Partida Rol por web

Unos diez minutos estuvieron Munio y su burra, el joven Eneko y el experimentado caballero calatravo en las afueras del convento de San Antón. El trovador anduvo también preguntando a algún peregrino que quedaba por allí (y del grupo con el que habíais viajado un par de jornadas) acerca de un fraile que había en tal grupo, pero éste negó: nadie conocía de tal guisa. Tras esos diez minutos, Alfonso Usía salió del monaterior, cruzando el patio-recibidor y saliendo por la puerta. Venía sólo, sin don Aldano de Torrenero, vuestro noble señor.

Nada más salir, fuiste el único en darte cuenta de que un tipo trepaba por el muro oeste del convento, con claras intenciones de internarse dentro. Tras conseguirlo, anduvo agachado por un tejadillo (que correspondía a algún tipo de almacén en el exterior del convento). Le perdíste la pista. Eso sí: a decir verdad, parecía portar los hábitos que llevaban los antonianos (como, por ejemplo, el que te había invitado a salir del refectorio). Estabas seguro de ello.

Alfonso llegó a la salida con sus compañeros todavía con gesto sorprendido, más aún cuando esperaba encontrar al Señor junto con el grupo. 

- ¿Qué se sabe del Señor? ¿No está aquí con vosotros? Me esquivó en el refectorio, puede que prefiriera estar solo pero es extraño que no informara de sus intenciones.

Por el rabillo del ojo le pareció ver algo trepando el muro oeste del convento: - ¿Qué es aquello? - Para cuando alguno de ellos se giró sobre sí mismo lo que trepaba el muro había desaparecido: - Alguien estaba trepando el muro con hábitos de fraile, los mismos que llevan en esta congregación. Se ha colado en el tejado de ese almacén a fuera del convento. Todo esto es muy extraño. Deberíamos preguntar a los frailes por el Señor o buscarlo en el interior. E informarles de ese ladrón trepador. 

- Mira quién se cansó pronto de rezar Eneko - dice Munio al ver salir a Alfonso. 

- ¿Qué se sabe del Señor? ¿No está aquí con vosotros? 

- No le vimos, pero estate tranquilo que tendrá menesteres con algún fraile, ye normal que no te cuente todo guaje. 

Munio se extraña de ver a Alfonso aparentemente nervioso por perder de vista a don Aldano 10 minutos. Intenta quitarle hierro al asunto. 

Alguien estaba trepando el muro con hábitos de fraile, los mismos que llevan en esta congregación

- Venga Alfonso, que paice que te hayas metido un colambre de vino tú sólo ahí dentro.... ¿Qué va a hacer un fraile trepando un tapial?

Aún incrédulo, Munio mira en la dirección que señala Alfonso buscando algo que llame su atención. 

- Quizás nos metamos donde no nos llaman señor Alfonso... he escuchado que a veces los frailes... no son tan Píos como a algunos les gustaría pensar y que las mozas a cambio de un buen dinero se visten de frailes para entrar en los conventos-dijo el muchacho pero viendo la cara que ponían los otros decidió no seguir hablando de ello- pero si es sospechoso si que entre por la ventana...

-"¿Qué el señor no está?¿Qué alguien vestido de monje ha trepado por ahí?" mis palabras resonaron con indignación y frustración.
Acariciando la empuñadura de mi espada pensaba en mi próximo paso. Un paso decisivo para nosotros y mi señor.
-"Entremos y preguntemos por él. Del mismo modo que informaremos al superior del Convento de la hazaña del monje escalador."

Munio seguía sorprendido de que a sus compañeros les importase algo que en el fondo, ni les iba ni les venía. 

¿Qué si les roban unas hogazas? Tampoco va a ser el fin del mundo, que aquí tienen trigo a espuertas copón....

Pero luego pensó en las palabras de Eneko. 

- Oye Eneko, tampoco tenemos mucho que hacer. Vamos y echemos un ojo a ver si es una moza como dices. Namas sea por la chanza de pillar al fraile con el habito remangado. 

Alfonso pensó curioso lo extraño de la situación de encontrar a uno de los monjes "ocupado" con alguna moza del lugar y una sonrisa cruzó su serio semblante.

Pero volviendo a la realidad y con gesto resolutivo se encaminó de nuevo hacia el interior, tal como había dicho, para buscar al Señor e informar de las lagartijas trepadoras que visitaban la muralla... 

Eneko no parecía muy convencido.

-¿Quieres trepar por ese muro?No se yo si es tan buena idea-le dijo a Munio- quizás acompañar al caballero y denunciar aquello... quien sabe, quizás nos dejen pasar un rato con la moza de medio manto, yo creo que tengo algunas monedas...-dijo en voz baja intentando que lo último no lo escuchase el caballero mientras daba unos golpecitos con los dedos a la bolsa que llevaba en el cinto.

- No joder, ye bruto ¿eh?. Digo de entrar al almacén pero por la puerta como cristianos. Vi a trepar yo... ¿para que se me rompan estos dedos que tanto me sirven?

El muchacho negó con la cabeza al escuchar a su compañero, aquella idea de aventura no era muy buena idea.

-No seré yo quien entre en un almacén ajeno, lo que faltaba es que nos acusasen a nosotros de ladrones-le espetó el joven- dejate de curiosidad, que si quieres mozas y las habrán y vayamos con el caballero a avisar de... de lo que sea que pase-dijo sensato.

Munio mostró decepción en el rostro y hasta parece que relinchó contrariado por ese ataque de sensatez. 

- Al cielo de los buenos acabarás yendo con tanta caución. ¡Y aburrido llegarás! - le contestó al compañero mientras aseguraba las ataduras de Gómez al gozne que tenía enfrente - Victor y Alfonso ya han entrado a alertar así que si de ladrón me acusan contestaré que protegíales. 

Acto seguido Munio revisó que llevase el estoque bien sujeto al cinto, dio un silbido corto que hizo que su perro Pérez dejase de perseguir a una gallina y viniese a su vera y se dirigió al almacén. 

Quedaste fuera, viéndolas venir, y observando cómo tus compañeros se interanaban en el convento. El caballero Saavedra se aventuró con Alfonso Usía para avisar de que alguie se había colado, mientras que Munio avanzó hasta el almacén. Tras un pequeño rato, un tipo se te acercó, pidiendo limosna. Te "requirió" unas monedas para él. Era un tipo embebido en capucha y muy corbado (como deforme) con una gran chepa*

Entrásteis los tres en el convento mientras Eneko quedaba fuera. Una vez en el recinto interior, Alfonso y el caballero Víctor se fueron hacia la puerta del convento mientra que Munio se alejaba hacia un lateral, hacia el almacen donde antes Alfonso había señalado que había visto a alguien en el tejado. Os separásteis.

Finalmente os separásteis, y Munio se alejó por la diagonal. Justo cuando íbais a llamar a la puerta (ya era mucho que os hubieran dejar estar en el recinto, cosa que pidió vuestro señor), un fraile os salió al paso, encontrándoos casi de casualidad. Adentro escuchábais cómo el resto de fraile estaba rezando el Ángelus, la letanía y oración del medio día.

Díganme -como extrañado, sabiendo que érais parte del séquito de don Aldano-. ¿Pasa algo? Les pido que guarden silencio: los hermanos están orando.

Te alejaste de tus compañeros y te fuiste directo al almacén. Al llegar, viste la puerta y ésta estaba desencajada: alguien debía haber dentro. Con sumo cuidado abriste la misma y viste que aquello se trataba de, efectivamente, un almacén de víeres. Claro que, lo que más te sorprendió fue que un tipo andaba rebuscando allí, entre los cestos y los pocos y rudimentarios estantes que había, propiedad del convento de los antonianos: se trataba de César, el fraile que te dedicó una oración. Ahora le viste bien, y no llevaba capucha ni toga de cobertura, sino que se veían bien sus prendas: tenía el hábito antoniano (de ese propio convento).

Con todo el cuidado del mundo, Munio entra en el almacén y se sorprende al ver a César pues no esperaba volver a verle. 

Extraño....

Sin ninguna intención más allá de la de intentar comprender qué está buscando, Munio permanece inmóvil con la esperanza de que por el momento no le vea. 

Al entrar al convento un fraile salió al paso.
-"Qué casualidad" pensé.
-"Disculpeme hermano de Dios, pero busco a mi Señor que entró a rezar y aún no ha salido. Cosa muy extraña en él. Y dado que hemos visto a un fraile trepar por un muro....." le respondo con cara de asombro.
-"Más extraño aún, pues me preocupo por mi Buen Señor. ¿Sabe algo o he de seguir buscando?"

El muchacho se encogió de hombros cuando el jorobado le pidió limosna.

-Tengo menos monedas yo que tu en ese pellejo, hago el camino con mi señor poco es lo que llevo-le respondió-quizás deberías pedirle a él, que es un hombre bondadoso y desde luego tiene más de lo que yo tengo-le sugirió con una sonrisa pues a buen seguro le daría alguna moneda a aquel jorobado.