Alétheia hacía recuento junto a la elfa de lo que había en la habitación mientras escuchaba a Roldare atónita. Al final se confirmaba lo que se había imaginado, posiblemente iluminada por la gracia del Débil.

- Raciones para 5 días...- Dijo pensativa.- Claro que he escuchado a Roldare y trataré de buscar a su hermana, pero tampoco podemos precipitarnos.- Se excusó frente a la exploradora impetuosa. Normalmente los elfos eran más calmados teniendo en cuenta la gran longevidad que se les otorgaba, pero Hostawen era joven.- Por los recursos que nos han dejado aquí parece que la cripta es grande.- Ahora miró a Roldare y, con cierta decepción, a Rhylen.- Vosotros estabais metidos en esto, ¿cómo de grande es la cripta? ¿Cuánto se tarda en explorarla?- No era lo único que preocupaba a la sacerdotisa. ¿Qué era ese horror parlante del que hablaba Roldare?- Si  un ser maligno capaz de levantar a los muertos y comandarlos está implicado la misión ha cambiado totalmente. Estoy cansada del viaje y vosotros heridos.- Canalizar la impetuosa energía del Débil era algo agotador y, aunque aún tenía fuerzas, no pensaba que derrocharlas fuera lo apropiado.- Yo propongo quedarnos aquí a descansar, parece un sitio seguro, dentro de lo que cabe, y cuando hayamos descansados llegar al fondo de todo esto. así podría curaros las heridas.- Dijo tratando de hacer entrar en razón a sus compañeros mientras se comía una de las raciones frías.

La elfa se desesperaba con el grupo, una gorda que sólo pensaba en comer y con aire de grandezas, un borracho que sólo pensaba en el vino y el joven Sigmund, que aún parecía el más cuerdo del grupo. -No te comas todo...- dijo la elfa. -Intenta reservar por si hay supervivientes.- le sugirió. Pensar en los demás debía ser una prioridad para una sierva del débil, no parecía tanto para ella. -Yo no me quedo, cada segundo en esas criptas reducen la posibilidad de que vuelvan con vida. Quédate aquí pues. Está bien que alguien se quedé con Roldare...-  dijo la elfa mientras guardaba todos los cachivaches...

Al ver como dos de los integrantes del grupo de rescatadores pretendía seguir su camino, Roldare detuvo a Alétheia sujetándola por su rollizo y blanquecino brazo. ¡Es...es...grande y muy peligroso si no se conoce el camino! Yo...yo os esperaré aquí, sí. Os habíamos dejado todo eso por si necesitabais descansar. - El muchacho resopló y trató de limpiarse las lágrimas. Si hubiésemos tenido todo preparado seguro que os hubiese llevado varias horas explorar todo. No sé dónde está la llama eterna pero...seguro que ese malvado ser no se encuentra muy lejos de allí. Puede que incluso mi hermana esté retenida... - Su discurso se interrumpió cuando de nuevo las lágrimas afloraron en sus ojos al evocar el recuerdo de su hermana. -  Ohhh Dimira...

Hostawen y Rhylen dejaron atrás al grupo y se dirigieron hacia la habitación desde la que había venido el escarabajo gigante. Cautos y con paso sigiloso se asomaron al interior de la cámara. El olor a descomposición y suciedad no provenía únicamente del cadáver medio devorado que yacía inmóvil en el centro de la misma. En una esquina, una pila de residuos, entre los que se encontraban huesos, tapices carcomidos y excrementos, se elevaba más de un metro sobre la pared. La joven exploradora no tardó en deducir que aquel era el nido del escarabajo bombardero y que, aunque pudiese parecer lo contrario, había sido construido pocas semanas atrás.

Existían dos salidas de la habitación, sin contar por la que ambos compañeros habían entrado: unas escaleras que descendían a un nivel inferior de la cripta, y una puerta cerrada. No fue difícil deducir que el escarabajo había llegado hasta allí proveniente de los niveles inferiores, a no ser que hubiese aprendido a abrir y cerrar puertas.

Parecía haber división de opiniones con respecto a las propuestas de descansar unas horas en la sala donde habían encontrado al desquiciado Roldare. Rhylen era más partidario de la propuesta de la pitonisa, no sabían los peligros a los que se tendrían que enfrentar a partir de ahora y el estado físico del grupo no era demasiado alentador… Esos pensamientos no se vieron más que reforzados cuando el viejo Rhylen vio como estarían obligados a descender al piso inferior como próximo movimiento… - Debemos estar en plenas facultados una vez bajemos ahí abajó, comentó con Hostawen, que había decido acompañarle y su ímpetu le animaba a continuar a pesar de los riesgos. – Con las habilidades curativas de Alethéia podríamos sanar nuestras heridas y así afrontar con más seguridad los peligros de la cripta, muertos no seremos de ayuda ni para Dimira ni para cualquier aldeano que se encuentre ahí abajo atrapado…, comentó intentado hacer recapacitar a la elfa.

Aún quedaba, no obstante, una última puerta que explorar en la sala. – echemos un vistazo ahí y volvamos con los demás, propuso. Rhylen se aproximó a la puerta y como en la ocasión anterior trató de detectar algún sonido al otro lado después de haberla estudiado meticulosamente. – Estate alerta, voy a tratar de abrirla… 

La elfa recapacitó sobre la idea de bajar, aunque le afanase la idea de ayudar a Dimira tampoco podía poner en riesgo la salud de sus compañeros. La oronda pitonisa ya había tenido un par de percances y tenía todo el derecho a descansar tras la proeza que había realizado con los esqueletos. Sin duda el Sr. Carsson, como lo llamaba cariñosamente Alétheia, era un borracho, pero también era sabio y un magnífico luchador. Había dado muerte a aquel escarabajo de un sólo golpe. Sigmund también había destrozado varios cadáveres y algún lobo lo había hecho papilla. Aquel arma era lenta y pesada, pero si te cogía te hacía añicos... La elfa sentía la necesidad de esforzarse más y más por demostrar que estaba a la altura del grupo y que no se sentía rezagada, pero ese afán de superación podía ser su perdición. -Está bien...- dijo sumisa a Rhylen. La elfa se preparó con el arco para prepararse por si el venerable le necesitaba...

La puerta se abrió tras un pequeño empujón. No estaba cerrada con llave pero la humedad imperante había hinchado de tal manera la madera que ésta había acabado encajándose fuertemente contra el marco. Para alivio de ambos compañeros, nada sucedió. Una tenue claridad llegó hasta los sensibles ojos de la elfa y, junto a ella, el inconfundible olor de una hoguera y de la carne humana quemada. La apertura de la puerta hizo que una densa nube de humo escapase del interior del pasillo haciendo que Rhylen y Hostawen se viesen obligados a entrecerrar los ojos para combatir el escozor que éste provocaba.

Las intenciones de Rhylen para hacer una entrada sigilosa en la nueva sala se fueron al traste al tener que hacer uso de la fuerza. Por suerte no pareció alarmar a nadie… o nada, y excepto el humo proveniente de una especie de hoguera del interior todo parecía tranquilo. Esa tranquilidad pronto se vio truncada cuando comenzaron a percibir el olor a carne quemada, carne humana probablemente… - Shhh, con cuidado, esto no me gusta…, comento en un tono casi inaudible a su compañera elfa.

Rhylen se pegó a la pared y, casi arrastrando los pies, se aproximó a la esquina del pasillo con la intención de echar un fugaz vistazo a lo que ocurría en aquella sala.  

La elfa seguía al viejo sr. Carsson. Cuando el humo llegó a su nariz ya sabía que se habían quemado cadáveres, cosa que resultaba bastante extraña. ¿Quién quemaría a una persona? ¿Estaría viva cuando esto sucedió? Necesitaban más pruebas para resolver todas las dudas acerca de ese olor, cuando el sr.Carsson dio su acertado comentario sobre el peligro, algo que se había percatado varios minutos atrás la elfa. Así pues, Hostawen avanzó dejando que el Sr. Carsson fuese el primero que tuviese el primer contacto con el peligro y preparada actuar en caso de ser necesario...

- ¿Y oscuro?- Preguntó angustiada a Roldare acerca de las catacumbas. ¿Y si su padre era el culpable? Pero no podía asustarse más que el pueblerino así que se irguió y se recompuso sacando fuerzas de flaqueza. Rhylen y Hostawen salieron para acabar de explorar el resto de esa planta. Alé aprovechó para interrogar a Roldare un poco más.- Sí, tú nos esperarás aquí. No te preocupes pero, cuéntame, Roldare, cuéntame todo lo que sepas sobre ese horror parlante? ¿Lo has visto o sólo escuchado? Cualquier pequeño detalle podría servirnos.- La Pitonisa sabía que la información era poder y cuanto más pudiera sonsacar al aterrorizado Roldare mejor.- ¿Cuántos más estabais aquí además de tú y tu hermana?

Los restos aún ardientes de una hoguera chisporroteaban en el centro de la amplia sala dejando escapar de ellos una fina columna de humo gris. Ésta bailaba mecida por la corriente de aire que entraba, ahora, desde la habitación en donde habían descubierto al escarabajo bombardero. Aún viéndose el aire renovado, la sala continuaba tan cargada de humo que los ojos escocían enormemente, dejando reducida la visión considerablemente.

Las brasas de la hoguera estaban alimentadas por los restos de dos cuerpos humanos, o más bien sus esqueletos.  Por los restos identificables de éstos se podía deducir que se trataba de dos lugareños de Kassen y que, para horror de Rhylen y Hostawen, sus cuerpos habían sido descuartizados por las mismas herrumbrosas espadas de los esqueletos. 

¡Oh! Sí, está muy oscuro...el padre Prast dijo que debía ser así. Sólo la luz de la Llama Eterna debe guiar vuestros pasos hasta ella. - Contestó aún encogido contra la pared. Los dos compañeros no sabían si, además de por el evidente miedo a que aquel horror regresase, lo hacía porque por primera vez era consciente de que se había orinado encima más de una vez.

¡Es un ser horrible! – Dijo refiriéndose al muerto viviente entre pucheros que anunciaban un inminente llanto. ¡Es una criatura maligna de huesos descarnados que recorre los pasillos seguido por una hueste de esos…esos esqueletos! ¡Viste con una armadura negra y su risa es tan fuerte que…podría matarte! – El enturbiado juicio de Roldare hacía que fantasía y realidad mantuviesen en su mente una enconada lucha, no dejándolo distinguir entre sus propios recuerdos y las pesadillas sufridas durante esos dos días de cautiverio.

Éramos doce en total. No sé qué habrá pasado con el resto…sólo pude escuchar sus gritos de dolor…y…y… ¡no pude hacer nada! – De nuevo el joven estalló en lágrimas. ¡Sólo quiero volver a casaaa!  ¡Oh Dimiraaa ven prontooo!

Tanto Alétheia como Sigmund fueron conscientes de que, pasase lo que pasase con su hermana, la mente de Roldare no sanaría nunca después de aquel trágico episodio.

La elfa escrutaba con cuidado todos sus pasos, avanzaba tras el anciano humano atendiendo a los peligros que pudiesen esconderse tras la esquina. Por suerte no había peligros sólo una humareda y unos cuantos campesinos que encontraron su final demasiado pronto. -Más aldeanos... Esto comienza a convertirse en una pesadilla...- dijo apenada la elfa. El humo le dificultaba la visión y le provocaba escozor en los ojos, casi lagrimosos impedían ver unos metros más allá...

El avance por el pasillo provocaba cada vez más escozor en los ojos debido al intenso humo. Rhylen se tapó la boca y entrecerró los ojos tratando de luchar contra él. Una vez llegó a la esquina del pasillo hincó la rodilla en el suelo y miro hacia la sala tratando de descubrir qué alimentaba las llamas de esa hoguera. – Dios mío…son más aldeanos de Kassen, comentó apenado a Hostawen. La visión de los cuerpos descuartizados y calcinados no era plato de buen gusto a pesar de que el guerrero hubiese visto terribles atrocidades a lo largo de su miserable vida.

Tras esa horrible escena, Rhylen trató de avanzar un poco manteniendo su cuerpo agachado. Intentaría descubrir algo más en aquella habitación antes de que el humo de las llamas terminara invadiendo sus pulmones. 

El joven soldado aguardaba en la habitación donde la Pitonisa intentaba calmar al desquiciado muchacho que se había presentado como Roldare. -Tiene que haber visto cosas terribles para llegar a tal estado de locura... - pensaba para sí, sintiendo pena por aquel desgraciado.  Ahora tenían conocimiento de que la cripta era mucho más grande de lo que habían imaginado en un comienzo, llevaría varios días explorarla. - Estaré pendiente desde acá,  griten si se presenta algún problema - Les hizo saber a la elfa y al veterano Rhylen cuando ambos salieron a revisar la habitación contigua.

Sigmund permanecía en el umbral de la puerta mientras sus ojos observaban el pasillo y la habitación, en un vaivén constante para estar atento a cualquier cosa. Su cuerpo,  acostumbrado a arduas tareas, empezaba a sentirse cansado por el esfuerzo que había hecho hasta el momento.

- Deberíamos ir con ellos, el chico no se moverá de aquí.  Vamos, veamos que más encontramos y luego descansaremos Alétheia.- Finalmente rompió el silencio y le habló a la robusta Pitonisa, esperando su respuesta, tras la cual emprendió su camino siguiendo los pasos de  elfa y anciano.

Alétheia escuchaba cada palabra que salía de la boca de Roldare. A pesar de que el chico parecía irremediablemente trastornado la información del que parecía ser el único superviviente de una masacre podría serles de ayuda.

- Estate tranquilo ahora Roldare que hemos llegado. El Débil no dejará que los viles actos de ese engendro queden impunes.- La Pitonisa asintió a lo dicho por Sigmund y se encaminó a seguirlo. Antes de salir se dirigió de nuevo al asustado pueblerino.- Cierra la puerta y no dejes pasar a nadie excepto a nosotros. Volveremos enseguida.

Tras el asentimiento de Roldare ante a la propuesta de los dos jóvenes y con la firme promesa de que sólo abría la puerta en caso de que fuesen ellos quienes llamasen, Alétheia y Sigmund caminaron hacia la habitación donde momentos antes el aprendiz de guerrero había interrumpido el festín del escarabajo bombardero. Ambos torcieron el labio en señal de desagrado. El olor del cuerpo que se descomponían en mitad de la sala y el que provenía de la pila de restos en una de las esquinas que el escarabajo utilizaba como nido, se mezclaba con el humo que provenía de la puerta que había a su izquierda. 

ASALTO SORPRESA

Mientras, en su interior, Rhylen y Hostawen escrutaban las penumbras que la espesa nube de humo propiciaba en la habitación. De pronto, gracias únicamente a la escasa luz que aportaban las brasas de la siniestra hoguera, la exploradora elfa detectó el sutil brillo de la hoja de una daga. Sin embargo, sobrecogidos ambos por el macabro espectáculo que tenían en frente, no se percataron de que, moviéndose entre el humo, una sombra se deslizaba hacia ellos.

Una mano incorporal tomó forma de a partir del humo y alcanzó a agarrar el brazo de Rhylen. Un escalofrío helado recorrió el cuerpo del guerrero obligándolo a aguantar la respiración, justo la misma sensación que hubiese sufrido de haberse bañado en las frías aguas del río que cruzaba Kassen durante el invierno. Aunque sólo fue un instante, ya que el hombre apartó su brazo rápidamente, notó como parte de sus fuerzas eran drenadas por aquel extraño ser que, vagamente, recordaba al señor Gardames, un pastor que vivía cerca de la plaza del pueblo.

Alé torció el gesto al percibir el penetrante olor que desprendían los restos en putrefacción pero no dijo nada. Cuando adoras a un Dios que es tan venerable y anciano como el Débil estas acostumbrado al olor dulzón de la muerte en vida. Ese olor que desprenden las personas mayores a los que sólo les une a la vida un fino hilo que en cualquier momento puede romperse.

- ¿Humo?- Decía Alé extrañada y entrecerrando los ojos iluminando la zona aferrada a su linterna.- Algo pasa.- Dijo para que Sigmund se apresurara.

Rhylen continuó avanzando lentamente cuanto los primeros síntomas de tos comenzaron a aparecer. – Será complicado aguantar aquí mucho más tiempo…, se decía a sí mismo mientras con dificultad trataba de buscar cualquier tipo de amenaza o trampa en la sala.

El hedor a carne quemada cada vez se iba haciendo más intenso, respirar comenzaba a ser todo un reto y la humareda comenzaba a ser densa y muy oscura.

- Debo estar bastante borracho…, pensó mientras se frotaba los ojos víctima del escozor, - Me ha parecido ver una sombra con ojos… no volveré a comprar este vino casero…, refunfuñaba para sus adentros cuando entonces se paró al instante. - ¡ESPERA!, si yo… hoy… ¡no he bebido nada!

De pronto un escalofrío recorrió su cuerpo haciendo temblar las piernas del guerrero. Al girarse, Rhylen consiguió distinguir a una figura humanoide que se camuflaba a la perfección en medio de aquella negra humareda. - ¡¡¡ATRÁS!!!, ¡¡¡ATRÁS!!!, exclamó zarandeando su espada... aunque no tenía muy claro si se dirigía a Hostawen, que se encontraba justo detrás de él, o a esa extraña criatura. 

TURNO 1

La elfa seguía al sr. Carsson cuando un brillo llamó su atención, una daga que alguno de los cadáveres habría dejado caer de su cuerpo al ser estos lanzados a la hoguera. -¡CUIDADO!- Advirtió a su compañero cuando una sombra se materializó cerca de él; no fue suficiente, pues el viejo parecía desorientado y para cuando quiso darse cuenta tenía a la sombra encima. La elfa rápidamente soltó una de sus flechas romas pero, para su sorpresa, ésta atravesó a la criatura sin hacerle el menor daño. Comenzó a retroceder cuando vio a Sigmund y Aletheia en la otra habitación, por suerte habían desistido de la idea de descansar y habían ido al encuentro del viejo y ella. -¡Ayudar a Rhylen!- suplicaba la elfa al guerrero y a la pitonisa. Con la ayuda de aquellos dos seguro que podrían rechazar a la sombra.