Partida Rol por web

-¡NO!-rugió mientras se levantaba de un salto.-¿Cómo te atreves...?-preguntó sin llegar de acabar la frase, estaba tan enfadada.-¡No puedes dejarme!-exclamó alzando la voz, olvidando que estaba moribundo. ¡Qué insensible se estaba volviendo!- Llevo diez miserables años, aquí encerrada. De estar seca y desnuda a emplumada y mojada, cada noche debía rechazar al estúpido de Rothbart y aguantar a esas necias niñatas que no paraban de quejarse. Y mi única esperanza era saber que volveríamos a estar juntos, que nos besaríamos como nunca, nos abrazaríamos y haríamos eso que hace las parejas cuando se quieren... ¡MALDITA SEA!-Exclamó pegando un fuerte pisotón al suelo.-¡Esta es mi vida! ¡Este es mi cuento! ¡Y yo digo: es hora de salvarte!

Se llevó las manos a la cabeza, acarició sus cabellos nerviosa mientras su mirada se perdía en el horizonte. Estaba pensando. Pensaba rápido y desesperada.
-Déjame el contrato, tiene que tener alguna laguna por la que podamos salir, siempre las hay. ¡Tiene que haberla!-Dijo tendiendo su mano hacia él.

La enérgica reacción de Lily cogió a Giacomo por sorpresa. Los años no solo habían cambiado el cuerpo de Lily sino que habían convertido a aquella joven insegura y tímida en una mujer de de carácter. Ella tenía razón, debían luchar por cumplir sus sueños, ¿pero cómo?

- No te alejes, Lily. Aunque no deba tocarte, quiero verte. No le niegues su última voluntad a este pobre moribundo. El contrato del que te hablo no es de esos que firman los hombres para dejarlos después de cumplir.  Es un poderoso vínculo escrito con runas y sellado con sangre. Esta misma noche debo volver a tu mundo para traer de vuelta a una mujer que detesto... 

Al pronunciar estas últimas palabras el cuerpo de Giacomo se convulsionó como si sintiera un fuerte pinchazo en el vientre.

- Como ves, ni siquiera me está permitido decir tal cosa. El hechizo nos ata hasta la muerte de uno de nosotros. No hay letra pequeña. Si quiero vivir, debo desposarme con mi enemiga y convertirla en lo que siempre he deseado que fueras tú.

Lily le miraba con ternura pero en su mente toda clase de ideas se agolpaban para sacarlos de este apuro.
-¿Cómo vas a ir...?-Empezó a preguntar-¿...si como bien has dicho estás moribundo? ¡No puedes ir en tu estado!-Lily se acercó de nuevo a él, no iba a tocarlo, sólo quería sentir su presencia junto a ella, quería notar su aroma, su mirada de amor. ¡Qué final más horrible! ¿Jamás podría ser feliz?- Y después, ¿qué? Seré tu invitada en tu casa durante la eternidad, ¿condenados a amarnos pero sin poder tocarnos?-Cogió la máscara que reposaba a un lado de Giacomo.- Iré yo...-tanteaba cada una de sus palabras-...a recogerla en tu nombre.-Se puso la máscara y echó sus cabellos rubios hacia atrás. Yo la mataré por los dos.- Y la traeré hasta ti para cumplas con tu juramento de runas y sangre.

- No, Lily, no lo entiendes - a Giacomo le costaba hablar, respirando cada vez con mayor dificultad-. Subestimas el poder del cisne negro. Cuando la envié a tu mundo pude oler el olor sulfuroso que desprendía y entonces comprendí que se trataba de una criatura infernal, de un demonio que Rothbart había invocado de lo más profundo del averno para atarlo a su voluntad y extender la corrupción por este mundo que yo había creado.

Giacomo la miró con unos ojos sufrientes e impregnados de amor.

- El matrimonio no debe consumarse. Yo debo morir y sacrificarme para mantenerlo alejado de aquí. Que no te engañe tu aspecto, pues aunque cuando lo conociste hubiera tomado tu misma imagen, la criatura posee un poder y una maldad sin límites que solo mostrará cuando revele su verdadera forma.

-En... Entonces...-tartamudeó sintiendo un nudo en la garganta que le impedía tragar saliva- ¿Debes morir?-Preguntó aunque ya conocía la respuesta.-Y yo debo luchar contra esa criatura para que no corrompa todo lo que has creado, ¿no es así?-Hizo un leve resumen mientras comenzaba a asumirlo.

Apartó la mirada de él, le dolía demasiado verlo morir. Se mordió el labio inferior, tratando de impedir que la barbilla le temblase pero no lo consiguió. El dolor, la frustación y todo el odio que sentía empezaron a hacer que sus lágrimas desfilaran una a una. Pero antes de volver la mirada, se limpió la cara con el dorso de la manga.

-Sólo te pido una cosa -dijo mirándole a los ojos con sinceridad.-Si debes morir, si... tienes que hacerlo. Muere porque me amas, incumple tu pacto con runas y hazme feliz una última vez, con un beso de tus labios.-Dijo acariciando los labios de Giacomo con la yema de sus dedos.

Cuando acercó sus dedos a mis labios todo mi cuerpo se estremeció. Volver a sentirla a mi lado, besar sus lisa piel, sentir cómo las puntas de sus claro cabellos acariciaban mi pecho, olerla, escuchar su dulce voz... Sí, no había nada el mundo que deseara más que besarla y dar fin aquella mísera existencia, escondido detrás de mi máscara, con un beso de amor. Pero lo que ella no sabía era que con mi muerte se volvería una prisionera de mi mundo, pues solo yo tenía el poder de hacerla regresar a su hogar. Bueno, yo y la reina de las hadas, claro está. Pero nadie excepto el leal caballero del unicornio conocía el recóndito lugar del bosque donde se escondía aquel poderoso feérico

Quizás fuera lo mejor, pues aunque se hubiera vuelto más adulta, hermosa y juiciosa, no era una guerrera y la descabellada idea de combatir a nuestro enemigo no podía acabar sino en su muerte. Para enfrentarse a un poder semejante, necesitaría años de entrenamiento y no teníamos tiempo, pues aquella misma noche yo debía morir. 

Abrí mis labios lo justo para humedecer el dedo que me ofrecía y volviendo a acercar mi mano temblorosa a su mejilla, acerqué sus labios a los míos para fundirnos en el más tierno y cálido de los besos. Nos besamos con la pasión de unos amantes que llevaban diez años esperando ese momento, lenta y apasionadamente, elevando nuestros espíritus hasta las estrellas. Y entonces la maldición hizo su efecto. Mientras ella aún me besaba noté como empezaba a perder la sensibilidad en las piernas que se iban endureciendo al transformarse en la dura corteza de un árbol. El maleficio se extendió, lenta, pero inexorablemente por mi vientre y mi pecho hasta que sentí cómo el corazón dejaba de latir y todo mi cuerpo acabó por transformarse en madera. 

Lily se estremeció un instante cuando la yema de su dedo se coló entre sus labios con la calidez y el cariño de dos viejos amantes. Observó su mano temblorosa acercarse a ella para tomarla de la mejilla y lentamente fue cerrando los ojos a medida que sus labios se acercaban los unos a los otros para formar el beso más dulce e intenso que jamás la historia había vivido.

Un leve gemido mezclado con un suspiro se ahogó en su garganta mientras ese beso parecía durar una eternidad. Eterna maravilla. Y así fue, como sus almas se unieron en una.

Hasta que Lily sintió que Giacomo ya no estaba allí. La magia había acabado. Se levantó sobre su pecho y se quedó mirando el trazo de madera que estaba besando. El corazón se le encogió y le costaba respirar. Se levantó dando tumbos, con los ojos nublados, el cuerpo tembloroso, la piel fría,... Sentía nauseas, sentía miedo, sentía mareos. ¡Oh, Dios mío!

Todo se acabó y nada quedó. Sólo un férreo vacío que no llenaría ni de aire por mucho que lo intentase. Lily se agarró al marco de la puerta y se quedó sólo un instante mirando al caballero del unicornio para que al instante después, caer desmayada al suelo. ¡Oh, dolor! ¡Mi dulce y amargo dolor!

- Habéis despertado...

Lily se estremeció al verse tumbada en una cama en una habitación desconocida con un hombre que le hablaba. ¿Dónde lo habría visto antes?

- Parece como si no me reconocierais -le dijo-. Nos vimos cuando llegasteis corriendo en busca del príncipe Giacomo. Aunque entiendo que entonces estuvierais tan preocupada por él que yo os hubiera pasado desapercibido.

Aquel hombre le acercó un vaso de leche con olor a miel a la cabecera de la cama.

- Al final la maldición se consumó y el reino ha perdido al caballero más tenaz y valeroso que ha conocido nunca. Diez años pasé con él desde que me armó escudero siendo apenas un chiquillo y ni un solo día desfalleció en el empeño de buscar a su prometida. Y al fin el destino hizo que os encontrarais, aunque solo fueran unas pocas horas. 

El caballero posó entonces la palma de su mano en la frente de Lily.

- La fiebre ya está remitiendo, pero debéis de seguir manteniendo reposo. ¿Sabéis? Mil veces el príncipe Giacomo me describió vuestra hermosura, pero ahora que os veo creo que supera con creces a las más bellas palabras que se puedan imaginar para retratarla. 

Lentamente Lily fue recordando lo que pasó. El beso, las estrellas, el vestido, mis cabellos, la máscara, la madera, mi soledad,... Mi dolor. Mi angustia. Mi horror.

-Si... os recuerdo-Confirmó con voz ronca. Cogió el vaso de leche y lo bebió en seguida. Se quedó mirando al chico.-¿Cuánto tiempo llevo durmiendo? ¿Qué habéis hecho con Giacomo?-Se mordió el labio inferior y soltó la pregunta que estaba deseando.- ¿Venís de fuera de este mundo?

Lleváis durmiendo casi un día -le respondió con una voz dulce y amable-. Me imagino que la impresión habrá sido fuerte. -dijo sonriendo-. Un compañero mío ha cargado esta mañana el cuerpo de Giacomo en un carromato para devolverlo al palacio. Pensamos que quizás haya alguna manera de revertir la maldición, pero hasta ahora todo son especulaciones, nada que sepamos con certeza.

El joven caballero de los cabellos dorados le retiró el vaso a Lily cuando esta acabó de beber y acercó la silla a la cama.

- Ahora que estáis recuperada he de deciros algo importante. Ecuchadme con atención. Giacomo ha muerto sin descendencia y, afortunadamente, los matrimonios con demonios no tienen validez legal en este reino. Previendo esta situación, Giacomo me nombró albacea de su testamento en el cual figura que os hace a vos, Doña Liliana, heredera de sus títulos y posesiones. A partir de hoy, sus palacios y sus tierras son vuestras, incluyendo las que le arrebató al hechicero Rothbart por derecho de conquista.

Los caballeros que le servíamos, como yo, quedamos libres de los fueros que nos ataban a su servicio, aunque tenemos el derecho de renovarlos en los mismos términos con su heredera si así lo deseáramos. Todo lo que veis a vuestro alrededor es vuestro, así que permitidme que os dé la enhorabuena a pesar del duelo que todos sentimos por el príncipe.

Señora, -dijo por último arrodillándose ante el lecho- podéis contar conmigo como vuestro leal servidor. A pesar de mi juventud, me enorgulezco de ser buen caballero, y si deseáis aceptar mi servicios como guardia personal, daré mi vida por vos. 

A Lily no le pareció que aquello le quedase grande. De alguna manera sabía, desde siempre, que él la había elegido para cuando llegase ese momento. Que la había entrenado y buscado entre muchas otras niñas para hacerla su heredera. Pero el momento había llegado y sabía que estaría a la altura.

Acarició suavemente los cabellos del caballero para que se levantara.
-Acepto con gran honor-Confirmó.-Quiero saber vuestro nombre y después como volver a mi casa para eliminar a ese diablo que ha usurpado mi vida y engañado a mi amado.
Lily se puso en pie. Sólo durante un breve segundo sintió que la cabeza se le iba pero rápidamente se recompuso. Era hora de cumplir con sus últimos deseos.

- Mis padres me llamaron Garlán, pero es tradición entre la guardia real no volver a usar nuestros nombres y sustituirlos por los del emblema que portamos en las armaduras. Es una forma de recordarnos a nosotros mismos que una vez que entramos al servicio de nuestros señores ya no importa nuestro pasado. Yo elegí el emblema del unicornio para mis armas, así que podéis llamarme por ese nombre si os place, mi señora.

Y en cuanto al camino a vuestro hogar, no sabría deciroslo. Solo sé que Giacomo me habló de que el demonio que lo engañó fue trasportado a otro mundo. ¿Venís vos de allí? ¿Y son en vuestro mundo todas las doncellas tan hermosas como vos?

Después de aquella galantería, Garlán, el caballero del unicornio se puso más serio.

Y sobre ese asunto de cazar demonios permitidme que os disuada, alteza, pero según he oído decir estamos hablando de un ser de un enorme poder. ¿Sabéis vos manejar una espada? ¿O pensáis destruirlo valiéndoos tan solo de vuestro odio?

Claro que no. Lily lo sabía, el caballero lo sabía, el mundo lo sabía. Lily sólo era una cortesana en un mundo peligroso, sin Giacomo no tenía fuerzas ni para respirar. Cada bocanada de aire era un suplicio que le hacía dolor más fuerte el corazón.

Y así, pasaron cinco años en los que Lily se volvió más ágil, más rápida, más fuerte, más mágica, más inteligente,... Garlán se había convertido en su maestro y ella en su mejor alumna. Y cuando todo acabó, cuando Lily superó a su maestro, Galán supo que estaba preparada para lo que se le viniera encima.

Garlán yacía sobre la hierba de un vasto prado con la punta roma de una espada sobre su garganta:

- Enhorabuena, mi señora, al fin habéis conseguido derrotarme.

La hazaña no había sido nada fácil. A Lily le había costado tres años de moratones, rasguños y continua frustración conseguir tumbar al experimentado caballero. Su mirada era ahora más salvaje, sus manos se habían encallecido y su cuerpo era ahora capaz de moverse con la agilidad y la astucia de una pantera. Atrás habían quedado los días de las primeras lecciones, cuando era incapaz de soportar el peso de su flamante armadura adornada con el emblema de un cisne blanco y la espada larga de Giacomo, forjada por los herreros más hábiles del reino. El duro entrenamiento diario la había convertido en una feroz guerrera.

Garlán tomó la mano de su señora para incorporarse, y una vez sacudidas las briznas de hierba que se habían pegado a su peto de cuero sonrió con la íntima satisfacción del maestro de armas que se ve superado por su discípula:

- He de confesaros, Alteza, que vuestro humilde súbdito ya no tiene nada más que enseñaros sobre el combate. Pero he de advertiros antes de partáis a enfrentaros con vuestro destino que el combate que habréis de librar no será solamente físico. El demonio al que pretendéis derrotar no dudará en escrutar vuestra alma en busca del menor resquicio de temor o de culpabilidad para tentaros con sus diabólicas artes. Antes de partir sería preciso que os sintierais en paz con vos misma, pues solo una conciencia limpia será capaz de hacer frente a la seducción de la bestia. ¿Os sentís preparada o hay algo que deseéis hacer antes de partir?

Lily se sentía extasiada pero feliz. Tan duro trabajo durante tres largos años habían dado fruto. Y lo único en lo que podía sentir era venganza. Y eso le dio a pensar que tenía muchos más defectos en su interior que en su exterior, pequeñas brechas donde poder hundir las uñas ese demonio y deshacerle sus entrañas sin miramientos. Pero no tenía miedo. Se había preparado para esto y estaba más que decidida a encontrarse con Giacomo durante o después de la batalla.

-Vendrás conmigo en busca del hada del azúcar, y antes de cruzar la frontera entre este mundo y el otro, nos separaremos.-Le dijo con firmeza mientras se sacaba el casco de la cabeza. Los cabellos se le pegaban a la cara del sudor. Se pasó una mano por la frente para echar sus cabellos sucios y despeinados hacia atrás.-Necesito un baño.-Musitó mientras se echaba a andar hacia el castillo con la espada colgando de su mano y la punta formando un surco en la hierba.

Una vez aseados, la princesa Liliana y su escudero Garlán partieron juntos hacia el Bosque de las Raíces Viejas en busca de la legendaria hada de azúcar, quien según contaba la leyenda era la única habitante del mundo de fantasía que conocía el secreto para volver al mundo del que Lily había venido.

Adentrándose en lo más profundo del bosque, la princesa y el caballero acabaron por llegar a una húmeda fraga, en la que un solitario puente se elevaba sobre un río de escaso caudal. Mientras los caballos se detenían a beber de aquellas aguas, Garlán sacó de sus alforjas una pequeña flauta de madera y comenzó a tocar una melodía animada de un repetitivo ritmo infantil. Al poco tiempo, una especie de libélula se les acercó volando a escasa altura del río.

Una vez más cerca del Lily, el supuesto insecto hizo una amplia reverencia y la princesa se dio cuenta de que en realidad se trataba de un ser mágico: un hada hermosa y sonriente que vestía un vestido de color rosa de la misma textura vaporosa del algodón de azúcar.

- Alteza - pronunció el hada con una vocecilla aguda-. Perdonad que no haya podido arreglarme como es debido, pero esta visita me ha cogido por sorpresa. ¿Qué es lo que deseáis de mí?

Lily, la adulta Lily, la amargada Lily, la triste Lily. Esa Lily en la que se encerraba más de una que sólo veía la negatividad en la vida. Esa Lily dio un paso al frente para acercase hasta el hada del azúcar.
-Deseo volver a mi mundo.-Le informó con profunda y segura. No, esta no era la Lily de siempre.-Iré sola, mi escudero se quedará a cargo de mis posesiones.-Recalcó para que Garlán entendiese su lugar.

- Como ordenéis alteza -contestó Garlán agachando la cabeza-. Os deseo el éxito en vuestra misión y por favor, prometedme que tendréis cuidado.

- Antes de que partáis os tengo que recordar una cosa -intervino en aquel momento el hada de azúcar-. Todo este mundo que veis fue creado por la imaginación del príncipe Giacomo y la única razón por la que aún se conserva tras su muerte es porque su amor hacia vos os convirtió en su nueva guardiana. Eso significa que si os pasara algo u os retrasarais en volver, todo lo que habéis conocido se desvanecería para siempre: Engel, Aurora, Crepúsculo, Jasmin, Garlán y yo misma acabaríamos abandonados al olvido, pues ahora mismo dependemos absolutamente de vos, así que cuando combatáis con el demonio tenednos presentes, que nosotros desde el otro lado os daremos la fuerza necesaria para que podáis vencer.

El hada de azúcar empezó entonces sobrevolar el río dejando caer polvos mágicos sobre las aguas y al poco tiempo, un nenúfar gigantes emergió de las profundidades. La planta era lo suficientemente grande y resistente como para soportar el peso de Lily y una especie de lianas hacían de riendas para conducir a dos ranas gigantes.

- El puente que veis al fondo del río es en realidad uno de los muchos portales mágicos que comunican vuestro mundo con el nuestro. En el momento en el que vuestra barca de ranas lo cruce por debajo, apareceréis en realidad en el río del Coche. Una vez allí no os costará seguir su rastro. Mucha suerte, princesa Liliana.

Lily boqueó pero ninguna palabra salió de su boca. Lo entendía, entendía todo lo que había en juego si esto fallaba, si ella moría, si ella se rendía,... Lo sabía.

Suspiró hondamente antes de subir en el nenúfar. Volvió la vista atrás y le dedicó una sonrisa amable a Garlán por haberla acompañada durante todo este tiempo, durante sus horas más bajas.
-Gracias.-Musitó al mirar al hada del azúcar. Y volvió la vista al frente mientras tomaba las riendas de las ranas. Las sacudió y los anfibios se pusieron en marcha. En ese momento ni siquiera se le pasó por la cabeza que pudiera hundirse o romperse la flor o cualquier otra cosa, pues ella no sabía nadar pero estaba tan decidida a seguir hacia delante que el viaje se le hizo demasiado corto y cuando volvió en sí. Por fin, estaba en casa.

Después de 8 años de alejada de su casa, la princesa Liliana se emocionó el inconfundible olor terroso de su aldea. Por entonces era la época de la siembra y los lugareños se afanaban en abonar sus tierras deteniéndose tan solo para contemplar asombrados cómo la guerrera de la brillante armadura del cisne se dirigía con paso seguro hacia el bosque. Ninguno de ellos reconoció en ella a la adolescente que años atrás bajaba al pueblo a vender sus cestos de fruta, tal había sido el cambio en aquellos años que se diría que Lily era una persona completamente distinta.

La princesa no se detuvo a saludar a nadie, pues ya había esperado demasiado para rendir cuentas con la usurpadora que le había arrebatado a sus hermanos y a su prometido. Movida por la imperiosa fuerza del destino, Liliana cruzó el bosque donde solía vivir antes de que la Giacomo la hubiese llevado a su palacio y entonces escuchó unos gritos sollozantes que reconoció inmediatamente, a pesar del paso del tiempo, como los de su hermana Frieda. Alarmada, pero con con la cautela en la que Garlán la había instruido, Liliana se escondió detrás de un roble para averiguar lo que estaba ocurriendo sin ser vista.

A unos pocos metros su hermana se encontraba atada a un árbol con el pecho al descubierto y unas horribles marcas de latigazos en su espalda. Detrás de ella, su alter ego, deformado ya por la maldad del ser que controlaba su cuerpo, le propinaba a la joven unos violentos azotes sin dejar de reír.

- Grita todo lo quieras mocosa, que nadie te escucha. De esta vez te voy a quitar para siempre las ganas de verte a solas con Thomas en el bosque.

- Pero si solo estábamos hablando. Te lo juro. - se excusaba Frieda entre sollozos.

- Ya lo sé, imbécil. ¿O acaso te crees que mi Thomas iba a jugármela con mi propia hermana? Pero te dije que no  hablaras con él y me desobedeciste. Y te aseguro que esta será la última vez.

El látigo volvió a cortar el aire para impactar de lleno en la espalda de Frieda, y su cuerpo, aterido de dolor, se desfalleció sin fuerzas mientras el demonio volvía a armar el brazo para seguir castigándola.