Partida Rol por web

Karlack deseaba salir de aquel lugar. La sensación de peligro constante saturaba sus sentidos. No sólo por aquel monstruo salido del infierno que les acechaba desde el espeso bosque, sino por todo, aquel claro lleno de runas mortales, aquella casa semiderruida sacada de cualquier cuento relatado para asustar a los niños.

Fuese lo que fuese lo que había en aquella casucha lo mejor era que lo cogiesen y salieran de allí como alma que lleva el diablo.

Karlack estaba a punto de girarse para meterle prisa a las damas que se encontraban dentro cuando notó un movimiento en el bosque.

Mierda otra vez la criatura.- y preparó su arma para poder enfrentarse por fin a ella.

Pero su sorpresa fue mayor cuando vio al animal que salió de aquel bosque que se apartaba a su paso. Uno de aquellos caballos con cuerno, un unicornio. Pero no uno como el que vieron en el festejo. Este era negro. Era igual de formidable y de hermoso que el otro sino fuera porque rezumaba maldad. Una maldad que hacía que te temblaran las piernas y te entraran ganas de arrojar el arma y salir corriendo.

Afortunadamente el guerrero no era un aldeano cualquiera y alzando su escudo, agarró con firmeza su arma y esperó al formidable animal.

Bueno, supongo que Kamikazee está un poco liado, así que le adelanto yo la iniciativa y cuando pueda puede hacer un turno narrativo con la llegada del unicornio y su turno de acción cuando le corresponda.

Ahora estamos en modo de turnos estrictos, con iniciativa, pero para no ralentizar en exceso si pasan dos días sin que conteste al que le toca, el siguiente puede asumir que ha retardado acción y actuar. Esto no quiere decir que el que ha sido saltado pierda el turno, sólo retrasa su iniciativa a después de los que le hayan saltado, cuando pueda y su iniciativa haya pasado que actúe y se queda con la nueva iniciativa.

Vamos a hacer el combate un poco dinámico, sin tableros pero con la lógica del juego. Sólo podéis hacer frente de tres para el cuerpo a cuerpo sin entrar en la zona de muerte de las runas. Por supuesto Evea, con la lanza, puede atacar desde segunda línea. Sólo dos personas pueden disparar desde la cobertura de la puerta (una a cada lado). Una vez trabado en combate el unicornio con un rival considero que la ser tan grande sólo da -2 por disparar a cuerpo a cuerpo, pero el segundo rival que le trabe ya da -4 (salvo que alguien tenga disparo preciso, claro), si tres personas atacan en primera línea perdéis la línea de visión, salvo para un arquero que puede estar más allá de la puerta.

En las notas pongo el orden de actuación y la situación inicial, si me he equivocado en algo procurad advertirmelo 

Gaëlle sí había oído historias sobre unicornios negros, normalmente asociadas a cuentos de hadas que hablaban sobre la Corte Oscura, el equivalente maléfico y retorcido de las hadas, ninfas y dríadas. Se originaban por actos de gran maldad, cuando perdían su don. Era el equivalente faérico a un paladín convertido en guardia negro. ¿Cómo de fiables era tales historias? La bardo no estaba segura, pero ante lo que tenía ante los ojos, empezaba a dar a esos cuentos mucha credibilidad.

La batidora se vio sola frente al peligro. Y no era cosa baladí un impresionante unicornio que hedía a corrupción. Tragó saliva sonoramente intentando mantener nivelado el arco, pero saberse en peligro -muy posiblemente mortal- convirtió esa fácil tarea en algo imposible

El proyectil falló por mucho y se perdió en la espesura. Evea maldijo entre dientes por su nerviosismo y se vio muerta en cuestión de instantes mientras intentaba alcanzar su carcaj para recargar e intentar no fallar en esa ocasión. Tal vez las runas les dieran una oportunidad si el animal las pisaba y no volaban todos por los aires...

La flecha de Evea voló demasiado lenta, aunque se dirigía hacia el unicornio, la criatura no tuvo problemas para golpear el ástil con su cuerno enviando la saeta muy lejos entre la espesura. Sus ojos rojizos miraron a las pupilas de la batidora con un brillo de burla, a la vez que piafaba con confianza y seguía avanzando recorriendo el camino perfectamente conocedor de los puntos peligrosos.

Theonil apuntó cuidadosamente la ballesta, mirando con cuidado por la extraña y voluminosa mirilla, disparó con más puntería que la que había mostrado Evea, pero el unicornio pareció intuir dónde iría el virote. Aunque demasiado lento para esquivarlo por completo, golpeó de forma indirecta y el grueso pellejo del equino desvió el virote sin mayores consecuencias. Tampoco el disparo del aasimar había hecho lo más mínimo para frenar al astado.

Comento dentro de un rato. 

Ajustando la respiración para tratar de bajarse las pulsaciones Gaëlle apuntó hacia la imponente y terrible criatura que les enfrentaba. Su sola visión la alteraba, la aterrorizaba, pero no era aquel el momento para dudar. Se dio cuenta rápidamente de que aquella bestia iba a exigirles hasta la última gota de sudor para salir de allí. Tampoco le costó ver que allí se habían juntado muchos arqueros, quizá demasiados para tratar de mantener entretenido al unicornio. 

Sintiendo de pronto una responsabilidad sobre si que no creia que le correspondiese, una oleada de valor cuyo origen no terminaba de comprender y una pizca de imprudencia que si le era familiar, dio un paso al frente y abandonó su cobertura.

-Alguien debería subir sobre la cabaña para ganar angulo de tiro -  indicó a sus compañeros mientras guardaba su arco y desenfundaba su estoque. 

Avanzó entonces hasta colocarse junto a Karlack, preparada para enfrentarse a aquella criatura en cuerpo a cuerpo. Mientras avanzaba se le vino a la cabeza una vieja canción, una canción de los enanos, una canción que siempre la había inspirado. Comenzó a cantarla, primero en susurros, para ella, después levantando la voz poco a poco.

Entonces, junto al enorme guerrero que había conocido apenas un día y medio antes, se colocó en guardia y se dispuso a esperar la embestida de aquel diabólico animal. Si salía de aquello con vida iba a tener una historia impresionante que contar.

El unicornio trotó por el claro esquivando con pericia las runas explosivas. Sin el menor atisbo de duda, como si conociera perfectamente el camino atravesó la distancia que le separaba de Karlack y Gaëlle. El camino que al grupo le llevó unos minutos, por el cuidadoso avance que sus exploradores requerían para asegurarse de que llegarían a salvo, el equino lo había recorrido en apenas unos segundos. 

Por suerte para la pareja de aventureros, el cuidado que la bestia ponía en su avance no le permitía cargar y, ni siquiera, ir lo bastante atento para llegar con una suficiente previsión ofensiva, de modo que se preparó para desviar los siguientes ataques con su cuerno, a la espera de que un error en la guardia de sus oponentes le permitiera derramar sangre con la que deleitarse y calmar su sed.

Karlack levantó el enorme escudo preparándose para la inminente carga del oscuro unicornio. Entonces vio como Gaelle se colocó a su lado. 

¿Estaba loca? Su pequeño cuerpecito, su delicada piel, no aguantarían la carga de aquel gran animal. Dudaba incluso que él, con su fuerte armadura y su portentoso físico, pudiera aguantarlo

La visión de la chica empalada en aquel negro mástil se le pasó momentáneamente por la cabeza. Con un gruñido, alargó la mano que llevaba el arma y empujó, suave pero con firmeza, a la chica para colocarla detrás suyo.

Observó el avance del animal con la guardia alta. Pero el tener que esquivar las trampas mágicas, que parecía conocer a la perfección, hizo que no pudiera llegar a ellos con la distancia suficiente para cargar.

Eso le dio a Karlack la oportunidad de atacar y el guerrero no era de los que dejaban pasar ese tipo de oportunidades

Más preocupado de mantenerse bien cubierto tras su enorme escudo y evitar que Gaëlle pudiera acabar ensartada en el cuerno de obsidiana de la bestia, el ataque de Karlack no fue demasiado complejo y el unicornio apenas tuvo que esforzarse para detener la espada y abrir un ángulo desde el que contratacar. Aún así no parecía seguro que aquel fuera a ser su curso de acción, pues la visión de las druidas hacía al equino rechinar la dentadura y piafar furioso echando espuma por la boca mientras clavaba en las elfas una mirada de odio infinito que parecía capaz de iluminar sus ojos negros.

La batidora estuvo cerca de entrar en pánico por el estrepitoso fracaso de su disparo.

-¿¡Cómo he podido fallar eso!?- pensó mientras retrocedía asustada cediendo la posición a Karlack y Gaëlle

Sin embargo no había perdido toda moral ni voluntad y captó de milagro la idea de la bardo. No parecía mala estrategia, al menos no estorbaría en el angosto espacio y posiblemente tuviera mejor ángulo de tiro. Pero los nervios la hicieron ser totalmente incapaz de coordinarse para trepar, guardar el arco y mantener la atención en sus compañeros.

-¡Pero cálmate!-se recriminó perdiendo impotente unos instantes preciosos.

A pesar de que subir al tejado de la chabola era sencillo, apenas medía dos metros de altura y tenía tantos asideros como uno pudiera desear, las prisas de Evea por trepar y la tensión de la situación se conjuraron para hacer que la batidora perdiera pie, aumentando sus nervios y haciendo que se apresurase sólo para resbalar más. 

Sus esfuerzos por tranquilizarse comenzaron a dar su fruto mucho después, para entonces se había perdido otra refriega del combate, pero con suerte se alzaría sobre la inestable construcción a tiempo de ayudar a sus compañeros. Sólo quedaba esperar que cuando lo consiguiera los cuatro palos a los que estaba trepando aguantasen y no se vinieran abajo arrastrándola con ellos.

Theonil recargó la ballesta con la pericia de un experto y volvió a disparar contra el unicornio. Asegurándose de que no daba a ninguno de sus compañeros, trató de apuntar lo bastante lejos y hacia la grupa. Por desgracia su calculo pecó de precavido y el virote se hincó en el suelo mucho antes de llegar a su objetivo.

Auria logró sobreponerse a las arcadas que había sentido y ahora estaba lista para enfrentarse a aquel combate contra la criatura más antinatural que había visto en toda su vida. Pero todo eso supuso un gran esfuerzo y con sus ropas completamente empapadas y la tez pálida por culpa de aquella sensación comenzó a murmurar unas palabras en un idioma que tan solo Nivea entendía.

Hizo unos gestos rápidos y concisos y susurró unas palabras a la madre naturaleza. Alzando la vista al cielo tomó unas hojas que había en el suelo y sonrió.

En todo el tiempo que había estado allí su amiga Selene no había aparecido por allí. No la había necesitado en ningún momento, pero aunque quizá era un rival que le podía costar su vida, sabía que tarde o temprano ella se recuperaría y que no le supondría tanto esfuerzo.

Así que, de pronto una figura peluda y de pelo casi tan negro como el unicornio contra el que se enfrentaban comenzó a materializarse a la espalda de su rival*. Era grande, mucho más grande que un mamífero similar a él, pero cabía tanta bondad como cabía en el corazón de las druidas.

Poco a poco, una osa negra se iba apareciendo a las espalda de la bestia que se estaba enfrentando a ellas.

- Lo lamento, amiga Selene, pero necesito tu ayuda más que nunca.

Y tras decir esas últimas palabras, Auria se arrodilló en el suelo y sus piernas comenzaron a llenarse de pelos, su barbilla a alargarse y su larga y rubia melena a rodearle el resto de su cuerpo y cara, convirtiéndose en una preciosa loba ante la mirada de todos sus compañeros. Jamás había mostrado su forma a nadie, y mucho menos había expuesto a Selene a una situación como aquella, solo una vez y ya no tendría razón para volver a hacerlo.

Ahora Auria lanzó un agudo y fuerte aullido a modo de señal hacia la naturaleza, como queriendo indicarla que estaba todo asegurado, que la madre naturaleza no tenía porque preocuparse pues aquella criatura sería eliminada, aunque a la pequeña druida le costase su vida.

Auria había pasado muchos segundos como perdida en una conversación consigo misma, hasta que para sorpresa de todos menos de la druida más veterana, el bosque respondió a sus palabras. Inmediatamente se transformó en un animal y, tras esperar el disparo de Theonil, se lanzó a la refriega, recibida por el unicornio con un relincho de satisfacción y deseo anticipado, su mirada brilló con un fulgor rojizo y casi podría haberse dicho que sonrió al tener tan cerca a la druida. 

Nívea y Auria podían notar que su presencia le hería a él tanto como la del astado les había herido a ellas antes.