Partida Rol por web

El arco de Ylva crujió peligrosamente... pero aguantó. La flecha salió disparada de la cuerda y voló hasta clavarse en la espalda del trol, que aulló de dolor y se detuvo. El enorme ser estaba confuso, los pinchazos venían de todas partes y eso era demasiado para su pobre mente. Empezó a darse la vuelta, y en ese momento, la piedra de Glyrhel le acertó en plena cara, junto a la oreja derecha. El trol bramó de nuevo, se frotó el lugar donde había recibido el golpe con su manaza y emitió un gruñido gutural. Era evidente que estaba furioso.

Merial aprovechó la distracción para correr hacia la salida una vez más, mientras Mawi se subía a la espalda de Ylva. En ese momento, el trol gritó de nuevo, tan fuerte que toda la sala reverberó y tuvieron que taparse los oídos. Alzó la enorme porra y con su descomunal fuerza la descargó sobre el suelo de piedra, que se resquebrajó. Pero lo peor fue que la sala empezó a crujir y unas cuantas piedrecitas cayeron del techo. Aquello no pintaba nada bien...

Mawi miró al techo, preocupada, mientras se sacudía un poco de gravilla que le había caído en las hojas de la cabeza.

—Oh, no... ¡corre, Ylva! —apremió a la joven—. ¡Esto se viene abajo!

Mawi era sorprendentemente ligera. Mucho más de lo que Ylva había pensado y no tuvo problemas en correr con ella a hombros. Incluso, se veía capaz de disparar con aquella carga extra... de lo que no se fiaba era del estado de su arma. Con el suelo temblando y el techo peligrando la arquera miró su alrededor. Quizás pudiesen aprovechar esa situación.

–Eso espero —respondió a Mawi— ¡Pero cuando hayamos salido!

Cargando a Mawi, Ylva corrió hacia la salida casi al mismo tiempo que Merial. Las dos saltaron la cuerda que Glyrhel había colocado, y el grupo corrió por el pasillo para poner tierra de por medio. El trol les persiguió, pero al llegar a la trampa sus torpes pies se enredaron en ella. La cuerda no aguantó el peso del enorme ser y se rompió pero le retrasó lo suficiente para que el techo de la estancia cayese sobre él, sepultándolo.

El suelo tembló bajo los pies del grupo y estuvieron a punto de caer al suelo, pero lograron mantener el equilibrio. Unas cuantas piedrecitas más cayeron del techo y todo volvió a quedar en silencio. Se habían librado por los pelos.

Con las piernas temblando, Ylva se agachó para dejar a Mawi en el suelo y le quitó un par de trocitos de piedra de sus hojas, sin darse cuenta de que ella misma, como el resto, estaba cubierta de polvo. Aquella última carrera con el troll pisándole los talones había sido demencial. No tanto como huir de los esqueletos, pues al fin y al cabo, hasta hacía pocos segundos era un ser vivo, pero lo suficiente como para sentir que su corazón buscaba por donde salir de su cuerpo. En aquel momento, la arquera quiso hacer muchas cosas a la vez: comprobar que el troll realmente estuviese muerto, ver si podía recoger su cuerda, mirar el derrumbe para ver si tenían que salir de allí a toda velocidad, revisar su arco... Pero finalmente, optó por lo más importante:

—¿Estás bien, Mawi? ¿Te has hecho daño?— preguntó nada más recuperar el aliento— ¿No estarían Wik y Kuwo contigo?

Mawi asintió débilmente con la cabeza, sobrecogida aún por todo lo que acababa de pasar.

—E... estoy bien —dijo. Luego esbozó una leve sonrisa—. Gracias por haberme ayudado...

Al escuchar el nombre de sus compañeros arbóreos, negó con la cabeza apesadumbrada.

—No... no sé donde están. Me desperté aquí sola, en la oscuridad. Tenía mucho miedo... Luego oí vuestra voz pero...

Tragó saliva, sin atreverse a poner en palabras lo que había ocurrido después, justo antes de que todos se encontraran.

Merial estaba recuperando el aliento y retirándose de la frente un par de mechones de cabello empapados de sudor. Habían acabado todos cubiertos de polvo, pero no parecía importarles demasiado.

—Ha sido horrible... —murmuró—. ¿Estás bien, Glyrhel...?

Se volvió hacia el chico, con el rostro aún tenso por el peligro que acababan de correr.

Ylva esperó a que Glyrhel contestase antes de ponerse a revisar su arco. La chica apoyó en el pie una de las palas para desmontar la cuerda y así revisar mejor por donde se había ajado la madera, porque estaba convencida de que algo se había dañado. Su rostro estaba teñido por la preocupación. Aquel no era su primer arco y esperaba que no fuese el último, pero no quería usarlo hasta no saber si era o no seguro. Pese a todo, fue capaz de levantar la cabeza para sonreír a Mawi.

—Los encontraremos, ya verás. A todos.   

Mawi no dijo nada ante el comentario de Ylva, pero asintió levemente con la cabeza. Mientras tanto, la skaldi aprovechó para examinar su arco. Inmediatamente pudo ver que una de las dos piezas de madera que lo formaban se había astillado y una fisura había aparecido cerca del mango. No parecía que la estructura del arco estuviera a punto de romperse... pero Ylva supo al instante que era cuestión de tiempo que acabase cediendo en alguno de los disparos que realizara.

Cualquier arquero experto le hubiera dicho que no era seguro confiar un tiro importante a ese arco, y menos si se jugaba la vida con ello. Pero en una situación como aquella, no iba a tener muchas opciones...

- Sí, sí...- respondió no muy convencido mirando hacia atrás e imaginándose lo que de él hubiera sido si no hubiera corrido lo suficientemente rápido.

Nada le dolía. Ni un rasguño había recibido. Pero viendo el destrozo causado, escuchando aún el gutural retumbar del techo desmoronado, y sintiendo la incesante presión en el pecho que amenazaba con estallar en cualquier momento, no podía llegar a creérselo del todo.

Echó la vista atrás, a su espalda; a uno y otro lado. No tardó en volver a comprobar desconfiado que nada le había pasado y, finalmente, se sacudió un polvo que aún ni había terminado de asentarse en el suelo.

- Creo que sí...

Merial respiró hondo y terminó de limpiarse el pelo de polvo y piedrecitas.

—Bueno, por lo menos nos hemos librado de esta... ¿Seguimos yendo hacia el sonido mecánico?

Con todas aquellas emociones, lo habían olvidado por completo, pero el ruido acompasado de la maquinaria enana se seguía escuchando por encima de sus cabezas.

Glyrhel asintió. ¿Hacia dónde más podían ir? Aquel había sido su objetivo antes de escuchar la voz de Mawi, antes de acudir hacia ella y que todo terminara de aquel modo. ¿Bien? Sí, pero por los pelos, y eso era algo que no podía quitarse de la cabeza.

- Antes de escucharte oímos otro ruido. Un ruido como de máquinas, ¿no?- comenzó a poner al día a Mawi.- Fuimos hacia él y llegamos a unas escaleras que iban arriba y abajo. Arriba se oía ese sonido mecánico y abajo, a ti. Así que ahora volveremos a las escaleras donde... Bueno, ya sabes... Y subiremos. Quizá allí arriba esté la salida o una forma de encontrarla.

Mawi escuchó a Glyrhel y pareció preocupada.

—Uf... no me gustan mucho las máquinas —murmuró—. Pero si voy con vosotros, está bien. No tengo miedo.

No parecía querer poner pegas después de que la hubiesen sacado de aquél embrollo con el trol. Y tampoco quedarse sola de nuevo.

—Creo que mi arco está en las últimas... Espero que resista hasta que salgamos de aquí

Ylva suspiró resignada, miró a Merial, sabiendo que ella entendería bien la situación y enseñó al resto la raja del arco antes de proceder a montarlo de nuevo, con mucho cuidado y mimo. La idea de subir arriba era excelente, pero había algo que tenía que hacer antes. O más bien comprobar. Y eso implicaba acercarse a la "habitación del troll".

—Deberíamos echar un vistazo antes a la habitación derrumbada— comentó— Quizás haya abierto un hueco en el techo en algún lugar y podamos ver algo desde allí. Pero antes...

Ylva sacó una de las flechas y empezó a tantear su ropa bajo la tenue luz del orbe. La muchacha se quedó unos segundos comprobando la textura de su sobrevesta y sonrió antes de quitársela y quedarse solo con la camisa que llevaba debajo. Decidida, dio el extremo superior a la arbórea para que lo sujetase y estiró la prenda lo suficiente como para que quedase tensa antes de cortar, usando la punta de la flecha, una franja de tela. Tras unos segundos trasteando, cortó de aquella franja tres trozos, dos del tamaño de una daga pequeña, y otro algo más menuda e hizo un par de agujeros en cada uno de los extremos. La tela que sobraba, la cortó a lo largo, haciendo un montón de tiras, que utilizó para pasarlas a través de los agujeros. Finalmente, y con expresión triunfal, levantó la mano enseñando el resultado de su obra: tres hondas. Incluyendo una más pequeña para Mawi. 

—Había pensado en hacer una, por si el arco se rompe, pero se me ocurrió que también os vendrá bien. Si os arrinconan, o en caso de mucha emergencia, tirar una piedra con ella es una buena opción. Incluso sin fuerza, golpean fuerte— explicó mientras se volvía a colocar la sobrevesta, que había mermado bastante su longitud—. A ver, que es mejor correr, pero no está de más.

A punto estuvo de decir a Mawi que ir hacia allá era prácticamente la única opción que tenían, pero poca tranquilidad podía proporcionar a la arbórea, y a nadie en verdad, la resignación; saber que la razón de su decisión era la imposibilidad de seguir cualquier otro curso de acción. No obstante Ylva tenía otra idea, una que no arrojaba muchas esperanzas y que a Gryrhel no le hacía demasiada gracia.

- ¿Estás segura?- pregunto apartando la mirada y el asomo de un rubor al ver a su amiga desprendiéndose de parte de su vestimenta antes de aceptar la improvisada honda.- Quiero decir... La zona no debe ser segura. Aún puede derrumbarse. Más- aclaró.- Y si se ha abierto un hueco en el techo ya podremos verlo si subimos las escaleras por el otro lado, ¿no? Es más seguro, creo.

O eso esperaba.

—Claro, pero desde abajo podremos ver si el ruido ha hecho que se acerque alguien a la zona. Desde abajo podemos escondernos, pero quien esté arriba lo tiene más complicado— comentó sonriendo ligeramente al ver como el chico apartaba la mirada al verla solo con la fina camisa— Además, así podremos coger alguna piedra... Respecto a que se siga derrumbando está a unos pasos de aquí. Será menos de un minuto echar un vistazo. ¿Qué opináis?

- De acuerdo. Vale...- respondió no estando muy seguro de si le habían convencido sus argumentos o es que no podía decir que no a Ylva.- Pero solo un vistazo.

En aquel momento se giró hacia Mawi. Se le había ocurrido una manera de intentar hacer que la arbórea olvidara momentáneamente sus miedos, y era a través de la conversación. Además el tema que tenía en mente le entusiasmaba, más desde su reciente descubrimiento, y le ayudaría a él mismo a evadirse ligeramente, a imaginar lo que podría hacer una vez salieran de aquel sitio.

- Vosotros, ya sabes, lo arbóreos... Ehm... ¿Tenéis magos?

Mawi se volvió hacia Glyrhel, un poco sorprendida por la súbita pregunta. Se llevó una mano a las hojas de la cabeza y se las frotó, pensativa.

—Bueeeno... —dijo—. Algunos arbóreos tienen poderes. La mayoría relacionados con la naturaleza, sobre todo con las plantas, que son nuestras hermanas. Pero no suele haber arbóreos magos, por así decir...

Mawi dijo aquello mientras caminaban hacia los escombros de la sala derrumbada, y al oírlo, Merial se volvió hacia la arbórea.

—Pero tú tienes un poder, ¿no? —preguntó—. Lo de tu suerte...

Mawi asintió, aunque no parecía muy convencida.

—Por lo visto, Mawi tiene una suerte sobrenatural —explicó Merial—. Lo que pasa es que no sabe cómo controlar ese poder, pero os aseguro que he visto cómo se ha librado de peligros que hubieran acabado con guerreros o magos experimentados... ¡y siempre de las formas más inverosímiles! Ojalá tuviera yo un poder como ese.

Aquello sorprendió a los chicos. ¿Había gente con la suerte de su lado a ese nivel? De ser así, seguro que eso era mejor que cualquier coraza o armadura. Pero un poder así no debía ser fácil de controlar, en efecto. La suerte es eso... suerte, y aparece cuando menos la esperas.

Llegaron hasta la montaña de escombros y allí Ylva comprobó que la suerte la había sonreído un poquito, ya que el extemo de su cuerda asomaba entre los trozos de roca, y pudo recuperarla casi intacta. Eso sí, de sus ganchos no volvió a saber nada... Poco a poco, fueron retirando los primeros cascotes con cuidado de que no se les derrumbase todo encima. De vez en cuando caía rodando alguno especialmente gordo, pero lograron apartarse de todos a tiempo. Al final, descubrieron que efectivamente, el techo entero se había derrumbado y había una abertura grande por la que se veía otro pasillo que se había quedado sin suelo. Sería un poco complicado trepar hasta ahí... pero al menos ahora tenían otra alternativa a la hora de escoger un camino.