Partida Rol por web

¡Alabado sea! - Exclamó con júbilo Evlar pese a lo padecimientos sufridos durante el día anterior. El semielfo se apresuró sonriente hasta el pasillo para mostrarse dispuesto para la ceremonia tras lavarse de forma somera la cara y las manos. Estoy listo y dispuesto para abrazar la fe del Dios Único. - Dijo cuando se encontró frente al sacerdote.Nunca se me hizo tan larga una espera. - Añadió alagador para después, volviendo la mirada hacia el resto comentar en tono despectivo.- Sobre todo teniendo que aguantar los cuchicheos que se traían esos...  La carrera por los ascensos acababa de comenzar para el joven Evlar. Aun así y pese a todo su entusiasmo, uno de los heraldos zanjó las acusaciones de inmediato con un gesto de manos que puso firme al muchacho.

El joven semielfo raras veces llegaba al punto de aburrimiento -cuando no estaba jugando con su magia innata, se ponía a azuzar a su gato- pero esta vez, dado el incómodo lugar en el que le había tocado 'descansar', llegó a alcanzarlo. Qué horrible sensación!

Para tratar de quitársela de encima, se arrimó lo máximo posible hacia donde él pensaba que estaba la celda de Hostaween y comenzó a hablarla. La elfa había estado muy callada y quizás le vendría bien algo de distracción.

- Ey, Hosta ¿estás bien? Si quieres mando a Fuzuli a cazar algún ratón y se lo damos a Rakna...

Pero en eso entraron los lúgubres monjes portando las nuevas noticias: que tendría que dejar a su alma gemela en aquel apestoso lugar! Ni loco!

-Pero, pero... él es parte de mí, somos uno! Además, le meto en este hediondo petate y ni se nota que está ahí! Venga muchachos que soy el Elegido de Razmir. ¿Es que acaso quiere Razmir que su fiel siervo no pueda entregarse por completo porque le falte la mitad de su yo?

Los acólitos se giraron hacia Tanyl incrédulos por la petición que acababa de hacer el semielfo. Uno de los heraldos se dirigió hacia el hechicero demasiado rápido y decidido como para hablar, sin embargo el sacerdote de negras túnicas lo detuvo. - No te preocupes por él, estará bien, y la ceremonia no tardará. Pronto volverás a reunirte con él pero un animal no puede entrar en el recinto sagrado. - Añadió a continuación en tono conciliador para sorpresa de sus subalternos. ¿Estás diciendo con tus palabras que no seguirías el camino del Dios Viviente con todo tu corazon si tu gato no te acompaña?

Rhylen continuó en silencio aseándose y manteniéndose al margen de lo que sucedía a su alrededor, tan sólo el comentario del joven Evlar hizo pararle en su empeño por eliminar el asqueroso hedor de aquella celda… - ¡HUM!, bufó tras mirarle de reojo con cara de muy pocos amigos.

Por otra parte la conversación crecía en tensión por el tema de los animales. Tanyl trataba de defender su postura acorde al papel que desempeñaban, pero el monje que parecía al mando no tenía las más mínimas intenciones de dar su brazo a torcer.

El anciano, que temía que aquella situación se les fuera de las manos, buscó disimuladamente cualquier cosa que pudiera usar de arma en caso de ser necesario. Al ver que no tenía nada de utilidad al alcance, agarró el cubo de agua con fuerza mientras fingía que se aclaraba la cara y dejaba sus músculos en tensión a la espera de acontecimientos. – Atrévete… 

- Tienes una mente despierta Togo. Normalmente si tratan de leerte el pensamiento inconscientemente tu cabeza luchará por contrarrestarlo. El problema es que no sabrías el resultado, así que sí, supongo que pensar en tonterías sería una buena defensa.- No iba a contarle que ella ya había intentado leer su mente en Kassen y que había logrado bloquearla. Asintió, aunque no podía ver su rostro, a los consejos de Togo.- No sabía quién vendría. A ver si tenemos más oportunidades.

La mujer permaneció alerta mientras Tanyl intentaba llevar a Fuzuli consigo. No quería imaginar lo que sentiría Hosta a dejar a su lobo salvaje entre rejas sin estar ella para calmarlo. ¿Qué era ese rollo de el Elegido de Razmir? Si no estuvieran en aquella situación hasta le habría hecho gracia. Después de tantos momentos compartidos con el Sr. Carsson, Alé podía leer entre líneas y lo notaba tenso, muy tenso.

- Quizá el Gran Razmir , que camina entre los vivos, sea alérgico al pelo de animal.- No pudo contenerse. Tenía que decirlo y ya se arrepentía por ello.

Tanyl miró con tristeza a su querida bola de pelo. No le hacía ninguna gracia separarse de él, pero si querían ganarse el suledo, habría que hacer una excepción.

De acuerdo, -dijo apenado el semielfo- si el Gran Razmir me pide ese sacrificio, por él, lo haré.

Dejó en el suelo a Fuzuli, no sin antes darle un sonoro beso en la cabeza.

Vete a la celda de Rakna si ves que estás en peligro. Te juro que volveré a por tí, sea como sea - susurró a su familiar antes de volverse hacía los monjes.

- Bién, estoy listo!

La elfa se mantenía concentrada en no perder la calma. Toda su concentración iba a la meditación y a no perder la cabeza. El hambre asolaba sus pensamientos y Rakna se desesperaba. La elfa se marchitaba lentamente en el cautiverio, casi perdía su vitalidad y su espíritu guía lo sentía. El vínculo que mantenía unida a Hostawen con su lobo era tan fuerte que Rakna también se sentía débil y apesadumbrado.

Cuando el monje entró Hostawen sintió un gran alivio. -Por fin...- pensó acariciando a su cánido amigo, pese a eso, los monjes traían negras noticias. Debía dejar a su compañero atrás. La elfa se giró y una lágrima recorrió su mejilla, poniendo la cabeza junto a Rakna, este cómplice de los sentimientos de la elfa disculpo a su amiga con lametón que ocultaba la lágrima de la exploradora. Una mirada cómplice y la elfa se puso en marcha para actuar. Con un tono neutro y carente de emoción dijo -Gracias, hermanos... La purificación ha sido plena en mi alma y por fin puedo recibir a Razmir en mi interior.- un tono humilde, débil y sin expresión. La exploradora tenía siempre ese tono cuando hablaba con desconocidos así que no le era difícil fingir.* Casi no hizo ni ademán en excusarse por dejar atrás a Rakna, había escuchado a Tanyl intentarlo segundos antes. Todo intento sería en vano y no podía ni defenderse.

Está bien, no perdamos tiempo. Acompáñenme, por favor. – Pronunciadas estas palabras en un tono muy educado, el sacerdote volvió sobre sus pasos en dirección al estrecho pasillo. A poca distancia de él caminaba el grupo, custodiado en todo momento por dos acólitos en y dos heraldos que caminaban tras ellos en solemne paso procesional. Torcieron a la izquierda y siguieron unos metros hasta llegar a una gruesa puerta con su correspondiente cerradura. Un heraldo, el que al parecer era quien los había vigilado durante toda la noche,  se adelantó para abrir y cedió el paso a la comitiva. Una vez todos abandonaron la zona de los calabozos, éste mismo cerró la puerta con doble vuelta de llave.  Pasaron todos a una zona mejor iluminada y más acogedora en la que los hambrientos compañeros recibieron con agrado, y con su correspondiente rugido de tripas, el agradable y delicioso olor a pan recién horneado.

Tuvieron pocos segundos para fijarse en detalles antes de girar a la izquierda para dirigirse hacia unas escaleras de piedra que subían al nivel superior. Frías paredes de mampostería, un pasillo que lucía una larga y ostentosa alfombra de color rojo, cuatro puertas que daban a éste, y un calor y olor propio que tanto a Togo como a Rhylen les recordó al que inundaba la taberna de las Siete Platas por las mañana, eran los únicos elementos destacables que pudieron contemplar en aquella planta subterránea. Probablemente, tras esas cuatro puertas estarían las cocinas, los dormitorios y el comedor del que habría provenido el ruido que tanto Alétheia como Togo habían escuchado con regularidad.

Al ascender las escaleras y descorrer unas pesadas cortinas azules les esperaba un espectáculo que  nada tenía que ver con que habían visto en los sótanos. Alfombras de felpa, jarrones, sillas con incrustaciones doradas, una lujosa y sumamente pulida mesa de la exquisita maderaoscura, paredes decoradas con escenas al fresco - en las que se representaba  Dios Viviente sometiendo a diversas bestias a su voluntad - adornaban la bien equipada estancia. Llegado a aquel punto, el sacerdote se volvió hacia los que serían los nuevos acólitos y les pidió que aguardasen allí hasta ser llamados; luego, el grupo de sacerdotes salió de la sala por la única puerta que había y cerraron con llave. Inmediatamente después, en el intervalo de tiempo entre el sonido de un gran portón abriéndose y cerrándose llegó hasta los compañeros canto de una multitud de monjes en lo que seguramente serían los preparativos para la ceremonia de los nuevos miembros de la orden.

Uffff... - Resopló Evlar a la vez que se secaba el sudor de las manos en sus sucios pantalones. ¡Qué nervios, ¿eh?! - Preguntó, con una sonrisa dibujada en sus labios y una risilla nerviosa saliendo de forma intermitente de su boca. El joven no llevaba nada bien aquellos tensos silencios.

No había visto nada parecido en toda mi vida... - El muchacho examinó los frescos de las paredes totalmente fascinado por el detalle de las escenas. - ¡Vaya lujo! Si lo llego a saber antes no me lo hubiese pensado dos veces el venir aquí. Estoy deseando vertime con la túnica y esas máscaras...ah, bueno, y darme un baño, claro.

La elfa se mantenía en una posición hierática hasta que los monjes abandonaron la sala y pudo volver a ser ella misma. La elfa miraba a todos los lados buscando objetos que le pudieran servir de utilidad, le daba muy mala espina aquel sitio. Aquellos cantos no presagiaban nada bueno. La exploradora tomo asiento fatigada, la larga noche de encarcelamiento y las drogas para trasladarla allí había pasado factura, más mentalmente que físicamente.

Togo avanzó obediente y en silencio, fijándose muy bien en el trayecto que recorrían y todos los detalles decorativos, antorchas, salas y puertas que iban dejando atrás. Al llegar a la ornamentada sala de reuniones dedicó los primeros instantes a observar los frescos

Vaya, aquí no escatiman en ningún tipo de lujo.... Dijo asombrado mientras observaba los muebles y objetos decorativos. Le recordaba a la casa de la señora rica en la que estuvo viviendo antes de llegar a Kassen. Espero que la ceremonia incluya algo de comer, porque estoy realmente hambriento....

- Yo también, Togo.- Dijo Alétheia cuando éste expresó que tenía hambre. Pero no se atrevía a quejarse más viendo cómo estaba la pobre Hostawen.- No te preocupes, estará bien.- Le dijo en un susurro a la vez que la agarraba amistosamente del hombro. Se había fijado en todos los detalles desde su salida de la celda y cada vez el templo parecía más y más lujoso. No le extrañaba si la secta de Razmir despojaba de todas sus pertenencias a sus acólitos forzosos. Se aguantó el comentario sarcástico pues Evlar seguía presente e hizo de tripas corazón.

-Yo también sé pintar, ¿sabes , Evlar?- Decía orgullosa y recordando el magnífico cuadro que había retocado y que representaba fielmente al Sr. Carsson.- Quizá Razmir quiera que le pinte un fresco que haga honor a su grandeza.

¿Sí? ¿Eres pintora? - Preguntó con desgana. Por la sonrisa y el tono de su voz Evlar no podía negar la envidia que sentía en ese momento. Viendo su comportamiento anterior y su actitud orgullosa, no era de extrañar que el joven semielfo viese en esa confesión de la Pitonisa del Débil una ventaja de ella con respecto a él a la hora de ganarse la atención de los sacerdotes. Me imagino que tendrá sus propios pintores...no sé. Esto parece hecho por un profesional.

La actitud abatida de Hostawen, aunque triste para sus compañeros, iba a tener por otra parte un lado positivo. Dada su pose cabizbaja mientras estaba sentada en la cómoda silla de asiento aterciopelado no pudo evitar fijarse en un trozo de papel que asomaba por debajo de una de las esquinas de la alfombra. Con disimulo, mientras Evlar seguía observando los frescos de la pared, la elfa se acercó y lo tomó entre sus manos. Era un papel arrugado que había sido doblado varias veces sobre sí mismo. Al extenderlo frente a sí misma, y frente a los ojos de los compañeros curiosos que se acercaron al percibir aquel detalle, todos se sorprendieron enormemente. Se trataba de un cuadrante de horarios, recorridos  y patrullas que la guardia de la ciudad hacía alrededor del barrio. Tenía fecha de hacía diez días y lo más sorprendente de todo es que la hoja de papel poseía el distintivo sello con el escudo de Tamran.