Partida Rol por web

El cuerpo de los tres aventureros restante estaba contraído de tanto dolor físico como emocional, los hombros no podían erguirse y mantener una postura recta tras ver que nada podían hacer por sus compañeros. Con pasos lentos y pesados, como si cargaran grandes mochilas en sus espaldas partieron después de dejar a sus caídos compañeros juntos adentro de la cueva por si algún animal carroñero se aventuraba cerca de la guarida del dragón presintiendo que no había alguien que estuviera morando.

Recorrieron la vuelta en silencio hasta llegar al claro que seguía cubierto de neblina, les costó encontrar ese punto luminoso que los había orientado hasta el centro y era el fuego de la marmita que siempre estaba encendido. Finalmente dieron con el sitio, la marmita estaba algo inclinada y el fuego medio apagado. De no haber sabido la causa les habría sorprendido el estado de los objetos. Algo que les sorprendió fue ver a las tres brujas exactamente en el mismo lugar donde las dejaron y esa vez los enanos de gigantezcas proporciones estaban uno a cada lado con un rostro de pocos amigos y con unas hachas que daban la impresión de ser muy afiladas. Sobre una mesa a un costado del fuego estaba el cuerpo de algo que en su momento estuvo vivo al parecer por la sangre que todavía goteaba de la mesa pero que se iba vertiendo constantemente por unas canaletas al costado que terminaban su camino en un pequeño barril. La criatura estaba despedazada, ya sin órganos, ojos, lengua y cuantas partes pudieran imaginar. No fue un espectáculo agradable para la vista.

No hubo saludos ni presentaciones por parte de las brujas, eso marcó que el ánimo de las místicas no era el mejor. Incluso no comentaron palabra alguna con respecto a la falta de los dos compañeros. Una posibilidad era que supieran y la otra es que no les había importado en lo más mínimo. - Dejen... - Comenzó la de la izquierda. - el medallón... - Siguió la del medio. - que tiene ella. - Cerró la última, todo se dijo con tono seco y sin ganas de hablar, la oración la cerraron señalando el gran medallón que colgaba del cuello de Zenobia, uno que ustedes sabían de su gran poder.

Tharas estaba igual de molesto y furioso cuando se acercó a las tres brujas. Los restos del dragón dejaban a las claras que eran una enemigas a las que no podían enfrentarse, pero no les quedaba otra.

- No hemos venido a negociar nada- dijo secamente el guardabosques-. El pacto ya estaba hecho y lo hemos cumplido...con un gran coste. Así que si queréis algo habrá que negociar otra cosa.

Sedelon sintió ganas de arremeter contra aquellas que habían causado la muerte de sus amigos, pero seres tan capaces de derrotar a un dragón y desmembrarlo de aquella manera, eran criaturas de gran poder. Pero no estaba dispuesto a que Zenobia renunciase a su amuleto si ella no quería. Mucho les había costado. Posó la mano en la empuñadura de su espada y avanzó detrás de Tharas, respaldándole con su gesto.

-No.- Contesta rotunda - Dos de mis compañeros han muerto. Así que el trato acaba de cambiar. Os hemos traido al dragón a cambio de un altísimo coste. Vais a resucitar a nuestros compañeros y después ya me pensaré si daros algo a cambio. Aunque vistas vuestras capacidades, este medallón no os hace más falta que a mí.- Exige sin dar su brazo a torcer.

Las tres brujas levantaron sus rostros que los tenían mirando sin sus ojos la marmita para observar a lo que había quedado del grupo. Esas facciones tan retorcidas y putrefactas les recordó, hasta cierto punto, una similitud con la del caído Lignindor aunque este la mejoraba ostensiblemente con su sonrisa. Los enanos grunieron por lo bajo al sentir que las brujas no estaban felices más no se movieron de sus respectivos lugares. - El trato fue... - Arrancó la del medio. - por la identificación... - Continuó la del la izquierda. - ese medallón y lo saben. - Cerro la que estaba a la derecha. - Si murió alguien... - Dijo nuevamente la de la derecha. - eso no nos interesa... - Aportó la de la izquierda. - En lo más mínimo. - Cerró la del centro.

- ¿Quieren irse? - Preguntó la de la izquierda. - A donde ustedes quieran irán. - Prosiguió la del centro. - Entonces dejen el medallón. - Nuevamente cerró la de la derecha. El ambiente estaba cargado de tensión y se podía dilucidar que ambas partes estaban muy tensas.

- Se nota que "la edad ha hecho mella en vuestra memoria", o acaso "recordáis lo que os apetece"...aunque mi preferida es, "nos da igual el trato que hicimos, vamos a hacer lo que queramos pues no tenemos honor".

Las palabras eran mordientes y severas, pero a Tharas le daba lo mismo. Ya habían perdido casi todo y el potencial d e las tres brujas era tal que habían podido con un dragón y parecía como si no se hubieran despeinado. Así que con ellos poco les costaría.

- Si bien es cierto que quedamos que vosotras elegiríais el objeto, nunca dijimos que fuera uno que ya poseyéramos, no. De hecho, hablamos TODO EL RATO de los objetos que encontramos en la playa.

- Es o que acordamos, es lo justo- dijo negándose a aceptar otra cosa.

Una sensación extraña los invadío, pero no era agresiva o por lo menos no demuestró serlo. Llegaron a su cabeza sonidos que tomaron forma rápidamente. - La misión por el portal. -  - La identificación... -  - Por un objeto de los que traen. -

Se hizo una pequeña pausa y luego siguieron las palabras. - Pueden llevar los objetos aunque... - - nosotras elegiremos al terminar con cual nos quedamos. - Se dan cuenta de que fueron las palabras de las brujas que les llegaron al unísono, lo que contadas veces vieron hacer porque siempre hablan por fragmentos.

- Nosotras no resucitar. - Dijo la del centro ahora por medio de su boca. - Y tu lo sabes. - Siguió la de la derecha. - Que siempre será así. - Continuó la de la izquierda refiriéndose a Zenobia. - Las brujas siempre. - Continuó la de la derecha. - Traeremos muerte a todos. - Le siguió la del centro. - Hasta que expiremos, es nuestro destino. - Cerró la de la izquierda.

Sedelon era plenamente consciente de que sus habilidades eran insignificantes contra aquellas tres brujas, pero por un instante dudó si debía arriesgarse, le estaban cayendo muyyyyy gordas. Ojalá los dioses le concediesen el poder suficiente para algún día poder hacerlas frente, aunque eso acarrease su muerte, sería un precio insignificante con tal de poder llevarse por delante a tan sólo una de ellas.

Sabía que debían pagar el precio por la identificación, y que no había otra opción, pero le sentaba a cuerno quemado ceder ante aquellas brujas. De todas formas no veía otra manera de salir de la isla y la garganta empezaba a reclamarle algo de hidromiel, o por lo menos una cerveza, aunque fuese aguada.

Miró a sus compañeros, sabía que debían ceder, pero no era suyo el objeto que reclamaban las brujas, así que no le correspondía a él tomar la decisión. Aunque tenía claro que fuese la que fuese, el apoyaría a Zenobia.

- Está claro que queréis el medallón - Negocia ella - Pues bien, jamás lo tendréis a menos que resucitéis a mis compañeros caídos. Es mi última palabra. - Dice tajante, firme y fría como nunca. Cualquiera que la escuche sabe que no va a dar su brazo a torcer.

Tharas no dijo nada, se puso al lado de Zenobia y se preparó para lo que pudiera acontecer.

El elfo estaba cansado, cansado por todo lo que les había pasado hasta llegar allí, cansado de que todo el mundo les pidiera cosas y que nadie se preocupara por ellos; cansado de tener que ir de un lado a otro; cansado.

El rictus del elfo era de calma, la calma que antecede a la ira. Después de perder a dos de sus compañeros, de casi perecer en varias ocasiones, tal vez era el momento de parar y que todo acabase.

Dio un paso adelante cubriendo a la muchacha a la que ahora quería más que a cualquier cosa en esta vida y esperó a ver la reacción de las brujas.

Un ligero crujir de cuero se escuchó, el origen fue la mano de uno de los enanos que apretaba con firmeza su arma. Ambas criaturas deformadas en su largo no las vieron discutir entre si pareciendo niños berrinchudos sino que las vieron mirarlos con una fiereza que iba acorde a su raza. Estaban a la expectativa esperando la orden de las brujas que les dieran rienda suelta a sus hachas.

Por otro lado las brujas sonrieron dibujando un gesto que erizó los pelos de los elfos. Como si hubiera una carga estática en el aire. Todo ruido se detuvo por un instante y hasta la ligera brisa dejó de sentirse.Tres manos se alzaron directamente a los tres integrantes del grupo restante señalando con firmeza. - Sigues viva por ser hija de él Zenobia, pero de ellos podemos disponer como querramos. No nos provoquen porque ya han hecho un trato, los riesgos los sabían y los tomaron. Cumplan el trato como pactaron y si quieren que resucitemos a sus compañeros será otro trato y el precio lo pondremos nosotras. Los haremos resucitar si así lo desean por nuestras manos. - Las tres hablaron al unísono de corrido y con un tono que no daba buena espina cerca del final.

Dioses, como las odiaba... Sedelon respiró varias veces en un vano intento de calmarse. Desde que las había conocido no habían sucedido mas que desgracias, y la mera idea de hacer otro trato con ellas le revolvía el estómago y le erizaba todo el vello del cuerpo. Pero si ese era el pago para que sus compañeros caídos volviesen, lo mínimo que les debían era escucharlas.
Miró a Zenobia, lo que él pensaba era lo de menos, si ella decidía que morían allí, él la seguiría.

Tharas hizo lo mismo que Sedelon y se puso a su lado protegiendo y escoltando a Zenobia. Si al final eran atacados morirían en su defensa.

Pero entonces comprendió como jugaban las brujas. Se volvió a Zenobia y estirando la mano habló a zu amada.

- Tienen razón,  Zenobia. Dame el medallón- pidió el elfo. Pero su cara era risueña como si guardara un as en la manga.

Al recibir el delicado medallón de las manos de Zenobia, Tharas sacó su afiladísima espada y cortó el exterior del medallón justo hasta donde se unía con la cadena dejando la parte inferior del mismo intacto. Hecho esto volvió a mirar a Zenobia y le entregó el corazón del medallón sonriendo- Toma, esto te lo regalo a ti porque te quiero- dijo el elfo mirándole con ternura. Luego se giró hacia las brujas en un tono más serio.

- Tomad, aquí tenéis su medallón- mostró el elfo a las mismas-. Ella me lo ha dado a mí voluntariamente en el estado en el que se encontraba y yo os lo entrego voluntariamente en el estado en el que se encuentra ahora. Es justo que lo tengáis pues es lo que habíais pedido. 

Dicho esto Tharas se acercó hacia el caldero donde estaban las brujas con lo que quedaba de medallón en las manos.

Zenobia, con los ojos abiertos como platos, le da a Tharas el medallón tal y como pide, no dando crédito a sus actos. Después comprende lo que quiere hacer, y poniendole la mano sobre el filo para pararle un segundo, le susurra: - Sabes lo que haces? Si lo rompes, o deja de funcionar, o estalla.... -Le mira con preocupación. - Pero prefiero destruirlo antes que dárselo... - añade.

Sedelon miraba con extrañeza a sus compañeros, no estaba muy seguro de que le gustase lo que estaba escuchando, la magia le daba mucho respeto. Pero estaba listo para lo que fuese, incluido morir junto a sus amigos.

Tharas, dándole la espalda a las brujas, coje el medallón de manos de Zenobia y saca su dada. Apoyándose en el suelo y con extrema delicadeza, corta lo engarces de la cadena del mismo.

La tensión era enorme, las bruja estaban en un tono desafiante ante el reducido grupo escoltadas por sus enormes enanos que portaban grandes armas. Nada bueno presagiaban aunque habían podido ganarle a un dragón y eso daba cuenta del potencial que el grupo aun reducido tenía.

Tharas se acercó a Zenobia y le pidió el medallón en un intento por seguir desafiando a las brujas. Se inclinó resuelto en el suelo para luego con su daga empezar a querer arrancar algo del medallón. Las brujas abrieron los ojos horrorizadas con lo que estaban presenciando hasta que notaron que la daga del elfo era un objeto común y corriente sin poder alguno. - Si rompes... - Inició la de la izquierda. - El medallón habrán... - Dijo la del centro. - Roto el trato. - Cierra la de la derecha.

- Si rompen el trato... - Dijo la de la derecha y por primera vez las otras dos no siguieron la oración dejándola en las palabras de la primera. Los enanos dieron un paso hacia el frente al unísono.

Tras el intento fallido de Tharas de romper el medallón o por lo menos sacar la parte importante e inutilizar la magia que ahí recidía Zenobia opta por ponerse a pensar en un nuevo plan. - Les diré que abran el portal donde nosotros querramos, pasarán ustedes y por último cuando me toque les tiraré el otro medallón y saltaré dentro del portal burlando a estas viejas decrépitas. - Soltó la maga a los dos elfos que estaban esperando ver que hacer ante la situación.