Partida Rol por web

Pedro se dirigió por última vez a Carmona antes de dejar el interrogatorio. - Ese bolso no está por aquí. ¿Puedes describirlo? No se lo habrá dejado en el coche, ¿no? - preguntó con un tono tranquilo, como el que habla del tiempo. Tomó nota de las respuestas del ayudante y dio por finalizada la visita al lugar del cadáver (no tenía muy claro que aquel fuera el lugar de los hechos).

Conforme volvían a la central empezó a pensar en los siguientes pasos a hacer. No era un archivista y a la que llevaba más de cinco minutos delante de un ordenador le empezaba a picar todo, así que pasaría la lista de cosas a investigar en archivos y similares a gente de oficina e iría a informar al jefe de lo poco ¿nada? que sabían. Conociendo cómo iban estas cosas seguramente tendría una rueda de prensa en ciernes.

- No, les puedo asegurar que en mi coche no quedó^[1].

Julibert seguía garabateando cosas en su cuaderno tamaño a4. Pocas cosas más podian hacer allí. Se encaminó hacia la calle, esperando y al mismo tiempo evitando encontrarse con algún vecino curioso. Esos vecinos solian dar mucha información que, una vez filtrada, podía ser útil a veces. Sin emabrgo, el vecino curioso ya habia hablado antes, y poco más podia aportar.

De camino a la central iba pensando qué haría primero.

- Si no os importa. Me interesa la parte comunista de la mujer. Investigaré los otros pasaportes. Y qué cuentas bancarias, telefonos y propiedades tiene a esos nombres. Recordad que si queremos permiso para ver las cuentas bancarias y demás, tendremos que pedirlo cuanto antes.

El viejo sabueso esperaba delante del portal a que el resto de los inspectores abandonasen el edificio. Le sorprendió que hubiesen tardado tanto en bajar y se interesó por lo que les entretuvo. Un gesto de mofa e incredulidad fue su única respuesta ante la historia del ataque de nervios del ayudante. interesándose inmediatamente por si su actuación fue creible o demasiado teatral. había algo en la relación de Carmona y su antigua jefa que no le terminaba de cuadrar. Pero sus compañeros restaron importancia al asunto.

Anotó diligentemente el aporte del disco externo, aunque pensó para si mismos que encontrarlo a estas alturas sería mucho mas que un golpe de suerte.

—Yo no he tenido muchas mas suerte con vecinos y el bar. El café estaba fuerte y quemado como me gustan. Aunque el licor seguro que se lo compra al chino de la esquina. De la mujer como podéis suponer nadie sabe nada. Es una de esas vecinas fantasmas. Nisuiqera un "con lo buena persona que parecía, si hasta saludaba y todo".—

De vuelta en comisaría Montalbano repasa sus notas con sus compañeros mientras se dividen las tareas.

—Intentaré tirar de amigos para ver si podemos encontrar a alguién con ganas de hacer de informante en el mundillo. Quizá podamos tener una primera lista de clientes sin la necesidad de pasar el filtro de "los abogados y Carmona". Cosa que auguro será un trabajo cansado. Bueno... en el peor de los casos siempre puedo llamar a Aramis Fuster a su 902 supongo— intentaba quitarle mella al asunto aunque el mismo se sentía bastante descolocado con la imagen de adela aún grabada en la retina. Masticó u pipa invisible mientras empezaba a mascullar su siguiente petición —mmmien kemmmro investigar al jovencito aquél. No quiero que nos andemos por las ramas cuando el mas cercano a ella en los últimos años fué Carmona.—

Julibert se encargaría de recopilar información sobre los otros Alias de la pitonisa...

El mejor trabajo para Aldara es precisar con los datos de la pitonisa, cualquier movimiento sospechoso nos otorga un hilo de donde tirar, ayudaría a Julibert especificando en las revisiones de:

- Propiedades (inmobiliarias, incluído el chalet en Francia, automóviles, inversiones, derechos)
- Declaración de la renta
- Cuentas bancarias, nóminas, ingresos e impuestos
- Contratos

En las películas norteamericanas los detectives se sentaban en salas con paredes de cristal y dándole a un par de botones averiguaban todo lo necesario para cazar a los asesinos. Cualquier detective nacional se reía cuando alguien preguntaba en el bar '¿es así en realidad?'. No, claro que no era así.

El trabajo de investigación era rutinario, cansino y repetitivo. Llamadas, consultas, paseos, preguntas a gente. Un puzzle enorme del que normalmente faltaban casi todas las piezas. Sobre todo al principio ¡que agotadores son siempre los comienzos!

Pero quejarse no arreglaba nada, así que como buenos profesionales se pusieron a tirar de todos los hilos posibles.

Aldara y Julibert se enzarzaron con los datos de la pitonisa. Lo que encontraron en el registro civil, que esperaban fuera rutinario, se convirtió en una sorpresa.

El acta de nacimiento de Adelaida Menéndez Garrido la databa como nacida en septiembre de 1967 en Galicia, concretamente en un pueblo llamado Boiro ubicado en las Rías Baixas. Aparentemente todo coincidía con el historiar de la víctima y los demás papeles identificativos así lo consignaban.

Tenían allí también el libro de familia con los datos de los dos ex-maridos: Miguel Martínez Castro, nacido en 1966. Casado con Adelaida en 1990 y divorciado en 1998. Gerardo Abelleira Sánchez, nacido en 1974, casado con Adelaida en 2004 y divorciado en 2006. El primero tenía residencia a las afueras, en una zona de chalets para gente con dinero. El segundo tenía un piso a su nombre en el centro.

Pero lo que les llamó a los investigadores fue algo que encontraron casi por casualidad. Buscando la corroboración de que el nombre era el original se encontró con un acta de fallecimiento de una Adelaida Menéndez Garrido con fecha de octubre de 1967. La defunción se firmó en Santiago de Compostela pero aquello situaba a dos bebés con mismo nombre y apellidos - nada comunes en la zona - en un área inferior a 40 kilómetros de distancia. ¿Qué significaba eso? Buscando en la documentación los padres de la nacida en Boiro figuraban como 'fallecidos en accidente'. No había ninguna pista en la documentación del fallecimiento en Santiago. No podía ser una casualidad. Había algo realmente raro con los orígenes de la víctima.

Las propiedades de Adela incluían el apartamento donde fue encontrada muerta, así como una casa en Malpica, provincia de A Coruña y otra en Granada. Todo estaba al día de pagos y era la única titular. Las cuentas corrientes eran sustanciosas, con ahorros considerables, pero nada especiales para alguien que trabaja con famosos y en programas televisivos. La pitonisa era ahorradora y tenía todas las cuentas al día con Hacienda. Ni una sola queja, ni una sola inspección que reportase ingresos fraudulentos. Pocas veces se encontraba una contabilidad tan pulcra para un autónomo, como era Adela.

En los contratos había una pequeña barrera: se necesitaba una orden judicial para saltarse la LOPD. Al parecer los contratos de 'adivinación privada' de Adela eran muy privados. Lo mismo pasaba para las facturas. Una gestoría/consultoría de abogados le llevaba todo ese papeleo y la respuesta inicial a los detectives fue 'datos confidenciales'. Habría que conseguir una orden judicial y Aldara la pidió de inmediato. Con suerte al día siguiente la tendrían y accederían a los nombres oficiales de los clientes.

Aunque quizás no hiciera falta esperar al día siguiente. Pedro estaba repasando los informes de seguimiento y no daba crédito a lo que iba encontrando. Los seguimientos de los clientes de Adela incluían ministros, directores de cine, actores, futbolistas de los primeros equipos... Allí no había nadie desconocido y la lista parecía interminable. Los seguimientos incluían cosas cotidianas del día al día, pero en muchos casos también había infidelidades y temas más escabrosos como prostitución y drogas. Había fotos de un ministro metiéndose cocaína en un barco en alta mar acompañado de un narcotraficante de renombre. ¿Eso lo usaba para hacer las cartas astrales? ¿Para chantajes? Pedro empezaba a pensar que aquel caso les iba a estallar en la cara por donde menos se lo esperasen. Y después de todo ¿quién había realizado aquel excelente trabajo de documentación? Tenía que ser un profesional de los mejores. O varios, porque había informes de tiempo cruzados y comparados. Una agencia que se hubiera encargado de semejante seguimiento competiría casi con el CNI. Y de pronto Pedro no vio tan descabellado que fuera el propio CNI el que hubiera generado esos informes. Rebuscó una y otra vez una referencia que mostrara la autoría, pero sin suerte. Sólo encontró un número de móvil escrito a lápiz en la esquina de un informe sobre un futbolista internacional, junto a una interrogación. Pero ¿qué era? Los datos de contacto de cada 'víctima' y de sus contactos figuraban pulcramente en cada informe. Pero aquel teléfono suelto ¿qué significaba? ¿Algo para comprobar? ¿Un número de contacto con el informante?

Montalbano por su parte había realizado su encargo sobre Carmona a uno de los detectives recién ascendidos y ocupado toda su tarde en hacer preguntas sobre quienes se relacionaban con Adela. Fue hasta la cadena de televisión y habló con todo el que pudo hablar. El director del programa donde trabajaba la pitonisa lo recibió bastante consternado. Era un hombre afable y parecía colaborador. Le confirmó lo que ya les había dicho el asistente: Adela no tenía amigos. En realidad, tras preguntar a bastante gente, Montalbano empezó a hacerse una extraña imagen de la pitonisa en el mundo de la farándula. Le temían porque parecía adivinar los secretos más íntimos de todos ellos. Alguien dejó caer que Emilio Rubio, el famoso presentador del programa de tertulia política de las noches de los viernes, era el único que parecía congeniar con ella. Quizás debieran arreglar una entrevista con ese paisano.

A las 21:00, antes de irse para casa, se reunieron todos en la comisaría. Alguien les había dejado la notificación de que a primera hora los esperaban en la sala de autopsias para informarles en detalle de la muerte de la mujer.

Si por la mañana no tenían nada por donde empezar ahora los hilos de los que tirar se estaban multiplicando como las cabezas de una hidra.

- No sé lo que os parecerá a vosotros, pero a mi me da la impresión de que Adelaida murió y han aprovechado algún resquicio para hacerse pasar por ella. Quizás la persona que estamos buscando es la mujer rusa huida o brasileña -, que suplantó una identidad aqui para no levantar sospechas y perder el rastro. No se. Pero dudo mucho que realmente haya dos personas con mismo nombre y apellidos en el mismo sitio.* Quizás pase algo similar si pedimos los datos de Valeria Iztigova o de Victoria Abrente. Aun así, no me parece un hilo del que debamos tirar aun. Creo que sería una pérdida de tiempo.

Resulta sorprendente una mujer con una vida tan ordenada. Sus cuentas perfectamente ordenadas, su casa impoluta. Su vida impoluta. Huele a mierda que tira para atrás. ¿Por qué queria evitar a toda costa levantar sospechas sobre su persona?

Espero que los demás hayais conseguido más.

- Pues no se si habrá suplantado a la Adelaida muerta hace tiempo, pero lo que es seguro es que mucha gente podía querer muerta a esta señora. Podía tener chantajeada a mucha gente, vete a saber si uno decidió que ya estaba bien. Aunque claro, nadie asesina a su chantajista con tanto cuidado y luego se deja las pruebas con las que le chantajeaba para que las encuentre la policía... ¿Tal vez alguien se llevó lo que le incriminaba y dejó lo que no? Vete a saber...

Pedro le daba vueltas al asunto de los informes, eran demasiado buenos, demasiado profesionales como para malgastarlos con supuesta adivinación. ¿Y si era una tapadera para algo más grande? El número escrito a lápiz le intrigaba, así que decidió pedir averiguar quién era el titular de la línea... pero pensó que antes llamaría desde un teléfono más o menos público. Siempre podía estar de suerte.

Guillermo tronaba su nariz contra un pañuelo mientras le daba vueltas a los que sus compañeros habían encontrado. Parecía que ninguno quería señalar el traje nuevo del emperador que descanasaba en la sala[1].

—Voy a tener que jugar la carta de espionaje, me parece. Supongo que mi situación me permite tocar estos temas y dejar que se achaquen a la figura de un viejo excentrico que ya está un poco tocado— comentó en tono de burla e intentando relajar el ambiente.

—Por supuesto tamaña afirmación es cuan menos audaz. Con las pruebas que tenemos cualquiera se reíria de quién afirme tal cosa. Pero aún así os advierto que vayáis con pies de plomo. Si es en verdad un rollo de espionaje nuestras pesquizas no pasarán desapercibidas—

Dejo afianzar sus palabras en los demás y finalmente continuo —Volviendo de la novela a la realidad. Yo seguiré mañana con lo de Carmona. Y ya que estámos me dejaré caer sobre ese tal Emilio Rubio, para sopesar al paisano—