Partida Rol por web

 La joven al ver la determinación del grupo, comenta.

 - Sea, vayamos, pero no a saco. Primero nos acercaremos Theonil y yo, a hurtadillas, en caso de problemas nos podremos largar pronto y raudos, en cualquier caso habremos interrumpido las oraciones. Prpongo que Driedrick y Karlack aguardeís un poco, desde las sombras, por si hay algún imprevisto, como que abren la otra puerta. Y mientras nos ponemos manos a la obra, lo ideal sería que Gaêlle avise a la guardia.

-Así sea.Karlack y yo vigilaremos a varios metros.Si conseguís abrir la puerta avisadnos rápidamente para actuar lo más eficazmente que podamos.Tened cuidado,no sabemos lo que nos estará esperando dentro...-Dice el jovencillo mientras se dirige hacía un escondrijo desde el que no perder el contacto visual junto a Karlack.

El guerrero asiente y se sitúa junto a Diedric preparado para entrar en acción en cualquier momento

-De acuerdo - asintió dirigiéndose a Evea - iré a buscar a la guardia... -parecía a punto de irse, pero dudó y se detuvo - un momento ¿tenemos algo que pruebe nuestra versión? ¿O será nuestra palabra contra la suya? Quizá sería mejor resolverlo sin involucrar a la guardia. Esto podría acabar siendo algo muy desagradable.

No, no, no avises a la guardia, Evea.- Digo en un tono afable-  ¡Si avisas a la guardia la capitana me matará! Me temo que sólo podremos contar con ella si tenemos pruebas feacientes, y aún no tenemos nada.

-Algo así me temía - asintió Gaëlle - Me quedaré, aunque no lo creáis soy muy capaz con el estoque. Os seré de utilidad si las cosas se ponen feas. 

 Eso no le gustaría a Tianna...

 La joven os mira y finalmente asiente.

 - Pues no los avises... de momento, primero demos un vistazo, pero a la mínima señal que correbore nuestras sospechas sugiero mandar alguien corriendo para alertarla. Prefiero una bronca que un funeral.

 El grupo de aventureros rodeó el último almacén del Arrabal siguiendo las indicaciones de Drieric y Evea, hasta que llegaron a él por el lado que no tenía puertas. Aunque estaban los huecos de ventilación en lo alto de ese muro, sería el sitio más discreto para que esperaran los refuerzos, sobre todo Karlack que con su pesada armadura hacía un ruido notable incluso cuando estaba quieto.
Mientras Karlack, Drieric y Gaëlle esperaban asomados a la esquina, Evea y Theonil se acercaron a la puerta más pequeña, la situada en el lado derecho según veían originalmente el almacén y que daba en dirección contraria al centro del pueblo.
Theonil se afanó en las cerraduras durante varios minutos tratando de hacer el menor ruido posible y rogando porque no hubiera nadie justo al otro lado de la puerta.
Finalmente la cerradura cedió y el aasimar comenzó a girar la manilla y empujar la puerta con cuidado por si estaba mal engrasada, un chirrido resonó en los oídos del investigador que dio un respingo que alarmó a Evea, sólo cuando Theonil vio el gesto de desconcierto de la joven humana se relajó al darse cuenta de que el sonido no había sido tan fuerte como le había parecido a él al estar tan atento a cualquier cosa que escuchase.
Cuando después de un minuto consiguió entreabrir la puerta lo suficiente sin que los goznes en mal estado alarmasen a nadie, lo primero que notó fue la prácticamente completa oscuridad en el interior; agradeciendo su sangre celestial, Theonil cambió su visión, los colores que percibía fuera de la estancia se apagaron y fueron sustituidos por tonos de blanco y negro pero a cambio el interior de la habitación se le reveló.
Había abierto camino a una estrecha sala de ventas, en el lado opuesto a por donde entraban había un mostrador y detrás de él una endeble puerta con picaporte pero sin cerradura. La habitación apenas llegaba a los dos metros de ancho aunque su largo alcanzaba dos tercios del almacén; el mostrador, en forma de L, tenía menos de medio metro de ancho en su parte más larga y en el lado corto menos de tres cuartos de metro y estaba hecho de madera. Lo que seguramente sería una débil luminosidad que apenas se filtraba por debajo de la puerta con la visión nocturna de Theonil se convertía es un intenso brillo blanquecino similar al de una barra de metal sobrecalentada más allá del punto donde se pone rojo.

  La joven parpadeó varias veces pero su visón era incapaz de mostrarle nada de lo que había más adelante, todo estaba sumido en la más impenetrable de las oscuridades. No podía adentrarse en aquella oscuridad, podría tropezarse con cualquier cosa y desvaratar la sorpresa.

 La joven sacó un corto cetro terminado con una pequeña esfera, se lo oculto entre sus ropas y lo activó. Un tenue resplandor, apenas perceptible, iluminó mínimamente la zona, lo suficiente como para avanzar sin tropezar.

 Con su mentón indicó a Theonil que se adentrara, ella le iba a la zaga portando su larga lanza.

Preparando mi ballesta y asintiendo al gesto de Evea avanzo sigilosamente, intentando aumentar mi visión del lugar y dejándole paso. Me dirijo hacia un lado del mostrador, usándolo como cobertura, apuntando a la puerta en la que no esperan mis compañeros. 

-Oh... odio esto - se quejó susurrando Gaëlle mientras se esforzaba por ver lo que estaba pasando - En cuanto entren no nos vamos a enterar de que ocurre. ¿Que pasa si tienen problemas? Si hay pelea los oiremos, pero ¿y si bloquean los sonidos con algún encantamiento o simplemente los paralizan? ¡O algo peor! No es que sepa mucho de magia, pero he oído historias sobre conjuros que pueden acabar con la vida de un hombre simplemente con que los escuche. ¿Que ocurriría si pasa algo así? Cuando sepamos algo ya será demasiado tarde. 

Mientras hablaba con rapidez, y en voz tan baja que casi le costaba entenderse, se asomaba con cuidado mirando el lugar por el que Evea y Theonil habían entrado.

Confía en ellos, son buenos en lo que hacen. Si tuvieran algún problema seguro que nos lo harán saber, de una manera u otra

El guerrero intentó tranquilizar a la bella dama con sus palabras, pero él mismo tenía sus temores....confiemos.- pensó

Theonil y Evea se internaron, la débil luz que emanaba del interior de la ropa de Evea no podía competir con el brillo que se filtraba por debajo de la puerta, de modo que los aventureros esperaban que no resultase problemático.

Por desgracia el suelo de madera del almacén parecía haber visto tiempos mejores, a pesar de los esfuerzos del aasimar crujía con cada paso más de lo que le hubiera gustado. Aún así llego hasta la puerta con facilidad y sin contratiempos, con Evea pegada a él y la lanza, lo bastante larga para atacar más allá del investigador, en la mano.

La puerta interior se abrió con facilidad, aunque su estado era tan descuidado como el resto del local, lo que dificultó sobremanera que no crujiera y chirriara demasiado; los pocos sonidos que Theonil provocó resonaban en sus oídos como cañonazos y ambos estaban cada vez más inquietos, Theonil y, en menor medida al estar retrasada y no poder mirar por las rendijas, Evea pudieron distinguir más o menos el interior.

Prácticamente enfrente de la puerta por la que llegaban había una segunda puerta algo mayor que la portachuela que intentaban abrir sin hacerse notar; esa puerta daba a una estancia cerrada al menos el doble de ancha que en la que estaban, pero sus buenos dos metros más corta. La estancia estaba completamente cerrada, incluyendo un techado de madera que, probablemente, se usaba para almacenar enseres de poco uso, dado que para llegar allí haría falta una escalera puesto que la altura del cubículo superaba los tres metros. No hacía falta ser un genio para deducir que esa estancia era a la que daba la puerta grande con portazgo. Por debajo del quicio se podía distinguir claramente un resplandor azulado que Theonil y Evea reconocieron como similar al generado por las piedras de luz que alumbraban las partes más importantes de Zoquejo; también era de donde salían lo que Evea había tomado como salmodias rituales y que ahora, sin varios parapetos de madera, más cerca y sin la distorsión del almacén reconocía como voces cantando en élfico, Theonil reconoció a pesar de que la puerta estaba cerrada, cantos de mal gusto que no solían oírse ni en los peores tugurios de Zoquejo.

Justo al lado de la estructura de madera una zona del almacén había sido aislada con mantas colgadas de cuerdas para disimular la luz, ésta del tono amarillo-anaranjado vacilante y titilante propio de los candiles de aceite y las antorchas. Evea pudo reconocer esa luz, que constituía la principal fuente de iluminación del almacén en penumbra, como el origen de los destellos que le habían indicado a ella y a Drieric que el almacén estaba ocupado. De allí venían también la mayoría de las voces, al menos tres personas estaban discutiendo, maldiciendo y hablando en común; era obvio que se esforzaban por mantener el tono de voz lo más bajo posible, aunque los finos oídos de los incursotes reconocieron claramente que los interfectos estaban jugando a las cartas. Podían distinguirse un par de jergones por debajo de las mantas colgadas y otro más fuera del estarimbel, así como un cuarto en la esquina opuesta, justo al final del cuarto en el que Evea y Theonil vigilaban.

El centro del almacén estaba vacío, salvo por los ganchos y aparejos donde se manejaba la polea que debería en tiempos servir para cargar carros a través del hueco situado sobre la gran puerta carretera que dominaba el muro del lado derecho desde la posición actual de los aventureros (el opuesto del lado en que esperaban Gaëlle, Karlack y Drieric). Lo más llamativo de la zona era un guardia, llevaba una espada larga en la mano y un escudo, y, a pesar del tabardo de tela gastada y sucia con que se cubría, resultaba obvio que tenía una armadura de guerra debajo. Se mostraba aburrido y caminaba cansinamente prestando más atención al portón que pillaba en dirección casi contraria a su posición que al resto del almacén. Por suerte Theonil le vio mucho antes de que él llegase a mirar en su dirección de modo que, cerrando un rato mientras daba la vuelta para volver a su ronda de patrulla, pudo evitarle el tiempo suficiente para terminar de ver el almacén.

El extremo derecho del almacén, justo por encima de la gran puerta carretera y a la altura del hueco de carga, tenía un voladizo situado a unos cinco metros de altura, se podía acceder por él desde una escalera de mano muy robusta situada entre el estarimbel de los jugadores y el tercer jergón. A Theonil le dio un vuelco el corazón cuando descubrió un segundo guardia, armado con una ballesta y vestido de cuero que se dedicaba a vigilar desde el voladizo la parte de fuera de la puerta carretera escondido en las sombras; y aún se sobresaltó más cuando el crujido de la puerta al cerrarse por la sorpresa hizo que el guardia mirase en su dirección y sus miradas se cruzaron. El tipo se aprestaba a dar la alarma, sin duda.

Mientras Gaëlle se pensaba si acompañar a los incursores o hacía caso a Karlack, Theonil y Evea desaparecieron en el interior. Gaëlle creía poder oír ligeros crujidos cuando sus compañeros avanzaban por el suelo de madera, pero ninguno oía ninguna otra señal. Medio minuto después los tres escuchando atentamente se dieron cuenta que los sonidos de sus amigos no venían de la puerta abierta sino que salían por el ventanuco que había encima de ellos, como si sonasen justo al otro lado de la pared. Entre las tablas no del todo casadas, pero no lo bastante abiertas para mirar a través, Drieric creía distinguir muy amortiguado el brillo amarillento típico de un cetro solar como los que solía llevar Evea cuando volvía de noche de hacer de avanzadilla de la caravana en la que ambos habían llegado a Zoquejo.

- ¡Retrocedamos!- Dice a la par que regresa a las sombras de la antesala.

Con un gesto afirmativo me deslizo hacia atrás en cobertura, siguiendo los pasos de Evea.

El guardia del voladizo se aprestó a cargar la ballesta que llevaba mientras gritaba:

-"¡Eh! ¿Quién anda en la puerta? ¡Alto ahí"

Evea llegó a ver volverse al guardia de la armadura y las armas, e incluso movimiento detrás de la manta mientras gritaba a Theonil.

Mientras ambos retrocedían apresuradamente hasta la puerta exterior alcanzaron a oír carreras en el interior del almacén que se acercaban a la pequeña puerta que habían entreabierto para espiar el interior. En pocos segundos los tipos del almacén entrarían en el despacho y, si no lo impedían saldrían al exterior.

La tensión en los tres nuevos compañeros crecía a cada segundo, los nervios a flor de piel estallaron cuando oyeron un grito, ya no una conversación, proferido por una voz masculina desconocidad que parecía proceder de algún punto lejano dentro del almacén:

-"¡Eh! ¿Quién anda en la puerta? ¡Alto ahí"

Un par de segundos después oyeron la voz de Evea, gritando mucho más bajo y al otro lado del ventanuco de la pared:

- ¡Retrocedamos!-

El grito de la chica fue seguido instantáneamente del sonido de carrera que finalizó cuando vieron aparecer a sus compañeros, apresuradamente, por la puerta que habían entrado. Para ese momento ruido de bastantes personas a la carrera resonaban en el almacén dando una clara idea de que estaba vacío prácticamente.