Partida Rol por web

Cuando finalmente abrieron la ventana, el cielo estaba volviéndose oscuro y el sol parecía batallar infructuosamente contra esa creciente oscuridad. Una tormenta se avecinaba, y prometía tener carácter.

El olor a pan recién horneado y otros exquisitos aromas ascendieron y su olfato se encendió. Desayunarían bien por lo visto.

Volgar se levantó frotándose la espalda. Había caído totalmente inconsciente casi antes de que su cara tocase el mullido colchón y había dormido del tirón hasta que los rayos del sol empezaron a marcársele en el rostro.

Tras aliviar la vejiga y preparar sus cosas, descendió a la sala común con Derian. Ninguno había comentado lo que a ambos preocupaba pero al terminar las escaleras y echar un vistazo alrededor ya no pudieron evitar el tema.

- Parece que Tinda no ha llegado- rumió- no me gusta, no me gusta nada. Desayunemos y pongámonos en marcha, intentaremos averiguar algo en el camino a los lugares que frecuenta ese tal Jenwig.

Tomaremos algo de desayuno. Esos panes no huelen nada mal, maese posadero. El posadero sirvió el desayuno, ajetreado ya con los clientes de la mañana. Comieron sin pausa. Descansados, ya en la mente únicamente conseguir encontrar a Jenwig y a Tinda. Empezaremos por el lugar más cercano a esta posada. Habrá que ir con ojo con ese tipo.

Mientras daban buena cuenta de su desayuno, y de aquellos panes tan bien horneados, vieron que bajaba la pareja de la noche anterior y se sentaba a un par de mesas de distancia, en silencio, reservados. Había un par de personas más, parroquianos más que viajeros, y un sacerdote soidita que se detuvo a hablar con el posadero.

El sacerdote se retiró poco después de haber entrado, y al cuarto de hora la pareja subió a las habitaciones. Ambos terminaron de comer y beber: ahora estaban tibios por dentro que ayudaría con el frío del exterior. Tanto frío era raro en esta zona de Dormenia. Sería un invierno crudo. ¿Cómo estarían las zonas más cercanas a las montañas guneares?

Una vez listos salieron de la posada y caminaron unos minutos alejándose del casco céntrico de la ciudad. Uno de los garitos donde le habían indicado que podía estar Jenwig estaba a una distancia prudencial de la mansión del Trilbanson y de la iglesia de Soid. Gracias a las indicaciones de los basureros pudieron encontrar la casa que, por fuera, no decía nada. A esa hora seguramente estaría vacía, o repleta de durmientes borrachos. Muchas veces esos garitos también era tabernas de dudosa legalidad.

La casa tenía una puerta de madera y algunas ventanas tapiadas. Parecía ser la única entrada, aunque Derian bien sabía que había casas que se comunicaban con otras para tener salidas alternativas.

Volgar se arrebujó entre sus ropas. No le gustaba el invierno y aquel estaba siendo especialmente duro.

Alcanzaron la casa indicada sin perderse demasiado, cosa que agradeció, pues sus piernas todavía protestaban por el esfuerzo de ayer. No había podido quitarse a Tinda de la cabeza y tratarían de averiguar su paradero mientras avanzaban en la investigación. Era evidente que algo le había pasado a la muchacha y posiblemente estuviera relacionado con sus pesquisas.

Golpearon la puerta de madera tres veces y esperaron.

Habían hecho el camino en silencio, cada uno perdido en sus propios pensamientos. Volgar llamó a la puerta, y solamente entonces Derian aterrizó de nuevo en la realidad del momento. Cerró los puños, apretándolos. - no hemos llegado en las horas habituales de visita, pero quizás eso nos de ventaja. Sonrió al viejo. Se había acostumbrado muy pronto a él. Le sorprendió, y volvió a recordar la sonrisa de Tinda. 

Al principio ningún sonido atravesó la puerta de madera. Nada que pudiera delatar la presencia de alguna persona. Hasta que de pronto algo se escuchó: una voz rasposa y quejumbrosa. Luego unos pasos arrastrándose por el piso, y finalmente la misma voz, pero mucho más cerca de la puerta.

-¿Quién va?- preguntó molesto el hombre del otro lado de la puerta -¡Está cerrado!-

- ¡Saludos, buen hombre!- rompió Volgar el silencio. Su cabeza trabajaba a toda prisa, tratando de encontrar una buena excusa para acercarse a su objetivo- Buscamos a Jenwig, nos han dicho que es probable que pudiera ayudarnos.

Derian aguantó la respiración. A estas horas casi todos dormirían la juerga de la noche anterior. Esperó que el tono, y la edad de Volgar fueran suficientes para convencer al hombre para abrir la puerta.

El silencio se hizo luego de las palabras de Volgar, unos segundos, pero a la vez elocuentes.

-¿Quién les ha dicho y qué es lo que buscan?- preguntó la misma voz, con impaciencia en el tono.

- Estamos investigando los casos horripilantes de la muertes de los muchachos del pueblo- Volgar trataba de pensar con rapidez pero no le quedaban muchas opciones- muchos son lo dedos que acusan a Jenwig pero nosotros creemos que sólo tratan de cerrar el asunto buscando un cabeza de turco, algo que termine rápidamente en la horca y sin preguntas. Tratamos de evitarlo. Hablar con él es de extrema urgencia.

Jenwig estaba asustado, y si estaba asustado era porque alguna razón tenía. Se lo jugaba todo a un órdago, eran la última pista que tenían. Si salía bien, su miedo le obligaría a tratar con ellos para intentar salvar el pescuezo, si salía mal, puede que intentase huir. Huir. Hizo una seña a Derian para que se acercase.

- Echa un vistazo por si trata de escapar a través de una ventana o una puerta trasera.

Derian asintió, mientras rodeaba, en silencio, la casa. Fijándose en las posibles salidas que Jenwig podría usar en caso de huida. Esperaba no tener que correr detrás de ese tipo. Miró hacia Volgar. Ese Jenwig era su clavo ardiendo.

Unos murmullos llegaron a través de la puerta, movimiento de sillas y hasta algún insulto. Otra voz emergió.

-Les abriré la puerta, pero mejor que mantengan las armas lejos de sus manos o haré que los acuchillen decenas de veces antes de que puedan enterarse- dijo el posiblemente Jenwig.

Hubo un momento de silencio, y luego se abrió la puerta apenas un poco, mientras un rostro barbudo observó la calle donde se encontraba el anciano.

-¿Y tu compañero?- preguntó de mal modo abriendo un poco más, apenas como para poder asomarse un poco más.

Al revisar más concienzudamente, puedes ver un callejón apenas visible desde el ángulo en el que estaban y ves una puerta disimulada hacia el final de éste, que parece tener un recodo.

Mientras avanzas, te das cuenta que bien podría ser una excelente vía de escape.

Derian miró de nuevo a Volgar, y señaló con un gesto hacia el callejón. Caminó hacia la puerta lentamente, repitiendo los movimientos aprendidos en las calles desde que era un chaval. Sus sentidos se agudizaron a medida que avanzaba entre algunos restos de basura. Se preparó para cerrarle el paso a Jenwig si salía por allí, aunque esperaba que la oratoria de su compañero funcionara.

- Pensé que tal vez os daría más confianza si vuestro único interlocutor es un pobre anciano- reaccionó sobre la marcha- como veis- sonrió abriendo los brazos- ni siquiera voy armado. Mis intenciones son absolutamente honestas, os lo puedo asegurar. ¿Qué ganaría, si no, presentándome aquí?

El anciano dejó pasar unos instantes mientras el barbudo miraba alrededor interrogante, pensándose muy bien lo que hacer. Tantas precauciones le decían que estaban, efectivamente, en el sitio adecuado.

- ¿Y bien? ¿Vais a dejarme aquí todo el día? Tengo ya muchos años para permanecer mucho tiempo de pie a la intemperie.