Partida Rol por web

Aleena sonríe al ver contento a su compañero de desventuras. - Con qué poco se puede hacer feliz a alguien - piensa la muchacha mientras ve a Axel correteando por la sala eligiendo armas como si fuese un niño eligiendo juguetes.

De nuevo, una plegaria silenciosa pero sincera surge de los labios de la joven para agradecer a su dios la ayuda que le está prestando. - Necesito que me ayudes con lo que viene ahora. A encontrar a Juancho y a darle su merecido a ese despreciable mago - dice en voz muy baja que solo un ser omnipotente podría escuchar.

Dicho esto se acerca a su fiable maza que recibe el nombre de martillo del alba. Su peso le reconforta y le proporciona algo más de su convicción en los momentos que están por venir. Decide añadir una daga también en el interior de sus botas de caña alta.

Una vez bien pertrechada y con Axel listo se dirige a esa puerta y le dice a su compañero -vamos a ver qué hay en esa sala de prácticas de tiro - y con una sonrisa vuelve a abrir la puerta preparándose para lo que allí pueda esperarles....

Axel ya se había equipado y había cargado la ballesta para tenerla lista. Al hablarle, se giró hacia ti.

-"Te ayudaré a encontrar a ese tal Juancho, pero olvídate de enfrentarte a Zanzer Tem. Ni con un pequeño ejército podríamos hacerle frente, es demasiado poderoso. Si te consume tanto el odio hacia él, que quieres perder la vida por obtener la venganza, me temo que nuestros caminos se separarán muy pronto. Yo quiero vivir y para ello hay que salir de aquí."

Con gesto serio avanza hacia la puerta, poniéndose detrás de ti y esperando a que abras para apuntar a quien esté al otro lado. Tú, que ya has recuperado todas tus pertenencias, te sientes más valiente, con más coraje. Mientras abres la puerta y miras al otro lado, las palabras de Axel te revolotean por la cabeza.

La siguiente habitación es larga y estrecha. La pared sur tiene un armero del que cuelgan arcos, ballestas, hondas, jabalinas, hachas y dagas. En la parte más alejada, en el lado este de la habitación, cuelga una diana. Al lado, una puerta de madera conduce a otra estancia; está cerrada.

Mientras recorren esa habitación con cuidado buscando indicios de posibles trampas continua avanzando por ese pasillo. Aunque no parece identificar nada que le llame la atención. Aunque nunca ha sido muy buena con estos temas. El que sabe más de esto es Torgul.

- ¿Dónde estará Torgul ahora? - se pregunta la muchacha - Seguro que está tomándose una cerveza plácidamente en la taberna de Rossi y disfrutando de compañía femenina mientras yo estoy aquí sucia, apaleada y jugándome la vida - una sonrisa irónica se escapa de la voz de la muchacha pensando en lo particularmente curioso de la situación.

- Vale, tú ganas, buscaremos a Juancho y saldremos de aquí pitando. Ya ajustaré cuentas con ese patán de otro modo o más adelante cuando tenga la fuerza necesaria para enfrentarme a él. Ese día espero contar contigo leñador - le dice a Axel dirigiéndole una mirada y una sonrisa que que indica de todas todas que está hablando de forma jocosa.

La maldita daga le está incomodando en la bota. Es como si le estuviese picando la pierna por el contacto de ese arma. Entonces, dándose con una palma en la frente recuerda que un día en una de las aburridas clases de Mistress Klara le explicó que los clérigos les está prohibido llevar armas de filo porque están en contra de sus principios. Había olvidado por completo esa lección y por ese motivo se había guardado la daga. La verdad aquel día no estuvo muy atenta, el rugir de las tripas y el sueño le habían borrado por completo este dato. Aún así parece que Ilsundal, su deidad, no iba a permitir este desliz y se lo estaba recordando a su modo. Sin pensárselo ni un instante más, saca la daga de su bota y la lanza lejos en medio de esa sala de prácticas de tiro.

Al llegar a la puerta, Aleena se prepara con su escudo y con la maza colgando de su muñeca por la cinta de cuero que tiene en el mango y abre la puerta con mucho cuidado como hizo anteriormente pendiente de lo que pueda haber en el otro lado.

Rebuscas por la habitación por si hubiera algún tipo de trampa, pero no encuentras nada que te lo haga indicar. Te diriges hacia la puerta, no sin antes tirar la daga que te está incomodando en tu bota. La abres con cuidado y te asomas. Ves un largo corredor que discurre recto hacia el norte, alumbrado por un par de antorchas. Más o menos en el medio del pasillo, hay una puerta en la pared oeste. Abres la puerta del todo y sales al pasillo, con Axel detrás, preparados para seguir buscando a Juancho. ¿Cómo estará el pobre basilisco?

Nada más avanzar un par de pasos, ves cómo la puerta se abre y sale de ella un goblin. Cuando te ve, abre la boca sorprendido, y ves que su mano se dirige lentamente hacia la porra que cuelga de su cinturón. Podéis oír una risa grave y gutural que sale de la habitación de la que ha salido el goblin, parece que hay alguna criatura más dentro.

Ante la sorpresa del goblin, Aleena se abalanza con la agilidad de una pantera sobre el pobre desdichado y antes de que pueda decir "guano de murciélago" un impacto de su maza se estrella en la cara de la criatura produciendo un enorme daño.

El goblin con la nariz rota y media cara hundida comienza a esgrimir su espada de forma torpe mientras lanza estocadas al aire sin ton ni son. Aún así con una entereza rara en los de su raza levanta su escudo para defenderse del contraataque.

- Hay que reconocerle coraje a esta criatura - piensa la joven por un instante. 

Pero esa cara medio hundida hace fácil que el siguiente impacto no pueda verlo ni venir. El golpe de la maza de la clériga se estrella con fuerza directamente en el lateral del cráneo del goblin. Un sonido de ¡CRACK! se escucha de forma clara indicando que ese cráneo se ha fracturado por diferentes partes. La sangre salpica las paredes, la maza y por supuesto el rostro de ambos contrincantes.

A pesar del terrible golpe el goblin se balancea ligeramente a izquierda y derecha como si estuviese ebrio pero se mantiene en pie. Con la cara prácticamente convertida en una masa sanguinolenta irreconocible, mira fijamente con su único ojo sano a Aleena. Sin embago, su mirada parece estar muy lejos de ese lugar ahora mismo. Quizás en el cielo de los goblins, si existe tal cosa. De su mandíbula partida un largo y espeso hilo de baba de color negro cuelga durante un momento de su comisura para finalmente caer de forma elástica contra el suelo haciendo un sonido similar a un ¡PLAF!.

Aleena, sorprendida retrocede un paso mientras levanta su escudo. - ¿Después de la que le he dado siguen en pie? - piensa la joven atenta al siguiente movimiento del ser verduzco.

El combate duró menos de lo que canta un gallo. Al ver que tu adversario se quedaba paralizado por la sorpresa, sales disparada hacia él. Detrás tuya, Axel apunta y dispara la ballesta. La saeta te pasa por al lado, muy cerca, y ves cómo yerra su objetivo y se pierde por el fondo del pasillo. Al llegar enfrente del goblin, le das un fuerte mazazo en la cabeza que le deja prácticamente muerto. La sangre sale a borbotones de la herida hecha.

Ves la pequeña estancia de la que salía el moribundo y te das cuenta de que otro goblin está sorprendido en el quicio de la puerta. Ha mudado el color verde de su piel por el de blanco fantasma al ver caer a su compañero. Oyes cómo vuelve a sonar el disparo de la ballesta de Axel, y esta vez el proyectil se clava en la frente de la criatura apostada a tu izquierda. Cae pesadamente al suelo, muerta. Te centras en la que está muy malherida, enfrente tuya, y le vuelves a golpear en la cabeza. La sangre te salpica la cara, incluso alguna gota se te mete en la boca; el sabor es asqueroso.

En unos segundos, el combate ha terminado. Aparte de acabar con los goblins, habéis sido capaces de anularlos antes de que dieran la alarma. Te asomas a la pequeña sala y ves dos sillas, una minúscula mesa y un armario en la pared norte. Axel corre hacia ti, volviendo a cargar el arma.

-"Parece que nos compenetramos bien, niña."

- ¡Sí! Parece que hacemos buen equipo - dice Aleena mientras se gira hacia Axel y le dedica una sonrisa. - Anda, ayúdame a ocultar a estos dos dentro de esta habitación. No vaya a ser que haya más guardas por la zona - dice la muchacha mientras recoge al goblin que tiene más cerca y lo arrastra con algo de esfuerzo al interior de esa habitación que parece que es una especie de sala de guardia.

Aleena decide investigar ese armario a ver si hay algo de valor o que pueda utilizar. Quizás algo de comida decente o con mucha suerte algo con lo que curarse esas heridas que le produjo el primer goblin con el que combatió.

Después de eso se dirigirá al fondo del pasilla asomando la cabeza con cautela por la esquina para ver si hay algún otro goblin haciendo guardia.

Después de meter al maloliente cuerpo del goblin en la sala, te pones a registrar el armario. Aparte de algo de comida putrefacta y algunos cubiertos rudimentarios, en un cajón encuentras un par de frascos de cristal con algún tipo de líquido ambarino. No sabes qué son, pero te los guardas en tu cinturón. Axel termina de meter al segundo goblin y ve lo que has cogido.

-"Vaya, hemos tenido suerte; creo que son pociones de curación. Alguna vez les he visto hacérselas tragar a algún esclavo que había caído sin fuerzas al suelo. Zanzer tiene prohibido a los guardias matar a nadie, por eso llevan porras de madera. Un esclavo muerto es un trabajador menos para extraer la sal de la mina."

Salís de la habitación y avanzáis con cuidado hasta el final del corredor. Os asomáis por la esquina y veis que el pasillo tiene unos cuantos metros más y termina en una pared. En un lado, hay una puerta de madera. Un par de antorchas iluminan el pasillo.

Aleena se acerca con cuidado a esa puerta que hay al fondo. Antes de entrar se bebe la pócima de color ambarino esperando que sea algún tipo de efecto beneficioso. - Quien sabe, igual hasta me cura - piensa la muchacha animadamente.

Sin esperar a ver los resultados del brebaje gira ese pomo e intenta entrar despacio y de nuevo enfrentarse a cualquier cosa que haya al otro lado.

Hace una señal a su compañero de armas y le dice - Ahí vamos otra vez - mientras le dedica una sonrisa

Avanzáis rápidamente por el pasillo hasta alcanzar la puerta del fondo. Al llegar, abres la puerta y echas un vistazo dentro. En esta habitación hay algunas sillas y mesas mugrientas llenas de restos de comida y platos sucios. Un olor nauseabundo impregna el lugar y unos cuantos insectos revolotean por encima de las mesas. Una antorcha alumbra la estancia, chisporroteando alegremente. Parece que no hay nadie, así que abres del todo. Puedes ver que en la otra pared hay una puerta, que está entreabierta. En la otra sala se ve luz y se escucha algún sonido de actividad.

Aleena observa el lugar y no le da buena espina. Piensa que hay dos opciones: o allí hay algún tipo de trampa o en la otra sala donde ha percibido actividad se está preparando alguien para contraatacar. 

Con sumo cuidado, le hace una señal a Axel poniéndose un dedo en los labios indicándole que guarde silencio.

Después de eso, la muchacha comienza a atravesar la estancia. Despacio. Fijándose dónde pisa. Buscando algún mecanismo o dispositivo oculto para ver si el lugar esconde algún tipo de trampa. 

A la vez, está atenta a los ruidos que se derivan de esa habitación pero no parece identificar su origen o procedencia.

Con todo el sigilo del que son posibles, la joven y su compañero atraviesan la estancia con la intención de echar un vistazo a esa otra habitación asomando solo la cabeza para ver qué está sucediendo en esa sala misteriosa.

Avanzáis despacio, mirando a un lado y a otro, por si hubiera alguna trampa, pero no es así. Esta sala parece que hace de comedor y lo único que hay por el suelo son desperdicios podridos. Al llegar a la otra puerta, oyes ya con claridad los sonidos que antes oíste, son voces de alguna criatura de la familia de los trasgoides. Al asomaros con cuidado, podéis ver a tres robustos orcos que están charlando o más bien gruñéndose. Van armados con unos garrotes atados al cinto y llevan puesta una armadura de cuero, como los adversarios anteriores.

La habitación tiene dos puertas, una al este y otra al oeste. Una antorcha alumbra también esta estancia. Hay varias literas en las paredes, lo que te undica que esta sala es un barracón o algo así. Los orcos están distraídos y no se percatan de vuestra presencia. Hablan en su idioma y no sabes que están diciendo. Axel te toca el hombro y te señala hacia la puerta de vuestra derecha, la que da al oeste. Tiene la ballesta preparada... ¿Qué vais a hacer?

Aleena se siente mejor después del largo trago del vial de líquido ambarino. - Vaya después de todo va a resultar que era cierto que eran pociones de curación - piensa la muchacha.

Animada quizás por la euforia momentánea provocada por la pócima se pone delante de la puerta y dice - Eh! Piel-verde ¿de qué habláis? - pregunta mientras se coloca justo debajo del marco de esa puerta con la intención de bloquear el acceso de todos los orcos a la vez y que tengan que luchar de uno en uno. 

Cuando uno de los orcos se acerca, sin moverse desde su posición, le lanza un ataque con su maza pero ¡falla por poco!

- Maldita sea. Esto va a ser duro. - piensa para su fuero interno. - Axel! Dispara a los orcos desde mi espalda con tu ballesta! ¡Intentaré retenerlos aquí todo lo que pueda! - le dice a su compañero mientras tensa los músculos de las piernas y levanta su su escudo a la espera del contratataque de ese feo orco con una cicatriz en el ojo que lo hace más feo de lo que ya son.

Al no pensar en nada mejor, decides llamarles para presentar batalla en el dintel de la puerta. Con eso evitas que os rodeen o que se aprovechen de su número. La puerta no es muy ancha y solo van a poder luchar de uno en uno. Lo malo, es que pueden dar la voz de alarma y esperar a que vengan más refuerzos. Cuando les increpas, estos se levantan de sus literas y se abalanzan hacia vosotros con las porras que han cogido de sus cinturones. Gruñen y os enseñan sus dientes amarillentos. Una saeta sale disparada desde tu espalda, aunque Axel ha fallado su tiro. Lanzas un mazazo al primero que se ha acercado y fallas por muy poco, por escasos centímetros. Este, mirándote a los ojos fijamente y exhalando vapores etílicos por sus fauces, te intenta golpear con la porra, pero no logra ni siquiera rozar tu escudo. Ha sido un golpe pésimo, puede que debido a que esté alcoholizado el orco, cosa que vas a intentar aprovechar. Pero antes de que vuelvas a lanzarte nuevamente a la lucha, Axel vuelve a disparar a los orcos que se han quedado atrás esperando tener un hueco por el que atacar. Nuevamente, la saeta yerra en su destino.

El plan de momento funciona, los orcos se apilan en la puerta intentando entrar pero no pueden. Son demasiado grandes. Solo puede pasar uno de ellos a la vez. Uno de ellos intenta golpear a Aleena pero la muchaha ve venir el golpe y lo detiene con su escudo.

Pero empujan continuamente y la clériga tiene que hacer uso de todas sus fuerzas para no perder terreno antes esas viles criaturas. Con todo ese movimiento intenta acertar a uno de los orcos con su maza pero hay demasiado movimiento, demasiado azar, un caos en miniatura impera en ese dintel.

Los virotes de Axel sobrevuelan por encima de Aleena pero ninguno de ellos consigue clavarse en alguno de los atacantes.

- No lo entiendo! Son grandes como caballos! ¿Cómo puede estar fallando? - piensa nerviosamente la joven.

- ¡Por Ilsundal! ¡Axel! ¿Qué estás haciendo? ¡o comienzas a clavar esos virotes en carne de orco en vez de las vigas de madera del techo o vamos a tener verdaderos problemas! - grita la clériga mientras se esfuerza por mantener su débil posición.

La cosa se estaba poniendo fea. Los orcos empujaban con fuerza para entrar en la habitación. El golpe que intentaste darle volvió a fallar y eso hizo que el orco se riera y te escupiera babas a la cara. Una nueva carga de los orcos, hizo que estos te empujaran hacia atrás, consiguiendo entrar en la habitación. Mientras que tu contrincante te lanzaba un nuevo porrazo, que volviste a bloquear con tu escudo. Axel a tu lado te gritó:

-"¡Eso intento!"

Ahora, con los orcos ya en la habitación, se dividieron para atacar. Al que ya luchaba contra ti se unió otro, que te lanzó un porrazo desde un lado, a la par que de frente te atacaba el que ya tenías. Dando un nuevo paso hacia atrás, te protegiste con el escudo y paraste ambos ataques. El último orco avanzó hacia Axel y le lanzó un porrazo, pero este interpuso la ballesta y paró el golpe. Ahora os tocaba a vosotros contraatacar.

Axel dejó caer al suelo la ballesta y sacó de su vaina la espada larga que había cogido de la armería. Con una velocidad endiablada, descargó un potente golpe que casi le rebana la cabeza a su adversario. Este, cayó a plomo a sus pies, dejando un charco de sangre negruzca que se expandía por el suelo. Con gran valentía, se puso a tu lado y arremetió contra el orco que se te había puesto en el flanco. Este se giró hacia él, pero no evitó lo inevitable. Axel nuevamente impactó, dejándole una profunda herida en el pecho de la cual salía sangre a chorros. Nuevo ataque, nuevo adversario en el suelo muerto.

Cuando todo se había puesto en su contra, su compañero había salvado la situación sin ningún tipo de dudas. Su acción relámpago frente a los orcos había sido fulminante. La clériga a duras penas había conseguido evitar que los pieles-verdes no la hubiesen derribado a porrazos. No imaginaba que en un instante sus precaria situación se volviese a su favor. - Desde luego este Axel está hecho un jabato - piensa rápidamente la muchacha.

Inmediatamente, Aleena consigue encontrar un hueco en los ataques incensantes de su contrincante para descargar su maza en dos repetidos golpes sobre el orco pero ninguno de ellos consigue impactar en su contrincante.

- ¡Muy bien Axel! ¡Has estado fantástico! Ahora ayúdame con este de aquí que no hay manera de darle - le dice la joven a su compañero de armas mientras levanta su escudo con la esperanza de parar el siguiente porrazo de la vil criatura.

El intercambio de golpes no paraba. En un momento habían cambiado las tornas y los orcos caían a pares bajo el filo de la espada que empuñaba Axel. El orco restante, ahora ya no se reía, estaba serio, furioso. Miraba a sus compañeros caídos y un miedo atroz empezaba a marcarse en sus facciones. Lanzó un fuerte porrazo a Aleena, pero más para que esta se defendiera que para impactarla. Esperaba salir corriendo y huir para buscar refuerzos. Si se quedaba allí, le pasaría como a sus necios compañeros: acabaría muerto. Al defenderse Aleena, aprovechó para darse la vuelta y correr hacia la habitación donde instantes antes estaba tranquilamente contando chistes. Pero sus adversarios fueron más rápidos que sus piernas. Primero un mazazo en un costado y después un tajo en la espalda, acabaron con sus huesos espanzurrados en el suelo. Sus ojillos miraron la puerta que tenía a escasos centímetros antes de que todo se volviera borroso y oscuro, y su último aliento saliera de su cuerpo.

Limpiando en el cuerpo de uno de los caídos la espada, avanzó unos pasos hasta posicionarse en el dintel de la puerta. Se quedó escuchando, para ver si venían refuerzos, pero no escuchaba nada que lo indicara.

-"Bien niña, vámonos de aquí. La puerta de la derecha (oeste) es por donde se va a las minas, supongo que por allí estará la salida. Aunque me llevaron vendado a tu celda, intenté memorizar el camino. Tengo un buen sentido de la orientación. La otra puerta no sé a donde conducirá (este). No parece que venga nadie, no escucho pasos."

La habitación donde estaban los orcos tiene dos puertas, una al este y otra al oeste. Una antorcha alumbra la estancia, donde podéis ver varias literas en las paredes.

-Hoy te dejo que me llames "niña" aunque no me gusta. Te lo has ganado. ¡Vaya combate Axel! - le felicita Aleena a su compañero con una palmada en el hombro.

- No te dejes el arco -  le indica la muchacha al arco tirado en el suelo que el leñador ya se dejaba después del fragor de la batalla.

- Aunque vamos a ir por la puerta de la derecha (oeste). Antes de ir me gustaría inspeccionar la otra puerta (este) para ver que no nos dejemos nada importante o peor, algún poderoso enemigo a nuestras espaldas. También podría ser el lugar donde hayan encerrado a mi amigo Juancho. ¿Quién sabe? - dice Aleena con un tono curioso.

- Vamos a echar un vistazo rápido y sin armar mucho jaleo. Si no hay nada nos marchamos de aquí volando. - indica Aleena mientras se dirige a la puerta que se encuentra al este y comienza a abrirla despacio......