Partida Rol por web

Gunther siguió al tipo, pensando que se meterían en el alcantarillado de un momento a otro, pero en lugar de ello los llevó a un edificio que él venía mirando desde hacía varias calles, uno alto y bonito. Pensó que dentro encontrarían escaleras para bajar, pero en lugar de ello había mas gente y, según el tipo que les había hablado todo el camino, una caja fuerte con mucho dinero. 

Cansado de esperar de pie, Gunthes se sentó por un momento y cuando ya empezaba a desesperar el tip que habló con el tipo que los llevó hasta allí volvió con un mapa, parecido al que les habia dado le viejo el día anterior, pero con menos cuadrados y muchas líneas. 

- ¿Cuando comenzar a buscar a bichoverde? No estará en caja fuerte, eso seguro.

- Mirad... - Alder señaló con el dedo el punto del plano que estaba marcado con una "A". - Creo que deberíamos empezar por aquí. - Dijo a lo que ya había deducido Chester, pero que no había exteriorizado en voz alta. - Es el punto más cercano al lugar por donde escapó Trespatas. - Dijo orgulloso de su deducción. - Deberíamos empezar por ahí la búsqueda. - Añadió con determinación. - ¿Qué opináis? - Preguntó esperando principalmente la respuesta de Gemme.

El grupo realiza el camino de regreso hacia la puerta sureste de forma rápida y en silencio. Están realmente dispuestos a iniciar una extraña aventura a través de las cloacas de Bögenhafen, una aventura que se presume sucia y hedionda, pero que puede reportarles una más que generosa recompensa por sus servicios y sea como sea, una estancia pagada en la mejor de las posadas posibles de la ciudad.

Una vez frente a la entrada marcada con la letra "A" en el plano obtenido en el ayuntamiento, se topan con el primer escollo y es que una enorme puerta redonda de metal esta cerrada a cal y canto y la manivela que la abre está oxidada y abrirla no resulta nada fácil. No obstante, cuando Gunther se pone terco, logra con una demostración de fuerza bruta y terquedad, que la manivela ceda y la puerta se abra con un desagradable chirrido.

El olor que surge el interior del oscuro túnel de la alcantarilla es nauseabundo y revolvería las tripas de cualquiera. Penetrar en el interior de las alcantarillas es algo no apto para todo el mundo y eso es algo que los cuatro compañeros comprenden nada más acercarse al umbral del túnel. Sin embargo, no les queda otra que afrontar su destino, pues acaban de firmar un contrato con el juez de la feria e incumplirlo sería cuanto menos problemático.

A medida que van penetrando en el interior del túnel se dan cuenta de que además de un remedio para no percibir los olores, van a necesitar algún tipo de luz artificial, pues avanzar sin una antorcha o lámpara en una oscuridad casi total puede llegar a resultar peligroso. Frente a ellos se encuentra un conducto dividido en dos camino de unos 75 cm de ancho con un canal de aguas sucias de 150 centímetros en el centro de ambos caminos que discurre por debajo de la ciudad camino más que probablemente, del mismo río donde la gente de Bögenhafen lava su ropa o recoge agua para beber o cocinar.

El techo curvado mide unos dos metros de altura y el canal, es bastante profundo, aunque no pueden llegar a apreciar por completo la profundidad del mismo, aunque una cosa tienen clara y es que no sería buena idea caer dentro del mismo. Ambos caminos son apenas lo suficientemente anchos como para avanzar en fila india, lo que dificulta todavía más la labor de búsqueda del condenado goblin.

Me maravilla que Alder haya llegado a la misma conclusión que yo y, al no haber desacuerdo en nuestro grupo, rápidamente nos ponemos en camino hacia la entrada de la cloaca. Una vez allí, Gunther hace gala de su físico portentoso para despejarnos el camino y que podamos así recibir el hediondo bofetón que surge de las entrañas de la tierra.

El olor es tan nauseabundo que no puedo evitar vomitar el desayuno. Con lágrimas en los ojos, echo mano a mi saquillo de componentes y envuelvo un puñado de pétalos secos de rosa en un pañuelo para cubrirme la boca con él. Estoy acostumbrado a los olores repugnantes, pero esto es lo más asqueroso que jamás haya olido y solo el pensar qué es lo que lo está provocando hace que se me revuelva el estómago.

Miro a mis compañeros en silencio pero con una expresión muy elocuente y cargada de dudas. ¿Están seguros de querer meterse en semejante pocilga?

Por desgracia, parecen decididos a hacerlo de modo que me interno en la oscuridad, siguiéndoles con todas las reticencias del mundo, tras haberme arremangado los bajos de los pantalones. Espero que por lo menos alguno haya traído una antorcha. No estoy en condiciones ni de lanzar siquiera un sencillo conjuro de luz y, aunque pudiera, no duraría más que unos pocos minutos.

Tan pronto com abrieron la puerta, a Gunther le lloraron los ojos y a punto estuvo de lanzar el desayuno, de mas está decir que retrocedió hasta un lugar donde el perfume de "eau du cloaque" no fuera tan abrumador, y entonces vió el segundo problema. No se veía casi nada dentro del tunel, no sabía por que había asumido que habría luz en un subterráneo, donde para más señales solo se movía la caca, pero estaba claro que no era asi.

- Yo ir a comprar antorchas, y un olor fuerte para poner en pañuelo, si entrar asi no poder pelear. - dijo, - ¿Por donde estar tienda más cercana? 

Alder se puso a la cabeza del grupo tapándose con la mano la nariz. Por alguna razón él si pudo avanzar un par de metros dentro de la hedionda cloaca sin que se le revolviera el estómago y le entraran arcadas y vómito. Enseguida sacó dos linternas que portaba entre su equipo y varios viales de aceite.

- La luz no será problema, pero el olor... - Casqueó la lengua. - Es cierto que es algo nauseabundo. Quizás debiéramos encontrar algún remedio... - Se mantuvo pensativo. - ¿Cómo deben hacerlo las personas que se encargan de...? - Se encogió de hombros. - Por qué alguien hará algún trabajo aquí abajo, ¿verdad?

- ¡Vamos, no es para tanto! - Exclamó Gemme. - Entremos.

Pero Gunther ya tenía decidido que ni iba a entrar sin algo que llevarse a la nariz que le ayudara a sobreponerse de las nauseas que sin duda le iban a provocar el vómito. 

Así pues, Gunther se marchó junto con Chester y tras invertir una corona de oro en un remedio casero contra el mal olor, regresaron casi media hora después a la entrada de la alcantarilla, donde Alder y Gemme aguardaban algo cansados por la espera.

Confieso que tenía mis dudas en cuanto a la eficacia del ungüento casero que Gunther y yo compramos a un comerciante local que nos asegura que es capaz de enmascarar cualquier olor. Pero su efectividad casi milagrosa queda contrastada tan pronto como regreso a la boca de alcantarilla donde Alder y Gemme nos esperan.

Casi me sorprende no encontrarles retozando como animales aprovechando nuestra ausencia, pero imagino que el hedor a cloaca debe ser un inhibidor de la libido tan efectivo como el bromuro.

—Vamos, vamos, pareja —les animo, viendo su evidente apatía—, que no tenemos todo el día. Cuanto antes entremos ahí, antes encontraremos a ese huidizo trípode goblin.

No cabe duda de que desde que he perdido el sentido del olfato, mi humor ha mejorado considerablemente. La corona de ojo mejor invertida de toda mi maldita vida.

Gunther apareció anudándose un pañuelo a la cara y portando un par de antorchas, una de las cuales cedió a quien quisiera tomarla. Tras prender la suya dió un paso hacia adentro y respiró profundo, confiando en que el unguento ocultaría lo peor del tufo, pero descubriendo que desayunar fuerte antes de ir a unas cloacas no era una buena idea por mucho que lo recomendara la abuela.

Poco le faltó para sumar los restos del desayuno al flujo de agua, y casi pierde la antorcha cuando se dobló en dos para evitar la arcada. Cuando logró enderezarse apenas si tenía fuerzas para sostener la tea ardiente, y caminar parecía ser la única actividad posible, actividad que quería realizar en dirección contraria a la que debían seguir y preferiblemente hasta el retrete más cercano.

- Yo tengo antorchas tres, perdonad no haberlo dicho antes os hubiera ahorrado ir a la tienda. Comentó Adso sacando una de ellas de la mochila, y prendiéndola con pedernal y acero que era lo único que llevaba para hacer chispas sobre la antorcha. - Espero que esto arda no tengo más utensilios para hacer fuego. Comentó el monje que llevaba una mochila y un saco, un petate, un bastón y una honda.

Sí, Adso de Nuln estaba allí. No es que hubiera ido con el grupo todo ese tiempo guardando estricto silencio por algún voto debido a su oficio como dedicado monje de Morr, no. Simplemente las casualidades del destino les habían vuelto a reunir en aquel momento en el que aquel cuarteto de intrépidos viajeros iba a acceder al interior de las cloacas. 

Podían creer eso evidentemente, aunque otra opción que sin duda podía pasar por sus cabezas era la totalmente opuesta, que no estuviera allí por una casualidad del destino y que por contra les hubiera estado siguiendo. Lo que desconocían era los motivos que aquel joven podía tener para con ellos. ¿Podía tratarse de simple afinidad? ¿Era acaso ese joven un vagabundo que deseaba integrarse en el grupo por tal de rascar alguna moneda? ¿Y si estaba metido en algún culto secreto de adoradores del caos? Cualquiera de las respuestas era factible, así como muchas otras, pero el caso era que estaba allí y tenía antorchas.

Bajo el pañuelo untado de potingue oloroso para enmascarar el hedor de las cloacas, mis labios dibujan una enorme sonrisa. Una sonrisa de alivio de felicidad por no haber malgastado una moneda en este remedio casero. Una sonrisa que se congela en mi cara al escuchar una voz a mis espaldas anunciando jovial que tiene tres antorchas.

Me giro lentamente hasta encarar la figura pero, por desgracia, los anteojos se me han empañado a causa de la improvisada mascarilla y no consigo distinguir bien al inesperado individuo que nos ofrece su colaboración.

—Disculpe, ¿nos conocemos? —pregunto, mientras me quito las gafas para limpiarlas con el repulgo de mi túnica—. ¿Es un trabajador de las cloacas a quien nos envía el magistrado?

La sigmarita miró hacia atrás estupefacta cuando oyó una voz familiar que no esperaba. Justo ahí estaba el monje que conocieron no hacía mucho. Respondía al nombre de Adso y era de la orden de Morr por lo que recordaba.

- Es el joven monje que te salvó, Chester. Limpia tus lentes y lo comprobarás. - Recomendó a su camarada, al ver sus gafas empañadas.

Pero su mirada seguía con extrañeza al recién llegado, a sabiendas de que estaba allí nuevamente y con ayuda otra vez.

- Esas antorchas nos vendrían bien ahora mismo, Adso. Me alegro de volver a verte aunque sea en un lugar poco recomendable. Pero dinos, ¿Que haces aquí? - Preguntó aún incrédula.

- Hola camaradas, bueno ya una vez paré los pies a ese monstruo, cuando os dirigí hacia la imprenta me dirigí a la feria de monstruos, tenía un ticket gratis por haber contribuido a la caza. Después del espectáculo vi como ese bicho se escapaba otra vez... lo seguí viendo como me daba esquinazo en un callejón sin salida donde la única forma de escapar o escabullirse eran las alcantarillas. Y ahora aquí me hallo...

- Sea como sea, demostraste habilidad para cazar a ese goblin, si estás dispuesto a meterte en estas apestosas galerías, serás bienvenido... - Comentó Alder. - Aunque... - Chasqueó la lengua algo contrariado. - Eso reducirá las ganancias de cada uno al tener que repartir entre uno más... - Se encogió de hombros. - Veinte coronas siguen siendo un buen pago. - Sonrió. - ¡No perdamos más tiempo! Cuanto más tardemos en dar con Trespatas, menos tiempo tendremos para disfrutar de la posada con todos los gastos pagados que nos ha proporcionado la ciudad.

Sin decir una sola palabra más, Alder se adentró al fin en aquellas pestilentes cloacas, esperando que sus compañeros, una vez se habían acostumbrado a aquella hedor, le siguieran.

El grupo avanza por las cloacas con Alder a la cabeza seguido por Adso, Gemme, Chester y cerrando la fila un indispuesto Gunther, que no estando acostumbrado a esos olores a punto está de vomitar en cualquier momento, pues las arcadas no parecen querer remitir ni tras utilizar el remedio casero que en cambio a Chester parece haberle ido de maravilla. 

Tras avanzar no menos de trescientos metros, una fuente de luz natural se cuela en el interior del túnel revelando que las paredes del mismo están llenas de un extraño y espumoso limo verde y que el canal que discurre por el centro del túnel discurre con un buen caudal de aguas sucias repletas de todo tipo de excrecencias a cual más asquerosa, lo cual no contribuye a que el norteño se recupere de sus nauseas.

Al llegar bajo la filtración de luz y observar de su procedencia, deducen que la abertura da a la calle, siendo sin duda un sumidero por el que se cuelan las aguas de lluvia que mojan las calles de la ciudad. Que la pared y el tramo de pasillo estén más húmedos que el resto de zonas del canal dan cierta credibilidad a la suposición. Fuera como fuera, el agujero es demasiado pequeño como para que ninguno de ellos pueda pasar a través de él y tampoco parece factible que un goblin pueda colarse por el mismo.

El grupo sigue avanzando y la luz queda atrás. Minutos después, cuando la oscuridad vuelve a reinar a su alrededor y tan solo pueden seguir el camino gracias a la luz de la antorcha cedida por Adso, es cuando Alder tropieza con un tramo del camino que de forma inesperada se hunde bajo sus pies sin previo aviso y amenazando con un baño no deseado en aquel caldo lodoso, al guía del grupo.

Ahora que puedo verle mejor a través de mis gafas desempañadas, reconozco al heroico monje que me salvó la vida hace un par de días precisamente del goblin que hemos venido a buscar. Recuerdo perfectamente que le prometí hacer un donativo generoso a Morr a cambio de su valentía una vez que recuperara mi herencia pero, como todo aquello no fue más que un engaño, supongo que compartir con él una quinta parte de la recompensa por capturar al huidizo goblin será de lo más apropiado.

El paisaje subterráneo resulta de lo más deprimente y desagradable; y tampoco ayuda que el más fornido de nosotros sea quien parece estar pasándolo peor. ¡Solo espero que a ningun engendro del Caos le de por aparecer de entre las aguas putrefactas para mordernos los tobillos!

Con este espantoso pensamiento, avanzo por las cloacas más atento del plano que nos han facilitado que del entorno, intentando orientarme aquí abajo y orientar a los demás. Aunque la escasa y titilante luz no ayuda precisamente.

Es entonces cuando veo por el rabillo del ojo a Alder realizar algún tipo de movimiento extraño y alzo la vista a tiempo de ver cómo trata de evitar un inesperado desnivel.

—Gunther, tú que estás hecho todo un coloso, ¿podrías ayudarme a saltar hasta el otro lado? —le pregunto, en vista de la situación. Como dependa exclusivamente de mí, me veo tropezando con mi propia túnica y cayendo a las asquerosas aguas fecales.

- Cuidado, si no queremos acabar bañados en las aguas fecales, tendremos que ir con cuidado. - Dijo, señalando al hoyo que se acababa de abrir en el camino y por donde tendrían que saltar con toda seguridad.

- Gunther, tu eres el más fuerte del grupo. Deberías pasar tu primero. Pero antes, ataremos una cuerda a Chester. Después, desde el otro lado tu tirarás de él y yo le empujaré para que le ayudemos a saltar entre los dos¹. Después haremos lo mismo con el siguiente hasta que solo quede uno aquí, del que tiraréis entre todos para ayudarle en su salto. - Comentó el plan al grupo, que le parecía lo más correcto para evitar que todos cayesen a las sucias aguas.

Adso en cuanto vio que el suelo se desmoronaba hizo alarde de sus reflejos para no caer... En cuanto vio que Alder se precipitaba al vacío del alcantarillado intentó sujetarlo con su bastón. Cogiendo el bastón con ambas manos y por el extremo, una vez que había puesto el bastón por delante de Alder para sujetarlo por el pecho y así evitar que cayera, quedando Adso atrás de él y haciendo sujeción con el bastón intentando arrastrarlo hacia detrás.

Verde, era difícil saber si era el color de su piel, o si estaba tan pálido que reflejaba el musgo de las paredes, como fuera la mirada que devolvió a Chester y a Gemme tenía unos ojos inyectados en sangre y con las pupilas contraidas. El espectáculo de su compañero cayendo al río de mierda no había hecho nada bueno por el revoltijo en su estómago.

- ¿Tirar Chester del otro lado? - miró el tramo faltante de suelo y no supo si podría pasar del otro lado - ¿Saltar?, ¿tirar soga? - se llevó la mano a la boca para evitar una arcada y miró al suelo, mala idea dada la alfombra de mierda y el rio marrón. Contuvo una nueva arcada y volvió a mirar a Gemme y a Dexter. - No bien de panza, no sé si poder.

SIn embargo el grandullón cogió la soga y se acercó al borde, y de un ágil y poderoso saltó la brecha.

- Vale, tu empujar a rubito y yo tirar de soga, tu Chester saltar con todas tus fuerzas.