Partida Rol por web

El tiempo pasaba sin dar los frutos deseados de aquel árbol que nos gusta a todos cultivar. Los rayos de aquella Luna esperanzadora disminuían con nuestra esperanza de encontrar algun rastro, alguna pieza digna de elogio para nuestros adversarios. El tiempo de la cacería llegaba a su fin como el nuestro.

-"Llegar sin ninguna pieza no era muy alentador pero .... llegar tarde también.." murmuré en mi interior.

El cansancio era evidente en nosotros, así como el hambre empezaba a hacerse un hueco entre nuestros estómagos.

-"Tal vez nuestra cacería era diferente a la de los demás. Tal vez las Fortunas nos han bendecido con una pieza que ningún otro grupo podría haber conseguido." sonreía a mis agotados y algo frustados compañeros.

-"Sí. Es tiempo de volver." dije con seguridad.

Cuando todos decidís que es hora de volver la oscuridad os engulle como si de las fauces de un lobo se tratara. Sin luz el bosque resultaba sombrío, siniestro y mucho más difícil de recorrer. Las copas de los árboles impedían que pudieseis ver las estrellas para orientaros y algunos árboles reconocibles de día, eran completos extraños en la noche.

Tras agotadoras horas de marcha, el vaho que genera vuestra respiración es el indicativo de que la temperatura ha excedido el umbral de congelación. Solo vuestra voluntad y seguir en marcha os mantiene con vida....de momento.

Un ruido, esta vez de un animal más grande surge enfrente vuestro. Oís como hay más. Desplazándose a vuestros costados, rodeándoos, aunque todavía están lejos...de momento.  

La situación no pintaba nada bien y la sensación de estar siendo rodeados por alguna manada no ayudaba a mantener la calma, lo que sumado a la amenaza inminente, me hizo desenfundar mi wakizashi y prepararme para el inminente combate. No iba a permitir que el honor de mi familia quedara nuevamente en entredicho.

- Pueden ser los caballos.

Señalo mientras avanzo hacia el animal, aunque permanezco preparada para pelear contra alguna manada salvaje.

-U otro grupo de caza...- dije sin mucha confianza. Estaba claro que nos enfrentábamos a alguien que prefería no ser visto y las posibilidades de que fuera amigo eran muy pequeñas.

Cogí mi arco, puse la flecha en su cuerda, tensé el arco. Sentí como crujía la madera del arco, como se tensaba la cuerda, escuché mi respiración y los latidos de mi corazón. Tenía plena consciencia de mi cuerpo y estaba listo.

— ¿Nadie tiene yesca y pedernal?. Si lo que nos está rodeando son okamis, vamos a tener verdaderos problemas. — Dijo mientras enfundaba su ono y subía a su caballo.

— ¿Nadie sabe orientarse por las estrellas, verdad?. — Preguntó ya que la tercera pregunta ya sabía la respuesta y ni ella ni el otro unicornio conocían la zona con suficiente familiaridad como para adelantarse.

Los sonidos nada amigables a nuestro alrededor, el frío del invierno y la oscuridad de la noche hacían que pensara:

-"Los cazadores podríamos ser cazados. Buscábamos una presa y si no hacemos algo puede que seamos nosotros la tan deseada presa de esta cacería."

Necesitábamos luz. Necesitábamos recuperar nuestra ventaja si es que alguna vez la tuvimos.

-"Formemos un círculo. Shugenjas preparad vuestros hechizos y ocupad el centro.Luz....Fuego."

Desenfundé mi katana manteniéndome en posición centrada.

Yûki, no había probado bocado desde que partieron de los amplios salones de Shiro Shinjo, así que al ver que algunos de sus compañeros empezaban a pasar frío y algo de sed, no dudó en ofrecerles los víveres que le había proporcionado el Daimio junto con los enseres de caza.

-"Si alguien quiere tomar las raciones que me fueron concedidas, no tengo inconveniente en ofrecérselas, como monje es un entrenamiento habitual el ayunar, así que sería preferible darle un buen uso a estos alimentos y saciar el hambre o la sed de cuantos somos en el grupo". Comentó con una amplia sonrisa cálida y cercana.

Tras ves cómo la luz del día se escapaba de nuestro alcance, pudieron constatar que la cacería se tornaba a cada momento más impredecible e inalcanzable para sus capacidades. Siguieron los rastros que Ide Zhou consiguió encontrar, aunque sin premio al final del trayecto.

Con la llegada de la noche unos extraños sonidos aparecieron a los alrededores de los samuráis. Ide Shido Miko, aconsejó colocarse en círculo, ofreciendo protección a Hiruma Mausuko y dándole tiempo para invocar la ayuda de los Kamis de Fuego, para ofrecerles la ventaja de la luz y poder defenderse plenamente.

Yûki se colocó en una postura centrada mientras abría con su mano libre la parte superior de su kimono dejando a la vista su torso y sus brazos totalmente tatuados. Entonces de una bocanada de aliento, sus ojos se tornaron de un color jade y se iluminaron levemente mientras por su piel se propagaba una nueva figura que parecía palpitar con vida propia, formando una especie de armadura a través de toda su piel.

Después colocó sus manos en una posición de concentación preparado para utilizar el jiujutsu contra sus atacantes.

Extraños ruidos empezaron a flanquearles primero por un sitio, luego por el otro hasta que aparentemente les estaban rodeando. El origen del mismo era incierto, aunque se antojaba animal, puede que incluso bestial. Doji sabía de intrigas palaciegas, de cómo flanquear a un adversario haciendo uso de la elegancia y la sofisticación... Aquello no tenía nada que ver con lo que estaba viviendo, una situación casi animal. Fue entonces cuando advirtió que su cuerpo había dejado de temblar, tal vez por la adrenalina que había provocado que el corazón bombease sangre con más intensidad calentando su cuerpo. Aún así sus dedos estaban entumecidos.

Tras desechar el arco por la escasa visibilidad, tomó la Wakizashi no sin antes abrir y cerrar el puño varias veces.

El ruido se intensificaba cada vez más. Más ruido a la derecha, a la izquierda...unos se alejan otros se acercan...la sensación de acorralamiento es intensa y sofocante. Sea lo que sea o quienes sean no tenéis salida, no hay escapatoria. Solo la muerte honorable os librará ante vuestros ancestros de morir en un sitio tan desagradable.

De repente una voz de mando grita, se acerca mucho y muy deprisa. Oís un relincho...unos arbustos se apartan de repente dejando ver la armadura morada y escarlata, las crines blancas luciendo en el yelmo de Shinjo Rokuro. Su caballo sudado por el esfuerzo.

-Temíamos que os hubieran capturado. Los exploradores han avistado un grupo grande de Trasgos a cinco leguas hacia el sur.- Dice con voz grave. -Estáis horribles.- Agrega mientras da la vuelta al caballo anunciando a gritos que os ha encontrado. Pronto una guarnición os rodea. 

Unicornios... si no fuera porque dudaba de que pudiéramos sobrevivir solos a la intemperie, habría sido los últimos a los que hubiera querido ver, especialmente tras recordar las mofas de la mañana, pero debíamos reconocer la verdad y ya tocaría lidiar con la corte llegado el momento.

- Bien podría haber ocurrido. Estábamos demasiado ofuscados con un rastro, pero al final no fue lo único que perdimos y la noche se nos echó encima - reconozco volviendo la wakizashi a su vaina - Aunque hay veces que es necesario perderse para encontrar lo extraviado... - reflexiono en voz alta - Por ahora nos gustaría regresar. No estamos preparados para este frío.

Señalo esperando que Rokuro entendiera que necesitaríamos como poco algún guía.

Respiré aliviado al ver que no era un enemigo quien se acercaba, pero su comentario (ignoré el comentario sobre nuestro aspecto, ya que la elegancia es una cuestión de carácter más que de ropajes) me llamó la atención. -¿Un grupo grande de Trasgos?- repetí las palabras del Shinjo con algo de preocupación. No tenía muy claro si eran comunes por estas zonas en invierno y debía de ser grande para que cancelaran la cacería y nos recogieran para ir al castillo. -Perdonad Shinjo-sama, ¿están bien el resto de los grupos de caza?- tenía compañeros grulla en ellos... aunque se les daba mejor la caza que a nosotros.

Me dispongo a partir bien escoltado al castillo (o a donde consideren que debemos ir) pero también le pregunto -¿Cómo de cerca están los Trasgos? Lo digo porque nuestras monturas no están muy lejos de aquí y si las encuentran seguro que les darán muerte.-

— Ese es, sin duda Kakita-sama, un pensamiento que os ennoblece. Si no es molestia Shinjo-uesama, me gustaría obtener su permiso para, con linternas y si fuera posible algún perro, ir en su rescate. Esos inofensivos koumas estarán aterrorizados ante el olor de semejantes bestias. — El pensamiento de las muertes inútiles de los ponis la enfurecía y entristecía a partes iguales.

Rokuro volvió el rostro ante las preguntas. Su rostro detrás del casco permanecía sereno.

-Cierto.- Coincidió con el comentario de Ide Zhuo acerca del grulla. -Pero no os preocupéis por vuestras monturas, están bien. De hecho, cuando llegaron sin vosotros a la corte es cuando el Daimio temió lo peor y decidimos partir en vuestra busca. Los Bakemonos están vigilados, pero era posible que un grupo se hubiera disgregado y os hubiera atacado.-

Rokuro se apartó cuando unos cuantos sirvientes aparecieron con las monturas. -Gracias al trono estáis bien y este incidente será solo un recuerdo en las mentes de algunos.-

— Shinjo-uesama. — Hizo una reverencia sobre su montura a modo de disculpa por no desmontar mientras hablaba — La razón por la que nos hemos retrasado tanto ha sido porque... encontramos un templo a Jizo-kamisama. Al irrumpir en las cercanías un Shisa nos atacó, y aunque lo derrotamos poco después nos encontramos con un yorei. Nos contó de su deshonorable falta de misericordía para con un hinin que solicitaba comida y cobijo y al negársela descubrió que se trataba del espíritu del mismísimo Jizo-kamisama que lo maldijo. Nosotros rompimos la maldición, pero antes de seguir su viaje a los Reinos de Emma-O nos pidió que hiciéramos el presente a nuestro daimyo que él y su imotou no pudieron hacer. — Terminó diciendo señalando con la mano la katana de la cortesana Ashikako.

¿Acaso no sabía estarse callada? Hubiera sido tan simple como no decir nada, dado que el Shinjo en ningún momento había pedido explicaciones sobre que habíamos estado haciendo, aparte era obvio que se le escapaba la simbología de regalar una katana y las condiciones bajo las que se habían decidido por dicho regalo.

- Está claro que ese jamás será su problema Shinjo-san.

Comento intentando mostrar una agradable sonrisa, aunque el frío que sentía ya era demasiado como para conseguirlo y el que acabara apartando la espada de él como intentando protegerla no ayudaba a que resultara demasiado sincera, sin embargo, no podía permitir que nadie más llevara aquel regalo perdido.

En cuanto advirtió que los recién llegados eran rostros amigos envainó la espada. Su mano izquierda siguió sujetando la vaina mientras escuchó la conversación entre unicornios en silencio.

Esto último resultó ser un error. Doji habría retrasado la historia, prefería quedar como un necio para en la corte desvelar la verdad con un golpe de efecto, ¡como una buena historia! Ahora la trama quedaba desvelada, y sería el menor de sus problemas si intentaban robarles la espada o ursuparles su historia...

Hiruma Mausuko se puso en el centro del circulo cómo había indicado Ide Zhuo, estaba dispuesta a comenzar a invocar a los kamis cuando apareció de la espesura el caballo de Shinjo Rokuro. Las palabras de Rokuro le preocuparon. Si hay movimiento de trasgos a esta distancia seguro que también se mueven en la muralla. Las palabras de Ide Zhuo le parecieron acertadas, mientras que las de su compañera Yasuki no tanto. - No se, siendo el segundo al mando del destinatario de la espada creo que si es de su incumbencia. - Pensó Mausuko.

Intentando suavizar la situación comento: - Es necesario que llevemos este presente a su daimyo, para romper el agravio. Pero mi educación me impide dejar pasar el hecho de que criaturas manchadas estén andando libremente en tierras del imperio, más allá de la muralla que mi familia y mi clan juraron proteger. Por ello estoy en la obligación de ofrecer mis servicios para ayudar al rastreo y supresión de los trasgos, Shinjo-sama. - Acompaño mi frase con una reverencia sincera.

Shinjo Rokuro escuchó la breve historia de Ide, vio la intención de Yasuki y expresó a la Hiruma, con un asentimiento de cabeza, que aunque agradecía su ofrecimiento no era el momento de aprovecharlo.

-Vayamos al castillo. Allí podréis contar vuestra historia al Daimio y la corte.- Dijo sin mucha emoción. -Después del baño.-

Los soldados unicornio mantenían una atenta vigilancia alrededor vuestra mientras poco a poco los árboles eran menos frondosos, las hierbas cada vez más altas y la nieve cubría más trozos de suelo, hasta que llegásteis a la linde del bosque.

Desde allí, en la distancia se recortaba la silueta de Shiro Shinjo. Sus luces se reflejaban en el lago del dragón y pequeñas columnas de humo ascendían en varios lugares.
Nunca pensasteis que el castillo Shinjo fuera tan bello a su manera. No era la belleza arquitectónica de la grulla o el escorpión, ni la simpleza y paz del dragón o el fénix, sino belleza de carácter, de personalidad. Haber estado conviviendo con otras culturas y seguir manteniendo la esencia del imperio.

Al llegar al castillo fuisteis recibidos por una horda de sirvientes que os condujeron hacia vuestros aposentos donde un baño caliente os esperaba junto a ropa limpia y perfumada. Una vez vestidos, vuestras ropas fueron recogidas para ser cosidas y lavadas de inmediato. 

Inmediatamente se os llamó a presencia de la corte en el gran salón de Shiro Shinjo. 

La corte era espléndida y suntuosa, el ambiente festivo del día anterior había sido reemplazado por un estilo mucho más recatado sin renunciar a las excentricidades propias de una cultura tan acostumbrada a mezclar costumbres propias de las influencias exteriores.

Eran numerosos los asistentes y todos miraban en una dirección. El anfitrión permanecía mudo esperando algún tipo de señal.

Doji Ryojiro por su parte se sentía más relajado, hasta entonces se sentía como un animalillo indefenso en medio de aquella corte, ahora estaba limpio y presentable... Y sobre todo caliente. Suspiró al recordar todo lo vivido y sonrió al sentirse finalmente en su terreno tras aquella odisea. Entonces aguardó a que Shinjo hablase.

El viaje hasta el palacio del Unicornio se me hizo excesivamente corto, y eso el frío podía haberlo convertido en una travesía eterna, pero tenía la mente demasiado ocupada en cómo presentar una katana como regalo de boda. Tenía claro que por más exquisita e inusual que resultara, era un regalo terrible, o mejor dicho un insulto, pero tampoco podía dejar de completar la misión y no entregar el presente por más atrasado y problemático que fuera.

Así que continuaba dándole vueltas a la idea mientras entraba en calor, me aseaba, maquillaba e incluso mientras me ponía el furisode que me habían dejado, en el cual andaban representadas las ramas de un almendro floreciente sobre un fondo crepuscular, y que era toda una alegoría al final del invierno.

De todos modos, aún cuando ya estaba preparada para regresar a la corte, permanecía sin la inspiración necesaria para no ocasionar un grave incidente por hurgar innecesariamente en el pasado. Fue por ello que, mientras permanecía a solas en mi habitación, me atreví a desenfundar dos palmos de la katana y mirarme en su filo. Me encontraba bastante perdida y necesitaba una escapatoria, porque observando mi reflejo en su filo había llegado a una difícil conclusión. No podía entregarla.