Partida Rol por web

Los últimos metros hasta llegar al puente los hacéis con un caminar lento, frenados por el horror que os produce la simple visión de la escena que tenéis delante. Dos puestos de vigilancia alemana a sendos lados de entrada al puente están ahora destrozados y vacíos, mientras que la alambrada que rodea el perímetro y puesto de guardia en el camino han sido derribados por completo. Como si una horda furiosa hubiese asaltado el lugar arrasando todo a su paso. Todo está plagado de cuerpos sanguinolentos, algunos todavía exhalando los últimos suspiros de vida en forma de gemidos suplicatorios para que todo acabe ya. Diversos puntos que habían sido protegidos con minas, han estallado y provocado dispares incendios que se han extendido hasta pequeños silos de madera y postes de comunicaciones cercanos. Abdómenes abiertos, extremidades arrancadas de cuajo, cuerpos calcinados, otros flotando sobre el Rin... Un auténtico exterminio.

Aquí y allá, algunos soldados nazis todavía con vida corretean y gritan sin control, atentos a horrores que sólo ellos son capaces de ver, pues sus perdidas miradas se pierden en el infinito y son incapaces de ver los obstáculos contra los que se tropiezan continuamente. De sus bocas, la misma palabra una y otra vez: "...gstarks...gstarks...gstarks..."

A lo largo de toda la estructura del puente, más cadáveres se agolpan. Hay alguna que otra bestia como las que habéis aniquilado hace poco también muerta, pero la inmensa mayoría son soldados. Al otro lado del puente, la situación no parece mejor. La ciudad, al fondo, brilla con la luz de los disparos y el fuego. El griterío retumba por todos lados como si las puertas del infierno se hubieran abierto y parece devolver la normalidad en Arnhem.

Algo os arranca de vuestros pensamientos. Es una voz. Una profunda voz que proviene de la oscuridad del camino que llega hasta el puente y hace tan sólo unos minutos habéis andado.

- Este no es vuestro sitio...

De la negra noche emana una silueta humana, cubierta por una túnica gris blanquecina que parece despedir un cierto fulgor cuando la luz de la luna incide sobre ella. Una capucha tapa el rostro, aunque por la voz masculina, sabéis que se trata de un hombre. Se para a una docena de metros de vosotros y entonces, un detalle capta vuestra atención. Ese hacha que lleva en la mano la habéis visto hace sólo un rato. Mientras, él continúa hablando con voz pausada, en un inglés con fuerte acento local.

- ... Tampoco es el suyo, pero por culpa de vuestra guerra, fueron liberados...

Tras él, aparecen más figuras. Esta vez, son bestias. Decenas de ellas. Se agolpan formando un gran tumulto que vibra con nerviosismo.

- ... Y ahora tienen hambre.

Somos tipos curtidos, pero.. este nivel de... masacre; ni en los peores momentos del norte de África, ni siquera al atravesar posiciones enemigas que fueron bombardeadas sin piedad durante días... esto es destripamiento, puro y duro... por los restos, queda claro que no han sido los nuestros, sino las criaturas...

También, con el recuerdo aún fresco de las imágenes que me forzó en mi mente la criatura hace un rato, puedo entender... lo que les pasa a los alemanes que van catatónicos, como aquel que encontrásemos antes en el bosque... tienen la mente bien jodida por algún tipo de ataque de estas alimañas... Solo puedo alcanzar a alertar a mis compañeros de ese peligro tan vago, pues soy incapaz de describirlo claramente con palabras...

-Muchachos, cuidado... esos seres, además de zarpas y colmillos, os pueden meter cosas en la mente, dejaros atontados con alucinaciones y visiones. Es lo que parece que les pasa a los alemanes que van por ahí dando tumbos y pisando sus propias minas...

De pronto, la presencia del ancapuchado, el que pensábamos que era un simple y apacible anciano... Y ... sabe lo que son estas cosas, y si está en medio de ellas tranquilamente,.... es que  las controla o le respetan; en ambos casos, mala cosa.... no es natural... Pero antes de pensar sobre ello, hay que actuar, ¡y rápido! pues una horda de seres parece que quieren que seamos su almuerzo. Si nos paramos a hablar con él,.... se nos comen las cosas estas!

-¡Mierda! ... ¡Avanzad!! ¡esos seres se nos echarán encima!! ¡rápido, al puente! ¡recoged cualquier arma útil!!

El puente... la ventaja que nos dará es que allí "solo" podrán atacarnos desde una dirección... al menos, podremos concentrar nuestro fuego defensivo llegado el caso...

Según avanzo hacia el propio puente, me desvío hacia el puesto de guardia "Amarillo", husmeando en busca de algo... una pala de infantería, grandas de palo alemanas, una ametralladora... pues tenemos un puñado de balas, muchas menos que sombras a nuestras espaldas. También empiezo a temer por el resto de la División... ¿serán victimas también de estas criaturas?

Nunca había visto algo así... ni si quiera me lo había imaginado. Naturalmente sabía que me podría encontrar con carnicerías similares, más de una vez mi padre me había contado las atrocidades que vio en la “Gran Guerra”, pero mi mente no era capaz de formarse ese cuadro, me era un concepto sumamente abstracto… hasta ahora.

Controlé mis nervios lo mejor que pude y seguí corriendo hacia el puente, intentando pensar únicamente en salvar la vida e ignorar los restos de los soldados germanos.

Esa voz tan tranquila, antinatural teniendo en cuenta la situación, me hace mirar para atrás un segundo… y lo veo. Como salido de una de esas historias de terror que se cuentan alrededor de una fogata. El viejo, el mismo viejo que tomé por un simple granjero, al frente de aquella horda de bestias… por un segundo se me pasa por la cabeza dar la vuelta y dispararle. Pero no, ¿qué ganaría con eso? Parece ser quien controla a esas cosas… y quién sabe qué podrían hacer fuera de control.

Aprieto aún más el paso hacia el puente, siguiendo las órdenes del sargento. Lo sigo cuando se desvía hacia el puesto de guardia, es probable que allí encontremos armas… y las necesitaremos si es que queremos salir vivos de esta.

Alcanzar el puesto de guardia es algo que conseguís en pocos segundos y allí, sobre una banqueta de madera, un soldado nazi araña la pared con sus dedos destrozados, ya sin uñas, mientras deja unas manchas de sangre en forma de líneas paralelas. Su tez es pálida, y la mandíbula, desencajada y con un hilo de baba que le cae sobre sí. Sus suspiros son intermitentes. Su cuerpo no es más que un contenedor de su locura, que ya no encuentra la coherencia ni para pegarse un tiro y acabar con su sufrimiento.

Enfrente, una emisora de radio Úrsula sobre una rústica mesa de madera. También unos documentos desperdigados, un tampón de sellar y un cenicero con una esvástica con colillas. En la pared hay un mapa de la zona, una foto enmarcada de algún cargo importante, al parecer, del ejército enemigo, y una pequeña bandera con una, de nuevo, esvástica.

Abajo, a los pués, una pequeña caja con munición para diferentes armas.

"Pobre diablo... ya se por lo que ha pasado" ... pienso cuando veo al alemán del puesto de guardia... Si no le matan, es carne de manicomio...

-Dejemos a este en paz; bastante tenemos encima, y no va a ser un problema para nosotros.

En un vistazo rápido a lo que hay en la sala... me hago una idea rápida de con lo que hay que arramblar: arranco el mapa del sector; llegado el caso, a los de la Sección de Inteligencia les puede resultar interesante. Meto la mano en el cajón de municiones, y saco un par de peines para Mauser... "¡Maldita sea... podrían tener granadas, o una MG-42! , nos habría venido bien potencia de fuego! ... pero es lo que hay" , pienso

Más interesante, una radio.... por probar no se pierde nada...

Rápidamente me llevo los cascos al oído, selecciono una frecuencia de las que usamos, e intento contactar con los nuestros.... supongo que no tendrá demasiado alcance, y que los americanos en Nimega estarán fuera de su rango.

-"Aquí Arnhem, aquí Arnhem!" A la Primera Paracaidista. ¿Alguien a la escucha? Aquí paracaidistas en el puesto sur del puente. ¿Me recibe alguien? ¡Cambio!

... apenas tendremos unos segundos para un intento desesperado antes de tener que salir..., pero es la primera opción que encontramos para comunicarnos con la División. Mantengo la escucha por unos instantes, pero solo me llega el sonido de la estática, mientas, miro a mis compañeros, para asegurarse de que no se relajan y que podemos salir de aquí en unos instantes....

Los adjetivos se quedan cortos, y el cabo Gerald no es capaz de articular palabra mientras sigue a sus compañeros entre los cadáveres alemanes hasta la cabeza del puente. Ni siquiera se fija demasiado en lo que tienen por delante, el afamado puente, ni en qué pueda haber al otro lado. Cuando la figura del viejo encapuchado se revela tras ellos, Thomas lo mira maquinalmente. No parece atemorizado; se diría incluso que empatiza con el hombre que, se diría, lidera a aquellas bestias, o les sirve de cicerone en este mundo. Porque, si algo está claro, es que las bestias no lo son.

Sigue callado los pasos de Carradhie, y se queda en la puerta de la garita, observando a las bestias que se acercan lentamente. Apenas echa una mirada dentro.

-No se deje los documentos, sargento. Cógelos, Dwain.

Su voz suena con una tranquilidad incongruente. Sige mirando detenidamente a aquellos seres que quizás se llamen "gstarks". Repasa en su pobre repertorio de alemán si la palabra le suena de algo. Y los mira y remira, impasible, casi con curiosidad, buscando quién sabe qué; una descripción precisa, un punto débil o algún tipo de rasgo distintivo en su comportamiento. Si son bestias cazadoras, o si hay algún rastro de inteligencia en su conducta. Si el viejo los mueve de alguna manera a su voluntad, o si los guía con más temor que otra cosa. En definitiva, si deberían correr como alma que lleva el diablo, o hay alguna otra alternativa.

Siempre detrás de Carradhie, seguí corriendo endiablado, por momentos miraba hacia atrás por lo que pude darme cuenta de la voz y la silueta. No quería saber más, no quería estar allí, ni el Diablo mismo nos depararía este sufrimiento, ¿acaso estamos en el puto Limbo ya?, esta pesadilla no daba término y cada vez las cosas se volvían horribles. Apenas si alcancé a escuchar al viejo ese que estaba entre las bestias, solo pude gritar en lo que sería un gran desahogo:

-¡QUE TE LLEVE EL DIABLO, PERRO DE MIERDA!- Seguí adelante, hacia donde el resto seguía, esas criaturas sabían donde estábamos. No importaba lo que les dijéramos.

Y.. y... ¿y esos son cadáveres?, no todos lo eran, algunos de esos germanos tenían la cabeza frita y no paraban de decir esa frase. Y estaban apilados, y eran muchísimos. Estas son... Son sus defensas...

Estaba descorazonado, me senté en el suelo dentro de la garita, frente al pobre germano. Nunca pensé que iba a tener tanta lástima por él como ahora, ese podríamos ser nosotros en unos minutos más. El dolor comenzó a aflorar de la mordida, ya había pasado un buen tiempo sin que sintiera prácticamente nada por el shock adrenalínico, decidí revisarme mientras Carradhie estaba en la radio. Aún así seguía teniendo los nervios a flor de piel como para razonar algo la situación.

-Carradhie, probablemente hay algún escuadrón que pueda bombardear nuestra posición. Tengo dos bengalas para marcar- Le dije, sabía que esta noche iban a haber patrullas aliadas en el sector según Inteligencia. Quizás sea nuestra única esperanza.

-¿Alguien podría tomar balas para mi Sten?- No iba a alcanzar a agarrar balas por mi mismo.

La radio crepita, como cuando se siente un nuevo latido en un corazón que había dejado de latir, y después de un confuso ajetreo al otro lado, una voz enérgica contesta al sargento:

- Aquí el Comandante Bernard Montgomery del ejército de las Fuerzas Armadas de su Majestad. Identifíquese. Repito. Identifíquese. Cambio.

Thomas Gerald se mueve a gran velocidad mientras tanto. Mapas, documentos... Todo puede ser útil, así que los introduce con el cuidado justo que le permiten las prisas en los bolsillos de su uniforme. Está convencido que será de gran ayuda para el devenir de Europa en los próximos años.

Edward Harris va dejando un camino marcado por gotas de sangre allí por donde pasa. Nota en su cuerpo algo de frío, mientras que la herida le arde. Quizá pueda aguantar un par de horas, pero necesitará ayuda médica pronto antes de perder las fuerzas por completo y convertirse en una carga para sus compañeros. Mueve en su mano dos bengalas frente a su sargento, a la espera de instrucciones.

El soldado Tays, dispuesto a ayudar a su grupo, está parapetado en la puerta de la garita a la que ha llegado tras David Carradhie, controlando la distancia del inquietante encapuchado y la horda de bestias tras él.

Sin poder evitar el factor sorpresa, uno de esos seres ha aparecido por la parte trasera de la garita y ha caído sobre el techo. Posa sus manos desde allí arriba sobre la sien del sorprendido soldado, desatando una pesadilla en su mente. Como si le lanzaran violentamente fotografías olvidadas a su cerebro, recuerda cómo traicionó a su colega Gerald quedándose esa noche a solas con Penny, ve de nuevo a Lewis, su amigo de la infancia, convertido en un delincuente callejero hasta que decidió volarse la tapa de los sesos para no volver a prisión, también imágenes de horribles seres viscosos moviéndose por túneles subterráneos, niños ardiendo... Aquello causa heridas psicológicas que jamás curarán en la mente del joven soldado, apenas consciente de las mandíbulas de una segunda criatura que se clavan en su muslo derecho y le parten el fémur con un horrible crujido.

El resto de criaturas corren hacia la garita, perdiendo de vista al tipo encapuchado entre la oleada que se avencina. Los segundos se precipitan y ya no hay lugar para la indecisión. La muerte está presente esta noche sobre Arnhem.

Recuerdas al momento algo que habíais olvidado: la intención de los alemanes de volar el puente al día siguiente para evitar la entrada de tropas aliadas a la ciudad de Arnhem. El ataque sorpresa durante la noche debió desbaratar dichos planes, pero al fijarte, logras ver por la ventana de la garita cómo ya lo tenían todo listo. Adheridos al puente, bloques de TNT están repartidos por doquier, listos para reventar la estructura.

-¡Joder!!!!

.. es lo que alcanzo a exclamar al ver el ataque a Tays; veo como la primera criatura le hace una "imposición de manos" en la cabeza... entiendo lo que está haciendo... intenta... ideotizarle o algo así... por un instante dudo de si estas cosas se alimentan de joder la mente a la gente, o si lo hacen de la propia carne; las dudas se disipan cuando veo la dentellada que le pega el otro en el muslo, y sobre todo, cuando oigo el ruido del hueso roto...

-¡Metedle dentro!!  ¡Harris si tienes la granada alemana aquella, tírala fuera!!, y las bengalas de humo verde! no hay tiempo para más!!!

... vamos a reunirnos con el Creador en segundos... al menos, tenemos solo una puerta de entrada, y un ventanuco: dos puntos de entrada, y estamos rodeados, por lo que no hay posibilidad de salir por detrás, y tendríamos quye dejar a Tays tirado... va a ser que no; nos tocará morir matando...

-Disparad a esos cabrones según les veáis asomar el morro! a esta distancia no se puede fallar!!!

.. en este momento, oigo una voz por la radio, pues no me he quitado aún los cascos...

joder... el mismísimo Monty al aparato?? ... se que a veces se aventura cerca de la vanguardia... en especial para meter palos a los jefes de División cuando piensa que van más lentos de lo que debieran... no deben estar a demasiadas millas.... No hay tiempo, y no quiero dar información que le lleve a pensar que nos hemos vuelto locos, pues nadie se creería lo que está pasando en realidad....

-¡Aquí Sargento Carraghie!, ¡Señor! ¡Primera Aerotransportada, Segundo de Paracaidistas, primera Compañía!, en el acceso Sur del puente de Arhnem. ¡Solicitamos apoyo aéreo o artillero inmediato sobre nuestra propia posición!. Señalizamos con humo verde. ¡Repito: fuego sobre nuestra posición ,acceso sur puente Arnhem, humo verde. Combatimos cuerpo a cuerpo. Lo necesitamos YA!  ¡Whoa Mohammed!!!  ¡Cierro!

... no puedo esperar confirmación... me quiro los cascos, levanto el fusil, y disparo a bulto a las cosas que se agolpan ante la puerta... a escasos pasos, ni hay que apuntar; cada bala es imposible que encuentre un huevo por el que escapar del muro de carne que tenemos delante... a alguna criatura dará.

Miro por un instante a los míos; han oido mi orden de fuego, es la última opción... solicitar que nos machaquen con todo, y rezar para sobrevivir al infierno. No he podido dar más clave de autentificación que nuestro propio grito de identificación, el mismo que usamos desde África, el que también conoce Monty. Confío en que los Typhoon, si el tiempo lo permite, estén orbitando la zona en espera de órdenes de apoyo, o que algunos bombarderos americanos anden rondando la zona. Hasta me conformaría con que la artillería del XXX Cuerpo estuviese en posición a la espera de órdenes de fuego!... porque a esta distancia, no se puede discriminar, tienen que apuntarnos a nosotros mismos.

Y lo peor... no hemos tenido noticias del resto de nuestra División: espero que no se hayan tenido que enfrentar a esto mismo...

Me encontraba cubriendo la puerta de aquel puesto de guardia cuando me cogieron. Quizá fue por los nervios, quizá porque mi cabeza estaba en la masacre que acababa de presenciar o en la ayuda que podríamos conseguir gracias a esa radio… o quizá, simplemente, era algo inevitable.

Me pillaron por sorpresa. El primero me agarró de atrás, desde el techo, de donde menos me los esperaba venir. “Os pueden meter cosas en la mente” había dicho el sargento… eso fue lo último que pensé antes de que la pesadilla comenzase.

Estaba empuñando la colt, listo para disparar, pero cuando aquello tomó mi cabeza entre sus zarpas mis brazos cayeron a los costados de mi cuerpo, laxos. La pistola golpeó el suelo. Y sentí mi consciencia volar. Volar alto. Lejos. La sentí ser arrastrada por un torbellino de imágenes… cada una peor que la anterior.

La noche en la que traicioné la confianza de un hombre al que hoy llamo amigo pasó ante mis ojos; el suicidio de Lewis, así como todas las penurias por las que lo vi pasar; la primera paliza que nos dio mi abuelo a mi madre y a mí; mi padre, furioso, enfrentando al suyo… y luego todo se degeneró. Imágenes que nunca había visto, probablemente alucinaciones creadas para destruir mi psiquis. Imágenes de muerte, de abominaciones… La niña me quedará grabada a fuego hasta que muera. Una niña de unos tres, cuatro años, tirando una muñeca, corriendo hacia su madre, que yace en el suelo. Abrazándola, pidiéndole por favor que se levante. El fuego cubriéndolo todo. Los gritos…

De pronto un ramalazo de dolor me sacó de aquel trance infernal. Otro de los monstruos llegó hacia mí y hundió sus colmillos en mi muslo. Lancé un grito mientras caía de rodillas… no, no lancé un grito, continué gritando. ¿En qué momento había comenzado a gritar? Aparentemente había perdido todo control sobre mi cuerpo…

Como sea, esto era dolor físico. Y al dolor físico no soy ajeno. Intenté forcejear, patear al que tenía en frente con la pierna buena, arrastrarme dentro de la garita, quitarme las manos de aquello de encima antes de que esa tortura, tortura que, si conseguía salir vivo, me perseguiría durante todas las noches, comenzase de nuevo. Lo intenté con todas mis fuerzas… pero no lo conseguí. El cuerpo a cuerpo nunca fue mi fuerte, lo mío es la distancia.

Vio a Dwain caer, quebrado y quebrantado, y no pudo contener un ronco gemido. ¿Por qué no le hizo caso y recogió aquella documentación? ¿Por qué se había lanzado él mismo dentro del cuartucho, ansioso, a por ella? Ciego de furia, sin pensarlo, empotró la boca del rifle en la bestia que mordía a su amigo y apretó el gatillo. Como había dicho el sargento, era imposible fallar.* Mecánicamente tiró de Dwain y apretando los dientes lo arrojó al centro de la habitación, cerrando la puerta de una patada y luchando para empujar una voluminosa mesa para bloquear la puerta, si no completamente, para al menos dificultar el acceso y usar la rendija para tirar a bocajarro sobre lo que se atreviera a arrimarse.

Se dio la vuelta resollando, mirando al Carradhie. El aire suplicante de la mirada no era nuevo para el sargento; lo había visto muchas veces y venía a significar algo como "ojalá no se equivoque, señor", porque el instinto le gritaba, les gritaba a todos, que corrieran afuera, hacia el río, sin mirár atrás. Sin embargo, se quedarían donde estaban. La única razón válida para el cabo Gerald era una orden de su superior directo, más la de un hombre al que además respetaba por su buen criterio y recio carácter.

A toda prisa dejó la mochila en el suelo y empezó a extraer el material explosivo que portaba.** -Necesito medio minuto para armarlo -dijo, mirando a Harris y Carradhie con la neutra determinación del que conoce su oficio-, y luego vía libre para salir a lanzarlo, si no se os ocurre otra opción. El segundo artefacto nos lo reservaremos para el último que quede con vida aquí dentro y aquellos esbirros de Satanás que se le echen encima. De despedida.

Thomas no era de esos soldados sarcásticos ni bravucones, ni de los cínicos amargados por las vivencias de la guerra. No tenía madera de héroe, ni una especial vocación marcial. Era un paracaidista con cierta experiencia y sabía cuál era su tarea. Morir en combate no le parecía un sacrificio demasiado especial; lo había visto demasiadas veces ya, con frecuencia en situaciones absurdas y sin ningún sentido. En cuclillas, manipulaba rápido y con seguridad el cableado, las cintas de sujección, los detonadores y los cebadores, ajeno al pandemonium que se cernía sobre el pequeño puesto alemán de guardia.

-Ya podía pensar un plan B, sargento -farfulló entre dientes, trabajando a toda velocidad; sujetaba una espoleta entre los labios, y no apartaba la vista de una lata de carne en conserva de diez libras que los alemanes habían reciclado como papelera.*** -A lo mejor estos bichos tienen alergia al agua y el río es nuestra salvación.

-Gerald, espera, déjame la bomba a mi. Yo la activo- Le dije, sabía perfectamente que no tenía mucha experiencia en eso, pero si podía activarla como última orden. Tays estaba mal, pero considerando mis fuerzas y él, el chico podría salir vivo de esta, yo ya no.... Una lágrima comenzó a salir por mi mejilla.

Es raro, desde que mi hermano murió en los bosques belgas no muy lejos de aquí, me coloqué como misión llegar hasta Berlín y llevarme a cuanto germano se me pusiera en frente. El Maghreb, y luego Italia comenzarían a cambiarme, endurecerme, ya no veía mucha expectativa de vida en estos novatos. Pero, el miedo, este miedo infernal que no podía sino superar a todo lo que esos fascistas podían lanzarnos, era otra cosa. No se la deseaba ni a estos pobres bastardos germanos, esto era mucho mayor que esta mierda de guerra.

Si tenía que morir, al menos que ellos salieran vivos. El dolor iba en aumento, tenía mis dudas si fuera a llegar a salir vivo del puente.

-David, llévate a Gerald y saquen a Tays al otro lado del río o arrójense al agua. El puente esta lleno de bombas alemanas, podemos acabarlos, pero uno de nosotros tiene que activarlo, ustedes pueden lanzar mis bengalas- Tomé por el hombro a Carradhie para que me mirara. -Llévatelos, yo ya estoy muerto y no tendré fuerzas para llegar a un hospital; lleguen al puente y salten- 

Lo solté y le mostré las bengalas a la cara. -Yo activo los explosivos en cuanto ustedes salten y crucen el río. Ustedes tiren las bengalas-

-Harris, no me toques los huevos. Las bombas son cosa mía. Y no te pongas dramático, saldremos de esta; heridos, pero saldremos.

El exabrupto de Thomas no iba mucho con su personalidad, de natural afable. Era notorio que Harris y él no eran muy afines, pero los cabos siempre se habían tratado con el respeto debido y hasta con cordialidad. Sin duda, el cansancio, el miedo y la desesperación empezaban a hacer mella. O quizás se trataba de una de esas manías que a veces generan los combatientes, como usar su propio tenedor para comer el rancho o hablar a su fusil como si fuera su novia. Chifladuras. El caso es que siguió con lo suyo haciendo caso omiso a la solicitud de Edward Harris, mientras fuera sonaban golpes y siseos cada vez más cercanos y amenazadores...

La garita es ahora una trampa mortal, tanto por la horda de criaturas como por las ráfagas de balas que salen en todas direcciones a través de la puerta y la ventana. David Carradhie lanza unas instrucciones al comandante a toda velocidad, esperanzado que éste las haya recibido correctamente antes de cortar la comunicación. Pero no tiene tiempo de comprobaciones. Su colega Dwain Tays está rodeado de aquella escoria con la pierna destrozada y su mente muy lejos de allí, así que reparte plomo para liberarlo. Los fogonazos consiguen abrir un paso por la estrecha puerta y llegar hasta su fiel soldado y cargarlo al hombro. Thomas Gerald, que se dirige también al exterior, hace lo mejor que sabe hacer: prepara los explosivos para reventar a quien se ponga por delante, mientras que Edward Harris tiene listas las bengalas para señalar la posición a la ayuda que ha pedido el sargento.

Los segundos se vuelven horas cuando te ves obligado a tomar decisiones de las que dependen tu vida a cada segundo. Es increíble lo que el ser humano es capaz de hacer en situaciones límite. Cargando a hombros al malherido soldado Tays, el Sargento Carradhie inicia la carrera hacia el interior del puente casi por instinto de supervivencia para huir de la estampida de muerte que les sigue, seguido de Gerald cargando los explosivos y por último, Harris, que se detiene un segundo para lanzar una bengala al inicio del puente, junto a la garita, de la que comienza a salir chispas y un espeso humo amarillo que retrasa a las bestias.

Los monstruosos seres se han detenido unos segundos con el soldado alemán del interior de la garita, pero otros ya están tomando el puente. Algunos corren tras vuestros pasos, y otros trepan por los pilares para tomar posiciones elevadas. A lo lejos, el tipo encapuchado observa cómo se desarrollan las cosas, como si todo obedeciera a sus propios deseos y sabe que pronto las criaturas volverán al agujero del que han salido y él al calor de la chimenea con su leña recién cortada.

Abajo, el Rin refleja mil imágenes deformadas de la luna, y emite un sonido encierta manera, tranquilizador.

Al otro lado del puente, Arnhem, asediada por las criaturas, que ahora están tomando posiciones en el puente, dejándoos sin escapatoria.

Me dejó sorprendido la reacción de Gerald. Ojalá tenga un temporizador esa cosa. Lo dejé por momentos y decidí seguir a Carradhie en estampida para ayudar al desgraciado de Tays, con las fuerzas que se iban a cada momento que seguíamos allí, aún así pude ayudar a golpear y dispararle a los pies a la criatura que le destrozó la pierna. No iba a arriesgar a dispararle accidentalmente al novato. Lo suficiente como para darle a Carradhie tiempo para llevárselo a cuestas.

-¡Al centro del puente! ¡Sigan adelante!- Les grité mientras me volteaba a ver como la garita era asediada por estas bestias, los últimos chillidos desgarradores del alemán que olvidamos. El pobre había servido de carnada para ellos. Y allí estaba el viejo. Lo miré con odio, así que lancé la primera bengala entre él y la garita. Iba a dejar la granada de palo que me guardaba para después.

Me di la vuelta y me enfoqué en ver qué pilares tenían explosivos germanos mientras seguía corriendo junto a los muchachos. Allí se me fue el corazón y los latidos a la garganta al ver que, por el otro lado del puente, habían más bestias, las que habían matado a nuestros colegas y enemigos por igual durante la Batalla de Arnhem. Irónico, la destrucción del puente con esas bestias podría salvarle el pellejo a nuestros refuerzos, pero cumpliría la defensa alemana.

-Hay que saltar al agua. ¡David! Tírate junto a Tays, tu tienes fuerza para ayudarlo, Gerald y yo podríamos hacer estallar este lugar con esos bastardos- Mientras decía eso, lancé la otra bengala a unos metros alejado de nosotros, pero hacia la otra dirección del puente.

Traté de respirar, pero mi moral ya estaba por los suelos, no quedaban muchas opciones, y definitivamente reventar este puente con los bastardos era mejor que dejarlo intacto y que se devoren a más de los nuestros.