Partida Rol por web

Sigmar había sido generoso guiando sus pasos hasta aquel lugar, pues parecía que iba a tener la ocasión de reunirse con algunos antiguos compañeros. No es que tuviera grandes amistades, pero al menos sabía que se trataba de gente fiable y que era competente en su trabajo. A menos que el exilio hubiera conseguido oxidar sus capacidades, pero el sigmarita esperaba que aquello no hubiese ocurrido. 

La pregunta del enano volvía a ser bastante acertada, una costumbre que empezaba a merecer ser tomada en cuenta. La gente perspicaz no era habitual en estos tiempos, y siempre estaba bien que alguien reparara en esa clase de detalles. Por ello, dirigió su mirada al duque, en busca de una respuesta, reforzando así la pregunta del enano. 

El duque escuchó con atención lo que el enano Sargón le formulaba, y claramente tenia razón pues hasta ahora no había explicado mucho sobre la misión que quería encomendarles, mas aun después de decirles que ya había desechado a otros para cumplir el propósito que realmente le interesaba.

-La situación es compleja, y preferiría explicar todo a detalle cuando los otros hayan llegado con el cuerpo, más que nada por que estos me proporcionaran mucha información sin la cual lo que les diga ahora quizá carezca de validez. Lo cierto es que al igual que les dije a quienes despache antes, temo que el elfo Haldir, guardian del templo del bosque ha sido asesinado; en los recientes días, posteriores a la partida de quienes envié antes, he recibido informes de que se han avistado pieles verdes por las regiones de Stirland cercanas al bosque de Althern. Los he llamado a ustedes por que creo que aquellos inmundos seres pueden tener algo que ver con la muerte de mi amigo, y por tanto de estar en lo correcto les enviaré tras ellos-.

El hombre escuchó con atención las palabras del duque, y su expresión ceñuda se acentuó ante la mención de los pieles verdes que hizo Domenor. No sabía si eran los responsables de ese supuesto asesinato, pero desde luego la presencia orca siempre era una mala noticia. 

-La presencia de los orcos en estas tierras es una ofensa para nuestro señor Sigmar. Esas viles criaturas deben ser masacradas y expulsadas, con acero y fuego, del mismo modo que él mismo lo hizo hace siglos. Es el único idioma que esos salvajes descerebrados comprenden. 

Las palabras del Duque Domenor me dan una idea mucho más clara de lo que quiere de mí: Venganza. Me gusta la idea, sobre todo cuando comenta que pueden ser pieles verdes quienes estén involucrados en el ataque. Me imagino quedando salpicado de sangre de orco y una gran sonrisa aparece en mi boca.

Río y respondo al sacerdote:

 - "Con el fuego no puedo ayudarte mucho, pero el acero lo tendrán de parte mío... lo tendrán entre las tripas."

Vuelvo a reír entusiasmado por la idea de cercenar un par de miembros verdes, o atravesar vientres y pechos verdes, o ver rodar cabezas verdes. Demasiada felicidad inunda mis pensamientos, por lo que intento despejar mi mente para así volver a la calma que necesito para pensar y seguir escuchando.

-Masacrar a los orcos no será suficiente, o al menos no deberia serlo- instó el duque tras las palabras de sus invitados, -los orcos son tontos en general, sus motivaciones no son complejas. La muerte de un viejo elfo que habitaba en lo profundo de un bosque parece mas la obra de alguien con intenciones especificias- puntualizó, dejando en claro que probablemente no todo recaeria en una rapida y cruenta batalla.

-Aunque eso me gustaria discutirlo cuando los demas lleguen aqui. Si no hay mas dudas, habria de instarlos a ponerse comodos y descansar placidamente esta noche-.

Asiento a las palabras del Duque. Si con matar a los pieles verdes no basta, supongo que tendré que dejar que los cerebros piensen para indicarme alguien más a quien matar, así hasta el momento en el que baste. Miro a mi compañero, quien no parece ser un hombre de muchas palabras.

Aún así creo que lo mejor es descansar y aprovechar los lujos de los que dispongo hasta que lleguen los que serán nuestros compañeros. Si me da la disposición, me retiro a mis aposentos a descansar un rato antes de que me necesiten otra vez.

El hecho de que alguien estuviera controlando a los orcos era sumamente preocupante. No sólo por el hecho de que su fuerza bruta se vería respaldada por una inteligencia, sino porque además, sea quien sea, debía de ser fuerte además de inteligente. Si no, no habría podido doblegar a los orcos. Y una presencia maléfica que aunara esas dos cualidades era un adversario muy a tener en cuenta.

Asintió con respeto ante las palabras del duque. 

-Sea pues. Con vuestro permiso, me retiro a mis habitaciones para rezar. 

Tras las palabras de Seiger, el duque les informó que enviaría a alguien para que les escoltase y con ello el duque dio por terminada la reunión despidiéndose de todos formalmente –Me marcho entonces señores, espero que su estancia aquí se placentera y que esto sea el inicio de una fructífera relación de negocios.- y con estas palabras el duque se marcho dejando atrás a los dos aventureros en aquella gran sala.

No pasaron muchos segundos antes de que un sirviente apareciera por la puerta saludándolos con suma cortesía –Mi nombre es Jaime, yo estaré a sus servicios durante su estancia. Si me acompañan por favor, les llevaré de vuelta a sus habitaciones-.
Aquel sirviente robusto y de tez morena los llevó de nuevo por los adentros de la torre.
De nuevo, ambos tuvieron la cesación de que aquel lugar era más grande de lo que realmente parecía ser. Bajando unas amplias escaleras de caracol el grupo llego a una cámara circular rodeada por puertas que daban al parecer a distintas habitaciones, doce en total.
El lugar era más oscuro que el resto de la torre y era iluminado por solo dos débiles quinqués que no ayudaban mucho. A la par el lugar era muy frío y húmedo lo que lo hacia hasta ahora poco cómodo.
El sirviente por su parte, moviéndose con suma tranquilidad y comodidad les indicó a cada uno de ellos, cual era su habitación saltándose incluso algunas tal como si previamente hubieran designado una a cada uno.
Cada una de las habitaciones, aunque pequeñas, estaban equipadas con todo lo necesario para que los aventureros pasaran una noche cómoda. Una amplia cama, un baúl para guardar sus cosas, un pequeño tocador con espejo, un pequeño ropero y algo de ropa de cama.
-Si no necesitan nada mas paso ahora a retirarme. El baño se encuentra justo en la puerta que pasamos antes de entrar a esta cámara. Si me necesitan solo toquen la campana y vendré de inmediato- indicó el sirviente señalando una pequeña campana cerca de uno de los quinqués.

Tras despedirse adecuadamente del duque, el iniciado siguió al sirviente por los corredores de aquel edificio, que nuevamente resultaba ser bastante grande. Quizás habían descendido más de lo que creía, y estaban en niveles subterráneos, eso explicaría la amplitud... Fuera lo que fuera, en esencia no era importante. Sólo quedaba esperar. 

Finalmente llegaron a las habitaciones, que parecían contrastar con la sala que daba paso a todas ellas. De hecho, incluso le resultaban demasiado lujosas para su gusto, pero no iba a quejarse de aquello.

-Por mi parte nada más, que Sigmar le guarde...-dijo Seiger, haciendo el signo del martillo, antes de entrar en sus habitaciones. Tenía por delante una hora de rezos y plegarias, y si tenía que estar descansado para un viaje, sería mejor empezar cuanto antes...

La reunión acaba y soy llevado a mis aposentos, donde puedo descansar. Miro el lugar y no es especialmente cómodo, pero estoy acostumbrado a un frío mucho mayor que este, uno que helaría el cadáver de los presentes como si fuesen trozos de hielo.

Escucho sin mucho interés al sirviente que me habla y le niego en un gesto de despreocupación mientras le hablo:

 - "Estoy bien, estoy bien. Sólo voy a dormir."

Espero a que el hombre se vaya mientras me aseguro de cuales son las entradas y salidas de la habitación, para que no me tomen por sorpresa mientras descanso. Luego de eso me saco mi equipo y lo dejo en un lugar a la mano, dejando mi hacha apoyada en un buen sitio para tomarla y recostándome con la daga debajo de la almohada, lista para enterrarse en el vientre de quien ose atacarme de noche aunque no creo que eso ocurra. Nadie es tan tonto para atacar a un enano en calzones.

La noche transcurrió tranquila y en un perpetuo y frío silencio dentro de las habitaciones que el duque le había asignado a cada uno en su torre. Sumido en un profundo sueño el enano descansaba placida y tranquilamente, pero mientras mas profundo caía mas sentía que algo sucedía, que debía estar alerta, algo malo acechaba en los alrededores, sombras oscuras, frío, mucho frío sentía. Alguien gritaba a lo lejos, alguien lloraba, y después silencio, solo silencio frío; el miedo se acrecentaba entonces señal de que algo habría de ocurrir súbitamente. Entonces lo sintió, el fuego lo envolvía por completo; sin embargo no le hacia daño sino que le reconfortaba, le protegía y guiaba.

Su puerta estaba ligeramente abierta, afuera había alguien, una gran hoguera había sido encendida en medio de las habitaciones. Alguien danzaba, alguien hablaba en murmullos indescifrables; entonces noto de quien se trataba. Ajah danzaba entorno al fuego, pero no danzaba sola, el fuego danzaba con ella, parecían jugar, parecían conversar. La danza lo sumió mas en sus ensoñaciones adentrándolo mas profundo en un estado de intangibilidad; quiso quejarse, quiso resistirse, pero una cálida mano se posó en su frente, Ajah frente a él le pedía que guardase silencio y descansase.

Su mente se sumió en un sueño profundo que divagaba por inentendibles ensoñaciones hasta que súbitamente se vio a si mismo en una barcaza rodeado de compañeros cuyo rostro le eran desconocidos, y sin embargo sentía que ya les conocía lo suficiente; viajaban a traves del Talabec, al sur, hacia un bosque lejano en busca de una respuesta que estaba eludiendoles desde hacia ya mucho tiempo. El rumbo del tiempo y el espacio cambio por completo; se encontraba de nuevo en un bosque, sabia que intentaban capturar a alguien pero no recordaba bien a quien, y sin embargo sabia bien que eso que se estaba formando a través de aquel humo rojizo no eran otra cosa sino Trolls. De nuevo todo cambio por completo, estaba en un lugar que ya había visto antes, el hogar de sus ancestros; sin embargo algo andaba mal, podía sentirlo, no estaban solos; una luz relampagueante estalló entonces súbitamente frente a sus ojos y después despertó. Había amanecido ya y sus sueños por extraños que fueran habían quedado atrás.

La noche transcurrió tranquila y en un perpetuo y frío silencio dentro de las habitaciones que el duque le había asignado a cada uno en su torre. Sumido en un profundo sueño el sacerdote descansaba placida y tranquilamente, pero mientras mas profundo caía mas sentía que algo sucedía, que debía estar alerta, algo malo acechaba en los alrededores, sombras oscuras, frío, mucho frío sentía. Alguien gritaba a lo lejos, alguien lloraba, y después silencio, solo silencio frío; el miedo se acrecentaba mas y mas señal de que algo habría de ocurrir súbitamente. Entonces lo sintió, el fuego lo envolvía por completo; sin embargo no le hacia daño sino que le reconfortaba, le protegía y guiaba.

Su puerta estaba ligeramente abierta, afuera había alguien, una gran hoguera había sido encendida en medio de las habitaciones. Alguien danzaba, alguien hablaba en murmullos indescifrables; entonces noto de quien se trataba. Ajah danzaba entorno al fuego, pero no danzaba sola, el fuego danzaba con ella, parecían jugar, parecían conversar. La danza lo sumió mas en sus ensoñaciones adentrándolo mas profundo en un estado de intangibilidad; quiso quejarse, quiso resistirse, pero una cálida mano se posó en su frente, Ajah frente a él le pedía que guardase silencio y descansase.

Su mente sumió en un sueño profundo que divagaba por inentendibles ensoñaciones hasta que súbitamente se vio a si mismo en un gran corte, junto a sus compañeros los miembros del escuadrón eran acusados de un terrible crimen, la muerte de alguien muy importante; se trataba del pasado probablemente y sin embargo algo andaba mal, Sargón y otros que no conocía estaban allí también junto a ellos. El rumbo del tiempo y el espacio cambio por completo; ahora caminaba a través de la oscuridad, las oscuridad de las profundidades, buscaban un paso secreto que los llevara hasta su objetivo, un paso por el que solo los enanos transitaban. De nuevo todo cambio por completo, estaba en las profundidades de nuevo y ante el se encontraba una torre oscura, pero algo andaba mal con ella, por extraño que pareciera, aquella torre parecía estar invertida; en la cima de aquella torre un fuego oscuro empezaba a cobrar vida y fue su súbito brillo lo que hizo a Seiger despertar. Había amanecido ya y sus sueños por extraños que fueran habían quedado atrás.

La mañana había llegado sin ningún contratiempo para los ahora mercenarios al servicio del conde Domenor. La torre, algo mas fría que la noche anterior, solo era perturbada en su silencio por el devenir de lo que podría acontecer aquel día.

Tras tomar un buen baño e incluso dormir mas, el par de aventureros se reunió para desayunar. Jaime, el sirviente del duque estaba con ellos. Según sus palabras el duque quería proporcionarles 15 coronas de oro como una forma de contribución a su misión futura. Eran libres pues, de hacer lo que quisieran en aquel día, desde recorrer la torre o entrenar, hasta ir a comprar equipo para su futura y desconocida misión o gastárselo todo en alcohol; no obstante la libertad que el duque les daba, según Jaime, éste también les aconsejaba descansar pues el viaje que les esperaba podría ser muy largo y cansado.

Mis sueños desaparecen y despierto con la daga en mi mano apuntando hacia el vacío de mi habitación. Ha sido una noche agitada y acontecimientos extraños se me han mostrado en la noche. Mi respiración aún está agitada sin entender del todo lo que mis ojos han visto pero mi alma me dice que todo ya pasó y es momento de volver a la realidad, sin desconocer el hecho de que no puedo diferenciar lo que fue real de lo que no.

Me pongo de pie y desayuno junto con el sacerdote hasta que nos entregan las monedas de oro. Termino de comer, me despido con toda la educación que puedo y me dirijo a comprar cosas. Visito el mercado pues deseo comprar cosas necesarias para un viaje y que todo aventurero debería tener. Si no encuentro nada, un buen casco no me vendría mal.

El sacerdote se despertó sobresaltado por aquellos sueños, murmurando una plegaria del libro de Sigmar de manera inconsciente. Aquel sueño había sido demasiado vívido, y no podía evitar volver a pensar en aquella mujer que estaba con el duque, y en la posibilidad de que aquello fuera una clase de brujería. Tendría que mantener los ojos bien abiertos y permanecer alerta para no caer ante los trucos que cualquiera pudiera conjurar contra él.

El sacerdote no tardó demasiado en salir de su habitación, con su aire ceñudo habitual, aunque saludó a su compañero enano con cordialidad en el desayuno, y también al criado Jaime. Le sorprendió agradablemente aquel pequeño obsequio del duque, pues aunque no era mucho, podría usarse para hacer algún bien. 

De hecho, lo aprovecharía para realizar algunas compras, ya que su anfitrión parecía no tener inconveniente en ello. 

Saliendo de la torre, y acompañados mutuamente, el enano Sargon y el sacerdote Seiger avanzaban en módico silencio con dirección a Bechafen. En poco tiempo hubieron cruzados las altas murallas defensivas de la ciudad para adentrarse en sus callejones sombríos que mas bien parecían túneles que estaban rodeados de edificios altos y estrechos que se inclinaban en ángulos de vértigo. Construida casi en su totalidad con la madera oscura del Gran Bosque, la ciudad tenia un aspecto lúgubre que empañaban todo intento por embellecerla.

Así, avanzando a través de ella con cierta dificultad pues a esas horas era cuando había mas movimiento de personas entorno a las estrechas calles; ambos mercenarios buscaban un lugar idóneo donde hacer sus compras. Si el destino así lo quería, quizá esa misma noche partirían o quizá el día siguiente, todo dependía de cuando llegasen los otros.