Partida Rol por web

Así que a andar tocaba. A ver, no es que Lakara no estuviera acostumbrada a caminar, se adentraba por los bosques en busca de remedios naturales con mucha frecuencia. Pero las largas caminatas a paso gigantón no eran lo suyo. Si a eso se le sumaba que llevaba diez días de burropaseo y la carga adicional que llevaba, pues estaba todo servido. Con bastante rigidez en las piernas se puso a andar con más sufrimiento del que, por una vez, pensaba verbalizar. Y es que si bien era quejica por naturaleza no pensaba hacerlo aquella vez cuando en su suponer, Luthica encontraría alguna nueva razón de peso para criticar a sus burros. ¿Qué relación había? Ninguna, pero así funcionaba la mente retorcida de una mediana odia-elfos.

¡Y peor aún cuando la elfa en cuestión se hacía la simpática preguntando por su yelmo! Mas no le correspondía a ella opinar. O sí, pero teniendo en cuenta la opinión general del grupo que cuanto más aguerrida mejor, igual a nadie le gustaba demasiado lo que tuviera que decir respecto a que prefería no verle la cara para no correr el riesgo de escupirle a la misma.

De modo que decidida a seguir adelante obviando el tema escabroso en cuestión, decidió responder a lo más inocuo de toda la conversación.

- Los pueblos humanos salen de un día para otro, seguro que habrá diez más por el camino que ni siquiera conocías.

Deciden entonces avanzar hacia el pueblo que les ha indicado la joven campesina. Aun tienen por delante unas cuantas horas, según lo dicho, y más si van caminando con todo el peso. Lo mejor, sin duda, hubiese sido ir en algún tipo de transporte, pero pasado ya el mediodía, muchos ya han vuelto de sus quehaceres en la ciudad o pueblos de alrededor. Seguramente, todos ya estén trabajando en sus tierras.

Tras una hora caminando, llegan a un cruce. Una señal rudimentaria indica varias direcciones, pero no hace falta seguirlas demasiado. Hacia al sur, a una distancia más o menos considerable, se puede apreciar un conjunto de casas. Según recuerda Luthica, en esa dirección estaba antes la posta de caballos. Aunque parece que hacia el norte también hay algún asentamiento. Si no fuese así, no habría un camino e indicaciones en el cruce. 

De todas formas, poco tiempo hay para decidir porque la tormenta casi está encima y ya se pueden escuchar los truenos y ver los relámpagos. 

Y llegaban a un cruce de caminos. Y tenían que decidir entre sur o norte. Parecía que el sur era la apuesta más segura para encontrar refugio pronto, aunque parecía que en los dos iban a encontrar tarde o temprano un techo, si es que la gente estaba dispuestos a cobijarlos.

Pero además de encontrar refugio, también tenían otras preocupaciones que considerar. Así que, después de pensarlo un momento, Erik preguntó:

-¿Por qué camino nos estaríamos acercando más rápidamente al Bosque de las Almas? Es importante encontrar refugio cuanto antes, pero no me gustaría tener que desandar mañana mucho camino.

Jaskier contempla la situacion.

Ir al sur significa seguridad. Al fin y al cabo empaparnos en la tormenta no es sano en absoluto, pero atrevernos a ir al norte  es lo imprevisto, es lo inesperado y la sorpresa.

¿Que eleccion tomaremos?

Gemnir asiente a las palabras de Erik.

—Es cierto —dice—. Descansar bajo techo y seguros será sin duda conveniente, pero la prioridad es llegar al Bosque cuanto antes.

- Buena pregunta -miró las señales y luego a Erik-. Nunca me alejé tanto de la ciudad, no sabría decir. Quizás deberíamos haberle preguntado a aquella chica. -Se lamentó.

Trató de hacer memoria buscando entre las palabras que les había dicho Rodolphus, pero no recordaba nada que le indicase una dirección. Tampoco conocía nada realmente sobre aquel bosque como para intentar rastrear algo que les llevase hacia allí.

Tras perder un tiempo valioso en ver que camino toman, lo más sensato parece ir al sur pues el pueblo está visible y la tormenta llega con el norte, imparable. Quizá esos minutos perdidos en el cruce les hayan hecho encontrarse más cerca de empaparse con la lluvia. 

De todas formas, el camino está claro. Acelerando el paso, se encaminan hacia el pueblo. Quizá los burros ahora sientan que se van a mojar si se quedan demasiado en el exterior y parece que van los primeros hacia lo que consideran un lugar donde encontrar un refugio seco. 

Por desgracia, cuando no quedan más de 5 minutos para llegar al pueblo, la tormenta les atrapa. La lluvia cae primero lenta pero constante. Al llegar al pueblo, pueden ver a algunas personas recogiéndose en casa. Alcanzan a preguntar a una señora que está en la plaza y les indica dónde está la posada. Les indica un edificio grande de un par de plantas con un patio, seguramente los establos, que parece ser el centro del pueblo. Luthica la recuerda más pequeña, la antigua posta de caballos que había allí hace bastantes años atrás. Ahora es más grande y seguramente pueda alojar más viajeros. 

Justo cruzando la plaza para llegar a la puerta, el aguacero les comienza a caer encima. Parece que no se han salvado por los pelos.

— Podría haber sido peor —  gruño. Desde que empezó la lluvia seguramente habré hecho lo que casi todos los viajeros: levantar la capa por encima de mi cabeza para intentar mantenerme algo más seco. Y no pierdo tiempo: Me abalanzo hacia la puerta de la posada — Tan sólo unos minutos de agua tímida y unos meros segundos de aguacero no os empaparán, que es lo que me preocupaba.

Ahora lo importante es entrar en calor.

Finalmente no han podido evitar que la tormenta les moje las cabezas, pero por lo menos han llegado a tiempo de librarse de lo peor. Mientras se aproximan a la posada, Gemnir va echando un rápido vistazo al pueblo para hacerse una idea de su distribución. Parece un sitio tranquilo, pero nunca está de más la observación concienzuda.

Asiente a las palabras del bardo, y se dispone a entrar también en la posada, aunque lo hará el último del grupo. Con la que está por caer, lo más fácil es que se queden sin sitio si no andan espabilados.

Uy, pensó en cuanto vio cómo los burros parecían acelerar el paso. Nada había cambiado con respecto a su nivel de descanso, sin embargo ahora parecían ir con más prisa. No mucho más tarde entendió por qué.

Por suerte no faltaba mucho para llegar al pueblo. Aceleró el ritmo pero se aseguró de no sobrepasar a los animales, aunque eso cambió en cuanto empezó a llover con fuerza según cruzaban la plaza, que echó una carrera para entrar en la posada. Odiaba cuando la ropa mojada se le pegaba al cuerpo.

Una vez dentro miró por la ventana buscando a los burros, esperando que hubiesen ido ellos solos para los establos, pues estaba claro que tontos no eran. Le habría gustado ayudar a resguardarlos, pero viendo que Nair no se había fiado de ella cuando le ofreció su manzana, no quería arriesgarse a alterarlos.

Jaskier, efectivamente y para que no quede ni la sombra de una duda, entra en la posada y se aparta de la puerta para que el resto pueda pasar. 
De hecho, si tras esto nota que alguien del grupo se rezaga tratará de que entre. Por pura humanidad¹

Una vez allí, contempla el escenario tratando de parecer algo inocuo y no llamar en exceso la atención. Aunque se imagina que siendo un grupo bien armado y que ha entrado a tropel

Erik se rascó el barro de las botas en una piedra cercana y se apresuró hacia la puerta, sacudiendo los brazos y la cabeza justo antes de entrar para escurrirse de encima toda el agua que pudiese, en un movimiento que hacía que recordase a un perro tras salir del baño.

Se metió en la posada, sujetando la puerta para que sus compañeros entrasen, quedándose cerca de la entrada para evitar que el suelo se mojase mucho con el agua que goteaba de sus ropas.

—Carajo.
No es la primera vez que me mojo llevando todo esto puesto, pero para nada significa que me hubiera acostumbrado, es horrible tener la ropa empapada y no poder acomodarla porque hay una pulgada de acero de por medio. No tengo más remedio que quitármela, además porque es urgente secarla lo más pronto posible o se estropeará.

—Ustedes vayan pidiendo habitación, comida o lo que quieran, yo por ahora tengo que encargarme de esto.

Ya allí dentro, después de despertrecharme, busco un banquito y lo acerco al fuego, después, con un pañito seco empiezo a recorrer cada pieza, aprovechando ya para darle después un poco de lustre. Estar junto a la chimenea me secará a mí endemientras. Al llevar el pelo recogido debajo del yelmo al menos no se empapó tanto y no necesitaré lavarlo aún, pero lo que daría por un buen baño no tiene nombre.

Llevan un rato ya en la sala principal de la posada, esperando la comida caliente, cuando un grupo numeroso de personas bastante dispares entra en la posada. La que más llama la atención es una elfa poco común pues su cabello y el color de su piel no son los habituales de la raza. Pero eso no es la más impresionante, si no que lleva una armadura completa y un mazo gigante que bien podría partir rocas. También se pueden destacar un enano y una mediana. Los demás miembros del grupo sin más bien normalitos.

Y todos están empapados. Parece que la tormenta les ha pillado de lleno mientras llegaban al pueblo. Al menos, ellos no han tenido que sufrir esa parte.

La posada ofrece una sala bastante grande. Tiene varias mesas de diferentes tamaños y una chimenea en una de las pareces. En ella, un fuego danza animadamente mientras calienta la sala y los corazones de los que allí han entrado. Al menos, podrán secarse.

No están solos en la posada. Llama la atención una joven cubierta en pieles y con pinturas en la piel. Parece una chica de esas tribus salvajes de las que solo se escuchan en las historias de los viajeros. Es bastante raro ver a alguien así en un sitio como esa posada.

Tras las barra se encuentra el posadero, que les da la bienvenida a la posada.

En cuanto llego me quito la capa, que sin duda estara bien mojada del aguacero que apenas pudimos evitar, y busco dejarla en algun perchero de la oared, junto con las de los demas parroquianos

— Saludos, buen mesonero. Somos... Lo que puede ver, un grupo de viajeros que han tenido que refugiarse de la lluvia. Por favor ¿Hay algun plato que nos sirva para entrar en calor — digo frotandome el pecho, y sentandome en algun taburete para no tocar el suelo con las botas. Al menos no hasta que se sequen un poco.

Luego miraremos por lo siguiente mas importante: los asnos de Morwen. Y ayudo a quien sea que lo necesite con capas, mochilas (o yelmos)