Partida Rol por web

La lanzadera esperaba. Luke Skywalker había mirado el comunicador que Menneir le mostró con sorpresa y cierto escepticismo, pero no había añadido nada.

Finalmente, se había despedido y Thyrl se había marchado con él. El hangar se quedó en silencio hasta que una voz en el interior de la lanzadera apremió a la mujer.

- ¡Eh! - resonó con un eco impaciente -. No tengo todo el día, chica. Vamos.

Menneir se acercó. Era antigua, anterior al modelo imperial lambda que fue tan utilizado durante la guerra. Estaba algo roñosa, pero el piloto, un chico joven algo entrado en kilos, parecía cuidarla como si fuera su madre...cosa que por edad podría ser cierto.

No hubo muchas formalidades, apenas un gruñido como saludo y la lanzadera se puso en marcha. Se elevó lentamente por encima del muelle de embarque y salió brevemente al exterior, donde se detuvo un instante mientras los repulsores daban paso a los motores iónicos y entonces todo se precipitó. La nave alcanzó una velocidad imposible y en apenas unos segundos habían traspasado la atmósfera.

- Eso es, linda - animó el piloto -. Así me gusta. Bueno, señorita, póngase el cinturón que vamos a entrar en el hiperespacio. Es un viaje corto así que no se incomodará por el poco espacio que hay.

Ciertamente había poco. Las lanzaderas estaban pensadas para llevar personal civil en viajes cortos, normalmente ni siquiera entraban en el hiperespacio y no todas tenían motor para ese tipo de viajes. Estaba claro que esta lanzadera estaba muy modificada. Tras el asiento de Menneir, casi todo el espacio estaba ocupado por cajas apiladas sin demasiado orden, agrupadas de aquella manera y "aseguradas" con cinchas un poco pasada.

La velocidad luz les esperaba. Todo se hizo blanco y en un instante pasaron a moverse por el extraño agujero de luz de conforma la realidad alternativa del hiperespacio.

Me pongo el cinturón y aprovecho el viaje para relajar mi mente y meditar. Sujeto el transmisor en mi mano, esperando que llegue a mí alguna visión.

El aviso del hombre casi sobresaltó a Menneir, quien no esperaba, por más que le hubieran advertido, salir tan rápidamente de la velocidad luz.

Frente a ella estaba Corellia, uno de los planetas que aún pertenecía al Imperio, o mejor dicho a sus restos diseminados por la Galaxia. A pesar de la cercanía con Froz, un planeta con dotación republicana, no parecía haber ningún tipo de defensa espacial o planetaria. El astropuerto apareció tras unas nubes blancas y la tarde caía plácida sobre aquella sección del planeta.

- Bueno - dijo el piloto cuando aterrizaron -, pues ya sabe. Ahora cada uno a lo suyo. Yo estaré por aquí unos días, pero creo que ya se lo han dicho. Siempre que no me meta en problemas, la recogeré si lo necesita y la sacaré del planeta si no tengo que desviarme mucho de mi ruta. Que tenga una buena estancia en Corellia.

Terminada la frase, el piloto dejó de prestar atención a Menneir. Ambos bajaron de la nave. El astropuerto era grande, pero parecía poco poblado. Había grupos de soldados imperiales diseminados aquí y allí, no muy grandes, pero bien armados. Por lo demás, comerciantes y viajeros buscaban su lugar en aquel caos organizado.

Volvía a estar en espacio Imperial, para bien o para mal. No me gustaban, nunca me habían gustado, sabiendo que por el Emperador la Orden Jedi había casi desaparecido y mi madre había tenido que esconderse y esconderme.

El tiempo que había pasado en la nave había sido corto, mi meditación había sido corta, demasiado corta. Hago un gesto de despedida al piloto, en silencio, no hay mucho más que decirnos. Miro a mi alrededor intentando decidir un plan de acción. Aunque claro, teniendo en cuenta que Calrissian quizás estaría esperándome, o quizás me localizaría en breve.

Decido caminar hacia la salida más cercana del espaciopuerto, como un comerciante más, para encontrar la cantina más cercana, en esos sitios siempre puedes escuchar cosas útiles. Padre me enseñó hace tiempo que las cantinas es lo mejor que hay en la galaxia, y no por sus brebajes, sino por la información.

Mientras se dirigía hacia la salida, Menneir vio un revuelo que se formaba cerca de uno de los muelles de embarque individuales. Había en el interior una especie de carguero pequeño y unos soldados se agrupaban intentando alejar a los curiosos. Unos androides grandes llenos de pinzas que se movían mediante elevadores primitivos se acercaron. Parecían bastante blindados.

La gente que se había apartado murmuraba con poca discreción.

- ¿Qué crees que ha ocurrido?

- Dicen que han saboteado esa nave, que tiene un explosivo.

- Yo creo que es un numerito más del Resto para darse importancia.

- No creas. Las bandas están muy insidiosas en los últimos tiempos. Parece que algo se cuece.

- Espero que te equivoques.

- Yo también.

Casi todas las conversaciones decían lo mismo. Pronto llegó un refuerzo de soldados que apartó con más vehemencia a los rezagados. La gente empezó a preocuparse. Aquello no parecía ningún teatro.

Sería esperable que por ser un planeta imperial no hubiera estos problemas. Pero parece que este es como cualquier otro planeta. Me acerco a uno de los grupos de gente.

¿Qué está pasando? Pregunto amablemente mientras intento ver qué está pasando más allá del cordón que han puesto los soldados. 

El grupo de ciudadanos mira a la mujer con interés.

- No estamos seguros. Hablan de un ataque terrorista. Creo que esa nave ha sido saboteada o algo parecido, pero no nos han querido decir mucho.

- Sí - continuó otro -. Los soldados son muy vehementes con sus órdenes. Si desde arriba les dicen que ni mú, ellos no abren la boca más que para gritarte que te apartes. Son un poco cafres, la verdad.

- Pero debe ir en serio - apostilló el último -. No suele armarse un revuelo de uniformes tan gordo por una falsa alarma. Han debido tener una sospecha fundada. En realidad, yo creo que estamos incluso demasiado cerca para mi gusto.

- No, hombre. Estamos bien. Hoy día los explosivos son de destrucción controlada. Los hacen para dañar lo máximo posible algo concreto. Los saboteadores no quieren que, si les cogen, les puedan cargar más delitos que los destrozos que buscaban hacer.

- Hablas como un experto, Turo. ¿No habrás tenido tú algo que ver en esto?

Los dos rieron mientras el llamado Turo enrojecía a pesar de la barba y el moreno de su piel.

- No digáis idioteces. Pero, ¿y usted, señorita? ¿Ha oído alguna otra cosa?

Sonrío agradablemente mientras escucho lo que me cuentan.

En realidad no se mucho, acabo de llegar y me he encontrado con este lío. Pero parece que tiene que ver con las bandas, no se exactamente qué bandas hay, pero me preocupa, ya que vengo por cuestiones de negocios, y esas cosas hacen que se resientan.

Miro hacia delante intentando ver algo más a través de las cabezas y los soldados. No creo en la suerte, ni siquiera en el destino, todo ocurre por alguna cosa, ¿por qué hay terroristas en Corellia?

Como si adivinaran la pregunta de la mujer, los ciudadanos se revolvieron inquietos mientras la informaban.

- Seguro que una turista como usted es lo último que desea escuchar, pero últimamente han habido muchos ataques en distintos sectores habitualmente tranquilos de la ciudad. No estamos muy seguros, pero los cabecillas de las bandas locales parecen agitados, como si hubiera algo que les hiciera salir de su apatía. Lo cierto es que no podíamos haber esperado que esta situación de tranquilidad durase demasiado tiempo. La ocupación imperial, al fin y al cabo, es perjudicial para cierto tipo de negocios y los bloqueos...

No terminó la frase. Hubo una especie de comunicación entre soldados y quien parecía el sargento del grupo dio una orden. El robot larguirucho se acercó a la nave y comenzó a manipular algo sin éxito. El sargento pidió que se acercara un soldado con mochila de comunicaciones.

¿Bloqueos? ¿Están bloqueando las entradas o las salidas? Arrugo ligeramente el entrecejo. Eso no es bueno para los negocios. Observo cómo el droide intenta desactivar lo que hayan puesto en la nave, y cómo no lo consigue. Me dedico a la compra-venta de objetos especiales. Explico. Tengo un comprador en este planeta, y pensaba conocer un poco el planeta antes de irme, es mi primera visita a Corellia.

Espero que Calrissian me encuentre pronto, con todo este jaleo es posible que no se deje ver por la zona, quizás acercarme a una taberna sería una opción interesante.

Los ciudadanos aportan poco más, apenas algo acerca del bloqueo de la Nueva República hacia los transportes imperiales. Provenir de Corellia suele ser, por lo visto, señal de problemas para la Nueva República.

Alrededor seguía un buen barullo montado. Los soldados se habían acercado algo más y el que parecía el sargento informaba mediante un soldado de comunicaciones.

La nave parece revivir en ese momento. Los sistemas se activan y los repulsores la empujan verticalmente. Los soldados se colocan en posición de disparo. Los ciudadanos empiezan a largarse a toda velocidad. Un segundo después, un cañón láser empieza a disparar desde un lateral. La nave ha levantado los escudos, pero acusa el impacto. Los soldados ametrallan desde abajo, sin mucho resultado. El cañón sí hace daño. Los continuos disparos comienzan a levantar humo en la nave, que escapa casi de milagro dejando tras de sí una estela de humo.

- ¡Avisad a los cazas! - ruge el sargento - ¡Que derriben esa nave!

Probablemente hayan activado la nave por control remoto, pero es muy raro, todo esto. Doy las gracias a los hombres que me han contado lo que saben y me aparto un poco, cierro los ojos para extender mis sentidos y poder sentir así los remolinos de la Fuerza a mi alrededor, quizás no sirva de nada, pero, quizás descubra algo.

La percepción de Menneir se extiende como una marea imparable entre los disparos que hacen huir aterrados a los curiosos. La nave es impactada varias veces, pero los escudos resisten la primera andanada. El piloto es diestro, aunque no responde al fuego, sino que procura coger distancia cuanto antes y alejarse. La marea de Fuerza invisible de la mujer alcanza la nave justo antes de que se pierda, dañada y humeante, más allá del horizonte. Casi siente el dolor de aquel vehículo. Ha recibido muchos daños en poco tiempo, aunque es probable que no caiga inmediatamente.

No es lo más importante. Lo que extraña a la mujer es que, aunque lo percibe apenas durante un instante, le da la sensación de que no hay vida dentro de la nave. Y sin embargo...siente en ella la presencia de la Fuerza, como un eco de algo que ha abandonado la nave hace poco.

Me estremezco al sentir los disparos en la nave, si no me concentro no suelo notar esas cosas demasiado, pero ahora, al ampliar mi percepción para sentirla, es como si me hirieran a mí misma. Está vacía, o eso me parece, pero alguien ha tenido que pilotarla, o ha tenido que controlarla desde fuera.

Ni siquiera noto cómo la gente corre a mi alrededor, pero si siento su miedo, y cómo se alejan, siento la determinación de los soldados, a la vez que empiezo a perder el contacto con la nave, se ha alejado más allá de mi percepción.

Rompo el contacto, no quiero forzarme más, y levanto la vista para íntentar vislumbrar dónde ha caído. Debería intentar llegar allí antes que los soldados imperiales. Estoy casi segura que cerca tiene que haber alguien como yo, por lo menos tiene suficiente control de la Fuerza como para llegar a la nave, o quizás estaba en la nave y saltó antes de que mi percepción llegara a ella.

Necesito encontrar una manera de llegar hasta la nave caída, y la necesito ya. Miro a mi alrededor, en los espaciopuertos suele haber sitios donde alquilan vehiculos.

Varias tiendas de repuestos se diseminan a lo largo de una ancha travesía que acompaña a la gente fuera del astropuerto. Intercaladas, hay tiendas de alquiler de repulsores.

Una de ellas es regentada por un devaroniano. Son famosos por su capacidad para los negocios, su mirada aviesa y su sonrisa aún más perturbadora. La tienda está sucia pero los vehículos parecen en muy buen estado. Otra la lleva un ithoriano, una especie conocida por su pacifismo y su predisposición a ayudar. Los vehículos son de paseo, también en buen estado. La última es propiedad de un hombre que da la impresión de que le importa poco que le compren algo o no. Sus vehículos aparentan tener más años que él, pero hay un par de ellos que a pesar de la imagen dan la impresión de que podrían correr bastante.

Observo los vehículos, y a los propietarios. ¿Quién podría hacerme un buen precio sin timarme? Después de un minuto tomo una decisión, la rapidez es fundamental. Me acerco al humano, seria, no creo que una sonrisa sea adecuada. Señalo uno de los vehículos, el que parece que corre más, aún siendo viejo.

Acabo de aterrizar en el planeta y necesito un vehículo para moverme por él. Miro el que me gusta, sin mirarle a él, me cruzo de brazos. Mi presupuesto es limitado, y seguro que esos dos. Señalo las otras dos tiendas de alquiler. Son capaces de alquilarme algo que se rompa en media hora. Bajo la voz, como si no quisiera que los otros dos me escucharan. A lo mejor me estoy equivocando, pero por algo tengo que empezar.

El  hombre escuchó en silencio. Luego abrió un poco sus ojos entrecerrados, escupió discretamente y se levantó de donde estaba sentado.

- Mire, señorita. Si viene a coger algo, cójalo y pague el precio. Si viene a regatear, hágalo con ellos, aquí pierde el tiempo. "Estos dos" que dice están recién revisados. Me los trajeron ayer y están en buenas condiciones. Cuestan 5 créditos cada hora. Un día entero serían 50 créditos. Debe dejar una fianza de otros 50 créditos en cualquier caso. Ossshy - señala al ithoriano - los alquila más baratos, pero no tienen ningún extra, claro. Depende de lo que quiera hacer con ellos, a mí me da igual mientras me los devuelva como se los entrego.

Le miro, estudiándole, pensando en qué le voy a responder. Es mucho dinero, aunque con suerte serán pocas horas. Calrissian debería localizarme pronto, porque yo no se cómo hacerlo. Y no voy a ir preguntando por ahí, levantaría sospechas, sobretodo sin saber a qué se dedica. Extras. Ha dicho que sus vehículos tienen extras.

¿Qué extras tienen?

El hombre se encogió de hombros.

- No sabe de esto, ¿verdad? Es un modelo conocido. Tiene un turbo que se activa con parte de la energía auxiliar de los repulsores. Es un sistema algo arriesgado, pero el vehículo se fabricó pensando en entornos peligrosos. Dura unos dos minutos si lo exprime al máximo y en ese tiempo puede alcanzar los 400 km/h, pero me haría un mal favor, porque si lo gasta luego no habrá quien mueva el trasto y entonces sí que me deberá un buen dinero.

Aparte de eso, tiene un blindaje extra para terreno escabroso. La conducción no es cómoda, pero llega donde deba llegar.

Menneir lo miró con ojos expertos. Al hombre parecía importarle tan poco lo que la mujer decidiera que no podía estar mintiendo. O, si lo hacía, lo hacía estupendamente.

La verad, no se si necesito esos extras, lo único que quiero es llegar a donde ha caído el carguero. Pero puede haber patrullas imperiales por la zona. Me cruzo de brazos, pensativa.

No, no se demasiado de esto. No suelo tener que alquilar vehículos. Termino admitiendo. No creo que necesite esos extras. Preguntaré a ¿Ossshy? Así lo ha llamado. Si no me convence, volveré.

Salgo de la tienda y me dirijo a la del ithoriano. Si puedo ahorrarme unos créditos, mejor que mejor. No se luego para qué tendré que usarlos. Sonrío.

Acabo de aterrizar en el planeta y me gustaría alquilar un vehículo. ¿Qué puedes ofrecerme?