Partida Rol por web

- Por mi parte tengo todo lo que necesito - Dijo Takeshi - Las provisiones vendrán bien si se alarga la búsqueda del traidor, pero, ¿Shiso, sabiendo cual es el veneno, no puedes hacer un antídoto? creo que eso ayudará mucho a las personas del pueblo que hayan tomado agua del río.

Sabiendo que tocaba salir de nuevo, Takeshi decidió que visitaría la feria. Lo cierto era que prefería descansar, aún no se recuperaba del ataque de las ranas, pero también era factible que fuera su último día en Sakurairo y quería recorrerlo. - Minako, iré a recorrer la feria hasta que salgamos, si necesitas descansar hazlo, pero si quieres acompañarme eres bienvenida. - un momento después, y tras ponerse como un tomate, miró a Yoshi - Tu también puedes venir si quieres - dijo, y con una sonrisa palmeó la espalda de Shiso - Y tu también Abuelo, el día está para aprovecharlo.

-No recuerdo bien, pero creo que no teníamos muchas provisiones, si va a ser un viaje largo deberíamos asegurarnos de tener suficiente agua y comida para todos, eso es cierto. Dice la chica aclarándose un poco la garganta ante el comentario de Takeshi. No por las provisiones, por supuesto, sino por la invitación a la feria. Intenta centrarse en su obligación como intendente, aunque tiene demasiadas cosas en la cabeza que la están distrayendo. Está segura de que les queda comida para Hai-iro, pero poco más.

-Quizás si... ingredientes para un antídoto... o cualquier otra cosa que se os ocurra. En eso no soy una experta, me fío de vuestro criterio.

Empieza a hacer mentalmente una lista de lo que deberían conseguir. Van a tener que pasar un tiempo en la feria buscando cosas, verdad.

- Si... - Shiso se llevó la mano al mentón pensativo. - Podría... - Frunció el ceño. - Quizás sería buena idea ir a ver al herbolario. Entre sus conocimientos y los míos quizás podamos hallar un antídoto. Un remedio. - Asintió con la cabeza. - Aunque llevará tiempo y no podré acompañaros en busca de Tatomo. Pero creo que vale la pena intentarlo. Si, eso haré.

- Creo que sé dónde puede estar Tatomo. Si no me equivoco estará tan solo a media jornada de camino de la ciudad. - Les comentó a sus compañeros. - Si salimos ahora, puede que al anochecer demos con él. ¿Qué os parece? - Preguntó Yutake.

- Podemos daros armas. - Intervino el capitán. - Espadas, lanzas, escudos... Lo que haga falta. Pero creo que es imperativo que partais de inmediato. ¡Debemos atrapar a ese traidor! - Exclamó apretando el puño y visiblemente encolerizado.

- Puedo reunir provisiones para vosotros. En media hora pueden estar listas. - Comentó la alcaldesa con la esperanza de que aquellos jóvenes aceptaran ayudarles. - Os necesitamos. Todo soldado u hombre que pueda luchar, debe quedarse en Sakuraio para afrontar la inminente batalla. Sólo vosotros podéis hacer justicia y traer al traidor hasta aquí para que se haga justicia. 

Takeshi asintió cuando escuchó a Yutake - Partamos cuanto antes entonces, aunque sugiero que esperemos las provisiones al menos ya que si bien podemos encontrarlo hoy debemos prepararnos para un rastreo extendido.

- Y... yo supongo que podría usar una ballesta pequeña. Claro que nunca he usado ninguna y no se si seré capaz de recargarla.

Yoshi llevaba un rato en silencio, sin saber que decir, que hacer o como convencer a todos de que su sitio no era aquel.

- Aunque pienso que no después de todo no es una buena idea. Me quedo con mi daga y eso es todo. Espero no tener que usarla, de todas maneras.

La idea de morir le aterraba pero la idea de introducir aquella hoja metálica en el cuerpo de otro ser humano le hacía sentir a punto de vomitar. Se sentía enfermo, y no le hacía falta que nadie le dijese que estaba pálido y tembloroso. Se tenía que recomponer, pero no sabía como. El valor parecía haber huido de su lado. Apretó con fuerza su petate, repleto de sus cosas y útiles de escribir.

- Voy a ir un momento a la pensión. A escribir una carta a mi familia. Si alguno necesita que le escriba algo similar, lo haré encantado.

Aquello le sirvió para centrarse. Se calmó un poco. Pensar en tinta, en papel, en textura de superficies, plumillas, fluidez... Aquello era algo que conocía y controlaba.

De nuevo todos se separaron. Yutake se marchó junto con la alcaldesa y el capitán de la guardia en busca de las provisiones, Minako les acompañó. Yoshitomo hizo lo que dijo que haría, marchar a la pensión para escribirle una carta a su familia, con la cual estaba muy ligado y ante lo peligroso de los acontecimientos, quería ante todo despedirse de ellos por lo que pudiera sucederle. Por su parte Shiso se marchó hacia la tienda del herbolario, para advertirle de lo que estaba sucediendo e instarle a que comenzara a analizar el agua, detectar el veneno y buscar un antídoto, Takeshi le acompañó.

Casi tres cuartos de hora después, estaban todos reunidos de nuevo en un punto intermedio que habían concretado antes de separarse. Yutake y Minako portaban consigo suficientes provisiones para los cinco, además de nuevo equipo para dormir al aire libre, cocinar y linternas para seguir alumbrando si se hacía de noche. Yoshitomo ya había dejado instrucciones en el correo para que su carta fuera enviada a su familia si no regresaba a tiempo o si el asedio rompía las defensas y el enemigo se adentraba en las murallas de la ciudad. Por último, Takeshi regresó en solitario.

El jefe Sisho, como algunos le llamaban, se había quedado con el herbolario. Éste entendió perfectamente la situación a la que se enfrentaban, pero le dijo al viejo, que precisaba de un ayudante para desarrollar el antídoto. Sisho no dudó en ofrecerse voluntario para ese cargo, pues al fin y al cabo, sabía bastante de remedios y se veía capacitado para aquello. Además, supuso que sería más útil en esa labor, que enfrentándose a Tatomo, pues poco sabía de combatir. 

Fuera como fuera, estaban listos para partir y no podían perder más tiempo. Con Yutake a la cabeza, salieron de la ciudad de Sakuraio dispuestos a dar caza al traidor. Tan solo debían seguir el curso del río y tratar de abrir bien los ojos para no perder detalle y hallar de esa manera a Tatomo, arrestarle y evitar que siguiera contaminando el agua del río. Parecía fácil a priori, pero... podía no ser tan sencillo.

Takeshi había dejado al Abuelo en la casa del Herbolario y había acudido al lugar de la cita. Comentó a sus compañeros que Shiso estaba preparando el antídoto y confirmó que estaba listo para partir. 

Una vez en el camino se dedicó a buscar algún rastro, pero al no conocer a su presa y tratarse de un camino relativamente transitado no pudo encontrar nada que le diera una ventaja sobre él. Como fuera llevaba el arco en la mano, con una flecha lista para ser tensada y disparada.

Yoshi se encerró en el cuarto. Puso frente a el un trozo de pergamino, el más bonito que pudo encontrar. Puso el tintero en su sitio, el mejor pincel, su favorito. Respiró hondo y... nada. Sus manos aun temblaban. Los intentos que hacía por tener una caligrafía decente eran pateticos. Y eso era un calificativo modesto. No se dignaría a enviar una carta asi. 

Lo volvió a intentar, solo para acabar más furioso. Malgastó tres pergaminos antes de lanzarlos por los aires en un arrebato de ira y acurrucarse en el suelo. Lloró, con las manos en la cara tratando de contener sus sollozos para que nadie más lo escuchara. Sabían que era un cobarde, pero no quería darles más motivos para pensarlo. Tenía que seguir con ellos. Aunque su aporte fuese minimo.

Se levantó tomó un nuevo pergamino y, algo más calmado, consiguió esbozar unas notas dignas de leerse. Explicó a sus padres lo que había pasado, lo que estaba pasando y lo que podía suceder. Despues lo selló y lo entregó a la posadera para que lo dejase en el correo lo antes posible, junto con una generosa propina. Aquel dinero que tanto parecía aquella tarde y que había ganado con tanto esfuerzo no era ahora sino un metal blando, un tanto inutil para herir a nadie, para forjar un arma o un escudo. Solo oro.

Salio de la posada y se reunió con los demas, intentando parecer lo más entero posible.

Minako caminaba junto a Takeshi armada con su lanza. El último viaje realizado por ambos a casa de Gob, les había unido especialmente creando cierta complicidad entre ambos. Además, ya habían combatido juntos y sabían muy bien cuáles eran las virtudes y defectos del otro. 

Por otra parte, se percató de que algo le sucedía a Yoshitomo. Parecía preocupado y era normal dada la peliaguda situación en la que se encontraban. Todos estaban preocupados de hecho, pero Yoshi parecía estarlo más de lo normal. Él no era un soldado, ninguno lo era, pero además, él era un joven de letras que realmente no parecía pintar mucho en una misión como aquella.

- Todo irá bien. - Le dijo Minako acercándose a él. - Si la cosa se pone fea Takeshi y yo nos encargaremos. Sólo necesito que no te pongas en peligro.  ¿Vale?

Con esas palabras trataba de tranquilizar a su compañero de viaje. No sabía si iba a conseguirlo o no, pero al menos lo intentaba. Lo peor era que no sabía cómo iba a cumplir lo que acababa de decir, pues no sabía que iba a encontrar una vez llegaran a su destino.

Yutake avanzaba a la cabeza del grupo sin decir ni una sola palabra. Parecía estar haciendo de guía, pese a que no era necesario realmente, pues tan solo debían seguir el curso del río. Aunque lo cierto era que en algunas zonas el río lo perdía caudal y serpenteaba de forma intrincada haciendo difícil seguir su curso.

Fuera como fuera, Yutake estaba concentrado en su cometido y muy centrado en su objetivo: dar con el traidor de su ex amigo y darle su merecido. 

Llegó un punto en el que el camino comenzó a presentar mayor dificultad. A medida que ascendían por la montaña, se encontraron con zonas de desniveles y zonas un tanto resbaladizas. Tuvieron que aminorar un poco la marcha, pues en cualquier momento podían acabar por el suelo o rodar colina abajo. 

- Cuidado chicos... - Dijo Yutake después de largo rato sin decir nada. - El suelo es muy resbaladizo aquí. Podríamos patinar... - Advirtió.

Takeshi caminaba seguro sabiendo que Minako lo acompañaba, seguro y confiado de que todo terminaría bien si ella estaba a su lado. Era una mujer valiente, y había demostrado ser más que capaz en el uso de la lanza, pero tambien era una mujer sensible y atenta a sus compañeros. Su acercamiento a Yoshi para tranquilizarlo le sacó una sonrisa, y cuando ella mencionó que ellos se encargarían miró a su compañero y asintió, apoyando las palabras de la chica.

Cuando la pendiente se hizo más empinada Takeshi cambió el paso para poder buscar los mejores puntos de apoyo - Si no me caigo, pisad donde piso - Dijo antes de comenzar a caminar con seguridad.

Sus compañeros se acercaban a el para darle animos. Por más esfuerzos que hiciese, se hacía obvio que tenía más miedo del que había pasado en toda su vida. Y aquella compasión, aquella piedad, le hacía sentirse aún más humillado. Aquello hizo que se despistase y pusiese el pie donde no debía, entre dos ramas. Doloroso, muy doloroso. Durante unos pasos cojeó y rechazó algo enfadado los intentos de ayudarle.

- No importa, no importa. Estoy bien -mintió-, solo ha sido una torcedura. Puedo seguir.

Aquel dolor hizo su humillación más profunda. Se convirtió en rabia. Desde pequeño había rehuido las proezas fisicas. No eran lo suyo. Pero mientras caminaba se preguntó hasta que punto el hijo de un pueblerino y una pescadora tenía derecho a ser erudito. Aquella vida de pinceles y papeles, de belleza y arte era para los que nacían entre hilos de seda. Aquellos que cuando la violencia acudía a sus vidas, tenían gente que luchase por ellos. Los del pueblo, la gente corriente, debían defenderse, aprender a bregar con la violencia desde niños. Y el no lo había hecho. Ahora pagaba las consecuencias.

Yutake les advirtió de que el camino se hacía más resbaladizo. El colmo. Quizas debió haber vendido todas sus cosas y comprar un equipamiento más adecuado. 

Despojado de su dignidad, y sin que ya le importase gran cosa, se dispuso a gatear si fuese necesario.

Yutake caminaba por delante del grupo, solo precedido por Takeshi, en aquel resbaladizo terreno. Él conocía el camino bien y sabía dónde podía encontrar a Tatomo. Si su intuición no le engañaba estaría en el interior de una cueva, que era donde nacía el río. Sin duda era un lugar perfecto para los maléficos planes de su compañero de facultad. 

- Es por aquí... - Fue entonces cuando Yoshitomo resbaló.

Comenzó a resbalar por el musgoso terreno y de no ser porque el propio Yutake detuvo su avance, posiblemente hubiera acabado en el fondo del río. 

- ¿Estas bien? - Le preguntó. - ¿Te has hecho daño?

Yoshitomo se había torcido un tobillo. Le dolía, pero no le imposibilitaba seguir avanzando. No obstante, entre aquello y el cansancio acumulado por el viaje, no estaba precisamente en las mejores condiciones para afrontar una pelea, que esperaba no se produjera.

Minako iba en última posición del grupo. El terreno era realmente resbaladizo. El grupo avanzaba demasiado rápido para su gusto, pero lo comprendía. El tiempo era oro en esas circunstancias, por lo que aligerar la marcha era necesario.

En un momento dado vio como Yoshitomo, que iba delante de ella, caía al suelo y ella, tratando de agarrarle de la camisa para evitar que cayera, también resbaló y acabó por los suelos. Se hizo daño en a cadera y eso le impediría parte del movimiento, pero tampoco era grave. Podía continuar. 

- Me duele... - Dijo frotándose la zona del golpe.

Finalmente llegaron hasta donde Yutake les quería llevar. Subiendo un leve desnivel se podía ver la entrada de una cueva. De ella surgía un pequeño arroyo que se unía a otros conformando el cauce del río que descendía desde las montañas hacía el valle y nutría las tierras y la ciudad de agua.

Se acercaron a la cueva de forma cuidadosa y atentos a cualquier peligro que les acechase en las inmediaciones. Podía ser que su vista les estuviera pasando una mala factura, pero al menos a priori, parecían estar extrañamente solos. Sólo la llegar frente a la entrada de la cueva pudieron atisbar pisadas en el barro y marcas de ruedas, posiblemente de un carro pequeño.

 No de lo pensaron más y accedieron al interior de la cueva.

El ambiente húmedo de la cueva hacia que, incluso en esa época, hiciera frío. La luz proyectada por las linternas daba al lugar un aspecto misterioso. El ruido del agua que surgía de las profundidades hacía dificil entenderse. 

Los viajeros llegaron al manantial subterráneo del que brotaba el agua que, siguiendo el curso del río, acaba alimentando las cascadas que regaban los campos de cultivo de cerezas, a los pies del risco. 

La cuevea estaba llena de extraños aparatos alquímicos, linternas situadas en lugares estratégicos y cuerdas para poder pasar más fácilmente por los puntos más peligrosos. El suelo tenía numerosos desniveles y estaba resbaladizo. El túnel se adentraba más hacia las profundidades y de momento, no había ni rastro de Tatomo.

Mientras Yutake se acercaba a Yoshi, Takeshi se acercó a Minako y la ayudó a incorporarse. - Deja que te ayude - dijo pasando el brazo de ella sobre sus hombros y tomándola de la cintura, ayudándola a llegar así hasta la entrada de la cueva. 

Una vez allí dejó que fuera por su pie, pero atento a que la ligera cojera que llevaba no empeorase y a sus muestras de dolor. Claro que toda su atención se volvió a centrar en la cacería de Tatomo cuando llegaron al manantial - Dejadme ir delante con el arco, puedo amenazarlo desde lejos. - Intentó distinguir un rastro pero el piso de piedra y la humedad hacían imposible la tarea.

Todo el mundo parecía pendiente de que Yoshi no saliese peor parado y eso había causado heridas a Minako. Tenía que hacer algo, y deprisa, para no seguir sintiéndose como una rémora.

- Yo tengo una sugerencia. Cuando lo encontremos, dejadme ir a mi primero. Fingiré haber sido enviado por la alcaldesa para negociar una rendición a cambio de un antídoto. No supongo ninguna amenaza y al menos bajará la guardia. Eso creo.

Trató de que su voz sonase decidida y fuerte, pero se le quebró la voz un par de veces.