Partida Rol por web

Los coches patrulla se desplegaron según las órdenes de Guillermo y Ángel. Cualquiera que viera la comitiva podría pensar que se trataba de algún tipo de ejercicio de simulación o que alguien especialmente importante estaba siendo escoltado en unas condiciones de seguridad sin precedentes.

A los dos viejos policías, en el coche de incógnito que iba atrás, les tenía sin cuidado lo que pudiera pensar nadie. Había algo en todo lo que estaba sucediendo que no casaba, que no tenía lógica, que hacía que todas las precauciones fueran pocas. Como en esas películas donde vas a medio metraje de la misma y ya han capturado al malo y te dices 'aquí algo va salir mal'.

Pero no salió nada mal. La comitiva llegó sin ningún tipo de problema a la central y una vez allí se dirigieron hacia los garajes de la zona de detención. Nadie, ni siquiera un terrorista o un mafioso, tendría el arrojo de intentar sacar de una comisaría central a Durás.

Así que una vez dentro del lugar los dos detectives se dirigieron a los agentes a cargo para dar las órdenes de retención para Durás.

En ese mismo momento también vieron como por una de las puertas que daban al aparcamiento subterráneo venía su nuevo comisario, Agraman.

Guillermo se adelantó a la comitiva que trasladaba a Durás por el parking de la comisaría e interceptó a Agraman. Como acto reflejo peinó su aún dorada cabellera y le interpeló a su superior. 

—Señor. Tenemos a uno de ellos. Lo tenemos. 

A partir de aquí le acompaña a su vera comentándole los detalles de la operación. Le comenta como ataron cabos partiendo del libro La Orden de Babel, la entrevista con el descendiente del escritor original y el cruce de información con los anticuarios de la ciudad. Tras hacerse con una orden del juez subieron y en presencia de Durás encontraron pruebas circunstanciales: notas del libro en forma de una investigación, ropa parecida a la de los videos, papel verjurado. Luego en el sótano han encontrado pruebas biológicas que aún no han podido comprobar, pero que están convencidos darás positivo identificando los corazones de las tres víctimas. 

—Y bueno señor, aquí estamos. Mi plan ahora, y que mi compañero me corrija si tiene otra idea, es meterle unas 70 horas de interrogatorio a este desgraciado, hasta que se quiebre y nos lo confiese todo. Tendremos que darnos reelevos ¿Cómo lo ves Gutierrez?

Agraman asentía ante lo que Montalbano le contaba:

—¿Quiere decir que puede haber más como él? ¿Una especie de grupo de asesinos cabalísticos o una mierda similar?

Era evidente que el nuevo comisario esperaba que la detención de Durás detuviese los crímenes y lo que Montalbano le contaba sin duda le preocupaba.

Guillermo cerró los ojos y se notó el cansancio en su cara. Sacudió la cabeza y sonrio.

—Oh ya veo. No, no señor. Perdón, no le he comentado todo. Hablamos de las pruebas en forma de video y las declaraciones de testigos. En estas identificamos al menos a dos individuos, pero podrían ser tres. Uno, el responsable del incidente del agente Spinola, es una especie de pugil de nariz chata, un matón vaya. Una descripción parecida pudimos obtener de testigos en el robo de un coche en Getafe. El coche en el que se desplazaron hasta la casa de Spinola.

Se dio cuenta que estaba divagando y trato de sintetizar.

—Bueno, en fin. El otro, el acompañante, era una figura oscura. Alto, delgado, siempre cubierto... Este podría ser Durás. Aunque no se le vio cojeando. Y luego una figura parecida aparece en el video de seguridad de la casa de Bragante, este si que cojea visiblemente.

—Por eso creemos que son mínimo dos.

Gutierrez asintió ante el interrogatorio incesante que proponía Montalbano. Ya no podía sacar respuestas a golpe de listín telefónico pero sí que podían joderle el sueño durante tres días seguidos con la esperanza de que su cerebro cortocircuitara.

Pero Agraman, como buen alto mando, solo buscaba cerrar el caso cuanto antes, que no hubiera noticias sobre más asesinatos.

- No hemos notado que diera aviso a nadie antes de que procediéramos a la detención pero supongo que sus cómplices lo sabrán una vez llame a su abogado. - Durás lo tenía todo bien preparado, daba por hecho que usaría al abogado como contacto con los otros.

- Tenemos que rastrear todas sus llamadas y comprobar si tiene alguna vivienda más en propiedad, trataremos de localizarles antes de que puedan huir.

—Me encargaré de darle prioridad a la identificación de esos individuos de la cinta de vídeo. Con el caso que tenemos es trivial que nos den la autorización para incomunicar a este cabrón, pero sigue teniendo derecho a un abogado.

Dudó un momento. Luego se acercó más a los detectives para asegurarse de que nadie más lo escuchaba:

—Diga lo que diga el juez pondré a alguien de confianza detrás del abogado de Durás. Me importan una mierda los derechos civiles de los asesinos y sus cómplices. Si el abogado habla con alguien lo sabremos aunque no podamos usarlo luego en juicio. No es la primera vez que se tiene que montar algo desmontándolo primero.

Se apartó y asintió más satisfecho:

—Buen trabajo. Trasladaremos de inmediato al sujeto a la sala de interrogatorio y no le daremos cuartel. ¿Quieren participar en ello o tienen otros planes? ¿Dónde está el resto del equipo? Cortés me mandó un vídeo pero no se ve una mierda, se ve que había interferencias. ¿Qué encontraron en la casa?

Gutierrez asintió levemente, Agraman era como ellos, un perro de la vieja escuela, y tenía claro que lo primero era acabar con esta locura y luego ya se encargaría el fiscal de turno de ver cómo lo llevaba. Y, si hacía falta, que no llegara al fiscal.

- Tenía un sótano con una puerta oculta y Cortés encontró los corazones colocados en una especie de mierda ritual... - meneó levemente la cabeza, dejando claro que aquello se escapaba de cualquier mente medianamente cuerda. - Según el libro que parece estar siguiendo ese zumbado, le faltaría un cuarto y es por donde podemos pillar a los otros dos tipos.

Estaba seguro que faltaban dos, que Durás no era ninguno de los que habló con los yonkis, y la única duda era si esos eran matones del librero o si él era la mente tras esa locura. Porque prefería pensar que no había alguien más por encima de Durás...

- ¿Le damos un primer repaso antes de dejarsle sudar? - ofreció a Montalbano la decisión del interrogatorio.

—Algo me dice que ahora mismo el cabrón está dispuesto a tener una entrevista sin abogado. Veamos si tenemos suerte y se va de la boca sin un tinterillo que nos toque los cojones— dio por terminada la conversación con agraman y se introduo en las tripas de la comisaría para preparar el interrogatorio.

Agramán asintió y dejó todo en manos de los detectives.

Cuando se dirigieron a Durás la corazonada de Guillermo se convirtió en certeza. Aquel tipo estaba dispuesto a hablar con ellos sin abogados e incluso sin cámaras o grabaciones. Pero sólo con ellos.

Parecía ansioso por confesar...

Los agentes entraron en la sala de interrogatorios para encontrarse a un Durás que ansioso por hablar con ellos. La pose de tranquilidad y calma que había mostrado durante la detención se había convertido en un extraño nerviosismo. No había motivos para sorprenderse. En su dilatada carrera ambos agentes habían visto como los culpables se venían abajo en cuanto se les aislaba del mundo en una sala aséptica, donde el control desaparecía de sus manos. Y sin embargo había algo extraño en la actitud de Durás. Los miraba ansioso y no esperó siquiera a que se hubieran sentado ante él para empezar a hablar de forma atropellada:

—No sé cuanto tiempo mantendrán esta pantomima.— miró hacia la cámara que, en una esquina, grababa todo el interrogatorio —No quiero perder tiempo, quiero que me escuchen antes de que otros vengan a sustituirles o les aparten del caso. Lo harán en cuanto sepan lo que está sucediendo. Aunque Robledo haya quedado fuera de juego estoy seguro de que hay otros como él en la comisaría o, cuanto menos, algún miembro menor de sus huestes puede estar al tanto. No sé si otros Carceleros habrán unido los cabos. La única ventaja que tenemos sobre ellos es que su laberinto de espejos es tan complejo que a veces ni ellos mismos se ven reflejados.

—Entonces ¿fue usted quién nos dejó la nota en la casa de Robledo?... que era uno de los carceleros según nos cuenta— Ya lo tenían. Solo necesitaba que confesara eso a la cámara y sería muy jodido que no lo condenasen al menos por el asesinato de Robledo.

Puso su mejor cara de poker y trató de que la pregunta contase como un cologueo. Como si estuviera interesado en lo que les iba a decir.

Levantó un momento la mano como interrumpiendo una posible respuesta de Durás. Se puso en pie y fue hacia la cámara. La apagó. Al otro lado del cristal por su orden otra cámara estaba grabando, al igual que una discreta cámara en el techo.

—Lo que nos tengas que decir mejor que sea rápido. Esto no podremos tenerlo apagado mucho tiempo.

En vista de que Montalbano había comenzado a adoptar un papel más cordial con Durás, Gutierrez tomó el papel de poli malo, brazos cruzados y apoyado en la pared junto a la puerta. La cara de mala ostia no le hacía falta impostarla.

Curiosamente, aunque era algo manido en exceso en las películas desde que el cine era cine, era una técnica que solía dar muy buenos resultados en las salas de interrogatorios.

- ¿Por qué el de Robledo fue más chapucero? - aprovechó el pie en la pregunta de su compañero, quizá pudieran cazarle en los otros.

—Sí, fui yo quien dejó la nota.

Lo tenían. Aquello dejaba claro su estancia en la escena del crimen.

—Lo de Robledo fue improvisado. Se me acababa el tiempo. Empezó a sospechar cuando encontraron el museo de Bragante.

Y eso equivalía a una confesión, pero Durás parecía preocupado por otra cosa.

—Ni siquiera soñaba con llegar tan lejos sin ser descubierto por ellos. Ahora ya no tiene importancia. No sobreviviré a esto, ni siquiera llegaré al juicio. Soy demasiado peligroso. Probablemente apareceré ahorcado en mi celda de alguna manera. No pueden protegerme.— decía aquello con total seriedad, mirando a los policías como si les perdonase por ello —No pretendo que me crean. Es complicado que alguien se crea esto sin haber rasgado el velo. Escuchen: ellos no pueden ver el cuarto secreto. No pueden entrar, no pueden penetrar... está fuera de Metrópolis. De momento no necesitan eso para inculparme. ¿De veras siguen creyendo que han sido los crímenes de un loco?

Los miró fijamente.

—Vamos... no me digan que mientras venían tras mi pista no han visto cosas raras. El Velo está rasgándose. Han investigado a las víctimas. ¿Qué opinan de ellas? ¿No han notado la impostura? ¿Lo artificial de su existencia? Como actores perfectamente ubicados en una obra de teatro. Decorados de una Realidad Falsa.

De pronto pareció acelerarse:

—No tendré mucho tiempo. Si algo me pasa deben ir a un local llamado el 14, en Malasaña. Pasada la medianoche hay un hombre llamado Judas. Si le dicen que van de mi parte les abrirá una puerta... y les aseguro que entonces lo entenderán todo. Entonces la decisión será suya.

Gutierrez apretó los puños con fuerza cuando reconoció que había sido el responsable de la muerte de Robledo, con eso tenían más que suficiente para empapelarlo y a él no le importaba si alguien le ahorcaba en su celda una noche, un zumbado menos que mantener con sus impuestos.

Estaba claro que vivía en su mundo, diciendo que su puto museo de los horrores que estaba fuera de la Metrópolis cuando estaba en medio de Madrid...

- ¿Judas es el tipo alto de mirada chunga? ¿El que robó el coche? - preguntó cuando Durás les indicó las señas, quizá tratando de vender a sus socios.

El teléfono le vibró y, cuando miró el número, decidió salir un segundo al exterior. Entro al instante y susurró a Montalbano, quien estaba llevando la voz cantante en el interrogatorio.

- Es Cortés, quiere hablar con Durás. - le informó. - ¿Manos libres?

Dijo lo último mirando hacia el espejo, donde sabía que había una cámara grabando todo.

Guillermo aprovechó el momento que Gutierrez le dejó solo para lanzar una mirada de asentimiento y significativa a Durás. Una mirada de complicidad que decía claramente "te escucho", "lo he notado", "hay algo que no me cuadra".

Guillermo miró el teléfono que ofrecía Gutierrez y pilló al vuelo el gesto. Con un movimiento de la cabeza dio vía libre.

Mientras Gutierrez dejaba su móvil sobre la mesa con el manos libres Montalbano aprovechó la ocasión para hacerse el amistoso y darle unas palmaditas en el hombro a Durás. Luego se agachó tras la mesa como si recogiese algo del suelo, quedando fuera de la visión de la cámara oculta y de su propio compañero. Cuando se levantó y volvió a su posición ya había dejado un pequeño teléfono de prepago en el bolsillo del prisionero.

Aquella mañana había comprado ese teléfono por una corazonada, sin tener muy claro para que lo usaría. Ahora mismo se estaba preguntando si el destino quizás jugase con cartas marcadas.

- Cortés, estás con el manos libres en la sala de interrogatorios tres. - informó a su compañero, para que le quedara claro la situación. - Montalbano y Durás te escuchan.

Parecía que toda esa mística de mierda que rodeaba los asesianot había afectado a Cortés profundamente y solo esperaba que no hiciera nada raro que pudiera afectar al juicio de Durás. Si es que llegaba.

Cortés resopló sonoramente.

- No... solo Durás. Por favor, necesito preguntarle algo y no quiero que "conste" en ningún sitio. Estoy convencido de que todo esto se está escuchando y grabando. Confiad en mi... darle el teléfono a Durás y dejad que hable con él.

La voz de Cortés se escuchaba rápida y agitada. De hecho andaba a buen paso hacia el coche.

Gutierrez resolpló sonoramente, dejando claro que su paciencia tenía unos límites.

- Quito el manos libres, te pongo a Durás. - dijo mirando a Montalbano y acercándo el móvil al detenido.

No obstante, pegó su cabeza a la de Durás para escuchar la conversación, como si fuesen dos quinceañeraos metido en una cabina de teléfono en los ochenta tratando de tener una conversación múltiple.