

"¿Maldita sea había pasado un año?" Me digo al verla como siempre con pantalón y camiseta ajustada mostrando sus voluptuosas curvas, pero esta vez la ropa es de color rojo y algún verde y blanco salpican sus ropas, pero lo que hace que caiga en qué fecha estamos es el gorro de navidad que lleva en la cabeza y esa sonrisa. Debía reconocer que aquella chica era la alegría en persona, tras ella entra Jennifer también con el gorro de navidad por su cara no pudo evitar ponérselo. Lucia podía ser una muchacha delgaducha pero no había quien la aguantara de mal humor. Pero una sonrisa brota en mi cara cuando veo a Zorina también con otro gorro con Mike a su lado.

Pero se me quita rápido cuando me enseña un gorro para mí. Querida creo que olvidas que soy, no voy a ponerme eso de nuevo. Esta vez cumpliría mi palabra, siempre acababa engañándome y acababa cediendo. Lucia comenzó a mostrar sus artimañas así que decidí jugar una baza ganadora. Si no me molestas más te llevare a comprar como regalo de navidad. Eso no fallaba nunca. Bueno vamos todos os lo habéis ganado pero eso sí sin gorros de navidad. Así que ahora dejarme ducharme, me cambio y nos movemos. Zorina que preparen la limusina para cuando ir al centro. Comento a Zorina para que prepara a los de seguridad.

Tras ello me dirijo a la ducha y me purifico limpiando mi cuerpo, luego tomo un elegante traje negro y por encima un abrigo para aparentar. Después junto a Lucia, Mike, Jennifer y Zorina acompañados de unos guardaespaldas de Black Mamba nos dirigimos en limusina al centro para ir de compras.

La noche era fría, aunque yo hacía tiempo que no sentía esas cosas. Elizabeth caminaba a mi lado, ambos íbamos en silencio, a mi estas cosas no me agradaban demasiado, pero a Elizabeth le seguían gustando, aunque hubiesen pasado sesenta años desde que había sido humana y celebraba esas cosas seguía echándolas de menos.

Mientras avanzábamos vi a un hombre vestido de papa Noel haciendo el ridículo, aunque decir que estaba vestido era decir mucho. Me quede mirándolo durante un rato meditando, tenía hambre, pero tampoco estoy seguro de que ese ser fuese bueno para alimentarse, debía tener de todo dentro de él. También sería una ofensa para Elizabeth si mataba a alguien que también “celebrase” algo que a ella le gustase. En vez de hacer eso saque unos pocos billetes y se los ofrecí al hombre que llamaba la atención. Después seguí andando un poco hasta estar alejado y hablar con mi chiquilla.

- Amor, creo que deberíamos comer, me gusta estaría estar completamente saciado. E imagino que tú también tendrás hambre ¿no?

Tras un rato y aguantar ciertas retenciones en el trafico la limusina llega a su destino al Rockefeller Center, las chicas se bajan Jennifer no pudo evitarlo y estaba algo imbuida del sentimiento navideño de Lucia, Zorina aun resistía y Mike era casi un pequeño elfo de los que tenía Santa Claus a su servicio cantando con Lucia canciones de esta época y riendo ambos.

Está bien hice pedir estas tarjetas regalo con 2000 dólares para cada uno, para que os compréis lo que os apetezca. Reparto las tarjetas entre mis Ghouls. Así que tenéis una hora y nos veremos en la cafetería que esta junto a la pista de patinaje estaré sentado en la terraza. Luego me giro hacia los dos guardaespaldas. Vosotros acompañarles. Tras esto me ajusto el abrigo y comienzo andar hacia la terraza de la lujosa cafetería que se situaba cerca de la pista de patinaje, donde gente de todas edades practicaban unos con más fortuna que otros.

En el trayecto veo a un pobre Santa Claus medio vestido y con efectos de tomar más alcohol de lo recomendado, al pasar deposito un billete en su cesta, pese a saber que el billete acabaría en la caja registradora de alguna licorería. El tipo trata de felicitarme la navidad pero su boca se traba demasiado para entenderle.

Al llegar a la cafetería pido un chocolate, para mantener las apariencias. Me siento en la terraza en una mesa con otras cuatro sillas para cuando acabaran las compras compulsivas en las que estarían metidos mis chicos. Miraba la pista veía la cara de la gente, riendo, felices. Miraba las calles e igual la gente en su mayoría estaba feliz, saludándose, felicitándose las navidades.

Siempre me había resultado increíble la capacidad de los humanos, durante siglos les había visto crear objetos increíbles, conseguir medicinas para enfermedades que acababan con ellos. Pero lo de estas fechas era lo que más me impactaba, en estas fechas gente que no se saludarían ni locos en la calle, ahora se daban las felicidades y se sonreían. Otros donaban dinero, regalos o comida para gente que no tenía nada, simplemente por el hecho de las fechas que eran. Desde luego los humanos eran una especie curiosa.

Caminaba por la ciudad con Antuan a paso firme, pero no muy ligero. Había demasiados mortales al rededor para eso. Y aun más en las calles, por lo que se notaba que ibamos a estar conduciendo un rato cuando llegemos al auto. A veces envidiaba a los Gangrel y a todos aquellos que tenían alguna disciplina que les permitía transportarse rápidamente.

Veniamos de una reunión del clan. Cada tanto se celebra alguna para que socialicemos entre nosotros y nos informemos mutuamente de lo que pasaba en la ciudad. No era obligatoria la asistencia, pero eramos tan pocos que se notaba cuando faltaba alguien. Además, siempre venía bien quedar bien con la familia.

El refugio donde nos reuniamos quedaba aca cerca, y con todos los mortales haciendo sus compras no podía estacionar cerca del lugar, así que me vi obligado a caminar varias cuadras. Empezaba a odiar esa época del año.

En eso pasamos por al lado del Santa y pude ver como Antuan sacaba una moneda y se la daba. Una vez que lo hizo me limité a mirarlo sin entender la razón tras sus acciones. -En estas épocas tenemos que conservar la humanidad, ¿no?- Me dijo. -Si... claro.- Fue lo único que respondí. A veces olvidaba que los ghouls eran mortales después de todo.

-Felizzzz navidad. Que conssssiga lo que desssea esta noche. -Te contesta aquel extraño santa, con aliento a alcoholico.

Esperas poco mas de una hora cuando el cuarteto entra en la cafetería. Todos con bolsas cargadas de regalos. Se sientan a la mesa, hablando del Santa desnudo, al parecer también lo han visto. Ordenan algo de tomar, pero no pasa mucho tiempo cuando Lucia propone su siguiente aventura.

-¡Vamos a patinar! -dice emocionada. Jennifer, contagiada de por su animo, a olvidado por un momento esa pose profesional que casi siempre usa y se une a Lucia. No es que tuviera mucha opción, pues ya se la estaba llevando del brazo. Mike las sigue un poco detrás. Zorina se queda a tu lado, esperando a ver que dices al respecto.

Mientras tu y Elizabeth están decidiendo donde cazar, un niño mugriento, evidentemente de la calle, llega corriendo y te jala de la ropa para llamar tu atención.

-¿Tu eres Tony? -Extraño. Nadie te ha llamado así en siglos.

Por un segundo no entendia que sucedia hasta que me veia camino de la pista de patinaje. Queridas no se patinar, creo que me tomais por otro. Aunque viendo su impetu era imposible resistirse "Padre perdoname aunque tu tambien en su dia me complacistes en otras cosas" Me digo pidiendo disculpas a mi padre muerto, pero recordando como a veces cedia ante estupidas peticiones, pese a que estas tenian mas que ver con sangre y gente muerta que con patinar sobre hielo.

Bueno esta bien si tanto lo deseais. Hago un gesto a Zorina ella sabia que significaba, esta vez era que se uniera, a veces la trataba con mas severidad que al resto y era porque tenia grandes metas con ella. Pero viendo a los humanos estos dias, tenia derecho a disfrutar. Zorina nos acompañara esta vez no te escapas querida. Pude ver una ligera sonrisa en ella, eso si que pasaba una vez al año y con suerte "¿Pudiera ser que estas muchachas con su impetu hicieran brotar eso que llaman espiritu navideño?" No sabia que no, simplemente era dar un juguete a un cachorro, queria que estuvieran felices.

Pero en mi interior seguia siendo un cainita centenario, capaz de cortar el cuello de quien fuera.

Mire al niño sorprendido por ese nombre, hacia demasiado que no escuchaba ese nombre. ¿De parte de quien vendría este crio?

- Si, ese soy yo, ¿Por qué lo preguntas?  ¿Quién te manda a buscarme? – Me agache al niño para ponerme a el cara a cara. Aunque no intente intimidarle ni mucho menos, cuando lo mire sonreí, no era muy sincera, pero lo suficiente para engañar a un niño, al menos a un niño normal y corriente.

-Felizzzz navidad. Que conssssiga lo que desssea esta noche. -Te contesta aquel extraño santa, con aliento a alcoholico.

Inmediatamente despues de que te dice eso, tu celular comienza a sonar. Es uno de tus aliados, el mago. Tenia meses tras la pista de un tomo de nigromancia muy antiguo. ¿Sera que por fin lo ha encontrado?

No puedes evitar mirar al santa semidesnudo. Que te sonrie con una mirada perdida.

El niño te extiende una carta y en cuanto la tomas sale corriendo entre la multitud.

Cogí la carta y la abrí mirando a Elizabeth sorprendido, la verdad es que era algo bastante raro. Cuando saque la carta me dispuse a verla, tenía bastante curiosidad por ver que había puesto en la carta que me entrego el niño.

 - Gracias... - Le sonrío amablemente, antes de alejarme. Unos minutos después, desde la calle, puedo ver en el interior de una cafetería a una rubia preciosa, pero triste, que aparentemente ha estado llorando. No necesito ser un genio para reconocer los síntomas de alguien a quien le han roto el corazón... Lo cual parece confirmarse por su manera de mirar el móvil.

 Con el fin de estar seguro, trato de leer su mente...

Agarré mi teléfono mientras miraba de reojo al Santa y a Antuan. -¿Si?- Pregunté al aparato, esperando escuchar la voz de Jerico. Me pregunté si ya había conseguido el tomo que buscaba. Si era así, suerte para ambos. Aunque obviamente, no me lo iba a dejar ver de forma barata. -Tengo que conseguir material para copiarlo. Espero que no le moleste.- Y si le molestaba, ya vería cómo convencerlo.

Pese a tu preocupación, encuentras que patinar no es nada difícil gracias a tu destreza sobrenatural.

Las chicas se pasean por toda la pista. Mike, no tarda en comenzar a hacer de las suyas y cuando te das cuenta ya esta charlando con una joven hermosa en la orilla de la pista de hielo.

Por unos minutos todo es perfecto, casi como si fueras un mortal con su propia familia. Desde luego no tienes ni idea de como seria realmente ese sentimiento, solo puedes imaginarlo.

Estas patinando junto con las chicas cuando notas algo extraño. Primero es solo una duda, tu mirada se cruza casualmente con la de otro hombre fuera de la pista de hielo. Tu espíritu guardián se dispara; no es casual, el hombre te observa.

Pretendes no darte cuenta y analizas la situación. Tu espíritu guardián sigue trabajando y pronto te das cuenta que no es solo uno, son muchos. Al menos cinco. Todos te observan, algunos sentados en las bancas fuera de la pista, otros en la orilla y algunos pretenden que andan entre la multitud.

La carta lee:

“Feliz navidad, hermanito. Bienvenido a Nueva York”

Debajo, hay una dirección, al parecer de un departamento en uno de los peores barrios del Bronx.

Eso es todo lo que dice la carta. No esta firmada.

Permites que un hilo psíquico salga de ti y toque a la mujer. El contacto es fácil, sin resistencia, gracias a lo vulnerable de ella.

Su emoción te invade: Tristeza, desesperación, abandono. Buscas mas profundamente en su cabeza, hasta dar con lo que buscas. Imágenes de una relación de muchos años. Un nombre, Bruce. Un anillo de compromiso y una declaración de amor eterno en un café parisino.

Después, imágenes mas recientes, de no mas de una semana: Llamadas sin contestar. Una discusión. Estas siguiendo el auto de Bruce, que recoje a una mujer de aspecto latino en una esquina de Wall Street y se alejan saliendo de la isla con dirección a Brooklyn. Se estacionan cerca de un hotel de lujo y mientras caminan hacia la entrada no puedes evitar notar un anillo exactamente igual al tuyo en el dedo de la mujer.

Bruce no a contestado el telefono en dos dias. Y hoy es navidad.

-¡Eh, Pietro! -Jericó sonaba muy de buenas-. No vas a creer lo que me he encontrado hace unos días en Nueva Orleans. Una copia completa de “El imperio que cae” del loco Jaques Richelieu. -En efecto el libro que estabas buscando. Un tratado muy completo de Stygia, el supuesto reino mas grande del inframundo-. Escucha, vengo aterrizando en el aeropuerto, si aun te interesa el libro, el precio sigue siendo cincuenta mil dolares, mas diez mil por mi trabajo.