Partida Rol por web

Alphonse estudia a James el galeno durante unos segundos, y hace una mueca de molestia leve cuando la herbolaria vuelve a pronunciar sus nombres de forma tan... Horrible. Extiende una mano hacia el hombre en señal de saludo - Mi nombre es Alphonse, de la Casa Plantagenet. Quien me envía es Sir Gaspard de Grosbois, caballero de la Orden de Aubrac, al servicio de Su Majestad. - Se presenta de manera formal al hombre y vuelve a montar guardia sobre la puerta, con su mano derecha reposando sobre el estrecho pomo de su daga. Definitivamente necesitaria cambiar esa daga por algo más útil de ser verdadera toda la especulación sobre el asesinato del Cardenal.

Mientras seguía caminando en dirección al taller del herrero... no pude de dejar de escuchar la breve conversación de la vizcondesa con el caballero cruzado. De repente, sintiéndome también tentado a hablar debido a los nobles deseos caballerescos cuando estábamos ante una dama de alta alcurnia dije:- Yo soy cruzado mi señora, y he venido a esta ciudad con el deseo de hacer el peregrinaje a la catedral para expiar mis pecados.

Vaya, parecía que el otro hombre si tenía mejor don por la palabra hablada. Sabía que no era propio de una dama darle conversación a aquellos hombres de armas de los que prácticamente desconocía el oficio, y es esa misma curiosidad la que me hace aventurarme con Marcus.

- ...pecados. - murmuro para mi misma. - ¿y qué es lo que hace un cruzado habitualmente? no me refiero ahora, claro. Imagino que un peregrinaje debe ser una experiencia excepcional.

Mis palabras brotaban con facilidad y sinceridad. La misma claridad que había hecho enfadar a mi padre tantas veces. No quería ni imaginar su espaviento si me viera conversando tranquilamente con un par de cruzados medio desconocidos.

James se pone nervioso en cuanto se presenta el escudero arrodillándose en el acto mirando hacia el suelo mi señor gracias a dios que está aquí, no sé cómo ha podido suceder esto, pero estoy dispuesto a contribuir en lo que pueda, dígame qué debo de hacer y lo haré en el acto.

Luego mira a su mujer ese hombre es el padre Anthony sacerdote muy respetado en toda la ciudad, ya que hace una gran labor cuidando a los muchachos sin techo y dando buenos consejos a todo aquel que tiene problemas. Después se presina por si hubiese cometido algún pecado en presencia de tan noble señor.

Observo la situación, James parecía un buen hombre en comparación con aquella bárbara mujer que se veía que provenía de otro país. Quizás de alguna tribu bárbara ya que la forma que tenía de sujetar ese hacha y de hablar daba una clara idea de que no era esta su ciudad natal.

Mi señora para la mayoría de los caballeros la llamada del Papa para participar en las cruzadas se siente de una forma distinta al reclutamiento de fuerzas para una batalla normal. El heredero del trono de San Pedro, el vicario de Dios en la Tierra, cuando designa un nombre como enemigo de todos los creyentes, el conflicto pasa a un plano superior que el de un simple altercado por los recursos o el honor personal. Los cristianos de la comunión oriental consideran que el Papa es un simple arzobispo con delirios de grandeza, pero la llamada a las cruzadas encuentra algunos voluntarios incluso en aquellos lugares en donde reside la versión del patriarca de la fe. La mayoría de los cristianos, cuando se detienen a pensar en ello, desean ver una Cristiandad unida y, en teoría, eso es lo que persiguen las cruzadas. En ocasiones, lo consiguen en la práctica, a diferentes niveles.

A las personas casi nunca les mueve un solo motivo. Los caballeros creen sinceramente que hacen la voluntad de Dios y, simultáneamente, saquean las ciudades paganas para apoderarse de los botines. Ambos motivos son ciertos, a pesar de ser contradictorios; forma parte de la condición humana. De ahí que necesite de la expiación por nuestras debilidades y es el motivo de este peregrinaje.

Alphonse se queda mirando al galeno durante una milésima de segundo, y luego hace un gesto con su mano derecha - Puedes levantarte, buen hombre. - Se aclara la garganta, claramente incómodo por lo que acaba de suceder, pero no le da mucha importancia - Tal y como hemos discutido con anterioridad, anterior a vuestra llegada, usted ha de acompañarnos junto con su esposa a la Catedral, en caso de que fallemos en encontrar a los asesinos y el Arzobispo realmente ingiera algún tipo de veneno. Vuestros conocimientos, y los de vuestra esposa, los hacen realmente imprescindibles para esta empresa. Espero que no tengáis ningún inconveniente. - Mira a James directamente a los ojos.

El gigantesco templario asintió a las palabras del cruzado pero se guardó su opinión. Marcus y el parecían tener muchas cosas en común, aunque el desencanto con el que hablaba..... ¿era pecado?

 Siguió pues en silencio ,pensando en las cruzadas, junto a sus compañeros camino de la casa del herrero.

- Ah entiendo ...creo.

Fuerzo una sonrisa que arquea una arruga en mi mejilla. Aquellos dos parecían entenderse bien, pero su realidad estaba tan alejada de la mía que era prácticamente imposible sentirme identificada con sus vidas.

Eran guerreros, fanáticos. No significaba que yo no creyera en Dios nuestro señor o las enseñanzas de la iglesia, pero aquellos hombres mataban y vivían solo para ello. Yo me rebelaba contra mi padre para poder vivir en el mundo, mientras que ellos se rebelaban contra el mundo para poder vivir con su "Padre". Eran ovejas obedientes, peligrosas y con un extraño concepto del pecado.

No iba a quedar mal con ellos, era lo único que tenía por el momento y a pesar de que las raíces de sus motivos fueran las religiosas, perseguíamos un mismo objetivo.

Gracias mi señor, te dice el galeno. Ahora con una sonrisa amigable en su rostro mientras se levanta y te mira timidamente tu vestimenta. Así se hará mi señor dice aunque ve en su mujer una cara de desafío que este logra esquivar como si no se hubiera dado cuenta. Entonces mi señor en cuanto vos salga de mi tienda la cerraré y seguiré con vos yo y mujer allí donde vos vaya.

Esto va estando listo te dice Nadia poco más puedo ya fabricar aquí, con esto bastará para parar el veneno, pero se debe administrar inmediatamente para que produzca su efecto. Te dice sosteniendo un pequeño frasquito.

El monje os mira a ambos con curiosidad, ahora más viendo ese frasco qué prodigios puede hacer las hierbas para aquel que sepa utilizarlas. Dice en susurro mientras sigue mirando el frasco.

Después de ir dialogando por las calles de la ciudad os encontráis con la herrería, un coloso robusto de brazos tan gruesos como un tronco de abeto, está amartillando una espada. Ésta tiene varios adornos en su empuñadura al parecer un trabajo para algún noble de la ciudad.

El muchacho que va con vosotros os dice Mi señor vi también al hombre de ropa parda comprar o asaltar al herrero...

Las calles van siendo más transitadas, el calor del horno os hace sudar algunos bajo sus férreas armaduras otros solo bajo sus vestidos. El aroma del fuego junto con los líquidos que se van fraguando os hace llegar un extraño olor de hierro con fuego, que os hace daros cuenta que a tal grado de calor y el humo que sale de éstas, provoca que el herrero pronto tenga la cara llena de hollín. 

- Uff señor...

resoplo por el calor y me llevo la mano sobre la boca para tapar el olor a hierro y sudor tan desagradable. Nunca había visto armas más allá de los banquetes de gala y en gente de muy alta alcurnia, pero aquellas armas que había visto no parecían tener absolutamente nada que ver con lo que se estaba fraguando en la forja.

"¿Cómo una cosa tan bella como un sable puede provenir de un sitio tan... desolador?"

- Deberían interrogar al herrero. Estaré fuera si me necesitan, no creo que pueda tolerar este calor mucho tiempo. Disculpen.

Dándome aire con la mano trato de alejarme de los fuegos de aquel lugar, ugh necesitaba un baño urgentemente.

Alphonse recobra la compostura y vuelve a mirar a James - No hay nada que agradecer, buen hombre. Es más bien al contrario, nosotros agradecemos su ayuda y disposición ante una situación de tal... Magnitud - se aclara la garganta, claramente incómodo con todo el tema.

En cuanto Nadia termina el antítodo, Alphonse la mira y extiende su mano derecha hacia ella - Si no os molesta me gustaria tener en mi posesión el antídoto. - habla con suavidad, pero su posición es claramente demandante. Indistintamente de si Nadia le da el antídoto o no, vuelve a mirar a James - Muy bien, hemos de partir ahora mismo a la Catedral, aunque antes he de informar a mi maestro, así que haremos una parada en la posada - dicho esto se acomoda sus ropajes y sale del pequeño establecimiento con rumbo a la posada donde se hospeda Sir Gaspard.

-De acuerdo  mi señora, si tenéis algún problema no dudéis en avisarnos.

Acto seguido se dirigió al lugar donde se hallaba el herrero, y le dijo:

-Saludos maestro herrero, mi nombre es Marcus, y me acompañan el padre Anthony y el caballero Tristan, y nos gustaría saber si ha recibido recientemente algún pedido de armas numeroso o ha tenido algún problema con algún comprador.

Dispensada de tener que estar ahí dentro, me acerco a la puerta y me quedo en el exterior junto a ella, ventándome con la mano y viendo pasar a los transeúntes con discreción.

Nadia se acerco a su marido y lo abrazo con ternura. La imagen contrastaba enormemente con la primera que pudo ver Alphonse. Luego asumiendo que las palabras sobraban al verlo muy informado se puso manos a la obra para luego anunciar la conclusión del antídoto.

Tras terminar el antídoto se excuso un momento y se metió en la trastienda. Salió luego con una pequeña maleta. Metió su hacha en ella, y el vial tras introducirlo en una caja de madera con paños para que no bailase, también.

Una vez lista para salir Alphonse le pidió el antídoto, y Nadia le respondió:

- Señor, para administrar la cantidad de antidoto es necesario controlar el estado de la víctima así como para intuir la cantidad de veneno ingerida....supongo que vos no tenéis los conocimientos necesarios para ello...sera mejor que o mi marido o mi persona se lo administremos a su santidad.

El gigantón para de martillear su arma en el yunque, por un momento os sentís menos agobiados, aunque Marcus al acercarse empieza a sudar abundantemente. Su mirada es fiera pero tras presentaros y reconocer al padre Anthony y saber que vuestras armaduras son de cruzados os responde con benevolencia, pero intuis que si no fuese por vosotros se tragaría a todo aquel que osase interrumpirle en su trabajo.

Apareció el hombre de ropas pardas exigiendo la compra de una ballesta especial, que debía de forjar en secreto. La venta de armas a particulares en la ciudad está prohibida con la celebración del nombramiento del Arzobispo. Por lo que me negué, el hombre sacó su espada y sin darme tiempo a reaccionar me golpeó con su parte roma hasta que perdí el conocimiento. Cuando desperté me había robado una de mis ballestas, he evitado denunciar el robo, ya que sé que está prohibido tener armas en estas fechas tan señaladas.

Os dice disgustado por todo el lío en el que se ha metido, pero arrepentido ya que sabe que se juega el cuello, pero al menos no os ha engañado en lo que respecta al robo del arma.   

Andáis por las calles de la ciudad ya es mediodía, las calles están abarrotadas. Damas y caballeros cruzan las calles cada uno para aprovechar las oportunidades del nuevo día.

Tras varias veces de haber tenido que rebasar con algo de dificultad las calles más transitadas llegáis a la posada, donde os espera el caballero Sir Gaspard. La posada está casi vacía debido a la poca clientela durante la hora diurna, llegáis a las habitaciones de arriba donde se hospeda el caballero, pero en lugar de él está el muchacho recuperándose de las heridas de la cara. Al veros se levanta de la cama Sir Gaspard me dijo que tenía que hacer cosas en la ciudad, que no lo esperéis y que vayáis con el padre y cumpláis sus órdenes.

Os dice todavía algo angustiado por las vendas que cubren su cara, pero seguro que feliz de haber salvado el pellejo por gracia vuestra.

-De acuerdo maestro herrero, muchas gracias por la ayuda, y no tema que si por algún motivo el robo de la ballesta le da algún problema, no dude en avisarnos, ya sea para testificar o para defenderlo lo haremos.

Luego se alejó y cuando se reunieron nuevamente junto con Emily y le contaron lo que dijo el herrero: 

Apareció el hombre de ropas pardas exigiendo la compra de una ballesta especial, que debía de forjar en secreto. La venta de armas a particulares en la ciudad está prohibida con la celebración del nombramiento del Arzobispo. Por lo que me negué, el hombre sacó su espada y sin darme tiempo a reaccionar me golpeó con su parte roma hasta que perdí el conocimiento. Cuando desperté me había robado una de mis ballestas, he evitado denunciar el robo, ya que sé que está prohibido tener armas en estas fechas tan señaladas.

Luego se giró al padre Anthony y le dijo:

-Padre, creo que debemos reunirnos nuevamente con el resto y crear un buen plan ahora que sabemos las armas que usará el enemigo.