Partida Rol por web

Los rufianes toman ventaja y mientras que maese Arkantos se las va apañando con los de atrás, el norteño se tiene que enfrentar contra dos a la vez, y uno consigue alcanzarle, aunque viendo como se mueve no parece que sea nada importante. Sin saber que hacer agarro el arco, intentado apuntar de la mejor manera aunque en este callejon se hace un poco dificil.

Arkantos espera el embite de los dos marineros que parecen estorbarse, cubriendo bien la retaguardia y con un simple movimiento se aleja del primer espadazo evitando una caja en el suelo de la calle que sirvió para desequilibrar al atacante. Echando un ojo al segundo atacante eleva el brazo izquierdo y se oculta tras el mismo en el justo momento en que el segundo enviaba el filo de su espada al pecho de Arkantos. Moviendo el escudo a un lado y empujando el filo del enemigo hacia el mismo arremete con la diestra sobre el brazo que sostiene el pequeño escudo.

Arkantos logra asestar el corte sobre el codo del marinero. Este retrocede con un dolor muy grande, mientras que su compañero se incorpora para retomar una postura defensiva (no actua por la pifia). Por el otro lado Bronas también certero en su ataque le da un muy fiero corte al mismo marinero que lo atacó. Pero el no tan acertado al combatir Galdor lanza una flecha que se pierde entre unas lonas que están en un costado enrolladas y de seguro son el toldito de alguna entrada.

El marinero quiere aprovechar para asestar un buen ataque ahora que tiene espacio, pero Arkantos con un simple giro de la espada le desvía el ataque dejándo que el abanico de la espada pase de largo. Por el otro lado, Bronas con su actitud amenzante tiene a los dos marineros a mal traer, no se podría sacar uno que sirva juntando a los dos.

Arkantos consigue desviar el segundo ataque de su enemigo, sin embargo la sensación de tenerlos encima le hace dar un golpe sin mucha convicción provocando el mismo efecto que su enemigo, pasando el filo de su espada a dos palmos de distancia, sin encontrar blanco.

 Con un rostro sonriente, el guerrero blande su acero de nuevo, ya manchado de sangre, para penetrar otra vez al marino herido.

 - Ya es demasiado tarde, reúnete con tus malditos ancestros allá en el infierno.

 Tras causar otra herida arranca el filo y lo esgrime contra el otro marino, que bien atento al destino de su compañero se afana en interponer, a duras penas el broquel, para evitar el letal acero del Pielescarcha.

 - Eso solo demorará unos instantes tu destino, considérate muerto.

Aunque tengo los marrineros a tiro, no les  puedo apuntar demasiado bien y mis flechas salen desviadas hacia otro lado. Mis dos compañeros de viaje están de tarea con ellos lo que me da algo de espacio para volver a tensar el arco y volver a intentarlo.

Siguiendo la errática trayectoria de las flechas vez que un hombre al final del pasillo por donde venían sale corriendo haciendo señas a alguien para que vaya hacia donde están ustedes.

Los dos marineros se abalanzan sobre Arkantos viendo que no representa una gran amenaza para ambos, pero esa idea les hace cometer errores al calcular la distancia que esta vez les pasa demasiado cerca para Arkantos, más de lo que quisiera. Mientras que por el otro lado, Bronas despacha a uno de los marineros y el otro queda viendo pasar el filo de la hoja hasta que se frena de suerte contra el broquel.

Arkantos ve abalanzarse a ambos marineros a la vez y mueve el filo de la espada intentando quitárselos de encima, consiguiendo arañar al marinero que tenía más encima.

 Despachado uno de los mequetrefes, avanza aporreando con la espada al cabrón que queda en vida, acosándolo con fuertes golpes, obligándole a protegerse y a retroceder.

 - Sí, ya decía yo que no debías ser muy amigo de ese pobre diablo.

Lanzo mis dos flechas pero ninguna de ellas se acerca ni siquiera al objetivo. Por suerte el norteño se deshace de uno de ellos, y ya solo le queda uno. Pongo mi atención sobre los marineros que estan enfrentandose a maese Arkantos.De repente me doy cuenta que alguien al fondo del callejón está haciendo señas para que se acerque, mal asunto -pienso.

-Maeses, debemos darnos prisa y abandonar este callejón, por allí alguien esta avisando a otros. Sea quien quiera que avise no será bueno que estemos aqui cuando lleguen.

Digo mientras apunto a los marineros esperando que esta vez mi flechas sean mas certeras.

Viendo que los tres sujetos no eran tan fácil como habían pensado, uno de ellos duda entre irse o quedarse, mueve dudando su espada y broquel y se distrae, justo eso necesita Arkantos para hacerle un ligero corte en el brazo con donde tenía la espada y eso fue lo que le hizo decidirse, se retira corriendo dejando a su compañero solo. Mientras que este sin saberlo, sigue atacando hasta que se da cuenta de que está solo. Este al ver que está solo, no atina a tocar siquiera a Arkantos.

Pero no es el caso del otro marinero que no ve esto y sigue enfrascado en el combate con Bronas. - Toma esto basura norteña. - Clama mientras entierra su espada en el costado de Bronas.

Con una finta el norteño, más ágil de lo esperado en alguien de su envergadura, logra apartarse a tiempo antes de que la espada corta entre más en la herida.

 - No está mal para una nenaza de mar, pero aquí tienes tu ración de realidad.

 Dice arrancando un tremendo golpe en vertical, de abajo para arriba, alcanzando en el pecho al marino antes de que ese recupere la guardia. Los ropajes de este se empapan pronto de sangre.

 - Ahora balbucea tus rezos, que pronto te reunirás con tus malditos ancestros.- Escupe con fiereza antes de descargar otro tajo. Que el marino se afana en evitar la temible cuchillada que apunto está de dejarle sin cabeza.

Arkantos forcejeaba con sus enemigos intentando quitárselos de encima, con el último movimiento consiguió que uno de los dos atacantes huyese del combate. Su compañero le miró asombrado y Arkantos aprovechó la baja guardia del marinero para asestar uno de sus mejores golpes.
Deberías haber huído con tu compañero.
Le comentó al marinero que quedaba frente a él a la par que descargaba toda su fuerza sobre él.

Mis compañeros hacen gala de una notable destreza con la espada, y mientras maese Bronas pone punto final a la vida de uno de los marineros, por su parte maese Arkantos hace huir a otro de los dos que le estaban atacando. Me decido y preparo mi arco a pesar que dentro de este callejón mi habilidad está mermada, respiro, apunto y las flechas surcan el aire.

Bronas siempre apurado (si es porque atacaste antes que Arkantos) se adelanta hasta que obliga a retroceder al marinero, esto lleva a que el baje la guardia y el bárbaro aprovecha esto sirviéndole un fuerte corte vertical que le abre una herida en el medio del pecho. Este retrocede dudando ya de seguir frente a su enemigo, pero las flechas que son disparadas por el semielfo lo convencen de hiur por su vida.

Pero no fue así para el otro marinero entablado en combate, este quiere arremeter contra Arkantos tratando de hacerle encimarse sobre sus compañeros y ese movimiento fue su perdición. Arkantos le lee su intención y ve como baja su guardia, apunta con el filo de la espada en punta y cuando este avanza, Arkantose se agacha y la espada lo pasa de lado dejándolo sin aire y matándolo en el acto. Cae de rodillas y la sangre ahora sale por ambos lados mientras su boca comienza a escupir ese líquido vital que regaba su cuerpo y ahora se desparrama por el suelo.

Aun cuando la victoria en esta pequeña escaramusa estaba ganada, nada era seguro para estos tres hombres. Un grupo de guardias con lanzas, escudos y armaduras corren de a par por el pasillo, parecen ser unos seis guiados por un oficial y si el grupo intenta hiur, este es el momento o bien quedarse y enfrentarse a los guardias.

 El norteño se ve tentado de perseguir al marinerito, pero pensándolo bien, no le va mal que esparza el rumor de que es mejor no meterse contra esos forasteros.

 Mirando al resto de sus compañeros hace un gesto enérgico señalando por otro callejón, para que los compañeros les sigan.

 - Vayamos.

Los rufianes que quedan en pie salen huyendo, a su vez por el callejón varios hombres al parecer por su atuendo guardias de la ciudad, vienen hacia nosotros será mejor que nos vayamos tal y como dice maese Bronas, ya nos hemos expuesto bastante. Me cuelgo el arco al hombro mientras asiento a la señal del norteño.

Te sigo maese Bronas

Arkantos atraviesa mortalmente a su enemigo en un movimiento limpio aprovechando su cuerpo y el movmiento. Sin embargo el paladín queda asombrado por lo fácil y mortal que supuso su estocada, pues esperaba mayor resistencia y dificultad por parte del marinero.

Arkantos levantó la cabeza y observó como se acercaban más hombres, confuso movió su cabeza alternando entre el tropel de gente que venía y el rufían inerte bajo sus pìes.

Durante unos segundos su mente se vació y comenzó a pensar en sus años de entrenamiento, su instrucción, sus enseñanzas...pasó todo por su mente, y por primera vez se dió cuenta que esto iba a ser un camino dificil. Se miró las manos manchadas de sangre ajena...su primer muerto. Había acabado con el aliento de una persona por primera vez.

Arkantos escuchó un rumor procedente de Bronas, pero no escuchó bien sus palabras. Parecían como apagadas. Se giró y vió como el guerrero emprendía la carrera por un callejón y Galdor le seguía. En ese momento sus oídos se destaponaron y todo aquel ruido amortiguado llegó nítido a sus tímpanos.

Miró de nuevo hacia el final del callejón y vió como se acercaban 6 o 7 hombres. Dubitativo, enfundó el arma en la vaina y salió tras sus compañeros asustado.
Nunca has salido del templo, pero ahora sabes lo que implica servir a Tyr, y da gracias que ha guiado tus manos y no has sido tú el que adorna el suelo en estos momentos. Tyr vive en tí. Su cabeza se autoconvencía mientras seguía a sus compañeros.

Los tres comienzan al correr seguido por el uniforme paso rápido de lo guardias, terminan saliendo del pasaje para abrirse en una calle más amplia. Hay algunas personas que están transitando por allí así como puesteros con sus respectivas tiendas.