Partida Rol por web

Minako y Takeshi entraron por las puertas de la ciudad a media tarde. Habían mantenido un buen ritmo durante todo el viaje de regreso a Sakuraio. Ya conocían bien el camino y el buen clima y la ayuda inestimable del corcel sobre el que viajaban, ayudó mucho a acortar los tiempos. La ciudad estaba fantástica, como siempre y ya se olía el aroma festivo, reflejado en el olor de los pasteles de cereza y otras frutas como el albaricoque, que comenzaban a hornearse en las diferentes viviendas de la ciudad.

No perdieron el tiempo y fueron directamente a los establos donde alquilaron los servicios del caballo. El dueño del mismo estuvo muy contento de recuperar a su bestia incluso antes del tiempo acordado y se despidieron amablemente. Ahora quedaba reencontrarse con sus tres compañeros, lo cual no iba a ser algo fácil, pues aquella ciudad era enorme y podían estar en cualquier sitio. Si las cosas no iban bien, siempre podían ir a la posada y esperarles allí, tarde o temprano regresarían o sino, seguro que al despertar, todos estarían de nuevo juntos.

Mientras Minako y Takeshi devolvían el caballo, Shiso y Yoshitomo, acompañados por Yutake, caminaban raudos y decidios hacia el puesto de la guardia. Estaban muy preocupados por lo que acababan de descubrir y lo que era peor, parecía que el tiempo corría en su contra. La guardia de la ciudad debía conocer los pormenores de lo que estaba sucediendo y también debían informar a la alcaldesa para que pusiera a salvo a la población. Por suerte, ya la conocían y estaban casi seguros de que les haría caso en cuanto a la gravedad del asunto. Además, tenían consigo aquel documento, aquella carta que lo probaba todo.

Y fue por casualidad, que Minako vio como sus dos compañeros, junto a un desconocido, caminaban rápido y decididos hacia no sabía donde. Sus rostros expresaban seriedad y no parecía que estuvieran gozando de las increíbles vistas que proporcionaba la ciudad. Fuera como fuera, la suerte les había reunido y sin duda alguno, todos ellos tenían mucho que contar. Empezando por descubrir donde estaba Kosuke, a quien no veían por ninguna parte.

...y no quiero perderte...

Las palabras resonaron en la cabeza de Minako con más fuerza que los fuegos artificiales que se utilizaban en los festivales. Siempre había sido una entre muchos, acostumbrada a pasar desapercibida entre la multitud de personas a las que llamaba familia. Se había sentido querida y valorada, por supuesto, pero esto era diferente. Era la primera vez que un chico le decía algo así.

Sin saber muy bien cómo reaccionar se queda muy quieta, evitando hacer o decir nada. Aun así es capaz de ver la reacción de Takeshi cuando se da cuenta de lo que ha dicho, y que el muchacho también lo está pasando mal a su modo. Tras un silencio incómodo el chico intenta recuperar un poco la compostura haciendo un comentario sobre el burrito y ella siendo parte de un todo, pero incluso para alguien tan poco diestro en las interacciones sociales como Minako resulta obvio que está intentando salvar su imagen como buenamente puede.

Hai-iro es lo que te preocupa... seguro, piensa divertida.

No le dice nada pero guarda esas palabras para ella, como algo especial. Por fin llegan a la ciudad tras todos los contratiempos que han pasado. Dejar el caballo y volver a viajar a pie es algo que le resulta reconfortante. De nuevo sin decir nada, pero con una agradable sonrisa en el rostro, se coloca justo al lado de Takeshi para caminar con él.

Takeshi hizo el resto del viaje hasta Sakurairo en una nube, que Minako no le hubiera dado un tortazo había sido un buen principio, que no hubiera estallado en carcajadas una buena señal, que no hubiera salido corriendo nada más llegaron a la ciudad un alivio, y cuando ella aceptó su brazo para caminar por la ciudad con una sonrisa se sintió como el hombre más feliz sobre la tierra. 

Minako y Takeshi llegaron hasta donde estaban sus compañeros tomados del brazo, sus sonrisas serenas marcaban un claro contraste con la seriedad de los rostros de Shiso y Yoshi, y cuando el chico se hizo cargo de sus gestos frunció un poco el ceño. - Buenos días Shiso, Yoshi ¿Que ha sucedido? ¿A que se deben esas caras largas?

Finalmente, el jefe Shiso le convenció de que lo primero era advertir a la gente. Yoshi se tomó unos momentos para dibujar en letras grandes e impactantes los ideogramas "Agua Envenenada". Era impactante y se correría la voz. Tomó los documentos en un rollo y acompaño al jefe Shiso. No le parecía la mejor idea. Temía que la guardia los detuviese por alborotadores antes de que los dejasen dar ninguna explicación.

Vagaba, siguiendo solamente al jefe, sumido en sus pensamientos, cuando vieron aparecer a Minako y Takeshi, en una alucinante coincidencia. Ambos parecían satisfechos con su viaje y supuso Yoshi que todo había ido bien.

- Es largo de explicar Takeshi. Toma esta nota. Es de un tipo al que buscábamos para que nos ayudase a encontrar el origen del mal sabor del agua del rió, recientemente.

En la nota se decía que un Tatomo había recibido ordenes del Imperio para envenenar el agua del río que abastecía Sakurairo. Todo ello como preludio a la invasión que la ciudad sufriría durante el festival en el que se encontraban.

- Si, bueno... - Intervino Shiso. - Os explicaré un poco más. - Tomó aire. - Fuimos al mercado y una frutera fue ofendida por un noble que le dijo que sus cerezas eran malas. Nos interesamos y resulta que es por culpa del agua con la que la riega. - Aquello parecía un sinsentido. - Conocimos a la alcaldesa y nos pidió si podíamos investigar, porqué, de aquí a un tiempo, el agua viene de las montañas con un sabor extraño. Y dijimos que si. - Miró entonces a Yutake. - Eso nos condujo a conocer a Yutake, que bueno, es él... - Señaló al joven que estaba con ellos. - Es un experto en cerezas. - Se encogió de hombros. - Dijo que Tatomo, un amigo de la facultad con el que está en un ¿proyecto? - Le miró. - Sabía mucho de cerezas también. Fuimos a su casa. No estaba. Su abuela nos contó que había desaparecido. Registramos su cuarto y encontramos ésto... - Les entregó una carta. - Leedla...

Bienquerido Tatomo,

Te escribo para confirmar la orden. Las relaciones entre Sakuraio y Towutuwa se encuentran al límite y la guerra está próxima. Es por ello, que debes ejecutar el plan que trazaste para debilitar a nuestro enemigo y propiciar la invasión. Hazlo durante el Festival, pues es entonces cuando más sakuraianos se encuentran reunidos en la capital y más resultarán envenenados. 

Se que es una medida extrema, pero es necesaria para a consecución de nuestros objetivos. La muerte de unos pocos, servirá para que el derramamiento de sangre sea menor.

Debes contaminar el agua de forma progresiva. Durante todo el invierno, debes verter el veneno en el río, para que nadie sospeche. Si el sabor del agua cambia de forma progresiva, cuando, durante el Festival, el sabor a de la hoja de tupa sea fácilmente perceptible, nadie se extrañe demasiado y sigan consumiendo el agua del río.

No puedes fallar. El Imperio de te necesita y recuerda, una gran recompensa y servicio de por vida al Imperio, será tu premio por servirlo tan bien.

Su majestad Imperial.

- Ahora íbamos a dar parte de todo a las autoridades. - Intervino Yutake. - Por cierto, soy Yutake. - Se presentó. - Un placer... - Asintió con la cabeza. - Ésto tiene que saberlo la alcaldesa y tomar medidas, pues tenemos que evitar el desastre...

- Vaya, dice Minako poniendo cara de preocupación tras leer la carta. Y yo que pensaba que nuestro viaje a la cueva de Gob había sido demasiado movido.

Permanece en silencio mientras siente como la cabeza le da vueltas ¿una guerra? ¿conspiraciones para envenenar a los habitantes de Sakuraiko? Son cosas que suenan demasiado grandes. Ellos son sólo un grupo de muchachos que han salido de sus hogares con la intención de ver mundo, y de repente se han encontrado con algo muy importante. Quizás demasiado para ellos. Comparado con esto el ataque de las ranas es algo insignificante.

Al final concluye que lo mejor será ir a hablar con la alcaldesa, como bien han dicho los demás. Quienquiera que sea esa mujer es la autoridad aquí y por lo tanto tendrá bastantes más conocimientos sobre lo que se debería hacer. Aun así no puede evitar una sensación de desasosiego mientras camina. Una que no parece que vaya a abandonarla pronto.

Takeshi pudo sentir cómola chica se desanimaba ante el contenido de la carta, tanto en su paso como en su postura, pero sobre todo fue una sensación de que el fuego que la mantenía vibrante se había reducido a una tímida flama. Intentó animarla palmeando su brazo, y sonriéndole, pero él mismo sentía que su ánimo estaba ahora los suelos. Al menos estaba con sus compañeros, eso le daba algo de tranquilidad que de haber estado sólo no tendría, y la necesidad de proteger a Minako le daba fuerzas para seguir.

- Avisemos a la alcaldesa entonces, y veamos de que otra forma podemos ayudar - miró al sanador - ¿Conoces algún antídoto para esa hoja de tupa que mencionan? al menos debemos impedir que la gente y los animales beban agua del río. - Notó entonces que había olvidado presentarse - Por cierto, ella es Minako y yo soy Takeshi Kazuki, un placer conocerlo Yutake.

- Si, vaya, creo que he hablado como si ya supieseis lo que pasaba por mi cabeza. He preparado estos carteles, pero será mejor que hablemos primero con la alcaldesa. En cuanto al agua, no soy ningún experto pero creo que el agua de los pozos todavía debería de ser potable, ¿no?

Y luego estaba el otro asunto, claro. Pronto aquella ciudad sería un campo de batalla. Y las tropas imperiales no solian hacer preguntas sobre la afiliación de uno o si ejercía como soldado. Si tenías la edad eras soldado, y si no eras un soldado imperial, entonces eras un soldado enemigo. El miedo a la muerte, a una muerte palpable, posible y cierta, en forma de una espada afilada, tomó posesión de una parte de su mente y no le dejó pensar con demasiada claridad. A diferencia de los demás, no creía ser capaz de defenderse siquiera. Deseó estar en su casa, muy lejos de aquel lugar, haber escuchado a sus hermanos y haberse dedicado a la pesca.

Pero alli estaba, en medio de aquella feria que pronto sería un caos.

Finalmente optaron por seguir todos juntos hasta la oficina de la guardia más próxima. Allí, les atendió un amable guardia, quien tras ver la gravedad del asunto, no dudó en acompañarles ante el mismísimo jefe de le guardia de Sakuraio. Lo hicieron a bordo de un carruaje, el cual corrió por las calles de la ciudad todo lo que la densa maraña de pobladores y visitantes que poblaba su tejido urbano, se lo permitió.

Aquel guardia mandó llamar a la alcaldesa, pues ella era la máxima responsable de la guardia, junto con su propio jefe operativo, quien resultó llamarse Inokosuke Endo. Entre los dos debería decidir el destino de la ciudad y los cinco jóvenes que habían informado, tendrían que estar presentes en la reunión por la toma de decisiones, como principales testigos de los acontecimientos que iban a asolar la ciudad si no hacían nada por impedirlo.

El edificio central de la guardia era un construcción de tres pisos, bastante funcionalista. Su estructura austera y sin ningún tipo de decoración, desentonaba con el resto de edificios de la ciudad, no obstante, aquella edificación no estaba planteada como una escultura, sino como una instalación funcional para uno de los principales órganos de la ciudad, la guardia. En la parte trasera se hallaba un enorme patio de armas, pero no fue allí a donde les condujeron, sino al interior del cuartel.

Cuando hicieron llamar al jefe Inokosuke Endo, éste no tardó demasiado en personarse. Se trataba de un hombre alto, fuerte y de mirada intensa. Al leer la carta que portaban consigo aquellos jóvenes se quedó blanco y con gesto de evidente preocupación. Iba a hablar cuando la puerta del cuartel se abrió de par en par y allí apareció una mujer, evidentemente también muy asustada y nerviosa. Shiso, Yutake y Yoshitomo ya la conocían, se trataba de la alcaldesa Nimatsu.

- ¿Es cierto lo que me ha comunicado un guardia? - Preguntó ansiosa por una respuesta. - ¡No me lo puedo creer! - Exclamó. - ¡En pleno festival, ésto! No se como vamos a salir de ésta, capitán Endo, pero nos enfrentamos a una gran amenaza y... - Miró a Shiso y a Yoshitomo. - Por suerte al menos hemos podido ser advertidos a tiempo. - Les dedicó una leve reverencia a aquellos dos extranjeros. - Sakuraio está muy agradecida con vosotros. - Desveló. - Capitán... ¿Qué necesita?

- Debemos prepara a las tropas para la batalla, alcaldesa. - Informó. - No obstante, reunirlas no será fácil. Están desperdigadas por la ciudad, realizando funciones de vigilancia. Además, tenemos que invertir un gran número de efectivos en alertar a la población. Si el agua está envenenada... - Tomó aire mientras una vena del cuello se le hinchaba. - ...deben saber que no pueden beber agua del río. Es la principal fuente de abastecimiento de agua de la ciudad... - Dio un golpe sobre la mesa. Estaba muy alterado. - Y alguien tendrá que ir en busca del traidor... - Negó con la cabeza. ´Pero a penas damos a basto en la ciudad, como para desviar tropas lejos de ésta. Será necesario hasta el último hombre para hacer frente a la invasión. - Miró severamente a la alcaldesa. - Le advertí que el Imperio Towutuwa podía tratar de invadirnos, alcaldesa. No me hizo caso... - Apretó los puños. - Y ahora... - Negó con la cabeza.

- No es tiempo para reproches... - Dijo Yutake. - Conozco a Tatomo mejor que nadie. Yo iré a tratar de detenerle. - Dijo el joven estudiante. - Aunque... - Tragó saliva. - Es bastante más fuerte que yo y... - Resopló. - Voy a necesitar ayuda. Supongo...

Yoshi esperó, quizas más de lo debido, a que alguien más hablase. La petición de Yutake permanecía en el aire, pero nadie le respondía.

- Yo... yo querría ayudar, pero me temo que no soy un guerrero. A la vista está. No voy a engañar a nadie. Ni tan siquiera se como se coge un arma. Tendríais que explicarme primero cual es la parte peligrosa. Haré todo lo que pueda por ayudar, pero por favor, recordad que no soy ningún guerrero.

Ni ningún valiente, añadió en su fuero interno. Pero no hacía falta decirlo. El temblor de sus manos, notorio para cualquiera que prestase atención, ya lo revelaba por el.

Takeshi escuchó a la alcaldesa y al capitán, y también a Yutake, y por un tiempo pensó en sus posibilidades. No era soldado y no sabría si podría hacer frente en combate a otros hombres, una cosa era enfrentarse a un monstruo y otra muy diferente plantearse matar a un hombre.

- Yo ayudaré a rastrear y capturar al tal Tatomo, mi nombre es Takeshi Kazuki y soy cazador, confío en que podré rastrear al traidor si tenemos un claro punto de partida. Sólo espero que se rinda sin problemas si se ve superado en número.

Sólo esperaba que Minako quisiera acompañarlos y no se ofreciera como voluntaria para el ejército, aunque ciertamente su manejo de la lanza sería un agregado poco despreciable a las fuerzas de defensa lo cierto era que él no quería que arriesgara su vida. Aún así era su decisión, y eso intentó transmitirle cuando la miró con una sonrisa, él la apoyaría en lo que ella eligiera.

Minako seguía centrada en sus pensamientos, negando con la cabeza, como si todavía no pudiese admitir lo que estaba pasando. Cada vez parecía todo más irreal. No eran más que un grupo de personas sencillas, de hecho era la primera vez que veían una ciudad tan grande. ¿No había nadie más capaz que ellos? ¿Tan desesperada era la situación? Las palabras de la gente a su alrededor le dieron la respuesta. Si sus compañeros querían ayudar no iba a dejarles solos. En el fondo, esa siempre había sido su obligación.

-Ninguno de los aquí presentes somos guerreros, dice poniendo una mano en el hombro de Yoshi, intentando tranquilizarle. Sabe lo suficiente del combate como para entender lo peligroso que se puede volver, independientemente del entrenamiento que se tenga. Que te cuente Takeshi lo mal que lo pasamos ayer por culpa de un par de bestias hambrientas.

Mira directamente a los ojos del joven cartero con su habitual rostro serio. Ahora ellos son su familia, y su deber es permanecer con ellos y protegerlos si es necesario.

-Pero no iréis solos. Si en verdad somos las únicas personas que podemos ayudar, lo haremos todos juntos. Hemos llegado hasta aquí como un grupo, y saldremos de aquí como un grupo.

No tiene más que decir. Aunque la situación sea grave, su deber no ha cambiado.

El rostro serio del capitán Endo se clavó sobre aquellos jóvenes. No parecía del todo convencido en dejar en sus manos aquel asunto, no obstante, si no les había dicho que rechazaba su ayuda era sin duda, porque estaba valorándola muy seriamente. Tardó unos cuantos segundos en hablar, sin duda en su mente se estaban concatenando un gran número de variables y posibilidades, para encauzar el curso de acción. Finalmente asintió.

- Realmente y como he dicho, vamos a necesitar hasta el último hombre para defender la ciudad del posible ataque. - Afirmó rotundamente. - Vuestra colaboración será sin duda bienvenida. - Esbozó una leve sonrisa, que fue momentánea, pues de inmediato, el rictus de seriedad volvió a su rostro. - Alcaldesa, debemos ordenar a la población que se prepare para el asedio y a todos aquellos hombres que puedan luchar, armarlos y prepararlos para lo peor.

- Espero que pueda encargarse de ello, capitán. - Le dijo la alcaldesa. 

Endo asintió con la cabeza. Entonces aquella buena mujer se dirigió a los jóvenes que habían descubierto la trama y también al viejo Shiso.

- Cualquier cosa que necesitéis pedidla. - Les rogó la alcaldesa. - Provisiones, armamento... - Tomó aire. - Lo que sea.

- ¿Armamento? - Preguntó Shiso extrañado. 

Lo cierto era que nunca había blandido un arma contra nadie. No era un hombre belicioso, pero en aquella ocasión, la sugerencia de aquella mujer le hizo reflexionar. Esperaba que no tuviera que entrar en combate, pero estaba claro que podía suceder. Al fin y al cabo iban en busca de un traidor, un agente del imperio enemigo que sin duda se defendería con uñas y dientes de ser arrestado. Si no había tenido escrúpulos para envenenar a toda una ciudad llena de amigos y donde también vivía su abuela, tampoco los tendría con ellos.

- Quizás si... - Tragó saliva. - Quizás necesitemos un arma. Y provisiones. No sabemos cuanto tiempo estaremos buscando hasta dar con Tatomo.