Partida Rol por web

Al ver cómo el último orco en pie huía, se relajó. Entonces aprovechó a meditar aquello que, en medio de la batalla, no se permitió. Durante un segundo había dudado, se comenzó a preguntar si aquellas eran las aventuras que ella quería vivir desde que era pequeña. La respuesta era que no. Pero porque nunca se había imaginado que involucrasen una pelea como la que acababa de vivir... ingenua de ella. Sin embargo, ver a sus compañeros dándolo todo, hizo que se alegrase de algún modo de estar allí. De ayudar, a sus compañeros, y al pueblo. No eran las aventuras que se había imaginado de pequeña, pero eran aventuras que merecía la pena vivir. Por los demás.

La mujer oso había resultado bastante herida, y Erik tampoco había salido ileso. Por suerte tenían a Lakara. Ella también bajaría a echar una mano si hacía falta, pero ahora mismo y aprovechando la altura a la que se encontraba, miró en dirección a aquellos rugidos que no habían parado en toda la batalla, esperando ver qué era lo que se dirigía hacia su posición.
 

Erik le dirigió una sonrisa y un saludo con la mano a Gemnir, para asegurarle que estaba bien. Es verdad que había sido herido, pero había sufrido más su orgullo por haberse descuidado con el orco, que el arañazo que el había hecho. Tras un vistazo a su alrededor, por si podía recuperar alguna de las armas de los proyectiles de sus compañeros, y tras señalar al maese Jaskier el mango del hacha de Ella, que sobresalía bajo el cuerpo de uno de los orcos cerca de él, se apresuró a ir junto a Ella y Gemnir y sujetarla del otro brazo. No es que Gemnir no tuviera fuerza suficiente, pero suponía que su hombro tendría una altura más cómoda para que Ella se apoyara.

-¡Eso ha sido impresionante!¡En tu tribu deben de ser extraordinarios guerreros!

El combate había terminado... o no. Lo cierto era que no lo tenía muy claro viendo que hasta el momento parecía que algo se acercaba. Pero fuera como fuera, debían aprovechar la breve pausa que les brindaba la pelea para retirar a los heridos de modo que se acercó con sus burros hasta donde el soldado gritaba.

- Soy sanadora - anunció con seriedad en lugar del malhumor habitual, asintiendo para examinar a algún herido -. Debemos retirarlos de la zona de combate con cuidado de no moverlos de forma brusca... - miró en derredor antes de señalar una zona despejada -. Llevadlos ahí. También necesitaré agua calienta y todas las vendas que podáis encontrar, si hace falta traed sábanas y hacedlas girones - hizo una pausa, tratando de hacer recuento de qué necesitaría y qué entenderían en un momento de caos como aquel, a sabiendas de que su botiquín era insuficiente para curar a todos los heridos -. Y alcohol suficiente como para tumbar a un gigante - anunció antes de alzar la voz -. ¡Mujer oso! Si quieres seguir blandiendo el hacha para el próximo combate acércate para que te cure.

No se esperó a ver si los soldados le hacían caso antes de dirigirse a la zona que ella misma había designado como hospital de campaña provisional.

El último ataque había hecho mella en la fuerza de su brazo y el hacha voló de su mano cuando se disponía a contraatacar al orco. La muchacha rugió de rabia. Rabia consigo misma, con aquel lapsus de debilidad. Sin su arma predilecta, Ella se preparó para lo que aconteciera. No era la primera (ni será la última) vez que le ocurriera algo así, ya una vez se le había partido la lanza en un combate. 
La espada se alzó amenazante, pero el golpe nunca llegó. Un soldado se interpuso entre la muchacha y el orco y recibió el ataque por ella. Y no solo eso... Otros soldados se arrojaron sobre el orco; uno y otro golpe: y otro más. La negra sangre de la bestia tiñó su armadura y las piedras del camino. Al final de aquella múltiple embestida quedó muy malherido. 
Los vítores estallaron en el aire y el orco aprovechó entonces para huir mientras Ella contemplaba su mano vacía como si le faltaran los dedos. 
—El hacha —susurró.
Alzó la cabeza y su mirada se cruzó con un sonriente Jaskier quien le devolvía el hacha perdida y se deshacía en halagos para Gemmir, Erik y Ella. La muchacha sonrió algo azorada y le contestó:
—Gracias —dijo y recogió el arma. —Tus flechas también se inflamaron con el fuego de la batalla. Toma —y le entregó su arco y su carcaj. —Hay veinte flechas. Úsalos si te quedas sin flechas o si se rompe la cuerda de tu arco.
Fue entonces que llegó Gemmir con pasos apresurados y se preocupó  por sus heridas.
—Solo son un rasguño en la pierna y un molesto tajo en el brazo —le sonrió al enano desestimando sus heridas. —Pero no te preocupes, iré a que me emparchen y regreso. Tú vigila y echa voces si algo se acerca.
Erik se acercó, exultante. Ella río.
—Oh, sí, son grandes guerreros —afirmó con inocultable orgullo. Miró a Erik y a Gemmir con el mismo orgullo. —Como vosotros. —Y tras una pausa. —Ya regreso.
Cuatro zancadas después, estaba junto  al soldado al que había asistido en la batalla (*) y le hizo una seña para que le siguiera los pasos.
—Ven conmigo.
Al trote, se acercó a Lakara y se puso de cuclillas ante ella.
—¿Puedes hacerme un parche en el brazo? Lo de la pierna es un arañazo, pero lo del brazo sangre bastante y es muy molesto para pelear. Luego, ocúpate de él, por favor —le pidió, dando una cabezada hacia el soldado que la acompañaba. —Tiene una herida bastante fea.
Finalmente, volteó la mirada hacia el puente, hacia sus compañeros, y escrutó sus rostros. ¿A qué nuevo engendro se enfrentarían ahora?

La verdad es que va a ser imposible reunir todo lo que pide Lakara en el tiempo que ella quiere. Pero eso no impide que se ponga a curar inmediatamente a Ella. Incluso sin disponer de todo lo que ha pedido, Lakara consigue dejar casi como nueva a Ella tras desinfectar la herida, unos cuantos puntos y vendarla. Cualquiera diría que hasta hace unos minutos la mujer ha estado sangrando como una fuente.

Lakara se dispone a atender al siguiente soldado cuando Morwen ve aparecer a un enorme ogro armado con instrumentos mortales que podrían cercenar a lo que se ponga por delante. Los demás no tardan también en verlo, y sentirlo, pues cada vez que da un paso el suelo tiembla.

Viendo que este es el último turno en el que mis amigos estarán inspirados, decido empeñar un poco más de mi energía en esto

"Con su mal humo y su voz de pito"
"en combate busca a los mas heridos"
"¿Acaso busca verlos socorridos?"
"¡No! ¡No confieis en ese diablito!"

No creo que sea mi mejor pieza, pero desde luego creo que le hace honor al nombre, este soneto.
Aunque fue mejor que cuando hice el aquel Romance a Dos Tetas.

Mientras la mediana se ocupaba de sus heridas, la atención de la muchacha iba de lo que acontecía más allá del puente a las hábiles manos de Lakara y de las manos de Lakara otra vez al puente. 

Ella observó con curiosidad que las técnicas de sanación de la mediana eran muy distintas de las que se practicaban en el Clan del Oso, pero no por ello menos efectivas. 

—Te lo agradezco. Tienes manos sabias —reconoció. —¿Podrías ahora...?  —Los gruñidos del enorme ogro se acercaban al puente. —¿Podrías mirar su herida? Tiene un tajo bastante feo. —Con fuerza, retuvo del hombro al soldado (*) y le dijo: —Yo iré. Pero tú, primero, has que te curen eso o no resistirás ni un golpe de aquella mala bestia.

Sin más, la muchacha echó a correr hacia donde se encontraban sus compañeros y, tras echar una mirada sobre unos y otros, alzó su hacha y esperó. Era un engendro enorme y de piel gruesa cual armadura. Mucho deberían lidiar hasta provocarle algo más que un rasguño, y quizá más de uno moriría en aquel (des)propósito. Pero no por eso dejarían de intentarlo. 

La Osa se removió inquieta. 

Ella entrecerró los ojos y se aferró al hacha.

Hónrame con tu ferocidad...

Gemnir se queda de una pieza al ver aparecer a ese grotesco monstruo, y fija su mirada en él con estupor. Duda un instante, porque sabe perfectamente que lo mejor contra un ogro tan grande y brutal es poner tierra de por medio lo antes posible. Pero en ese caso no pueden hacerlo. Hay heridos allí, y si escapan, quedarán a merced del monstruo.

El enano gruñe, aprieta los dientes y la mano alrededor del mango de su martillo, y se lanza hacia delante con un grito gutural.

—¡Rrrraaaaargh!

El respiro había sido corto, y ni siquiera había dado tiempor a que la mayoría de los heridos recibieran tratamiento, cuando otro nuevo enemigo estaba sobre ellos. Y si esta vez no tenía la ventaja de los números, Erik no estaba seguro de que eso fuera a importar mucho.

En cuanto escuchó el rugido del monstruo, cogió de nuevo su lanza y se lanzó a por aquel orco gigantesco, esperando poder pararlo, o al menos frenarlo, antes de que alcanzara el lugar donde Lakara había puesto su enfermería improvisada.

Y su puntería y destreza con las armas no le falló. La punta de la lanza golpeó a aquel ser en pleno pecho. Sin efecto alguno. Había golpeado con demasiada ligereza, y la armadura y la gruesa piel de aquel ser no iban a ser perforadas tan fácilmente.

Morwen se quedó boquiabierta y sin reaccionar durante unos segundos al ver el tamaño de aquel orco. No es como si el tembleque del suelo no avisase del posible tamaño del ser, pero verlo era otra cosa distinta. Iba a gritarles a sus compañeros la confirmación de lo que se acercaba, pero no hizo falta porque rápidamente ellos también fueron testigos de ello.

Echó mano a la espalda para sacar otra flecha y la colocó mientras apuntaba a aquel orco de dimensiones gigantescas. Le tomó un rato pues su mente parecía hacerle dudar. Si casi no había logrado hacerle daño a aquellos orcos que eran de un tamaño más asequible... ¿cómo iba a ser capaz de hacerle daño a aquello? Su mirada se desvió del ser a la flecha, temiendo que esta rebotase o que incluso se doblase al chocar contra la piel de aquello.

Tragó saliva. Tampoco es como si tuviese otra opción. Lo intentaría y si no servía de mucho siempre podría intentar improvisar una flecha ardiente o algo por el estilo.
Tensó la cuerda del arco y fijándose sobretodo en la cabeza de aquel bicho, con la esperanza de acertarle allí, dejó ir la flecha.

A pesar de su enorme figura y el poder que parece tener, el enorme Ogro no es el primero en atacar. Por suerte. Los dos dos primero soldados atacan casi a la vez y, comparada con la velocidad del enemigo, atacan a la velocidad del rayo. Y sus golpes parecen tan poderosos que hacen tambalear al ogro. El gran enemigo gruñe y se estabiliza en el suelo mientras se prepara para su gran ataque. 

Recibe los ataques de los demás casi sin inmutarse mientras levanta el arma para atacar al primero que encuentra. El soldado intenta parar el ataque, pero se tambalea por el poderoso golpe. De todas formas, se mantiene en pie y dispuesto a continuar a pesar de la fea herida que cruza su herida.

Los héroes intentan diezmar las fuerzas del ogro, drenando su vida poco a poco. Al fin, uno de los soldados consigue atravesar la dura piel del ogro y abrirle la panza de lado a lado. Las vísceras se desparraman sobre la calle, manchando con su negra sangre a los que estén más cerca de ella.

Cuando el cuerpo cae, el suelo tiembla como un terremoto.

Vaya. Si no hemos tenido ocasión ni de lucirmos, la misma mujer oso apenas si ha tenido una oportunidad de sacar a relucir sus hachas, y la lanza de Erik no ha tenido tiempo siquiera de incrustarse en el enemigo

— Bravos soldados — le digo al que parece el jefe del grupo — vinimos a ayudar en cuanto pudieramos, pero parece que el pueblo está en unas buenas manos. Soy Jaskier, un humilde juglar que trata de recopilar nuestra expedición

Le hago una mínima reverencia, no la que un marqués haría frente un archiduque, sino algo más simple, la que un campesino le hace a un sargento.

— ¿Son normales estos ataques?

Gemnir ha corrido todo lo que le han permitido sus piernas, pero... justo antes de llegar a golpear al enemigo, ha visto cómo este caía derrotado por los valientes defensores de la ciudad. Gruñe, maldiciendo su estatura. No es la primera vez que le pasa. Pero bueno... al menos el enemigo ha sido derrotado y todo ha acabado bien, eso es lo que importa.

—Buf... nos hemos librado de una buena —dice.

Deja que Jaskier pregunte a los soldados, mientras se vuelve para ver cómo siguen los heridos. En manos de Lakara, seguro que estarán bien atendidos, pero quizá pueda echar una mano con algo.

Los soldados intentan recuperar fuerzas. Algunos están heridos, pero se mantienen en pie por si acaso atacasen de nuevo las hordas enemigas. 

-Gracias por vuestra ayuda - dice uno de los soldados -. Nunca ha habido ataques similares. Al menos, tan al sur. No hace mucho, una de nuestras ciudades situada más al norte tuvo que recurrir a destruir el puente para evitar la invasión. Este es uno de los pocos pasos que quedan.

Da unas indicaciones a los que pueden moverse más.

-Debemos asegurar las puertas, antes de sufrir otro ataque.

Erik asintió a las palabras de Gemnir. Por suerte, casi todo habían sido heridas menores. Y ya había visto que Lakara era una sanadora más que competente. teniendo en cuenta lo que podía haber sido, habían tenido mucha suerte.

Se acercó al río y recogió algunas de las hierbas que crecían junto al agua, y después de lavarse un poco la sangre del corte que el orco le había hecho en el brazo, las envolvió en su pañuelo para hacer un emplasto. Por suerte era un corte limpio y poco profundo, y no merecía la pena molestar a los sanadores por tan poca cosa.

Se acercó a donde Jaskier estaba hablando con los soldados. Por lo que había oído de la conversación, parecía que se avecinaban problemas en la zona.

-Entonces, ¿está habiendo más ataques de los orcos?¿Alguna idea de por qué?