Partida Rol por web

Cuando Atreo se dio cuenta del poder que tenía a su disposición, viendo el miedo que el soldado exudaba, sonrió para sí mismo, pues no era si no algo ficticio en cierta forma, pero altamente efectivo, y la muerte que podía dispensar con él era ciertamente real.

Se centró en su misión, pues debía ser rápido y sigiloso. Se plantó al lado del soldado y esquivando con facilidad su ataque a ciegas, le tocó y le susurró conforme la Diosa le había instruido. Aquel soldado cayó al suelo como un fardo de ropa sucia, y él estaba seguro que cuando despertara contaría una historia que se haría más siniestra conforme se fuera repitiendo.

Sin perder tiempo, subió las escaleras y se asomó al pasillo superior. Allí enfrente estaban las otras escaleras que había visto, que conectaban con el piso de abajo, pero por el otro lado. A su izquierda tenía un soldado y a su derecha dos. Más allá, a la derecha, podía ver lo que parecía una puerta importante. Él sabía que estas escaleras conducían a los aposentos del Rey, así que aquello debía ser la habitación real, o algo similar. La cuestión era cómo pasar.

Sopesó varias ideas, pero todas tenían inconvenientes. Le fastidió sobremanera encontrarse de algún modo perdido porque realmente no sabía dónde tenía que ir, pero claro, no se lo iban a poner tan sencillo. Tendría que tirar de sentido común. - Si la habitación de la derecha es la del Rey, el martillo debe estar cerca, pero no necesariamente en ésa dirección. - pensó. Decidió que burlar al soldado de la izquierda era más problable que burlar a dos soldados a la vez, así que él y su sombra giraron a la izquierda, tratando de pasar sin hacer ruído. Luego subirían por ése pasillo para ver qué había...porque algo debía de haber si había un soldado de guardia.

No quería ir dejando un reguero de soldados dormidos que indicara claramente por dónde había pasado y así pudieran seguir con facilidad su pista, por lo que era imperativo pasar sin dejar huella y tampoco podía entretenerse porque ni su invisibilidad ni su sombra durarían para siempre, así que, inspirando despacio y profundamente, pasaron cada uno por un lado, de tal forma que si la sombra llamaba la atención del soldado, él podía pasar con mayor facilidad, al estar en el lado contrario. Luego sólo tendría que ordenar a la sombra escapar hacia algún sitio oscuro y dar la vuelta.

Spyridon hizo una mueca ante la insistencia de sus compañeros, negando con la cabeza.

- Fuimos injustamente acusados de llegar como ladrones, ocultándonos en las sombras y nos costó mucho demostrar que eso no fue así. Nos sometieron a una prueba terrible en la que pusimos en juego nuestras vidas y conseguimos ganarnos el afecto del pueblo. ¿De verdad que ahora quieren que echemos todo por la borda?

El general seguía negando con la cabeza.

- Si nos vamos ¿secuestramos una princesa o prefieren dejar morir a Ptolomeo? Y si nos llevamos una princesa sin el consentimiento del Rey ¿vale una guerra? Como secuestradores ni en nuestra patria podrían acogernos.

- Los dioses tienen sus problemas como nosotros los nuestros. Quisiera ayudar a Hera tal y como ella nos ha ayudado, pero escapar en medio de la noche no me parece el camino que un embajador, un héroe o simplemente un guerrero honorable deba hacer.

El rostro de Spyridon translucía el pesar que sentía en su alma. La situación estaba muy cerca de la ruptura. Tanto que habían arriesgado no podían tirarlo por la borda. El engaño era parte de la guerra y Spyridon lo había usado muchas veces en combate, pero huir en medio de la noche como un ladrón era algo que le superaba.

- Esto no es el ejército, no están a mis órdenes, ni siquiera aquellos que en circunstancias normales lo estarían. Asumí el mando por mi experiencia, pero no me deben obediencia. Lo hice por mi amigo y ahora además por evitar una guerra.

- Esta es mi propuesta: esperemos al final de los juegos y a que el rey cumpla la promesa que nos hizo. Solo si rompe su palabra es cuando consideraré otra opción.

Atreo procedió con cautela, pero sin meditarlo demasiado, no había mucho tiempo. Por ello, considerando las dificultades que tenía encima, se movió hacia la izquierda, al haber allí un solo guardia. Su movimiento fue completamente silencioso y al seguir invisible, el guardia no podía verlo, aun cuando se parece frente a él. A su vez, amparado por las esquinas y las sombras de los mismos guardias, Atreo pudo ocultar bien su sombra.

No obstante, para su sorpresa, había también allí un segundo guardia. Al girar a la izquierda para eludir a aquel primer guardia, se había adentrado en un pasillo que giraba ahora a su derecha. Refugiado en la sombra del primer guardia, Atreo se quedo allí oculto, consciente de que se encontraba en una situación difícil. Tras él tenía un guardia que no tardaría en sentirse inquieto mientras que frente a él, al final de aquel pasillo, había un segundo guardia, el cual protegía una gran puerta a su derecha, la cual tenía marcos de oro que la adornaban. A su vez, tras el guardia, había una pintura de más de dos metros de largo con el retrato del rey Karsten. Todo ello hacia suponer a Atreo que aquella era la habitación del rey o bien, allí se guardaba algo importante.

- La enviada de Hera, bien nos dijo que el rey solo cumpliría su palabra obligado, y no te equivoque viejo amigo ... no somos invitados, somos prisioneros en una celda lujosa, nada mas. Toco la capa que porto, la que aun lleva los símbolos de nuestro rey, de nuestra ciudad. - Nunca se olvidarán de donde venimos, y la paz ... suspiro ... incluso con la boda, solo será cosa de unos años antes de que volvamos a las andadas. Y no es cosa de humanos lo que aquí planteamos, dos voces diferentes, dos enviados por los dioses nos han comunicado que debemos huir. Cojo el hombro del viejo general. - Si con todo y con eso no estas seguro, preguntemos a Ifianasa, nos ha acompañado desde el principio, y sabrá decirnos si los mensajes son ciertos o no. 

Spyridon asiente... Ifianasa ha demostrado de sobra ser una devota sacerdotisa y se ha ganado el respeto del general.

- Que así sea, su decisión será la mía.

Escucho atento al intercambio de palabras entre Spyridon y Theron y ambos tenían su parte de razón y cuando llegaban al punto culminante de la conversación intervine:-Generales, ambos tienen razón y si queremos saber la opinión de Ifianasa, primero debemos encontrarla. Se que se fue al mismo tiempo que yo antes de que el Rey hiciera su propuesta de matrimonio. Y Atreo y Ebalo estarán con las princesas, lo más probable.-expuse los hechos mientras nos movíamos un poco por la Acrópolis:-Iré con mi hermano a buscar a los tres y debatamos lo que queremos hacer. Por el momento recomiendo que vuelvan a nuestros aposentos mientras Talios y yo buscamos al resto. Les parece bien?-terminé por preguntar. 

Ebalo se quedó unos segundos asimilando todo mientras bebía por los ojos la figura desnuda de la princesa una vez más. Quizás una última vez, la suerte es así, va y viene. Empujó la cama con el hombro para dejar al descubierto el pasadizo a la que Haidee se refiere. Busca con la mirada algo, su escudo, lo dejó abajo, había pensado en traerlo pero al final no lo hizo y chasquea la lenga con disgusto. Lo que si ve es el ajuar de la princesa tan perfectamente colocado. Con un movimiento rápido, el espartano, coge el collar más valioso para ella, con la que la he visto más veces en los últimos días.

Le da un beso en la mano, con amor.

-Mi princesa, me llevo al valioso por si tenéis que dar una explicación de mi presencia y no decaiga su honor, prefiero que se me acuse de ladrón, que otra más grave acusación, me llevo este colgante que además, aun mantiene su olor- miro hacia el pasadizo y me despido raudo una vez más- os amo, nos volveremos a ver, tened cuidado- tiene gracia que sea el que diga eso, pues se intruduce en un pasadizo que podría conducir a cualquier parte, sin embargo confía en Haidee, embriagado por una noche de pasión.

Una vez dentro busco luz y el mapa que me ha sido descrito.

El rey Karsten miraba fijamente a Ischyros sin mostrar una clara expresión al tiempo que sus guardias se desplegaban en torno a la habitación. – Debo darte crédito, de entre tus compañeros eres el más orgulloso de su patria, el más leal a lo que y quienes representas. Tu sentido de la justicia …, bueno, deja mucho que desear en alguien que se proclama ser un héroe. No obstante se que eres justo y sincero, y por eso he venido ante ti. Para hablar de forma justa y sincera. Sin las mentiras y estratagemas que tus compañeros tejen todo el tiempo – le dijo a Ischyros.

-- No le daré vueltas. ¿Quienes son ustedes? Nunca antes se había hablado de guerreros Micenos de la magnitud de poder que ustedes ostentan ¿De donde vienen?, y más importante ¿Que es lo que quieren?, ¿Que buscan de mi y mi reino? – preguntó el rey esperando que el miceno respondiera a sus dudas.

La muchacha que iba a ser compañera de Spyridon ya no estaba por allí*(*)l general asintió a Anatolius.

- Regresemos a nuestros aposentos. En cuanto localices a Ifianasa hemos de ir todos al de Ischyros, como si fueramos a pedirle explicaciones por lo sucedido. Allí tomaremos la decisión que se considere adecuada.

El gigante asintió a las palabras de su hermano, con gusto lo acompañaría allí donde dijese, no obstante, había un importante detalle que le gustaría matizar, por lo que dijo:

-Acataré sin problema aquello que decidan -expuso en actitud marcial- mas creo que deberíamos actuar de otra forma, Ischyros está bajo estrecha vigilancia, no podemos acercarnos todos a su celda sin levantar muchas sospechas, creo que lo mejor es que decidamos lo que sea junto con Ifiansa y luego mi hermano y yo nos acercamos a la celda del joven, lo liberamos y nos reunimos en algún punto de encuentro, al fin y al cabo hemos sido designados como sus guardianes y no levantaremos tantas sospechas -expuso esperando que estuvieran de acuerdo con su proceder.

Spyridon asintió ante las prudentes palabras de Talios.

El Rey Karsten ingresa en mis "aposentos" precedido por un fuerte contingente de guardias. Le miro sorprendido pues definitivamente no esperaba su visita. De hecho, no esperaba verlo nunca más después de lo sucedido y esto es algo tan inesperado como complejo. Sé que ser interrogado por el regente mismo es un gran peligro para los planes, pero a la vez es una gran oportunidad pues es él quien siempre quisimos que nos escuchase y ahora viene precisamente a eso.

Le muestro un par de sillas en la habitación antes de hablarle:

 - "Le invito a tomar asiento, su majestad. Será una larga conversación si está dispuesto."

Camino hasta una de ellas y me siento antes de seguir hablando:

 - "Estoy sorprendido de verle aquí, no lo esperaba pero agradezco su visita, así como sus cumplidos. Ser un hombre justo y honorable, al igual que mi padre, es todo a lo que aspiro en la vida."

Pero el rey no vino a hacer diplomacia, sino a que le contara la verdad y eso es precisamente lo que planeo hacer. Nunca me gustaron las argucias y siempre opiné que contar la verdad era nuestra mejor opción. Si eso no resultaba, ya tendríamos que considerar otras opciones. Creo que hasta el momento no se nos ha creído y ese es el problema pero el rey sabe que yo no le voy a mentir así que comienzo a hablar:

 - "¿Quienes somos y de donde vinimos? ¿Que queremos de usted y su reino? Bueno, la versión corta es la que le hemos dicho al momento de llegar: Somos de Micenas, la mayoría de nosotros, y hemos venido a mediar una unión de nuestros reinos a través del matrimonio, enviados por el Rey Alameo. La versión larga y detallada, si la desea, se la puedo contar sin ningún inconveniente."

La verdad es que no sé si el rey quiera eso pero, si está dispuesto a oírme, le contaré todo lo que considere necesario para que entienda nuestra misión y nuestras opciones, así como la aparente grandeza de nuestros destinos.

Atreo sobrepasó al guardia y giró la esquina, para encontrarse con otro guardia guardando una puerta que tenía toda la pinta de ser importante, pero algo menos que la otra. No había marcha atrás, al menos de momento.

Mirando alrededor sopesó sus posibilidades. Teniendo en cuenta que el guardia miraba hacia adelante, y el que tenía detrás miraba en dirección hacia la otra puerta, pero colocado de tal manera que un simple giro de cabeza le haría mirar hacia el otro guardia, le quedaban pocas opciones. Podía atacar al guardia de la puerta con su sombra, comenzar a ahogarlo con su sombra y acercarse él rápidamente para intentar dormirlo. Pero aquellas lámparas le daban otra idea.

Mandó a la sombra pasar de la sombra del guardia a la sombra de las propias lámparas, voltearlas para derramar el aceite y provocar un pequeño incendio, aquello sería distracción suficiente como para que pudiera entrar en aquella puerta sin ser visto. La sombra tendría que volver con él después de eso.

Se acercó al guardia de la puerta preparado para tocarlo y dormirlo si hacia falta, bien pegado a la pared, dejándole sitio de sobra para pasar.

El plan de Atreo surtió efecto y no fue necesario usar todo su poder para dejar fuera de combate a aquellos dos guardias, pues, en cuanto las lamparas cayeron, ambos guardias corrieron a apagar el pequeño incendio que se estaba generando. Atreo solo tuvo que hacerse a un lado y dejar pasar a aquel último guardia para que el camino a aquella puerta le quedara completamente libre.

Los guardias apresurados a apagar el fuego no repararon en nada más, y su única reacción fue indicar a los otros dos guardias del largo pasillo que mantuvieran su posición al tiempo que llamaban al guardia que estaba bajando las escaleras para viniera de inmediato. Claro estaba, aquel hombre no habría de llegar, al menos no mientras siguiera dormido.

De cualquier modo, había una alerta y Atreo era consciente de ello, poco a poco el ambiente se iba poniendo más tenso, tenía que darse prisa. Poco a poco, Atreo abrió la puerta y se adentro en una habitación algo amplia y oscura. Tras cerrar la puerta, quedó de momento fuera de peligro. No había más guardias allí, salvo un sirviente dormido quien no le había escuchado en lo más mínimo.

Aquella habitación parecía ser una sala de recepción, donde probablemente el rey atendía la demanda de nobles o trazaba planes militares en ciertos momentos. Al fondo, habría otra puerta, la cual tenía marcos ornamentados y apuntaba a que tras ella había algo importante.

Al entrar en esta nueva habitación y cerrar la puerta, Atreo se encontró con la habitación del rey. Está era de amplio tamaño, tan amplia como la sala por la que había entrado al palacio en un principio o incluso más. Tenía múltiples adornos, murales, y todo aquello que un rey querría en su habitación para sentirse tal como era, un rey.

Por un momento consideró que quizá no había nada allí, pero al llegar al fondo de la habitación, donde se encontraba la espaciosa cama del rey, se encontró a su derecha con una extensión de la habitación en la cual se encontraban muchas pertenencias personales del rey. Entre ellas, su armadura personal, su escudo de guerra, una espada ornamentada y su martillo de guerra.

La idea de Talios era buena y me gustaba:-Bien dicho hermano. Y me gustaría añadir una cosa a tu plan: Vamos a buscar primero a Ifianasa y le comunicamos lo que ocurre y que se reúna con el resto. Después vamos, por separado a buscar a Atreo y Ebalo, para no levantar tantas sospechas y nos reunimos tu y yo cerca de la celda de Ischyros y lo sacamos de allí.-expuse ese pequeño cambio al plan de Talios que no me parecía malo del todo. 

.-Gracias a las capas, deberíamos poder llevar ocultas una daga en la parte trasera del cinto por si tenemos que deshacernos de los guardias de Ischyros. Sólo si el plan falla.-terminé de comentar por si Spyridon o Theron querían aportar alguna idea más. 

Espera que Ifianasa pueda echar un poco de luz sobre tanto desconcierto. Por un parte, entiende a Spyridon y su negativa a salir como criminales o fugitivos de esa ciudad, pero por otra parte está el hecho de que dos personas de su grupo han recibido el mismo mensaje, o parecido, y que deben salir de ahí cuanto antes. Quizá mañana ya sea tarde para todos: dioses y hombres. Pero también está el hecho de que hay dos personas de su grupo desaparecidas. No saben ni donde está Atreo ni donde está Ebalo. Eso hará más difícil que se puedan organizar.

Lo que si tiene claro es que si ella se queda un poco más, quizá para el final de los juegos esté desposada con un general de Asine por el que no siente ni simpatía ni nada.

Su plan funcionó casi mejor de lo que él esperaba, así que tras cerrar la puerta a sus espaldas suspiró aliviado durante un momento, hasta que se percató de dónde estaba. - Por Hécate, ¡ésta es la habitación del Rey! - pensó sorprendido. Había apostado que la otra puerta era la del Rey, y se había equivocado...con tan buena suerte que había llegado a su destino.

Sonrió y se introdujo en silencio, sorteando al sirviente dormido, con su sombra detrás de él como lo que era...su sombra.

Al entrar en el cuarto del Rey no le sorprendió encontrarlo ricamente adornado, incluso no le sorprendió el tamaño del mismo, casi podías organizar una competición de tiro de arco allí dentro. Pronto su intuición lo guió hasta el final del mismo, viendo lo que parecía un vestidor, un cuarto anexo.

Y allí estaba, el martillo....y todos los aperos del Rey Karsten.

- Vaya, ésto no me lo esperaba. ¿Y ahora qué hago? - pensó, rascándose la cabeza mientras admiraba la belleza y la manufactura de las armas, escudo, y armadura.

Suponiendo, acertadamente para él, que daría igual si lo pillaban sólo con el martillo, que con alguna cosa más, decidió llevarse lo que pudiera.

Obviamente, la armadura no podría llevársela, requería un tiempo de puesta que él no tenía en esos momentos. Pero el escudo, la espada y el martillo sí podía llevárselos.*  Miró alrededor para ver si veía algún cofrecillo o saquito con monedas o joyas extra, pues ya que iba a robar, al menos llevarse algo para poder sobornar o comprar un pasaje en barco o algo similar.

Miró hacia su sombra y pensando para si, le dijo - Vas a tener que ayudarme. - en un ligero susurro, tal como si esta fuera a obedecerle, aunque realmente no fuese así.

Varias ideas bullían en su cabeza.....***

Atreo buscó tres telas que le sirvieran para envolver los objetos, y que la desaparición de las telas no llamara mucho la atención, ya que, si usaba las sábanas del Rey éste inmediatamente se daría cuenta de la falta de las mismas; no obstante, no hubo otra cosa más y tubo que tomarla, pero evitando usar las más llamativas.. Luego, tras envolverlo todo para evitar brillos y sonidos indeseados, así como para dificultar un poco su fácil identificación, se acercó a una de las ventanas que daban al jardín y la abrió tras mirar por ella y asegurarse que no había nadie, una vez abierta, fue acercando el martillo, la espada y el escudo hasta allí. Se aseguró de que no hubiera nadie  de nuevo y manipulando a su sombra hizo que esta descendiera usando su antinatural habilidad y movimiento, una vez él arriba con la sombra extendida hasta el jardín por el que antes había entrado, bajó los objetos lo más rápido y sigiloso posible. Miró un momento por si en el "vestidor" o en el cuarto del Rey habían otras armas similares (en apariencia o tamaño) a las que acaba de sustraer, con el único objetivo de "simular" que las reales seguían en su sitio si es que el observador iba muy cansado, medio dormido, medio borracho o una combinación de todas. Ésto le compraría tiempo.

Atreo, recogió entonces los objetos envueltos y con la espada al cinto, el escudo en un brazo y el martillo en el otro, intentó aprovechar la oscuridad y los escondrijos de setos, árboles, barandillas y balaustradas para salir de allí, alejándose en dirección hacia la ruta que habían planificado días anteriores, a poder ser, pasando cerca de las ventanas exteriores de los cuartos donde sus familiares dormían.

La habitación del rey Karsten tenía dos grandes ventanas, una a la izquierda, cerca de su cama y una a la derecha, frente a la entrada a la habitación. Ambas miraban a un jardín, el cual era justamente el mismo jardín por el que el había entrado mucho tiempo atrás. Por suerte no había nadie fuera en aquellos momentos, ni los sirvientes que habían estado arreglando el jardín, ni los guardias que antes habían estado apostados allí.

Apenas descender de nuevo al jardín, pudo escuchar otra vez sus voces, había varias personas en el salón junto al jardín, aquel que daba a las escaleras. Por las voces, debía haber al menos allí unas cuatro personas y una de ellas parecía estar al mando pues gritaba con fuerza regañando a los saldados por su comportamiento cobarde. Y aunque parecía no creerles y estar molesto con ellos, mientras Atreo avanzaba hacia la barda por la que antes había llegado, alcanzó a escuchar como este aparente comandante les ordenaba redoblar la vigilancia y organizar una patrulla para explorar todo el palacio y sus alrededores.

Sin dudarlo, y amparado por su sigilo y su invisibilidad, Atreo subió ágilmente la barda, sin prácticamente problema alguno. Ya desde arriba, sin poder ser visto, extendió la sombra de sus manos para coger el bulto de cosas que había robado de los aposentos del rey, y con ello subirlo hasta donde el se encontraba. Esto tampoco le fue difícil, y aunque ver aquel bulto era algo fácil, la rapidez con que llevaba todo esto a cabo, le daba la ventaja. Por el contrario, hacer descender el bulto a la parte exterior del jardín, ya fuera de los dominios inmediatos del palacio, fue tarea mucho más compleja. Y aunque solo pasó algo más de un minuto, para cuando saltó, Atreo observo a la distancia que un ciudadano, quien probablemente paseaba por la acrópolis tras los festejos, señalaba hacia donde el se encontraba mientras al mismo tiempo hablaba con un guardia de la ciudad quien también le miraba en aquel momento.

Tras aquel crucial debate, en el que los héroes marcaban su destino, hubieron de separarse de nuevo, sin saber realmente lo que el destino les decantaba, si realmente tendrían éxito o si siquiera volverían a verse.

Caminando todos unidos, avanzaron quizá por última vez a aquellos aposentos en los que habían vivido aquellos últimos días. Spyridon iba sumido en sus pensamientos y de vez en cuando negaba con la cabeza, como si sus dudas le aquejaran una y otra vez. ¿Era realmente este el momento?

Theron marchaba junto a su sobrina, pues tenía la encomienda personal de protegerla a toda costa, más aun en aquellos momentos cruciales que enfrentaban, y aunque todo estaba en calma, ambos sabían que en cualquier momento todo estallaría, ya fuese en la tierra o en los cielos.

Akintos encabezaba la marcha sin decir nada, tal como había estado en los últimos días, tras él estaban Lykaios y Dareios, el primero pensativo en los acontecimientos, buscando una estrategia que pudiese serles útiles a aquellas alturas, mientras que Dareios, sumamente borracho, apenas era consciente de lo que acontecía.

Los seis entraron a sus aposentos, los cuales, al igual que todas las noches anteriores, eran custodiados por guardias de la acrópolis, siendo acompañados a su vez por un puñado de sirvientes, quienes apenas verlos entrar, empezaron a preparar alimentos y agua en los baños para los que lo necesitasen.

Lykaios depositó a Dareios en su dormitorio y tenso por la situación y la espera, espero junto a los demás en los pasillos de la edificación mientras el tiempo pasaba. El jardín interior estaba vació y solitario, todo avanzaba con normalidad.

Y tras la espera, la zozobra. En las cercanías, quizá a no más de doscientos metros, se escuchó el rugir de un cuerno de guerra, su rugir anunciaba la alerta, el llamado a los guardias de la acrópolis, algo había sucedido…, o quizá algo estaba iniciando.