Partida Rol por web

El fuego de Castrojeriz

V. El fin del camino. Epílogo jugable.

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24/11/2016, 21:31
Munio Recarédiz

- Vaya que si ha hablado el apostol - exclamó Munio recordando el sueño que acababa de tener - ¡Como me alegro señor! ¡Y cómo me alegro de esos oportunos rezos del barbero y el fraile César! - Inconscientemente por la alegría Munio trató de incorporarse,  un tremendo dolor le sobrevino al flexionar los abdominales. 

Yiiaaaaaaaaaaaaaaaaah eeeendios!!!!!- dos enormes lagrimones asomaron por sus cuencas al tiempo que caía vencido de nuevo hacia el colchón. 

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25/11/2016, 22:22
Don Victor Saavedra del Valle
Sólo para el director

Oír aquellas palabras en aquel lugar fue como un soplo de aire fresco, como respirar el aire de la mañana o llenarse los pulmones con el aire limpio después de la lluvia.  El frío de mi espalda provocado por el contacto de la gélida piedra de aquel oscuro y tenebroso calabozo comenzaba a transformarse en calor. Un calor lleno de alegría y esperanza al saber que volvería a ver a mis jóvenes amigos y a mi buen Señor Don Aldano.

-“Gracias buen Señor. Con este gesto ha devuelto la esperanza a multitud de buenas y desdichas personas aquejadas de un terrible mal.” Sonreía esperanzado.

Afianzando mis doloridos pies en el suelo comencé  a levantarme, poco a poco fui colocándome la armadura, armas  y ropaje, más no tardé en estar listo para salir al encuentro de mis compañeros y Señor.

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26/11/2016, 12:18
Director

Fue entonces cuando te vestistes, te colocaste la armadura y saliste de aquel húmedo agujero. El señor de Castrojeriz habíase ya marcho, y quizá era la única vez que lo verías en persona. El carcelero, que era un soldado del castillo, te condujo por el estrecho pasillo hasta dar a una puerta enrejada, la cual abrió y pudísteis salir. Se trataba de una sala de un edificio enorme, una fortificación, y olía terriblemente a quemado. Incluso sus paredes estaban en parte ennegrecidas... ¡Era el castillo! Íñigo de Medina sopesaba algunas pérdidas con sus criados, y te dedicó una última mirad a modo de despedida, seca y fría y te dejó marchar. Una vez fuera, bajaste la colina y pusiste rumbo a Castrojeriz para, desde allí, avanzar hasta el convento de San Antón.

* * *

Y que en estando ya a las suyas puertas, uno de los hermanos del convento te reconoció (mientras andábase recogiendo algún enfermo para curarle dentro). Con no muy buenos modos te invitó a pasar adentro, y te informaba por el camino al interior que el señor Aldano se había recuperado... como milagrosamente.

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26/11/2016, 12:22
Director

Fue entonces cuando el caballero Victor, mientras don Aldano preguntaba por él, que apareció por la puerta, pues le habían conducido a la habitación principal de enfermos. Tenía en su rostro el moratón pertinente en su ojo (del día anterior). El calatravo se maravilló al ver a don Aldano allí de pie, justo al lado de César, Alfonso (con una especie de muletas bajo sus brazos) y a Munio y Eneko tumbados en un par de camastros que había en la habitacion. Habían estado curándoles... y los monjes le habían salvado la vida.

El señor Aldano le contó a Victor lo mismo que a sus compañero, que con la gracia de Dios y estando en ese sitio, que tan sólo el rezo habíale salvado cual milagro el brazo, pues su mal afectado (que era el mismo que el de sus tierras y nada os había querido decir por vergüenza) había desaparecido como de la nada. Al girar la cabeza Victor miró a César y le sonrió, y entendió que de alguna manera su afán curativo (por el que hubo de internarse en el castillo) había hecho mantener el miembro a su señor. Pero el caballero entendió que don Aldano nada sabía de ésto (aunque el resto de los allí presentes sí). Y todo parecía una especie de representación en el que el crédulo (en el buen sentido) era el señor de Torrenero.

Congratulado, don Aldano le tomó de las manos en agradecimiento y apunto estuvo de besárselas, y luego don Victor explicó su estancia en el castillo, y cómo habiánlo llevado allí y metido en una celda. Y también cómo Íñigo de Medina, señor de Castrojeriz y benefactor principal de los Antonianos, había oído la historia que os había traído hasta aquí y había perdonado la desfachatez que cometísteis para dejar que volviera con su señor... Y aquí estábais.

* * *

Quizá el camino de Santiago hubiera de esperar, y el Santo Apóstol habría pues de darse a la espera de vuestra presencia. Estuvísteis una semana en aquel lugar, esperando a que Eneko y Munio hubieran de coger suficientes fuerzas como para volver a patearos los caminos. En ese tiempo vísteis bastantes enfermos que no corrieron la misma suerte que vuestro amo don Aldano.

Y de lo que quedó del resto del camino es otra historia que contar. Decir que el fraile César hubo de acompañaros, pues había sido repudiado por el resto de hermanos antonianos y eso era indiscutible; y ahora servía a don Aldano al igual que lo hacíais vosotros.

Notas de juego

FIN