Partida Rol por web

Cuando ví aquel número desconocido, varia alarmas se dispararon, pero bien podía ser alguien que se había equivocado, pero dada mi situación actual lo veía bastante improbable, así que me aparté del grupo hacia un rincón apartado y descolgué.

-¿Quién es?-fue lo único que pregunté, esperando respuesta de mi interlocutor.

Si subirse a un atobus sucio y lleno de gente que no conocía no era suficiente, ahora tocaba hacer un estudio antropológico sobre simios pseudo-evolucionados conocidos como Homo Turista. Él, por su parte, no solo odiaba a los simios. También a los antropólogos. Y por supuesto, otra cosa que estaba en su "Top Ten Cosas Odiadas" eran los turistas.

De haberlo sabido, se habría traido la identificación de la UNESCO para poder saltarse aquellos controles elegantemente. Sentía especial grima por los guardias de seguridad con esos guantes de látex con los que tocaban a todo el mundo. Eran como una plaga bacteriana a punto de suceder. Por ello, tuvo que negociar en varias ocasiones con varios guardias que no quería que le tocaran. Tampoco que le hablaran de cerca, por si tenían alguna enfermedad contagiosa. En un amplio resumen, fue el primero en llegar al control y el último en salir.

Pero de saber que estaba a punto de escuchar lo que escuchó, casi habría preferido una muerte horrible ante algún germen cuyo nombre es practicamente impronunciable. Parecía ser que el Homo Turista de reciente incorporación había sufrido cierta lesión cerebral que le impedía trasnformar la memoria de corto plazo en memoria a largo plazo. No comprendía como había gente que podía vivir así.

- Heinrich - lo amonestó por su comentario, con un largo resoplido mientras se cruzaba de brazos. Al menos alguien de todo aquel grupo, parecía llegar al nivel intelectual mínimo para una expedición. El tipo de la perilla y el teléfono móvil. Aquel sería un viaje muy largo y extraño, estaba seguro de ello.

- La última vez que estuve aquí no me permitieron la entrada al Palacio de la Longevidad Tranquila ¿Sería posible desviarnos hasta ese palacio? También me gustaría visitar el Salón de la Gloria Literaria. Me gustaría hacer unas comprobaciones. Allí. -

El Alemán se encogió de hombros ante la llamada de atención de la persona que le había invitado ir hasta allá; a fin de cuentas, Heinrich no era un hombre de bastos conocimientos históricos, lo más que abarcaba eran meros conocimientos técnicos de buceo, de aguante de estructuras y de trucos de magia usando cartas... Respecto los conocimientos históricos que sí poseía, estaban demasiado centrados en cierto tema y probablemente fueran demasiado parciales.

-¡¿Qué?! -Exclamó tras su indiferencia inicial- ¡Yo aquí vine a costearme una piscina climatizada interior; no a hacer turismo en una plaza de mercadillo vacía ni en edificios con cuernos!. ¿No habías dicho algo sobre nosequé de dinero?. ¡Yo quiero el dinero! ¡Podéis ir de la mano mirando vuestras piedras viejas si queréis!.

Cruzándose de brazos, el alemán demostraba estar lo suficientemente molesto por todo aquel Tour, que ni siquiera se molestó en sacar el palillo extra-grande que se había agenciado del restaurante para pinchar a Dagomaru por llamarle la atención en público, como si el fuera un niño pequeño o algo peor... ¡Dos niños pequeños a caballito en gabardina!.

- Wir werden darüber reden.¹ - Aquel alemán era su purgatorio encarnado particular. Estaba seguro que si conseguía aguantar lo suficiente, en algún momento indeterminado del futuro Dios bajaría de los mismos cielos y le recomepansaría por su infinita paciencia y aguante.

- Und es ist nur "ein Platz". Wenn es keinen "Flohmarkt" auf dem "Flohmarktplatz" gibt, handelt es sich nur um einen "Platz". Und es gibt auch keine Flöhe!² - En aquella ocasión cambió de idioma al alemán.

-Ya entiendo la expresión de "Es de los chinos"... -Dijo el alemán aún molesto ante la falta de Mercadillo en la aparente Plaza "a secas", aunque se alivió de la falta de pulgas de la misma- ¡Si todo lo que hacen es hacer copias baratas de peor calidad! ¡A quien se le ocurre tener una plaza de mercadillo sin mercadillo!. ¡Siempre dejando las cosas a medias para ahorrar costes!.

En esta ocasión el Alemán sí enseño el palillo gigante que había cogido sin querer -evitarlo- del restaurante, mostrándoselo a todos los presentes a modo de evidencia inculpatoria. Heinrich parecía realmente convencido de sus palabras, pese a ello, notaba que los demás no estaban tan dispuestos a creerle como deberían.

¡Mirad este palillo que he sacado del restaurante! -Tras enseñarlo, intentó pasarlo entre los dientes con nulo resultado- ¡Es demasiado grande para limpiar la comida entre los dientes!. ¡Una muestra más de la calidad inferior de los Chinos a la hora de copiar productos!. ¡Ni siquiera sirve para hacer el uso principal por el que lo han creado!.

Tras esta evidencia más que suficiente acerca de su punto, el Alemán guarda el palillo en su manga derecha; nunca se sabe dónde o cuándo hace falta sacar un palillo de los dientes desproporcionado para solventar cierta situación; a lo mejor más adelante de la aventura se encontraban con un gigante con un trozo de compañero atascado entre los dientes y podría ofrecer ese palillo a cambio de escapar del lugar... o para pinchar a Dagomaru por pasarse de listo, lo que ocurriera primero.

La guía mostró su desacuerdo en fotografiar, pues los habitantes de Pekín eran muy estrictos en cuanto al tema, ya que podían usarse con fines conspiratorios.

Gomen'nasai -se disculpó inclinando un poco la cabeza, tras ello, usó el inglés para poderse comunicar con aquel grupo de diversas procedencias-. No está permitido el uso de cámaras, ya sean con flashes o sin ellos, o teléfonos móviles. Así mismo, os ruego que respetéis las normas de las instalaciones. Y... ¡comportaos!  -exclamó con un leve rubor en sus mejillas a causa de la vergüenza que sentía por parte del alemán.-.

Cuando sintió que la situación estaba de nuevo recorriendo su caudal, la mujer respondió a Weir:

¿No le permitieron el paso, Weir- sama? Para su placer, lo iremos viendo paulatinamente. 

*

*

*

Mientras la guía daba sus pasos cortos con aquel calzado, de vez en cuando le echaba un vistazo a su mapa pequeñito que siempre usaba en todas las excursiones. Con gran ímpetu dio golpecitos en el papel reciclado hacia el pabellón que Weir había propuesto ver. Normalmente, no daba opciones a sus clientes, pero había optado por una excepción. 

Así pues, colocó el mapa en el aire (para ubicarse) y con un '' Let's go!'' prosiguió su marcha. Para ir a aquel pabellón, deberían ir a la parte central y frontal del complejo palaciego y pasar, en un primer momento, por las 'Puertas de la longevidad tranquila'.

Como podéis observar en estas puertas, nos encontramos con dragones dorados. Este pabellón sirve de entrada al Palacio de la Longevidad Tranquila, la puerta principal del complejo. Podéis comprobar que es bastante inmenso -decía abriendo sus brazos para que los turistas se girasen en un ángulo completo de 180º  para visualizar el espacio en el que se encontraban-. Podéis acercaros y tocarla, dicen que dan buena suerte...

En aquel momento, un grupo de jóvenes chinas se acercaron a los occidentales. Tras decir algunas palabras con unas sonrisas, se largaron felizmente. Estas jóvenes tenían mascarillas. Al verlas, Aratani se llevó la mano a la cabeza.

Debería haber comprado algunas... -Se inclinó repetidas veces  a modo de disculpas. Parecía ser que no era su mejor día-.

Tras la invitación de la guía, Marina aceptó gustosamente. Curiosa y decidida caminó hacia el primer dragón que vio; aquel que se hallaba a la izquierda de ella, justo al lado de las escaleras de acceso. Alargó su mano hacia la pata de las garras de la bestia. Al tocar, un extraño brillo pudo ver en los ojos de la inerte figura. Seguidamente, una energía le recorrió desde el brazo hasta sus pies. 

''No deberías haber tocado.''

Era la voz que resonaba en tu mente. Grabe y ronca. No podías moverte, te encontrabas anclada cual crucifijo en la pared en el suelo.

Ahora lo veías con más claridad. Escondida en el torso del animal, había una ''T'' recientemente pintada, minúscula. Para muchos debía de pasar de desapercibida, pero para ti, aquella 'T' extrañamente fresca, podía tener otro significado. O no, ¿quién sabía?

No toquéis.

Fue lo único que aquella voz femenina, al otro lado de la línea, pudo decir. Colgó. 

Había optado por centrarme más en guardar la imagen de aquel lugar tan espectacular que en prestar atención a las conversaciones que, a mi parecer, tampoco parecían demasiado interesantes. Había algo en aquella estatua que había llamado mi atención así que cuando nos dijeron que podíamos acercarnos a tocarla... simplemente lo hice, y tan pronto como lo hice mis piernas fallaron haciéndome caer. Y desde allí, desde el suelo, contemplaba fijamente el torso del animal "Triquel..."

Francamente, no sabía que contestar al tío de su mujer. Si era cierto que durante la década de los noventa el Made In China era sinonimo de mala calidad, el rey asiático había avanzado mucho en esos pequeños detalles. Sin ánimo de entrar en una discusión sobre la calidad macroeconómica de las exportaciones de china, optó por cerrar la boca. Con una gran frecuencia, una retirada a tiempo era una gran victoria.

Sobretodo si tu interlocutor te mostraba una peligrosa arma, como un palillo. ¡Parecía un palillo realmente enorme! No solo eso, temía tanto al arma como al brazo que la empuñaba. Por suerte, en el momento en el que se lo guardó, lanzó un suspiro aliviado. Aún le dolía el brazo de los pinchazos que le había propinado la noche anterior.

No quería repetir la experiencia.

Por suerte, su amable guía decidió proseguir el tour, preguntando por el camino algunos datos interesantes sobre su trabajo allí años atrás. Bueno, quizás no era una pregunta sobre el qué exactamente, pero a él le valía. - Segmentación del trabajo. - respondió cortesmente a la asiática. - Cada grupo de documentación tenía un apartado, no podiamos ni debiamos interrumpir en el trabajo que hacian los demás. Es común en los trabajos de catalogación para organismos oficiales. - explicó brevemente algunos protocolos de trabajo. Tampoco quería aburrir a nadie, y mucho menos malgastar saliva con gente que no pudiera comprenderlo.

Al llegar allí, se separó del grupo ligeramente para estudiar el lugar con sus propios ojos. a él, tocar cosas que otros habían tocado con sus sucias manos no le hacía ni la menor gracia. Mucho menos hacerlo sin unos reconfortantes guantes de latex como protección añadida. Solo un loco o u amante de las infecciones tocaría algo así de forma voluntaria.

En cuanto la joven había caído al suelo, un grupo de seguridad fue en su ayuda. Ordenaban que se alejasen de la joven. Tras comprobar que se encontraba bien y que, posiblemente, se tratase de una bajada de tensión, la ayudaron a colocarse. Sin embargo, el hecho de que la seguridad hubiera irrumpido en el monumento provocó que los visitantes se aglutinasen alrededor de la escena, provocando una sensación de ansiedad. 

-¡Alejaos, por favor! -exclamaban los dos hombres a la muchedumbre morbosa. 

Sin embargo, sus intentos sólo lograban que se preocupasen más y más por el saber de la situación. Todo esto provocó que los miembros de la excursión de la guía nipona, subieran las escaleras hacia la siguiente sala. Aratani suspiró incómoda y tensa ante el extraño suceso. 

Esto ha sido muy apabullante para mí... ¿Cómo estás, Marina?, ¿te encuentras bien?

Mientras se recomponía, un jaleo era latente desde afuera. Al girarse, los miembros observaron como los morbosos visitantes corrían hacia el interior, aplastando a los seguratas que habían ido a socorrer a Marina. Se atropellaban los unos a los otros, quedándose asfixiados entre sus pasos. Parecían una ola de personas cuyos rostros no presentaban expresividad alguna. Simplemente, estaban ansiosos por saber. 

Que mala cara tiene la chica esta, parece como si hubiera visto al diablo, ¿qué le abra dado?- le dije a Nina cuando una de nuestras compañera cayó al suelo al lado de la estatua, me hubiera acercado a ayudarla pero rápidamente unos miembros de seguridad la ayudaron y dispersaron a la multitud curiosa, así que en cuanto pudimos pasamos  la siguiente sala.
Nada más entrar de repente gritos en el exterior me hicieron mirar hacia atrás para encontrarme aquella muchedumbre corriendo hacia nosotros de manera bastante agresiva, por lo que agarre a Nina de la mano y grite- Correeeee!!!

-Co...to...kurwa...?

No tengo tiempo de acabar la frase. Comienzo a correr y me aparto de la riada de gente

Estoy todavía intentando hacerme una idea del ancho del pabellón de entrada al Palacio de la Longevidad cuando al girarme veo a Marina desplomada y auxiliada por unos guardias que juraría que no estaban hacía un instante. Es evidente la extrema seguridad en este lugar.

Al parecer no ha sido nada grave y acercarme a ella cuando su pareja no lo hace podría causarle algún problema a ella. Ya le preguntaré después por lo que le ha sucedido.

Sigo a nuestra guía permaneciendo atento a Marina por si la viera tambalearse intentar que no acabara en el suelo.

Estamos subiendo las escaleras cuando un estruendo me hace girarme justo a tiempo de evitar una avalancha humana que esta subiendo las escaleras y que por muy poco se me lleva por delante.

– Collons!

Algunos logramos eludirlos, pero el que siempre va con el hombre mayor no lo consigue.

La vida de Heinrich se podría destacar por ser tranquila y apacible; su trabajo principal consistía en bucear en los fríos lagos de Alemania y Polonia en busca de ciertos cargamentos de oro hundidos durante la guerra; pese a lo que podía parecer en principio, este no era un trabajo excesivamente peligroso, mucho menos ajetreado... lo más complicado que había que lidiar, era meramente el clima eslavo, pues en sus viajes por carretera tenía que lidiar con alguna que otra avalancha repentina, quizás por su mala suerte o quizás porque le gustara cazar en zonas de peligro de avalancha... ¿Pero quién le puede criticar querer comer algo fresco?. Probablemente muchas personas, pero ese no es el caso.

-Lawine! -Gritó el alemán mientras corría en busca de refugio.

Me sentía algo mareada pero los sentidos iban volviendo a mí poco a poco mientras unos gritos trataban de mantener alejada a la muchedumbre que se había formado a mi alrededor.

-Más o menos- respondí esbozando una sonrisa cansada cuando me preguntaron si estaba bien, sentía que algo malo estaba apunto de pasar así que cuando vi a todas aquellas personas idas y corriendo hacia nosotros solo pude reaccionar de una forma, salir corriendo tratando de buscar un sitio seguro, estaba segura, me perseguían a mí.