Partida Rol por web

Guillermo se revolvió en el asiento y echo mano de su chaqueta buscando la libreta de notas que siempre llevaba consigo. Pasó unas cuantas páginas de forma precipitada hasta que llegó a las notas de los vídeos. 

—El cabrón que aparece en el video de Marina Bragante cojeaba. Si, pero no recuerdo que llevase un bastón. ¿Lo recuerdas Aldara? ¿Te encaja con la constitución de este?

En ese momento Montalbano no recordaba si Aldara había visto los vídeos a los que se refería, pero necesitaba expresar estas cosas en alto para poner su mente a trabajar. 

Trataba de hacer memoria pero la intensidad de estos días me tenía un poco confundida...- No diré que esté segura de que no lo sea, la verdad es que tengo la mente un tanto turbada, podría comprobarse rapidamente con la tableta digital... comienzo a echar mano del bolso con la susodicha.

Montalbano lo recordaba perfectamente: el tipo cojeaba y éste también. Y por la altura, complexión... podría fácilmente ser el mismo individuo. Por supuesto eso no convencería a ningún juez como prueba indiscutible —el tipo en la grabación iba casi embozado— pero para el detective eran demasiadas coincidencias¹.
 

Gutierrez sacó el teléfono y marcó el número de Montalbano sin apartar los ojos de su zona de vigilancia.

- ¿Habéis podido echar un ojo al tipo ese? - preguntó tan pronto contestaron. - No quedaba claro si el cabrón que pillamos en la grabación era hombre o mujer pero no nos paramos a pensar que pudiera ser un viejo...

Dejó la insinuación en el aire, esperando escuchar si sus compañeros querían entrar o esperar.

—Eso mismo le estaba comentando a Seoane— dijo poniendo el altavoz para que su compañera pudiese participar de la conversación —Me recordó al cabrón que se quedó mirando la cámara. Yo diría que por su tamaño y complexión encaja. Claro que eso no es más que otra prueba circunstancial que no nos lleva a ningún sitio— carraspeó fuertemente.

Por un momento jugó con el pensamiento de encenderse un cigarrillo. Recordaba cuando esas largas esperas se hacían con un termo lleno de café y orujo y cuatro cajetas de cigarrillos.

—¿Cuanto más puede tardar esa puñetera orden...—

Riiing.

Era el teléfono de Montalbano. Cogió el móvil y vio el número de Gustavo que le estaba llamando...

—Gutiérrez me llama Cortés. A ver que noticias nos tiene. Te cuelgo... — Movió algo en la pantalla del móvil con dificultad intentando aclararse como colgar y responder de nuevo.

—¿Hola? ¿Cortés?*

- Hola Montalbano... vamos de camino. Hay noticias interesantes. Los documentos de Ablaneda describen con exactitud el ritual que se llevó a cabo en los tres crímenes. La cosa se pone interesante cuando se habla de que, de hecho, han de ser cuatro los "Carceleros" que deben morir. Nos falta un crimen más. Ah... y por si fuera poco todo esto debe eclosionar en un quinto asesinato ritual: la muerte de un recién nacido. Quien quiera que está detrás de todo esto se ha creído las palabras de este códice al pie de la letra. Lo que implica que conoce de su existencia y, con un alto grado de detalle, también de su contenido concreto.

Cortés respiró hondo. Había soltado toda aquella perorata casi sin respirar.

- Y vosotros... ¿tenéis novedades? ¿Ha llegado ya el anticuario...? Si aún no nos necesitáis iremos a ver si ha llegado Isolino desde Galicia. 

- ¡Suputamadre! - el exabrupto de Gutierrez resonó con fuerza cuando escuchó la frase "la muerte de un recién nacido" mientras daba vueltas a su viejo teléfono para tratar de averiguar por qué estaba escuchando la conversación de Cortés y Montalbano si éste se suponía que había colgado.

- Perdón. - se excusó cuando su compañero terminó de hablar y por fin entendió que debían estar todo en una especia de llamada grupal. - Ha llegado un viejo con bastón que encajaría con el de la grabación de Marina Bragante, solo que en las imagenes cojeaba; tenía llaves, así que tiene que ser Durás.

Tamborileó los dedos contra la mesa de la cafetería mientras daba vueltas a las palabras de su compañero.

- Falta un carcelero entonces, ¿no? ¿Sabemos por qué los eligen, qué tienen en común los otros tres?

- Pues esa es la cuestión, Gutierrez. - un suspiro sonoro brotó de los labios de Gustavo. - Al menos eso es lo que me está volviendo loco desde que vi a Robledo tendido en el suelo. La cosa no es que alguien esté matando a personas pensando que sigue un ritual... la cosa es que alguien está matando a según qué personas para seguir ese ritual. No es que el asesino esté loco y mate arbitrariamente siguiendo un patrón que sólo tiene sentido para él. Tanto l libro de Ablaneda como el propio Isolino... varias veces se ha llamado a las víctimas con el nombre de Carceleros... vainas, cascarones. Y luego el asunto de que en los tres casos son personas "sin vida" nos estalla en la cara. Gente que vive en casas en las que nadie vive... que no come... que no caga... que no son normales. No sé si me seguís.

Gustavo sacudió la cabeza... se estaba liando y ya no sabía si estaba divagando.

- Vamos para allá. A ver si hay suerte y llegamos a la par que la orden judicial.

- La casa de Durás también es así... - murmuró Gutierrez, rumiando una idea que estaba tomando forma en su cabeza.

Sacó la libreta y comenzó a pasar páginas a toda velocidad hasta que encontró lo que buscaba.

- Los yonkis hablaron que iban dos, uno con la nariz partida como el de la grabación de Spinola, pero del otro solo supieron decir que era alto y de mirada chunga...

Miró al callejón y su cuerpo se tensó ligeramente cuando algo hizo click en su cabeza.

- ¿Y si Durá es el cuarto carcelero y no el hijo puta que buscamos?

El coche de Patricia aparcó a una distancia prudencial del de los otros detectives¹. La orden judicial todavía tardaría una hora como mínimo. ¿Esperarían por ella?

—Eh... ahm... eh... — El viejo miraba a Aldara tratando de entender como había hecho aquello. Y con miedo de tocar cualquier cosa que fuera a fastidiarla se quedó escuchando un rato atolondrado. Pero las noticias eran mas impactantes que la llamada y no pudo evitar clavar la mirada en la puerta del anticuario.

—Podría ser la cuarta víctima. Lo cierto es que cuando estuvimos ahí arriba algo me hizo pensar que nos estaban dando las cosas demasiado fáciles. No sé, como si todas estas pruebas circunstanciales fueran un cebo para pillar a Duras. Hasta que le he visto cojear... eso para mi es determinante.

—En todo caso. Víctima o verdugo aquí estamos delante de la puerta. Al menos en los otros crímenes el asesino no ha aparecido por obra y gracia del espíritu santo, sino que ha usado la puerta. Habrá que esperar la orden.

- Salvo que haya una entrada por el sótano, tenemos las entradas controladas. - acordó Gutierrez - Salvo que el alto chungo estuviera escondido ya en el sótano...

Gutierrez era de la escuela Corcuera* y si por él fuera habría calentado al dependiente hasta que les dijera lo que querían y pudieran registrar todo pero habían tocado a Robledo y quería asegurarse que hacían todo bien.

- Esperemos no tarde la puta orden... - masculló mientras colgaba el teléfono y volvía a dirigir su atención al callejón.

Esperaron. Había un miedo palpable a que por un error de procedimiento todo se fuera al traste.

Pasó el media hora y el muchacho que los había atendido antes regresó para abrir la puerta al público. La reja ya había quedado abierta cuando el otro individuo, sin duda el tal Durás, había entrado en la tienda. Los policías se movían inquietos, con la inquietud de que en cualquier momento el tal Durás se esfumase de nuevo.

Pero una hora más tarde llegó un mensaje a todos. La orden judicial era un hecho. Gracias a las nuevas tecnologías ni siquiera tenían que tenerla de forma física: la habían recibido convenientemente escaneada en PDF a sus móviles y tablets para esgrimirla sin piedad. Les daba acceso a la tienda y a la vivienda, para inspeccionarla de inmediato. El motivo: sospecha de que el dueño pudiera estar implicado en los asesinatos recientes de Adelaida Menéndez, Marina Bragante y Roberto Robledo. Además permitía retener a cualquier persona que estuviera en el inmueble ante riesgo de fuga. Los refuerzo llegarían enseguida.

Montalbano no se lo pensó dos veces. Levantó el aparato que se encontraba justo delante de la caja de cambios, un radio como a la vieja usansa, era lo que le pegaba al coche de gutierrez, no esperaba menos.

—Central aquí Guillermo Montalbano, número 380562. Guillermo Montalbano número 380562. Solicitamos refuerzos en Calle de Alcalá, 76. Repito Calle de Alcalá, 76. Procedemos a allanamiento de morada. Necesitamos dos coches patrulla y a la unidad de forenses científicos para levantar evidencias. Nos ponemos en marcha, cambio y corto— Soltó el aparato como pudo y se dispuso a bajar del coche. 

—Vamos mujer, que tenemos que coger a ese cabrón— comentó a Aldara mientras esta se bajaba también del coche. Miró hacia donde se encontrában Patricia y cortés y les hizo una señal con la cabeza.

—Repetimos modus operandi. Nosotros acampamos en la puerta de atrás mientras ustedes le dan la noticia al susodicho por la puerta de delante. Dejad a alguien en la puerta para controlar las ventanas y coordinar las patrullas según vayan llegando.

Cruzo, haciendo que algunos coches le pitasen. Les ignoró y dirigió a la parte de atrás donde esperaba reunirse con Gutierrez.

—Suerte— murmuró dando un último vistazo hacia atrás a Cortéz y Monteros que ya se reunían con Seoane delante de la puerta del anticuario.

Caminó por el callejón y echo mano de la pistola, la sacó, revisó, retiró el seguro y lo volvió a poner en su sitio. Mantuvo el revolver en la mano todo el tiempo, esperando escuchar la señal para entrar.

Cuando Gutierrez vio como Montalbano comenzaba a coordinar a sus compañeros a lo lejos, supo que había llegado la orden y no iban a esperar a los refuerzos.

Con una sonrisa, dejó un billete de veinte sobre la mesa y se dirigió hacia el callejón.

Había trabajado bastante a gusto toda la operación con Monteros pero ahora tenía a su lado a otro policía de la vieja escuela, otro perro al que costaba enseñar nuevos trucos, y volvía a recordar los viejos tiempos.

- ¿Quieres darles un minuto de cortesía o voy abriendo la puerta? - la pregunta era retórica al parecer pues ya estaba sacando las ganzuas mientras su compañero revisa su arma.

Aldara siguió los pasos del veterano inspector, preparada para entrar en acción aunque no era la costumbre, meramente estaba instalada en el terreno como investigadora, era de esperar que no se me hubiese olvidado ciertas cosas sobre como inmovilizar a la gente.