Partida Rol por web

-¿No será que esa osa quiere que te encuentras a ti misma en lugar de depender de ella? Humana, busca tu propio camino o dejarás pasar la vida mientras buscas. Un día, no tan lejano, te encontrarás que la muerte te acecha y que no has vivido. Si no tienes nombre, busca uno nuevo. Si no tienes un lugar entre los tuyos, busca un nuevo hogar. Si no tienes propósito, busca uno nuevo.

El lobo gruñe, pero la mujer pone una mano en su lomo.

-No puedes ayudarme. Mi tiempo ha llegado. Resisto porque mi poder es mayor que el de mis hermanas, pero el mal corrompido nuestro Bosque y si oscuridad ha marchitado la vida que lo llenaba. El mundo sucumbirá a la oscuridad. Las huestes del mal caminarán por la tierra de los pueblos libres, marchitando toda vida. Nada quedará en pie. Hasta el más fuerte caerá. 

La mira. Es como una profecía, pero podría parecer real. Al fin y al cabo, los orcos comienzan a invadir tierras que hasta hace no mucho eran seguras. Nadie puede asegurar a Ella que esas alimañas no han intensificado los ataques a los clanes con la intención de comenzar una conquista. Han pasado muchos días desde que abandonó su hogar.

La muchacha contempló a "La que resiste" con una mirada ausente, sus pensamientos volaban rumbo a su lejana tierra. ¿Y si en la frontera oriental de los bosques de Eristra estaban en peligro? ¿Si las hordas orcas se habían intensificado en la tierra de los clanes? Debía regresar, como fuera. Aún sin nombre y sin un lugar en el clan, como una paria, Eristra era su lugar en el mundo y el Clan del Oso, su matria. Y su corazón latía allí, aún latía allí, muy lejos.

Regresó la mirada a aquella etérea criatura. Al igual que Janira, juzgaba sus creencias como si supieran de ella más que ella misma. Y quizá fuera así, pero también era algo que en su tierra, en el mejor de los casos, verían inapropiado. Y muchos, como un insulto. Pero Ella no, ya no. Después de Janira y las reacciones de algunos de sus anteriores compañeros de viaje, había entendido que en aquellas tierras extranjeras era una costumbre muy arraigada eso de "aconsejar" a quien no pidió un consejo. Ni el anciano brujo Gerold, el más sabio de todos los hijos del Gran Oso se hubiera atrevido a tanto...

En los clanes aquello no existía. Cada quien hacía su camino con tropiezos y triunfos, cada quien buscaba su camino, errado o no, y afrontaba las consecuencias. El Clan solo apoyaba y acompañaba en aquel derrotero. Y solo si algún acto violaba las sagradas leyes de los Antiguos era "aconsejado" en el camino a seguir. O exiliado si la falta era muy grave. Pero eso era allá, en Eristra. Aquí, incluso en este misterioso y lúgubre bosque, las leyes eran muy otras.

Hasta las profecías lo eran. En boca de aquella criatura, el fin de los tiempos era un hecho consumado. ¿Y qué se podía hacer contra lo irreparable? Solo aceptarlo, y luchar aunque solo fuera para morir como un guerrero, hacha en mano, peleando contra lo inevitable. 

—Si, como afirmas, nada quedará en pie, solo tengo un camino: regresar y luchar junto a mi gente. Aún sin nombre y sin un lugar en el clan, mi lealtad está con ellos.

Miró al lobo que gruñó inquieto; luego, a "La que resiste", la más poderosa entre sus hermanas. ¿Era acaso la Pastora de Almas? 

—Pero los hijos del Gran Oso, ni los de ningún otro clan, creemos en lo irreparable. Nada es irreparable salvo la muerte, y aún estoy viva. —Sonrió ligeramente. —Por otra parte, quizá mi vida sea eso, una eterna búsqueda. Un camino por conocer. Pero así es la vida de los hijos del Gran Oso. Somos guerreros, pero también artesanos, siempre con las manos en el barro. En todo caso, y si es el final tal como afirmas, me marcharé como toda criatura —pensó en voz alta la muchacha: —con algo a medio hacer.

Sonrió, feliz ante la idea de desandar el camino. Era hora de regresar con los suyos. La Osa se había ido llevándose sus sueños, pero Ella también. Y ahora debía regresar, con el espíritu partido en dos, sin nombre ni sueños. Pero si Weoh vivía con una pierna menos y los recuerdos desgarrados por una cruel guerra que había devastado a su pueblo, Ella podría sobrevivir a eso. O mejor, vivir con eso.

—Entonces mi camino termina aquí, tal y como lo dijo la Soñadora, salvo que la Osa no está aquí. O quizá sí, porque esa Osa era yo —murmuró. Y volviendo la mirada hacia aquella guardiana del bosque, agregó: —Si nada puedo hacer por ti y la Pastora no me recibirá, entonces regresaré con mi gente. Me despido, y agradezco tus palabras. ¡Y que lo que deseas sea cumplido! —exclamó, y se inclinó ante "La que resiste". —Pero antes de partir, ¿puedo saber tu nombre? —preguntó.

El Bosque les vigilaba, les escuchaba y a todas luces, era un ente con un sentido del humor perverso porque no sólo les cerraba el camino a la espalda sino que se lo habría en dirección a la chica osa que se había separado de ellos adrede. Estaba claro que estaría contenta de verlos cuando había decidido por propia voluntad y con más malhumor que otra cosa separarse de ellos. Si es que aquel tipo de reencuentros siempre resultaban encantadores...

Volvió a alzar los ojos al cielo mientras contaba mentalmente, tratando de armarse de una paciencia que nunca había poseído para ver si conseguía encontrarle cordura a todo aquello. No, definitivamente no. Si existía, se había ido muy, muy lejos. Ella, por si acaso, ya que no había cordura decidió coger la cerbatana, que si no había inteligencia por lo menos hubiera violencia.

- Si es ella - remarcó haciendo énfasis en el si - y no una jugarreta del Bosque, lo que está claro es que no está sola y no sabemos si ese alguien es amigo, enemigo, engendro o  lo que sea. En definitiva, que armados estamos más guapos.

El grupo se acerca al claro y entra en él para encontrar a Ella hablando con una mujer que está en el suelo. Un enorme lobo está a la defensiva a su lado y la mujer parece estar sufriendo. Pero eso no es lo más perturbador. En todo el claro se pueden ver figuras de mujeres hechas de madera. 

No parece que Ella haya hecho nada a la mujer. Si hubiese sido así, el lobo no estaría solo al lado de ella.

La mujer desvía la mirada hacia ellos.

-Más "invitados"...

El lobo gruñe.

-¿Quiénes sois vosotros y qué queréis? No es un buen momento.

Toco un par de acordes.

— Venimos del pueblo. De él nos enviaron, pero nuestras intenciones y nuestro objetivo ha cambiado conforme el camino nos ha hecho más sabios. El bosque es vida, el bosque es la vida. Ayudaremos a esa vida, en tanto que nos sea posible.

Intento parecer sereno, y no hacerme el aterrado ante el descomunal lobo, o ante esta dama, tan impecable como una reina en una recepción pese a que camina descalza por el campo

— ¿Es usted la pastora? ¿La diosa guardiana de este bosque, y la carcelera de Calandras?

La conversación se vio abruptamente interrumpida y la muchacha se quedó sin respuesta...

Sin sorpresa, Ella volteó la mirada hacia los recién llegados (pero conocidos); luego, regresó la mirada hacia aquella guardiana del bosque. Por la forma en que los recibió, la aparición del grupo pareció molestar a su interlocutora. Y Ella consideró que quizá era el momento de dar un paso atrás y marcharse, aún sin aquella respuesta.

No deseaba despertar la furia del bosque ni impacientar a sus criaturas. Además, su largo derrotero había concluído. Así lo había entendido. Quizá no de la forma que Ella había imaginado, pero sí con una certeza clara y el ánimo sosegado. 

A veces hay que viajar muy lejos para poder retornar al fuego del hogar, pensó Ella. 

No había sido en vano, todo lo contrario, había sido un viaje necesario. 
Quizá, como decía el anciano Gerold, "si los hijos del Gran Oso hubiésemos sido creados para estar en un solo lugar, tendríamos raíces en lugar de pies". Aunque la muchacha jamás imaginó que sus pies la llevarían tan lejos de su tierra en aquel buscarse a sí misma. Quizá porque buscaba a la Osa sin entender que...

La Osa era Ella.

Solo las palabras del músico detuvieron sus pasos, por un momento. 

Contemplo a Ella. No se como nos ha ganado la carrera, pero al menos, aunque no esté en la actitud más diplomática, al menos no ha sacado su hacha y ha empezado a hacerse la gamberra.

-Hemos venido porque sabemos que el Bosque está muriendo, y nos han dicho que Calandras va a liberarse. Queríamos ayudar, si es que podemos. Venimos en paz, y no pretendemos hacer daño. ¿Quizás podríamos retirarnos por el momento, si ahora no es adecuado que estemos aquí?-Dijo Erik, adelantándose un par de pasos desde el final del grupo, lo suficiente para poder hablar sin gritar, pero sin acercarse a la mujer ni a Ella.

Ella y la Pastora-si es que era la Pastora-parecían estar en medio de una conversación, y una a la que ellos no estaban invitados. Quizás sería más prudente de momento dejarles terminar con sus asuntos, antes de pretender que les dedicara su atención. Si realmente era una diosa, suponía que no apreciaría exigencias ni imposiciones. Y si decía que aquel no era un buen momento, quizás era mejor esperar a otro más adecuado.

Gemnir se lleva la mano al mango del martillo nada más ver al imponente lobo, pero se lo piensa mejor cuando ve que no tiene intención de atacarles... al menos, por el momento. En efecto, Ella está ahí y también una misteriosa mujer que todo apunta a que es la Pastora que buscan.

No dice nada, pues sus compañeros ya están explicando lo que ha llevado al grupo hasta allí. En cambio, mira con interés las figuras de madera con forma femenina que "adornan" el claro. ¿Serán sólo figuras o en otro tiempo habrán sido seres vivientes? Quizá muchos de los que se han internado en el Bosque y no han vuelto, han encontrado un destino similar...

Al internarse en el claro, y durante un momento, solo puede mirar a la mujer oso que no pareció ni inmutarse lo más mínimo de verlos allí. Se encogió de hombros y entonces miró con gran respeto y curiosidad a la mujer y al lobo.

Al ver que Erik volvía a hacer de interlocutor aprovechó para observar con atención el entorno, pues poco podía añadir a lo dicho por este.
Las estatuas fueron lo siguiente que llamó la atención de la semielfa. ¿Eran realmente pura decoración...?

Así que Ella estaba ahí, más tranquila o algún sucedáneo a la tranquilidad que experimentaran las mujeres oso con un hacha más grande que cualquier mediana. Ni hola, ni nada. La simpatía había muerto. Y aún así, olía menos a cadáver que la cordura. Porque Jaskier había decidido que una deidad moribunda se merecía una tonadilla y palabras grandilocuentes a modo saludo, lo cual a su parecer era irrespetuoso, innecesario e insufrible. Las tres Is. Eso definía las acciones de Jaskier, a un parecer que, por lo visto, no resultaba compartido.

Puso cara de sufrimiento, mirando al cielo, empezando nuevamente una cuenta mental, tratando de no dispararle un dardo al bardo, lo cual cada vez le resultaba más y más complicado.

Por suerte, Erik ejerció de traductor mientras su cuenta alcanzaba la nada desdeñable cifra de cincuenta y siete, momento en que decidió coger aire profundamente antes de hablar a modo de coletilla de lo dicho por su compañero.

- Si eres la Pastora y tu vida está vinculada con el Bosque y el Bosque se muere, no puedo hacer nada por ayudarte a no ser que todo tenga la maravillosa solución de regar árboles, pero como lo dudo mucho y yo soy sanadora, puedo ofrecerte algún tónico a modo de paliativo si me explicas los síntomas para que, por lo menos, te sientas mejor.

Sin duda, la mujer no está por la labor de tolerar cánticos y música y no es que no le gusten. Pero es que la situación no invita a ponerse a escuchar música o bailar. No cuando el Bosque está muriendo. Al menos, el joven alto parece entender un poco más la situación, pero no del todo.

-No hay nada que podáis hacer por mí. Mi poder está ligado al Bosque. Si el Bosque muere, yo también. Todas mis hermanas lo han hecho. La Pastora está usando todo su poder para mantener atrapado a quién no puede ser liberado. No podéis molestarla, no os dejaré.

El lobo entonces se pone en alerta, como escuchando. La mujer mira hacia otro camino que sale del claro y el lobo parece alejarse de ella para dirigirse hacia allí. Si quiere que le sigan, no parece hacer ninguna señal.

Me guardo el instrumento. Parece que el mundo entero está contagiado de Lakarosis. 
 

Estoy tentado de hablar. He reconocido a esta señora, La Reina de las Hadas, de los mitos y leyendas que se cuentan entre canciones y versos. Quizá ella sea la última de las hadas en el último de los bosques encantados.
No es la diosa-pastora sino la reina de las hadas. 

Pero prefiero callar por el momento. Que hable otro. Morwen está más vinculada a la naturaleza, y Ella-La-Oso... bueno, ya está en una acalorada discusión.

Eso, y estar atento a los movimientos del Lobo Gigante, enorme cual caballo. A eso, y a lo que ha prestado su atención

Janira no se encontraba entre el grupo, y aquello no la sorprendió, sino todo lo contrario: esperaba que así fuera. Y fue un alivio también. Ella no deseaba volver a cruzarse con aquella mujer. 

La muchacha volvió a observar aquellas figuras con atención. Entonces sí eran espíritus del bosque, pero ahora solo eran un recuerdo de quienes habían sido. Y otro tanto le aguardaba a "La que Resiste", según había declarado. Pero Ella poco y nada podía hacer por aquella guardiana del bosque más que respetar su deseo. Ni siquiera podía acercarse a la Pastora sin violentar la voluntad de "La que Resiste", quien parecía haber claudicado ante aquella catástrofe. "No puedes ayudarme. Mi tiempo ha llegado. (...) El mundo sucumbirá a la oscuridad. Las huestes del mal caminarán por la tierra de los pueblos libres, marchitando toda vida. Nada quedará en pie. Hasta el más fuerte caerá." Con otras palabras, lo mismo repitió después cuando llegaron los otros. Aquella criatura del bosque agonizaba, y con ella toda su esperanza. Aunque era entendible: era la última de su especie, ¿qué peor catástrofe que esa?

Y si antes le había dicho a Ella que no era posible hablar con la Pastora de Almas, aquella negativa se hizo más fuerte con el grupo: "no los dejaré", había afirmado. ¿Qué podía hacer entonces? Respetar su deseo y marcharse, solo eso. 

Y eso iba a hacer, cuando volcó su mirada sobre el lobo. ¿Por qué se alejaba de "La que Resiste"? ¿Por qué la dejaba sola ante unos intrusos? Ella solo encontraba dos razones: o se aproximaba un peligro mayor o era convocado por un poder superior. Sea cual fuera la razón, Ella simplemente no podía marcharse sin saber que dejaba atrás. 

Y, por primera vez, dirigiéndole la palabra a John y a Gemnir, susurró: —Iré tras los pasos del lobo si la guardiana me lo permite. Seguidme si queréis, pero no saquéis las armas. Aún no —Y dirigiéndose a los demás. —Cuidad de ella.

Y, antes de avanzar siquiera un solo paso, le pidió su aprobación a "La que Resiste": 

—No daré ni un paso si así lo ordenas. Solo dímelo, y será tu voluntad. 

Con las palabras de aquella mujer miró de nuevo a aquellas estatuas de madera. Sus hermanas... La arquera sintió presión en el pecho al pensar cómo se debía de sentir. Pero quizás podían hacer algo, ¿no? Quizás si salvaban al bosque ellas volviesen a su estado normal.

- No queremos molestar a la Pastora. Hemos venido para ayudar a evitar que él se libere. -Comentó tranquilamente con la mirada más sincera del mundo, tras lo cual y durante unos segundos sus ojos siguieron al lobo que se alejaba de allí.

Las palabras de las que ahora suponía la Reina de las Hadas eran frustrantes. El Bosque se moría, Calandras se liberaría si lo hacía, la Pastora tan estaba ocupada manteniendo a Calandras encerrado  que no podían hablar con ella, pero tampoco podían hacer nada por el Bosque. Al final, lo que estaba diciendo es que la situación permanecería como estaba ahora. Y lo que había ahora sólo significaba la muerte del Bosque y la liberación de Calandras llegando poco a poco, sin ninguna esperanza de evitarlo, sólo posponerlo.

Pensando aún en sus palabras, vio al lobo alejarse de la mujer. Tan protector de ella como parecía, ¿significaba eso que había advertido un peligro, o alguien más lo estaba llamando?

Gemnir se queda sorprendido cuando recibe esa inesperada invitación de Ella para que sigan juntos al lobo. Cada vez tiene menos claro lo que está ocurriendo, y por qué aquella Reina de las Hadas mostraba aquella actitud tan pesimista. Continuaban vivos, y mientras fuera así, debían hacer todo lo que pudieran. La mujer-oso sin duda sabía más que ellos, o al menos mostraba más determinación que aquella Reina moribunda, y eso hacía que el enano quisiera unirse a ella en su persecución del lobo. Pero también había prometido proteger al grupo. Miró al resto, con la duda dibujada en sus ojos bajo las pobladas cejas.

—No parece haber peligro inminente aquí... al menos ninguno contra el que yo pueda ser útil —dice a Ella—. Quiero acompañarte, pero si nos separamos... quizá no haya manera de volver a encontrarse. No a menos que el Bosque lo permita.

— Por mi parte, quizá no sea útil en una batalla, pero puedo seros útiles a los guerreros — digo recordando como el Himno del Coraje os dio más fuerza en la última batalla.

-Ve si quieres-Le dijo Erik a Gemnir, sintiendo sus dudas.-Puede que no seamos tan contundentes como tú o ella-señaló a Ella con la cabeza, con una sonrisa-, pero sabemos defendernos. Si algo pasa aquí nos las apañaremos. Además, si la Pastora está en esa dirección, será una oportunidad de decirle a lo que venimos.