Partida Rol por web

   - ¿Pero que coño? - fue todo lo que Kurt acertó a decir cuando tres figuras, que corrían como alma que lleva el diablo, surgieron de la oscura frondosidad del bosque que tenía delante. Respiró aliviado al ver que se trataba de sus compañeros y bajó el arma, pero no hubo tiempo para regocijos por saber que seguían vivos pues la desalmada carrera de aquellos tres dejaba patente que era lo que les venía detrás. Quizás aún pudieran atenerse, en cierta forma, al plan original.

    - No os detengáis. Los "embolsaremos" cuando pasen - dijo a los velocistas mientras qué él se echaba a un lado buscando ocultarse entre la negrura de los árboles circundantes. Todo iba a depender de que los brutos estuvieran tan obcecados en atrapar a los otros que no se dieran cuenta de que eran emboscados por la retaguardia.

Los ogros corren detrás del grupo pero para mí no hay otra opción que alejarme lo más posible de ellos. Esperaba encontrarnos con Kurt y el mediano listos para abrir fuego contra ellos apenas pasásemos por su posición pero, en cambio, nos encontramos con ellos caminando y sorprendidos por nuestra carrera:

"¿Pero que mierda? ¿Ni para el plan más simple sirven estos inútiles?"

Sigo corriendo sin detenerme, sabiendo que la única forma en la que yo puedo ayudar en el combate es tomando cierta distancia para poder utilizar el arco con tranquilidad. Ándor y Kurt parecen buenos luchadores cuerpo a cuerpo, por lo que si consiguen detenerlos, puedo ensartarlos a la distancia.

Así que sigo corriendo, más allá de la posición de Kurt y no me detengo hasta saber que los ogros han dejado de correr.

No, no, no. Deberían estar en una posición alta para atacar a los ogros desde arriba.

No era lo que habíamos planeado, así que tendría que ser una batalla a espada contra garrote. Suerte que el tamaño de los ogros los hacía torpes y seguramente estarían descoordinados a matar, pero continuaban siendo grandes para un enfrentamiento de cara. Lo suyo sería escabullirse de sus golpes y atacar por la espalda, hacerlos caer de rodillas y atacar sus gargantas.

Pasé por la posición de Kurt, esperando que soltara el primer disparo sobre ellos para poder escabullirme y buscar una posición lateral para atacar.

-¡Los gigantes!-. Gritaba Hans con los ojos muy abiertos mientras pasábais a su lado. -¡Los gigan...aaahh!-.

La cara de pánico en el rostro del mediano no dejaba lugar a dudas de que combatir no era su fuerte. Con un grito descargó su arma de fuego, cerrando los ojos, y errando el blanco. 

El proyectil impactó en la rama de un abeto a varios metros de la posición de los ogros, espantando a las aves que allí dormían.

Miro con cautela los movimientos de los ogros y escucho el sonido del arcabuz. El sonido erró el blanco, pero destrozó una rama de un árbol.

Podría caerse sobre la cabeza de alguno de ellos.

Intentando dejar visibilidad clara a las flechas de Gustav, me separé de la línea de acción de los ogros, buscando un punto lateral desde donde poder atacar fuera del rango de las armas de los hermanos. Espada preparada para encontrar ese punto descubierto donde asestar el tajo.

   Cada fibra de su cuerpo le impelía a salir corriendo, pero la disciplina se impuso y Kurt se mantuvo en su posición. Salió por el lado del árbol desde que mejor encaraba la trayectoria de los brutos y en un solo movimiento fluido se colocó en posición de disparo con el arma en ristre, la coz firmemente apoyada en el hombro y la mejilla en contacto con la pulida madera. Kurt accionó el disparador y un segundo trueno se impuso a cualquier otro sonido en el bosque. El olor de la pólvora quemada inundó las fosas nasales de Kurt.
   La pelota de plomo voló certera e impactó contra la cabezota del que vestía con malla y pantalones a rayas azules y rojas.

Cenizo gruñó mientras hurgaba en sus harapos.

—Ni uno es enano, ni los otros gigantes, me cachis... Mira que a mi edad tener que pelear... ¿No van a tener consideración con un anciano?

Finalmente sacó una de sus boleadoras y con la otra mano sostenía su firme bastón. Estaba preparado para el enfrentamiento.

El disparo de Kurt abrió un surco en la sien de uno de los ogros. La sangre comenzó a manar y caía abundantemente, pero el ímpetu de la carga no cedió ni un segundo. Su resistencia parecía descomunal.

Ándor se escabulló entre los árboles buscando atacarles por el flanco, mientras que Gustav se distanció de la lucha cuerpo a cuerpo apara apoyar con el arco. Tan solo Kurt, el viejo Cenizo y Hans Gaubert, halfling con evidencias de congoja, presentaron la cara.

Un disparo me alertó de que alguno de los presentes ya había comenzado con el combate, por lo que giré y vi que era Kurt pero que su disparo no fue suficiente para acabar con la vida del bruto. Pienso que es el momento de comenzar a atacar pero mi habilidad para luchar en cuerpo a cuerpo es completamente nula, por lo que continúo alejándome un poco más antes de detenerme.

"Bueno, es hora de acabar con estos idiotas y cobrar la recompensa."

Veo a los enemigos y apunto con mi arma para dispararle en la cabeza al mismo idiota que lo hizo Kurt. Dudo mucho que sea capaz de aguantar tanto un disparo como un flechazo.

Cenizo preparó sus tres bigotes, sus cuatro dientes y su boleadora. La hizo girar en el aire a riesgo de poder golpear a los camaradas y cuando el primero de los ogros estuvo lo suficientemente cerca la lanzó contra él. Las cuerdas se engancharon en su cuerpo, impidiéndole actuar con normalidad.

—¡Tomad esa, granujas de medio pelo! JIJIJI —Cenizo se lo pasaba bien, casi no consideraba un combate lo que tenían, sino un entretenimiento más—. Ahora, qué, ¿eh? ¿Dónde está el gigante? ¡Confesad!

Mientras tanto el viejo pensaba en sus siguientes movimientos, ya que sospechaba que la lucha iba a continuar

-¡Humano asqueroso!-. Orgol se detuvo cuando la boleadora se enrolló en él. Pero con un gruñido y haciendo halago de la fuerza de los ogros, partió la cuerda que lo retenía adquiriendo un oponente visible.

No era buena idea meterme cuerpo a cuerpo con los ogros, pero debía de aprovechar el efecto de las boleadoras de Cenizo y que los ogros estarían distraídos para intentar atacar desde un lateral a Orgol.

Con la espada en la derecha, salí corriendo dispuesto a dar una estocada en movimiento y volver a alejarme de la zona de peligro si podía, atento a esquivar una patada de aquellos pies gigantescos.

La sangre que manaba de la herida provocada por la bala de Kurt, tapaba media cara del ogro. Los ataques combinados de Cenizo y después de Ándor, hicieron que el ogro no pudiera detener la fina hoja que se colaba entre su armadura sacándole un grito de dolor.

Con rabia encaró la nueva y más dañina amenaza descargando brutalmente su enorme hacha contra Ándor. 

Kurto dejó caer el humeante arcabuz y desenvainó la larga espada de acero imperial. Asió la empuñadura con ambas manos y avanzó hacia la refriega. Los primeros metros lo recorrió con un trote ligero, buscando una posición beneficiosa, y luego aceleró el paso, cargando contra el gigante que luchaba contra Ándor. Mientras corría, alzó la espada por encima de la cabeza e invocando el nombre de su Dios la descargó con un potente tajo. - ¡ULRIC! -  El agudo filo hendió la carne y la sangre brotó de la terrible herida.

Bolog era mas lento, tanto de pies como de mente, pero el llegar tarde le daba la ventaja de conocer los movimientos enemigos.

Bolog cargó contra aquellos que atormentaban a su hermano con especial violencia, pero el corpachón de Orgol se interpuso en su ataque no llegando a actuar.

La fuerza del impacto desgarró la chaqueta de cuero de Andor, dejando al descubierto la cota de malla que llevaba debajo. Aunque los impactos habían sido fuertes y de las heridas de Orgol manaba bastante sangre, el ogro tenía una resistencia sobrehumana, manteniendoae de pie y combatiendo.

Al ver que su herramienta maestra había sido desatada con una facilidad sorprendente, el viejo retrocedió unos pasos, saliendo del alcance de su arma poderosa. Entonces se preguntó por qué no había funcionado y ahora que lo pensaba, se dio cuenta de que solamente había escuchado disparos procedentes del trabuco de Kurt. Faltaban otros disparos que no habían sonado.

Se dio la vuelta y observó lo que sucedía al final de la trifulca.

—¡Dispara, mediano insolente! —gritó a donde creía que estaba—. ¿Dónde está ese gusano? No lo veo en ningún lado. ¿Gustav, está contigo?