El rostro de marcadas facciones de Egarthis mantuvo la sonrisa durante las provocaciones de Rhylen para que entrase a tomar parte más activa en el combate, sin embargo ésta sí adoptó un tinte más forzado tras comprobar como el mastín infernal era reducido a cenizas en un abrir y cerrar de ojos. ¡Ilusos...ilusos todos cuantos sois! - Sus palabras llegaron como respuesta al los proyectiles mágicos que surcaron la estancia y que acabaron consumiéndose en un broche que lucía en su solapa sin causarle el menor daño. !Habéis acabado con muchos de mis fieles...pero es hora de haceros saber porqué Razmir me eligió como uno de sus sacerdotes! - Sin acabar de hablar, Egarthis tomó una de sus varitas e invocó el poder de ésta con una palabra de mando muy conocida en los círculos de aventureros: «Fluger than». Al escucharla, la mayoría de los compañeros fue consciente de que las defensas mágicas de su enemigo habían sido mejoradas a partir de un hechizo sencillo pero efectivo. Tras ello, como si fuese parte de una extraña estrategia, se movió hacia un lado y desapareció de la vista de todos.

El combate continuaba siendo feroz para Réginar incluso habiéndose reducido considerablemente el número de contrincantes. Su lucha particular con uno de los acólitos se había convertido en un intercambio de cuchilladas a cada cual con más saña que la anterior. Ambos contendientes se encontraban empapados en su propia sangre presentando diversas heridas de diversa consideración. Aunque el explorador parecía tener todas las garantías para proclamarse vencedor, su salud se había visto muy mermada debido al cansancio de toda una noche de combates y a la herida en su estómago, que no paraba de sangrar.

¡Maldito chucho asqueroso! - Ahora la voz venía desde el otro lado de la sala y según se escuchaba era el vivo reflejo de la frustración. El sacerdote se materializó ante la vista de todos haciendo graves aspavientos tras haber fallado una oportunidad única para deshacerse del gigantesco lobo. Pero no todo era fallo suyo, Rakna no era un novato en el combate contra seres humanos y, tras pasar tiempo con Hostawen, había aprendido a moverse y a esquivar los ataques con una inteligencia muy superior a la que poseían sus parientes en libertad. 

- ¡¡¿Su sacerdote?!!¡JA!- Rió Alethéia desafiante.- Su ladrón querrás decir. Todo tu poder viene de los objetos que habéis robado. No sois más que una panda de viles rateros y Razmir no es más que un burdo engaño.-No estaba segura de todo lo que decía pero sólo quería dañar con sus palabras al sacerdote al que tantas ganas tenía. Vio cómo los proyectiles de Tanyl se estrellaban sin ningún efecto sobre Egarthis gracias, de nuevo, a aquellos magníficos objetos. ¿De qué pueblo lejano o templo los habría sacado?

¡Maldito seas cien veces!

- ¡No dejes que escape!- Apremió a su Paladín deseando que lo partiera en dos como había hecho con los heraldos y el can infernal.- Pero antes...deja que el Venerable te recompense por tu valor.- Impuso su mano sobre las heridas del viejo y canalizó el poder del Débil a través de ella. Era el éxtasis sentir su poder y a la vez el tacto de la piel ajada del Rhylen. No le quedaban muchas fuerzas y aún tenía que curar sus propias heridas que no eran pocas debido a la unión sagrada que tenía con su Paladín. Se movió hacia la puerta algo temerosa y dispuesta a ayudar a Réginar o el Sr. Carsson en caso de que necesitaran su ayuda.

TURNO 5

El lobo por fin había dado con su presa, está le lanzaba una estocada y si no llega a ser por el fuerte olor a miedo que desprendía el gran Rakna hubiese recibido una certera estocada. Su presencia era fuerte y su olor inconfundible. Un rápido movimiento hizo que el sacerdote se hiciese visible. El cánido intentó devolver el golpe, pero la tela del sacerdote y sus pliegues junto con el movimiento despistaban al lobo que erró, mordiendo el aire.

La exploradora ya tensaba el arco. Apuntaba el rostro de Egarthis, tras ver su decepción al ver como su can infernal se volatilizaba en poco segundos. Apunto estuvo de dejar escapar su flecha cuando el sacerdote desaparecía a la vista. La elfa no daba crédito -Tsss...- protestaba, cuando al otro lado de la habitación una maldición llamaba su atención. -Unos se van otros llegan...- dijo con una sonrisa. Rakna había perseguido y había hecho que el sacerdote apareciese de nuevo. La respuesta no se hizo esperar y la primera de las flechas rozó el brazo del sacerdote, que hizo todo lo posible porque no se clavara en su cuerpo. Ese movimiento le valió que la segunda mordiese con más fuerza y se clavara en una de las piernas. El pobre sacerdote estaba a merced de la cazadora de los bosques y su lobo.

La muerte del mastín hizo que las altas llamas que lo cubrían desapareciesen entre cenizas al igual que el resto de su cuerpo. Ahora la visión de Rhylen era clara, tenía justo delante a Egarthis, y con ello, una oportunidad inigualable de asestar un golpe fatal a la orden de Razmir.

-¡ES EL MOMENTO DE QUE PAGUES!, gritó tratando de provocarle. Sin embargo el sacerdote desapareció de su vista. Puede que estuviese tratando de huir o lo que era más probable, intentado llevar el combate a su terreno.

-¡No permitiré que escape!, respondió a Alétheia tras transferirle el poder sanador de su dios.

Rhylen inició la carrera como alma que lleva el diablo. – ¡NO HUIRÁS!. Llegando a la puerta principal fue frenando el avance ante el combate entre Reginar y uno de los Heraldos. Sin detenerse del todo, Rhylen lanzó un espadazo trazando una parábola que destrozó el pecho de su rival. - ¡De nada!... ¡Ahora... prepárate para el plato fuerte!, avisó a Reginar mientras con pasos cuidadosos iba saliendo al exterior de la taberna intentando localizar la ubicación de Egarthis.

El hechicero se quedó atónito al ver como aquel broche absorvía todo el poder de su ataque. No sabía qué le molestaba más, el hecho de ser practicamente inútil contra Egarthis, o ver como se malgastaba el poder de tan maravilloso artilugio en las sucias manos de un Raizmita.

Estaba claro que no sería muy sensato serguir gastando cargas de su varita sobre él. Por suerte, para entonces, el sacerdote volvió a aparecer de la nada, gracias al olfato de Rakna y su objetivo se vió claro. Ójala Fuzuli fuese la mitad de útil que ese gigantesco lobo- pensó fugazmente mientras lanzaba los proyectiles mágicos sobre el recién aparecido.

Con toda la entereza de la que disponía en ese momento, que no era poca, el sacerdote recibió cada flecha y cada proyectil mágico que contra su cuerpo se estrelló. El gruñido gutural se abrió paso a través de su garganta fue desesperado, tanto como su situación. El último barrido de Rhylen había llevado al suelo al último de los acólitos por lo que él era el único en pie dentro del salón de Regalo del Bosque. No las tenía todas consigo pero, sabedor de que Egarthis podría desequilibrar la balanza en el momento en que entrase en combate, decidió permanecer firme y aguantar con uñas y dientes. Vendería cara su piel. ¡Aparta de aquí bestia inmunda! - Harto de la presencia del lobo, pues no podía alcanzar a la arquera y al mago con aquel monstruo rondando cerca, el sacerdote decidió lanzar otro juego de rápidos golpes intercambiando rapier y escudo para dejar fuera de combate al animal. Rakna, fogueado por el olor a sangre y los gritos de la pelea, se alejaba con la velocidad del rayo cada vez que el sacerdote había el menor amago de lanzar un golpe, así al igual que los intentos anteriores por matar al lobo, estos también fueron en vano. Frustrado pensó en la ballesta y en escapar por la ventana pero, al bajar la vista para buscar el arma de proyectiles, se encontró con el suelo vacío. ¿Pero...dónde está? - Sorprendido por la desaparición de la ballesta, miró a ambos lados tratando de buscar una explicación que no estaba al alcance de sus sentidos.

¿ME QUERÍAS? ¡PUES AQUÍ ME TIENES! - Egarthis volvió al combate con redobladas fuerzas. Había aguardado en un lateral de la pared tratando de protegerse de los proyectiles pero ahora, con aquel viejo desgraciado encima de él, era inútil retroceder más. Había que plantarles cara y demostrarles que Razmir nunca abandonaba a sus fieles. Lanzándose prácticamente sobre Rhylen, Egarthis concentró todo su poder sobre una de sus manos haciendo que ésta quedase envuelta en llamas. Pero las llamas no se quedaron allí por mucho tiempo. Extendió el brazo en dirección al veterano guerrero y un rayo ardiente surcó el espacio entre ambos. No había posibilidad de errar en el blanco a esa distancia pero sin embargo, fuese por el escudo mágico que protegía a Rhylen o por la intervención del tembloroso pulso del Débil o porque el guerrero no estaba dispuesto a dejar que sucediese lo mismo que en los dos primeros combates con Krant, el caso es que, inexplicablemente, falló. ¡NO!

¡Eres nuestro, ríndete ahora! - Reginar se irguió y elevó la voz para llamar la atención del sacerdote. Apuntándole con el cuchillo de cocina manchado con la sangre del acólito, trató de mostrarse amenazante. Había que que parar aquel baño de sangre antes de que hubiese más muertes. Sin embargo, Egarthis, dedicándole una mirada de desprecio y prácticamente ignorando al explorador, no rebajó ni un ápice su actitud agresiva. - Tú lo has querido entonces...- El explorador, obligado a tomar aquella decisión, dio un paso hacia adelante y clavó el cuchillo en la pierna izquierda del sacerdote. ¿Quieres más? - Preguntó tras el grito de dolor de Egarthis.

- ¡¡¿Su sacerdote?!!¡JA!- Rió Alethéia desafiante.- Su ladrón querrás decir. Todo tu poder viene de los objetos que habéis robado. No sois más que una panda de viles rateros y Razmir no es más que un burdo engaño.-No estaba segura de todo lo que decía pero sólo quería dañar con sus palabras al sacerdote al que tantas ganas tenía. Vio cómo los proyectiles de Tanyl se estrellaban sin ningún efecto sobre Egarthis gracias, de nuevo, a aquellos magníficos objetos. ¿De qué pueblo lejano o templo los habría sacado?

¡Maldito seas cien veces!

- ¡No dejes que escape!- Apremió a su Paladín deseando que lo partiera en dos como había hecho con los heraldos y el can infernal.- Pero antes...deja que el Venerable te recompense por tu valor.- Impuso su mano sobre las heridas del viejo y canalizó el poder del Débil a través de ella. Era el éxtasis sentir su poder y a la vez el tacto de la piel ajada del Rhylen. No le quedaban muchas fuerzas y aún tenía que curar sus propias heridas que no eran pocas debido a la unión sagrada que tenía con su Paladín. Se movió hacia la puerta algo temerosa y dispuesta a ayudar a Réginar o el Sr. Carsson en caso de que necesitaran su ayuda.

TURNO 5

El lobo por fin había dado con su presa, está le lanzaba una estocada y si no llega a ser por el fuerte olor a miedo que desprendía el gran Rakna hubiese recibido una certera estocada. Su presencia era fuerte y su olor inconfundible. Un rápido movimiento hizo que el sacerdote se hiciese visible. El cánido intentó devolver el golpe, pero la tela del sacerdote y sus pliegues junto con el movimiento despistaban al lobo que erró, mordiendo el aire.

La exploradora ya tensaba el arco. Apuntaba el rostro de Egarthis, tras ver su decepción al ver como su can infernal se volatilizaba en poco segundos. Apunto estuvo de dejar escapar su flecha cuando el sacerdote desaparecía a la vista. La elfa no daba crédito -Tsss...- protestaba, cuando al otro lado de la habitación una maldición llamaba su atención. -Unos se van otros llegan...- dijo con una sonrisa. Rakna había perseguido y había hecho que el sacerdote apareciese de nuevo. La respuesta no se hizo esperar y la primera de las flechas rozó el brazo del sacerdote, que hizo todo lo posible porque no se clavara en su cuerpo. Ese movimiento le valió que la segunda mordiese con más fuerza y se clavara en una de las piernas. El pobre sacerdote estaba a merced de la cazadora de los bosques y su lobo.

La muerte del mastín hizo que las altas llamas que lo cubrían desapareciesen entre cenizas al igual que el resto de su cuerpo. Ahora la visión de Rhylen era clara, tenía justo delante a Egarthis, y con ello, una oportunidad inigualable de asestar un golpe fatal a la orden de Razmir.

-¡ES EL MOMENTO DE QUE PAGUES!, gritó tratando de provocarle. Sin embargo el sacerdote desapareció de su vista. Puede que estuviese tratando de huir o lo que era más probable, intentado llevar el combate a su terreno.

-¡No permitiré que escape!, respondió a Alétheia tras transferirle el poder sanador de su dios.

Rhylen inició la carrera como alma que lleva el diablo. – ¡NO HUIRÁS!. Llegando a la puerta principal fue frenando el avance ante el combate entre Reginar y uno de los Heraldos. Sin detenerse del todo, Rhylen lanzó un espadazo trazando una parábola que destrozó el pecho de su rival. - ¡De nada!... ¡Ahora... prepárate para el plato fuerte!, avisó a Reginar mientras con pasos cuidadosos iba saliendo al exterior de la taberna intentando localizar la ubicación de Egarthis.

El hechicero se quedó atónito al ver como aquel broche absorvía todo el poder de su ataque. No sabía qué le molestaba más, el hecho de ser practicamente inútil contra Egarthis, o ver como se malgastaba el poder de tan maravilloso artilugio en las sucias manos de un Raizmita.

Estaba claro que no sería muy sensato serguir gastando cargas de su varita sobre él. Por suerte, para entonces, el sacerdote volvió a aparecer de la nada, gracias al olfato de Rakna y su objetivo se vió claro. Ójala Fuzuli fuese la mitad de útil que ese gigantesco lobo- pensó fugazmente mientras lanzaba los proyectiles mágicos sobre el recién aparecido.

Togo no valoró el riesgo que suponía acercarse a Rakna en pleno combate. Por eso sin pensárselo dos veces cogió la ballesta que el sacerdote había dejado a sus pies y se dirigió lo más rápido que pudo hacia la ventana en busca de Egarthis. Si quería ser útil debía encontrar la forma de detenerlo.

Con toda la entereza de la que disponía en ese momento, que no era poca, el sacerdote recibió cada flecha y cada proyectil mágico que contra su cuerpo se estrelló. El gruñido gutural se abrió paso a través de su garganta fue desesperado, tanto como su situación. El último barrido de Rhylen había llevado al suelo al último de los acólitos por lo que él era el único en pie dentro del salón de Regalo del Bosque. No las tenía todas consigo pero, sabedor de que Egarthis podría desequilibrar la balanza en el momento en que entrase en combate, decidió permanecer firme y aguantar con uñas y dientes. Vendería cara su piel. ¡Aparta de aquí bestia inmunda! - Harto de la presencia del lobo, pues no podía alcanzar a la arquera y al mago con aquel monstruo rondando cerca, el sacerdote decidió lanzar otro juego de rápidos golpes intercambiando rapier y escudo para dejar fuera de combate al animal. Rakna, fogueado por el olor a sangre y los gritos de la pelea, se alejaba con la velocidad del rayo cada vez que el sacerdote había el menor amago de lanzar un golpe, así al igual que los intentos anteriores por matar al lobo, estos también fueron en vano. Frustrado pensó en la ballesta y en escapar por la ventana pero, al bajar la vista para buscar el arma de proyectiles, se encontró con el suelo vacío. ¿Pero...dónde está? - Sorprendido por la desaparición de la ballesta, miró a ambos lados tratando de buscar una explicación que no estaba al alcance de sus sentidos.

¿ME QUERÍAS? ¡PUES AQUÍ ME TIENES! - Egarthis volvió al combate con redobladas fuerzas. Había aguardado en un lateral de la pared tratando de protegerse de los proyectiles pero ahora, con aquel viejo desgraciado encima de él, era inútil retroceder más. Había que plantarles cara y demostrarles que Razmir nunca abandonaba a sus fieles. Lanzándose prácticamente sobre Rhylen, Egarthis concentró todo su poder sobre una de sus manos haciendo que ésta quedase envuelta en llamas. Pero las llamas no se quedaron allí por mucho tiempo. Extendió el brazo en dirección al veterano guerrero y un rayo ardiente surcó el espacio entre ambos. No había posibilidad de errar en el blanco a esa distancia pero sin embargo, fuese por el escudo mágico que protegía a Rhylen o por la intervención del tembloroso pulso del Débil o porque el guerrero no estaba dispuesto a dejar que sucediese lo mismo que en los dos primeros combates con Krant, el caso es que, inexplicablemente, falló. ¡NO!

¡Eres nuestro, ríndete ahora! - Reginar se irguió y elevó la voz para llamar la atención del sacerdote. Apuntándole con el cuchillo de cocina manchado con la sangre del acólito, trató de mostrarse amenazante. Había que que parar aquel baño de sangre antes de que hubiese más muertes. Sin embargo, Egarthis, dedicándole una mirada de desprecio y prácticamente ignorando al explorador, no rebajó ni un ápice su actitud agresiva. - Tú lo has querido entonces...- El explorador, obligado a tomar aquella decisión, dio un paso hacia adelante y clavó el cuchillo en la pierna izquierda del sacerdote. ¿Quieres más? - Preguntó tras el grito de dolor de Egarthis.

En cuanto impuso su mano en el cuerpo de Rhylen y éste notó sus fuerzas renovadas se lanzó al ataque. ¿Qué le esperaría tras girar la puerta? Alétheia se imaginaba lo peor pero por otra parte no podían dejar que el falso sacerdote osara utilizar más objetos robados para fortalecerse. A pesar de sentir angustia y miedo por la suerte que pudiera correr su Paladín, también tenia confianza en las protecciones que le había lanzado. Ni corto ni perezoso el Sr. Carsson libraba a Réginar de su combate destrozando al acólito, dejando así vía a libre al explorador para herir al pez gordo.

Fue entonces cuando Egarthis volvió a la carga. Pero su soberbia le jugó una mala pasada. Alétheia pudo verlo, observar con horror como conjuraba un poderoso hechizo destinado a abrasar a su Paladín.

- ¡Cuidado!- Afortunadamente no surtió el efecto deseado por el sacerdote. Entonces Alétheia vio que era su momento- ¡Déjame pasar!- Le dijo a Rhylen para que no la estorbase el paso. Como si hubieran ensayado la jugada cientos de veces, Paladín y Pitonisa ya se entendían a la perfección. De hecho no era la primera vez que utilizaban la corpulencia de Alétheia para deshacerse de algún enemigo.- Como en la cripta.- Se dijo para sí misma para darse confianza pues antes había errado al intentar llevar a cabo la misma táctica. De pronto lo vio todo negro, como si se le nublara la vista. Se sintió alzada en el aire por la fuerza inconmensurable de Su Famélica Divinidad. Tal era la sensación de vértigo que pensó que se orinaba encima. No era nada, una mosca, menos aún, comparada con el poder de su Dios. Si él quisiera podría dejarla caer para que se hiciera papilla. Vio el futuro inmediato. Como se estrellaba contra el férreo pecho del sacerdote. Cómo éste disfrutaba riéndose con una risa maléfica y se agachaba junto a ella para agarrarla de la garganta y ejecutar el mismo hechizo que había intentado con Rhylen. 

¡NO!

Sintió una fuerza descomunal, un golpetazo que hubiera hecho tumbar a cualquiera. Cuando recuperó la vista Egarthis estaba en el suelo y Alétheia sólo pudo dar gracias de nuevo al Débil por su ayuda.

- Acabad con él.- Su voz se tornó fría como el hielo de las más altas montañas. 

TURNO 6

Rakna volvía a esquivar los pesados ataques del sacerdotes. Daba pequeños saltos laterales que despistaban a la sombra negra que se erigía frente a él. Ahora sabía que los pliegues y su movimiento podían despistar y crear confusión. Por ello se abalanzó sobre el sacerdote con sus dos patas delanteras se posó sobre el enmascarado y arañó su pecho, sería difícil resistir aquel envite.

Nuevamente la elfa se adelantaba y disparaba con su arco. La primera flecha se clavaba en el marco de la puerta, la segunda no llegó a clavarse en el sacerdote, los pliegues confundían y era difícil saber si había acertado. Hostawen estaba casi segura de ello, de hecho parecía que la flecha había mordido al sacerdote...

-Bién hecho!

El semielfo quedó complacido al ver como los dos poderosos enemigos que quedaban en pie, ya no lo estaban; habían sido habilidosamente derribados por las dos máquinas del grupo.

No dudo en aprovechar la oportunidad para seguir descargando proyectiles al sacerdote (sabía que no le harían mucho daño, pero le divertía usar ese tipo de magia en concreto, asi que, por qué no).

Quizá fuese por la advertencia de Alétheia o simplemente había sobrevalorado enormemente a Egarthis. Fuera como fuese, Rhylen hizo caso a su compañera y consiguió poner la distancia suficiente entre él y al sacerdote para que su mano, con fuego parpadeante, quedara tan sólo en un amago de ataque.

Tras ello una nueva advertencia de la pitonisa, ésta mucho más familiar: - ¡Déjame pasar! –

Como si de la detonación de una trampa se tratase, Rhylen dio un pequeño paso hacia su izquierda. No le hacía falta mirar hacia atrás para conocer las intenciones de su compañera de combate. Una acción que conseguiría el calificativo de legendaria por la cantidad de las veces ejecutada entre guerrero y pitonisa, cómo por el buen resultado que les había dado hasta ahora.

El rostro de Rhylen dibujó una sonrisa tan pronto vio a Egarthis convertirse en una víctima más de aquella gran estrategia. La siguiente petición de Alétheia fue innecesaria, pues tan pronto terminó de pronunciarse para que acabaran con él, la hoja de Rhylen ya estaba bajando para golpearle.

El impacto contra la roca fue brutal. Rhylen había visto la situación tan de cara que se precipitó en su acción. Ni siquiera el haber intentado corregir la trayectoria de una mala trazada impidió que su espadón golpease finalmente muy alejado de la cabeza de Egarthis. - ¡¡¡CLONKKKK!!!, ¡JODER!, se lamentó de forma sonora. – ESTO SÓLO HARÁ RETRASAR LO INEVITABLE!, dijo preparándose para un nuevo intento.  

Y este no se hizo esperar. Tan pronto Egarthis trató de incorporarse, el espadón del guerrero se puso de nuevo en movimiento para tratar de golpearle. La hoja se incrustó en su hombro derecho y comenzó a hundirse cada vez más, beneficiado por el afán del sacerdote por ponerse en pie. - ¿DÓNDE ESTÁ RAZMIR AHORA, EHHH, ¡¡DÓNDE ESTÁ!!?

TURNO 6

En cuanto impuso su mano en el cuerpo de Rhylen y éste notó sus fuerzas renovadas se lanzó al ataque. ¿Qué le esperaría tras girar la puerta? Alétheia se imaginaba lo peor pero por otra parte no podían dejar que el falso sacerdote osara utilizar más objetos robados para fortalecerse. A pesar de sentir angustia y miedo por la suerte que pudiera correr su Paladín, también tenia confianza en las protecciones que le había lanzado. Ni corto ni perezoso el Sr. Carsson libraba a Réginar de su combate destrozando al acólito, dejando así vía a libre al explorador para herir al pez gordo.

Fue entonces cuando Egarthis volvió a la carga. Pero su soberbia le jugó una mala pasada. Alétheia pudo verlo, observar con horror como conjuraba un poderoso hechizo destinado a abrasar a su Paladín.

- ¡Cuidado!- Afortunadamente no surtió el efecto deseado por el sacerdote. Entonces Alétheia vio que era su momento- ¡Déjame pasar!- Le dijo a Rhylen para que no la estorbase el paso. Como si hubieran ensayado la jugada cientos de veces, Paladín y Pitonisa ya se entendían a la perfección. De hecho no era la primera vez que utilizaban la corpulencia de Alétheia para deshacerse de algún enemigo.- Como en la cripta.- Se dijo para sí misma para darse confianza pues antes había errado al intentar llevar a cabo la misma táctica. De pronto lo vio todo negro, como si se le nublara la vista. Se sintió alzada en el aire por la fuerza inconmensurable de Su Famélica Divinidad. Tal era la sensación de vértigo que pensó que se orinaba encima. No era nada, una mosca, menos aún, comparada con el poder de su Dios. Si él quisiera podría dejarla caer para que se hiciera papilla. Vio el futuro inmediato. Como se estrellaba contra el férreo pecho del sacerdote. Cómo éste disfrutaba riéndose con una risa maléfica y se agachaba junto a ella para agarrarla de la garganta y ejecutar el mismo hechizo que había intentado con Rhylen. 

¡NO!

Sintió una fuerza descomunal, un golpetazo que hubiera hecho tumbar a cualquiera. Cuando recuperó la vista Egarthis estaba en el suelo y Alétheia sólo pudo dar gracias de nuevo al Débil por su ayuda.

- Acabad con él.- Su voz se tornó fría como el hielo de las más altas montañas. 

Rakna volvía a esquivar los pesados ataques del sacerdotes. Daba pequeños saltos laterales que despistaban a la sombra negra que se erigía frente a él. Ahora sabía que los pliegues y su movimiento podían despistar y crear confusión. Por ello se abalanzó sobre el sacerdote con sus dos patas delanteras se posó sobre el enmascarado y arañó su pecho, sería difícil resistir aquel envite.

Nuevamente la elfa se adelantaba y disparaba con su arco. La primera flecha se clavaba en el marco de la puerta, la segunda no llegó a clavarse en el sacerdote, los pliegues confundían y era difícil saber si había acertado. Hostawen estaba casi segura de ello, de hecho parecía que la flecha había mordido al sacerdote...

-¡Bien hecho!

El semielfo quedó complacido al ver como los dos poderosos enemigos que quedaban en pie, ya no lo estaban; habían sido habilidosamente derribados por las dos máquinas del grupo.

No dudó en aprovechar la oportunidad para seguir descargando proyectiles al sacerdote (sabía que no le harían mucho daño, pero le divertía usar ese tipo de magia en concreto, así que, ¿por qué no?).

Quizá fuese por la advertencia de Alétheia o simplemente había sobrevalorado enormemente a Egarthis. Fuera como fuese, Rhylen hizo caso a su compañera y consiguió poner la distancia suficiente entre él y al sacerdote para que su mano, con fuego parpadeante, quedara tan sólo en un amago de ataque.

Tras ello una nueva advertencia de la pitonisa, ésta mucho más familiar: - ¡Déjame pasar! –

Como si de la detonación de una trampa se tratase, Rhylen dio un pequeño paso hacia su izquierda. No le hacía falta mirar hacia atrás para conocer las intenciones de su compañera de combate. Una acción que conseguiría el calificativo de legendaria por la cantidad de las veces ejecutada entre guerrero y pitonisa, cómo por el buen resultado que les había dado hasta ahora.

El rostro de Rhylen dibujó una sonrisa tan pronto vio a Egarthis convertirse en una víctima más de aquella gran estrategia. La siguiente petición de Alétheia fue innecesaria, pues tan pronto terminó de pronunciarse para que acabaran con él, la hoja de Rhylen ya estaba bajando para golpearle.

El impacto contra la roca fue brutal. Rhylen había visto la situación tan de cara que se precipitó en su acción. Ni siquiera el haber intentado corregir la trayectoria de una mala trazada impidió que su espadón golpease finalmente muy alejado de la cabeza de Egarthis. - ¡¡¡CLONKKKK!!!, ¡JODER!, se lamentó de forma sonora. – ESTO SÓLO HARÁ RETRASAR LO INEVITABLE!, dijo preparándose para un nuevo intento.  

Y este no se hizo esperar. Tan pronto Egarthis trató de incorporarse, el espadón del guerrero se puso de nuevo en movimiento para tratar de golpearle. La hoja se incrustó en su hombro derecho y comenzó a hundirse cada vez más, beneficiado por el afán del sacerdote por ponerse en pie. - ¿DÓNDE ESTÁ RAZMIR AHORA, EHHH, ¡¡DÓNDE ESTÁ!!?

No imaginaba Egarthis cuando salió del templo en busca del líder de los rebeldes que aquella búsqueda acabaría así. Tumbado de espaldas y totalmente desorientado, el sumo sacerdote no daba crédito a lo que había pasado: aquella muchacha pelirroja acababa de pasarle por encima como un toro embravecido. Sólo moviéndose de un lado a otro había logrado librarse de los cortes del espadón negro, pero sabía que si seguía allí tumbado era cuestión de tiempo que alguno alguna vez aquel viejo acabase acertando en su cuerpo. Decidido a no morir apaleado en el suelo como una rata, Egarthis se levantó mediante un gran impulso con las piernas, fue entonces cuando se desató la tormenta. Multitud de golpes y cuchilladas llegaron desde todos los lados dejando dolorosas heridas y contusiones en el hombro, la espalda y la pierna izquierda. Egarthis bufaba y protestaba a la vez que se protegía la cabeza con una mano y, con la otra, trataba de salir del corrillo en que estaba encerrado lanzando puñetazos al aire sin orden ni concierto. Todos los intentos por lograr algo de provecho acabaron en nada: ni había acertar en el cuerpo del viejo ni había sido capaz de librarse de los tres oponentes.  ¿Qué más podía pasar?

En el interior de la taberna el combate para el sacerdote estaba a punto de acabar. Acosado por Rakna y destrozado a base de flechas y proyectiles mágicos, su cuerpo conservaba únicamente la energía necesaria para mantenerse en pie y lanzar alguna que otra estocada. De los muchos intentos que había hecho para separarse del lobo o para herirlo, sólo uno había tenido éxito y éste había sido mínimo y contraproducente: el corte dejado en el hocico de Rakna no sólo había sido ridículamente pequeño y superficial, sino que, además, había logrado enfurecerlo más aún.

Togo disfrutó viendo como Alé derribaba a Egarthis tras un movimiento épico combinado con Rhylen. Aquel combate era digno de héroes y el mediano habia sido un privilegiado testigo de ello, Sin perder detalle para poder luego contarlo de vuelta a Kassen. Pero el sacerdote poseía mágica poderosa y desconocida, aunque parecía derrotado no podían confiarse y debían acabar con el cuanto antes. Por eso Togo quiso ayudar y viendo que la situación parecía controlada se acercó pegado a la pared hasta tener a Egarthis bien a tiro. Solo tendría una oportunidad de pillarlo desprevenido y no quería errarla, por eso dejó caer la ballesta que acababa de coger del suelo y tremolina empezó a silbar en el aire hasta que la piedra que volteaba salió despedida hacia el sacerdote, pero pasó de largo sin encontrar más dueño que el suelo más allá de la taberna.

Ninguno de los tres compañeros dejó escapar la oportunidad, había demasiado en juego. Una lluvia de golpes cayó sobre el cuerpo del falso sacerdote de Razmir que, aún así, se mantuvo de pie. 

Es más duro de lo que pensaba.

Pero no fue sólo eso, sino que una piedra surcó el aire en dirección a Egarthis haciendo a Alétheia girar el cuello para ver aparecer de la nada a Togo.

- ¡Niño!- Fue aquella desmedida alegría por ver sano y salvo a Togo, a quién habían mandado prácticamente a la muerte en una misión extremadamente peligrosa, la que le hizo errar el siguiente golpe dirigido a Egarthis. Al final todo el jaleo montado había servido para tener entretenido al sacerdote y que Togo lograra escapar. Había merecido la pena. Pero, ¿qué hacía allí el pequeñajo? ¿Habría conseguido hacerse con las reliquias de Kassen? Dio un paso atrás esperando que entre Réginar y Rhylen acabaran con aquel malvado hombre, mientras ella les ayudaba con su magia curativa.