Partida Rol por web

Los alguaciles volvieron a la carga, intentando arrestaros o tal vez algo peor. Joan Malet seguía mirando el apresamiento detrás de ellos. Ni harto ni perezoso, el cazador Edrigu cogió una flecha, la cargó, y la disparó a bocajarro a su contrincante (A2). El grito de éste cuando la flecha se clavó en su brazo fue aterrador:

Daño: 5 (sin protección en brazo) (/2 por brazo): 3 puntos de daño.

El alguacil intentó devolvérsela al cazador, pero su alabarda lo le golpeó. Fue entonces cuando Aleixo, bracamante en mano, pensó en regalarle de gratis acero bien templado, metiéndoselo en el cuerpo por completo (pues éste intentó esquivar pero se trastabilló* y se quedó justo delante del goliardo para ser embestido). El bracamante salió del pecho del Alguacil, bañado en sangre...

Daño: 8 (-2 por cuero tachonado): 6 puntos de daño.

Fue en éstas que el trovador Dariu, espada en mano (y quién lo diría) se acercó hacia el último alguacil (A3) y le endosó espadazo febril e implacable, aunque no logró acertarle más que al aire; sin embargo, éste algucil tomó su venganza y con la misma intención logró endosar un tremendo golpe al caballero con su alabarda:

Daño: 9 (-3 por gambesón reforzado) (/2 por brazo): 3 puntos de daño.

-Bastardo-Grita mi personaje hacia el enemigo mientras vuelve a atacarle

Bien, bien, Aleixo. Lo estás haciendo bien. Nadie ha ganado nunca una pelea muriendo por sus ideas; lo ha hecho haciendo que el otro muera por las suyas.

Otra flecha fue disparada por Edrigu el cazador. No tembló su mano, ni su arco, y la flecha no pudo ser esquivada por el alguacil2. El disparo se le clavó en el estómago, aunque oblicuamente (y no le atravesó por completo).

Daño: 5 (-2 por cuero tachonado): 3 puntos de daño.

Acto seguido, éste quiso darle venganza a Edrigu, pero dada la tensión no consiguió acertar al cazador. Después, otro de los guardias de Reus se lanzó de nuevo contra el goliardo Aleixo tomando fuertemente su alabarda pero no logró acertar. Lo mismo pasó con el propio Aleixo, cuyo bracamante cortó el aire contra su rival.

Finalmente, el duelo andábase con el caballero y el alguacil frente a Dariu. El trovador levantó tan hábilmente su espada que logró acertar de pleno al hideputa que le oprimía. La espada voló de arriba a abajo, cortándole casi en dos el brazo...

Daño: CRÍTICO (daño máximo e ignora armadura) (/2 por brazo): 6 puntos de daño + SECUELAS.

La sangre brotaba a borbotones. Los tendones bailaron como las cuerdas de un laud tocado con fuerza, y el hueso vióse partido en dos entre la carne cortada. En el filo de la espada de Dariu aún quedaba la sangre y los restos del brazo del alguacil... Y éste llevóse la otra mano al brazo herido, pero gritando de puro dolor (soltando su alabarda) y cayendo rodando al suelo, ¡¡rabiando de puro y verídico dolor!!

Fue en éstas que estábais aún luchando con fiereza cuando aquella mañana de amanecida en casa de Gema entró alguien más, golpeando a Joan Malet por detrás: era aquel hombre malparado, el marido de María (la mujer llevada por los alguaciles el día anterior). Tenía vendado el estómago, el hombro por debajo de la axila y heridas en la frente y mentón, pero andábase bien. En su mano portaba un palo o yerro (no vísteis muy bien qué era, pero golpeó a Malet haciéndolo caer aun lado por momentos), y azotando a los dos alguaciles que quedaban de pie (os estaba ayudando) mientras os gritaba algo:

¡Escapad! -os dijo-, ¡ayudad a Gema! ¡Ha huido al bosque! -entonces un par de golpes recibió en el costado, haciendo que se doblase... ¡RÁPIDO! ¡HUID! ¡VENDRÁN MÁS! ¡ BUSCAD A GEMA Y SI PODÉIS A MI ESPOSA !

Los alguaciles se reponían de los golpes y se disponían a apresarlo entre los dos...

Esta es la nuestra, pienso al ver lo ocurrido. Los derribamos y nos escapamos en búsqueda de Gema, no hay tiempo a perder.

-¡Agur! -grito antes de avalanzarme sobre el alguacil.

Genial. Ahora el vasco decide huir. ¿Por qué no me hago caso más a menudo? Si al final había que huir de todas formas.

No pierdo el tiempo y lo sigo corriendo, casi empujándole, para unir mi masa a la suya y empujar al alguacil con más ímpetu. Después de todo, el ímpetu es igual a la masa por la velocidad...

Una retirada a tiempo es una victoria. Sigo mis compañeros pero con el hierro preparado mientras miro el brazo del alguacil. Aun recuerdo las clases de esgrima

-Edrigu te seguimos, abre camino-Grito para que me oiga mientras echo una mirada asesina a los alguaciles

Tras las palabras del marido de la mujer capturada Edrigu aprovechó la confusión para dar un empujón y derribar a uno de los alguaciles y salir corriendo. Lo mismo hizo Aleixo y tras él el caballero Dariu, esgrimiendo aún la espada de su propiedad. Y de tal guisa, aquestos tres locos de las aventuras en el Principat salieron huyendo por las calles de Reus en dirección al bosque cercano a la cada vez más emergente villa.

Fuísteis pues al mitad del bosque. Mejor era huir de la villa que quedarse agazapado, pues esa casa y vuestras identidades habrían quedado marcadas para ser perseguidas en lo que restaba, seguramente, de vuestras vidas. Además, Gema os había tratado excepcionalmente bien, y dejarla tirada sólo cabría como posibilidad en la cabeza de gente innoble (pero no vosotros).

Asique, tras salir por una de las puertas principales os dirigísteis al bosque, sin  mirar si quiera si os seguían (preferíais no hacerlo).El mediodía os alcanzó casi sin daros cuenta y tras parar un poco para comer estábais justamente en el bosque al que se refería al marido. ¿Dónde estaría Gema? Desde luego, a simple vista no podía encontrarse...

-Nos hemos salvado por muy poco amigos-Digo en voz baja,palpándome el cuerpo me noto que estoy sangrando-Amigos estoy sangrando-Me miro con cara de sorpresa la mano-Aunque no parece nada grave¿como estáis vosotros?-Digo mientras me apoyo en el tronco de un árbol y limpio la hoja de mi espada con una hoja que cojo del suelo y espero la respuesta de mis compañeros.

-¿Seguro que estás bien Dariu? Si me quieren facer daño, me tienen que pegar más fuerte estos franceses del sur...

Derivo mi mirada hacia Aleixo

-¿E tu, estás bien?- le digo preocupado.

Mientras espero su respuesta empiezo a echar un vistazo a nuestro alrededor. Los bosques de esta comarca no se diferencian demasiado de los de mi tierra. Me agacho para inspeccionar el suelo. Algo llama mi atención.

Camino distraído, sin fijarme demasiado en nada. Ha habido muchos sinsabores, sangre y gritos en las últimas horas. No sé muy bien dónde estoy, y por ello las palabras del vasco me sacan de mi ensoñación.

-¿Eh? ¿Bien? Sí, claro, estoy bien. No me han tocado. ¿Vosotros? Veo, mi señor Dariu, que sangráis. ¿Queréis que os mire eso?

Estos bosques son bellos, oscuros, y profundos, pero tengo promesas que cumplir, y muchas millas antes de dormir.

Y muchas millas antes de dormir.

Pero antes de que Dariu dejara en pos de las manos de otros las suyas heridas, que se lanzó a mirar un rastro, y con él el cazador Edrigu, que de su oficio húbose de valer para ésto. Si bien ambos miraron en derredor posibles pistas (como no así fue por parte de Aleixo), sólo el cazador pudo lograr seguir el rastro cuando éste avanzaba: pisadas, y eran pequeñas. Si alguien estuvo aquí había de ser mujer, y si alguien había estado aquí sabíais que podía ser Gema. Y en siguiendo el rastro, que al no muy poco rato éstos os llevaron hasta una vereda ligeramente abierta que, tras seguirla, acababan en la entrada de una cueva. Aquella entrada era una boca negra en la roca del terreno, en mitad del espeso bosque cerca de Reus. Valgáos el cielo que esconderse allí sería una buena idea si uno fuera perseguido por la autoridad, como lo era Gema (y ahora, tras enfrentar todos vos con ellos, también).

Y sin poder atisbar demasiado desde el exterior, que hubísteis de meter cabeza y pasos dentro de la cueva, con cuidado (no sin antes encender un madero que hallábase tirado en el exterior). Ésta se ensanchaba a medida que avanzábais, hacíendose bastante amplia al cabo de pocos metros. Toda ella era natural, nada excavado, y hacía humedad típica de ese tipo de lugares. Una vez que se veía la entrada ya a lo lejos, notásteis que delante de vosotros la cueva se dividía ahora en dos caminos. El madero que llevábais por antorcha no era tal, y estaba ciertamente algo húmedo y por eso no quemaba bien. Por ende que si queríais avanzar en vuestra búsqueda había que declinarse rápidamente por una de las dos opciones: izquierda o derecha (no había, al menos no habíais visto, indicaciones alguna sobre a dónde daba cada paso).

Saco una moneda negra por la mala calidad del metal y miro las caras naranjas de mis compañeros bajo la luz del fuego.

— Cara —un 1— y vamos a la izquierda; cruz —un 2— y vamos a la derecha.

Tiro la moneda, de manera solemne. Seguro que el noble me lo agradece; un trovador se debe a su público.

— A la derecha pues, amigos.

-Yo iba a hacer lo mismo amigo mio-Digo mientras me guardo la moneda que tenia en la mano en la bolsa-Nunca me han gustado las cuevas-Digo en voz baja mientras aprieto la empuñadura de la espada-Mantened encendido el fuego, no he escapado de una muerte por hierro para abrirme la cabeza en un cueva-Digo mientras giro a la derecha y marcho el primero.

Compañeros, ya lo decía mi abuelo, "Más confío en el trabajo que en la suerte".

Me agacho para inspeccionar el terreno y intentar seguir el rastro anterior. Toco el suelo y miro los restos de tierra mojada que se quedan pegados a mis dedos.

Tras el lanzamiento de moneda, Edrigo hizo acopio de sabiduría de oficio, y tras agacharse vislumbró algunas pisadas recientes (bañadas en cierto barro), que efectivamente marchaban hacia la derecha. Seguros pues de tomar esta opción, llegásteis pues, en cuestión de segundos, hacia una sala rocosa y amplia, poco iluminada con algunas velas en las paredes. Poseía un jergón y un arcón. En el jergón se encontraba un hombre moreno, algo pálido y no con muy buen aspecto. Y junto a él, cogiéndole la mano, Gema... La muchacha palideció justo después de emitir un chillido por el susto de vuestra presencia desprevenida.

Se quedó sorprendida y agradada a la vez. Ciertamente no podía creer que estuviérais ahí.

Pero, ¡por Dios y la Virgen...! -musitó en alto-. ¡SOIS VOSOTROS! -emitió una sonrisa, y luego ésta se apagó, como pensando en las consecuencias de que vosotros mismos estuviérais allí-. No dejaba de apretarle la mano al otro tipo tumbado. ¿¡Qué hacéis aquí!?

Después de todo lo que ha pasado hoy, encontrarme a una panadera en una cueva cogiéndole la mano a un hombre tirado sobre un jergón me parece de una normalidad tediosa. ¿Que qué hacemos allí? Cariño, llevo todo el día haciéndome la misma pregunta.

— ¿Salvarte la vida, pedir auxilio, huir, luchar? ¿Y qué puede, en nombre de Dios, importar eso a estas alturas? Todos aquí somos proscritos —y, señalando con el mentón hacia el tipo tumbado—. ¿Quién es?