Partida Rol por web

White no le dio demasiada importancia al hecho de haber sujetado la escalera, él no era consciente de como podía ser el viento ni nada por el estilo, había obrado como consideraba más adecuado para la situación y protección de su cliente y de él mismo, tal y como siempre hacía, pues si le quitabas su profesionalidad, se quedaba en poco.

Realmente estamos cerca de tierra, pero a saber como funcionan ahora los vientos.

Tuvo que gritar para hacerse oír, y cuando se agachó, se desplazó hacia el lado del ala por donde entraba el viento, lo que, en caso de empujón repentino, le situaba más lejos de caerse, y además tenía mayor sujeción al poder aferrarse al extremo de la misma.

Desde allí, hizo un gesto para que ambas mujeres se pusieran a su altura, detrás de su fornido cuerpo el aire las incomodaría mucho menos y podrían avanzar con mayor facilidad, ya que ellas pesaban menos y serían arrastradas con mayor facilidad si una ráfaga demasiado fuerte las golpeaba. Claro que se arriesgaba a que si él se soltaba, se las llevaría por delante, pero confiaba en sus posibilidades.

Consideró que de esa guisa sería más sencillo alcanzar el interior del vehículo.

Sólo cuando estuvo en posición, se permitió mirar levemente el agua flotante. Estaba lejos, si, pero era mejor no perder demasiado tiempo, y por supuesto no pensar en lo que sucedía a su alrededor.

Isabella no respiraba mientras intentaba mantenerse con vida. Ni siquiera acertó la pobre a gritar cuando empezaron los extremos balanceos, ella ni siquiera había llegado a la mitad cuando White paró la brusquedad desde el avión. A partir de ahí consiguió seguir avanzando con mucha velocidad, de hecho con toda de la que fue capaz.

Intentaba ignorar los imprevisibles latigazos del pelo sobre su cara y que debido a eso tuviese la visión más disminuida, pues no se planteaba sujetarse el pelo con una de sus dos manos. Llevaba los brazos extendidos, intentando mantener el equilibrio lo mejor posible. Aquello no tenía nada que ver con los peligros del bloque, que se reducían a los muertos y a los soldados, no a que el mundo entero estuviese en tu contra poniendo pruebas de toda lógica.

Intentó acercarse lo máximo posible al hombre mientras él las esperaba, le vendría estupendamente la enorme cobertura que les proporcionaba. Suponía que Elena estaría en las mismas que ella, no lo comprobó porque no se digno a mirar hacia atrás, y que le vendría estupendamente ese pequeño alivio. Fue entonces cuando en medio del minúsculo alivio vio algo que la sobrepasó, otro poco, y se obligó a no mirar hacia el otro desastre, ya tenía bastante con el inmediato, lo mismo ni vivía para que aquella oscuridad fuese un problema en algún momento.

Una roca del tamaño de un coche, azotada por la gravedad desde la inversión de esta, se desprende del suelo en el que había permanecido semienterrada desde siglos y golpea el ala con brutalidad, escucháis los gritos desde dentro del avión pero no es precisamente lo que más os preocupa: el golpe hace bascular el avión y con él las alas, de forma que la superfície plana que estas ofrecían se convierte en una pendiente que os lanza hacia el vacío.
Os encontrabais a mitad de ala y el tobogán en que se había convertido esta, solo os deja una opción: la escalera de cuerda.
Quizá por su peso o reflejos las chicas son las más rápidas en reaccionar cogiéndose a esta, pero no el mercenario al cual le era imposible cogerse a esta por el trayecto de caída sobre el ala, que le alejaba de la escalera. Es isabella quién caza esta vez al guardaespaldas, pero el peso de este sumado a la inercia apunto está de arrancarla de la escalerilla de mano, solo la fuerza extra que le aporta Elena la permiten primero aferrarse bien a la escalera y, luego, subir entre las dos al mercenario.
Tras el susto, el piloto vuelve a colocar el ala en posición horizontal. La gente ya no grita, sinó que mira nervioso vuestro avance.

Isabella esta vez si que gritó, más de una vez, aunque después sólo recordaría una de ellas.

La primera fue cuando vio que una enorme piedra se avalanzaba sobre el avión, no hacía falta ser físico para saber lo que aquello supondría para los tres suicidas que estaban en el ala del aparato. No les había dado tiempo a recorrer demasiado camino, por lo que por acto reflejo comenzó a andar hacía la cuerda breves y valiosos segundos antes del impacto -¡¡WHITE!! - Seguramente al experimentado hombre ya se le habría ocurrido también, pero por si acaso, tenía que conseguir que le durase lo más posible, por demasiados motivos.

Tendió su mano hacia él, intentando ahorrarle unos centímetros que podían ser cruciales y cuando tenía aferrado al hombre grito de nuevo, con todas sus fuerzas, de puro dolor, tenía la sensación de que el brazo se quedaba con el hombre mientras el resto de su cuerpo iba hacia la cuerda... Pero, pese a esa profunda laceración no hizo el amago inconsciente de disminuir el contacto, ni un poquito, la exhalación fue lo único que demostró que la chica lo estaba pasando bastante regular, pero consiguió alertar a Elena y que inmediatamente la ayudase con el guardaespaldas. Algo que su hombro agradeció sinceramente.

Cuando los tres estaban en la cuerda colocó los pies lo mejor que pudo, intentando dejar espacio a los otros dos, necesitaba un minuto para recomponerse, pero sabía que no lo tenía, o quizá sí, ¿que coño sabía ella en realidad? -Maldita sea... El dolor la hacía odiar todo aquello mucho más.

¿Lo intentamos de nuevo? - Gritaba de nuevo, producto de la tensíon, mientras miraba alrededor, intentando pensar, encontrar indicios de si era una buena idea o la más gilipollas que había tenido en su vida.... creía que sí, pero no sería la primera vez que se equivocaba, y tres cabezas piensan más que una, por muy inestable que sea alguna que otra.

Algunos dirían que estaban teniendo mucha suerte, otros que tenían la negra, como todo en la vida, era cuestión de opiniones y puntos de vista. Pero White no creía en esas cosas, sólo en las personas que tenía cerca, por las circunstancias que fuera, y en ese momento, le había tocado a Isabella.

Se aferró a la escalera respirando aceleradamente, mirando a los ojos de la mujer que lo había salvado. No había sorpresa en ellos, tampoco un especial agradecimiento, y conforme su corazón comenzaba a calmarse, su expresión volvía a su neutralidad natural.

Gracias.

Dijo con formalidad, y la única licencia que se permitió, fue un ligero y suave apretón en el hombro de Isabella ¿tú estás bien? podría habérselo dislocado perfectamente. Asintió también a Elena con la cabeza, extendiendo la pregunta hacia ella, ahora ambas eran sus compañeras, por lo menos hasta que entraran en el avión, si es que lo conseguían. Estaba en deuda con ellas, y eso no lo olvidaría.

No tenemos más opción, no tengo ni idea de si el túnel aguantará mucho rato.

Volvería a repetir la operación de hace unos instantes. No tenía miedo alguno, sólo el de no poder pagar lo que debía.

Elena asintió a los demás y se concentró en la situación. Habían de intentarlo sí o sí.
Si tardamos demasiado la gente, por miedo, obligará al piloto a marcharse sin nosotros.
No hay otra opción.
Los tres os ponéis en marcha, esta vez arrastrándoos por el ala como si estuvieseis en un campo militar arrastrándoos por debajo de espinos y ametralladoras. Habíais buscado el lugar que creíais idóneo sobre el ala, donde el viento fuese menos violento. El primero en recibir el viento era Paul, luego Isabella en medio y cerrando la agrupación Isabella, que, si las cosas iban mal, sería la primera en caer.
Mientras avanzáis notaís como os cae tierra, pequeñas plantas, arena, incluso algún que otro insecto que se había rendido, soltado o caído de allá donde estuviéseis. Cuando una serpiente cae justo delante del grupo penáis que debe ser un puto chiste. Por suerto el viento se la lleva en una ráfaga más violenta que os obliga a recogeros, "pesar más", y evitar ser arrancados del ala por el viento.
Al final llegáis a una pequeña puerta que hay sobre el ala. Cerrada.
Pero por poco tiempo, una azafata la abre apenas unos segundos, el tiempo justo para que entréis a una pequeña habitación llena de comida, carritos, bebida...que vuelan por el aire y golpean la pared hasta que la azafata, ya sin el gorrito y el aire deshecho, cierra la pequeña puerta.
Bienvenidos a bordo.bromea la azafata con gesto nervioso pero una sonrisa.

White acostumbraba a catalogar las misiones o acciones concretas por un grado de peligrosidad, pero lo que estaban haciendo ahora, escapaba a su evaluación. Había estado realmente más jodido otras veces, sin ir más lejos cuando Elena y sus amigos los rescataron de una muerte segura, o la vez que él y Mike estuvieron tres días sin comida ni agua dentro de un contenedor de basura que olía asqueroso sin poder salir, pero esto era tan jodidamente raro, que no podía clasificarlo.

Así que cuando todos estuvieron dentro, le pareció como si acabaran de pasar de un mundo a otro al atravesar la portezuela del avión.

Contentos de estarlo El hombre exhibió una ligera sonrisa y tendió la mano a la azafata Soy Paul White, capitán del ejército de la ONU, todo esto me pilló de vacaciones, y le aseguró que no tengo ni idea de lo que sucede no quería que les hicieran demasiadas preguntas ella es Lidia señaló a Isabella y ella es la teniente Hernández presentó a ambas mujeres antes que nada agradecerles que hayan venido a recogernos, no teníamos muchas opciones allá arriba explicó.

¿Cómo está la situación a bordo? ¿Puede llevarnos con el comandante?

Eran peticiones, pero las pronunció como si se tratara de alguien muy acostumbrado a que se cumplieran las mismas.

Isabella había asentido con la cabeza a la pregunta de si estaba bien, estar “no mal del todo” era más correcto, pero ella quería estar a la altura de sus dos compis de ventolera, que parecía que en vez de sangre tuviesen horchata en las venas.

Obviamente sintió un gran alivio al entrar en el avión, pese a que todavía tenía en la mente la masa que se estaba acercando fuera. Su cara de pánico ya venía puesta desde el ala del avión, por lo que al cambiar a perplejidad por lo que decía White no daba a entender que consideraba que el hombre estaba flipándolo.

Lidia no.... ya era PAULA. Miró hacia dentro buscando una ventana para seguir observando lo que pasaba. En realidad el nombre que diga da igual, también perdí la documentación de Paula...

No pasó por alto que dio un cargo inventado a los dos y no a ella. Podía significar muchas cosas, hasta hacerla dudar de cuanta valía tenía la chica según el hombretón. Pero decidió que no tenía energía ni ganas que gastar en interpretar hechos concretos tan insignificantes según el caos reinante.

Colocó la mano opuesta sobre el hombro herido, mientras hacía unas cuantas rotaciones, para evaluar un poco el estado de la zona y el tiempo que tardaría en dejar de molestarle. Todo esto sin dejar de mirar a la azafata.

La azafata asintió ante todas las palabras del hombretón mientras se hacía una rápida coleta con un bolígrafo y se ponía el sombrerito de azafata. No intentó evaluar cuanto había de verdad o de mentira en aquello que decían porqué, bàsicamente, no le importaba. Solo lanzó una segunda mirada a la chica que le habían presentado como Lidia: si los otros dos eran soldados, pensó para sí misma, ella debía ser algun pez gordo.
Voy a hablar con el comandante, supongo que querrá verles pero voy a confirmarlo.
Luego coge el walky-talkie, mirando también por la ventanilla de la portezuela donde, a lo lejos, se dibujaba la gran mancha azul. Los ojos se le empañaron de miedo mal contenido. Lo único que quería era que se alejasen ya de tierra y encontrar algún lugar que fuera mínimamente seguro. Paradójicamente y sin saberlo, estaba en uno de esos pocos lugares que debían de existir sobre -o bajo- la tierra.
Hemos recogido a los supervivientes sano y salvo, ¿quereis hablar con ellos ya?
Elena mientras evaluaba a la azafata, el lugar, la comida...

Entendido, Capitán. Dice la azafata. Veis como abre una de las cajas de comida y os la muestra, está llena de un excelente surtido de sandwich. Parecen caseros y no de supermercado, luego os ofrece botellitas de agua o de cerveza, indicaos que cojáis lo que os apetezca, más de una si queréis. Cuando ya os ha dado la comida os indica que la sigais. Os lleva por un pequeño pasillo que os obliga a ir un poco agachados y que termina en una pequeña escalerilla de caracol. La bajáis con cuidado, la azafata abre una portezuela y aparecéis en un pequeño pasillo. A la derecha servicio de hombres y a la izquierda de mujeres. Al final del pequeño pasillo hay una cortina que os separa, según os informa la azafata, de la zona de pasajeros de primera clase.
La mitad de esas butacas iban vacías, podéis hacer vuestro cualquier lugar. En el momento que queráis ir a ver el capitán este os atenderá. Os deja claro que si primero queréis ir al baño o comer un poco ella esperara pacientemente y luego os llevará con él.

El mercenario esperó paciente a que acabara la conversación entre la azafata y el capitán, de momento todo iba transcurriendo más o menos como esperaba, e incluso Elena parecía tranquila en el avión, así que se merecían unos instantes de respiro después de la odisea que había supuesto entrar en él.

Gracias por su amabilidad, beberemos y comeremos algo y de paso descansaremos unos minutos, no ha sido fácil entrar.

White no se cortó y echó mano con avidez de un par de botellas de agua, tendiendo una a Isabella a su mano buena, y terminándose de un trago la suya. Antes de emprenderla con uno de los sandwich, se acercó a la chica en cuestión todavía más.

Entrar a un avión en pleno vuelo arrastrándonos por el ala sorprendentemente sonrió no es algo que mucha gente haya hecho, si es que hay alguien más tomó con delicadeza el brazo de la joven y repitió los movimientos que ella estaba realizando, aunque bloqueando en algunos momentos la articulación para detectar cualquier posible dolor ¿sabes? Cosas como esa son las que realmente le hacen a uno sentirse vivo se encogió de hombros de todas formas, morir no es de las peores cosas que te pueden pasar, a todos nos llega explicó a Isabella sin perder el gesto tranquilo por eso es mejor no pensar en ello, y simplemente centrarse en el siguiente paso ¿no te parece? Transcurridos unos minutos pareció satisfecho con la exploración.

¿Un sadnwich antes de dar las gracias a nuestro hábil piloto? ¿O prefieres que vaya yo y esperes aquí descansando?

Él tenía que ir al baño también, y es que últimamente no había tenido tiempo ni para eso.

La chica desvió la mirada hacia las viandas que les ofrecían, cogiendo inmediatamente la botella de agua, después de tanto sudar entre el calor del incendio y la situación tan agobiante, fue un bálsamo poder llevarse algo refrescante a la boca, conseguía hasta tranquilizarla un poco....

…. Y eso que odiaba los sitios cerrados. Desde su brevísima estancia en el bloque tenía cierta tendencia a la claustrofobia, aunque en los aviones la controlaba algo, ya que había tenido que usar ese medio de transporte muy muy, pero muy, a menudo. Aunque no se planteaba meterse en el WC con semejante movida en el exterior.

Miró sorprendida al hombre mientras inspeccionaba su hombro, escuchando las cosas que decía con esa parsimonia a la que ya comenzaba a acostumbrarse. Parpadeó cuando sonrió, impregnándose de la filosofía del guardaespaldas, puede que fuese una mejor manera de afrontar las cosas, desde luego le venía bien escucharlo, pero las ideas de una persona no cambia de un día para otro, y mucho menos la forma de afrontar la vida. Pese a eso no pudo evitar pensar en que llevaba algo de razón, había pasado por cosas chungas, caóticas, peligrosísimas y tenía que reconocerse cierto mérito, no en plan suerte, sino de la adecuada actitud que había tenído en esos momentos de estrés.

Lo mismo White debía plantearse volverse psicólogo, seguramente Isabella se habría planteado recibir terapia de él.

Bueno, supongo que tienes razón.... -El susurro no sonó tan convencía como debería, pero estaba de acuerdo con esa hipótesis, mucho más que en los últimos cinco años. Ya era algo- Ya está mucho mejor -se refería al hombro, ahora sí que le sonrió -ya no me duele. -No era del todo cierto, pero quería seguir siendo una tía dura. Además ya estaba segura de que no tenía nada grave.

Sí...- se acercó a la nevera, a coger un sandwich de pollo, procediendo a desenvolver inmediatamente lo que se le antojaba un manjar, girándose para seguir atendiendo al joven -Prefiero ir contigo, no quiero descansar.

No era que no se fiara de él, eso por supuesto. De hecho su objetivo era no separarse del mercenario, pero por sentirse más segura. Además, corría el riesgo de que si se sentaba la adrenalina dejaría de activar sus músculos y era mejor seguir alerta y concentrada.

¿Vamos ya?

Mientras Isabella y Paul decidían que hacer Elena se comía con tranquilidad un sandwich y bebía una cocacola. El kit donador de sangre. Comentó con una sonrisa.
Como habían decidido salir ya a ver el capitán ella salió primero, atravesando la cortina que separaba el pasillo de las estáncias del avión. Luego se creó un pequeño caos que fué creciendo cual infección a la que la gente se fué enterando que había un soldado de la onu. Prácticamente y al unísono, como veis al traspasar la cortina, los pasajeros la habían arrinconado en un lateral de aquella ámplia estancia de primera clase. Escuchais como todos a la vez le preguntan por sus ciudades y familias, si allí también sucedía aquello. Elena prácticamente había sido engullida por la tripulación y aún así escuchabais su voz. Potente y clara, un tono de seguridad que no se correspondía a lo que uno debería esperar de una mente como la suya. Y con esa voz, les decía medias mentiras y medias verdades. La onu aún no sabe con exactitud la magnitud de la tragédia pero están volcando todos sus apoyos en solucionarlo. Elena se había convertido en cebo y los viajeros habían picado sin dudar un instante. La particular inmolación de la soldado os dejaba vía libre para ir a hablar con el capitán.

Veis de pasada por las ventanillas como el avión comienza a separarse de la tierra.
La tierra está ahora a unos diez kilómetros por encima de vuestras cabezas.
Muy abajo del fuselaje, a cientos de kilómetros, el agua en gravedad cero avanza convertida en lo que parecería fuego de lanzallamas azul. Con ella arrastra una barrera de escombros, edificios, vehículos de todo tipo, rocas...encerrando a la tierra en una enorme burbuja de agua.
La secretaria os guía hacia el capitán, intentando llamar la atención del grupo de gente que pregunta a Elena lo menos posible.

Siempre era mejor verla sonreír, y aunque dudaba mucho que no le doliera, asintió como si la creyera. Desde luego que tenía razón, por mucho que a la gente le costara entenderlo, tarde o temprano, lo primero la mayoría de las veces, se daban cuenta, pero no insistió en el tema, de hecho, se había explayado en demasía para lo que estaba acostumbrado.

Siguió a la azafata y cruzó rápidamente por la zona de pasajeros, a los que miró sin demasiado interés, seguramente no sabían la suerte que había tenido, quizás tuviera que preocuparse por ellos llegado el momento, si es que intentaban causarles algún problema, pero de momento los ignoró.

En cuanto estuvo delante del capitán, su estrategia varió, y si que intentó fijarse en todos los detalles posibles, aunque posiblemente aquel tipo sólo había tenido la desgracia de tener que ir a por ellos.

Mi nombre es White. Gracias por el rescate.

Le tendió la mano y no presentó a Isabella.

Me gustaría saber la situación del avión, la autonomía de la que disponemos y las posibilidades de aterrizar en algún sitio.

Ya daría más detalles si fuera necesario, pero ahora quería dar la impresión de que tenía todo bajo control. El capitán presupondría que ellos pertenecían al bloque, y si se habían arriesgado a hacer la maniobra por ellos, es porque realmente respetaban a los del bloque, probablemente por miedo.

Isabella se empezó a poner tensa a mitad del camino.

No fue por el enorme revuelo que causaba la presencia de Elena, sino por recordar que estaban con gente relacionada con el bloque, y percibir que había un grupo que la ignoraba deliberadamente. Todo esto unido a la poquita de psicosis que le habían provocado en el maldito edificio.

Ni siguiera llegó a entrar, susurró un rápido -Esperaré aquí- y se puso de espaldas a la gente que se comportaba como si la soldado no existiese, mirando exageradamente hacia abajo, para que su cabello tapase su rostro del capitán y de quien coño estuviese dentro de la cabina.

Demasiado tiempo huyendo de fantasmas como para de repente estar tranquila con la posibilidad de que la gente de la que llevaba escondiéndose cinco años estuviese potencialmente cerca. Es más, estaba tan violenta que al final acabó sentándose en el asiento más cercano a la puerta por la que entraba White, para quitarse aún más de cualquier campo de visión no deseable.

En ese breve trayecto la aprensión había conseguido quitarle el hambre por completo, apenas tres bocados de relajación había disfrutado, pero hizo el esfuerzo de continuar comiendo, pues no sabía cuando volvería a tener la oportunidad de reponer fuerzas. Todavía con la cara parcialmente escondida entre su pelo.

Quizá no tuviese motivos para comportarse así -¡OJALÁ!- pero sabía las redes que tenían los del puto sitio y que ella había sido una pieza importante en toda aquella mierda. Se supone que todo el mundo pensaba que estaba muerta, lo cual era bueno, así que mejor no remover la memoria de medio plazo de nadie y pasar lo más desapercibida posible.

Apenas desvió la mirada del nuevo horizonte, lo justo para dirigir un frío y azul reconocimiento al rostro de quien hablaba.  No hizo caso de la mano tendida, que no mostró intención alguna de estrechar y se limitó a escuchar al nuevo pasajero. Hubo un prolongado silencio, denso como el aceite mientras la nave avanzaba sin aparente destino. 

-Tome los mandos -dijo al copiloto. Cuando este así lo hizo, el capitán se puso en pie. Sobre su camisa blanca resaltaba la sobaquera con el arma. Se volvió y miró una vez más a aquel orangután, en esta ocasión más detenidamente. Nada en su actitud parecía demostrar laxitud o dejadez-. No me dé las gracias. Obedecíamos órdenes de acuerdo con el protocolo establecido. El resto de datos que solicita, me temo que no podré proporcionárselos. No hasta que uno de ustedes se identifique de forma adecuada. Ya sabe, el mundo está del revés y más de uno estaría dispuesto a arriesgar las vidas de todo un pasaje solo por su propia salvación. 

White no perdió la calma en ningún momento a pesar del desplante del capitán, estaba acostumbrado, aunque tampoco podía negar que le apetecía darle una buena hostia por creerse mejor que el resto del mundo, pero por el momento dependían de él.

Es mi compañera quien pertenece al bloque, no yo se sinceró yo soy un... "externo" contratado para intentar arreglar todo lo que está sucediendo eso era una verdad a medias pero tenía que darse importancia, casi una verdad completa, pues lo querían porque, junto con la chica, conocían el emplazamiento del lugar donde al parecer se habían originado toda esta mierda y no creo que estar en un avión nos asegure la supervivencia durante mucho más que unas pocas horas eso era obvio, al final tendría que descender, o lo que diablos fuera así que sería una buena opción hacer con ellas algo de provecho, pues parece que todo esto señaló al exterior está pasando a nivel global miró el arma, pero su gesto tampoco varió.

Si quiere puedo avisarla, está calmando a la tripulación, si es que eso es posible.

No pretendía llegar al avión y convertirse en el amo del mismo.

¿Qué planes tiene para salvar a toda esta gente aparte de permanecer en el aire rezando con no chocar con nada?

Quizás tuviera una idea genial que a él no se le había ocurrido.

-¿Qué planes tenía usted salvo esperar rezando a que un avión apareciera para salvarle el culo? -el tono de Lerman se había acompasado perfectamente al empleado por el hombre que se había presentado como White, y que desde su llegada parecía obcecado en demostrar lo lejos que podía mear. Obviamente, un especialista en hacerlo fuera de tiesto-. Señor White, acaba usted de llegar a esta nave y carece de cualquier autoridad sobre mí o este avión. Le aconsejaría no lo olvidara. Respecto a su compañera, sí, llámela. Dudo que por mucho que desee vaya a proporcionar ningún tipo de consuelo al pasaje. Su uniforme de la ONU estará consiguiendo un efecto contraproducente. Lejos de tranquilizar habrá provocado un efecto contrario.