Partida Rol por web

La muchacha dejó que John pidiera la comida para ambos –Sin carne –aclaró. Y, despatarrada en la silla cuan larga era, se dedicó a contemplar el recinto con cierta curiosidad; luego, volteó la mirada hacia John.

–Así que a esto le llaman posada... Es una casa comunal. Hay algunas de estas en mis tierras, pero tienen mesas más grandes como para unas treinta personas –explicó, y extendió los brazos trazando en el aire una larga mesa imaginaria. –Aunque lo más común es que nos reunamos en grupos más pequeños sentados en círculos sobre esteras de junco o unas pieles. –Después, acercando el rostro hacia el muchacho, preguntó en un susurro: –¿Con qué acostumbran a colaborar? Pensaba en cortar leña y cazar algo, pero con esta tormenta...

Pueblo había, desde luego, pero lluvia también. Lo bueno era que aquella parecía ser una buena motivación para Zair y Nair que de repente parecían haber apretado el paso más que cuando les ponías una manzana delante. Eran así de interesados, sus burros. Aunque ella también cuando todo su interés estaba centrado en descansar sus posaderas junto a un fuego calentito, secar su ropa y beber un zumo de manzana, que no sidra.

- Yo voy tirando hacia el establo, en seguida entro - anunció a sus compañeros mientras el agua le chorreaba el rostro.

Poco después se hallaba en el lugar mientras se aseguraba que sus dos animales se encontraban en perfectas condiciones antes de darles comida y un par de carantoñas. Tardó por lo menos quince minutos más que sus compañeros en adentrarse en la estancia calentita, estremeciéndose por la humedad antes de acercarse a Morwen.

- ¿Novedades? ¿Tenemos habitaciones para todos?

John devoraba el estofado con deleite, sorbiendo el jugoso caldo mientras Ella hablaba a su lado.

-En serio, Ella, tienes que dejar de comparar todo con tu tierra. Esto es muy diferente -la sonrió después de tragar-. Aquí todo el mundo paga sus deudas con monedas. Como esas que llevas en tu collar.

Se percató entonces del variopinto grupo que acababa de entrar en la posada, calados como sopas. Era una suerte haber llegado unos minutos antes de empezara a llover. El joven de tez morena apartó su plato vació despacio, mientras observaba a los aventureros. Los miró con curiosidad, pero con discreción. Un enano, dos elfas, una halfling, un bardo y un lancero. Realmente eran un grupo que llamaba la atención. Nunca había visto un elfa acorazada como aquella, debía de ser de otro país ¿Qué negocios les habrían llevado por aquellos caminos? ¿Quizá todo el grupo venían de lejos?

Al ver que Lakara se iba con ambos burros hacia el establo se tranquilizó y se acercó al fuego para ver si se secaba un poco su ropa y entraba en calor.
Poco después escuchó a Jaskier pedir comida para todos y se acercó también a la barra para pedir habitaciones, fue entonces cuando reparó en la mujer que iba cubierta de pieles y en su compañero. Les miró más tiempo de lo que sería considerado apropiado, pero es que ella en especial había llamado su atención.

- No, justo iba a hacerlo ahora. -Comentó cuando apareció de nuevo Lakara junto a ella, girandose entonces para mirar al posadero-. Hola, ¿tendría camas para seis?

La verdad es que tenía unas ganas terribles de quitarse la ropa de encima, más aún que de comer. Por suerte tenía la camisa que se había quitado anteriormente en la mochila. En cuanto a los pantalones, esperaba que los refuerzos hubiesen parado algo la lluvia, pero tocaría dejarlos secar un poco igualmente.

-¿Y cual es el precio por camas y algo de cenar?-añadió Erik a la pregunta de Morwen, acercándose también a la barra.

Por mucho que Erik apreciase poder guarecerse de la lluvia bajo techo, pero eso no significaba que pudiese pagar ese techo. Dependiendo del precio que les dieran, quizás tendría que buscar alguna alternativa.

-Supongo que saldremos tempramo y no nos quedaremos a desayunar, ¿no?-Le preguntó a Morwen-Si queremos llegar cuanto antes al Bosque de las Almas, no podemos demorarnos mucho.

–¿Monedas? –inquirió, y sacó de su mochila el "collar de estrellas" que estaba confeccionando y una bolsita de cuero. –¿Se llaman monedas entonces? ¿Y cuántas tengo que entregar? 
Eran unos círculos de metal muy bonitos, ¿pero para qué los querrían? Quizá, como lo había hecho ella, para elaborar algún amuleto. Cómo fuera, la muchacha estaba bastante preocupada. ¿Le alcanzaría con las que no había utilizado para el collar? Entre bocado y bocado, comenzó apilarlas. Solo le quedaban monedas doradas. A las cinco plateadas y la única de color cobrizo ya las había agujereado y estaban entreveradas en el collar junto con otras veinte monedas doradas. Contó una a una las monedas restantes y miró a John con preocupación. 
–¡Ay, ay! –se lamentó. –Es que ya utilicé todas las plateadas y la única cobriza que tenía... y algunas doradas también, ¡solo me quedan veintiocho monedas doradas! –explicó –¿Crees que alcance para la comida y la cama? Puedo ofrecerles también la flauta que encontré, pero no quisiera desprenderme del collar... Es un amuleto que me guiará en el camino de regreso.
La muchacha estaba verdaderamente consternada. ¿Cómo iba a imaginar que aquella gente trocara la comida por aquellos círculos de metal a los que llamaban monedas? Echó una escrutadora mirada sobre la pila.
–¿Acaso tienen algún influjo mágico? 

Y quizá así fuera porque entonces escuchó una voz a sus espaldas: "Si queremos llegar cuanto antes al Bosque de las Almas".Ella volteó la cabeza sin disimulo alguno y clavó sus ojos en el que había dicho aquellas palabras.

–¿El Bosque de las Almas? ¿Conoces ese bosque?

Erik se quedó sorprendido, sin saber cómo responder a aquella súbita pregunta de alguien que no conocía. Especialmente alguien con un aspecto tan poco habitual, para lo que estaba acostumbrado. Aunque quizás fuera normal por allí. Una de esas modas de la gente de la ciudad. Quién sabe, quizás estuviera hablando con una duquesa, o condesa, y eso fuera lo que se llevaba esos días entre las gente rica. Por lo que le decían sus hermanas, que leían más sobre esas cosas, a veces la gente que no tenía que tenía gente que trabajara por ella se vestía de formas muy raras. Y desde luego, a aquella mujer no parecía que fuera dinero lo que le faltara, viendo que lo lucía en collares.

-Ehm...¿Sí? Es decir, ¿no? Nunca hemos estado allí. Aunque sabemos algunas cosas sobre él. Nos dirigimos allí. Pero por lo que sabemos, no hay nadie que lo conozca. Es decir, creo que todo el mundo por aquí sabe que existe, y donde está, y eso; pero nadie lo conoce en el sentido de haber estado allí. Bueno, sí ha habido gente que ha estado allí, pero no han salido.

Llegados a este punto, Erik dirigió una mirada suplicante a Morwen, a su lado, para que continuara ella la conversación en la que se había enmarañado él solito.

Intento no prestar atención a los peculiares parroquianos, sobre todo a la que no sabe lo que es el dinero, y os murmuro, lo bastante bajo como para que no lo oiga nadie más que nosotros

— Recordad que nuestra misión es secreta, compañeros. Sería sabio si descansamos, recuperamos fuerzas, y salimos con paso presto.

—Bueno, esto ya está —murmuro satisfecha.
Conseguí secar la armadura y de paso darle algo de brillo. Ahora el siguiente problema viene siendo el dinero, que el maldito consejal no nos dio un p*to presupuesto para la misión y tenemos que manejarnos con lo poco que tenemos.

Alzo la cabeza cuando oigo mencionar el bosque por alguien que no es de nuestro grupo, mi mirada se posa en la conversación que están teniendo aquellos dos, Erik y la mujer esa.
Luego de recoger mi armadura, envolverla en su red y atarla al mazo para transportarla, me acerco en silencio, con toda la poca discreción que me puede permitir todo el equipaje que llevo, para sentarme en una mesa próxima y tratar de oír lo que esta doña tenga para decir. Prefiero no intervenir y dejar que Morwen se encargue, tiene mucho más tacto que yo.

—Calla —le digo a Jaskier por lo bajo—. No lo arruines. Apenas hemos conseguido información sobre ese bosque de mierda, esta podría ser la única chance que tenemos de aprender algo.

Desde que han entrado, Gemnir no ha dicho una palabra. Se ha limitado a secarse y a tratar de parecer lo menos amenazador posible, mientras echa un ojo alrededor intentando captar posibles peligros. Cuando Erik entabla la conversación con aquella mujer de extraño aspecto, se queda aparte pero con la oreja bien aguzada para captar todo lo posible. Luthica tiene razón, es una oportunidad de oro para averiguar más cosas sobre su destino.

-Bienvenidos todos a la Posta del Llano. Siéntanse libres de sentarse donde gusten. Tenemos un buen guiso de carne de corral y vino caliente especiado. También otras bebidas si no quieren vino.

Deja el vaso por un momento y se prepara para tomar nota de lo que querrán.

-Serán 3 monedas de plata por la habitación y la cena. El desayuno sería otra moneda de plata. Incluimos sábanas limpias, agua caliente para asearse y una noche tranquila bajo un techo o una animada velada en la zona de la taberna.

Espera a la confirmación de que están de acuerdo.

-Si solo quieren cena, será 1 moneda de plata por plato.

Mientras Erik se enredaba en explicaciones, Ella observó de reojo como la elfa (¿era una elfa en verdad?) se desprendía de su coraza, pieza por pieza. Había visto a muchos guerreros vistiendo armaduras similares y siempre había tenido la misma sensación de encontrarse ante un insecto gigante. De hecho, desde lo alto de la meseta, los había visto marchando por cientos con sus armaduras centellantes. Parecían enormes hormigas...
—¡Oh!, entiendo... Estás envuelto en rumores como nosotros —dijo, algo desilusionada. —Nuestros pasos también se dirigen al bosque, por el camino del sur, hacia el Puente Gris para cruzar el Río de Plata. Según averiguamos, el camino del norte está intransitable, plagado de monstruos. Tras una batalla, los enanos que defendían el paso tuvieron que retirarse. ¡Y debió ser una terrible batalla! ¡Pocos conozco tan valerosos y aguerridos como los enanos! —Hizo una pausa. —Quiero ver a la Pastora de Almas. Quizá ella pueda ayudarme en mi búsqueda. ¿Sabes algo de ella? ¿Es acaso una soñadora? Hace mucho que no encuentro una en mi camino y me urge... 
La muchacha bajó los ojos; parecía agobiada por una pena, pero se repuso rápidamente y exclamó:
—¿Quieres compartir nuestra mesa? Pedí mucha comida. Podemos comer juntos y conversar sobre lo que averiguamos del bosque. Sé que es inmenso, pero quizá hasta compartamos parte del camino. Aunque no sé hacia dónde te diriges exactamente. ¿Piensas rodearlo o irás a enfrentarte a esas fuerzas oscuras que acechan en su interior? —preguntó, al tiempo que palmeaba sobre la silla más próxima. —Tu compañera también es bienvenida —invitó, y sonrió hacia Morwen.
Distraída con aquel tema de las monedas, Ella no había visto ingresar al grupo a la posada y no había relacionado al muchacho con ellos, salvo a la elfa a la que Erik había buscado con la mirada.
Entonces recordó a John. ¡Casi se había olvidado de él! Recordó que su misión era secreta, que nadie debía saber de Princesa y... Pero, bueno, ella no había dicho nada de él ni de su misión y, menos aún había dicho algo de su amada. 
—¿Estás de acuerdo en que compartan nuestra mesa? —preguntó. 

Entretanto, el amable posadero repetía a viva voz aquello que Ella tanto temía: monedas de plata.

—¡Monedas de plata! ¡Por el Gran Oso! ¿Cómo voy a pagar toda la comida que pedí? Solo tengo monedas doradas —exclamó, consternada.

¿Tendría que deshacer el collar de estrellas? 

-Parece que hoy la posada está muy animada. Y ni siquiera ha caído el sol aun.

Una chica sale de la cocina al escuchar el escándalo. Ella y John ya la conocen porque les ha llevado la comida. Por sus facciones y su complexión se puede determinar que es una Enana y es una enana joven. En realidad, es bastante extraño ver a alguien de su raza en asentamientos humanos, salvo que estén de paso. Se acerca a Ella al escuchar su último lamento.

-No pasa nada. Las monedas doradas se pueden usar también. Una de las doradas son como diez de las plateadas. Tienes monedas de sobra para comprar toda la comida que quieras.

— Quizás podríamos coger el desayuno para llevar. No sé cuánta comida lleva el resto, pero teniendo en cuenta que no sabemos cuánto tiempo estaremos dentro del bosque creo que no vendría mal intentar guardar la que ya tenemos para cuando no haya tabernas cerca. —Contestó a Erik mientras intentaba despegarse las mangas de la camisa de los brazos, visiblemente incómoda por la mojadura— . Y no te preocupes, si no puedes pagar la habitación lo hago yo por ti. —Sacó de una bolsita de cuero ocho monedas de plata y las dejó sobre la barra.

Al ver que aquella mujer llena de pieles se les acercó después de que Erik nombrase el Bosque de las Almas, Morwen se tensó. Por suerte, según avanzaba la conversación, llegó a la conclusión de que parecía que no había sido tan mala idea mencionarlo.
— Casi has dado más información tú diciendo que nuestra misión es secreta que el propio Erik diciendo a dónde nos dirigimos... —le replicó a Jaskier y luego se giró para mirar al posadero—. Nosotros dos al menos —se señaló a si misma y a Erik— queremos habitación, cena y el desayuno si podemos llevárnoslo para el camino—. Luego volvió a prestar atención a la mujer de las pieles, estando bastante atenta a lo que decía—. Sí, es una pena pero no parece que mucha gente sepa gran cosa del Bosque en sí. Normal, por otra parte —frunció el ceño—. ¿Pastora de Almas? Nunca había oído hablar de una. —Miró entonces a Erik cuando la mujer preguntó qué pretendían en el Bosque. Carraspeó, tomándose unos segundos para pensar qué decir y finalmente optó por ser sincera pero sin entrar en detalles—. Pretendemos enfrentarnos a lo que haya dentro, sí. —Miró al techo, aún meditando si a pesar de no haber dicho gran cosa había hablado demasiado. Pero en realidad todo parecía ir sobre ruedas porque hasta les habían invitado a compartir mesa y parecía estar preocupándose más de la cuenta por nada.— Eres muy amable, gracias. Creo que podría aprovechar a darle un par de bocados a algo hasta que el posadero nos deje subir a las habitaciones.

-Oh, no. Gracias, pero si ese es el precio, tengo suficiente-dijo alegremente Erik, llevándose la mano al bolsillo y sacando un puñado de monedas de plata, y tras contar cuatro, algo menos de la mitad de las que tenía, se volvió a guardar el resto. Se sentó a la mesa junto a Morwen, dedicando una inclinación de cabeza y una sonrisa a los amistosos desconocidos y puso su parte del precio de cena y comida en frente de Morwen-Sería abusar, si dejo que pagues por mí.

Además, no tenía mucho sentido preocuparse por el dinero en ese momento. Si volvían, se suponía que iban a pagarles. Y si no volvían, no les haría falta.

Erik escuchó atentamente la conversación entre Morwen y la mujer del collar de monedas. Era verdad lo que decía Morwen de que no sabían nada de una "pastora de almas". Pero si sabían de alguien que vivía en el bosque.

-¿Recuerdas lo que dijo Ge...lo que nos dijo alguien? -se corrigió, recordando la mención de Jaskier sobre la misión secreta. Quizás era mejor no mencionar a los que iban en el grupo, que por el momento parecían haber decidido observarlos desde lejos- Que se decía que en el bosque vivía una mujer que camina descalza entre los árboles y podía hablar con los seres del bosque. ¿Quizás esa sea esa pastora? Nadie nos ha dicho nada de pastoras de hadas o soñadoras. Pero tampoco sabemos de otra gente que viva en el bosque, sin contar las hadas, que esa mujer. Aunque como nadie que haya entrado ha salido entero, nadie parece saber gran cosa. Por poder, podría haber un pueblo entero y que nadie se hubiera enterado. O que la mujer sea sólo un cuento para niños. Lo siento, pero no sabemos más.

En ese momento, dándose cuenta de que aún no sabían aún los nombres los unos de los otros, le tendió la mano a la mujer y a su compañero.

-Aún no nos hemos presentado, por cierto. Mi amiga se llama Morwen, y yo soy Erik. ¿También os dirigís hacia allí, entiendo entonces?

Al escuchar al posadero, Gemnir se echa mano a la bolsa para buscar las monedas. Una noche en cama es un lujo del que el guerrero enano no tiene ocasión de disfrutar muy a menudo.

—¿Las habitaciones son individuales? —pregunta—. No me importa compartir cuarto con alguien más, si es necesario. Eso sí, con la cena yo preferiría una buena cerveza en lugar de vino, si es posible...

El comentario de Ella sobre la valentía de los enanos llega hasta sus oídos y le hace esbozar una leve sonrisa, aunque parece que las dificultades para dirigirse al Bosque no hacen más que aumentar. Luego aparece esa joven enana, lo cual sorprende bastante a Gemnir. No está habituado a encontrarse con otros de su raza en el mundo exterior, y menos con enanas tan jóvenes. Pero no dice nada por el momento y continúa escuchando la conversación de sus compañeros con los viajeros que acaban de conocer. Ya habrá ocasión de presentarse si llega el caso.

Así que parecía que iban a tener camas, cena, un hogar ante el que secarse la ropa..., vamos, mejor imposible. Escurrió un poco la manga de su blusa de la cual cayó un buen chorro de agua antes de acercarse al posadero y asentir a todo, sanado su parte para pagar.

- Yo querré un zumo de manzana. No sidra, zumo. Y también el desayuno para llevar, a ser posible - confirmó, satisfecha con la opción que planteaba Morwen.

Miró a la elfa con curiosidad que parecía entablar conversación con facilidad con la gente pues en aquel momento se hallaba hablando junto con Erik con lo que parecía ser una mujer oso o quizás alguien que quería parecerse a uno. O casarse con uno, quién sabía, los humanos eran muy raros.

Sea como fuera, era evidente que en esa mesa no estaban todos invitados así que se encogió de hombros y se acercó a la más cercana antes de decir:

- Enano, si quieres compartir mesa conmigo serás bienvenido. Y los demás, también, aunque sólo si el hombre orquestra no nos recita nada.