Partida Rol por web

Estaba sin resuello, totalmente reventado por el esfuerzo, aunque se podría haber llevado a un par de orcos mas consigo de haberse visto en la obligación de hacerlo. Los orcos se iban, pero la neblina avanzaba. Esperaba que los hechiceros encontraran a lo que fuera que estaba creando eso, e hicieran algo al respecto. Por lo pronto miró al escudero, y le gritó:

- Cazad a esos bastardos, y luego id a ver qué es lo que está causando esa neblina, si los orcos dieran la vuelta, pedid ayuda. Yo estoy bastante tocado, me aseguraré de que a este lado del río nada pueda pasar. Gurnik y Sargón, quizás podríais ir a escoltar a los hechiceros. Yo ni soy un guerrero, ni estoy en condiciones. Pero vosotros podéis marcar la diferencia si algo raro pasara allí. 

Recuperó su martillo caído y se dispuso a pegar una rápida pasada para ver si habría alguna pertenencia de valor entre los orcos que tenía enfrente, sin perder de vista a los orcos que al otro lado del puente huían.

De un momento a otro, los orcos se retiran, habiendo quedado ya muy pocos que huir. Se me pasan por la cabeza varias ideas, como correr detrás de ellos y luchar, arrojarles mi hacha o cualquier cosa que continúe el derramamiento de sangre de pieles verdes, un espectáculo como ningún otro para un pobre enano soltero como yo.

Bajo mis brazos, permitiendo que descansen un poco después de tanta actividad. Recién comienzo a sentir que están acalambrados de tanto pelear y, aunque aún puedo mucho más, mañana me dolerán como la mierda misma.

Miro delante y veo aquella extraña niebla, entendiendo que claramente no es algo natural sino algún artificio de la hechicería. Veo que nuestros hechiceros van detrás del origen de aquella emanación y entiendo que las palabras de Grii son muy ciertas, por lo que asiento con la cabeza antes de correr por el puente hacia donde está Resha, la más cercana a mi posición.

La batalla finalmente terminó y, si bien habían logrado evitar que murieran civiles y salvar el pueblo, no se podía negar que habían tenido un montón de bajas. No era algo muy bueno, la verdad... pero desde luego las cosas podían haber salido mucho peor.

Gerard bajó la lanza, jadeando agotado. Los pulmones y los brazos le ardían por el sobreesfuerzo, más tenía claro que aún habría seguido luchando de haber sido necesario. Y quizás aquella niebla al otro lado del río significaba que podían pasar más cosas... o no. En cualquier caso tenía cosas más urgentes de los que preocuparse: se bajó del caballo con cierta rapidez y se apresuró a acercarse al caído Sir Steffon para ver como se encontraba.

- Monsieur Wamud, yo me quedo con él mientras organizáis a los hombres - le dijo al sacerdote -. Id, rápido.

Miro hacia atrás y veo a Gerard, que desmonta. Miro hacia los hechiceros y la elfa corriendo como locos hacia la neblina. Vuelvo a mirar a Gerard.

- ¡Por el amor de Valaya! ¡Hay que proteger a los hechiceros Gerard! ¡Tu eres el que mas rapido puede llegar! ¡No desmontes y ve a ayudarlos! ¡Vamos Gurnik!

Se volvió a colocar el escudo, y colocó el martillo en la arandela que le colgaba del cinturón y lo aseguraría. Empezaría a correr detrás de Sargón. Pensaba que Gerard iba a ir a ayudar a sus camaradas, pero no iba a ser así. Así que alguien tendría que hacerlo...

Si ese noble ha caído es una desgracia, pero la mayor desgracia es la de todas las familias que han perdido a sus hombres, y mayor desgracia será para mí si alguno de esos camaradas mueren por nuestra inacción. Gerard, no nos abandones ahora...

Pensó para sí.

El combate había terminado, y Seiger aprovechó para recuperar el aliento, inclinándose levemente. Buena parte del mismo se lo había pasado corriendo, y eso cansaba a cualquiera. Sin embargo, a juzgar por lo que escuchaba sobre una niebla y que los hechiceros se habían adelantado, parecía que debía correr de nuevo. Resopló, cansado, y se incorporó para cruzar el puente todo lo rápido que pudiera y auxiliar a los practicantes de artes arcanas, de ser necesario. 

Con disgusto había cruzado ese río mojándose las piernas y no era algo que le encantara; pero tenía algo que hacer. Vio como los orcos se retiraban; pero algo le decía que no terminaría todo hasta que supieran qué los azuzaba, pues los muertos y la magia le instaba a pensar que había mucho más que solo orcos detrás, cuando en el bosque había pensado que los muertos eran otro problema a parte en ese reino.

Una vez en tierra, entornó los ojos para intentar ver lo más lejos posible dentro de esa niebla.

-Tened cuidado en las cercanías, no sabemos qué puede haber dentro -dijo el elfo mientras se aferraba a su báculo.

El enano fué forzado a retroceder y como tal un par de golpes se colaron por su defensa, que intentó esquivar sin éxito.

Cuando ya sus brazos cansados se cansaban de golpear, repentinamente los pieles verdes empezaron a retirarse, y luego a huir.

Frente a el, sin embargo, no sólo veía los cuerpos de sus enemigos, sino también una inquietante niebla que se extendía, cual manto gris, a ambos lados del otro lado del puente. 

Repentinamente su mente volvió y encontró a sus hermanos en armas un poco más atrás y les dedico una sonrisa, al ver que seguían en pié.

"Ehh, creo que me cargado a 8... como les fué por su lado del puente..?" -dijo, claramente desconociendo la cantidad de ellos, pero aún así bravuconeando con su numero...

Miró sus manos, ensangrentadas a mas no poder, y recordó que lo habían golpeado por su costado, miró y luego escupio sus heridas...

"...para desinfectar la podredumbre..." -dijo, sonriendo a sus camaradas y viendo la situación en general a su alrededor.

Tras cruzar las gélidas aguas del río, tanto Aenalor, Aria y yo misma nos encontrábamos a escasos metros de la torre de vigilancia y del posible mal que había causado la llegada de los no muertos. Aunque no había visto ninguna figura que pudiera ser la causante estaba claro que algo convocaba a las criaturas no muertas y manejaba los vientos de la magia. La extraña neblina que había aparecido de la nada seguía fluyendo por el campo de batalla y tendríamos que entrar en ella para llegar a la torre.

- No me da buena espina esa niebla...puede usarse para cubrir una retirada o para algún otro oscuro propósito.

Sigo a Aenalor hacia la abandonada torre de vigilancia, al igual que este tengo listo el báculo ante la posibilidad de en cualquier momento un orco u otra criatura caiga sobre nosotros.

Antes de practicamente perderse en la densa neblina que ahora se extendía hacia las montañas, los ballesteros apostados en la vieja torre lograron abatir a dos mas esas terribles criaturas; eso al tiempo que dos de los enanos se lanzaban en persecusión de aquellas bestias sin que nadie mas les siguiera. La sangre derramada había sido alta, y ya nadie tenía deseos de arriesgar su vida si no era realmente necesario.

-Mi hijo!- se escuchó en un grito ahogado cuando el señor noble de la region alcanzaba a llegar hasta donde se encontraba Sir Gerard y otros sosteniendo al caballero. Su tacto era firme, y apenas tenía algunos rasguños; seguramente solo había caido fuerte del caballo y había perdido el conocimiento, quizá incluso se había golpeado fuerte la cabeza. Fue Sir Gerard quien junto al otro caballero, le retiro el casco que le protegia y la cofia de malla. No había rastros de nada preocupante, Sir Steffon solo necesitaba reposo.

-Fortificad ese puente rápido y formad un muro defensivo en torno a nosotros-. Exclamó el señor noble claramente exagerando la situación ante el miedo a perder a su heredero. -Que nadie persiga a aquellas bestias debemos mantener seguro el puente. Wamud, busca una camilla para sacar de aqui mi hijo-.

Arianne no se atrevió a entrar dentro de la creciente nebulosa, no tanto por el temor que pudiera producirle como por el hecho de que pensó que le haría perder el rastro. Salvo que aquella niebla permitiera a los que entraban desvanecerse en el aire debían controlar el perímetro.

De este modo espoleó su caballo alrededor de la niebla para alcanzar el extremo opuesto, hacia el lugar donde se extendía, mientras trataba de escrutar el interior en busca de movimiento.

Los orcos ya se han marchado y el pueblo ha sido salvado, aunque probablemente ha muerto gran parte de la población que vive acá, luchando como milicianos y cayendo en acción. Una victoria costosa pero no por ello menos gloriosa.

Me mantengo corriendo hasta llegar a Resha, a quien saludo con un gesto cuando me pongo a su lado. Mi rostro ya no se ve bajo la sangre de orco que me cubre, de pies a cabeza. Le sonrío y le hablo:

 - "¿Qué estamos buscando acá?"

Intento mirar hacia la niebla a medida que avanzamos pues cualquier cosa puede haber. Yo no sé nada de magia ni hechicería ni todo eso, pero es obvio que la súbita aparición de aquello debe haber sido obra de alguien y no un evento natural. Ojalá nos encontremos con un hechicero al que rajar, sería una buena adquisición como trofeo.

La niebla era mucho mas espesa de lo que parecía en un principio, parecía que una barrera se había levantado entre nosotros y nuestro objetivo...la torre. Tenía que forzar la vista para poder percibir algo mas que la nube brumosa en la que nos adentrábamos. De la nada escuché antes de ver la voz de Sargon, el enano estaba cubierto de sangre...que esperaba que fuera mas de enemigos que suya propia y tras su pregunta tendí a responderlo.

- Aria percibió aquí que los vientos de la magia eran cambiantes. O hay un mago o algún objeto que cree estas perturbaciones....no creo que la propia magia se vuelva contra nosotros sin mas.

Estaba claro que me quedaba mucho por aprender de la magia, pero esperaba que fuera "alguien" quien trasteaba con la magia que la propia magia haciendo de las suyas gobernada por una fuerza superior. 

El enano vio como todos se apresuraban a correr contra una especie de enemigo desconocido que Gurnik, no veía.
A pesar de todo, apuró el paso para no quedarse tan atrás en la línea de avanzada.
"Eh muchachos, con calma, que la sangre de esta porquería aún no me sale completamente de la ropa..." -dijo, mientras se limpiaba la cara y manos para parecer menos barbárico.

Aenalor se quedó un momento en la niebla, intentando mantener un punto como referencia y no perderse demasiado en ese lugar, además de que tenía que sentir él mismo esos vientos que había mencionado Aria, tal vez hubieran desaparecido, cambiado de lugar o cualquier otra cosa; pero necesitaba comprobarlo por él mismo.

Seiger ya se encontraba al otro lado del puente, aunque sin tener muy claro qué se suponía que estaban buscando los magos. Por si acaso, se acercó a ellos, aún alerta por lo que pudiera ocurrir, mientras escuchaba sus explicaciones sobre asuntos mágicos y algo raro que ocurría por aquella zona. 

Gerard escuchó el grito de Grii, y puede que tuviera algo de razón, pero el caballero sentía que no podía dejar al joven noble ahí sólo sin asegurarse de que se encontraba bien, tanto por él como por su padre. Al fin y al cabo, él también era noble y sabía lo importante que era aquello. Además, ya habían tenido bastantes bajas como para encima arriesgarse a que la nobleza imperial les cargase también la muerte de uno de sus caballeros.

Afortunadamente, él parecía estar bien y, al haber llegado su padre, que no tardó en dar órdenes, quizás exagerando un poco, para no arriesgar a nadie más.

- Tranquilizaos, monsieur. Sólo ha perdido el conocimiento - dijo el bretoniano mientras se incorporaba -. Voy a reunirme con mis compañeros al otro lado, parece que están buscando algo.

Dicho esto, LeBlanc se subió a su montura de nuevo y cruzó el puente con cuidado, vigilando esa niebla con atención.

El grupo de mercenarios llegó hasta los alrededores de la neblina sin atreverse a adentrarse en ella, a fin de cuentas no era algo natural y con lo que habían vivido, era sabio no arriesgarse. Aunque era obvio que mientras lo hacían, los orcos se alejaban hacia las colinas. Solo Arianne astutamente optó por seguir cabalgando en torno a aquella barrera artificial que les impedía el paso, aunque pronto se topó con que la neblina ya se extendía hasta el inicio de las colinas y le impedía la vista a lo que estuviera mas allá, pues aun con su fina vista que había logrado ver mucho mas que los demás, era imposible ver a través de tantos metros de neblina espesa.

Por su parte, Seiger se encontraba ya al otro lado del puente a la espera de ver que sucedía; Sir Gerard estaba ya con él pues tras dejar al caballero con su padre había vuelto a montar, aunque había evitado salir a galope, en parte por la falta de necesidad, y en parte para evitar atropellar a un herido.

Atrás, quedaban todas las fuerzas imperiales que se afianzaban de nuevo en el puente mientras recogían a los heridos. Si intentaban salir a cazar a los orcos, nadie les seguiría, y así se lo hizo saber Tarhun a Seiger al alcanzarlos al otro lado del puente. El sacerdote de Sigmar estaba interesado en acabar con esos pieles verdes, como bien recordaban Seiger y Sir Gerard, pero no parecía convencido de salir al ataque de forma imprudente.

No parece haber nada extraño, más allá de la niebla misma que salió de culo de alguien pero que parece que no tenía más fin que cubrir su retirada. Recuerdo que debemos averiguar qué está detrás del ataque de los orcos y que puede tener que ver con la muerte de Haldir, el amigo elfo del Duque Domenor.

Le comento a Resha, quien está a mi lado:

 - "¿No deberíamos haber agarrado a un orco vivo para interrogarlo? Aún no sabemos nada de lo que está detrás de los ataques."

Mantengo mi hacha en la mano, mientras intento ver qué podemos hacer para obtener aquella información. Estoy casi seguro de que ninguno de los orcos que rajé en el puente quedó ni medio vivo, así que sería perder el tiempo volver a buscarlo. Creo que lo mejor es seguir a los orcos a ver si agarramos a alguno.