Partida Rol por web

La vida de la monstrousidad había llegado a su fin, de la misma manera que volvió la calma a la habitación.
Después de la pelea, esta calma era casi violenta.

El marino volvió a escupir supersticiosamente tres veces, con esfuerzos para evitar las ganas de vomitar. Ahora la pelea parecería una pesadilla si no fuese que el cadáver seguía allí para recordarles a todos que eran testimonios de algo perverso.

Pero tampoco se trataba de quedarse el resto de la noche observando ese horror, y Nuño lo hizo notar con su miedo a morir... de un mordisco de mujer.
-Déjame ver el daño... me refiero a la herida - Se acercó al juglar y obserbó la herida. Cogió la luz para poder examinar mejor el mordisco e improvisó un vendaje de burdel*

No era ni el lugar ni el momento para tapar heridas, por lo que si evitaba la infección, Jack estaría más que satisfecho.

Estuvo algo así como un par de segundo mirando su arma incrédulo, no había podido traspasar la piel de aquella aberración de mujer. Sin embargo no había tiempo para mayor demora así que Raúl siguió en su empeño, esgrimiendo casi con los ojos cerrados sin conseguir logro alguno. Posiblemente, más que nada pretendía salvar su propia vida porqué… ¿Cabía la posibilidad que de pronto se había vuelto un valiente? Seguro que más de uno de los presentes lo dudaba.

Por suerte, aquél terrible combate había terminado en manos de Nuño. Al verlo el trapero se preguntó si fue su filo el que dio el toque de gracia, no tardó en poner los pies en su sitio y negar con la cabeza. Se sentía aliviado, estaban todos vivos y se habían librado de aquello, pero a la vez estaba abatido y horrorizado.

Al levantarse y mirar por la habitación se apartó con miedo de la muñecas que aún quedaron intactas y del cadáver al que no apartaba la mirada temiendo que se levantara de nuevo en cualquier instante. Siguió con asco los movimientos y el morbo de Iasana, viendo como recogía una muestra de los fluidos interiores de esa cosa a la que no osaría llamar mujer. Aquello removió su estomago e iba a proponer una salida cuando el bardo habló de abrir la puerta, Raúl abrió los ojos asustado. -NO.- Gritó de forma automática pues suficiente locura habían tenido para una noche y pesadillas garantizadas para el resto de su vida. –Creo que deberíamos sa….- Empezó a oponer pero las palabras de la joven maga reclamaron su atención y tomó con avidez y manos trémulas la letra, incrédulo, primero sintiendo lo sacrílego de leer algo no destinado a él pero pronto se le pasó ante la necesidad de calmar sus nervios, algo que al fin, no consiguió lograr.

- Gracias amigo. Agradeció risueño y de corazón el gesto de Jack. Se llevó la mano al paño que taponaba la herida, pero pronto la retiró. No le apetecía notar cómo se empapaba de su sangre, y no quería que el trabajo realizado con sumo cuidado de Jack se echara a perder.

Una vez su herida hubo sido tratada, Nuño se sintió más tranquilo, más relajado. Las palabras de Iasana habían resultado enigmáticas, muy enigmáticas. La hubiera hecho mucha gracia leer las notas que esta les enseñaba, pero Raul se le adelantó.

- Cuando acabes, pásamelas.  Me gustaría echarles un ojo, joven amigo. Añadió una cálida sonrisa hacia Raul. Nuño había vuelto a olvidar el nombre del chaval.

Tras esto, el bardo se acercó a la puerta con paso indeciso, lentamente, hasta que puso su mano el tirador de la puerta. Hizo una última mirada a sus compañeros con los ojos bien abiertos, y tras aguantar la respiración, abrió la misteriosa puerta.

Tomas la carta, identificando restos de un agradable perfume, acercándote a la lámpara tus ojos devoran el contenido de la misma, que parece estar escrita por una mano masculina.

 Raúl estaba olfateando la nota y leyendo la carta cuando por algún casual su mirada se posó sobre Nuño... más concretamente en la mano que tiraba de la puerta.

 Los ojos del chaval se abrieron mientras hacía ademán de protegerse de cualquier demonio que pudiera salir por la puerta abierta...

... más nada sucedió.

 La luz de la lámpara, ahora alzada, mostraba una nueva estancia, muy parecida a la que encontraron bajando la escalera. Un vestidor a juzgar por los armarios que se ven desde aquí estando. No se escucha ningún sonido ni se ve ninguna fuente de luz que llegue de esa otra estancia.

 Levemente avergonzado por el gesto de cubrirse cobardemente, el joven baja el brazo y mira la nota que tiene entre los dedos.

 - Es, es una carta de amor. De ser Hugo, mandada a una tal Ana Isabel.- Dice a la par que tiende la nota por si alguien la quiere leer.

Liam, tras tomar un respiro se acerca a Nuño para preocuparse por su salud. No obstante, el hombre de color oscuro le atendía las heridas con gran maestría. Tras las palabras de Iasana el capitán se acercó a lo que antes había sido una amante. Quizás moriría de dolor por haber sido abandonada y el despecho le había llevado a ese estado de no vida.

- Si vayamos a ver - se dispuso a acercarse a la puerta.

Cuando Nuño abrió la puerta, Liam contenía el aliento. No sabía que podían encontrarse detrás pero debían averiguarlo.

Nuño no es que fuera un valiente intrépido, ni un descerebrado impetuoso. Ni siquiera quería demostrar nada a nadie, así que, después de abrir la puerta y comprobar aliviado que nada horrible saltaba sobre él, vaciló un instante si entrar en la nueva habitación o no. Pero una vez más Nuño tuvo suerte. Las palabras de Raul le dieron una escusa estupenda para demorar su entrada a la habitación, y ahorrarse ser el primero en entrar.

- Pues si, como ya te dije, me interesaría mucho ver lo que la carta dice. Dijo con tono de autosuficiencia, mientras se acercaba al chaval que le tendía la carta.

En resumen, que el bardo aprovechó la ocasión para leer la carta, y alejarse del posible peligro de la nueva estancia. Dejando así que Liam o Jack fueran los valientes en entrar primero. Él ya había hecho mucho al abrir la puerta. Ahora se preguntaba, porque narices lo había hecho.

Con la misma rapidez que el juglar cambió sus intenciones de entrar en la nueva habitación a ponerse a leer notas, Jack le quitó la lámpara de la mano.
-Ya entraré yo primero.

No es que Jack fuese demasiado valiente. Pero si hubiese otro peligro más allá de la puerta, sin duda ya hubiese aparecido en un momento más peligroso. Como por ejemplo, la refriega contra la mujer.

Con la lámpara en su zurda y el machete en su diestra, el marino se adentró en la nueva estancia

 Los aventureros preceden a Jack hacia el interior de la siguiente estancia. En general es muy parecida al otro vestidor, solo que en éste son vestidos y camisones los que cuelgan del barral y hay tres cómodas sillas exquisitamente tapizadas sobre las que reposan restos humanos, montones de huesos tan limpios que no tienen ni brillo entre jirones de ropa ensangrentada...

 En un extremo hay una puerta de madera entreabierta por la que los rayos de luz de la lámpara se pierden en una densa penumbra.

El capitán Daveport siguió a su moreno compañero cubriéndole la espalda, espada y escudo en mano. Observó los restos humanos con los ojos bien abiertos, no quería verse sorprendido. Algo maligno flotaba en el aire, no le cabía la menor duda y tenía un mal presentimiento. Una mezcla de angustia y congoja le oprimía el corazón y le costaba respirar con el aire tan viciado. Se dirigió a la puerta lentamente sin perder de vista las sillas.

Al llegar a la altura del umbral se detuvo. Con la punta de la espada empujó lentamente la puerta entreabierta, abriéndola en su totalidad. Observó atento las sombras.

Tras terminar de inspeccionar la primera estancia, Iasana siguió a los hombres a la nueva estancia y lo que vio allí le revolvió el estómago más no la sorprendió. Esperaba encontrar algo parecido a lo que habían visto ni bien habían ingresado a aquella red de sótanos ocultos. Qué es lo que era nuestra anfitriona? Una especie de súcubo o algo así? Sus dudas volvieron a quedar relegadas. Como preveía, a continuación de aquella sala, proseguía otra, tal vez una que conectara con la superficie al igual que la que se escondía bajo la trampilla de la habitación del joven Torquemar.

Luego de que el capitán abriera la puerta, la chica se asomó y tras cerciorarse de que no había ningún peligro inminente, siguió su avance.

 Cuando Davenport empujó la pesada hoja de madera con la espada esta se abrió sin impedimento, sin emitir sonido alguno. A su vista, y a la de Iasana que se había puesto tras el capitán de Torquemar, quedó un largo túnel que se perdía en la negrura. Ni siquiera la luz de la lámpara llegaba al fondo del pasillo.

Nuño, tras comprobar de reojo que el capitán y Jack entraban en la habitación, terminó de leer la carta con bastante premura, y se apresuró a entrar junto a los demás. No es que le apeteciera especialmente quedarse allí solo.
Disimulando su desazón, el bardo musitaba alegres tonadillas casi sin darse cuenta. Al comprobar lo macabra de la estancia, un escalofrío recorrió el cuerpo de Nuño.

- Que agradable visión… Murmuró asqueado con bastante ironía.

Como no había otro camino, lo lógico era seguir hacia delante, hacia la más absoluta, misteriosa y peligrosa oscuridad. Nuño tragó saliva.

Más muertos. El túnel parecía un maldito cementerio. Y Jack empezaba a añorar las pequeñas pero familiares dimensiones de su velero.

Todo parecía apuntar que esta noche no descansarían: Ya por aventurarse en este maldito subterráneo, ya por que cualquiera duerme en la cabaña de arriba.

El capitán abrió enérgicamente otra puerta, pero el marinero prefirió asegurar la zona. No quería dar la espalda a algo desagradable.

El pasillo se veía oscuro. La luz de la lámpara se perdía a los pocos metros. Al parecer, aquel túnel llevaba hacia un lugar alejado de la cabaña pues parecía extenderse bastante.

-Raúl, tu que conoces la zona, ¿sabes si hay alguna otra cabaña cerca y quién es su dueño?- sin aguardar la respuesta tomó la lámpara* y comenzó a adentrarse en aquel siniestro lugar. No tenía sentido haber atravesado todo aquello y quedarse a mitad del camino.

 Desconfiado, el marino registro un poco la habitación mientras el resto de compañeros se preguntaban si continuar o no. 

 Abrió con cautela las primeras puertas de los armarios, en su interior había ropa, ropa de mujer, ropa lujosa con brodados, encajes y filigranas con hilo de oro y plata. También dió con un alijo de ropas interior de fantasía... sin lugar a dudas con lo que había en esta habitación se podrían practicar vendajes de burdel a todo un regimiento en las peores de las campañas.

 Tampoco tuvo mucho más tiempo antes de que la joven hechicera se fuera internando en el túnel oscuro con la lámpara.

 El compañero isleño se dedicó a indagar en los armarios, abriendo sus puertas y dando un vistazo en su interior. No salió ningúna criatura o peligro tras las puertas, solo ropa y más ropa antes de que el resplandor de la lámpara fuera dejando en penumbra el vestidor.

 El trapero había quedado morbosamente fascinado con aquellos cuerpos echados en las butacas que quedaban en el centro de la estancia. Las ropas que se veían estaban desgarradas y manchadas de sangre, igual que las butacas y parte de las alfombras. Una muecha de asco se dibujó en el rostro del muchacho hasta que las palabras de Ranackver la sacaran de su ensimismamiento.

- ¿Eh?... ¿Conocer el lugar?... no no conozco esta región, yo siempre he estado en Torquemar. Tan solo conozco el camino hasta la guarida del monstruo.- Dijo encogiéndose de hombros.- Nunca antes de la expedición había pasado por la región... mas... mas no me suena que habiera otra cabaña o choza por la zona, aunque tal vez hubiera alguna.

 Dijo finalmente mientras andaba unos pasos hacia la mujer que tenía la lámpara en las manos.