Partida Rol por web

Kurt escuchaba sin otra opción el monólogo que Hans mantenía acerca de la crema de calabaza que su madre hacía, allá en la asamblea, cuando los grajos comienzan a volar bajo.

-Esa es la clave-. Decía el halfling apostado en lo alto. -La temperatura ambiente exacta para que la calabaza no esté ni dura, ni blanda. De esa manera se puede pelar y triturar sin que se deshaga por completo perdiendo el jugo, que, como dice mi santa madre; "es donde se encuentran las vitaminas"-. El mediano adoptó una vocecilla graciosa imitando a su madre. 

-Ignoro que significa eso. Ni siquiera estoy seguro de ella sepa muy bien lo que significa. Vitaminas...- dijo haciendo una pausa pensativo. -Debió escucharlo de algún erudito en alguno de sus viajes a la ciudad. ¿Sabes?, Siempre he tenido curiosidad por saber que significa esa palabra. De seguro es alguna clase de bichejo raro, de esos que pagan los magos para abrirlos luego en canal y ver si en sus tripas hay algo mas a parte de mierda y...

Un escándalo, allá en el bosque, comenzó a tomar cada vez mas intensidad. Al instante comprendisteis que el plan no iba a salir como teníais previsto.

Cenizo se dio cuenta del error que había cometido al dejar caer la calaverita y se detuvo en seco. Se agachó y comenzó a arrastrarse hacia atrás, tratando de gatear para alejarse lo más posible sin hacer ruido. En un momento dado, su pie se deslizó en una hoja seca y crujiente, y produjo un sonido fuerte y luego un chascarrillo continuo. Si todavía no habían visto su posición, ahora seguramente sabían dónde estaba.

—Cachis... Me cachis... ¿Quién se dejó las hojas del bosque? ¿No saben que se puede vender como especias? —Mientras rabiaba y miraba alerta a los gigantes, se guardó un puñado de hojas en el bolsillo.

Lo que decían los gigantes llamó la atención del viejo. ¿Cómo que asesinos? ¿Cómo que cobrado? ¿Están pagados a sueldo? Cenizo miró a los compañeros de guerra con un cara de no comprender nada, a la espera de órdenes. Mientras tanto, salivaba en exceso.

   Kurt movió los hombros para acomodarse la capa. La noche había traído un aire frío que les mordía la piel, aún más subidos en aquel peñasco, y Mannslieb se paseaba perezosa por el cielo. Algunas nubes pasaban ocultando el satélite y durante esos momentos el monte quedaba sumido en lúgubres tinieblas; quizás un presagio de lo que estaba por venir.
   De vez en cuando, el joven soldado lanzaba miradas y sonreía a su compañero, que no paraba de darle a la sin hueso en un prolijo monólogo sobre las calabazas y sus propiedades culinarias. Las "betaminas" esas que mentaba el halfling, a Kurt le sonaban a cosas de alquimistas pero de buen grado se habría comido un pastel o una sopa de calabaza con espelta y queso de cabra. 
   Hans, que había empezado a desvariar sobre hechiceros con afición por la evisceración, calló de repente cuando un tumulto se inició en el bosque. El joven soldado miró en la dirección del sonido intentando ver algo; por un segundo, la imaginación le jugó una mala pasada y convirtió las oscuras formas de los árboles en un ejército de gigantes. - Maldita sea. No veo una mierda. ¿Y tú? - preguntó a Hans confiando en que el mediano tuviera mejor vista.
   Kurt terminó de preparar su arma: con una pequeña herramienta con forma de T hizo girar la rueda de acero dentada del disparador hasta que, con un chasquido, quedó asegurada. Luego asió un frasquillo de latón con forma trapezoidal que llevaba prendido del tahalí por un cordón y en el que guardaba una pólvora más fina que usó para llenar la cazoleta. Cerró la cubierta de la cazoleta y se colocó en posición pero con el arma en descanso, el cañón apuntando al cielo nocturno. 

Hans se mostraba nervioso. Apenas era capaz de amartillar su pistola de pólvora y unas gotas de sudor comenzaron a brillar en su frente. Extrañamente, no habló ni contestó a tu pregunta manteniendo la mirada fija en la dirección que se suponía vendrían los gigantes.

Nuestra avanzadilla sale peor de lo que podríamos haber esperado y, después de una serie de innecesarios ruidos, ponemos en alerta a los objetivos. Sin saber realmente si alejarnos para replantear o continuar con el plan de atacar y luego huir para emboscar, escucho a Cenizo hacer una actuación, probablemente intentando sacar algo de información pues cuando los dos ogros mencionan oro, enarco una ceja en clara duda.

Miro a Ándor y le hago un gesto con la mano indicando que mantenga silencio y se agache un poco, para luego hacerle a Cenizo un gesto afirmativo para que continúe intentando averiguar qué es lo que quieren decir los ogros.

"¿Así que ellos también están detrás de una recompensa? Esto cambia mucho las cosas."

Saco otra flecha y me mantengo atento por si deciden atacar al anciano, para soltarles una flecha y darle tiempo de huir. Si el viejo no se acerca demasiado, no debería ser problema poder volver a nuestra posición y juntos huir hasta donde nos esperan nuestros otros dos compañeros.

   - ¿Acaso os comió la lengua el gato? - reprochó a Hans por su repentino mutismo. Miró al mediano y al ver que era un manojo de nervios y tenía problemas con su pistola, extendió una mano y tiró del can para colocarlo en posición de disparo. 
   Comprendiendo que Hans no era un soldado y que tenía pinta de cualquier cosa menos de avezado guerrero, Kurt suavizó su tono. - Ahora, procurar mantener la calma. Yo abriré fuego primero y tú no te precipites, apunta con calma y deja que se acerquen. Si nuestra posición. Hans mirame, joder. Si nuestra posición se ve comprometida bajamos de aquí cagando leches e iremos hacia aquellos árboles de allí para intentar despistarlos. Nos separaremos un poco pero sin perdernos de vista; lo último que necesitamos es acabar por ahí solos y perdidos - señaló con un gesto de la cabeza hacia un boscaje de pinos cercano a la trocha por la que habían venido siguiendo el rastro de los gigantes. 
   Kurt intentó parecer seguro, pero la verdad es que estaba acojonado. No podía evitar pensar que los gigantes habían atrapado a los demás y se los estaban comiendo. Joder, se los estaban comiendo y ellos iban a ser los siguientes. Menudo panorama.
   El joven nordlandes se obligó a volver a mirar hacía el bosque. Respiró una bocanada del frío aire nocturno y recitó en silencio una plegaria a Ulric con la que desterrar aquellos funestos pensamientos. Pronto habría que luchar y no era momento de desfallecer. Su Dios le observaba y era duro en su juicio.

Ándor maldijo, primero en voz baja, y luego en voz alta, a medida que los ruidos y el estrépito se sucedían. Alertados ya de su presencia el cuchillo no serviría de nada contra esos ogros a pesar de no ser gigantes.

Sacó su arma de mano y su escudo mientras decían algo de cobrar y oro. Enseguida la mente del sicario relacionó todo aquello. 

-¿Sois mercenarios?-. Preguntó con prudencia.

-¿Y a quién puede importarle si lo somos o no?-. Contestó secamente avanzando ambos una zancada con las lanzas en ristre. 

El sicario mostró la sangre fría que le caracterizaba y bajó la guardia, aunque sin desarmarse. Un símbolo de querer parlamentar.

-Nosotros hemos sido contratados por el alcalde de Lubrecht para encontrar a los responsables de las trampas puestas en los caminos que han afectado a granjeros y gente humilde. Vosotros pusisteis las trampas, ¿Verdad?-.

-Nuestras son, y con mucho orgullo-. Dijo el otro ogro. 

Hans, todavía temblando, asintió a tus palabras mientras tragaba saliva. 

Habías visto esto en reclutas antes de una batalla. Era, sin duda alguna, su primer combate.  

-Ahh.. tú calla, Bolog-. Mandó el ogro que parecía más listo y el jefe. -Déjame hablar a mí y estate preparado para ensartar al del arco si nos atacan-. Dijo con toda la calma, sin bajar la guardia. 

-Entonces, por lo que dices, es cierto que sois asesinos que venís a por nuestras cabezas. ¡Pues no las conseguiréis!-.

-Sólo lo decía porque entonces alguien os habrá contratado para poner esas trampas, ¿cierto?-. Continuó Ándor sin amedrentarse.

-Continúa-. Dijo el ogro. -Me has picado la curiosidad-. 

-Si estáis poniendo esas trampas es para cazar a alguien. Si os ayudamos a cazarlo se terminaría vuestro trabajo y también el nuestro. Vosotros dejaríais de poner trampas y nosotros cumpliríamos nuestro acuerdo con el alcalde. ¿Quién es el desafortunado?-.

El ogro calló durante un rato mientras se veía como su compañero, mas impaciente, lo miraba continuamente a la espera de qué hacer.

-Seee.....- dijo arrastrando las palabras. -Si queréis ayudar me parece bien, pero la recompensa es nuestra. Nosotros lo hemos rastreado y gastado mucho tiempo y material y recursos-.

-Qué bien hablas Orgol-. Una risotada boba siguió a la afirmación.

-Por eso madre nos dijo que yo era el inteligente, Bolog. Ahora cállate-. Los ogros dejaron de amenazaros con las lanzas, que las levantaron apoyándolas en el suelo como dos guardias de ciudad. -Venimos a cazar a un gigante-.

Cenizo se sorprendió al comprobar que los ogros buscaban al mismo responsable que ellos.

—¡Lo sabía, señoras y señores! —exclamó, hundiendo su bastón en la tierra—. ¡Sabía que ellos dos no podían ser tan malvados! Jijiji. Así que deben capturar al gigante que devoró aquél tipo, ¿eh? —preguntó para confirmar sus motivos—. Nunca capturé a un gigante y no estaría mal hacerlo en compañía de dos grandullones. Ña. A nosotros nos interesa que cesen las bromitas... Pueden tener la recompensa que os prometieron, si por mí... ¡EL CRÁNEO ES MÍO! El cráneo del gigante lo deseo, será nuestra... prueba de que las bromas se terminaron... ¿Trato?