Partida Rol por web

Gunther había intentado seguir la conversación de Chester y el pelado entre tragos de sidra y bocados de cerdo, claramente perdiendo el hilo en cuanto se concentraba en roer alguna costilla. Quizá por eso resultó extraño que el pañuelo apareciera en la mesa tras la pregunta de Magirius acerca de "una nueva pista", claro que ahora la tela tenía un par de huellas grasosas en una punta, pero el bordado era bien legible. - Gunther y amigos encontrar eso en lugar con demonio, para mi ser pañuelo pero ellos decir que es pista, no parecer nueva pero es lo unico que queda de allí.

—Las iniciales de ese pañuelo son el único indicio que tenemos —confirmo las palabras de mi camarada Gunther—. Lassange dijo que podrían ser de un tal Frank Steigger o algo así. No me quedé muy bien con el nombre porque no me parecía decoroso presentarme en su casa preguntando: "¿Este pañuelo es suyo? Creo que se cayó mientras convocaba a un demonio".

- ¿Frank Steigger? - Se llevó la mano al mentón pensativo. - No... no sé de quien puede tratarse. - Confesó. 

Justo en ese punto, fue cuando la mesonera enana acudió a la mesa con una nueva ronda de bebidas para el concejal y sus compañeros de mesa. Fiedrich le dio las gracias a la mujer con un mero gesto con su cabeza y agarró la jarra que ésta le había puesto delante, dándole un buen sorbo. 

- Sea como sea, quiero que sepan que gente como ustedes es necesaria. - Comentó. - Gente comprometida y con ganas de buscar la verdad y de proteger al débil. No crean que abunda gente así y por esa misma razón, hay que cuidarla. - Hizo una breve pausa para dar un nuevo sorbito a su bebida. - Pero estén seguros de que no tienen que preocuparse de nada. Bögenhafen es una villa tranquila y segura. Lassange es un hombre competente y sabe hacer su trabajo. - Miró con seriedad a los hombres que tenía en frente. - Sólo les pediré una cosa. - Guardó silencio para dedicar una mirada severa a cada uno de ellos. - ¡Traten de disfrutar de lo que queda de feria! ¡Lo contrario sí sería algo imperdonable! - Soltó una carcajada.

—Disfrutar de la feria...

Me siento estúpido pero con tanto ir y venir casi había olvidado que Bögenhafen está viviendo sus animadas fiestas locales.

—Esa es una sugerencia fabulosa, maese Fiedrich. Creo que divertirnos un poco nos vendrá muy bien y a la ciudad le vendrá bien también que gastemos unas monedas en los comercios regionales. ¿Tiene usted algún consejo acerca de qué actividades no deberíamos dejar escapar?

No se creía que todo estuviera bien. Alguien o todos, estaban en el ajo o como mínimo sabían más de lo que decían saber. Él sabía bien lo que habían visto en aquella estancia en las clocas y por mucho que trataran de convencerles de lo contrario, no iban a lograrlo.

Si bien también era cierto, que ese asunto, pese a que le intrigaba, no era cosa suya y podían estar lejos de Bögenhafen en un par de jornadas. Quizás lo más sencillo podía ser hablar con Joseph Quartjin y pedirle a ver si podía seguir navegando con él en el Lauretta. No obstante, deseaba seguir su camino y no regresar tras sus pasos dirección Altdorf, que era precisamente lo que parecía que Quartjin harían una vez finalizada la feria.

- Eso precisamente estamos tratando de hacer. - Intervino Alder alzando la copa. - Propongo un brindis... - Miró fijamente al político. - ¡Por el Schaffenfest! 

Con lo que les habían pagado por el trabajito mas el salario que les había dado el vinatero podría pasar unos días sin trabajar, y la propuesta del magistrado de desfrutar de la feria se le hacía más atractiva que buscar a la siguiente caravana en la que ofrecer sus servicios... Además de que seguramente le convenía esperar al final del festival cuando todos los que habían llegado con mercancías se volverían cargados de dinero y con necesidad de una buena escolta.

- Si, mejor Gunther disfrutar de feria y beber y comer y follar mientras haya monedas. - asintió el gigantón, y luego miró expectante al tipo pijo para ver que consejo les daría ante el pedido de Chester. 

- Evidentemente la feria ganadera es la estrella del festival. - Comentó muy seguro de sus palabras. - Aunque no creo que ustedes, viajeros incansables, sean muy de ovejas, cabras y vacas. - Soltó una alegre carcajada. - Quizás les interese más el ring de la lucha. - Les guiñó un ojo. - Tipos duros como ustedes pueden ganarse unas buenas monedas, sino luchando, si apostando por los luchadores. - Se encogió de hombros.

Fiedrich apuró su jarra y se puso en pie. Tras limpiar su barba con un pañelo de seda que portaba en el bolsillo de su casaca, asintió con la cabeza y con una sonrisa de dirigió de nuevo a los foráneos.

- Por desgracia soy una persona muy ocupada y más en estas fechas. - Les dijo. - Si me disculpan, me marcharé a realziar mis impostergables quehaceres. No obstante, me encantaría volver a conversar con ustedes en otra ocasión de forma mucho más relajada... - Realizó una leve reverencia. - Muy buenas noches.

—Bueno pues creo que eso es todo, señor Magirius. No le molestamos más. Solo... —comienzo a rebuscar en mis bolsillos hasta que recuerdo que mis notas no están ahí, sino en las últimas páginas de mi libro de hechizos—. Solo... una última cosa.

Pongo el libro del revés y lo abro por la primera (es decir, la última) página. Entre la encuadernación y esta primera hoja hay un documento de acreditación personal que examino con los ojos entrecerrados para tratar de descifrar las firmas.

—¿Le dicen algo los nombres de Rastor Lieberung, Adolphus Kuftsos, la sacerdotisa sigmarita Ingrid Zicherman o el maestro del gremio de comerciantes Ogear Helmut?

Me interesan más sus reacciones a que afirme o no saber de quiénes hablo. Si parece confundido, inquieto, indiferente... Si desmiente la identidad del maestro del gremio de comerciantes, a quien sin duda debe conocer...

—También me gustaría examinar ese pañuelo de seda suyo tan elegante, si no es mucha molestia.

Quiero saber si tiene alguna semejanza con el pañuelo que nosotros encontramos en el sótano de las cloacas. Mis tipo de tejido, mismo hilo y tipología del bordado...

—¿Ha escuchado alguna vez la expresión...? —busco entre mis notas hasta encontrar la referencia a la inscripción que vimos en el pentagrama— "Ordo Septebarius". ¿Eso significa algo para usted, concejal? Y ya la última pregunta y con esto no le importunamos más... ¿Conoce a un tal Johannes Teugen? Estaba reunido con el magistrado Heinz Ritcher esta misma mañana.

- No conozco a el señor  Lieberung, ni tampoco al señor Kuftsos. Sinceramente es la primera vez que oigo sus nombres. - Respondió el concejal. - Tampoco a los otros dos. ¿Cómo ha dicho que se llaman? - Preguntó con legítimo interés. 

En cuanto mencionó que quería examinar el pañuelo, Magiriu se extrañó. Miró con una media sonrisa de lado al arcano y finalmente se puso serio entregándole el pañuelo.

- Supongo que puede verlo... - Dijo muy serio. 

Estaba húmedo por los restos de licor que había secado de sus barbas. Era de tela seda blanca, muy similar al que adquirieron en el improvisado templo. En el estaban bordadas las iniciales F.M. en una caligrafía muy similar a la de la única pista material que tenían.

- La orden... No se de qué me hablan. - Indicó. - Y evidentemente conozco a Johannes Teugen. Es un consejero municipal y el líder del gremio de comerciantes. Trabajamos juntos en muchos asuntos de la ciudadanía...

Percibes que Magirius no dice toda la verdad en cuanto a la "Ordo Septebarius".

Gunther meneó la cabeza - No, las cabras y las vacas sólo gustarme en el plato, pero peleas... - sus ojitos brillaron y sus músculos se tensaron levementa - Gunther saber pelear, quizá poder divertirse en ring y ganar unos dineros.

Gunther está tan animado con participar en la competición de lucha libre que no me atrevo a desanimarle. Es más, incluso puede que me anime a apostar por él.

Devuelvo el pañuelo al concejal con la mejor de mis sonrisas ebrias y la seguridad de que forma parte del mismo culto demoníaco que ese tal Steigger, al que afirma no conocer. Tal vez más adelante debamos hacer una visita a su residencia cuando no se encuentre en ella.

—No le hacemos perder más tiempo. Que tenga una feliz tarde, señor Magirius.

Fiedrich Magirius se limpió la boca y el bigote con una servilleta, por si quedaban restos de su bebida, se puso en pie sonriente y aparentemente muy satisfecho con la conversación que acababa de tener lugar en la taberna y tras una leve despedida, se dio media vuelta y se dirigió a la puerta de salida, seguido de sus dos guardaespladas.

La visita del concejal había sido algo inesperado para aquel grupo de curiosos foráneos. Había dejado algunas respuestas, pero mcuhas más preguntas y lo cierto era que la incógnita acerca de lo que estaba sucediendo en aquella villa, seguía en el aire. No obstante, era de noche, estaban cansados y posiblemente lo que más les apetecía en ese momento, no era otra cosa que ir a descansar, aunque si la curiosidad les picaba demasiado, tendrían una larga noche por delante.

- Caballeros... - Adso también se puso en pie. - Creo que ya me he tomado una licencia suficiente, dejando de lado mis responsabilidades monacales. - Comentó el joven monje. - Iré al templo de Morr y me pondré a disposición del sumo sacerdote. 

Adso le dio la mano en primer lugar a Adler, para acto seguido hacerlo con Gunther y finalmente con Chester. Soltó un par de monedas sobre la mesa, suficientes como para pagar lo que había consumido previamente a la invitación del concejal y entonces se despidió de nuevo con la cabeza. Dios tres pasos hacia la puerta y entonces se volvió a girar hacia sus compañeros de desventuras.

- Si necesitáis de mis servicios o descubrís algo más sobre el oscuro asunto que nos ha mantenido ocupados los últimos días, sabéis donde encontrarme. - Y entonces si, se marchó del establecimiento.

- Te avisamos en cualquier caso... - Se despìdió el buscavidas. - Buena suerte. 

Una vez el buen monje abandonó la sala de la taberna, Adler se puso serio y miró a sus dos camaradas. Uno de ellos, Gunther, no parecía ser demasiado inteligente, pero dentro de sus limitaciones cognitivas, veía bastante claro todo a su manera. Era un hombre eminentemente práctica y Adler estaba convencido de que podía ver la verdad de las cosas de forma bastante sencilla. Por otra parte, Chester, era un hombre inteligente de pies a cabeza y sin duda, aquella batería de preguntas realizadas al concejal justo antes de marcharse, no habían sido casuales.

- Podemos seguir emorrachándonos y podemos irnos a dormir luego. - Hizo una breve pausa. - Puede que incluso nos encamemos con aguna fulana si pagamos lo suficiente, pero... - Se inclinó sobre la mesa buscando cercanía con sus dos interlocutores. - ¿vamos a dejar todo este asunto así como está? No hay que ser muy listo para ver que hay algo detrá de todo ésto. - Sonrió. - ¿Seguimos a Magirius? ¿Vamos a ver a ese Steinhäger? ¿Se os ocurre algo más? O... simplemente pasamos del asunto... tampoco lo veo mal del todo. - Soltó una carcajada.

Me despido del monje de Morr sin grandes aspavientos, apenas un saludo distraído con la mano, pues tengo la certeza de que volveremos a saber de él antes de marcharnos de Bögenhafen. Aunque solo sea porque tengo una deuda que saldar por haberme salvado la vida.

—Creo que Gunther merece participar en esa prueba de fuerza y demostrar que sus brazos son los más musculosos de toda la comarca —respondo a Alder con la sincera convicción de la embriaguez, mientras limpio los cristales de mis gafas empañadas—. Después... bueno, no sabemos dónde vive ese Steinhäger, pero podríamos tratar de descubrirlo para echar un vistazo a su casa o a su despacho o a lo que sea.

El alcohol y el cansancio me proporcionan una seguridad en mí mismo de la que normalmente carezco. Probablemente sea porque pienso que todo esto no es real y es fácil ser un héroe mientras estás soñando.

- Gunther ya follar, asi que sólo queda dormir despues de bebr un poco más, y mañana veamos en feria que poder hacer... - asintió ante las palabras de Chester - pelea ser buena idea, despejar cabeza después de unos golpes y luego buscar quien engañar nosotros.

El hombretón apuró su jarra de sidra y llamó a la camarera para que le trajera una de cerveza, y mientras observaba desde la mesa a la dueña sirviendo la jara se preguntó cómo sería follar con una enana... o una pelea mano a mano con un enano. ¿Que sería mejor? 

- Está bien... - Adlar se encogió de hombros. - Pensaba tratar de averiguarlo ahora e ir a hacerle una visita nocturna, pero si preferís dormir y esperar a mañana después de visitar la feria, podemos hacerlo así. 

Adler le dio un trago a su jarra de cerveza tratando de simular tranquilidad y dresinterés.

- Dejemos que el Caos cumpla con sus planes, claro que sí... - Trató de azuzar a su camaradas.