Partida Rol por web

Un enano ataviado con una capucha que cubría su rostro salió de su pequeño refugio y se dirigió al distrito del castillo, donde se encontraba el Portal Bostezante. La lluvia que había comenzado como un simple goteo ahora empezaba a coger fuerza.

El Portal Bostezante era un edificio de piedra con el tejado hecho de pizarra y varias chimeneas. Cerca de su puerta colgaba el letrero, mecido por el viento, con el nombre de la taberna. Desde fuera ya se podía escuchar el ruido. Nisiquiera había anochecido del todo pero el Portal Bostezante era una de las tabernas mas grandes de la ciudad y siempre tenía gente.

La mayor parte de la planta principal estaba ocupada por la sala común de la taberna, que albergaba un pozo abierto de unos 12 metros de diámetro, que en realidad se trata del muro exterior de una torre de piedra hundida, que desciende hacia las profundidades de la tierra por más de 40 metros a lo que los locales llaman Bajomontaña. Bajomontaña es un complejo de mazmorras que se sitúa bajo la Ciudad de los Esplendores. Los aventureros que se atreven a adentrarse allí en busca de riquezas o aventura pueden bajar por un sistema de poleas que hay colocado para disposición de cualquiera que desee usarlo. Sin embargo son pocos los que regresan con vida. En la propia taberna se hacen apuestas sobre el tiempo que durarán estas expediciones, si volverán todos o no y se ha convertido en parte del entretenimiento principal de la clientela.

Los pisos superiores del Portal Bostezante disponen de agradables y cómodas habitaciones pensadas para los huéspedes como en cualquier posada.

Durnan, el propietario de la taberna y antiguo aventurero, saludó al enano con un gesto de la cabeza cuando lo vio entrar. No era muy hablador pero trataba de ser agradable con sus clientes

Apenas era la hora pero varios grupos de gente empezaban a pedir sus cenas. La camarera, Bonnie, una joven humana de pelo rojo y rostro salpicado de pecas cruzó por delante de Shenna a toda velocidad mientras llevaba unas jarras de cerveza Sombranegra a una de las mesas.

-Buenos días-le saludó apurada.

El enano cruzó la taberna y se colocó junto a la pequeña tarima que hacía las veces de escenario y empezó a ajustar sus instrumentos mientras observaba a los lugareños. Reconocía algunas caras que solía ser clientes habituales.

El primero en quien se fijo era Mattrim "trescuerdas" Mereg un bardo que vivía allí mismo. Aunque parecía un muchacho torpe debía tener mucha habilidad pues con su laud que solo tenía tres cuerdas lograba que la música inundase el local.

También vio a Jalester Silvermane, pensativo en un rincón. No lo conocía mucho pero sabía que su pareja, un Vigilante llamado Faerrel Dunblade, había muerto el año pasado en una reyerta callejera. Jalester solía pasarse las tardes así, pensativo, aunque de vez en cuando el solitario joven se dejaba querer.

En la barra, apoyada, se encontraba Yagra Puñopiedra. Era una mercenaria semiorca que estaba metida en algo con algunas de las bandas que poblaban la ciudad. Aunque, sea cual sea el trabajo que le encargan debe parecerle aburrido ya que se había convertido en un publico fiel del bardo. El resto del tiempo parecía perderlo retando a pulsos y humillando a diversos aventureros. El enano la saludo esbozando una sonrisa.

Por último reconoció a la sacerdotisa de Waukeen. Una humana chultana llamada Obaya que había venido desde Puerto Nyanzaru para financiar expediciones a Bajomontaña y recuperar artefactos mágicos para llevarlos a su tierra.

Un días más en el Portal Bostezante. 

El enano se quitó la capucha y miró a su alrededor. Su barba y su pelo negro, con algunas vetas de castaño, se veía ahora mojado pese a que se lo había cubierto con la capucha. Su piel estaba enrojecida por el sol y el viento y mostraba numerosas cicatrices y arrugas. Sus ojos, claros y profundos otearon la taberna hasta encontrar una mesa apartada donde había tres enanos. Había puesto carteles buscando aventureros a los que no les importase el peligro y tuviesen algo de orgullo enano para que se reuniesen con él aquella noche. No sabía si acudirían muchos pero tres era mejor que ninguno.

Se acercó lentamente mientras los estudiaba. Al llegar junto a la mesa hizo una reverencia a modo de saludo.

-Mi nombre es Okkar Ojoférreo, a vuestro servicio-saludó a la antigua usanza y después esperó que el resto se presentara mientras se sentaba.

- No me recuerdas, verdad?-suelto con una especie de gruñido. No suena rudo ni enfadado, simplemente parece la voz de alguien que llevara mucho sin hablar, igual que esas primeras palabras que se pronuncian de par de mañana tras una noche larga.

La voz proviene de un enano de pelo castaño rojizo muy corto, casi rapado, con una barba larga y desaliñada de igual. El tono de castaño parece desteñido, un marrón claro con cierto toque pelirrojo pero que se le hubiera ido el color poco a poco, casi grisáceo. El tono de piel también tirando a apagado. No parece un enano viejo, sino desgastado. Todo ello hace un curioso contraste con los ojos vivos y brillantes de color mostaza. 

Me inclino ligeramente sobre la mesa y miro a Okkar a los ojos, puede que no recuerde mi rostro, pero igual sí la mirada de un monje extraviado al que salvó tiempo atrás.

El enano le miró perplejo unos segundos.

-¿Bharnus?- dijo al momento que se le dibujaba una sonrisa en la frente- Ja! La última vez que te vi tenías más pelo en la cabeza y menos en la barba, casi no te he reconocido- le dijo mientras se sentaba en la silla y hacía un gesto a Bonnie para pedirle algo de beber- me alegra que estés aquí, siempre está bien tener una cara conocida cerca-le dijo para después girarse hacia las dos mujeres mientras se quitaba los guantes de las manos.

La Ciudad de los Esplendores hacía gala de su nombre. Tan pronto Ethbel cruzó sus puertas y recorrió sus calles, comprobó que todo lo que se contaba de ella era cierto. La enana había venido aquí porque cualquier aventurero que se precie debe visitar Waterdeep en algún momento de su vida. Además, andaba en busca de nuevos trabajos, de manera que este era el mejor sitio para encontrarlos. De hecho, no pasó mucho tiempo hasta que se topó con aquel anuncio que llamó poderosamente su atención.

Así que allí se encontraba Ethbel a la hora y en el lugar indicados. Se había presentado ya a otros dos aventureros, confirmando que los tres estaban en el Portal Bostezante por lo mismo. Sacó su pipa con forma de cabeza de oso y se puso a fumar mientras esperaban a su contratista. Cuando este llegó, se presentó de nuevo.

-Mi nombres es Ethbel Puñorgullo-dijo con voz firme y un ligero movimiento de cabeza-. Décima generación de los Puñorgullo, para ser exactos.

Dio una nueva calada a la pipa y repasó a Okkar de arriba abajo con la mirada.

-¿Es usted quien puso el anuncio? Si es así, escucharé atentamente lo que tenga que contarnos sobre el trabajo.

Hilda no estaba acostumbrada ni a estar con tanta gente ni a la sensación de cielo abierto sobre su cabeza. Con tanto cielo y tanto espacio sobre ella se sentía pequeña, desprotegida, intranquila. No veía el momento de volver a donde debían estar los enanos: con buenos cientos de metros de roca sólida sobre su cabeza. 

Aun así, lo disimuló. Era la primera vez que salía al exterior y no sería por ella que se dijera nada malo de los enanos que salen de sus ciudades. Los demás pudieron ver una enana de pelo y ojos ardientes, como si la llama de una forja brillara tras ellos, vestida con una pesada cota de mallas de buena factura enana y un martillo de guerra al cinto. Tenía brazos de herrera, o de guerrera, y a la espalda llevaba un escudo enano de acero con el símbolo de Moradin grabado en el metal. Por si esto no fuese poco para anunciar su religión, también llevaba un colgante de plata con el mismo símbolo. 

Se sentó en la mesa con el crujido y el resonar de sus armas y armadura, y se presentó. 

-Saludos, soy Hilda Olgysdóttir. Que Moradin sea con vosotros. 

También se presentó ante Ojoférreo cuando llegó, viendo que ya conocía a uno de los enanos presentes. 

-Vamos a ver de qué se trata ese trabajo. 

Bharnus no entendía muy bien cómo se presentaban las enanas... ''décima generación de Puñorgullo? Moradin?'' supuso que serían familias importantes, ¿y tal vez algún dios? ''Todo el mundo tiene apellidos...''-pensaba para sí mismo. Ante ellas se presentó sólo como Bharnus, Bharnus y nada más.

Respondiendo a Okkar:

- por eso estoy aquí, ya sabes que no trabajo para otros -dijo con una mueca parecida a una sonrisa

- No esperaba tener semejante compañía. Algunos aún recordamos a los Puñorgullo-le respondió con respeto- es un honor para mi. 

-Que moradin sea contigo hija de Olgys-respondió a Hilda. 

En ese momento llegó Bonnie. La muchacha iba corriendo de aquí para allá y llevaba ahora una bandeja con algunos picheles vacios.

-Ponos 4 cervezas Bonnie-dijo haciendo una pequeña pausa por si alguno de sus compañeros bebía otra cosa- y trae algo de ese cerdo asado con verduras que he olido nada mas entrar-le dijo con una sonrisa. La joven asintió y se alejó hacia la barra.

-Me gusta hablar de negocios con el estomago lleno, espero que no hayais cenado aún-les dijo a sus compañeros- Vereis Bharnus ya me conoce pero quizás deba explicar un poco más de mi. Soy lo que se suele llamar un enano errante, un nómada. Me he pasado media vida buscando algún asentamiento abandonado entre colinas y montañas donde poder asentarme. ¿Alguno habeis oido hablar de la Mansión de los Manoacero*?

A Hilda le agradó considerablemente que Ojoférreo pidiera la comida. Primero porque estaba hambrienta, segundo porque aquel cerdo asado olía de maravilla, tercero porque compartía su opinión sobre hablar con el estómago lleno y por último pero no menos importante, porque sus finanzas estaban igual de flacas que un perro abandonado sin comer durante una semana. 

Además su respuesta fue muy cortés. Aquel enano le caía bien. 

-No, nunca he oído hablar de ese sitio-dijo-Llevo un tiempo un poco apartada de la sociedad enana.

Cuando Okkar pronunció esas palabras sobre los Puñorgullo, el rostro serio de Ethbel cambió durante unos segundos para adquirir un gesto de complacencia.

La enana no dijo nada hasta que la comida y bebida se sirvieron, pero sin duda estaba conforme con ellas, pues pronto empezó a dar buena cuenta de la cerveza.

-A no ser que mi memoria empiece a fallarme por la edad, no, no recuerdo haber oído mencionar antes esa Mansión de los Manoacero.

Bharnus cruzó los brazos y se recostó en la silla, escuchando atentamente.

Ante la pregunta de Okkar, negó con la cabeza levemente a la vez que hacía un sutil gruñido sin abrir la boca. ''¿Una mansión? -pensaba- para qué querrá un nómada una mansión?''

- Es normal que no hayais oido hablar de ella-continuó el enano satisfecho-El clan de los Manoacero exploró las montañas de Forlon, al este de aquí sobre el rio Delimbiyr, extrayendo deposistos de oro y hierro. Era un clan pequeño y su reducido número les obligó a trabajar vetas de hierro y oro muy separadas entre sí. Por lo que he leido, el fruto de minarlas era llevado a un caserón central llamado La Mansión de los Manoacero aunque más que mansión por las pocas descripciones que he leido era más parecido a una fortaleza.

La narración del enano se vio interrumpida por la llegada de Bonnie que sostenía una bandeja con varias jarras de cerveza y humeantes platos.

-Aquí tenéis-dijo con dificultad la muchacha mientras se inclinaba en dejar las jarras y los platos. Platos de madera hondos donde un buen trozo de jugosa carne de cerdo flotaba en una espesa salsa formada por la grasa del animal y las verduras que lo rodeaban- Espero que esté de vuestro gusto, Durnan lleva asando esa carne a fuego lento desde esta mañana y está siendo un éxito-explicó con una sonrisa mientras señalaba las mesas alrededor que en casi todas estaba disfrutando del mismo plato.

-Luce tan bien como huele-dijo el enano contento de poder invitar a una comida tan apetecible a los que sería, seguramente, sus próximos compañeros de aventura.

-Bien, como iba diciendo los Manoacero...-fue a continuar la conversación cuando vio como otro enano con capucha se acercaba a la mesa.

Alrik se encontraba en una mesa apartada del Portal Bostezante, apurando unos sorbos de cerveza y apuntando en un cuadernillo con tapas de cuero lo último que había podido sonsacarle a su interlocutor, otro enano, que más borracho que una cuba se había quedado dormido sobre la rígida mesa, dando así abruptamente por finalizado su relato de las historias de su familia.

El viejo enano frunció un poco el ceño y se frotó la sien, pero siguió apuntando, aunque sospechara que la mitad de lo que se le había dicho esa noche eran exageraciones. No obstante, como siempre que estaba escribiendo, mantenía el oído atento a otras posibles historias que se desarrollaran a su alrededor y que pudieran serle de interés. Y algo llamó su atención.

Detuvo su pluma al instante y ladeó la cabeza, fijando su vista en un grupo de cuatro enanos sentados a unos metros de distancia.

—¿Manoacero? No puede ser...

Pero el enano que parecía llevar la voz cantante repitió aquel nombre. No había ninguna. Cerró el cuaderno dejando una frase a medias y olvidando los escasos restos de la historia del borracho que le quedaban por apuntar. Se levantó y se acercó sin titubear a la mesa de los susodichos.

—Discúlpenme... —el grupo vio acercarse a un enano claramente anciano. No es que tuviera un aspecto frágil, pero en su arrugado rostro y en su cabello cano y ralo se podía entrever su edad, de al menos trescientos años. Llevaba ropajes de cuero grueso con imponentes refuerzos de acero que no parecían fabricados por ningún artesano tradicional. El enano se mesó la barba y se ajustó las gafas antes de continuar— ¿ha mencionado usted al desaparecido clan de los Manoacero?

-Así es-dijo Okkar- pretendo, con mis compañeros, tratar de encontrar su antigua fortaleza. Justo ahora les estaba contando lo que he llegado a averiguar sobre lo que les ocurrió. ¿Por que lo preguntas? Toda ayuda es bienvenida y habrá una sustancial recompensa para quienes me acompañen-le dijo al anciano enano sabiendo que, cuantos más, mejor.

Alrik no pudo evitar esbozar una sonrisa.

—Fascinante... —tendió su mano a Ojoférreo y a los demás, presentándose— Alrik Escudorroto. Inventor de profesión, historiador de afición. Llevo muchos años recopilando la historia, y leyendas —añadió por lo bajo—, de la raza enana y sus clanes y familias más notables, entre otras cosas.

Ante la pregunta de Okkar, Alrik dejó caer su pesada mochila al suelo. Los demás pudieron ver cómo rebuscaba entre cachivaches y viejos cuadernos.

—Yo aún era muy joven y estaba empezando en esto de registrar la historia, pero recuerdo, hace más de doscientos años, haber entrevistado a alguien... ah, aquí está —dijo triunfante, extrayendo una ajada libreta de cuero agrietado por el tiempo— mi cuaderno de los clanes perdidos. Es uno de los primeros que empecé a escribir, pero es difícil encontrar información con la que rellenarlo... —se percató que empezaba a irse por las ramas dada la mirada de alguno de los presentes— En fin, sí... —hojeó el cuaderno brevemente— Ah, en efecto. Gunnar Manoacero, el último de su clan, hasta donde yo sé, claro. Era todo un vejestorio por aquel entonces. Me contó muchas cosas de su familia —dijo mientras leía sus propias notas—, de sus minas, de un tremendo accidente que acabó con casi todo el clan... pero era todo muy inconexo. Le pedí la localización de aquellos lugares, pero sólo me dijo vaguedades.

Le cedió el cuaderno a Okkar, por si él veía algo en sus escritos que le pudiera dar algo de información.

—Supongo que me puse a perseguir otras historias, y sí debía ser el último de su clan, pues no había vuelto a oir ese apellido desde entonces. —miraba a los presentes con un extraño brillo en sus ojos— Si no les importa la compañía de un anciano, me encantaría acompañarles y documentar este viaje en busca del hogar ancestral de los Manoacero.

- ¡Parece que sabeis incluso más que yo sobre los Manoacero!-respondió sorprendido tras escuchar al anciano-Toda ayuda es bienvenida, Albrik Escudorroto. Mas mucho me temo que será un viaje peligroso...-dijo aunque no parecía interesarle la recompensa ni venir por los contaros que había colgado pro Aguas profundas como el resto- Quizás sería mejor que continuase mi relato para que quede todo claro.

Antes de continuar el enano alzó su mano y llamó a Bonnie.

-Bonnie, trae otra cerveza y otro plato para nuestro nuevo acompañnante-le dijo y la chica no tardó mucho en servirle a Alrik.

-Bueno, como iba diciendo-continuó-los Manoacero fuero arrasados hace un par de siglos. Los orcos y goblins aparecieron de la nada ya acabaron con ellos. Tal fue la desgracia que tanto el clan como la mina cayó en el olvido. Ni siquiera yo sabía que había sobrevivido nadie aunque supongo, por lo que nos ha contado Alrik, que los pocos supervivientes que hubiera guardarían el secreto con celo.

El enano hizo una pausa para comer un bocado y tras beber un trago siguió.

-No quiero extenderme demasiado. Como las vetas del clan estaban tan separadas los enanos construyeron pequeñas fortalezas sobre cada una para poder defenderlas y de allí llevar el tesoro hacia la Mansión de los Manoacero-explicó- bien, pues yo he encontrado una de esas pequeñas fortalezas. Pero mucho me temo que el peligro acecha en su interior y yo solo no puedo hacerlo-dijo bajando la cabeza pesaroso. En efecto, ahora que lo mencionaba, podía verse que algunas de las cicatrices de su rostro y sus antebrazos eran más recientes.

Al escuchar que Alrik era historiador, Bharnus se inclinó hacia delante con los ojos brillando. Historias, leyendas, sucesos del pasado que formaron la tierra que en este momento pisaban... Fascinante. Siempre le gustó escuchar. La vegetación, la piedra, el aire, siempre tienen algo que contar... pero una buena narración no tiene comparación. Atendió a las palabras de Alrik y Okkar sobre el clan y sus descubrimientos, de vez en cuando asentía con la cabeza.

Al escuchar ''goblins'' frunció el ceño y una expresión de rabia cruzó fugazmente su rostro, que desapareció de inmediato al cerrar los ojos y calmar su mente. No solía mostrar emociones, fue una de las bases de su entrenamiento, pero los malditos goblins...

- Cabezota temerario -soltó con un bufido cuando terminó de hablar Okkar- cuenta conmigo, tú me salvaste y ahora yo te ayudaré a regresar de una pieza. No tengo especial interés en las riquezas que podamos encontrar, pero será bonito participar en la reconstrucción del pasado -esto último lo dijo mirando a Alrik a los ojos, y si estaba atento, pudo ver en los ojos de Bharnus un destello de ilusión