Partida Rol por web

 Terence se sintió explotar de placer entre sus piernas, jamás había experimentado algo así en toda su vida y por primera vez, se sentía pleno y lleno de poder pero no de ese poder que le confería el hecho de estar con una reina, no, de un poder muy distinto. Sin apartarse de ella la besó suavemente retirando su mano de sus labios.

-Eso, Helena, ha sido el placer de nuestro amor...

La besó nuevamente, no quería apartarse de ella. Acarició suavemente su cuerpo por los costados y luego, sin apartar sus labios de los de ella, bajó las piernas reales que aún lo envolvían, sin quitarse de encima de ella, la miró sonriendo.

-Sois hermosa...

Le gustaba sentir su cuerpo muy dentro de ella aunque toda la excitación hubiera pasado.

 Asombrada por todo lo que había pasado junto a Terence, le sonreí y acaricie su rostro con suma ternura. Lo que acababa de vivir era lo mas maravilloso que había sentido nunca y una vez que lo había probado, no quería dejar de probarlo nunca.

 - Vos me veis hermosa - le dije con una gran sonrisa, me sentia ... feliz, plena. Como hacía años que no me sentía.

 - Se que no es lo normal pero ... me gustaría que os quedarais aquí conmigo el resto de la noche - le miré a los ojos. No había dormido ni una sola vez con mi marido en los tres años de matrimonio que teniamos y nunca me había importado, pero no quería quedarme sola esta noche, quería quedarme con el.

 -Nada es normal pero no me importaría tampoco volveros a hacer el amor esta noche, mi reina...

Terence se acomodó a su lado y la abrazó, haciéndola poner su cabeza en el pecho del consejero. No quería preocuparse por nada, quería que sólo fueran Helena y Terence en un buen lecho luego de haberse profesado su amor, al menos de su parte.

-Dormid, querida, mañana será un día muy largo...

Besó su frente y cerró los ojos, aunque no podía dormir tan emocionado como estaba por tenerla entre sus brazos.

 Sonreí ante su proposición. 

 Me abracé a su torso cálido torso, en la vida me había sentido mejor y protegida por un hombre. Me encantaba esa sensación.

 - Podría acostumbrarme a estar a tu lado eternamente - susurré  medio dormida sin ser muy consciente de lo que decía, pero diciéndolo de forma sincera.

Por primera vez en años, dormia del tiron, sin despertarme cada cinco minutos, sin pesadillas, sin nada por lo que tuviera que preocuparme. Abrí los ojos lentamente con la esperanza de encontrar aún a Terence a mi lado.

 Terence no estaba por ningún lado pero Marie entró cuando menos lo esperabas y apenas pudiste ver que corría las cortinas, aunque eso provocaba que hiciera un poco más de frío, enseguido se puso a avivar el fuego.

-Buenos días, su majestad... Va a ser un día largo y pasa del medio día, me temo que le tengo malas noticias.

Marie se arrodilló frente a la cama de Helena y esbozó una sonrisa.

-El rey dice que no se siente bien y que tendréis que haceros cargo del baile de inauguración.

Bueno, más que una mala noticia, parecía una buena noticia. Rápidamente preparó un poco de agua tibia para limpiar las manos y cara de la reina y además, llevaba consigo una bandeja con agua miel y frutos del bosque.

-Terence me ha pedido que os traiga esto para aguantar la jornada del día. Ha decidido salir unas horas pero volverá antes del anochecer para estar con vos en la inauguración del baile de máscaras.

No dijo nada más, evidentemente ni le pasaba por la mente que Terence había pasado la noche allí.

 Me sobresalté cuando Marie abrió las cortinas, esperé que no se extrañara verme "Desnuda", aun tapada con la sabana en vez de con el camisón de dormir. En cuanto me dijo que tenía malas noticias me preocupe pero cuando me dijo lo del rey - El mismo - no le di mas importancia. Me senté en la cama y busqué la bata que solía ponerme sobre el camisón, de seda blanca, pero esta vez, me la puse sin nada debajo.

- ¿No creeis que hace un dia precioso? - pregunté acercandome a la ventana, hoy todo lo veía de color de rosa.

En cuanto me mostró la bandeja sonreí - Uhm, delicioso - me senté sobre la cama para tomar algunas frutas del bosque. Iba a pasarme todo el día sin verle, pero no pasaba nada, porque esta noche volvería a hacerlo.

 - Para esta noche creo que voy a ponerme el vestido azul con ribetes dorados - le dije. Solo me lo había puesto una vez. En un baile, poco después de que llegara Terence. En cuanto me vio sentí que le gustaba y aunque nunca le había dado importancia y por aquel entonces no teniamos esa confianza, quería sorprenderle esta noche.

- ¿y nuestros invitados? - me interesé sin poder dejar de sonreir 

 Marie se dio cuenta que la reina había dormido desnuda pero no solía juzgar aquellas cosas, por el contrario, se sentó frente a ella para poner unos botines de piel que calentaran sus pies desnudos y lo hicieran pronto, no quería que su reina se contagiara de lo mismo que el rey.

-¿Un día hermoso? ¡Su majestad, pero qué ocurrencias! Es media mañana y parece que estuviera por anochecer pero me alegra que tenga mejor ánimo que anoche. El conde y su esposa ya desayunaron y salieron a cabalgar, lord Gabarc aún permanece en sus aposentos...

La doncella se levantó y volvió al poco rato con el vestido que Helena le había pedido.

-Ese hombre es muy raro, hace nada entró uno de los consejeros del rey en los aposentos de lord Garbac y han permanecido allí desde entonces.

No había en las palabras de la sirvienta ninguna perspicacia, simplemente decía lo que pensaba.

-Os veréis muy hermosa con este vestido, mi señora.

 - Bueno, es que he dormido bien, así que hoy todo me parece hermoso - le contesté con suma alegria.

 Agradecí el acto y la preocupación de Marie al ponerme los botines con una gran sonrisa, era una mujer encantadora y cada vez me daba mas cuenta.

- Ajam - asentí metiendome un poco de pan con miel en la boca mientras pensaba en el conde con su joven esposa - Espero que no les llueva de pronto - dije preocupada - ¿ha llovido hoy? - pregunté poniendome en pie cuando llegó con mi vestido 

- No es raro es ... diferente - dije, así lo opinaba yo, sus gustos me parecían extraños pero que la gente alimentara los rincones de la corte con cuchicheos me parecía aún mas raro, ¿envidia? que mas les daba a los demás - Estarán tratando asuntos muy importantes - dije divertida, hacía mucho que no sonreía tanto, tenía ganas de bailar

- ¿Y que le pasa al rey? - pregunté con fastidio, debería ir a verle pero sabía que me arruinaria el dia

 Marie sonrió con lo que dijo la reina, sabía que no debía meterse en los asuntos de los invitados.

-Lo siento, su majestad. 

Volvió y corrió un poco más las cortinas.

-Llueve y llueve desde antes que ellos se fueran pero pareció no importarles, parecían muy contentos y llevaban mantas y una canasta con comida que Delia les dio.

Comenzó a cepillar el cabello de Helena recogiéndolo en un lindo moño tras su nuca.

-No lo sé, mi señora. No ha querido ver a nadie más que al médico y este no ha salido de allí, pero dicen que no puede comer nada desde ayer por la noche, apenas beber un poco. Quizás Terence sepa un poco más.

 - Uhm ... me pasaré a verle, imagino que no me negará el paso y aunque me lo niegue, iré igual - murmuré y la sonreí - Muchas gracias por todo - le dije mirandole a los ojos - Que tengas un buen día Marie digo ... buenas tardes- dije con expresión confusa.

 Salí de la habitación con intención de ir a ver al Rey. No tenía ganas pero ... bueno, ¿que mas da? me pasaría un segundo a ver que le sucedía para que luego no pudiera echarmelo en cara.

 Llegué a la puerta, llamé y entré 

 Las puertas de los aposentos del rey se abrieron antes que llamara a la puerta, pues los consejeros venían saliendo, así que no hubo necesidad de llamar pero la cara de los consejeros advirtió a Helena que no vería nada agradable. Apenas entrar, de entre las sábanas saltaron las dos jóvenes que había visto y escuchado en la biblioteca pero Francis las llamó con prisa y les ordenó volver a meterse en la cama, ninguna de ellas osaba mirar a la reina y mucho menos así, semi desnudas como estaban.

Ciertamente Francis se veía demacrado y no muy lejos de él había varias infusiones que el médico le había dado, así como un sucio recipiente con vómito. Hizo una seña a su mujer cuando la vio, sin duda era patético.

 Acaricié una nalga redonda y tibia con cierta fuerza, pues aún me quedaba fuerza, un resfrío no me iba a matar.

-Lamento que tengas que atender a vuestros invitados sola, yo voy a tener que quedarme en cama por tres poderosas razones: dos son estás niñas y la tercera es esta maldita gripe que el maldito médico no puede curar. Pero te veré esta noche después del baile...

Era una amenaza. Me sorprendió verla tan hermosa, era como si de pronto algo en ella hubiera cambiado.

 Entré y apreté los dientes, pero me recompuse - Oh, no te preocupes, tu atiende tus asuntos yo ya me encargo de los mios propios - sonreí de forma sarcastica a las niñas - ¿Te están cuidado bien? - tube ganas de gritarle que no le necesitaba y que ya tenía a otro, pero me contuve - Tener cuidado no sea que os pegue esa grite que tan mala pinta tiene - me apoyé en el marco de la puerta

 - ¿Esta noche? me temo que no Mi Lord, yo también tengo asuntos que atender, me temo que estaré ocupada para recibiros, pero podeis quedaros aquí con vuestras nuevas amigas, a ver quien finge mejor, ¿cual de vosotras decía que no era bueno? - miró a ambas - No se es que la biblioteca ... como hay eco no me enteré bien - estaba siendo demasiado mala y ... me gustaba

 - Bueno Mi Lord, si conseguís que vuestra virilidad funcione avisarme, creo que tras tres años sin que una reina joven se quede embarazada empiezan a haber ciertos cuchicheos sobre vuestra edad y vuestra hombría - Suspire, no iba a amargarme por nada, no hoy

- Ah y no me vomites en la alfombra por favor, fue un regaño de una de mis amigas, de echo no se que hace aquí ... avisaré para que se la lleven a mis aposentos -  hice un gesto con la mano, sarcastico, sin reverencia y salí de allí.

No me encontraba tan bien como quería, ¿porque me afectaba?

Me apoyé contra la pared, ya una vez fuera y respiré hondo, tenía que superarlo, el no me quería, solo era su juguete ... y nunca me querría y ahora, sabiendo que me era infiel, jugaría conmigo aún mas. Pero no se lo iba a permitir.

Decidí salir fuera, aunque lloviera, quería respirar la tierra humeda, aunque fuera desde la puerta.

 Francis no tuvo tiempo a responder pero tampoco hacía falta, aunque él tomaba sus propias decisiones y la vería esa noche, al menos si lograba levantarse de la cama; ella no lo vio pero ambas mujeres fueron echadas de los aposentos del rey, estaba mal y de malas. En cambio, la lluvia helada calmó el malestar de Helena, como si fuera una lluvia de verano, escapó a la guardia pero no al capitán de esta que al poco rato se desapareció y entonces un hombre en caballo se acercó a ella. 

Bajo la capa una sonrisa asomó y Helena pudo reconocer a Terence de inmediato.

 -Mi lady... Acabo de echar a vuestro capitán de la guardia pero vos no deberíais estar aquí con esta lluvia...

Le tendió la mano para que subiera a su montura pero antes de que ella aceptara, le contó cómo había hecho aquel viaje.

-Lamento haber partido sin avisaros pero tenía que atender aquel asunto de las pequeñas niñas que saqué ayer del castillo, las he encontrado bien, aunque una de ellas... Bueno, falleció por un accidente, los hombres del rey las seguían pero las demás están bien y las he dejado a buen resguardo con un noble amigo vuestro: Pierre Legrand. Aunque he vuelto como un endemoniado...

Para nada iba a contarle que con tanta lluvia casi cae al barranco, no quería preocuparla.

-¿Entonces, mi lady? ¿Dais un paseo con vuestro humilde servidor?

Se moría de ganas de besarla pero aún estaban cerca del castillo.

 Al ver aquella silueta me extrañé, pero todas las dudas se disiparon en cuanto vi a Terence.

 - Gracias por cuidar de esas niñas Terence - le dijo ella de corazón - Ellas te lo agradecerán mas que yo - cuando escuchó lo de la pobre niña se sintió mal ¿había sido por su culpa? Tragó saliva y su mirada se entristeció por la vida de esa pequeña.

- Claro, llevo todo el día deseando veros - le sonreí, me sentía atolondrada, como una niña pequeña e ilusionada. Con su ayuda, me subí a su montura.

- El rey está enfermo - le conté - fui a verle y le pille con dos criadas - chisté la lengua - ya ni se molesta en ocultarlo, me dijo que esta noche me vería y le dije que tenía mas asuntos que atender que no tuvieran que ver con el - dije enfadada con la arrogancia de Francis.

- Me ... ¿me habeis echado de menos? - no sabía porque le preguntaba eso pero quería que así fuera, sentía una agradable sensación en el estomago, de bien estar y nerviosismo

 -Os eché de menos como a nada en el mundo, Helena...-musitó.

Terence sonrió sintiendo las manos de ella alrededor de su cintura. Sacó otra capa de su bolso de piel y se la dio a ella, haciendo que se cubriera, aún no podía besarla. Espoleó la montura y el caballo salió pataleando airoso con un relinchido, los cascos no sonaban, la lluvia no dejaba ver más allá pero ese era un lugar que él conocía muy bien. Se adentró en el bosque, lejos ya del castillo, aunque no demasiado pues debían volver a buen tiempo, pues tenían muchas cosas que hacer antes del baile. 

-Ya llegamos.

La lluvia apenas dejaba ver la cabaña, era modesta sin duda pero un buen refugio, escondido entre los árboles y donde nadie los buscaría. Terence se apeó del caballo de un salto, ató las riendas a un tronco destinado para ello y luego la hizo bajar a ella tomándola por el fino talle. Cuando la tuvo enfrente no pudo resistirse más y la besó, la besó apasionadamente dejando que sus lenguas se encontraran. Luego la levantó en sus brazos.

-¿Entramos?

Quería el sí de ella pues no sabía cómo reaccionaría al hecho de que la había llevado a allí.

-Esta tierra era de mi padre, aquí crecí. Es muy humilde pero quise conservarla para recordar mis raíces, además, nadie sabe de su existencia. ¿Queréis conocerla?

Ya había sujetado la rienda, así que sólo era cuestión de que ella dijera que si.

 A decir verdad, no me di cuenta de que estaba sobre el caballo. Siempre me habían dado respeto a la par que algo de miedo pero Terence hizo que me olvidara de todo. Me cubrí con la capa y me dejé guiar por el. 

 Al llegar a esa casita me sorprendí.

 Que me llevara a un sitio así ... a "su sitio" me sorprendió muy gratamente, todo el era una caja de sorpresas y quería compartiras conmigo, me sentía dichosa.

 Su beso, una vez mas, me pilló desprevenida pero me gustó de sobremanera, había echado de menos su calor y su sabor, tanto como a el.

 - Claro ... estaré encantada de conoceros mejor - dije emocionada por el descubrimiento - Quiero saberlo todo de vos ... todo lo que querais contarme - le sonreí con dulzura mientras me refugiaba bajo la capa para que ninguna gota de agua se colara por dentro. No me solté de su mano, no quería separarme de el