Partida Rol por web

Liam comenzó a perder la paciencia. De muy buena gana le cortaría las manos a ese despreciable enano. Iasanna estaba actuando bien pero el maldito enano estaba empezando a ponerle nervioso.
- Mire, cretino - intervino Liam enfadado - estoy empezando a perder la paciencia - gruñó escupiendo las palabras con énfasis - no estás en circunstancias de negociar, podíamos torturarte lentamente, mi moreno amigo es especialista en eso ¿Te gusta la idea?

 La única respuesta por parte del enano de tez oscura fue una fría y hosca mirada de odio para con el capitán de la guardia. Sus labios se cerraron firmemente a modo de respuesta.

-No vine a por este -comentó indignado el marino- a mí me pagan por otro. ¡Que se lleve su secreto a sus nueve infiernos! Quizás allí encuentre alguien a quien le interese.

Jack intercambió su peso de una pierna a la otra, empezaba a ponerse nervioso. Miró a sus compañeros en busca de una aprovación que tardaba. Parecía que la gente de alta mar era más decidida.

Iasana había dejado que los hombres expresaran su parecer antes de intervenir. La verdad es que no veía por qué se volvían tan reticentes a la hora de aceptar que el miserable que se encontraba totalmente reducido quisiera negociar por su vida. Era lógico y esperable, pero sus compañeros parecían tomarlo como una ofensa. Ella no podía permitir que se lo cargaran sin que les explicara qué les esperaba más allá en el interior de la caverna. Someter a un basilisco era una tarea casi titánica; quién se encontrara detrás de toda aquella trama debía ser alguien poderoso y mejor que supieran cuanto pudieran antes de verse forzados a un encuentro. Por eso, a pesar de que no le gustaba mostrar desacuerdos para fuera de la gente que no pertenecía al grupo, intervino, conciliadora, en favor del enano.

-Cálmense amigos, no hace falta extralimitarnos antes de tiempo. Aún podemos ser razonables.- Luego de aquellas palabras, volvió a fijar su vista en el prisionero, mostrando una actitud más fría que antes.

-Y tu... ¿qué pretendes al poner en duda nuestra palabra? He dicho que te daremos un trato justo si colaboras. ¿Acaso crees que no cumpliré con ello? ¿Que mis compañeros faltarán a la palabra de uno de nosotros? Somos gente de honor, no sucios rastreros asaltantes de camino.- su voz se oía calma y sedosa. Pero su mirada podría haberse equiparado con la del basilisco.

-Una vez más te preguntaré de buen modo lo que ya te he preguntado. Dinos a quién sirves y por qué nos has atacado. Responde y seremos justos contigo. Pero esta es mi última oferta. Otra impertinencia y clamaré a mis amigos porque desquiten su sed de venganza en ti.

 Con el comentario del negro, el enano simplemente se dedicó a mirarle con sus negros ojos brillantes, parecía convencido a no cooperar. Pero la intervención de la muchacha pareció cambiar de parecer.

 - Así interrrprrreto que si cooperrro me trrratarrréis con justicia.

 Por el tono de su voz parecía en cierto modo menos tenso... aunque su rostro permanecía como un trozo de granito.

 - Sirvo a Krrraus, el prrríncipe merrrcaderrr, Grrristobal Krrrause. Y os ataqué parrra que no os interrrpusierrráis en los asuntos de mi señorrr. Y tomarrros como esclavos, clarrro.- La última parte la dió como obvia.

Iasana miró pensativa al enano. No conocía el nombre de aquel príncipe y eso que ella era una mujer que había recorrido el mundo. Sería efectivamente alguien de la realeza o se trataría de un rufián que se las daba de algo que no era? Como elucubrando no iba a llegar muy lejos, decidió continuar con el interrogatorio, obviando por el momento el hecho de que, si las cosas hubieran sido al revés, ahora ellos estarían maniatados y con grilletes esperando ser transportados hacia otro reino.

-¿Quién es este príncipe? No recuerdo a ningún miembro de la realeza con ese nombre. ¿Acaso estás mintiéndonos?

- Ese cretino exclavista miente - responde el capitán - no he oído hablar nada de ese príncipe.
Sacó su cuchillo y se acercó con aire violento al enano exclavista.
- Cortémosle la lengua para que deje de decir sandeces - esperó que la mujer detuviera la mano, pues lejos de sus intenciones estaba torturar a personas indefensa.

-No dice ninguna sandez -intervino el marino con aire tranquilo- ... aunque lo de cortar la lengua no me parece mala idea...

Ante las miradas de sus compañeros Jack creyó conveniente corroborar la información del pequeño:
-Cristóbal Krause... El Príncipe Krause... el Príncipe Mercader... El Príncipe "Culoduro"... Llamadlo como os guste. En los puertos los contrabandistas les gusta referirse a él (a sus espaldas, claro) como Don Cri-Kra... Por que suena divertido... Creo que realmente no se trata de un príncipe, Don Cri-Kra me refiero, aunque sí que es un comerciante. Trata con esclavos... Paga al contado.

Esperaba haber satisfecho a sus compañeros. Luego miró al enano y le preguntó: ¿Ya está? ¿Este es tu gran secreto?

-¡Liam, Jack! compórtense como hombres de honor!- la maga interpretó su papel a la perfección. El enano no tenía que sentir que estaba seguro pero tampoco había que dejarlo creer que romperían el trato o dejaría de colaborar.

Luego se puso a repasar las palabras de Jack. Al parecer él conocía a ese príncipe, aunque por lo visto no era tal. Era un traficante de esclavos que según se veía, tenía un considerable poder económico. Pero eso no explicaba qué hacía en aquellas tierras y como era que había logrado dominar al basilisco para poder utilizar su cueva como base de operaciones.

-Dinos enano. ¿Qué hace tu amo en las tierras de Idilia? Aquí es ilegal el tráfico de esclavos, ¿acaso está buscando la muerte?- la mujer, aunque usando palabras directas, interpeló al prisionero sin agresividad en su voz. -Y algo aún más importante... ¿como ha logrado dominar a la bestia que habita este lugar?

 El enano permaneció impasible ante las bravatas del guerrero, mirando al negro cuando habló.

 - ¿Quién dijo que guarrrdarrra secrrretos? Solo dije que rrresponderrría a vuestrrras prrreguntas y así he hecho.

 Luego intervino de nuevo la hechicera, pusiendo paz ante las amenazas de los hombres, para lanzar más preguntas.

 - ¿Y acaso está perrrmitido el asesinato, la violación o el rrrobo? No perrro sucede de todas forrrmas, siemprrre hay alguien dispuesto... si el beneficio parrrece compensarrr.

 Ante la última pregunta, simplemente se encogió de hombros y respondió.

 - No se llega a serrr un prrrincipe comerrrciante sin tenerrr rrrecurrrsos.

El enano empezaba a ignorar preguntas... Eso era malo para la salud.

Jack se acercó pacientemente al enano mientras tatareaba una humorística canción marinera* para dar tiempo a que el pequeño colaborase más o que sus amigos fueran más agresivos.
-Este está intentando ganar tiempo

-Tienes razón Jack- la impaciencia tiñó la voz de Iasana. -Deja de dar vueltas enano, o la próxima vez que el capitán decida que tu lengua no está cooperando, no lo detendré. ¿Qué busca tu amo aquí? Hay muchos sitios donde podría conseguir esclavos sin arriesgar el pescuezo. ¿O alguien lo ha enviado en busca de un esclavo específico?- aunque intrincado, tal vez todo aquello se tratase de un secuestro bien organizado, para hacerse con el joven Torquemar y cobrar una cuantiosa recompensa... o quién sabía que más.

-Y deja de dar vueltas con los recursos. Quiero saber específicamente de cuales se está valiendo para controlar a la bestia. ¡Ahora!

 El enano refunfuño algo ininteligible y tras una mueca escupió.

 - No venimos a porrr esclavos, sinó a porrr el basilisco. Nos llegarrron inforrrmes de que había uno porrr la rrregión y vinimos a porrr su capturrra. Mi amo vió una buena oporrrtunidad de negocio con la crrriaturrra, una fuente de esculturrras de lo más rrrealistas sin tenerrr que aguantarrr escultorrres quejicas jejeje.- Parecía que no podía evitar sentir satisfacción por la astucia del plan. La avaricia brillaba en sus ojos de forma lujuriosa.

 Cuando reparó en la situación en la que estaba recuperó parte de la compostura.

 - Usamos esclavos ciegos parrra capturrrarrr a la besia. No son difíciles de encontrrrarrr, y son barrratos...

Muy astutos... La hechicera se maravilló del sencillo plan que había trazado el esclavista para conseguir dominar a la bestia. Claro que el procedimiento implicaba someter a la esclavitud a los hombres necesarios y luego cegarlos (ella estaba convencida de que a eso apuntaba el enano al decir que eran fáciles de conseguir), dos prácticas muy crueles pero totalmente lógicas para alguien quien no tenía reparos en considerar a otro ser humano como una bestia de carga a la cual se la podía adiestrar de acuerdo a la necesidad. Asintiendo en silencio la mujer miró a sus compañeros. Por su parte sus dudas habían sido resueltas. Sólo le quedaba una cuestión pero no era tan relevante, además de que creía conocer la respuesta, con lo cual, se la guardó para sí.

-Creo que deberíamos conversar en privado unos momentos... salvo que ustedes quieran averiguar algo más. Por mi parte, he obtenido las respuestas que buscaba.

El marino se alejó del enano siguiendo a Iasana, pero de tanto en cuanto se giraba para asegurarse que el pequeño esclavista no intentaba nada.
Al llegar a cierta distancia (la suficiente para que el enano no los escuchara) el grupo formó un pequeño círculo para deliberar. El silencio era tenso y nadie parecía decidirse a hablar.

Al final. El marino se pasó la mano por la boca, como si se limpiara la comisura de los labios* a la vez que decía:
-¿Qué? ¿Lo matamos ya?

Iasana clavó sus ojos en el marino sin demostrar emoción alguna. Durante algunos segundos permaneció en silencio y luego respondió en apenas un susurro.

-Le prometimos un trato justo y debemos cumplir... démosle una muerte rápida y sin dolor, aunque eso es más de lo que se merece.- La chica volvió la vista hacia el capitán, ya que él representaba la justicia de su señor Torquemar y era el único que podía llegar a poner pegas al asunto. -¿Todos de acuerdo?

Liam levantó los hombros. Estaba cansado y quería terminar todo aquello de una vez por todas. - Tienes razón, Iasana - miró clavando sus ojos inyectados en sangre - es más de lo que se merece este mal nacido, pero somos gente de honor y cumplimos nuestro palabra - se acercó al enano exclavista - tienes suerte que somos gente compasiva...

 Cuando el grupo deshizo el círculo, y le miraron, el enano ya se olió la tostada. 

 - ¿Así que aquí terrmina todo, no? Mem degollarrréis como a un perrrro, malditos seáis y que se todos vuestrrros vástagos nazacan mueeeee...

 Un golpe seco cortó la palabra al aire... igual que el cuello que sostenía la cabeza del enano esclavista. Los compañeros se miraron, a la escasa luz de la lámpara titilante, con el cuerpo lleno de cuerpos sin vida en el suelo y el sonido de una corriente de agua llegando de más adelante.

El capitán se limpió las salpicaduras con la manga del brazo derecho, la que sostenía el arma.
- Continuemos - dijo el capitán en un tono apagado, apático; tratando de no elevar su voz, sabía que aquellas cavernas podían traicionarlos revelando su presencia por culpa de la reverberación.
Levantando el escudo a modo de protección se dispuso a continuar sin mirar si sus compañeros lo seguían o no. Su respiración sonaba agitada y sus pasos eran pausados, con la precisión de un soldado con experiencia como lo era él. El sigilo era crucial y especialmente en aquel entorno. No se podía permitir otro fallo como el de antes, un fallo que había supuesto un final radical de aquellas inocentes almas cuya miserables vidas habían segado.

Mientras el capitán dispensaba justicia, Iasana mantuvo la vista fija en el prisionero. Aunque no disfrutaba de aquel tipo de espectáculos, le parecía lo correcto presenciar una ejecución que ella había acordado.

Una vez finalizada aquella tarea, asintió en silencio al capitán. Tomó una de las linternas, acomodó su hatillo y se arrebujó en su pesada capa ya que, lejos de la luz del sol, se sentía desprotegida y sin calor. Cuando todos estuvieron listos para partir, la mujer encabezó la marcha iluminando el sendero, sin poner demasiado cuidado en ocultar sus pisadas ya que el sonido incesante de la corriente de agua que parecía aguardarlos más adelante atenuaría cualquier indicio de su presencia para los esclavistas que pudieran encontrarse en lo profundo del lugar.